Extraños caminos y sorpresas del destino.(Privado Barbazul, Azula y Habu)

Llegué tranquilamente a aquella isla en mi barca, no sabía cuánto llevaba ya con esta. Desde que mejorara mis conocimientos de navegación cada vez perdía menos al llegar a las islas. Ahora me encontraba en Takenuma en el South Blue, no era una isla de importante turismo, pero toda ella eran cuevas y sus ciudades subterráneas que a la vez eran templos. Tenía bastante interés por conocerlas.

Además creía que ya era hora de que empezara a labrarme un nombre como pirata y empezara a acumular algo de recompensa aunque fuera poco a poco. Y que mejor manera que buscar los conocimientos perdidos prohibidos por el gobierno, y si eso incluida meterme con marines bienvenido fuera.

Me metí con la barquita por una entrada a las cuevas, hasta llegar a una zona algo más pequeña donde podía esconder mi barca tras unos helechos blancos. Ahora que me fijaba casi todo las plantas del lugar eran blancas y no verdes, que curioso. Avancé por el camino que salía de esa gruta, todo aquel sistemas de cuevas parecía estar interconectado. Llegué a un punto que el camino no era demasiado alto y no entraba, así que tome mi forma felina y me arrastré por él. Al salir estaba a la entrada de una de las ciudades templo, parecía que la fortuna o el destino me sonreían.

Acababa de salir a una gruta de mayor tamaño, en ella se levantaba una gran pirámide escalonada, cada escalón tenía dos filas de casas, una pegando hacia afuera y otra hacia la base del siguiente escalón. Entre ambas filas quedaba una carretera algo estrecha, por la que pasaban bien un carro o dos. Para subir al siguiente escalón había una zona de camino en zigzag por el que pasaba un carro y muy justo. Esta pirámide en concreto tenía tres escalones, más el templo de la cima lo que hacía que tuviera unos quince metros de alto y no podría cuantos kilómetros de base.

La base de la ciudad tenia algunas casas de piedra, pero menos ordenadas que las de la pirámide. Toda la ciudad estaba rodeada de una muralla de unos tres metros de alto de roca blanca. La roca de la pirámide era negra como el carbón, y las de las casas de tonos grises más o menos oscuros. En la puerta había apostados unos guardias con armaduras de cuero de diseño tribal. No pusieron problemas a que entrara, ni siquiera hicieron preguntas, solo me avisaron que el templo superior estaba vedado a los extranjeros. La verdad es que el templo era una cosa que quería ver, ya me las ingeniaría para entrar, ahora debía buscar un lugar donde alojarme.

Las casas de la base eran casi todas iguales, una planta y unifamiliares, dentro podían vivir hasta diez miembros de una misma familia. Las posadas, escasas se diferenciaban a la legua, pues eran las únicas de dos plantas. Solo veía una en esta parte de la ciudad por lo que fui hasta ella, perdí una buena cerveza y pregunté por las habitaciones. No costaban demasiado así que alquile una. Me escaparía por la ventana en forma de gato y así si me metía en problemas graves diría que no había sido yo. No había ningún extranjero en la posada, cosa que no me extrañaba dado lo extraño de toda la isla. Tomaría mi cerveza, escucharía a ver si me enteraba de algo y luego me iría de paseo por las partes altas.

La gente de la taberna solo hablaba de cosas triviales y sin ningún interés para mí. Me levante de la mesa, le di las gracias al posadero y  me subí a mi cuarto. Una vez dentro guarde las cosas encima del viejo armario, bajo una manta. Pasé a mi forma hibrida, abrí la ventana y salí fuera, una vez fuera dejé medio cerrada la ventana, la luz apagada y bajé hasta el suelo. Una vez allí pase a forma completa, y salí a las desiertas calles nocturnas.

Al estar en cuevas a la ciudad no llegaba la luz de la luna pero en su lugar el techo emitía una luz azulada, bastante débil pero suficiente, semejante a la luna menguante o creciente. Desde la distancia solo parecería un gato grande, reforzaría esa sensación subiéndome a los tejados una vez llegara a la base de la pirámide. Necesite de todo mi ingenio para subir al primer peldaño pues en las escaleras había guardias, y tenían el perímetro iluminado con antorchas.

Lo que hice fue saltar al tejado más próximo y desde él en forma hibrida saltar hasta el borde del primer escalón de la pirámide, al que conseguí agarrarme al tercer salto. Nada más llegar arriba pase a forma completa justo a tiempo, ya que un guardia se acercaba por el ruido, y lo que vio fue la cola de un felino deslizarse en la oscuridad. Esa zona tenía algo más de luz por las antorchas difuminadas por la carretera. Y guardias patrullando, debía ser la zona rica y por eso tenían más seguridad. Me entro la tentación de entrar a alguna de las casas a comprobarlo, pero no podía perder la vista de mi objetivo, el templo.

Cuando creía que todo había salido bien y nadie me había visto escuche a alguien llamarme. Me giré, encontrándome a una chica con pelo negro y brillante y de ojos color ámbar. No sabía si era una guardia o no, así que hice lo contrario a lo que se esperaba de un animal de mi tamaño, me senté y la miré con cara de curiosidad, girando ligeramente la cabeza y las orejas hacia arriba. Para darle un toque más movía la cola suavemente de lado a lado haciendo que ondeara en un movimiento casi hipnótico.

Si aquella chica intentaba algo ofensivo lo único que tenía que hacer era rodar sobre mí para luego abalanzarme sobre ella y atraparla con las zarpas. La verdad es que esperaba no tener que llegar a esos extremos y un poco de compañía no me vendría mal si no enseñaba mi verdadero aspecto. Quizás incluso pudiera colarme en el templo si era un guardia de la ciudad.

Hablando de guardias uno se acercaba peligrosamente a nuestra posición, y si no reaccionaba pronto la chica nos pillaría, o quizás era un compañero suyo pero menos ágil. De cualquiera manera había elegido un papel y lo mantendría a la espera de que todo fuera bien y nadie saliera herido sin razón para ello.

La chica paso de mí, pareció no sorprenderle mi tamaño, y cuando se iba me empujo hacia un lado. Yo me dejé empujar, y en cuanto pasó rodeé la casa rápidamente y subí al tejado de un salto. Parecía que tenia prisa, y por la dirección que cogió iba al mismo lugar que yo. Quizás me brindará la ocasión para entrar, de modo que la seguí a cierta distancia, ademas ya sabia como olía y la podía seguir, eso sin contar que gracias a mi vista superior en la oscuridad no la perdería. Avanzamos por los niveles de la ciudad templo hasta la cima, me asombraba lo sigilosa que era la chica, aunque algo descuidada.

Una vez arriba la joven se bajó de los tejados, yo por mi parte rodeé el templo por el lateral, en busca de ventanas u otras puertas. Encontré una ventana, más bien un hueco en la pared pero accesible, podría entrar yo solo pero me arriesgaba a que me superaran. Me asome dentro y era una especie de almacén, tenia cestas y cajas, ademas de una puerta de madera al fondo frente a la ventana. Decidí que la chica podría ser de ayuda, los dos conseguiríamos algo, yo estudiar el templo por dentro y ella lo que fuera que quisiera de allí. Así que di media vuelta y volví sobre mis pasos por el lateral, hasta el tejado de la casa donde ella había estado. La encontré abajo en la calle, pegada a una esquina, bajé en silencio y me pase a mi forma normal.

-Quizás pueda ayudarte – susurre, no me iba a acercar, pero esperaría a que se girara- tu quiere entrar y yo también. He encontrado un lugar por el que podemos, pero necesitare ayuda por si hay mucha gente dentro. Solo me interesa conocer los textos antiguos del sitio, y me da igual por que estés aquí siempre que no sea matarlos.

Me adentré en el pasillo con cautela y con sigilo, no quería llamar demasiado la atención y más en aquel lugar tan estrecho. No había demasiado espacio para moverse y menos defenderme con cierta soltura, si me atacaban en el pasillo lo pasaría bastante mal. El lugar estaba escasamente iluminado, pudiéndose apreciar una luz que entraba por algunos agujeros de las paredes. Me asomé por uno de ellos y pude ver la habitación de las sirvientas – WOOOO, esto es una mina – pensé casi desmayándome de la emoción. Algunas estaban terminando de vestirse con unas ropas que parecían ceremoniales, mientras otras terminaban de maquillarse. Por mí me hubiera quedado toda la mañana observando a esas bellezas, pero alguien entró en la habitación de las sirvientas y le índico que debían salir. – vaya, que faena. Bueno, tendré que continuar – pensé, resignándome y pensando que podría encontrar algo igual más adelante.

Seguí el pasillo un poco más y me encontré con una palanca en una de las paredes, no sabía si accionarla o no. Pero mi espíritu aventurero me empujaba a tirar de ella, por lo que sin pensar mucho más tiré de ella. Parte del muro que estaba delante de mí comenzó a moverse, abriéndome un camino fuera del pasillo donde me encontraba. Asomé la cabeza y escudriñé un poco el exterior, pero no observé nada fuera de lo normal. Era una habitación algo estrecha, pero más espaciosa que el pasillo en el que me encontraba. Por lo que entré en ella, intentando averiguar en qué parte del templo me encontraba. En ese momento un hombre entró con rapidez en la habitación y cerró la puerta por dentro, aunque parecía que no me había visto. Era un hombre grande, pero a lo ancho, ataviado con una túnica que le cubría todo el cuerpo y con un gorro en la cabeza bastante extraño. En ese momento un sonoro cuesco retumbó en aquella minúscula habitación, pero lo peor no sería el sonido. – aaaagh que asco- pensé tapándome la nariz con varios tentáculos.

- Uf, no podía mas. Menos mal que he podido llegar a la habitación – dijo el hombre mientras se daba la vuelta y en ese momento se quedó mirándome fijamente. – Gua… - iba a gritar, pero le tapé la boca con dos de mis brazos.

- Enserio vienes aquí, sueltas esa monstruosidad que perfectamente podía usarse como insecticida y encima llamas a los guardias. Quédate calladito mejor o lo pasaras mal – le dije ahogándome todavía por la peste.

El muro comenzó a cerrarse, lo que me dejaba la puerta como única salida. El hombre intentó quitarse las manos de la boca para llamar a la guardia de nuevo, parecía que lo que le había dicho no era suficiente. – Esta bien, tú lo has querido – le dije dándole varios puñetazos, noqueándole y dejándolo inconsciente. Le quité sus ropas y lo escondí debajo de la cama amordazada. Ahora solo me quedaba buscar las llaves, salir fuera y buscar la estatuilla.

Guie a mi nueva compañera hasta el lateral del templo, ayudándola a subir a los tejados si fuera necesario para a continuación dirigirnos al hueco de la pared. Esperaba poder leer las tablas, aprendiendo su idioma en parte, o incluso llevarme una para estudiarlo más a fondo. O simplemente copiarlas con papel y carboncillo para luego estudiarlas tranquilamente. Esta última opción era la que más me llamaba, ya que no tendría que cargar con la piedra y de pillarme podría decir simplemente que estaba de paso.

-Bien aquí es.- Le comenté cuando llegamos al boquete, además de ponerle las manos para que pisara e impulsarla hacia arriba.- Vamos, yo te seguiré, aunque si quieres te demuestro antes que puedo subir perfectamente sin ti.

No sabía si la chica confiaría o en mi o pediría la prueba, en cualquier caso una vez dentro del edificio ya buscaría la mejor ruta para ir a donde quería, y dejaría a la chica tranquila con sus cosas. Esperaba no encontrarme con nadie a esas horas de la noche, y siempre estaba la posibilidad de pasar a la forma animal y hacerme el animal salvaje extraviado.