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El cruel destino llevó a la banda a separarse tras una cruenta batalla contra un individuo cuyo poder nos superaba a todos al no poder tocarle para herirle. Esto me hizo pensar que nuestro poder era ínfimo en comparación al del resto de maleantes del grand line, pero nuestra derrota fue ocasionada, sobre todo, por el individualismo y la desconfianza de cada uno de nosotros.
Un servidor acabó naufragando sobre un tablón de madera hacia una isla desconocida, salvaje y muy frondosa, la cual no parecía estar habitada por un ser civilizado como el hombre. Multitud de sonidos provenientes de animales salvajes resonaban en la isla, pero lo que más me preocupaba era que el barco del pirata que nos había hundido en el mar estaba amarrando en una cala al sur de mi posición.
Seguramente intentarían arreglar el barco e intentar olvidar la humillación recibida por una alimaña que no levanta ni un palmo del suelo que agujereó el casco de su querido barco, para después reírse en su cara, si aquello se podía considerar una risa.
Dolorido, con mucho malestar en el abdomen, empecé a caminar en dirección al bosque, para alejarme de allí; tan solo contaba con mis X-guns y un par cargadores adicionales que tenía en los bolsillo. Caminaba tambaleándome de un lado a otro, me sentía mareado, el estar en contacto con agua salada tanto tiempo me dejó trastocado, un pequeño inconveniente por tener el poder de un dios, o mejor dicho: un demonio.
Seguía caminado hasta que algo me cogió de la pierna, no era otro que Rocket, el maldito mapache que la había liado totalmente al disparar a un barco desconocido porque solo se puso en nuestro camino y no quería dar un rodeo. Estaba maltrecho, dolorido, pero seguía con esa pesada mochila a sus espaldas. Haciendo de tripas corazón lo intenté levantar, pero no lo conseguí, así que le cogí de la cola y empecé a llevarlo a rastras hasta que mi cuerpo se cansó.
Pasaron las horas y mi amigo despertó, -Has formado una buena pequeño hijo de Satanás, -comenté esbozando una sonrisa, -pero no contaba con no poder tocar a aquel individuo, si tan solo hubiera podido darle con una de mis balas… -la furia se pudo vislumbrar en mi rostro, cuyos ojos se rasgaron como el de un felino y unos pequeños rayos brotaban de mi puño.
Llegó la plena oscuridad de la noche mientras estábamos sentados bajo un árbol y hablábamos diversas cuestiones personales; yo no era una persona que le gustase hablar de su pasado y tampoco de sus intimidades, pero aquel bichejo se había convertido en uno de mis más fieles seguidores dentro de la banda y era uno de los pocos, por no decir el único, que merece una explicación si me la pidiese.
Un servidor acabó naufragando sobre un tablón de madera hacia una isla desconocida, salvaje y muy frondosa, la cual no parecía estar habitada por un ser civilizado como el hombre. Multitud de sonidos provenientes de animales salvajes resonaban en la isla, pero lo que más me preocupaba era que el barco del pirata que nos había hundido en el mar estaba amarrando en una cala al sur de mi posición.
Seguramente intentarían arreglar el barco e intentar olvidar la humillación recibida por una alimaña que no levanta ni un palmo del suelo que agujereó el casco de su querido barco, para después reírse en su cara, si aquello se podía considerar una risa.
Dolorido, con mucho malestar en el abdomen, empecé a caminar en dirección al bosque, para alejarme de allí; tan solo contaba con mis X-guns y un par cargadores adicionales que tenía en los bolsillo. Caminaba tambaleándome de un lado a otro, me sentía mareado, el estar en contacto con agua salada tanto tiempo me dejó trastocado, un pequeño inconveniente por tener el poder de un dios, o mejor dicho: un demonio.
Seguía caminado hasta que algo me cogió de la pierna, no era otro que Rocket, el maldito mapache que la había liado totalmente al disparar a un barco desconocido porque solo se puso en nuestro camino y no quería dar un rodeo. Estaba maltrecho, dolorido, pero seguía con esa pesada mochila a sus espaldas. Haciendo de tripas corazón lo intenté levantar, pero no lo conseguí, así que le cogí de la cola y empecé a llevarlo a rastras hasta que mi cuerpo se cansó.
Pasaron las horas y mi amigo despertó, -Has formado una buena pequeño hijo de Satanás, -comenté esbozando una sonrisa, -pero no contaba con no poder tocar a aquel individuo, si tan solo hubiera podido darle con una de mis balas… -la furia se pudo vislumbrar en mi rostro, cuyos ojos se rasgaron como el de un felino y unos pequeños rayos brotaban de mi puño.
Llegó la plena oscuridad de la noche mientras estábamos sentados bajo un árbol y hablábamos diversas cuestiones personales; yo no era una persona que le gustase hablar de su pasado y tampoco de sus intimidades, pero aquel bichejo se había convertido en uno de mis más fieles seguidores dentro de la banda y era uno de los pocos, por no decir el único, que merece una explicación si me la pidiese.
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Agua. Sólo agua. Eso me rodeaba mirase donde mirase. Hasta que encontré algo flotando en el mar que no había visto hasta ahora. Una tabla de madera enorme con un cuerpo semi-inconsciente encima. Era Sansu.
- Maldita sea, Sansu... Dije agotado.
Con las pocas fuerzas que me quedaban nadé hasta la tabla y empecé a empujarla con lo poco que podía, tirando también de mis dos pistolas, mi APHADD y el pequeño Joffrey, que ahora estaría empapado y seguramente apagado en mi mochila. Empujé sin parar hasta sentir el olor de la tierra firme en mis fosas nasales y me dejé llevar por la corriente. Una débil ola nos llevó a mi y a Sansu hasta la orilla.
Sansu se levantó y, maltrecho, empezó a caminar hacía el interior de la frondosa selva, sin darse cuenta de mi presencia. Intenté llamarlo pero no pude, tan sólo escupí agua de mar. Me levanté y fui tras él, mareado y a punto de caer. ¿Me pasé al abrirle un agujero en todo el barco a aquel tipo? Nah, el hijo de puta se lo merecía.
Conseguí alcanzarle y le tiré de la pierna, para luego caer al suelo. Sentí como intentaba cogerme, pero al final, caí rendido y me desmayé.
Los rostros de aquellos que murieron por mi culpa se mostraron ante mi rostro. Todos ellos animales. Mis hermanos Sbunny y Howard. El conejo caía por un acantilado, gritando y maldiciendo mi traición. El pato me rogaba que lo matase pues prefería morir a volver con Jackal. Y por último, el único ser al que alguna vez consideré un padre. Ino. El anciano mapache me miraba con un ojo hinchado mientras un nativo le rajaba la garganta. Todos y cada uno de los rostros me miraban, acusadores. Con furia y ganas de devolverme todo lo que les hice sufrir.
Al final, el sueño se fundió con la realidad y desperté.
- Has formado una buena pequeño hijo de Satanás, pero no contaba con no poder tocar a aquel individuo, si tan solo hubiera podido darle con una de mis balas… -Dijo Sansu.
Tras aquello hizo algo que le había visto hacer antes. Sus ojos se rasgaron como los de un felino y mi instinto me avisó de su peligrosidad y... posición como depredador. Me ocurría amenudo, pequeños resquicios de los años que fui un animal por completo. ¿Pero por qué con Sansu? ¿Por qué iba a ser él un depredador? Algo escondía... Por fín, le pregunté.
- ¿Qué demonios te pasa en los ojos, Sansu? Y esa electricidad del puño... No creo que sea normal. Abrí la mochila y saqué a Joffrey de ella. El pequeño ratón robótico estaba empapado y apagado. Lo posé en el suelo y le di al pequeño botón tras su oreja, haciendo que se encendiera. Pero tan sólo se levantó dando tumbos y se volvió a apagar. Suspiré, pensando en que debía arreglarlo más tarde y volví a mirar a Sansu. - ¿Eres un usuario, verdad?
- Maldita sea, Sansu... Dije agotado.
Con las pocas fuerzas que me quedaban nadé hasta la tabla y empecé a empujarla con lo poco que podía, tirando también de mis dos pistolas, mi APHADD y el pequeño Joffrey, que ahora estaría empapado y seguramente apagado en mi mochila. Empujé sin parar hasta sentir el olor de la tierra firme en mis fosas nasales y me dejé llevar por la corriente. Una débil ola nos llevó a mi y a Sansu hasta la orilla.
Sansu se levantó y, maltrecho, empezó a caminar hacía el interior de la frondosa selva, sin darse cuenta de mi presencia. Intenté llamarlo pero no pude, tan sólo escupí agua de mar. Me levanté y fui tras él, mareado y a punto de caer. ¿Me pasé al abrirle un agujero en todo el barco a aquel tipo? Nah, el hijo de puta se lo merecía.
Conseguí alcanzarle y le tiré de la pierna, para luego caer al suelo. Sentí como intentaba cogerme, pero al final, caí rendido y me desmayé.
Los rostros de aquellos que murieron por mi culpa se mostraron ante mi rostro. Todos ellos animales. Mis hermanos Sbunny y Howard. El conejo caía por un acantilado, gritando y maldiciendo mi traición. El pato me rogaba que lo matase pues prefería morir a volver con Jackal. Y por último, el único ser al que alguna vez consideré un padre. Ino. El anciano mapache me miraba con un ojo hinchado mientras un nativo le rajaba la garganta. Todos y cada uno de los rostros me miraban, acusadores. Con furia y ganas de devolverme todo lo que les hice sufrir.
Al final, el sueño se fundió con la realidad y desperté.
- Has formado una buena pequeño hijo de Satanás, pero no contaba con no poder tocar a aquel individuo, si tan solo hubiera podido darle con una de mis balas… -Dijo Sansu.
Tras aquello hizo algo que le había visto hacer antes. Sus ojos se rasgaron como los de un felino y mi instinto me avisó de su peligrosidad y... posición como depredador. Me ocurría amenudo, pequeños resquicios de los años que fui un animal por completo. ¿Pero por qué con Sansu? ¿Por qué iba a ser él un depredador? Algo escondía... Por fín, le pregunté.
- ¿Qué demonios te pasa en los ojos, Sansu? Y esa electricidad del puño... No creo que sea normal. Abrí la mochila y saqué a Joffrey de ella. El pequeño ratón robótico estaba empapado y apagado. Lo posé en el suelo y le di al pequeño botón tras su oreja, haciendo que se encendiera. Pero tan sólo se levantó dando tumbos y se volvió a apagar. Suspiré, pensando en que debía arreglarlo más tarde y volví a mirar a Sansu. - ¿Eres un usuario, verdad?
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La osada pregunta de mi pequeño amigo resultó ser más directa de lo que hubiera esperado. Esbocé una sonrisa picaresca mientras miraba a los ojos de Rocket. –Sí –afirmé, -concretamente el usuario de la neko neko no mi: Modelo Byakko; cuyo poder me convierte en el depredador por antonomasia, un portentoso tigre con poderes eléctricos, -hago una pausa, - y diría que en menor medida también el aire, pero no tengo muy claro en qué consiste su poder, pues no hay muchas referencias en el pasado de un usuario de esta akuma, no obstante, es poderosa. –Concluí.
Rocket siguió mirándome extrañado, como si quisiera que me transformara, cosa que corroboré después. Simplemente, me puse de pie y poco a poco mis rasgos fueron cambiando: Mi altura aumentó considerablemente, mis manos se convirtieron en afiladas garras, mi fino rostro se hocicó, mi cuerpo se cubrió de un pelaje blanco rallado de negro, mis ojos se rasgaron y me salió una cola. –Este soy yo transformado –dije mientras de mi pelaje brotaban pequeños rayos de electricidad, claramente voluntarios para ver la reacción del mapache.
Entonces empecé a notar algo, no era la primera vez que cuando estaba en mi forma híbrida o completa mi nivel de percepción aumentaba considerablemente, era como si mis nociones básicas de mantra aumentaran de golpe. Sentía como un grupo de unos cuatro individuos, cuya presencia ya conocía estaban acercándose a mucha velocidad, demasiada para mi gusto.
-Rocket, coge lo mínimo y súbete a mí, tenemos que irnos. –Imperé. El mapache se subió a mis espaldas como si fuera un infante, agarrado por mi brazo izquierdo y empecé a correr. El camino era complicado, estábamos en una selva muy frondosa llena de árboles y plantes de todo tipo, cuyo tamaño era colosal; incluso los insectos tenían un tamaño monumental: Hormigas del tamaño de un caniche, arañas tan grandes como un humano. Aunque eso no era lo peor del lugar, lo peor fue que mientras corría por la alborada fuimos atacados por una bandada de aves, aves gigantescas, cuyo tamaño era mínimo cien veces superior al de un ave normal y corriente.
-Maldita escoria voladora… -comenté al vislumbrar como nos estaban acorralando hacia una especie de acantilado. Arriesgándome, ante la negativa de Rocket, empecé a llevar electricidad a mis piernas para aumentar mi capacidad de salto e intentar llegar al otro lado del precipicio. Algo que no resultó y acabamos cayendo por el mismo.
Rocket siguió mirándome extrañado, como si quisiera que me transformara, cosa que corroboré después. Simplemente, me puse de pie y poco a poco mis rasgos fueron cambiando: Mi altura aumentó considerablemente, mis manos se convirtieron en afiladas garras, mi fino rostro se hocicó, mi cuerpo se cubrió de un pelaje blanco rallado de negro, mis ojos se rasgaron y me salió una cola. –Este soy yo transformado –dije mientras de mi pelaje brotaban pequeños rayos de electricidad, claramente voluntarios para ver la reacción del mapache.
Entonces empecé a notar algo, no era la primera vez que cuando estaba en mi forma híbrida o completa mi nivel de percepción aumentaba considerablemente, era como si mis nociones básicas de mantra aumentaran de golpe. Sentía como un grupo de unos cuatro individuos, cuya presencia ya conocía estaban acercándose a mucha velocidad, demasiada para mi gusto.
-Rocket, coge lo mínimo y súbete a mí, tenemos que irnos. –Imperé. El mapache se subió a mis espaldas como si fuera un infante, agarrado por mi brazo izquierdo y empecé a correr. El camino era complicado, estábamos en una selva muy frondosa llena de árboles y plantes de todo tipo, cuyo tamaño era colosal; incluso los insectos tenían un tamaño monumental: Hormigas del tamaño de un caniche, arañas tan grandes como un humano. Aunque eso no era lo peor del lugar, lo peor fue que mientras corría por la alborada fuimos atacados por una bandada de aves, aves gigantescas, cuyo tamaño era mínimo cien veces superior al de un ave normal y corriente.
-Maldita escoria voladora… -comenté al vislumbrar como nos estaban acorralando hacia una especie de acantilado. Arriesgándome, ante la negativa de Rocket, empecé a llevar electricidad a mis piernas para aumentar mi capacidad de salto e intentar llegar al otro lado del precipicio. Algo que no resultó y acabamos cayendo por el mismo.
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Sansu se transformó ante mis ojos. Un enorme híbrido de tigre y humano rezumaba electricidad delante mío. Solté una risa y volví a guardar a Joffrey. Sin duda era una sorpresa, pero me lo llevaba oliendo mucho tiempo. La presencia de un depredador me perturbaba siempre que estaba con él y ahora ya sabía porque.
De golpe, Sansu percibió algo. Resoplé y subí a su espalda, a la par que empezaba a correr. Por el camino nos cruzamos con varios insectos de tamaño colosal, los cuales soltaban gritos que sólo yo entendía. De duda y confusión por las dos criaturas que corrían por el bosque.
Entonces, llegamos a un acantilado. Unas enormes aves nos acorralaron y Sansu se asomó peligrosamente al precipicio.
- ¡No! ¡Ni se te ocurra! Se le ocurrió. Saltó por el precipicio y no llegamos al otro lado. Empezamos a caer y me sujeté a su espalda, intentando no separarme. - ¡NO PUEDO CREER QUE SEA YO LA VOZ DE LA RAZÓN!
Empecé a pensar. Podría extender mis Rat Wings, pero al hacerlo no podría ayudar a Sansu. Maldecí e incluso barajé la posibilidad de dejarlo caer por idiota, cuando de golpe me vi apretado por algo contra la espalda de Sansu. Me costaba respirar. Miré arriba y vi lo que me apresaba. La pata de un pájaro gigante había agarrado a Sansu y se lo estaba llevando conmigo de regalo. El vuelo duró varios minutos y nos soltó de golpe en una superficie que parecía hecha con paja y ramas. Por suerte, caí sobre la espalda de Sansu y no me clavé nada. Miré a un lado, respirando profundamente después de que la bestia me liberara, y vi...
Cuatro crías de ave, casi sin plumas, recién salidas del cascarón. Más grandes que Sansu, nos miraban con hambre mientras se acercaban.
- Tenemos un problema...
De golpe, Sansu percibió algo. Resoplé y subí a su espalda, a la par que empezaba a correr. Por el camino nos cruzamos con varios insectos de tamaño colosal, los cuales soltaban gritos que sólo yo entendía. De duda y confusión por las dos criaturas que corrían por el bosque.
Entonces, llegamos a un acantilado. Unas enormes aves nos acorralaron y Sansu se asomó peligrosamente al precipicio.
- ¡No! ¡Ni se te ocurra! Se le ocurrió. Saltó por el precipicio y no llegamos al otro lado. Empezamos a caer y me sujeté a su espalda, intentando no separarme. - ¡NO PUEDO CREER QUE SEA YO LA VOZ DE LA RAZÓN!
Empecé a pensar. Podría extender mis Rat Wings, pero al hacerlo no podría ayudar a Sansu. Maldecí e incluso barajé la posibilidad de dejarlo caer por idiota, cuando de golpe me vi apretado por algo contra la espalda de Sansu. Me costaba respirar. Miré arriba y vi lo que me apresaba. La pata de un pájaro gigante había agarrado a Sansu y se lo estaba llevando conmigo de regalo. El vuelo duró varios minutos y nos soltó de golpe en una superficie que parecía hecha con paja y ramas. Por suerte, caí sobre la espalda de Sansu y no me clavé nada. Miré a un lado, respirando profundamente después de que la bestia me liberara, y vi...
Cuatro crías de ave, casi sin plumas, recién salidas del cascarón. Más grandes que Sansu, nos miraban con hambre mientras se acercaban.
- Tenemos un problema...
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Abrí los ojos e inmediatamente volví a cerrarlos por culpa del sol. Y en menos de unas pocas milésimas de segundo noté como unas afiladas cuchillas se clavaban en mi costado, haciendo que me retorciera de dolor. Abrí nuevamente los ojos y no pude creer lo que estaba pasando. Un ave amarillenta, con un grandioso e imponente plumaje me había atrapado al vuelo con sus garras.
El dolor era insoportable, notaba como las costillas se me agrietaban al contacto con las afiladas garras de aquella ave rapaz. Al cabo de unos minutos ya me había acostumbrado al dolor, estaba incluso cómodo. Poco a poco, posiblemente debido al cansancio, empecé a cerrar y abrir los ojos una vez tras otra. Por miedo a perder la conciencia aún conservaba mi forma híbrida, e intentaba percibir lo que estaba a mi alrededor, pero además del ave solo notaba al pequeño mapache que seguía vivo en la otra pata del pajarraco.
Intenté aguantar despierto pero me fue imposible, sin quererlo cerré los ojos y me adentre en un profundo sueño que no pude recordar. Al despertar, un rato más tarde encima de un nido abarrotado de huevos rotos poco más pequeños que yo, situado en mitad de algo parecido a un cráter rodeado de árboles.
Desangrándome por el costado, me levanté como pude. El pájaro, que me había llevado desde la caída libre hasta aquel nido, en cuanto me vio moverme empezó a descender desde uno de los árboles. Y tras de mí, Rocket y cuatro crías de ave.
-¿Un problema? –Pregunté, -yo no sé si tu especie es así, pero la mía ha extinguido a más de un pajarraco.
Observo a la colosal ave, cuyo plumaje estaba mojado, húmedo, al igual que parte del terreno en el que estábamos. Dicha humedad me dio una idea, no sabía en aquel momento si era buena o mala, pero menos es nada.
-Rocket, aléjate de aquí, tengo un plan. –Le lanzo mis armas y cargadores.
Nuevamente, sacando fuerzas de donde no las había me convierto en un tigre completo, con un pelaje eléctrico que asombraba y usando la energía que me quedaba aprovecho la humedad del suelo y los minerales del mismo para crear un campo de electricidad estática, la cual hizo volar al pajarraco lejos del lugar, mientras que las crías retrocedían extrañadas y el pelaje de Rocket se erizaba.
-Súbete punkie –le digo a Rocket, que me usa de transporte.
Rápidamente salimos del lugar, me encontraba cansado pero teníamos que alejarnos de allí. Llegamos a una explanada rocosa, al lado de par de árboles frutales, y algo parecido a una laguna. Una vez allí vuelvo a mi forma humana, cayendo inconsciente.
El dolor era insoportable, notaba como las costillas se me agrietaban al contacto con las afiladas garras de aquella ave rapaz. Al cabo de unos minutos ya me había acostumbrado al dolor, estaba incluso cómodo. Poco a poco, posiblemente debido al cansancio, empecé a cerrar y abrir los ojos una vez tras otra. Por miedo a perder la conciencia aún conservaba mi forma híbrida, e intentaba percibir lo que estaba a mi alrededor, pero además del ave solo notaba al pequeño mapache que seguía vivo en la otra pata del pajarraco.
Intenté aguantar despierto pero me fue imposible, sin quererlo cerré los ojos y me adentre en un profundo sueño que no pude recordar. Al despertar, un rato más tarde encima de un nido abarrotado de huevos rotos poco más pequeños que yo, situado en mitad de algo parecido a un cráter rodeado de árboles.
Desangrándome por el costado, me levanté como pude. El pájaro, que me había llevado desde la caída libre hasta aquel nido, en cuanto me vio moverme empezó a descender desde uno de los árboles. Y tras de mí, Rocket y cuatro crías de ave.
-¿Un problema? –Pregunté, -yo no sé si tu especie es así, pero la mía ha extinguido a más de un pajarraco.
Observo a la colosal ave, cuyo plumaje estaba mojado, húmedo, al igual que parte del terreno en el que estábamos. Dicha humedad me dio una idea, no sabía en aquel momento si era buena o mala, pero menos es nada.
-Rocket, aléjate de aquí, tengo un plan. –Le lanzo mis armas y cargadores.
Nuevamente, sacando fuerzas de donde no las había me convierto en un tigre completo, con un pelaje eléctrico que asombraba y usando la energía que me quedaba aprovecho la humedad del suelo y los minerales del mismo para crear un campo de electricidad estática, la cual hizo volar al pajarraco lejos del lugar, mientras que las crías retrocedían extrañadas y el pelaje de Rocket se erizaba.
-Súbete punkie –le digo a Rocket, que me usa de transporte.
Rápidamente salimos del lugar, me encontraba cansado pero teníamos que alejarnos de allí. Llegamos a una explanada rocosa, al lado de par de árboles frutales, y algo parecido a una laguna. Una vez allí vuelvo a mi forma humana, cayendo inconsciente.
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La situación era más rara por momentos. Total, soy un mapache. Más raro que eso... Sansu se convirtió por completo en un tigre blanco e hizo algo que provocó que los pájaros saliesen volando del lugar. Hice caso a su orden y me subí a su lomo. Me agarré fuerte a su pelaje, recibiendo pequeños calambres que podía resistir y sin fijarme bien donde íbamos. Finalmente, Sansu paró en un pequeño claro, bajé de su lomo y volvió a su forma humana. Mientras yo intentaba recuperarme, el capitán se desmayó. Suspiré y me senté en el suelo, librando mi espalda del peso de la APHADD.
¿Qué podíamos hacer allí? Estábamos perdidos... Podríamos estar aquí días, semanas... Puede que meses. Suspiré. Al menos tenía algo que hacer. Crucé las patas en el suelo y junté los puños. Cerré los ojos e intenté activar mi mantra.
Conseguí despertarlo en Castrovalva hará unos meses, poco antes de acabar con el imbécil de Zairo, pero nunca llegué a dominarlo del todo. A veces venía a mi en momentos de necesidad, pero nunca conseguía llamarlo cuando quería.
Sentí un débil murmullo, proveniente del aura de Sansu. Esta se apagó enseguida, pues el cansancio no me permitía seguir con ello, y menos aún si no podía dominarlo. Finalmente, me rendí. Caí sobre el suelo, apoyando la cabeza en la hierba y... dormí.
¿Qué podíamos hacer allí? Estábamos perdidos... Podríamos estar aquí días, semanas... Puede que meses. Suspiré. Al menos tenía algo que hacer. Crucé las patas en el suelo y junté los puños. Cerré los ojos e intenté activar mi mantra.
Conseguí despertarlo en Castrovalva hará unos meses, poco antes de acabar con el imbécil de Zairo, pero nunca llegué a dominarlo del todo. A veces venía a mi en momentos de necesidad, pero nunca conseguía llamarlo cuando quería.
Sentí un débil murmullo, proveniente del aura de Sansu. Esta se apagó enseguida, pues el cansancio no me permitía seguir con ello, y menos aún si no podía dominarlo. Finalmente, me rendí. Caí sobre el suelo, apoyando la cabeza en la hierba y... dormí.
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- [Rol de entrenamiento][Onox y Rocket] No hay lugar para el dolor
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