Mikoto
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Frío, eso era todo lo que significaba aquella isla para él. Jamás podría olvidar esa sensación, aquel día, aquel sueño helado en el que se sumergió. ¿Tanto tiempo había pasado desde entonces? Tan solo había sido un suspiro para él, pese al largo año que había transcurrido... Y todo seguía exactamente igual a como lo recordaba. Solo había una ligera diferencia, y es que las temperaturas no eran tan bajas como el día en el que su llama se extinguió. Era irónico pensar que su muerte fue producida por algo cuyas habilidades le ayudaban a evitar. "¿Tan débil era?" se preguntó a sí mismo mientras observaba el puñado de nieve que mantenía en su mano, apretándola con fuerza al tiempo que su aura comenzaba a envolverla, derritiendo el agua acristalada. Suspiró, llevando su mirada al cielo nublado, observando los copos que descendían sin descanso desde las nubes.
- ¿Tienes frío? -preguntó, sin desviar su mirada, a la pequeña niña de cabellos níveos que se mantenía a su lado, como siempre. Le debía demasiado a esa pequeña y, aún así, todo lo que podía hacer era cuidar de ella. No era mucho, pero parecía conformarse con ello.
Poco a poco aquel aura rojiza comenzó a propagarse por todo su cuerpo para, finalmente, extenderse lo suficiente como para llegar a la joven. No usó su máximo potencial, tan solo lo suficiente como para mantener una temperatura agradable rodeándoles a ambos. Guardó las manos en los bolsillos de su chaqueta y comenzó a caminar, dejando un pequeño rastro sobre la nieve a cada paso que daba, casi derritiéndola. Ni siquiera se preocupó en mirar si la chica le seguía, pues sabía que nunca se separaba de él. El cielo auguraba que pronto llegaría una fuerte ventisca a la isla, así que lo más prudente sería buscar algún lugar donde hospedarse. Soltó un pequeño gruñido ante aquella idea y un ligero escalofrío recorrió su espalda. Ni siquiera comprendía por qué se habían dirigido a aquella isla. Simplemente tuvo la sensación de que... Necesitaba hacerlo.
Durante todo el trayecto se mantuvo callado, como era costumbre en él. No era del tipo de persona que sacaba temas de conversación. Mary era quien solía encargarse de ello y, pese a que sus respuestas acostumbrasen a ser cortas y apagadas, era agradable. Probablemente fuese su única compañía durante mucho tiempo y eso era algo que agradecer. Recorrer el largo camino que le esperaba en solitario no habría sido fácil. Pronto comenzaron a entrever los primeros edificios, aún ocultos casi por completo por los innumerables árboles que se alzaban frente a ellos. Las calles estaban desiertas y tan solo las luces de las casas mostraban que había vida en aquel sitio. No era de extrañar. Al fin y al cabo, era un día en los que el tiempo inspira la necesidad de mantenerse cerca del fuego de la chimenea, junto a tus seres queridos... Para aquellos a los que les fuera posible esto. Debió de llevarle alrededor de diez minutos toparse con lo que parecía ser una posada, ante lo cual dirigió su mirada a la chica durante unos segundos, antes de empujar la puerta.
- Solo será una noche -le informó antes de entrar, haciendo que su aura se extinguiese- Mañana nos iremos de aquí.
- ¿Tienes frío? -preguntó, sin desviar su mirada, a la pequeña niña de cabellos níveos que se mantenía a su lado, como siempre. Le debía demasiado a esa pequeña y, aún así, todo lo que podía hacer era cuidar de ella. No era mucho, pero parecía conformarse con ello.
Poco a poco aquel aura rojiza comenzó a propagarse por todo su cuerpo para, finalmente, extenderse lo suficiente como para llegar a la joven. No usó su máximo potencial, tan solo lo suficiente como para mantener una temperatura agradable rodeándoles a ambos. Guardó las manos en los bolsillos de su chaqueta y comenzó a caminar, dejando un pequeño rastro sobre la nieve a cada paso que daba, casi derritiéndola. Ni siquiera se preocupó en mirar si la chica le seguía, pues sabía que nunca se separaba de él. El cielo auguraba que pronto llegaría una fuerte ventisca a la isla, así que lo más prudente sería buscar algún lugar donde hospedarse. Soltó un pequeño gruñido ante aquella idea y un ligero escalofrío recorrió su espalda. Ni siquiera comprendía por qué se habían dirigido a aquella isla. Simplemente tuvo la sensación de que... Necesitaba hacerlo.
Durante todo el trayecto se mantuvo callado, como era costumbre en él. No era del tipo de persona que sacaba temas de conversación. Mary era quien solía encargarse de ello y, pese a que sus respuestas acostumbrasen a ser cortas y apagadas, era agradable. Probablemente fuese su única compañía durante mucho tiempo y eso era algo que agradecer. Recorrer el largo camino que le esperaba en solitario no habría sido fácil. Pronto comenzaron a entrever los primeros edificios, aún ocultos casi por completo por los innumerables árboles que se alzaban frente a ellos. Las calles estaban desiertas y tan solo las luces de las casas mostraban que había vida en aquel sitio. No era de extrañar. Al fin y al cabo, era un día en los que el tiempo inspira la necesidad de mantenerse cerca del fuego de la chimenea, junto a tus seres queridos... Para aquellos a los que les fuera posible esto. Debió de llevarle alrededor de diez minutos toparse con lo que parecía ser una posada, ante lo cual dirigió su mirada a la chica durante unos segundos, antes de empujar la puerta.
- Solo será una noche -le informó antes de entrar, haciendo que su aura se extinguiese- Mañana nos iremos de aquí.
Mary Kozakura
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El vaho que surgía de entre sus labios se perdía entre sus dedos antes de desvanecerse por completo en el aire, haciendo que estos se calentasen momentáneamente. Era la primera vez que la pequeña de ojos rosados contemplaba un escenario así estando fuera, no porque no hubiera nevado nunca en la isla en la que vivía, sino porque ella tendía a esconderse tras su ventana de aquel fenómeno atmosférico. La verdad era que su primera impresión al ver aquella isla desde el barco era que estaban yendo a otro mundo donde todo era de color blanco, como si hubieran dejado atrás el cruel mundo que tanto temía. Pero el frío que sintió al poner los pies en el suelo la devolvió a la realidad.
Habían pasado ya unas horas desde que ella y Mikoto habían llegado al país del cuento de "La reina de las nieves", que era como había llamado en principio al Reino de Sakura, un nombre que seguramente había sorprendido a Mikoto. Seguramente el pelirrojo tuvo que aguantarse la risa para no ofender a la pequeña, sabiendo que esta podía echar a llorar si sentía que se estaba burlando de ella. Tomó una media hora explicar a Mary donde se encontraban, tiempo que emplearon para avanzar en su camino al lugar que Mikoto quería visitar.
Una vez en este, Mary se tomó su tiempo para, sin alejarse de Mikoto más de un metro, investigar con la mirada el lugar. Tampoco necesitaba ver mucho más para descubrir si le gustaba la nieve, aunque la chica parecía no estar muy a gusto en el frío, igual que l chico a su lado que estaba muy serio, más de lo normal. "¿Ocurre algo..Mikoto?" Se preguntaba mirándole, sin decirle nada por miedo a hacer que se enfadara. La chica se agarró a su capucha con sus pequeñas manitas antes de que el chico le preguntara si tenía frío, a lo que ella respondió: -So...Solo un poco...- Tras lo que una cálida sensación inundó su cuerpo al tiempo que el chico empezó a caminar. La pequeña, se apuró en ponerse a su altura, casi resbalado al ir algo más rápido de lo normal.
Tras aquello, avanzaron hasta un pueblo que se encontraba a escasos kilómetros de su posición y se dirigieron a una "posada", o al menos eso había leído Mary en el tablón que había colgando sobre la puerta, hacia la que Mikoto se dirigió para entrar al edificio. "Tenemos que entrar..." La pequeña se quedó unos segundos fuera, después de que la puerta se cerrara, temblando tanto por el frío como por el miedo a estar con más gente en un mismo edificio. -Mi-Mikoto está ahí...- Se dijo a sí misma mientras agarraba el pomo de la puerta y lo giraba. Tras aquello, tiro de la puerta con todas sus fuerzas y se dispuso a entrar, chocándose con un cliente que justo entonces se estaba marchando. -Lo...siento...- Dijo desde el suelo, donde se había caído y quedado sentada, agarrando la capucha con fuerza, de forma que no podían verle los ojos llorosos. Tras aquello se puso en pie y corrió hacia dentro para encontrar a Mikoto.
Habían pasado ya unas horas desde que ella y Mikoto habían llegado al país del cuento de "La reina de las nieves", que era como había llamado en principio al Reino de Sakura, un nombre que seguramente había sorprendido a Mikoto. Seguramente el pelirrojo tuvo que aguantarse la risa para no ofender a la pequeña, sabiendo que esta podía echar a llorar si sentía que se estaba burlando de ella. Tomó una media hora explicar a Mary donde se encontraban, tiempo que emplearon para avanzar en su camino al lugar que Mikoto quería visitar.
Una vez en este, Mary se tomó su tiempo para, sin alejarse de Mikoto más de un metro, investigar con la mirada el lugar. Tampoco necesitaba ver mucho más para descubrir si le gustaba la nieve, aunque la chica parecía no estar muy a gusto en el frío, igual que l chico a su lado que estaba muy serio, más de lo normal. "¿Ocurre algo..Mikoto?" Se preguntaba mirándole, sin decirle nada por miedo a hacer que se enfadara. La chica se agarró a su capucha con sus pequeñas manitas antes de que el chico le preguntara si tenía frío, a lo que ella respondió: -So...Solo un poco...- Tras lo que una cálida sensación inundó su cuerpo al tiempo que el chico empezó a caminar. La pequeña, se apuró en ponerse a su altura, casi resbalado al ir algo más rápido de lo normal.
Tras aquello, avanzaron hasta un pueblo que se encontraba a escasos kilómetros de su posición y se dirigieron a una "posada", o al menos eso había leído Mary en el tablón que había colgando sobre la puerta, hacia la que Mikoto se dirigió para entrar al edificio. "Tenemos que entrar..." La pequeña se quedó unos segundos fuera, después de que la puerta se cerrara, temblando tanto por el frío como por el miedo a estar con más gente en un mismo edificio. -Mi-Mikoto está ahí...- Se dijo a sí misma mientras agarraba el pomo de la puerta y lo giraba. Tras aquello, tiro de la puerta con todas sus fuerzas y se dispuso a entrar, chocándose con un cliente que justo entonces se estaba marchando. -Lo...siento...- Dijo desde el suelo, donde se había caído y quedado sentada, agarrando la capucha con fuerza, de forma que no podían verle los ojos llorosos. Tras aquello se puso en pie y corrió hacia dentro para encontrar a Mikoto.
Worick L. Arcangelo
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Frío, frío y más frío. Aquel era un buen resumen de Sakura para cualquier persona que no conociese la isla, pues desde luego otra cosa no encontrarían, pero tendrían todo el frío que quisiesen. Tanto Rose como yo hacía ya unas horas que nos habíamos encaminado a Sakura para buscar algo de información sobre temas candentes en el Grand Line y además tomar algunas provisiones antes de volver al barco, pero el tiempo no ponía de su parte y no hacíamos más que retrasarnos. Una vez más la negra chaqueta se había visto teñida de blanco por la fina capa de nieve que la cubría causando que la chaqueta empezase a congelarse y empezase a dificultar mis movimientos. Rose iba a mi lado imperturbable, pues el frío parecía no afectarle, ventajas de ser un Tigre negro de Annam supongo, pero bueno yo también podía tomar partido de aquello. Así que sin pensármelo mucho me pegue a ella. — No te importa si te robo un poco de calor, ¿verdad? — Dije mientras me abrazaba a su cadera y caminaba junto a ella, realmente aquello me encantaba, pero era mejor no decirle nada al menos no por ahora.
Los minutos pasaban y no parecía que avanzásemos pues por más nieve que dejásemos atrás nueva aparecía frente a nosotros, una y otra vez mermando mis esperanzas de tomar un chocolate caliente como el del día anterior. — Rose, no es por alarmarte, pero si no encontramos un lugar cálido rápido me temo que ni aunque me abraces fuerte me voy a poder mantener consciente. — Sonreía mientras decía aquello y continuaba haciendo esfuerzos por moverme, cada vez me costaba más y el tiempo no parecía ponerse de mi parte pues empeoraba por momentos, pero cuando ya casi daba todo por perdido allí estaban. Tras los árboles se podían ver pequeñas columnas de humo que debían salir de las chimeneas del pueblo, por fin algo calentito. — ¡Vamos Rose ya estamos cerca!— Exclamé animado mientras echaba una rápida carrera hasta el pueblo con fuerzas renovadas, por suerte o desgracia para Rose la tenía agarrada de la mano y la arrastré tras de mi tratando de que siguiese mi paso.
Tras un par de minutos por fin alcanzamos la puerta de una posada que parecía llena de gente, la capitana hacía mucho que no tenía líos con la justicia por lo que no deberían reconocerla fácilmente y yo aún me mantenía en el anonimato pues la recompensa por mí no se había hecho pública todavía. Por lo que no debería haber problemas.— Rose, ¿te parece si tomamos algo calentito aquí dentro? — Sin esperar a que ella contestará entre al establecimiento arrastrándola, dudo que se negase a entrar así que me tomé el lujo de decidir por ella.
Los minutos pasaban y no parecía que avanzásemos pues por más nieve que dejásemos atrás nueva aparecía frente a nosotros, una y otra vez mermando mis esperanzas de tomar un chocolate caliente como el del día anterior. — Rose, no es por alarmarte, pero si no encontramos un lugar cálido rápido me temo que ni aunque me abraces fuerte me voy a poder mantener consciente. — Sonreía mientras decía aquello y continuaba haciendo esfuerzos por moverme, cada vez me costaba más y el tiempo no parecía ponerse de mi parte pues empeoraba por momentos, pero cuando ya casi daba todo por perdido allí estaban. Tras los árboles se podían ver pequeñas columnas de humo que debían salir de las chimeneas del pueblo, por fin algo calentito. — ¡Vamos Rose ya estamos cerca!— Exclamé animado mientras echaba una rápida carrera hasta el pueblo con fuerzas renovadas, por suerte o desgracia para Rose la tenía agarrada de la mano y la arrastré tras de mi tratando de que siguiese mi paso.
Tras un par de minutos por fin alcanzamos la puerta de una posada que parecía llena de gente, la capitana hacía mucho que no tenía líos con la justicia por lo que no deberían reconocerla fácilmente y yo aún me mantenía en el anonimato pues la recompensa por mí no se había hecho pública todavía. Por lo que no debería haber problemas.— Rose, ¿te parece si tomamos algo calentito aquí dentro? — Sin esperar a que ella contestará entre al establecimiento arrastrándola, dudo que se negase a entrar así que me tomé el lujo de decidir por ella.
Rei Arslan
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La nieve se deshacía entre mis dedos lentamente hasta convertirse en agua. Recogía otro puñado de nieve y esperaba a que se derritiese hasta que en el tercer montoncito de nieve lo convertí en hielo. Lo miré de arriba abajo y lo apreté con fuerza, pero no era capaz de romperlo. Me giré hacia un árbol que tenía a la derecha y alcé la mano. Mis ojos cambiaron de forma hasta que el iris se volvió como el de un gato, mis colmillos crecieron y mis manos tomaron forma de garras afiladas de tigre. Di un grito seco y lancé el hielo con todas mis fuerzas hacia el centro del árbol, este logró atravesar la madera y lo perdí de vista por culpa de la niebla. Me quedé unos segundos en silencio mirando el agujero y luego mi garra, la cual volvió a su forma normal y se convirtió en una mano de aspecto fino y delicado, o más bien frágil.
Cada vez era menos capaz de controlarme. Cuando la ira me invadía es como si dejase de ser dueña de mi cuerpo, un ser interior me desplazaba de él como si no pudiese gobernar lo que era mío. Me pregunto cuanto duraría esto...
Al ver a Kuroi cerca de mi sonreí. Sus palabras en cierto modo me apaciguaban y me hacía sonreír como antaño. Negué con la cabeza ante su comentario y pasé la mano sobre su hombro. Me sentía rara al verlo más bajito que yo cuando hace 3 años me sacaba unas 4 cabezas. Que vueltas daba la vida. Sin embargo la calma no tardó en desaparecer. Kuroi no era como yo, a él le afectaba el frío y yo no iba a poder darle calor tan solo de esta forma. -Si lo mejor sería ir de una vez al pueblo, debe estar en aquella dirección, tras aquellos árboles si la orientación no me falla. - Señalé hacia el sureste. Comenzamos a caminar hacia allí hasta que el peliblanco tiró de mi mano con fuerza. -Qué...- No me dio tiempo a terminar la frase. Cogió tanta velocidad y fuerza que por un momento mis pies no tocaban el suelo. En seguida llegamos a la posada que parecía emanar cierta calidez. Que hiperactivo se había vuelto...
-Entremos. - Empujé la puerta hasta que sonó un leve tintineo y nos adentramos en la posada. Esperaba que Kuroi ya se encontrase mejor con el calorcillo de la chimenea.
Cada vez era menos capaz de controlarme. Cuando la ira me invadía es como si dejase de ser dueña de mi cuerpo, un ser interior me desplazaba de él como si no pudiese gobernar lo que era mío. Me pregunto cuanto duraría esto...
Al ver a Kuroi cerca de mi sonreí. Sus palabras en cierto modo me apaciguaban y me hacía sonreír como antaño. Negué con la cabeza ante su comentario y pasé la mano sobre su hombro. Me sentía rara al verlo más bajito que yo cuando hace 3 años me sacaba unas 4 cabezas. Que vueltas daba la vida. Sin embargo la calma no tardó en desaparecer. Kuroi no era como yo, a él le afectaba el frío y yo no iba a poder darle calor tan solo de esta forma. -Si lo mejor sería ir de una vez al pueblo, debe estar en aquella dirección, tras aquellos árboles si la orientación no me falla. - Señalé hacia el sureste. Comenzamos a caminar hacia allí hasta que el peliblanco tiró de mi mano con fuerza. -Qué...- No me dio tiempo a terminar la frase. Cogió tanta velocidad y fuerza que por un momento mis pies no tocaban el suelo. En seguida llegamos a la posada que parecía emanar cierta calidez. Que hiperactivo se había vuelto...
-Entremos. - Empujé la puerta hasta que sonó un leve tintineo y nos adentramos en la posada. Esperaba que Kuroi ya se encontrase mejor con el calorcillo de la chimenea.
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El pelirrojo tardó varios segundos en darse cuenta de que Mary no estaba a su lado. Giró sobre sí mismo para encarar la puerta, esperando que la pequeña albina estuviese esperándole fuera o a punto de entrar. Sabía que le tenía pánico a la gente, más aún en sitios donde se podían llegar a acumular tantas personas, aunque había esperado que se pegase a él. Suspiró levemente mientras comenzaba a caminar hacia la puerta, justamente cuando esta se abría de golpe y la chica entraba a toda prisa, chocando con uno de los clientes que iba a marcharse de allí tras una buena ronda. Tras eso se aproximó hasta él, con los ojos llorosos, asustada. El pelirrojo, ante esto, esbozó una casi inapreciable sonrisa en su rostro al tiempo que se inclinaba hasta ponerse a su altura, dejando su mirada clavada en los ojos rosados de ella. Posó la mano derecha sobre su mejilla, acariciándola levemente.
- Mary... Estoy aquí contigo, no dejaré que te pase nada -le dijo en un tono serio aunque reconfortante, tratando de calmarla- No te alejes de mí.
Tras esto hizo que se quitase la capucha y volvió a erguirse, posando la misma mano sobre su cabeza y revolviendo ligeramente su pelo antes de comenzar a caminar, esta vez asegurándose de que le seguía. Se dirigió hacia una de las mesas más apartadas, no solo porque le apeteciese sentarse y relajarse apartado del resto, sino por hacerle un favor a la pequeña. Sabía que si se sentaban cerca del resto de clientes estaría nerviosa hasta que se marcharan. Se dejó caer sobre el asiento y echó la cabeza ligeramente hacia atrás, dejando escapar otro suspiro. Realmente aquella isla le rememoraba demasiadas cosas que no le agradaban, pero necesitaba hacer aquella visita. Nunca le había hablado a la albina sobre lo que ocurrió en aquel lugar y lo único que sabía del tema era que sufrió cierto "accidente". A decir verdad, no sabía cómo podría reaccionar si supiera que había estado muerto durante casi un año. Tras un par de minutos, una joven camarera de pretenciosas curvas se aproximó hasta ellos para tomarles nota.
- Una copa de ron para mí... Y un té para ella, el que mejor preparéis aquí.
La chica asintió tras dedicarles una amable sonrisa y se encaminó rápidamente hacia la barra para pedir las bebidas. Mientras tanto, el pelirrojo se quitó su chaqueta y la dejó colgada sobre el respaldo del asiento. Tras esto sacó su cajetilla de tabaco y extrajo un cigarrillo, el cual colocó entre sus labios mientras la guardaba y buscaba su mechero, sin mucho éxito. ¿Se le habría caído? No, no era eso... Su mirada se posó entonces sobre la pequeña, de la cual esperaba que captara el mensaje. Si la memoria no le fallaba, la última vez que vio su mechero estaba en manos de Mary, aunque no recordaba exactamente por qué. Permaneció mirándola, esperando a que se lo diese para poder encender el cigarrillo. Sin embargo, algo le hizo desviar la mirada: el sonido de la puerta al abrirse y un gran escándalo. Dos personas habían entrado a toda prisa en el local. Una de ellas era un chico... O al menos eso creía, bastante bajito y de cabellos níveos. Su apariencia era un tanto extraña, aunque no le concedió más importancia de la que tenía. Junto a él se mantenía una joven de cabellos escarlata, que apenas era un poco más alta que el primero. Con solo mirarles se podía ver que no eran de la zona.
- Turistas, supongo... -susurró para sí mismo mientras echaba un rápido vistazo al local. Si querían tomar asiento en algún sitio lo tendrían crudo, ya que prácticamente todas las mesas estaban completamente ocupadas e incluso la barra estaba abarrotada de gente. Tras esto, perdió por completo el interés en ellos y volvió a recostarse en el respaldo del asiento, esperando a que la pequeña le devolviera su mechero.
- Mary... Estoy aquí contigo, no dejaré que te pase nada -le dijo en un tono serio aunque reconfortante, tratando de calmarla- No te alejes de mí.
Tras esto hizo que se quitase la capucha y volvió a erguirse, posando la misma mano sobre su cabeza y revolviendo ligeramente su pelo antes de comenzar a caminar, esta vez asegurándose de que le seguía. Se dirigió hacia una de las mesas más apartadas, no solo porque le apeteciese sentarse y relajarse apartado del resto, sino por hacerle un favor a la pequeña. Sabía que si se sentaban cerca del resto de clientes estaría nerviosa hasta que se marcharan. Se dejó caer sobre el asiento y echó la cabeza ligeramente hacia atrás, dejando escapar otro suspiro. Realmente aquella isla le rememoraba demasiadas cosas que no le agradaban, pero necesitaba hacer aquella visita. Nunca le había hablado a la albina sobre lo que ocurrió en aquel lugar y lo único que sabía del tema era que sufrió cierto "accidente". A decir verdad, no sabía cómo podría reaccionar si supiera que había estado muerto durante casi un año. Tras un par de minutos, una joven camarera de pretenciosas curvas se aproximó hasta ellos para tomarles nota.
- Una copa de ron para mí... Y un té para ella, el que mejor preparéis aquí.
La chica asintió tras dedicarles una amable sonrisa y se encaminó rápidamente hacia la barra para pedir las bebidas. Mientras tanto, el pelirrojo se quitó su chaqueta y la dejó colgada sobre el respaldo del asiento. Tras esto sacó su cajetilla de tabaco y extrajo un cigarrillo, el cual colocó entre sus labios mientras la guardaba y buscaba su mechero, sin mucho éxito. ¿Se le habría caído? No, no era eso... Su mirada se posó entonces sobre la pequeña, de la cual esperaba que captara el mensaje. Si la memoria no le fallaba, la última vez que vio su mechero estaba en manos de Mary, aunque no recordaba exactamente por qué. Permaneció mirándola, esperando a que se lo diese para poder encender el cigarrillo. Sin embargo, algo le hizo desviar la mirada: el sonido de la puerta al abrirse y un gran escándalo. Dos personas habían entrado a toda prisa en el local. Una de ellas era un chico... O al menos eso creía, bastante bajito y de cabellos níveos. Su apariencia era un tanto extraña, aunque no le concedió más importancia de la que tenía. Junto a él se mantenía una joven de cabellos escarlata, que apenas era un poco más alta que el primero. Con solo mirarles se podía ver que no eran de la zona.
- Turistas, supongo... -susurró para sí mismo mientras echaba un rápido vistazo al local. Si querían tomar asiento en algún sitio lo tendrían crudo, ya que prácticamente todas las mesas estaban completamente ocupadas e incluso la barra estaba abarrotada de gente. Tras esto, perdió por completo el interés en ellos y volvió a recostarse en el respaldo del asiento, esperando a que la pequeña le devolviera su mechero.
Mary Kozakura
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La pequeña corrió desde la puerta en dirección a Mikoto nada más fue capaz de reconocer su vestimenta, ya que le era prácticamente imposible verle la cara con la capucha así sujeta. Al alcanzarle, se abrazó a él asustada y con los ojos llorosos. Seguramente se sentía egoísta en esas ocasiones en las que necesitaba que el pelirrojo la protegiese, aunque no corriera ningún peligro real. A pesar de ellos, el chico trataba de tranquilizarla y protegerla, como en aquella ocasión. Nada más le soltó, Mikoto se puso a su altura y le dijo que el estaba ahí con ella y no dejaría que le pasara nada, al tiempo que le acariciaba una de sus mejillas con la mano. Ante aquellas palabra Mary solo era capaz de asentir como respuesta y secarse las lágrimas. "Tiene razón, está bien si estoy junto a Mikoto." Se decía a si misma al tiempo que este le quitaba la capucha y le alborotaba el pelo, causando que la pequeña se ruborizara al quedar con el rostro al descubierto delante de esas tanta gente.
Por suerte, no se mantuvieron mucho más entre aquella multitud de clientes que parecían a punto de empezar a beber. El pelirrojo había decidido sentarse en una de las escasas mesas que quedaban libres al fondo del cuarto, la cual se encontraba en una zona tranquila, en comparación con el resto de la taberna, cerca de las escaleras que debían llevar a las habitaciones en las que se hospedaban los viajeros. La pequeña se dejó caer en el asiento de enfrente a Mikoto aunque, al ser ambos asiento similares a un banco, bien podía haberse sentado a su lado para no tener que preocuparse por las probabilidades que había de que algún borracho entrara en ese momento y le lanzara una jara de cerveza o ron desde detrás. Sin embargo, la chica decidió que prefería no tener la capacidad de ver a la gente que se encontraba en el lugar. Además, siempre podría colarse por debajo de la mesa para llegar al lado de Mikoto si lo viera necesario. Mientras la chica se planteaba aquello y se imaginaba unas mil formas distintas de que su "aventura" con Mikoto en ese reino helado continuarían, una mujer llego a donde se encontraban preguntando que iban a tomar, sobresaltando a Mary, quien se quedó literalmente muda mientras el chico pedía por ambos.
Mientras esperaban a que la joven de definidas curvas volviera, Mary se quedó embobada de nuevo, olvidándose de las personas que llenaban el lugar de ruido, ojeando el lugar en el que se encontraban, "el escenario" del capítulo en el que estaban, que solo perdía su interés cuando la albina se centraba en Mikoto para ver que hacía o si le iba a decir algo, aunque rara vez era el quien iniciaba las conversaciones. Bueno, al menos en esa ocasión parecía que iba a decir algo a la chica, o eso es lo que le dio a entender el hecho de que tuviera un cigarrillo en la boca pero no lo hubiera encendido. Bueno, el mensaje tardó en calar en la chica al desviar este la mirada a la puerta y decir algo de unos turistas. Solo cuando se volvió a mirarla, chica de orbes rosados recordó que hacía unas horas, había recogido el objeto que usaba para hacer que el cigarrillo se consumiera. -Mikoto...¿Necesitas tu...esto...esa cosa que....¡Mechero!?- Preguntó la pequeña antes de ponerse a buscar el objeto metálico que había guardado en el bolsillo de su delantal para dárselo, a pesar de que no le agradaba el olor del humo.
Por suerte, no se mantuvieron mucho más entre aquella multitud de clientes que parecían a punto de empezar a beber. El pelirrojo había decidido sentarse en una de las escasas mesas que quedaban libres al fondo del cuarto, la cual se encontraba en una zona tranquila, en comparación con el resto de la taberna, cerca de las escaleras que debían llevar a las habitaciones en las que se hospedaban los viajeros. La pequeña se dejó caer en el asiento de enfrente a Mikoto aunque, al ser ambos asiento similares a un banco, bien podía haberse sentado a su lado para no tener que preocuparse por las probabilidades que había de que algún borracho entrara en ese momento y le lanzara una jara de cerveza o ron desde detrás. Sin embargo, la chica decidió que prefería no tener la capacidad de ver a la gente que se encontraba en el lugar. Además, siempre podría colarse por debajo de la mesa para llegar al lado de Mikoto si lo viera necesario. Mientras la chica se planteaba aquello y se imaginaba unas mil formas distintas de que su "aventura" con Mikoto en ese reino helado continuarían, una mujer llego a donde se encontraban preguntando que iban a tomar, sobresaltando a Mary, quien se quedó literalmente muda mientras el chico pedía por ambos.
Mientras esperaban a que la joven de definidas curvas volviera, Mary se quedó embobada de nuevo, olvidándose de las personas que llenaban el lugar de ruido, ojeando el lugar en el que se encontraban, "el escenario" del capítulo en el que estaban, que solo perdía su interés cuando la albina se centraba en Mikoto para ver que hacía o si le iba a decir algo, aunque rara vez era el quien iniciaba las conversaciones. Bueno, al menos en esa ocasión parecía que iba a decir algo a la chica, o eso es lo que le dio a entender el hecho de que tuviera un cigarrillo en la boca pero no lo hubiera encendido. Bueno, el mensaje tardó en calar en la chica al desviar este la mirada a la puerta y decir algo de unos turistas. Solo cuando se volvió a mirarla, chica de orbes rosados recordó que hacía unas horas, había recogido el objeto que usaba para hacer que el cigarrillo se consumiera. -Mikoto...¿Necesitas tu...esto...esa cosa que....¡Mechero!?- Preguntó la pequeña antes de ponerse a buscar el objeto metálico que había guardado en el bolsillo de su delantal para dárselo, a pesar de que no le agradaba el olor del humo.
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Agobiante... Esa era la palabra que podía describir aquel sitios, un montón de escoria emborrachándose y refugiándose del frío. Aunque pensándolo bien... ¿Qué nos hacía diferentes? Supongo que el hecho de que ellos no hubiesen sufrido lo que nosotros si habíamos pasado era lo que nos hacía diferentes, pero incluso pensado eso aún tenía mis dudas. Aquel siempre era un tema que me corroía por dentro y que algunas noches me quitaba el sueño, yo era distinto de aquella gente, pero... ¿Por qué? Pensar aquello parado en la puerta con Rose a mis espaldas no serviría de nada, quizás algo de bebida me ayudase a encontrarme a mi mismo, pero no en aquel sitio, necesitaba una mesa más tranquila y alejada de la chusma.
Tras un largo minuto en el que estuve arrastrando a Rose por todo el local no pude encontrar ninguna mesa completamente vacía, pero si había uno muy alejada en la que precisamente había dos sitios libres. ¿Casualidad? Realmente no creo en ellas además las personas sentadas en aquella mesa se sentían distintas al resto, ellos eran como yo, su aura los describía como a mí. Heridos y dañados por el mundo, con un duro pasado en el que habían saboreado el amargo dolor. Arrastré a Rose hasta aquella mesa mientras me iba disculpando con ella por cada persona con la que chocaba, no quería perder aquellos sitios, pero me sabía muy mal hacer que la capitana se golpease con aquella chusma. Por fin llegamos a nuestro destino y me quedé mirando al tipo pelirrojo que en aquellos instantes encendía un cigarro con un pequeño mechero que le ofrecía su acompañante. — Deberías dejarlo, yo lo hice antes de que me consumiese, aunque esto no soluciono nada y terminé por extinguirme. — Hice una pausa mientras tomaba asiento al lado de la pequeña acompañante del mismo. — Perdón, pero me temo que tendremos que acompañaros ya que no quedan más lugares en el local y además tengo cierto interés en vosotros. — Tras decir aquello les dedique una bonita y desagrable sonrisa mientras señalaba el otro asiento dónde podía sentarse la capitana.
Durante unos segundos todo fue silencio, desde luego se notaba que había una tensión en el aire además la niña de mi lado parecía de lo más nerviosa así que en un intento por facilitar las cosas hable. — Por cierto, que descortés por mi parte, me llamo Kuroi aunque pocos son los que usan mi nombre. Al fin y al cabo, yo ya morí una vez igual que lo hiciste tú, chico pelirrojo. — Suspiré mientras levantaba un brazo y dos dedos en señal para que el camarero viniese a servirnos, aquello antaño resultaba bastante útil, en aquellos día en cambio se tomaron algo más de tiempo en servirnos. — Me gustaría tomar lo más fuerte que tengan y para la señorita... — Hice una pausa esperando la respuesta de Rose mientras miraba fijamente a la chica pequeña que se sentaba a mi lado.
Tras un largo minuto en el que estuve arrastrando a Rose por todo el local no pude encontrar ninguna mesa completamente vacía, pero si había uno muy alejada en la que precisamente había dos sitios libres. ¿Casualidad? Realmente no creo en ellas además las personas sentadas en aquella mesa se sentían distintas al resto, ellos eran como yo, su aura los describía como a mí. Heridos y dañados por el mundo, con un duro pasado en el que habían saboreado el amargo dolor. Arrastré a Rose hasta aquella mesa mientras me iba disculpando con ella por cada persona con la que chocaba, no quería perder aquellos sitios, pero me sabía muy mal hacer que la capitana se golpease con aquella chusma. Por fin llegamos a nuestro destino y me quedé mirando al tipo pelirrojo que en aquellos instantes encendía un cigarro con un pequeño mechero que le ofrecía su acompañante. — Deberías dejarlo, yo lo hice antes de que me consumiese, aunque esto no soluciono nada y terminé por extinguirme. — Hice una pausa mientras tomaba asiento al lado de la pequeña acompañante del mismo. — Perdón, pero me temo que tendremos que acompañaros ya que no quedan más lugares en el local y además tengo cierto interés en vosotros. — Tras decir aquello les dedique una bonita y desagrable sonrisa mientras señalaba el otro asiento dónde podía sentarse la capitana.
Durante unos segundos todo fue silencio, desde luego se notaba que había una tensión en el aire además la niña de mi lado parecía de lo más nerviosa así que en un intento por facilitar las cosas hable. — Por cierto, que descortés por mi parte, me llamo Kuroi aunque pocos son los que usan mi nombre. Al fin y al cabo, yo ya morí una vez igual que lo hiciste tú, chico pelirrojo. — Suspiré mientras levantaba un brazo y dos dedos en señal para que el camarero viniese a servirnos, aquello antaño resultaba bastante útil, en aquellos día en cambio se tomaron algo más de tiempo en servirnos. — Me gustaría tomar lo más fuerte que tengan y para la señorita... — Hice una pausa esperando la respuesta de Rose mientras miraba fijamente a la chica pequeña que se sentaba a mi lado.
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Nada más entrar se podía notar que el ambiente estaba muy cargado. Un olor a tabaco me inundó y en mi cara se formó una expresión de asco. Desde siempre había detestado ese olor, pero lo peor es que se le unía uno de porquería, una mezcla horrible. Ya sé que era la única taberna que podíamos encontrar y que Kuroi lo necesitaba más que nadie o sino se congelaba. Para mi no era un problema ya que no sentí el frío, pero tendría que hacer un esfuerzo por él. -Está todo lleno, mejor será busc...- Tiró de mi brazo y empezó a llevarme hacia el fondo sin dejarme terminar la frase. - Kuroi! - Le repliqué.
Llegamos a una mesa en la que había dos personas. Un pelirrojo y una dulce niña. Por sus gestos parecía tímida, y es normal, a su edad yo también estaría nerviosa en un lugar como este. ¿Interés? Kuroi me sorprendía cada día más. ¿Qué tendría pensado acaso? Me sentó a su lado y miré al pelirrojo de arriba abajo. Su cara me sonaba, pero no era capaz de relacionarla. El camarero llegó y tomó nota. - Un café. - El camarero se retiró, y aunque tardó en venir, lo compensó con el poco tiempo en traer lo que le pedimos. Pegué un sorbo a mi bebida, pero tuve que esperar un poco puesto que estaba hirviendo.
- Mi nombre es Rose ¿Y el vuestro? - Pregunté dirigiéndole a la niña una dulce sonrisa. Era bastante mona, me pregunto qué haría con un hombre tan serio como aquel. ¿Familia? No creo... No se parecían en nada. Simplemente era curiosidad. Le di otro sorbo al café.
Llegamos a una mesa en la que había dos personas. Un pelirrojo y una dulce niña. Por sus gestos parecía tímida, y es normal, a su edad yo también estaría nerviosa en un lugar como este. ¿Interés? Kuroi me sorprendía cada día más. ¿Qué tendría pensado acaso? Me sentó a su lado y miré al pelirrojo de arriba abajo. Su cara me sonaba, pero no era capaz de relacionarla. El camarero llegó y tomó nota. - Un café. - El camarero se retiró, y aunque tardó en venir, lo compensó con el poco tiempo en traer lo que le pedimos. Pegué un sorbo a mi bebida, pero tuve que esperar un poco puesto que estaba hirviendo.
- Mi nombre es Rose ¿Y el vuestro? - Pregunté dirigiéndole a la niña una dulce sonrisa. Era bastante mona, me pregunto qué haría con un hombre tan serio como aquel. ¿Familia? No creo... No se parecían en nada. Simplemente era curiosidad. Le di otro sorbo al café.
Mikoto
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Mikoto asintió con levedad ante la pregunta de la pequeña albina, justo antes de extender la mano al ver que le ofrecía aquella pequeña pieza metálica, tomándola de las suyas, pálidas y finas, casi frágiles, antes de dirigir el mechero hacia el cigarro y prenderlo. Cerró los ojos momentáneamente, tomándose su tiempo para degustar el sabor del tabaco, mientras un reconfortante calor invadía su boca y garganta, dando unas pocas caladas antes de expulsar el humo en un suspiro, asegurándose de que este no se dirigiera hacia Mary. La camarera que les había tomado nota no tardó mucho en volver con lo pedido, dejándolo en la mesa y deseándoles que fuera de su agrado. Él ni siquiera respondió, ni hizo señal alguna de haber escuchado sus palabras, simplemente tomó la coma y, sujetando el cigarro entre sus dedos, dio un pequeño trago. Pudo sentir aquel agradable ardor producido por el alcohol recorriendo su garganta y depositándose en el pecho. "Calidez... Siempre es agradable" reflexionó, dejando de nuevo la bebida sobre la mesa. Lógico reconfortarse con ello cuando era alguien que había perdido la vida por la sensación opuesta.
- Si no es de tu agrado dímelo -dijo, señalando la bebida de la chica- Me ocuparé de traerte uno que lo sea.
Su tono era serio, al igual que su expresión, y probablemente la chica le mirara con algo de reproche. No le gustaba que se metiera en problemas, aunque se había ido acostumbrando en el tiempo que llevaban juntos. Al fin y al cabo, el temperamento del pelirrojo era bastante marcado, y eso era algo que le metía en líos constantemente, pese a que ya no lo fuera tanto como antes de morir. Al menos ahora se controlaba un poco. Casi pudo predecir la mirada de desaprobación que le lanzaría, y amagó un intento de sonrisa.
Sin embargo, su calma se vería alterada minutos después, justo cuando los dos extraños que habían entrado al local se aproximaron hasta su posición, sugiriendo que compartirían asiento con ellos. Ni siquiera les dieron tiempo a responder, sino que simplemente ocuparon los huecos libres, como si su permiso les hubiera sido concedido de antemano. Aquello no era bueno, en especial para Mary, quien probablemente empezaría a asustarse. ¿Y cómo culparla de ello? Aquel tipo no tenía un aspecto especialmente agradable, sino más bien raro, casi siniestro. Si no soportaba a las personas normales y corrientes, como para aguantar estar al lado de ese desconocido. Su acompañante, sin embargo, era una mujer de cabello escarlata, cuyo aspecto era más dulce y amable que el de su compañero. Algo baja, pero bien formada... Y con algo que le llamaba la atención, pese a no saber exactamente de qué se trataba. Era como si su rostro le sonara de algo. En cualquier caso, se vio obligado a salir de sus pensamientos en cuanto el otro habló, sugiriéndole que debería dejar de fumar.
- Bueno, no es como si consumirme sea algo que tema en exceso -le respondió, sin darle demasiada importancia... O, al menos, no al principio. No hasta que pronunció sus siguientes palabras.
Tras pedir algo para él mismo, así como cederle el turno a la chica, lo que dijo no pudo hacer más que perturbarle. ¿Por qué ese tío sabía que había muerto? ¿Era alguna clase de broma o lo había dicho en serio? Su ceño se frunció, y por un momento todos sus músculos se tensaron, preparando su cuerpo para reaccionar con rapidez si fuera necesario. Sin embargo, la pelirroja pareció calmar un poco la situación al presentarse. Su tono era amable, al igual que su expresión... Y por un momento pareció que intentara inspirarle confianza a la pequeña, aunque él sabía que no serviría de mucho. "Rose..." Dijo para sí mismo, sin pronunciar palabra alguna, como si estuviera a punto de recordar algo. Su aspecto, acompañado por su nombre, le hizo creer por un momento que se trataba de una ex-Shichibukai, quien perdió su puesto tiempo atrás. Pero no, no podía ser. ¿Qué iba a hacer alguien así en Sakura? El de su acompañante parecía ser Kuroi, pero por sus formas no estaba seguro de si trataba de engañarles o realmente lo decía en serio. Tampoco es que pudiera fiarse de alguien que aparentemente sabía de su muerte.
- Mikoto... Y ella es Mary -respondió tras unos segundos de incómodo silencio, antes de dejar el cigarro apoyado en un cenicero y dar otro trago al ron- Deberías alejarte un poco de ella. La estás incomodando -siguió, fijando sus ojos en Kuroi por un momento, justo antes de volver su mirada a la pequeña- Mary, ven aquí.
Sus palabras fueron acompañadas de un suave gesto, indicándole que se acercara hasta él. Sabía que toda aquella proximidad no le estaría sentando nada bien, y lo menos que quería era que se pusiera a llorar o terminara por salir corriendo. Al menos, con él cerca, cabía la posibilidad de que se sintiera lo suficientemente protegida como para calmar sus nervios. Tras esto miró a Rose, y con una expresión igual de seria que antes habló:
- ¿Y qué os trae a Sakura? ¿De paso? No parecéis gente de esta zona...
- Si no es de tu agrado dímelo -dijo, señalando la bebida de la chica- Me ocuparé de traerte uno que lo sea.
Su tono era serio, al igual que su expresión, y probablemente la chica le mirara con algo de reproche. No le gustaba que se metiera en problemas, aunque se había ido acostumbrando en el tiempo que llevaban juntos. Al fin y al cabo, el temperamento del pelirrojo era bastante marcado, y eso era algo que le metía en líos constantemente, pese a que ya no lo fuera tanto como antes de morir. Al menos ahora se controlaba un poco. Casi pudo predecir la mirada de desaprobación que le lanzaría, y amagó un intento de sonrisa.
Sin embargo, su calma se vería alterada minutos después, justo cuando los dos extraños que habían entrado al local se aproximaron hasta su posición, sugiriendo que compartirían asiento con ellos. Ni siquiera les dieron tiempo a responder, sino que simplemente ocuparon los huecos libres, como si su permiso les hubiera sido concedido de antemano. Aquello no era bueno, en especial para Mary, quien probablemente empezaría a asustarse. ¿Y cómo culparla de ello? Aquel tipo no tenía un aspecto especialmente agradable, sino más bien raro, casi siniestro. Si no soportaba a las personas normales y corrientes, como para aguantar estar al lado de ese desconocido. Su acompañante, sin embargo, era una mujer de cabello escarlata, cuyo aspecto era más dulce y amable que el de su compañero. Algo baja, pero bien formada... Y con algo que le llamaba la atención, pese a no saber exactamente de qué se trataba. Era como si su rostro le sonara de algo. En cualquier caso, se vio obligado a salir de sus pensamientos en cuanto el otro habló, sugiriéndole que debería dejar de fumar.
- Bueno, no es como si consumirme sea algo que tema en exceso -le respondió, sin darle demasiada importancia... O, al menos, no al principio. No hasta que pronunció sus siguientes palabras.
Tras pedir algo para él mismo, así como cederle el turno a la chica, lo que dijo no pudo hacer más que perturbarle. ¿Por qué ese tío sabía que había muerto? ¿Era alguna clase de broma o lo había dicho en serio? Su ceño se frunció, y por un momento todos sus músculos se tensaron, preparando su cuerpo para reaccionar con rapidez si fuera necesario. Sin embargo, la pelirroja pareció calmar un poco la situación al presentarse. Su tono era amable, al igual que su expresión... Y por un momento pareció que intentara inspirarle confianza a la pequeña, aunque él sabía que no serviría de mucho. "Rose..." Dijo para sí mismo, sin pronunciar palabra alguna, como si estuviera a punto de recordar algo. Su aspecto, acompañado por su nombre, le hizo creer por un momento que se trataba de una ex-Shichibukai, quien perdió su puesto tiempo atrás. Pero no, no podía ser. ¿Qué iba a hacer alguien así en Sakura? El de su acompañante parecía ser Kuroi, pero por sus formas no estaba seguro de si trataba de engañarles o realmente lo decía en serio. Tampoco es que pudiera fiarse de alguien que aparentemente sabía de su muerte.
- Mikoto... Y ella es Mary -respondió tras unos segundos de incómodo silencio, antes de dejar el cigarro apoyado en un cenicero y dar otro trago al ron- Deberías alejarte un poco de ella. La estás incomodando -siguió, fijando sus ojos en Kuroi por un momento, justo antes de volver su mirada a la pequeña- Mary, ven aquí.
Sus palabras fueron acompañadas de un suave gesto, indicándole que se acercara hasta él. Sabía que toda aquella proximidad no le estaría sentando nada bien, y lo menos que quería era que se pusiera a llorar o terminara por salir corriendo. Al menos, con él cerca, cabía la posibilidad de que se sintiera lo suficientemente protegida como para calmar sus nervios. Tras esto miró a Rose, y con una expresión igual de seria que antes habló:
- ¿Y qué os trae a Sakura? ¿De paso? No parecéis gente de esta zona...
Mary Kozakura
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La pequeña le cedió al chico aquel objeto metálico para que pudiera prender el cilindro de papel que había situado entre sus labios, y que el había denominado "tabaco" cuando le explicó que era, ya hacía un año atrás...quizá algo más. En sus libros lo más parecido que salía eran enormes objetos árabes de los que salía vapor, y que apenas aparecían en uno o dos ejemplares de los tantos que poblaban las estanterías de su casa. Siempre tuvo curiosidad por ver uno de esos objetos, pero...desde la primera vez que sintió el olor del tabaco al ser consumido, no pudo evitar sentir repulsión por este y las ganas se le quitaron, por mucho que ya se hubiera acostumbrado un poco...De todos modos agradecía que el chico intentara evitar que el humo llegara a ella.
Tras encender Mikoto su cigarro, no paso mucho tiempo hasta que la chica de antes llegara con lo pedido por el pelirrojo, causando que la chica, que estaba perdida en sus pensamientos, se sobresaltara, dando un leve bote en el sitio, antes de bajar la cabeza, sonrojada y temblando. No le agradaba el ser sorprendida de esa manera por desconocidos...Ni que estos la miraran, por lo que cuando llego y les deseó que fuera de su agrado lo traído, la pequeña se limitó a asentir tímidamente. Una vez se marchó, un suspiro de alivio salió de sus labios antes de volver a alzar la cabeza y tomar el vaso entre sus manos, para dar un sorbo al té, el cual tenía un sabor agridulce. Quizá fuera una infusión de frutos de la zona, porque no le resultaba familiar...aunque tampoco es que hubiera podido probar una gran variedad de infusiones...-No hace falta...Está bueno...- Murmuró la pequeña a modo de respuesta antes de dedicar una sonrisa a Mikoto, la cual se ensanchó al ver que trataba de sonreír el también. Sabía que él se preocupaba por ella, por lo que no le molestó el ofrecimiento de conseguirle otro té si no le gustase el suyo...pero ya había aprendido que era mejor, a veces decir que todo estaba bien...Su temperamento en ocasiones podía meterle en más de un lío y dudaba que el pelirrojo quisiera dormir esa noche en las calles heladas de Sakura.
Todo parecía ir bastante bien, ¿no? La asustadiza Mary no había tenido ningún ataque de pánico en todo el día, al menos no nada exagerado, y en ese momento no parecía afectarle que hubiera más gente en la taberna...Sin embargo...Por lo visto la paz no iba a poder durar demasiado. Dos nuevos clientes llegaron al abarrotado bar, dirigiéndose por alguna razón al lugar en el que se encontraban ellos. Un niño peliblanco de apariencia siniestra que iba tirando de una señora pelirroja, quizá algo ligera de ropa para el clima en el que se encontraban. A la pobre Mary casi le da un infarto cuando el alborotador albino se sentó a su lado, sin previo aviso y se puso a hablar con Mikoto, cosa que causo que la pequeña se pegara más y más a la pared, temblando y sintiendo ganas de llorar o echar a correr lo más rápido que pudiera. Tanteó también la opción de sentarse en el hueco libre junto al chico de cabellos escarlatas, pero ahí se puso la señora pelirroja, quien le recordaba a una sirena, una criatura hermosa y peligrosa por igual, por lo que, que le dedicara una sonrisa solo empeoró las cosas. Por suerte, Mikoto ya conocía bien a la chica, y le ofreció ir a su lado, y eso hizo. Se deslizó como pudo por debajo de la mesa y gateo rápidamente hasta quedar a su lado, saliendo a tal prisa que se golpeó la cabeza al salir, provocando que su cabeza doliera y las lágrimas comenzaron a caer, en parte por el dolor...y por otro lado por vergüenza y miedo a partes iguales.
Tras encender Mikoto su cigarro, no paso mucho tiempo hasta que la chica de antes llegara con lo pedido por el pelirrojo, causando que la chica, que estaba perdida en sus pensamientos, se sobresaltara, dando un leve bote en el sitio, antes de bajar la cabeza, sonrojada y temblando. No le agradaba el ser sorprendida de esa manera por desconocidos...Ni que estos la miraran, por lo que cuando llego y les deseó que fuera de su agrado lo traído, la pequeña se limitó a asentir tímidamente. Una vez se marchó, un suspiro de alivio salió de sus labios antes de volver a alzar la cabeza y tomar el vaso entre sus manos, para dar un sorbo al té, el cual tenía un sabor agridulce. Quizá fuera una infusión de frutos de la zona, porque no le resultaba familiar...aunque tampoco es que hubiera podido probar una gran variedad de infusiones...-No hace falta...Está bueno...- Murmuró la pequeña a modo de respuesta antes de dedicar una sonrisa a Mikoto, la cual se ensanchó al ver que trataba de sonreír el también. Sabía que él se preocupaba por ella, por lo que no le molestó el ofrecimiento de conseguirle otro té si no le gustase el suyo...pero ya había aprendido que era mejor, a veces decir que todo estaba bien...Su temperamento en ocasiones podía meterle en más de un lío y dudaba que el pelirrojo quisiera dormir esa noche en las calles heladas de Sakura.
Todo parecía ir bastante bien, ¿no? La asustadiza Mary no había tenido ningún ataque de pánico en todo el día, al menos no nada exagerado, y en ese momento no parecía afectarle que hubiera más gente en la taberna...Sin embargo...Por lo visto la paz no iba a poder durar demasiado. Dos nuevos clientes llegaron al abarrotado bar, dirigiéndose por alguna razón al lugar en el que se encontraban ellos. Un niño peliblanco de apariencia siniestra que iba tirando de una señora pelirroja, quizá algo ligera de ropa para el clima en el que se encontraban. A la pobre Mary casi le da un infarto cuando el alborotador albino se sentó a su lado, sin previo aviso y se puso a hablar con Mikoto, cosa que causo que la pequeña se pegara más y más a la pared, temblando y sintiendo ganas de llorar o echar a correr lo más rápido que pudiera. Tanteó también la opción de sentarse en el hueco libre junto al chico de cabellos escarlatas, pero ahí se puso la señora pelirroja, quien le recordaba a una sirena, una criatura hermosa y peligrosa por igual, por lo que, que le dedicara una sonrisa solo empeoró las cosas. Por suerte, Mikoto ya conocía bien a la chica, y le ofreció ir a su lado, y eso hizo. Se deslizó como pudo por debajo de la mesa y gateo rápidamente hasta quedar a su lado, saliendo a tal prisa que se golpeó la cabeza al salir, provocando que su cabeza doliera y las lágrimas comenzaron a caer, en parte por el dolor...y por otro lado por vergüenza y miedo a partes iguales.
Worick L. Arcangelo
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Como de costumbre mi aspecto no facilitaba las cosas, desde luego Cid te luciste con este nuevo look que me has dado. En cualquier caso parecía que nuestra presencia allí era una molestia tanto para el pelirrojo como para la niña, pero sintiéndolo mucho no había otro sitio en el que sentarse y me negaba a volver a pasar frío en las calles de Sakura. Pude oír como Rose se presentaba y le dedicaba una sonrisa a la niñita sentada a mi lado, no obstante esta parecía estar tan horrorizada por mi aspecto que no tenía nada claro si se había percatado de esa sonrisa. Poco después de eso pude oír como el pelirrojo se presentaba y algo en su nombre y su cara me recordaba a alguien, pero sin saber bien a quién simplemente escuché como me replicaba por mi actitud y como incomodaba a su acompañante, Mary. Por un segundo nuestras miradas se cruzaron y sentí algo extraño, algo en aquel tipo resultaba muy interesante y pensaba descubrirlo.
La niña no tardó en abandonar su asiento y en ir en busca del pelirrojo, entendía por qué lo hacía, pero me parecía una medida un tanto exagerada, en cualquier caso no reprocharía a nadie por ello. Mi bebida que había llegado segundos antes descansaba en la mesa a la espera de que empezase a beberla y esa era mi intención hasta que la pregunta del pelirrojo nos asaltó. — Se podría decir... Que estamos aquí juntos por casualidad, no era nada planeado. ¿Qué hay de vosotros? — Tras hacer aquella pregunta tomé el pequeño vaso y bebí todo su contenido, sintiendo poco a poco como mi cuerpo se calentaba gracias a la fuerza del alcohol. — Por cierto, lamento mi indiscreción respecto al tema mentado anteriormente, no era mi intención incomodarte, pero al verdad es que me causaba especial intriga el comprobar si esa mirada tuya era igual a la mía debido a lo mismo. — Aclaré en busca de calmar un poco los ánimos en la mesa que parecían un poco agitados debido al comentario que había hecho sobre la muerte del pelirrojo, no obstante no lamentaba haberlo hecho pues su reacción me permitió comprobar gratamente que estaba en lo cierto.
Alcé la mano en busca de la camarera que andaba rondando el local para que me trajese otra copa y algo de comer, todo aquel frío había despertado mi hambre. Tras hacer el pedido un café al igual que Rose y algo dulce para acompañarlo y saciar mi hambre me quedé mirando tanto al pelirrojo como a la niña, era extraño ver a un hombre hecho y derecho con una niñita incluso siniestro, pero... ¿Quién sabía que tipo de relación mantenían aquellos dos? No parecían ser familia pues sus rasgos no lo aparentaban, quizás cuidase de ella o abusase, en cualquier caso no era mi problema, ahora solo quería aquel café con dulces que había pedido.
La niña no tardó en abandonar su asiento y en ir en busca del pelirrojo, entendía por qué lo hacía, pero me parecía una medida un tanto exagerada, en cualquier caso no reprocharía a nadie por ello. Mi bebida que había llegado segundos antes descansaba en la mesa a la espera de que empezase a beberla y esa era mi intención hasta que la pregunta del pelirrojo nos asaltó. — Se podría decir... Que estamos aquí juntos por casualidad, no era nada planeado. ¿Qué hay de vosotros? — Tras hacer aquella pregunta tomé el pequeño vaso y bebí todo su contenido, sintiendo poco a poco como mi cuerpo se calentaba gracias a la fuerza del alcohol. — Por cierto, lamento mi indiscreción respecto al tema mentado anteriormente, no era mi intención incomodarte, pero al verdad es que me causaba especial intriga el comprobar si esa mirada tuya era igual a la mía debido a lo mismo. — Aclaré en busca de calmar un poco los ánimos en la mesa que parecían un poco agitados debido al comentario que había hecho sobre la muerte del pelirrojo, no obstante no lamentaba haberlo hecho pues su reacción me permitió comprobar gratamente que estaba en lo cierto.
Alcé la mano en busca de la camarera que andaba rondando el local para que me trajese otra copa y algo de comer, todo aquel frío había despertado mi hambre. Tras hacer el pedido un café al igual que Rose y algo dulce para acompañarlo y saciar mi hambre me quedé mirando tanto al pelirrojo como a la niña, era extraño ver a un hombre hecho y derecho con una niñita incluso siniestro, pero... ¿Quién sabía que tipo de relación mantenían aquellos dos? No parecían ser familia pues sus rasgos no lo aparentaban, quizás cuidase de ella o abusase, en cualquier caso no era mi problema, ahora solo quería aquel café con dulces que había pedido.
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Su nombre era Mikoto y el de la niña, Mary. Me había parecido un poco rara la muchacha, es verdad que Kuroi tenía un aspecto... Bueno, no sabía como describirle. Su aspecto daba un poco de miedo, si, pero yo me acabé acostumbrando. Supongo que del resto de la gente dependía que lo aceptasen tal y como era. Cambiando un poco de tema, cuando iba a responder al pelirrojo Kuroi se adelantó aunque la respuesta había sido la correcta. Cierto era que no había nada planeado, pero mi paso por esta isla me traía recuerdos de hacía años. Le tenía un cariño especial a las islas invernales. Quizás fuese su paisaje blanquecino que se extendía hasta el horizonte o mis experiencias por aquí aunque igual tenía algo que ver con mi poder. Reminiscencias, sin duda, que solo podían atrofiar la mente.
-Casualidad, si. De todas formas la tierra invernal siempre me ha llamado. Se puede decir que es uno de mis parajes favoritos. - Comenté sonriendo.
Suspiré y removí un poco la bebida, esta todavía estaba hirviendo. La sonrisa que le había dedicado a la niña parecía haberle molestado. Supongo que no lo volvería hacer, yo solo había intentado caerle bien. Pegué un sorbo y miré a todo mi alrededor. El ambiente estaba muy cargado, tocaba aguantar en un sitio como este. El humo del cigarro de Mikoto llegó hasta a mi. Detestaba ese olor, me parecía repugnante y nunca entendía como la gente lo tenía como una de sus aficiones.
Un sonido me despejó de los pensamientos que habían inundado mi mente, e incluso me sobresalté. Miré para abajo y vi a la niña en el suelo, la cual se había llevado un buen golpe en la cabeza. Me levanté y le extendí la mano.
-¿Te encuentras bien? - Inquirí con un tono amable. No quería que se asustase más la verdad. Tampoco quería causar mala impresión con el pelirrojo y la niña. Había sido un poco atrevido sentarnos como si nada con ellos, quizás le hubiese parecido mal.
-Casualidad, si. De todas formas la tierra invernal siempre me ha llamado. Se puede decir que es uno de mis parajes favoritos. - Comenté sonriendo.
Suspiré y removí un poco la bebida, esta todavía estaba hirviendo. La sonrisa que le había dedicado a la niña parecía haberle molestado. Supongo que no lo volvería hacer, yo solo había intentado caerle bien. Pegué un sorbo y miré a todo mi alrededor. El ambiente estaba muy cargado, tocaba aguantar en un sitio como este. El humo del cigarro de Mikoto llegó hasta a mi. Detestaba ese olor, me parecía repugnante y nunca entendía como la gente lo tenía como una de sus aficiones.
Un sonido me despejó de los pensamientos que habían inundado mi mente, e incluso me sobresalté. Miré para abajo y vi a la niña en el suelo, la cual se había llevado un buen golpe en la cabeza. Me levanté y le extendí la mano.
-¿Te encuentras bien? - Inquirí con un tono amable. No quería que se asustase más la verdad. Tampoco quería causar mala impresión con el pelirrojo y la niña. Había sido un poco atrevido sentarnos como si nada con ellos, quizás le hubiese parecido mal.
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