La isla de los mentirosos [Kazumi y Starus]

Mi brazo estaba peor cada vez. Tenía que estar cambiando las vendas constantemente por culpa de la sangre que brotaba por las heridas. Me empezaba a preocupar que no se curase del todo puesto que llevaba así semanas y cada vez me encontraba peor. Esto se debía a que un miembro de los Shudo-shi logró alcanzar mi brazo rasgándolo con una de sus dagas y desde ese momento la herida se ha vuelto y negra y no para de echar sangre. Esta vez le puse el doble de vendas para que no transparente. Por suerte a Jack no le habían alcanzado y pudo defenderse perfectamente con el arco y terminar con ellos, aunque para mala suerte me tuve que ganar una buena reprimenda suya por ser impulsiva.

Guardé los materiales médicos que traía en mi mochila y salí de la taberna en la que me encontraba no sin antes pagar el zumo de melocotón que bebí. Jack me había mandado esperar allí ya que él había salido en busca de unos animales para cazarlos. Cree que rodeada de gente seguiré estando bien. Moví la cabeza de un lado a otro y me acomodé la mochila.

En cuanto salí los rayos de sol incidieron sobre mis ojos y respiré profundamente. Olía a hierba recién cortada en los jardines junto con el olor de las chimeneas. Era un aroma típico del atardecer que me recordaba a mi reino. La nostalgia solía estar bastante presente en mí. Caminé observando las calles bien decoradas y las personas que habitaban en ellas. Por su aspecto parecían amables y generosos. Había todo tipo de puestos de comercio: comida, ropa... Yo no tenía mucho dinero pues era Jack quien lo llevaba siempre en el bolsillo, me había dejado lo justo para pagar la bebida del bar y ahora tendría que aguantarme hasta que llegase. Enfadada, pateé con fuerza una piedra y esta fue hacia arriba. A saber sobre quien caería.

Miré hacia los lados nerviosa mirando a donde había ido a parar la dichosa piedra. Era frustante, ahora seguramente le habría dado a alguien importante y me llevarían a algún cuartelillo y me interrogarían seguramente. Aish... Suspiré. Últimamente tenía unas rachas de mala suerte. Los dioses no me ayudaban en esto... Dejé de pensar en eso y fui un poco hacia adelante. Aparté a la muchedumbre que había a mi alrededor y llegué hasta cerca de un hombre. El sitio se había liberado ya y lo miré de arriba abajo. No parecía haberse dado cuenta de quien la podía haber tirado así que continué como si no hubiese hecho nada. Metí las manos en los bolsillos y caminé un poco más hacia delante mientras el señor no paraba de lamentarse.

Me detuve unos segundos en cuanto un chico, no muy mayor, se me quedó mirando como si nada. En ese momento no supe qué hacer. Daba por asegurado que había visto todo lo de la piedra y a lo mejor era capaz de contárselo todo al señor. Miré hacia atrás y tragué hondo. Me acerqué un poco más a él. Estaba raro... como si se hubiese quedado paralizado.

-Esto... ¿Estás bien? - Pregunté un tanto preocupada. - ¿Necesitas ayuda? - El muchacho parecía haber perdido la consciencia estando despierto. Levanté un poco la mano y lo empujé levemente en el hombro. Tras eso me separé y me quedé mirándole.

El chico había vuelto en sí. Al menos ya podría hablar con el seriamente. Desde que le había dado el leve empujón las vendas de mi brazo se despegaron un poco y este me daba pinchazos. Las até como pude pero para el joven de cabellos azules no pasó desapercibido. Me quedé un poco perpleja ante su comentario, que amable de acompañarme a un médico, pero no creo que me mereciese la pena. Negué con la cabeza.

-¿Esto? - Levanté el brazo. - No creo que sea necesario. Además, no conozco a ningún médico en la zona y no tengo dinero. Tocará aguantar. - Dije encogiéndome de hombros. Después miré al señor. Este parecía enfadado mirando a todos lados en busca de quien habría sido, por suerte la multitud me había ahorrado problemas. El hombre se frotó la nuca y se fue caminando. En ese momento en su mano vi una marca conocida, el símbolo de Kôun. - Ese hombre no necesita ayuda. Deja que se vaya o tendrás problemas. Le conozco y no es bueno tratar con ese tipo de gente. - Sentencié con un tono serio mientras observaba como se iba.

Caminé hacia el fondo para perderlo de vista y llevé la mano a las vendas. Estas se volvían a teñir de color carmesí lentamente. Mierda... Ya no sé que remedio ponerle. Puse la mano hacia detrás mía para que no se viese nada, metiéndola en un bolsillo de atrás.

-¿Cual es su nombre? Es de mala educación no presentarse ante una dama. -Sonreí.

Su nombre era Saulo. Nunca lo había escuchado, quizás sería típico de algún lugar exótico dado que mis conocimientos no eran tan amplios. Cuando me iba a presentar habló antes. Me quedé un poco entrecortada en cuanto me pidió que fuese a cenar con él. No perdía nada en ir con él así que asentí. La verdad es que yo también tenía hambre y si no fuese por culpa de Jack al menos habría comido algo. -Claro, me encantaría. - Una vez acepté su invitación me presenté. - Mi nombre es Kazumi. - Estaba acostumbrada a decir siempre mi apodo o mejor dicho, el apodo a la fuerza para que los Shudo-Shi no me reconociesen, aunque a veces no importaría gritar al mundo mi verdadera identidad y quien viniese a enfrentarse a mi que se llevase una decepción por salir perdiendo.

-Conozco un lugar al final de esta calle en donde sirven buena comida. - Sugerí. Comencé a caminar a paso lento mientras observaba a Saulo. Ya que iba a cenar con él entablar un poco de conversación de no estaría mal. Conocer a los compañeros es bueno en todos los sentidos, quizás te pueden ayudar en alguna ocasión y no solo es eso, él se ofreció ayudarme cuando no soy más que una desconocida. Pocas personas harían eso.

Cada vez estábamos más cerca de la taberna hasta que al fin divisé el letrero con el nombre. Un letrero bastante raído y sucio. Me acerqué a la puerta y apoyé la mano en ella tocando la rugosa y áspera madera. - Entremos. - Comenté. Empujé la puerta y un aire cálido emanó del interior.