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Akuma no mi
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Aaaah, Arabasta... Hogar del desierto, el calor inhumano y los pinchos de cabrerdo, el maravilloso híbrido que han creado algunos científicos para el sustento de las gentes del lugar.
Tras varias horas en un traqueteado viaje, llegáis a Nanohana, una de las múltiples ciudades portuarias que hay en Arabasta. En cuanto bajáis a tierra podéis ver como la calle principal, conectada inteligentemente con el puerto para ofrecer un rápido servicio, está llena de vida. Comerciantes vendiendo productos tales como especias, comidas exóticas, animales y un largo etcétera que podría llevaros varias horas enumerar. Podéis iros por libre para investigar, pero no olvidéis cual es vuestro ob... Olvidaba que recordaros porque habéis venido aquí.
Hace no mucho que escuchasteis el rumor de que había una banda de piratas con una buena suma por sus cabezas ocupando una de las ruinas que hay por toda la isla, en concreto una bastante especial. Se dice que es la única creada para rememorar a un extranjero que vivió por y para el desierto, el cual fue un gran aliado del reino de Alabasta. ¿Por qué quedarse ahí? Debido a que se le enterró con todas sus pertenencias, las cuales han sido confusas desde el momento mismo en el que se le enterró con ellas.
Bueno... ¡Libertad! Mucha suerte cazando a esa panda de indeseables, si es que los encontráis.
Tras varias horas en un traqueteado viaje, llegáis a Nanohana, una de las múltiples ciudades portuarias que hay en Arabasta. En cuanto bajáis a tierra podéis ver como la calle principal, conectada inteligentemente con el puerto para ofrecer un rápido servicio, está llena de vida. Comerciantes vendiendo productos tales como especias, comidas exóticas, animales y un largo etcétera que podría llevaros varias horas enumerar. Podéis iros por libre para investigar, pero no olvidéis cual es vuestro ob... Olvidaba que recordaros porque habéis venido aquí.
Hace no mucho que escuchasteis el rumor de que había una banda de piratas con una buena suma por sus cabezas ocupando una de las ruinas que hay por toda la isla, en concreto una bastante especial. Se dice que es la única creada para rememorar a un extranjero que vivió por y para el desierto, el cual fue un gran aliado del reino de Alabasta. ¿Por qué quedarse ahí? Debido a que se le enterró con todas sus pertenencias, las cuales han sido confusas desde el momento mismo en el que se le enterró con ellas.
Bueno... ¡Libertad! Mucha suerte cazando a esa panda de indeseables, si es que los encontráis.
Byakuro Kyoya
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Byakuro se ajustó las gafas de sol. Iba vestido con una túnica típica de la gente del desierto, y bajo ella llevaba una camisa y unos pantalones de lino negro. Paseaba por los puestos del mercado de Nanohana, observando a los vendedores que trataban de encasquetar sus mercancías a aquellos clientes dispuestos a pagarlas. El cazador caminaba en silencio, con el oído alerta, por si oía algo interesante sobre los hombres que estaba buscando. Llevaba oculto bajo los pliegues de la ropa un montón de carteles con las caras de los tipos.
El albino se detuvo, mirando hacia atrás, en dirección al puerto. Había dejado el barco en el puerto, con Mostaza volando sobre él. El pájaro verde se veía volando el círculos sobre el lugar aproximado donde estaba el barco amarrado. Byakuro suspiró y se dirigió a un restaurante cercano. Había dejado una Vivre Card a todos sus compañeros por si necesitaban encontrarlo en la abarrotada ciudad comercial.
El peliblanco entró en el local, un lugar amplio y con grandes ventanales. El interior era fresco, y el lugar parecía abarrotado de gente que disfrutaba de una comida deliciosa. Byakuro sintió cómo su boca iba encharcándose con la saliva, y se sentó en una mesa, dispuesto a tomar un pequeño "tentempié" antes de empezar a cazar. De todos modos, con algo de suerte tal vez encontrase algo de información. Y si no, siempre podía dejar que sus compañeros lo encontrasen allí, que para eso tenían sus Vivre Card.
Antes de empezar a ojear la carta, el cazador sacó su Den-Den Mushi y lo colocó en la mesa. Cualquier persona que hubiese quedado en el barco también podría hablar con él desde el navío.
El albino se detuvo, mirando hacia atrás, en dirección al puerto. Había dejado el barco en el puerto, con Mostaza volando sobre él. El pájaro verde se veía volando el círculos sobre el lugar aproximado donde estaba el barco amarrado. Byakuro suspiró y se dirigió a un restaurante cercano. Había dejado una Vivre Card a todos sus compañeros por si necesitaban encontrarlo en la abarrotada ciudad comercial.
El peliblanco entró en el local, un lugar amplio y con grandes ventanales. El interior era fresco, y el lugar parecía abarrotado de gente que disfrutaba de una comida deliciosa. Byakuro sintió cómo su boca iba encharcándose con la saliva, y se sentó en una mesa, dispuesto a tomar un pequeño "tentempié" antes de empezar a cazar. De todos modos, con algo de suerte tal vez encontrase algo de información. Y si no, siempre podía dejar que sus compañeros lo encontrasen allí, que para eso tenían sus Vivre Card.
Antes de empezar a ojear la carta, el cazador sacó su Den-Den Mushi y lo colocó en la mesa. Cualquier persona que hubiese quedado en el barco también podría hablar con él desde el navío.
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El castaño chasqueó la lengua, molesto, mientras caminaba por las calles de Nanohana, dejando atrás el puerto. Estas estaban repletas de gente de todo tipo; comerciantes, mercenarios, pregoneros... Por no hablar de la incontable cantidad de puestos que había en el mercadillo que recorría casi la totalidad de la vía principal. Un buen sitio para comenzar a investigar, seguramente, pero... ¿Por qué tenía que ir acompañado de él? Ni que fuera un niño pequeño del que hiciera falta que si hiciesen cargo. Si al menos su presencia no fuera tan molesta podría dedicarse a ignorarle simplemente, pero seguro que trataba de enseñarle algo durante su estancia allí. "Bushido, bushido... ¿Cuándo se dará cuenta de que no pienso seguir ese camino?" se decía a sí mismo mientras miraba de reojo al ronin.
- Tal vez deberíamos dividirnos para recabar información -le dijo, por si colaba, aunque no tenía demasiadas esperanzas.
Mientras tanto seguían avanzando por las animadas calles de Nanohana. Hacía un calor realmente bochornoso, pero se veía ligeramente menguado gracias a sus ropas: una túnica de un tono marrón quemado, con algunos detalles negros y, bajo esta, una camisa oscura de manga corta, así como su pantalón y botas. Envainada a la cintura y sujeta a esta con una tela reposaba Yoake, su espada de filo oscuro como la noche. La verdad es que se sentía un tanto extraño con ese aspecto, tan alejado de su estilo habitual, pero llevar ropajes de cuero no habría sido lo más inteligente en mitad de un desierto. Tampoco era incómodo al fin y al cabo, ¿no? Más fresco y eso.
Su mirada recorría con avidez los rostros de las personas de su alrededor, tratando de discernir cuál sería la mejor forma de abarcar el tema de los piratas, además de suponer quiénes podrían obtener información más valiosa. Los taberneros solían escuchar rumores a diario, por lo que podría ser un buen sitio por el que empezar, aunque lo cierto es que esa misma norma podría aplicarse a los comerciantes. De hecho, tal vez estos incluso pudieran contarles algo más que los primeros, por eso de que viajaban de un lado para otro en busca del máximo beneficio. De alguna forma aquel comportamiento se asemejaba al suyo propio, aunque él lo había llevado al extremo. Pero en fin, supuso que no podían permitirse más por el momento. Iba siendo hora de hacer alarde de sus increíbles capacidades como recaudador de información... Si es que las tenía, tampoco es que esté muy clara la cosa.
- Hiroyuki-san... Si me disculpa, voy a hablar con ese hombre de allí -dijo señalando hacia un vendedor de tapices, notándose en su tono cierto deje de desprecio, aunque de forma leve. Una vez llegó hasta el puesto, comenzó con su actuación- Vaya, si que tiene cosas interesantes aquí... Seguro que ha debido recorrer un largo camino para obtenerlas.
Empezaría por entablar conversación como un transeúnte normal y corriente, armado, eso sí, pero a fin de cuentas... ¿Quién no iba armado en aquellos tiempos? Era lo más normal del mundo, sobre todo entre cualquier viajero. En cualquier caso, cuando la situación se hubiese normalizado trataría de que le contara algún rumor que hubiese escuchado y, después, se marcharía por donde había venido. No pensaba comprar nada... Al fin y al cabo, ¿quién querría unas cosas tan feas? No eran dignas de formar parte de su camarote.
- Tal vez deberíamos dividirnos para recabar información -le dijo, por si colaba, aunque no tenía demasiadas esperanzas.
Mientras tanto seguían avanzando por las animadas calles de Nanohana. Hacía un calor realmente bochornoso, pero se veía ligeramente menguado gracias a sus ropas: una túnica de un tono marrón quemado, con algunos detalles negros y, bajo esta, una camisa oscura de manga corta, así como su pantalón y botas. Envainada a la cintura y sujeta a esta con una tela reposaba Yoake, su espada de filo oscuro como la noche. La verdad es que se sentía un tanto extraño con ese aspecto, tan alejado de su estilo habitual, pero llevar ropajes de cuero no habría sido lo más inteligente en mitad de un desierto. Tampoco era incómodo al fin y al cabo, ¿no? Más fresco y eso.
Su mirada recorría con avidez los rostros de las personas de su alrededor, tratando de discernir cuál sería la mejor forma de abarcar el tema de los piratas, además de suponer quiénes podrían obtener información más valiosa. Los taberneros solían escuchar rumores a diario, por lo que podría ser un buen sitio por el que empezar, aunque lo cierto es que esa misma norma podría aplicarse a los comerciantes. De hecho, tal vez estos incluso pudieran contarles algo más que los primeros, por eso de que viajaban de un lado para otro en busca del máximo beneficio. De alguna forma aquel comportamiento se asemejaba al suyo propio, aunque él lo había llevado al extremo. Pero en fin, supuso que no podían permitirse más por el momento. Iba siendo hora de hacer alarde de sus increíbles capacidades como recaudador de información... Si es que las tenía, tampoco es que esté muy clara la cosa.
- Hiroyuki-san... Si me disculpa, voy a hablar con ese hombre de allí -dijo señalando hacia un vendedor de tapices, notándose en su tono cierto deje de desprecio, aunque de forma leve. Una vez llegó hasta el puesto, comenzó con su actuación- Vaya, si que tiene cosas interesantes aquí... Seguro que ha debido recorrer un largo camino para obtenerlas.
Empezaría por entablar conversación como un transeúnte normal y corriente, armado, eso sí, pero a fin de cuentas... ¿Quién no iba armado en aquellos tiempos? Era lo más normal del mundo, sobre todo entre cualquier viajero. En cualquier caso, cuando la situación se hubiese normalizado trataría de que le contara algún rumor que hubiese escuchado y, después, se marcharía por donde había venido. No pensaba comprar nada... Al fin y al cabo, ¿quién querría unas cosas tan feas? No eran dignas de formar parte de su camarote.
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Akuma no mi
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Calor, calor y más calor. ¿Por qué teníamos que venir a esta isla? Byakuro no pudo elegir otra mejor para perseguir a quien sabe qué tipos. No pudo ser una con un clima tropical, otoñal, primaveral… No, tuvo que ser en donde por dar un solo paso sientes que toda el agua que tiene tu cuerpo se evapora. Suspiré mientras maldecía la isla, el sol y este clima. Al menos, ya nada podía ser peor que este horrendo calor. ”Bien, solo no tengo que meter la pata.” – pensaba mientras trataba de desviar esa horrible sensación de calor a otro lado y concentrarme en lo que importaba. Por suerte, tenía las ropas típicas que usaban las mujeres de la isla y también cinco botellas de agua, dos a mi costado derecho de mi cintura y tres en el otro.
La ciudad de Nanohana era cuanto menos interesante. Muchos locales de venta aquí y por allá y sus productos eran variados. ”No me sorprendería encontrarme con un puesto de venta y compra de cadáveres” - ¿Qué podía hacer? No quería estar sola en una isla como esta y menos con este calor. Si bien hace ya un tiempo que había ingresado al gremio, no había entablado alguna especie de conversación o amistad, salvo con el capitán. Suspiré de nuevo y bebí un largo trago de agua para refrescarme, me arreglé un poco el sombrero que llevaba encima y me detuve en una pequeña sombra para pensar con algo de claridad… ¿Qué podía hacer? La idea de estar con el Shichibukai no me tentaba mucho, no quería parecer esa chica que buscaba protección del capitán. ¿Ir sola? Tampoco me terminaba de tentar, como dije, no iba a estar sola en una isla tan grande (aun cuando tuviera la vivre card del capitán)… Me quedaba… Ir con alguien y encontrar información con ese alguien. ¿Quién iba a ser ese alguien?
– Supongo que van a ser ellos – susurré mientras los veía pasar. Si no mal recordaba, eran Shun y Kazuo. Había escuchado que ambos provenían de la isla de Wano, samuráis por excelencia y, supuestamente, vivían con la sendera del honor. Eran un par interesante y podría aprender de ellos… En la medida de lo posible, claro. – Considerando mis opciones, es lo mejor… Creo. – No tardé mucho en acercarme a ellos. Noté que uno de ellos se dirigía a uno de los puestos. Llegué justo para escuchar lo que le decía. No hice ningún comentario y solo me quedé observando todo con curiosidad. Mi mirada se paseaba entre el chico de pelo castaño, el vendedor y sus objetos. Mirara donde mirara… Todo aburría.
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Akuma no mi
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Un suspiro se escapo de los labios de la Chrome, mientras ella seguía caminando entre la multitud, buscando con sus ojos de distintos colores (no llevaba puesto el parche) a sus compañeros de banda o a alguno de los hombres que se encontraban en los carteles de se busca que llevaba guardados en los bolsillos internos de su chaqueta, junto a la Vivre Card de Byakuro-san. -Me preguntó que estará haciendo Tsubasa...- Murmuró al tiempo que alzaba la cabeza para observar el cielo, totalmente despejado, necesitando poner una mano sobre su cabeza para hacer sombra con esta de lo brillante que era. ¿Cuánto hacía que no pasaba un tiempo "a solas" paseando o haciendo cosas que haría una chica normal? "No es tiempo para lamentarse por mi pasado o mi futuro..." Pensó antes de seguir su avance, volviendo la vista al frente para no tropezarse con nadie. No estaba en esa ciudad para divertirse o vaguear. Tenían una misión que cumplir y la completarían sin más problema. Aunque, ¿dónde debería empezar a buscar?
Al poco de desembarcar, cada uno había ido por su lado, con la única idea de tener que capturar a los bandidos con recompensa. Pero...¿Cómo debían proceder? Era obvio que lo primero era adecuar sus ropas para "camuflarse" con la ciudad, cosa que ya había hecho, aunque no como la mayoría de sus compañeros. Su ropa consistía en una chaqueta del mismo largo que la que solía llevar(aunque de manga corta) y una falda, ambas prendas echas del mismo tejido que la ropa típica del lugar, de distintos tonos de beige. Además, bajo la chaqueta (que llevaba abierta) vestía una camisa, también de manga corta, que llevaba atada por encima de la cintura y dejaba su vientre al descubierto. En lugar de sus botas, lucía unos botines (del mismo color que su ropa) y unos calcetines largos de lycra oscura.
"Quizá sea buena idea preguntar en alguna tienda o restaurante..." Se dijo a sí misma antes de encaminarse hacia la calle principal, la cual se encontraba a rebosar de puestos,, todos con mercancía variada: frutas exóticas, telas y tapices de alta calidad, baratijas, joyas...Y por lo visto, en una de esas tiendas se encontraban dos de sus compañeros. El narcisista con el que fue de misión la última vez y la rubia de bote que se había unido al barco hacía poco. "¿Será verdad lo que dicen de las rubias?..." Se preguntó mientras se encaminaba hacía ambos, aunque sin intención de unirse a ellos. "¿Cómo si me importara lo que esos idiotas están haciendo juntos..." Pensó antes de desviar la mirada y encontrarse con que el maestro del cazurro estaba con ellos. -Supongo que por preguntar si han visto algo no pasará nada...- Murmuró antes de detenerse en el puesto que había al lado del de tapices, un puesto de frutas del que pidió a la dependienta que el diera unos dátiles, ya que eran más baratos que las manzanas, peras...Ganando así tiempo para que terminaran de hablar los otros.
Al poco de desembarcar, cada uno había ido por su lado, con la única idea de tener que capturar a los bandidos con recompensa. Pero...¿Cómo debían proceder? Era obvio que lo primero era adecuar sus ropas para "camuflarse" con la ciudad, cosa que ya había hecho, aunque no como la mayoría de sus compañeros. Su ropa consistía en una chaqueta del mismo largo que la que solía llevar(aunque de manga corta) y una falda, ambas prendas echas del mismo tejido que la ropa típica del lugar, de distintos tonos de beige. Además, bajo la chaqueta (que llevaba abierta) vestía una camisa, también de manga corta, que llevaba atada por encima de la cintura y dejaba su vientre al descubierto. En lugar de sus botas, lucía unos botines (del mismo color que su ropa) y unos calcetines largos de lycra oscura.
- ropa:
"Quizá sea buena idea preguntar en alguna tienda o restaurante..." Se dijo a sí misma antes de encaminarse hacia la calle principal, la cual se encontraba a rebosar de puestos,, todos con mercancía variada: frutas exóticas, telas y tapices de alta calidad, baratijas, joyas...Y por lo visto, en una de esas tiendas se encontraban dos de sus compañeros. El narcisista con el que fue de misión la última vez y la rubia de bote que se había unido al barco hacía poco. "¿Será verdad lo que dicen de las rubias?..." Se preguntó mientras se encaminaba hacía ambos, aunque sin intención de unirse a ellos. "¿Cómo si me importara lo que esos idiotas están haciendo juntos..." Pensó antes de desviar la mirada y encontrarse con que el maestro del cazurro estaba con ellos. -Supongo que por preguntar si han visto algo no pasará nada...- Murmuró antes de detenerse en el puesto que había al lado del de tapices, un puesto de frutas del que pidió a la dependienta que el diera unos dátiles, ya que eran más baratos que las manzanas, peras...Ganando así tiempo para que terminaran de hablar los otros.
Ichimura Hachiro
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Con un suspiro, movió su mano velozmente hacia la nuca de su aprendiz. Evitó darle con tanta fuerza como para hacerle daño, pero no se contuvo. ¿Se creía que iba a engañarle para librarse de él e irse por ahí a armarla? Seguro que si lo dejaba solo se metería en algún jaleo, o haría alguna de las suyas. No le apetecía recibir noticias de que lo habían encontrado robando o amenazando a alguien, o que había aparecido borracho en algún prostíbulo. "En fin, hora de continuar." La recolección de información no era lo suyo, pero tampoco era algo en lo que fuera un profano. En su época de cazador solitario había tenido que buscarse él mismo la vida para localizar a los criminales, interrogando a gente y empleando toda clase de artimañas. Por otro lado... le desagradaban aquella clase de tareas. Por suerte iban con sus compañeros de gremio. De repente Kazuo le indicó que se acercaría a un puesto. Shun le dio permiso con un leve movimiento de cabeza y lo vigiló con cautela. No tenía a su aprendiz en mucha estima, y lo veía capaz de hacer cosas bastante peores de las que realmente haría normalmente. De repente se acercó una de las chicas nuevas de la tripulación, una rubia... creía recordar que se llamaba Misa. Parecía bastante aburrida... y poco alerta.
- Estate atenta - le susurró - Al ser una ciudad mercantil, Nanohana está llena de ladronzuelos dispuestos a echar mano de las bolsas de los viajeros. Y a veces aparece gente algo peor que simples ladrones.
Conocía ya la ciudad. Había estado en el pasado cazando bandidos, y había tenido la oportunidad de comprobar que no era un lugar demasiado agradable. Ya no sólo por el intenso calor (que él contrarrestaba con un aura de viento a su alrededor para darle el fresco, y un parasol de papel aceite), si no por gente como aquella. Aunque no lo hubiese dejado traslucir, llevaba alerta desde que habían puesto un pie en la ciudad, y tenía su mantra activado todo el rato. Iba vestido de manera un tanto cantosa para el lugar, pero eso le daba más bien igual. A diferencia de sus compañeros, no se había adaptado tanto para el desierto. Iba con su kasa para taparse la cabeza y el parasol para hacer un poco de sombra. A parte de eso y del aura del viento, lo único que llevaba para contrarrestar el calor eran cinco cantimploras en lugar de una, como solía. Por lo demás, llevaba su kimono azul y sus sandalias de madera. Se fijó en que Chrome también andaba por ahí. "Byakuro-san tiene una seria obsesión con meter mujeres en su banda" pensó, meneando la cabeza.
De repente, Shun se dirigió a un callejón secundario. Se cercioró de que nadie le miraba, y su figura desapareció al convertirse en viento. Volvió a recomponerse varios metros sobre los tejados, observando los alrededores. Quién sabe lo que podría ver así. No esperaba encontrarse a los bandidos en mitad de Nanohana, pero estaban en la clase de ciudades en que convenía mantener un ojo sobre el terreno. Si no encontraba nada relevante, volvería con Kazuo.
- Estate atenta - le susurró - Al ser una ciudad mercantil, Nanohana está llena de ladronzuelos dispuestos a echar mano de las bolsas de los viajeros. Y a veces aparece gente algo peor que simples ladrones.
Conocía ya la ciudad. Había estado en el pasado cazando bandidos, y había tenido la oportunidad de comprobar que no era un lugar demasiado agradable. Ya no sólo por el intenso calor (que él contrarrestaba con un aura de viento a su alrededor para darle el fresco, y un parasol de papel aceite), si no por gente como aquella. Aunque no lo hubiese dejado traslucir, llevaba alerta desde que habían puesto un pie en la ciudad, y tenía su mantra activado todo el rato. Iba vestido de manera un tanto cantosa para el lugar, pero eso le daba más bien igual. A diferencia de sus compañeros, no se había adaptado tanto para el desierto. Iba con su kasa para taparse la cabeza y el parasol para hacer un poco de sombra. A parte de eso y del aura del viento, lo único que llevaba para contrarrestar el calor eran cinco cantimploras en lugar de una, como solía. Por lo demás, llevaba su kimono azul y sus sandalias de madera. Se fijó en que Chrome también andaba por ahí. "Byakuro-san tiene una seria obsesión con meter mujeres en su banda" pensó, meneando la cabeza.
De repente, Shun se dirigió a un callejón secundario. Se cercioró de que nadie le miraba, y su figura desapareció al convertirse en viento. Volvió a recomponerse varios metros sobre los tejados, observando los alrededores. Quién sabe lo que podría ver así. No esperaba encontrarse a los bandidos en mitad de Nanohana, pero estaban en la clase de ciudades en que convenía mantener un ojo sobre el terreno. Si no encontraba nada relevante, volvería con Kazuo.
Krieg1
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Bostecé, profundamente aburrido en mi deambular por Nanohana. Las multitudes nunca me habían gustado: te miraban mal, juzgaban y resultaba difícil contener la sed de sangre con tanto idiota suelto. Y todo eso sin contar el alboroto que a menudo causaba un desequilibrado mental como recorriendo las calles sin rumbo fijo y aullando incoherencias a pleno pulmón, resultando en que la guardia local pretendiese arrestar al loco y la subsiguiente sangría que se desataba.
Había sido idea mía, precisamente, pasar a unos rincones tan poco transitados y, quizás, tan peligrosos a la vez, para poder evitar la posibilidad de perder la chaveta y darle problemas a Byakuro. Probablemente tuviera algo que ver el haberme separado de mi capitán, junto al cual dejé el barco, por ponerme a perseguir un descarado perro callejero que no dejaba de ladrarme, pero tal hecho resultaba ahora irrelevante pues necesitaba conseguir algún tipo de información sobre nuestro objetivo o, por lo menos, no perder el control sobre mis impulsos homicidas.
Al revés que mis compañeros, yo había nacido y crecido en una isla de verano, un yermo tan cruel o más que el desierto de Arabasta, por lo que mi piel ya se había acostumbrado al calor asfixiante y a los inclementes rayos del sol. No obstante, llevaba colgada a las correas y sujeciones de mi torso una bolsa con una bota de agua fresca y una capa con capucha para cuando tocara salir al desierto.
"Mejor es prevenir que curar. Además, nunca está de más hacer caso a un Shichibukai."
Gruñí y agité una mano delante de mi cara, intentando espantar los pensamientos que se esforzaban en carcomerme la cabeza. Por primera vez en mucho tiempo, mi hacha permanecía guardada, lejos de la mano que la hacía rebanar músculos y arterias, y eso no dejaba de producirme una sensación de incómoda inseguridad.
De súbito detuve mi caminar y miré a mi alrededor. Los callejones como aquellos sólo dejaban entrever a algún indeseable de poca monta y basuras varias, pero mi único ojo sano buscaba con avidez algo más: edificios abandonados.
- Encontraré la basura en la que se esconden las ratas y la aplastaré con el peso de la ironía... -Murmuré, sin haber abandonado mi deje maníaco característico en la voz.
Saqué la Vivre card que me había dado el jefe antes del bolsillo de mi pantalón, asegurándome de la dirección a la que, se suponía, debía señalar el pedazo de papel y que se debía tratar del propio Byakuro. Realizada la comprobación, volví a guardar el papel y retomé con cuidado el análisis de los alrededores.
Había sido idea mía, precisamente, pasar a unos rincones tan poco transitados y, quizás, tan peligrosos a la vez, para poder evitar la posibilidad de perder la chaveta y darle problemas a Byakuro. Probablemente tuviera algo que ver el haberme separado de mi capitán, junto al cual dejé el barco, por ponerme a perseguir un descarado perro callejero que no dejaba de ladrarme, pero tal hecho resultaba ahora irrelevante pues necesitaba conseguir algún tipo de información sobre nuestro objetivo o, por lo menos, no perder el control sobre mis impulsos homicidas.
Al revés que mis compañeros, yo había nacido y crecido en una isla de verano, un yermo tan cruel o más que el desierto de Arabasta, por lo que mi piel ya se había acostumbrado al calor asfixiante y a los inclementes rayos del sol. No obstante, llevaba colgada a las correas y sujeciones de mi torso una bolsa con una bota de agua fresca y una capa con capucha para cuando tocara salir al desierto.
"Mejor es prevenir que curar. Además, nunca está de más hacer caso a un Shichibukai."
Gruñí y agité una mano delante de mi cara, intentando espantar los pensamientos que se esforzaban en carcomerme la cabeza. Por primera vez en mucho tiempo, mi hacha permanecía guardada, lejos de la mano que la hacía rebanar músculos y arterias, y eso no dejaba de producirme una sensación de incómoda inseguridad.
De súbito detuve mi caminar y miré a mi alrededor. Los callejones como aquellos sólo dejaban entrever a algún indeseable de poca monta y basuras varias, pero mi único ojo sano buscaba con avidez algo más: edificios abandonados.
- Encontraré la basura en la que se esconden las ratas y la aplastaré con el peso de la ironía... -Murmuré, sin haber abandonado mi deje maníaco característico en la voz.
Saqué la Vivre card que me había dado el jefe antes del bolsillo de mi pantalón, asegurándome de la dirección a la que, se suponía, debía señalar el pedazo de papel y que se debía tratar del propio Byakuro. Realizada la comprobación, volví a guardar el papel y retomé con cuidado el análisis de los alrededores.
Dr Zhivago
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El mecer de las olas y aquellos furtivos rayos de sol que traspasaban la habitación por aquellas cortinas de tirillas de madera acabaron por despertarme. -Qué demonios están haciendo ahí fuera, tan solo es la una de la tarde- refunfuñaba mientras me envolvía más aún en mis sabanas, como si el capullo de un gusano de seda se tratará.
La habitación tenía un estilo victoriano fusionado con los aspectos más siniestros del gótico en determinados detalles. Una cama de grandes dimensiones al lado de un escritorio era lo más tópico que tenía la habitación, la cual estaba perfectamente ordenada de tal forma que se aprovechara al máximo el tamaño de la misma. La primera cosa que llamaba la atención era la gran cantidad de estanterías que había en la habitación, cada una con de ellas con alguna muestras de cráneos huesos y dentaduras de las más variadas especies digna de las delicias de cualquier sabueso junto algunos tarros tan cubiertos de polvo que era imposible adivinar lo que contenía de no ser por el etiquetado, ya que toda y cada una de las muestras estaban etiquetadas y ordenadas por un orden solo descifrable por el propio doctor. Y las que no tenían muestras estaban repleta de libros, en su mayoría ensayos que había realizado en la universidad o manuscritos que había copiado a mano. En el centro de la sala había un par de piezas de museo, una de ellas era un sarcófago negro con unos grabados plateados, a su lado un pedestal el cual tenía un libro manuscrito de una época anterior al propio Roger abierto por la página 56.
La semana pasada había sido una jornada muy dura, había aprovechado todo el viaje para avanzar con ciertas investigaciones, había terminado por estudiar el árbol genealógico de la familia real de Arabasta, aún así aquel conocimiento era insuficiente para mi, aún continuaba deseando realizar una autopsia a aquellos cadáveres. ¿Cuántos secretos estarían escritos en sus huesos? Y no solo era eso, por fin podría descifrar el secreto que guardaba con tanto celo la corona bajo llave, la embalsación perfecta, si pudiera aprenderla mi cadáver podría quedar eterno, visible, admirable tanto para mis contemporáneos como para mis sucesores, aunque sería una lastima no sentir como me descomponía, pero en fin, no se podía tener todo en esta vida, o al final de esta.
Fuera como fuese, debería empezar a moverme o me quedaría atrás respecto a mis compañeros. Rápidamente cogiendo la maleta que había preparado la noche anterior y una gabardina, la cual agarré con la mano opuesta, salí del camarote y subiendo a toda prisa a cubierta me detuve a observar el puerto. Al parecer todos habían abandonado ya el barco, por lo que dando un par de vueltas por cubierta cogí el Den den Mushi del barco y pregunté al capitán:
-El barco se queda solo, creo que anda el nuevo por ahí pero no estoy muy seguro, dime dónde te encuentras y pasaré más tarde a reunirme allí cuando consiga algo de...información- dije finalizando de forma siniestra asintiendo a la contestación que me diera.
Ignorando completamente la orden que me diera saldría del barco y daría un garbeo por las tiendas sin soltar en ningún momento mi maleta ni mi gabardina, tras un par de vueltas sin llegara a alejarme mucho del barco comprobé que aquel calor no me afectaba, a diferencia que los norteños los sureños eramos mucho más resistentes que aquellas cabras peludas que se habían llamar “hombres”, salvajes les quedaba mejor.
-Qué…pereza- exclamé bostezando al ver la gran cantidad de subvenir que vendían en aquellas tiendas -No hay nada interesante- musité mientras me rascaba la nariz con la mano que sujetaba el abrigo.
Mirando un par más de escaparates me percate de que la gente se asombraba de que llevará abrigo, seguramente pensarán que era un turista despistado, la cual era una de mis intenciones, con suerte llamaría la atención de algún ladronzuelo espabilado al que podría interrogar. Aunque ahora que lo recordaba, al último hombre que torturé, acabo con dentadura postiza, el tipo no habló hasta que le retiré la segunda muela, pero bueno después continué sacándole dientes, fue algo muy divertido aunque tal vez no debí de olvidarme la anestesia para esos últimos, el tío al menos había dicho la información que necesitaba.
Mi segunda intención no era comprar alguna antigüedad interesante, que también. Era observar las piezas que había en las tiendas de antigüedades de los alrededores, si los hombres estaban saqueando las ruinas evidentemente estas las venderían en estas tiendas, y que lugar mejor para vender una pieza de museo que en uno de los principales puertos del país donde el trafico de mercancías no llamaría la atención. El plan era bueno, pero lo difícil sería que no me diera pereza hacerlo.
La habitación tenía un estilo victoriano fusionado con los aspectos más siniestros del gótico en determinados detalles. Una cama de grandes dimensiones al lado de un escritorio era lo más tópico que tenía la habitación, la cual estaba perfectamente ordenada de tal forma que se aprovechara al máximo el tamaño de la misma. La primera cosa que llamaba la atención era la gran cantidad de estanterías que había en la habitación, cada una con de ellas con alguna muestras de cráneos huesos y dentaduras de las más variadas especies digna de las delicias de cualquier sabueso junto algunos tarros tan cubiertos de polvo que era imposible adivinar lo que contenía de no ser por el etiquetado, ya que toda y cada una de las muestras estaban etiquetadas y ordenadas por un orden solo descifrable por el propio doctor. Y las que no tenían muestras estaban repleta de libros, en su mayoría ensayos que había realizado en la universidad o manuscritos que había copiado a mano. En el centro de la sala había un par de piezas de museo, una de ellas era un sarcófago negro con unos grabados plateados, a su lado un pedestal el cual tenía un libro manuscrito de una época anterior al propio Roger abierto por la página 56.
La semana pasada había sido una jornada muy dura, había aprovechado todo el viaje para avanzar con ciertas investigaciones, había terminado por estudiar el árbol genealógico de la familia real de Arabasta, aún así aquel conocimiento era insuficiente para mi, aún continuaba deseando realizar una autopsia a aquellos cadáveres. ¿Cuántos secretos estarían escritos en sus huesos? Y no solo era eso, por fin podría descifrar el secreto que guardaba con tanto celo la corona bajo llave, la embalsación perfecta, si pudiera aprenderla mi cadáver podría quedar eterno, visible, admirable tanto para mis contemporáneos como para mis sucesores, aunque sería una lastima no sentir como me descomponía, pero en fin, no se podía tener todo en esta vida, o al final de esta.
Fuera como fuese, debería empezar a moverme o me quedaría atrás respecto a mis compañeros. Rápidamente cogiendo la maleta que había preparado la noche anterior y una gabardina, la cual agarré con la mano opuesta, salí del camarote y subiendo a toda prisa a cubierta me detuve a observar el puerto. Al parecer todos habían abandonado ya el barco, por lo que dando un par de vueltas por cubierta cogí el Den den Mushi del barco y pregunté al capitán:
-El barco se queda solo, creo que anda el nuevo por ahí pero no estoy muy seguro, dime dónde te encuentras y pasaré más tarde a reunirme allí cuando consiga algo de...información- dije finalizando de forma siniestra asintiendo a la contestación que me diera.
Ignorando completamente la orden que me diera saldría del barco y daría un garbeo por las tiendas sin soltar en ningún momento mi maleta ni mi gabardina, tras un par de vueltas sin llegara a alejarme mucho del barco comprobé que aquel calor no me afectaba, a diferencia que los norteños los sureños eramos mucho más resistentes que aquellas cabras peludas que se habían llamar “hombres”, salvajes les quedaba mejor.
-Qué…pereza- exclamé bostezando al ver la gran cantidad de subvenir que vendían en aquellas tiendas -No hay nada interesante- musité mientras me rascaba la nariz con la mano que sujetaba el abrigo.
Mirando un par más de escaparates me percate de que la gente se asombraba de que llevará abrigo, seguramente pensarán que era un turista despistado, la cual era una de mis intenciones, con suerte llamaría la atención de algún ladronzuelo espabilado al que podría interrogar. Aunque ahora que lo recordaba, al último hombre que torturé, acabo con dentadura postiza, el tipo no habló hasta que le retiré la segunda muela, pero bueno después continué sacándole dientes, fue algo muy divertido aunque tal vez no debí de olvidarme la anestesia para esos últimos, el tío al menos había dicho la información que necesitaba.
Mi segunda intención no era comprar alguna antigüedad interesante, que también. Era observar las piezas que había en las tiendas de antigüedades de los alrededores, si los hombres estaban saqueando las ruinas evidentemente estas las venderían en estas tiendas, y que lugar mejor para vender una pieza de museo que en uno de los principales puertos del país donde el trafico de mercancías no llamaría la atención. El plan era bueno, pero lo difícil sería que no me diera pereza hacerlo.
Steve
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- Byakuro:
- La carta en si es una maravilla, no solo por la comida que puedes elegir, un esplendoroso despliegue cárnico, sino por la carta en si, con letras bañadas en lo que parece ser oro, excepto la primera letra de cada frase, que es un poco más grande que estas y estan hechas de plata. A parte de la ostentosa carta, puedes notar que en el restaurante parecen mantener un nivel de conversación inexistente... excepto por un grupo de tres personas, dos transeúntes y un camarero del restaurante.
La conversación parece ser... extraña, aunque hablan lo suficientemente bajo como para que solo se oigan susurros. Los ves desaparecer un momento por una puerta trasera y de repente aparece una camarera preguntándote que quieres ordenar.
- Kazuo:
- Los tapices no son algo de interés, pero todo sea por estar lejos de ese aburrido ventoso un rato ¿no? Antes de irte ves algo que te llama la atención, un pequeño cartelito que pone "Tapices personalizados por un 25% del precio normal". ¿Te imaginas tu cara forrando la mitad de tu habitación o, mejor aún, sustituyendo las velas del barco? Debido a la enorme cantidad de gente notas varios empujones, pero posiblemente no sea nada.
- Misa:
- En cuanto llegas a donde los dos hombres, uno de estos se aleja y el otro se va... menudo carisma tienes. Además de eso puedes ver como alguien se choca contra Kazuo y sale corriendo con algo alargado entre las manos. Parece que es la espada del samurai ¿no deberías avisarle de que le acaban de robar? Aunque parece demasiado ensimismado como para que pueda reaccionar a tiempo y quizás con toda la gente que hay por ahí no seáis capaces de encontrarle de nuevo.
- Chrome:
- Los dátiles son enormes, casi del tamaño de un puño y presentan varios colores, desde rojo hasta amarillo y la mujer prácticamente te los regala. Lo tuyo parece que es el negocio, aunque posiblemente por tu apariencia, pues la mujer parecía un poco asustada. Aún a pesar del ruido que hay por el vaivén de la gente, puedes oír una conversación que se eleva por encima del nivel de ruido, aunque al estar lo suficientemente lejos y el murmullo de la gente de la calle lo ahoga y solo oyes gritos. Quizás tu apariencia intimidante te ayude a saber que pasa ahí.
- Shun:
- Desde el tejado puedes ver una tormenta de arena que parece alejarse. Al menos sabes que eso no os molestará por ahora, pero un peligro te alerta. Cuando te fijas puedes ver un grupo de gyojin entrando en un tugurio y si, has visto bien, todos llevaban caretas de payaso ¿Estarían entrando en el circo de Nanohana? No creo, la verdad, pero tu discípulo puede que cause problemas mientras tú no estés.
- Krieg:
- Ante ti y como por arte de magia aparece un edificio semiderruido. Si no empiezas a gritar como haces siempre, puedes oír gritos provenientes de allí y alguna que otra risa. Posiblemente estén teniendo una jocosa ronda de chistes. Te recomendaría entrar, pero no me suelen gustar las casas embrujadas.
- Zhivago:
- Llegas a las tiendas de antigüedades y podrías ponerte a trabajar, pero justo al lado hay una enorme... clínica dental. Es un edificio que casi abarca toda la calle. Su interior, que puedes ver a través de sus ventanas, esta impoluto y... parece que buscan dentistas ¿No te parece una buena ocasión para conseguir unos pocos dientes?
Byakuro Kyoya
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Byakuro observó la variada variedad de variados platos. Sin duda, el menú invitaba a probarlos todos, pues a cada página que pasaba, las delicatessen que encontraba eran mejores y mejores. El cazador entonces escuchó unas sillas moviéndose y se dio cuenta de que un sonido había dejado de llenar su fondo acústico. Estaba seguro de que algo había estado sonando durante todo aquel tiempo, y al ver que había parado, se había dado cuenta de eso. El chico desvió la mirada hacia el lugar del que provenía el ruido de las sillas, y vio a tres hombres dirigirse a una puerta trasera. El chico se extrañó un poco ante aquel comportamiento sospechoso, más aún viendo que uno de ellos era un camarero del lugar. El cazador desvió la mirada entonces hacia una chica que se acercaba a pedirle nota. Tenía que deshacerse rápido de ella, así que miró la carta rápidamente y dijo:
- Quiero un filete Swarbrost, poco hecho... -entonces se dio cuenta de que tal vez necesitase tiempo-. Mejor muy hecho, casi carbonizado, quiero que la carne sepa a madera quemada, no sé si me explico. Oh, y de beber un zumito. -se levantó de golpe, ignorando a la mujer y empezó a caminar hacia la puerta, esperando ver un cartelito que indicase a dónde llevaba. En caso de no haberlo, se prepararía para entrar allí, activando su mantra para evitar posibles sorpresas desagradables.
Tras cercionarse de que estaba listo, llevó la mano al picaporte y se dispuso a entrar.
- Quiero un filete Swarbrost, poco hecho... -entonces se dio cuenta de que tal vez necesitase tiempo-. Mejor muy hecho, casi carbonizado, quiero que la carne sepa a madera quemada, no sé si me explico. Oh, y de beber un zumito. -se levantó de golpe, ignorando a la mujer y empezó a caminar hacia la puerta, esperando ver un cartelito que indicase a dónde llevaba. En caso de no haberlo, se prepararía para entrar allí, activando su mantra para evitar posibles sorpresas desagradables.
Tras cercionarse de que estaba listo, llevó la mano al picaporte y se dispuso a entrar.
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Era aburrido, se suponía que teníamos que buscar información acerca de unos piratas y nadie nos decía algo acerca de lo que buscábamos. Y, al parecer, Kazuo tampoco tenía mucha suerte o, mejor dicho, ni siquiera estaba preguntando algo y solo se centraba en mirar esos tapices extraños y feos. ¿Quién en su sano juicio adornaría su habitación con ellos? Seguramente, nadie. O, al menos, yo no querría hacerlo ni aunque tuviera mil drogas metidas en mi cuerpo. Suspiré y escuché como alguien me decía que debía estar atenta, que en una ciudad como Nanohana los ladrones y pervertidos estaban a la luz del día… Miré sobre mi hombro y la persona que me había hablado, ya no estaba. No le di mucha importancia.
– Quizás tenga mayor suerte si voy en solitario… Pero hay demasiada gente… – pensaba en voz alta, pero solo eran susurros para el resto – Si me llego a perder… – la sola idea de perderme en una ciudad tan grande como esta y con un clima horrible me hizo de inmediato convencerme de que debía seguir con Kazuo y la nueva chica que había llegado. – Sí, es lo mejor. Veamos qué pasa. – Volví a mirar al espadachín a tiempo para ver que alguien lo chocaba ”Normal entre tanta gente y poco espacio” – pero había notado algo raro… No podía asegurarlo con toda certeza, pero juraba que aquel castaño llevaba dos espadas consigo mismo y ahora solo tenía una en su cintura y por lo que notaba, no se había percatado de que le habían robado una. ”Idiota.” – pensé antes de salir corriendo tras el hombre que le había robado su espada. ¿Por qué no avisarle a él? Porque perdería tiempo y, al parecer, solo yo me había percatado de lo que había sucedido. Y entre tanta gente… Lo iba a terminar perdiendo como le sacara los ojos de encima.
– ¿Por qué tiene que ser tan idiota? – susurraba mientras perseguía al ladrón. ¿Cómo lo podía detener? Plan uno, usar mi Akuma no mi, a costa de dañar a gente inocente. ”Totalmente descartado” – plan dos, gritar que alguien había robado, pero ¿quién se metería a interrumpir? Descartado. Plan tres, saltar hacia él y tumbarlo en el suelo… Pero entre tanta gente podía tirarme encima de alguien equivocado y hacer que el verdadero culpable saliera ileso. Descartado. Plan cuatro, buscar algún atajo, adelantarlo y atraparlo. Pero podría perderme y llegar a un sitio equivocado. Descartado. ”Tendré que arriesgarme… A estas alturas debería ser capaz de controlar el tamaño y poder de la explosión… Solo tengo que tumbarlo…” – sí, estaba recapacitando el plan uno y mejorarlo… Era demasiado arriesgado y la gente podría salir muy lastimada, ya sea por el fuego en sí o, bien, por la onda de choque se iba a generar si lo liberaba entre tanta gente. Pero… ¿Una explosión pequeña? Lo suficiente para tumbar a alguien, escocerle la piel y dejarlo incapacitado… ”Perdón.”
– Todo el mundo. ¡Abajo! – grité tan fuerte para que todos me escucharan y que se pusieran a cubierto. – ¡Ahora! – tan rápido terminé de gritar, y calculando que la distancia entre él y yo estaba en el rango de mis explosiones, chasqueé mis dedos y traté de que el origen de la explosión fuera lo más cercano al ladrón, también procuré hacerlo sin mucha energía y que solo fuera pequeña y que el radio fuera más de lo mismo. Con suerte evitaría mucho fuego y una gran onda de choque. Si funcionaba y el ladrón caía con mi explosión, me acercaría a él y le quitaría la espada. – Tienes suerte de seguir vivo. Esto no te pertenece. – le diría para luego irme del lugar y volver con mis nakamas. Debería devolver aquella espada antes que el idiota de Kazuo se pusiera como un loco por no percatarse que le habían quitado su espada. ”Idiota… Bakazuo…” – pensaba mientras caminaba tranquilamente y esperando que aquel tipo no se levantara e hiciera algo estúpido… De nuevo.
Ichimura Hachiro
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Shun miró alternativamente la tormenta, a la banda de gyojins y la plaza bajo sus pies. Qué elección más difícil... ¿vigilar a su pupilo, ir a asegurarse que aquellos tipos no fueran criminales o tratar de contrarrestar la tormenta con su akuma? Si seguía a Kazuo probablemente podría impedir que se metiese en problemas, pero por otro lado... ¿cuán graves podían llegar a ser los que pudiera causar él en comparación con la tormenta o un posible grupo de piratas? Barajó sus posibilidades, intentando decidirse lo más rápido posible. Sí, podía contrarrestar la tormenta de arena, pero dudaba que realmente fuese útil. Dejando de lado la posibilidad de que no lograse pararla, la gente del lugar ya estaba acostumbrada y ya tendrían maneras de sobra de protegerse de estas. Además, cabía la posibilidad de que lograse obtener información de aquellos gyojin, si resultaban ser criminales.
- Mi elección está clara, pues.
Descendió hacia un callejón cercano a la taberna, y plegó el parasol. Lo enganchó a su cinto, y apoyó la mano sobre su katana mientras se acercaba sigilosamente a una ventana. Ahora le tocaba revisar la situación antes de decidir si intervenir o no, y si veía algo raro, entraría al instante en forma de viento. Asomó parcialmente la cabeza para ver el interior, en guardia y con su mantra activo. Se centró al mismo tiempo en las presencias de sus compañeros de banda, para ir a buscarlos en caso de que presintiera que estuviesen en peligro.
- Mi elección está clara, pues.
Descendió hacia un callejón cercano a la taberna, y plegó el parasol. Lo enganchó a su cinto, y apoyó la mano sobre su katana mientras se acercaba sigilosamente a una ventana. Ahora le tocaba revisar la situación antes de decidir si intervenir o no, y si veía algo raro, entraría al instante en forma de viento. Asomó parcialmente la cabeza para ver el interior, en guardia y con su mantra activo. Se centró al mismo tiempo en las presencias de sus compañeros de banda, para ir a buscarlos en caso de que presintiera que estuviesen en peligro.
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Miré a izquierda y derecha, barriendo el área con insistencia con el objetivo de encontrar algo interesante hasta que, como si hubiera aprovechado un descuido por mi parte para hacerse notar, una construcción aparentemente vieja y parcialmente derrumbada. Abrí de golpe mi ojo sano, sorprendido ante tal visión inesperada, y me acerqué con pasos trémulos hasta oír unas risas y gritos variados.
- ¡¡VOY A POR VOSOTROS, AMIGOS DE LA BANALIDAD!! ¡¡HACEDLE SITIO A MIS DIENTES EN VUESTRA RATONERA DE POLVO Y LOMBRICES!!
“Espera espera ESPERA, ¿Qué vas a intentar? ¡NonoNONO NO VAYAS A…!”
Con una enorme sonrisa en el rostro y unas carcajadas desquiciadas tras mi grito al aire, cargué contra el edificio. Mas no fue la desvencijada puerta y objetivo, sino hacia la pared más próxima buscando una ventana, ya fuera abierta o cerrada. Intenté clavar, sin éxito, mi hacha en la pared de piedra y adobe típica de aquellos barrios de las ciudades de Arabasta, y me vi forzado a agarrarme del saliente más cercano con la mano libre para no caerme. El tirón en los músculos apenas me desvió de mi demente objetivo, y comencé la breve escalada hasta la ventana más próxima.
- ¡¡VOY A ENCONTRAROS, A VOSOTROS Y A VUESTRAS FAMILIAS!! ¡¡Y OS ENSEÑARÉ A JUGAR AL PÓKER!! ¡¡Y A DESTRIPAR SERPIENTES!! ¡¡Y A LEER LOS POSOS DE VUESTROS PROPIOS INTESTINOS!!
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“Espera espera ESPERA, ¿Qué vas a intentar? ¡NonoNONO NO VAYAS A…!”
Con una enorme sonrisa en el rostro y unas carcajadas desquiciadas tras mi grito al aire, cargué contra el edificio. Mas no fue la desvencijada puerta y objetivo, sino hacia la pared más próxima buscando una ventana, ya fuera abierta o cerrada. Intenté clavar, sin éxito, mi hacha en la pared de piedra y adobe típica de aquellos barrios de las ciudades de Arabasta, y me vi forzado a agarrarme del saliente más cercano con la mano libre para no caerme. El tirón en los músculos apenas me desvió de mi demente objetivo, y comencé la breve escalada hasta la ventana más próxima.
- ¡¡VOY A ENCONTRAROS, A VOSOTROS Y A VUESTRAS FAMILIAS!! ¡¡Y OS ENSEÑARÉ A JUGAR AL PÓKER!! ¡¡Y A DESTRIPAR SERPIENTES!! ¡¡Y A LEER LOS POSOS DE VUESTROS PROPIOS INTESTINOS!!
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- Vacaciones en el oasis [Moderado rango B - The Blue Rose Pirates]
- [Rol Moderado] Desierto, misión y... ¿Qué demonios es eso?
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