Dos novatos por la isla ( privado Kenneth y Danio)

Acababa de salir del cuartel, tenia todavía algunos días antes de unirme a la tripulación de un barco, aunque ya me consideraba un recluta afortunado. Decidí pasar por un pequeño pueblo de la isla a descansar y pasar el rato, básicamente me iría a la taberna y bebería un poco mientras ganduleaba. No tenia aún el uniforme de recluta cosa que por una parte me molestaba, y por otra no. no me parecía una vestimenta muy cómoda de usar, pero por otro lado no se me reconocía sin ella.

Mientras bebía en la taberna se inició una discusión por cual era el pirata más temido, Derian o Émile, la verdad mientras no llegaran a las manos solo me quedaría observándoles. Varios individuos más se unieron a la discusión, mientras que otros se pusieron a discutir sobre si la guerra del norte era una mentira para sacarles dinero, o si de verdad existían los zombis.

Salí de allí con dolor de cabeza, la verdad no sabia a donde ir, o que hacer. Por lo que me puse a dar vuelta por la ciudad en busca de un lugar más tranquilo donde beber y descansar.

El peliazul seguía atravesando el cuerpo de aquella cosa una y otra vez, haciendo que la punta del filo de su gigantesca espada llegara hasta el suelo antes de extraer el acero del interior de la carne, haciendo temblar la tierra bajo él con cada  una de aquellas brutales acometidas. Jodidos simios... ¿De dónde habían salido? ¿Acaso esas especies eran normales? Al menos no le darían más problemas... Y Piru parecía feliz al ver que podría darse un buen banquete con los ojos de todos ellos. Ese pajarraco tenía unos gustos un tanto raros, aunque sabiendo quién era su dueño...

- Basura... -refunfuñó tras darle una patada al cuerpo inerte de uno de ellos, lanzando un tajo al aire para limpiar la sangre de su espada antes de envainarla.

Mientras tanto, Piru comenzó a darse un festín en las cuencas oculares de todos y cada uno de los cadáveres al tiempo que Kenneth comenzaba a alejarse de allí. El olor a mono muerto y mojado no era especialmente agradable, por no hablar del que se emitía cuando la cotorra atravesaba los ojos con su pico, dejando salir el humor acuoso. En fin, nada apto para estómagos débiles, ¿verdad? El caso es que ahora debía encontrar algún sitio donde esperar hasta el día siguiente. Al parecer los barcos no iban a salir durante toda la tarde debido a que se habían predicho fuertes tormentas y los marineros no querían arriesgarse a perder sus vidas en el mar. Vaya atajo de cobardes. Siempre quedaba la opción de asaltar algún navío y largarse por su cuenta, pero quitando el hecho de que sus conocimientos sobre navegación eran nulos, tampoco podría encargarse de toda una nave él solo.

La única opción viable era la de encontrar algún local donde hospedarse, intentando no llamar la atención más de lo necesario hasta que pudiera irse... Qué dura era la vida, tener que controlarse durante un día entero... En fin, qué remedio. Piru se posó sobre su cabeza y fue entonces cuando comenzó a caminar. Lo más fácil sería ir a alguna taberna poco frecuentada para evitar que alguien pudiera cabrearle o, que si lo hacía, no hubiera mucha gente a la que eliminar para que no avisaran a las fuerzas de la ley. Por suerte, no tardó en toparse con un local de aspecto bastante viejo, sin demasiada clientela aparente y algo alejada de las calles principales. Un sitio perfecto para resguardarse... Justo antes de que un trueno relampaguease entre las nubes que se cernían sobre ellos.

- En fin... Mantén el pico cerrado, Piru. Y te lo digo muy en serio -le advirtió a su compañero emplumado.

- ¡Muy en serio! -respondió él, prácticamente burlándose.

Con un pesado suspiro, entró en el local y tomó asiento en la mesa más apartada que encontró.

Mientras buscaba otro lugar el tiempo empero drásticamente, hasta el punto de que un rayo ilumino el pueblo al tiempo que un potente trueno hizo retumbar las casas y el suelo. Casi al instante un diluvio empezó a caer, ese ambiente me gustaba que el habitual en la superficie. De todas formas el viento que vino a continuación, unido a lo que ya había me hizo dirigirme hacia el puerto, quizás necesitaran mi ayuda por allí. Los pueblerinos no parecían demasiados asustados por la tormenta, por lo que deduje que debían de sufrirlas a menudo, ¿Por qué habrían decidido abrir una base de la marina allí?

El camino hasta el puerto no se hizo largo, la verdad es que disfrutaba viendo las edificaciones y las formas con las que las habían hecho para resistir mejor los vientos cada vez mayores. Las calles, ahora trasformadas en ríos confluían en su mayoría en el puerto por lo que no me resultó difícil llegar hasta él. Los barcos anclados se movían violentamente en el agua, y los pocos marineros que aún había allí se afanaban en asegurarlos para que no soltaran. Me acerqué hasta ellos rápidamente para ayudarles a terminar el trabajo, no fue complicado, solo tuve que tirar un poco más de la cuerda para que pudieran terminar el nudo. Una vez finalizada la tarea continué hacia la zona de la marina, que era una parte del puerto mismo pero con una empalizada rodeándola y algunos soldados apostados.

-Alto, identificación.-Me paró el vigiá intentado mantenerse quieto.

-Recluta Danio Rerio, Señor. Regresaba para ayudar durante la tormenta.

El guardia me dejó pasar, pero me pidió que mandaran a uno de los otros Gyojin para vigilar la puerta. Avancé entre cajas aseguradas con cuerdas y clavos al suelo hasta el edificio principal donde trasmití la orden del vigiá. Tras lo cual fui hasta los barracones a ver si me daban algo que hacer, o por el contrario poda ir a nadar, seria un buen ejercicio con esas olas. Pero al parecer si que me necesitarían en uno de los barcos, este partiría en breve y un Gyojin más en esa tripulación ayudaría bastante durante esa tormenta. El contenido y el lugar al que nos dirijamos era clasificado, y no debía preguntar por ellos bajo pena de calabozo.

Al entrar en la taberna la visión con la que se toparon sus ojos fue de lo más inesperada posible. No solo había más gente de la que habría creído en un primer momento. De hecho, el lugar estaba lleno y, ante su incredulidad, era bastante lujoso, con muebles de diseño moderno y camareros bien trajeados. Increíble... ¿Cómo se las ingeniarían para dar esa impresión en el exterior y ocultar el ruido? Porque, desde luego, con tanta gente el local no era un lugar precisamente tranquilo y silencioso. ¡Incluso había música puesta a todo volumen, junto con gente bailando en una pista de baile! Demasiado extraño todo... ¿Tal vez era alguna especie de tapadera? Algún traficante o criminal de alto standing que se hubiera montado un buen negocio allí. En fin, parecía que las cosas iban a complicarse un poco, pero mientras nadie le incordiara todo iría bien.

Se aseguró de tomar asiento en una de las mesas más alejadas de la multitud mientras que Piru revoloteaba hasta introducirse en su kimono, ocultándose a los ojos de todos, como solía hacer. Pese a la actitud agresiva que tenía la pequeña cotorra, lo cierto era que no le gustaba estar cerca de demasiada gente. Se ponía nerviosa y ni siquiera pronunciaba palabra alguna. Prácticamente su personalidad parecía cambiar por completo, cosa que permitía al peliazul descansar durante un rato de sus insultos.

- ¿Qué va a querer el señor?

Las palabras llegaron desde su izquierda, procedentes de un joven camarero de cabellos dorados y ojos verdes como esmeraldas, el cual le miraba con una sonrisa amable y cortés mientras esperaba a que pidiera algo para tomar. Sin estar muy convencido tomó la carta que había sobre la mesa y observó las bebidas... Así como su desorbitado precio. ¿En serio había gente que podía permitirse pagar esas cantidades? En fin, tampoco tenía que preocuparse por ello. No pensaba pagar de todos modos. Pidió el licor más caro de todos los que servían, tratando de observar la reacción del joven que, sin inmutarse, apuntó el pedido en una libreta y se despidió de forma jovial, dirigiéndose de nuevo hacia la barra. Aquello era inaudito... No se había sorprendido lo más mínimo tras haber pedido semejante tesoro (pues con ese valor, bien debía valer su peso en oro).

- Jamás entenderé a los ricos... Son capaces de derrochar tanto que me cabrea. Les decapitaré antes de irme -murmuró para sí mismo, frunciendo levemente el ceño.

El barco salió puntual del puerto, a pesar de todo el oleaje y que las corrientes habían cambiado. Me habían puesto al mando del timón por mi fuerza, mientras que el oficial de navegación me guiaba a través de aquella tormenta. Pasamos casi dos horas de pelea con el mar hasta llegar al punto de reunión. No pude ver bien está, ya que el otro navío parecía circular bajo el agua, o ser muy pequeño, y desde mi posición no alcanzaba a verlo. Lo único que pude ver es que subían varias cajas del otro y bajaban bastante sacos grandes desde el nuestro. Supuse que era un abastecimiento de víveres del otro barco pues los sacos no parecían ser de armas.

Una vez finalizado el intercambio de mercancías la otra nave desapareció, y el navegante me guio de nuevo hacia el puerto, en todo el tiempo la tormenta no había amainado ni un ápice su fuerza. Podría decirse que estaba ahí para cubrir nuestro viaje, o para tratar de hundirnos, quien sabe. Entrar al puerto no fue tarea fácil, y a pesar de mi fuerza me costaba controlar el timón del barco. Por suerte tenia nociones básicas de navegación y podía comprender lo que quería decirme el navegante. Una vez que tocamos tierra, comenzaron a descargar las cajas que habían subido del otro navío. No nos dejaron bajar hasta que terminaron, pensé que esa era mi buena acción del día y que ahora merecía descansar. Así que mientras bajaba pregunte al oficial si podía seguir con mi permiso y donde había una taberna cerca. Me indico una que parecía vieja y sucia, pero engañaba, que ya lo descubriría si iba.

Salí del recinto, ahora el guardia de la puerta era un Gyojin pulpo, o calamar no estaba seguro. Subí por la calle que me había indicado el oficial y tras unos minutos encontré al final el lugar. Toda la zona tenia ahora corrientes de agua que descendían hasta el mar, las esquinas producían curiosas perturbaciones en estas cuando salían de una calle a un cruce. Me habría quedado allí de pies mirando como se movían, pero tenia sed y quería sentarme, por lo que entre en la andrajosa taberna. Efectivamente me sorprendió el interior, todo lujoso y fino, y bastante lleno de gente.

El peliazul se mantenía sentado frente a la mesa, con la cabeza apoyada sobre su mano derecha y el codo en esta. Definitivamente, tener que esperar allí hasta que pasase el día iba a ser un verdadero aburrimiento. ¿Qué sentido tenía? ¿Acaso no eran los marineros del lugar lo suficientemente hábiles como para saber manejar sus naves en una tormenta? Tal vez estaba demasiado acostumbrado a la tripulación del Corazón del Diablo... Pero en fin, qué se le iba a hacer. Los minutos pasaban y su bebida no llegaba, cosa que comenzaba a impacientar al peliazul. Demonios... ¿Por qué tardaban tanto en traérsela? Era cierto que el local estaba lleno, pero contaban con bastante personal y tan solo había pedido algo de beber.

- Tal vez debería poner una queja al dueño... ¿No crees, Piru? -preguntó el guerrero a su pequeño compañero, esbozando una sonrisa macabra.

- ¡Me pido los ojos! -respondió el ave, aleteando levemente en el interior del kimono.

Fue entonces cuando la puerta del establecimiento se abrió, entrando por esta un ser de aspecto bastante llamativo, colorido... Uno de esos peces humanoides con los que se había topado anteriormente en sus viajes. Lo único que le extrañó de él fue su tamaño, que era notablemente inferior al suyo cuando, por lo general, los gyojins solían ser bastante más altos que el resto de personas. También hay que destacar que, entre los humanos, Kenneth tiene una altura poco común. Parecía dispuesto a pedir algo de beber, puede que incluso quisiera comer algo. "Dicen que tienen diez veces la fuerza de un humano corriente... Siempre he sentido curiosidad por comprobarlo." Si se acercaba lo suficiente, tal vez podrían convertir el lugar en un verdadero baile. Solucionaría así su aburrimiento por la espera, y se desahogaría un poco. Dos pájaros de un tiro.

La taberna estaba bastante llena a pesar de lo lujosa que parecía, la verdad me sorprendía que en ese pueblo hubiera un local como aquel. Me sorprendía más aún el cambio de arquitectura, la exterior desastrosa y por dentro tan fina y detallada. La gente me miro de forma extraña cuando entré, no parecían recibir a muchos de mi especie por aquí. Ya me habían advertido que no eramos bien recibidos o aceptados por algunos círculos y personas, la mayoría a decir verdad. En comparación con lo bien que estaba en la marina esas miradas parecían querer confirmar esas habladurías.

-Eh! Tu! El pez raro, fuera de aquí, en este local no se admiten a los de tu clase.- me gritó el posadero desde el fondo mientras servia una bebida al único tipo del local que me miraba con curiosidad.

-Muy bien, pero espero que la marina no sea buena clienta suya por que se enterara de como han tratado a uno de sus miembros.- me di la vuelta para salir, ya tenia incluso agarrado el pomo cuando el camarero volvió a hablar.

-Oh perdone, no sabia que era marino. Por favor acérquese, le serviré una a cuenta de la casa.-ahora todo el local murmuraba, demasiado jaleo para poder enterarme de algo.

Me acerque hasta la barra al lado del joven que me había mirado con curiosas y espera a que me trajeran la bebida. No había sido mi intención todo aquello, solo estaba las cosas como eran, pero al parecer al tabernero le habría sonado a amenaza o algo.

El peliazul observó el numerito que se formó frente a él ante la llegada del hombre-pez, pudiendo ver con claridad que no parecía ser bienvenido en aquel lugar, incluso menos cuando se descubrió como marine. No pudo evitar soltar una pequeña risa irónica al enterarse de aquello. ¿Un gyojin de parte del gobierno? Aquello sí que era extraño. No por su raza, sino por la forma en la que trataban a su gente los altos cargos del mundo. ¿Acaso era un renegado? ¿O simplemente andaba falto de luces? Bueno, tampoco es que fuera su problema, ni le importaba demasiado. Lo único interesante era que tal vez podría divertirse un poco con él, y estaba seguro de que el capitán no vería mal que partiera por la mitad a un defensor de la ley. Puede que incluso le felicitara o diera su visto bueno. Además... Ya iba siendo hora de labrarse un nombre, ¿no?

- Piru... Toma algo de distancia, el ambiente se va a caldear -le susurró a su pequeño compañero, ante lo cual salió revoloteando del interior de su ropa para ir a posarse sobre una de las lámparas, cosa que no pareció agradarle al responsable de aquel sitio.

- Señor... ¿Le importaría controlar a su mascota? No me agradaría tener que limpiar mi local por las cagadas de ese pajarraco. ¿Sabe lo caro que es todo lo que hay aquí? Más valioso que su vida, así que, si me hace el favor... No tendré que servir polluelo rojo como menú del día.

Sus ojos carmesíes se posaron entonces sobre el hombre rubio que se encontraba frente a él, algo flaco, aunque se notaba que mantenía su cuerpo en forma... Pero no demasiado. Kenneth se limitó a sonreír. ¿Cómo se atrevía ese medio mierda a amenazarle con eso? Había cometido un error muy grave, y lo iba a lamentar. Ya habría tiempo para encargarse del marine después. Apoyó las manos sobre la barra y comenzó a erguirse, demostrando que le sacaba algo más de una cabeza al camarerito. Su musculatura se había visto incrementada inexplicablemente, e incluso pareció haber crecido unos pocos centímetros. El contrario pareció darse cuenta de que la había cagado, pues su mirada pasó de ser segura a convertirse en la viva imagen del miedo, justo en el momento en que la mano del pecado aferraba el cuello de su camisa.

- Respuesta equivocada, basura.

Acto seguido el colosal bárbaro dio un tirón, casi sacando por los aires al pobre hombre de su pequeño refugio personal para, una vez su cabeza se alineara con la barra, soltarle y agarrársela con la otra mano, estrellando su rostro contra la madera, posiblemente partiéndole la nariz, así como el cuello y saltándole varios dientes. La gente que había cerca se alarmó y muchos tomaron una buena distancia de él, temerosos de que pudiera hacerles daño. Al fin y al cabo, acababa de cargarse a una persona como si nada, casi sin esforzarse, y su enorme mandoble ya se encontraba desenvainado.

- Eso es lo que pasa cuando la escoria trata de imponerse a un demonio... -dijo en un tono bajo, aunque lo suficientemente alto como para que aquellos que estuvieran cerca pudieran escucharlo. Al principio no tenía intención de matar a nadie más, pero aquel tipo le había cabreado. Tal vez hacer una pequeña masacre no fuera una mala idea.

- ¡GAAAAAGH! ¡Mátalos, mátalos a todos! -gritaba Piru desde la lámpara, la cual había comenzado a mecerse por los movimientos de la pequeña cotorra.

El tipo que tenía al lado parecía estar cada vez más nervioso y al no verle bebida en la mano me imagine que sería por ello. La gente seguía murmurando detrás de mí, y cuando el de debajo de la chaqueta del chico salió un pájaro y se puso a revolotear el camarero se acercó al joven para pedirle que lo controlara de forma bastante mal educadas. La reacción del chico fue levantarse, parecía mucho más alto ahora de pies que lo que aparentaba sentado, además estaba bastante fuerte para alguien que parecía tan joven. Sin casi esfuerzo levantó al camarero, lanzándolo por los aires y luego lo estampó contra la barra, seguramente rompiéndole la nariz y varios dientes como mínimo. Además de comentar algo de un demonio, que no llegué a escuchar bien por el jaleo tras nosotros a pesar de estar cerca.

-Me parece jovencito que vas a tener que acompañarme al cuartel detenido, y si hay algún médico que se acerque a ver como esta este hombre. –Comenté al joven y el resto del bar a la vez que me levantaba del taburete y lo encaraba.- No me gustaría tener que obligarte a venir conmigo, ni tener que hacerte daño.

Esperaba que el joven no se resistiera, aunque la verdad, hacía mucho que no practicaba de verdad y puede que ese fuera un buen momento para ello, aunque debía recordar moderar su fuerza para no terminar matando al chico en el proceso. En caso de tener que pelear pediría a todos los del local que se alejaran, o trataría de sacar al chico de la taberna antes, aunque lo veía complicado. Entonces el pájaro que había soltado el joven empezó a decirle que matara a todos, cosa que seguramente no ayudara en esa situación.

Kenneth alzó una ceja mientras dirigía su mirada al pescado de la Marina, quien parecía no estar de acuerdo con su reacción. ¿Qué había de malo en lo que había hecho? Ese tipo había amenazado a Piru, y él tan solo le había dado su merecido. ¿Dónde estaba el problema? Definitivamente, aquella sociedad estaba completamente loca. Demasiadas restricciones... Pero no para él. Si realmente esperaba que fuera a entregarse como si nada lo llevaba claro. Tendría que preparar algo de sushi aquel día, y lo cierto es que la idea no le desagradaba. Tal vez a Piru le alegrara comer algo distinto después de tanto tiempo, aunque no encontraba la gracia a comerse los ojos de la gente. Cosas de pájaros, tal vez.

- ¿Hacerme daño...? -preguntó, ladeando el cuerpo para posicionarse de frente a él, evidenciando aún más la diferencia de tamaño que había entre ambos mientras apoyaba la espada en si hombro, mirándole desde arriba con sorna.

Algunas de las personas que se encontraban allí comenzaron a salir del local, bordeándoles a ambos para alcanzar la puerta, temerosos del enfrentamiento que estaba a punto de comenzar. El peliazul resopló y dejó escapar una leve carcajada, para justo después fruncir el ceño y esbozar una sonrisa demente, casi pareciendo que sus ojos habían comenzado a brillar con luz propia al reflejar la luz de las lámparas.

- No tenía intención de hacerte nada, pero visto lo visto parece que tengo excusa para divertirme un poco contigo. ¿Quieres llevarme contigo?

Instantes después de concluir aquella pregunta, el enorme mandoble de Kenneth estaba describiendo un amplio arco en el aire. Aquel golpe llevaba semejante fuerza que probablemente podría partir al contrario por la mitad sin demasiadas dificultades, aunque esperaba que le aguantara un poco más. "Espero poder ver esa fuerza superior antes de matarte" pensó, mientras retrocedía un poco y se preparaba para lo que estuviera por venir.

- Pues ven a por mí, basura.

El joven se me encaró, mirándome desde arriba, poniendo su arma sobre el hombro y dirigiéndole una mirada de superioridad. La gente aprovechó el giro que hizo para encararme para salir empezar a salir del local, cosa que agradecía para no tener que preocuparme por ellos. Alguien agarro además al camarero poniéndolo tras la barra, o llevándoselo mientras permanencia agachado. Esperaba que ese hombre no lo hubiera matado, aunque con el golpe no era algo a descartar.

De repente el tipo empezó a reírse y a decir que no tenía pensado hacerme nada, pero que le acababa de dar alguna excusa para hacerlo. Al parecer el chico estaba algo zumbado, o tenia delirios de grandeza, quizás sólo por ser alto y más fuerte que los de su raza pensara comerse el mundo y hacer su voluntad, pero no sería ese día ni en ese momento. Me prepare para su ataque, pues según lo que acababa de decir atacaría en breve. Efectivamente su espada comenzó a descender en un arco hacia mí, puede que no haberme avisado hubiera sido más difícil esquivar o parar el golpe, debía agradecerle luego haberlo avisado.

Salté hacia delante con un impulso de las rodillas colocándome justo a unos centímetros de él, agarrando el brazo de la espada del chico, forzándolo a parar el golpe para después golpear con la palma abierta el pecho del joven a la vez que le liberaba el brazo. No apliqué toda mi fuerza en el golpe, solamente un cuarto esperando no matarlo en el proceso. Si todo salía bien el joven no tendría más ganas de luchar y dejaría de oponerse. Sino, siempre podía usar más fuerza.

-La basura es la gente como tú que ataca al resto del mundo para sentirse superior sólo porque les han dicho cosas que no les gustan. –Ese tipo de gente me exasperaba, ojala supiera como era sentirse tan odiado como se sentían los Gyojin.- Mira te prometo que te pondré en la celda más bonita, con flores y cosas así para que no te deprimas.