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[Grupal-Demons] No es un adiós, es un hasta luego. Los Demonios se separan {Jue 12 Nov 2015 - 13:50}
El pelirrojo exhaló vaho al dejar escapar un suspiro, breve, inaudible, melancólico; sumido en sus recuerdos. ¿Qué significaba ser capitán? Era el mayor cargo que se podía tener en un navío, pero... ¿Se reducía a eso? ¿No había nada más? No era un simple mando, la persona que toma decisiones bajo su juicio y bajo las cuales deben actuar los demás. No, claro que no, ser capitán era mucho más que todo eso. Capitán significa proteger, guiar, asegurarse del bien y el éxito de la tripulación, así como del orden y la disciplina dentro de esta. Él, sin embargo, pese a portar ese título, había fallado en las cuatro primeras directrices. No había estado a la altura, y acababan de pagar las consecuencias de ello. Habría preferido asumirlas él pero, por desgracia, habían alcanzado a sus compañeros.
- ¿Qué he hecho mal? -se preguntó a sí mismo en la soledad de la noche, observando el cielo estrellado desde la cubierta del barco, vacía... Aunque sabía que el resto no dormía aún.
Durante todo el trayecto no había mediado palabra alguna con los demás miembros. Se había mostrado distante, incluso más frío de lo normal. Necesitaba estar solo y no se encontraba con ánimos para hacer de capitán. Se limitó a ser el navegante del barco, dirigiendo este rumbo a Sakura, aquella isla invernal que traía recuerdos tanto amargos como felices al mismo tiempo, aunque estos últimos se veían ensombrecidos por la oscuridad que les había envuelto las últimas semanas. Nagato y Naram ya no estaban con ellos, se los habían arrebatado... Y no pudieron hacer nada para evitarlo. Sabía que él debía ser quien les enterrase a todos, quien viviera sus muertes, pero... ¿Tan pronto? Aún quedaba una larga travesía, un enorme viaje que deberían haber recorrido juntos durante años. Fama, poder y riquezas por conquistar y, ahora, las ambiciones parecían haberse esfumado por completo. Habían logrado recuperarse del duro golpe que supuso la muerte del capitán y, ahora, justamente cuando parecían volver a levantarse, otro fatal filo del destino había atravesado sin piedad el corazón de Demons. La culpabilidad era un sentimiento que se había apoderado del dragón. ¿De qué servía todo su poder si no podía emplearlo para proteger a aquellos que eran importantes para él? No hubo lágrimas, pero sí congoja.
La nieve descendía sobre ellos, humedeciendo sus ropas y manteniendo aquel manto albino que cubría en su totalidad la superficie, así como las copas de los árboles de alrededor, e incluso los tejados de las casas, en los poblados que se asentaban a escasos kilómetros de allí. En la oscuridad se moverían, para que nadie pudiera perturbar aquel momento... Aquella reunión entre hermanos, y el único testigo de esta serían la oscuridad del cielo, las estrellas que lo poblaban y el fuego, un fuego intenso como ninguno. Un fuego empleado para rememorar a los caídos, allí, en la misma isla donde Mikoto murió. En aquel autoproclamado santuario, que algún día reclamarían como propio. Cargaron con sus cuerpos en la noche, apoyados sobre tablones de madera que apilarían posteriormente, como altares, uno al lado del otro. El color de su piel se había perdido casi por completo, dejando apenas un blanco espectral en sus rostros y, sin embargo, ambos se mostraban calmados... En paz. No había sido fácil, pero al menos habían conseguido recuperarles. "Sé que estallarías en ira por esto, Naram... Siento no poder devolverte a tu tierra" pensó el dragón, como si tratara de hacerle llegar aquellas palabras a su compañero, allá donde estuviera ahora. "Te devolveré allí, no sé cuándo, pero lo haré." Sus ojos se posaron entonces sobre el cuerpo inerte del albino. Había sido el primer miembro reclutado por él, el primero de la segunda generación de demonios pasado ya el mandato del Demonio Rojo. No había llegado a alcanzar la fama que algún día hubo deseado en vida, pero se aseguraría de que la tuviera en su muerte. Sí, no podía permitir que su recuerdo se perdiera en el olvido. Todo el mundo conocería su historia, así como la del exiliado rey de Zábalam.
- Tal vez queráis decir unas palabras -dijo entonces el pelirrojo, sin apartar su mirada de Naram y Nagato. Las primeras palabras que les dirigía en varios días- Aunque en ocasiones el silencio dice más que mil libros juntos.
Tras esto cerró los ojos, guardando el silencio y esperando a que sus compañeros se pronunciaran. Él sería el último en intervenir, el último en hablar durante aquella reunión. El viento soplaba con suavidad, aunque era helado, cosa que percibía pese a que no fuera capaz de sentirlo, mientras la nieve seguía cayendo sobre ellos. La larga capa que llevaba a un lateral, entreabierta, protegiéndole de la humedad producida por el agua condensada, ondeaba al son de la brisa invernal, produciendo un leve susurro con su movimiento. El único sonido que interrumpía el helador silencio que les rodeaba.
Maze
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El sol de la tarde apenas había comenzado a ocultarse por el horizonte cuando la chica de cabellos anaranjados salió a la cubierta, agobiada por la tensión y el silencio entre los miembros de la tripulación...los que quedaban. Las últimas semanas habían sido bastante deprimentes. Todos se habían vuelto distantes: apenas se mediaba palabra y encontrarse por el barco al ir de un camarote a otro siempre acaba en un desvío de mirada, aunque lo más preocupante (para Mura al menos) había sido la actitud de Akagami, quien parecía querer aislarse de todo, dolido por las perdidas de sus compañeros. ¿Aunque, quién le culparía? Dos miembros de su tripulación habían sido asesinados y ninguno de los restantes había hecho algo para evitarlo. -¿Qué debería hacer?- Murmuró la chica al tiempo que se acomodaba en el suelo de la vigía, pegando las rodillas al pecho al tiempo que las sujetaba con sus manos, dirigiendo su mirada al firmamento, en el que pequeñas estrellas habían comenzado a asomar, distantes. "No debería quedarme mucho tiempo fuera..." Pensó al tiempo que acomodaba su bufanda. Después de recuperar los cuerpos de los difuntos Naram y Nagato, el capitán puso rumbo al Reino de Sakura con intención de enterar ahí sus cuerpos. ¿Por qué ahí? Según le había comentado Aka hacía un tiempo, ese fue el lugar en el que su anterior capitán murió y sin duda eso lo convertía en el mejor lugar para enterrarles... Y por eso mismo era una mala idea permanecer ahí por las noches. A no ser que se quisiera morir congelado, aunque siendo ella un felino tan adaptable al clima...con un jersey grueso, pantalones largos y una bufanda estaba en perfectas condiciones.
Sus orbes violáceos siguieron perdidos en el cielo durante un buen rato, desviándose solo de vez en cuando para observar el mar o la línea que separaba cielo y tierra, totalmente perdida en sus pensamientos...Pensamientos que seguramente diferían de los del resto de la tripulación. Todos habían vivido experiencias con aquellos dos, tenían un sin fin de recuerdos...alegres, divertidos, felices...momentos duros...Ella en cambio, apenas había interactuado una o dos veces con ellos. ¿Cómo debía sentirse? Tal vez enfadada o apenada, después de todo era gente que conocía y que vivió en el mismo barco que ella durante casi un años...Pero nunca llegaron a fortalecer sus lazos. Quizá lo único que le molestó realmente era que había prometido seguir a Akagami y cumplir sus objetivos, y uno de ese era protegerles a ellos, a él, a todos. -Fuimos débiles...Fui débil...- Susurró, segundos antes de que el chirrido de la puerta la sacará de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad al tiempo que sus orejas se alzaban y su cabeza volteaba por instinto para poder ver, por el rabillo del ojo, de quién se trataba. De pie, en cubierta, se encontraba Aka, quien había decidido alejarse de todos durante su camino.
"Aka..." La joven cambio de posición para poder observar lo que sucediese en cubierta desde su aparición en adelante, sin ser vista. Este simplemente se sentó a observar la oscuridad del firmamento, cuyas estrellas aquella noche parecían más distantes, más frías...Las única palabras que llegó a escuchar de él aquella noche fue un lamento: "¿Qué he hecho mal?" Unas palabras que hicieron que la felina sintiera la rabia recorrer todo su cuerpo, teniendo que apretar los puños y los dientes, haciendo amago de toda su voluntad para no saltar frente a él y decirle cuatro cosas. "¡No puedes culparte solo a ti, lagartija estúpida!" Gritó en su mente a todo pulmón. No había sido su culpa. Los únicos culpables habían sido ellos...no eran fuertes, y los que quedaban tampoco. Si todos hubieran tenido más fortaleza...y no solo física. "TSk...Bakagami..."
Las horas pasaron y los demon llegaron a su destino. Tras lo que sus movimientos fueron rápidos, silenciosos. De hecho, lo único que perturbó la tranquilidad de aquella noche fueron sus pasos al pisar la nieve, dejando sus huellas marcadas en esta de forma efímera, pues la nieve que caía sobre ellos no tardaría en ocultarlas. Llegaron al que sería su lugar de descanso y comenzaron el funeral. Sin decir palabra, hasta que el silencio fue roto por Aka, quien dio a todos la oportunidad de decir unas palabras, una forma de despedirse de los caídos. ¿Quién sería el primero? Seguramente alguien como Lanx, el miembro más antiguo de la banda fuera el más indicado...Pero tras lo sucedido horas antes, la chica sentía que debía decir ella algo, aún si se ganaba el enfadar al capitán por como iba a comenzar su discurso improvisado.
-Entonces empezaré yo...- Dijo al tiempo que daba un paso al frente y giraba para mirar a todos a la cara, sintiendo como un pequeño nudo se formaba en su garganta al sentir las miradas sobre ella, pero no era momento de sentir nervios, menos siendo la música de la banda, ¿no? Tomó aire y comenzó a hablar. -Tal vez no sea la más indicada para hablar...Ya que soy la que menos tiempo lleva aquí (según recuerdo). Pero creo poder decir que sin duda, Naram era y siempre será la persona más avariciosa que he conocido. Hasta el punto de pensar que hasta el capitán era de su propiedad...Y Nagato, por mucho que se mostrara al principio ante mí como una persona amable y agradable, no era más que un egolatra que buscaba la fama y la gloria. A pesar de que ninguno poseía ni atractivo de ningún tipo, ni poder, ni nada que interesara.- Hizo una pequeña pausa, imaginando los rostros molestos de sus compañeros. -¡Sin embargo, eran nuestra familia! Por mucho que en algún momento hubiéramos tenido nuestras diferencias. Siendo así, ¿Por qué murieron? No fue porque su capitán no se preocupara por ellos. No fue por mala suerte o por el destino, eso no existe. Fue porque fueron débiles, todos lo fuimos. Fue culpa de todos que ellos murieran. No protegimos a nuestra familia....¿Y ahora...Qué deberíamos hacer? ¿Deprimirnos y aislarnos de los demás? No. Tenemos que hacernos más fuertes, y seguir adelante, viviendo nuestras vidas también por ellos... Su voz se ahogó durante un momento al finalizar esa última frase. La misma promesa que realizó al escapar del laboratorio. Sí, ahora debería seguir viviendo y hacerse aún más fuerte...
Sus orbes violáceos siguieron perdidos en el cielo durante un buen rato, desviándose solo de vez en cuando para observar el mar o la línea que separaba cielo y tierra, totalmente perdida en sus pensamientos...Pensamientos que seguramente diferían de los del resto de la tripulación. Todos habían vivido experiencias con aquellos dos, tenían un sin fin de recuerdos...alegres, divertidos, felices...momentos duros...Ella en cambio, apenas había interactuado una o dos veces con ellos. ¿Cómo debía sentirse? Tal vez enfadada o apenada, después de todo era gente que conocía y que vivió en el mismo barco que ella durante casi un años...Pero nunca llegaron a fortalecer sus lazos. Quizá lo único que le molestó realmente era que había prometido seguir a Akagami y cumplir sus objetivos, y uno de ese era protegerles a ellos, a él, a todos. -Fuimos débiles...Fui débil...- Susurró, segundos antes de que el chirrido de la puerta la sacará de sus pensamientos, devolviéndola a la realidad al tiempo que sus orejas se alzaban y su cabeza volteaba por instinto para poder ver, por el rabillo del ojo, de quién se trataba. De pie, en cubierta, se encontraba Aka, quien había decidido alejarse de todos durante su camino.
"Aka..." La joven cambio de posición para poder observar lo que sucediese en cubierta desde su aparición en adelante, sin ser vista. Este simplemente se sentó a observar la oscuridad del firmamento, cuyas estrellas aquella noche parecían más distantes, más frías...Las única palabras que llegó a escuchar de él aquella noche fue un lamento: "¿Qué he hecho mal?" Unas palabras que hicieron que la felina sintiera la rabia recorrer todo su cuerpo, teniendo que apretar los puños y los dientes, haciendo amago de toda su voluntad para no saltar frente a él y decirle cuatro cosas. "¡No puedes culparte solo a ti, lagartija estúpida!" Gritó en su mente a todo pulmón. No había sido su culpa. Los únicos culpables habían sido ellos...no eran fuertes, y los que quedaban tampoco. Si todos hubieran tenido más fortaleza...y no solo física. "TSk...Bakagami..."
Las horas pasaron y los demon llegaron a su destino. Tras lo que sus movimientos fueron rápidos, silenciosos. De hecho, lo único que perturbó la tranquilidad de aquella noche fueron sus pasos al pisar la nieve, dejando sus huellas marcadas en esta de forma efímera, pues la nieve que caía sobre ellos no tardaría en ocultarlas. Llegaron al que sería su lugar de descanso y comenzaron el funeral. Sin decir palabra, hasta que el silencio fue roto por Aka, quien dio a todos la oportunidad de decir unas palabras, una forma de despedirse de los caídos. ¿Quién sería el primero? Seguramente alguien como Lanx, el miembro más antiguo de la banda fuera el más indicado...Pero tras lo sucedido horas antes, la chica sentía que debía decir ella algo, aún si se ganaba el enfadar al capitán por como iba a comenzar su discurso improvisado.
-Entonces empezaré yo...- Dijo al tiempo que daba un paso al frente y giraba para mirar a todos a la cara, sintiendo como un pequeño nudo se formaba en su garganta al sentir las miradas sobre ella, pero no era momento de sentir nervios, menos siendo la música de la banda, ¿no? Tomó aire y comenzó a hablar. -Tal vez no sea la más indicada para hablar...Ya que soy la que menos tiempo lleva aquí (según recuerdo). Pero creo poder decir que sin duda, Naram era y siempre será la persona más avariciosa que he conocido. Hasta el punto de pensar que hasta el capitán era de su propiedad...Y Nagato, por mucho que se mostrara al principio ante mí como una persona amable y agradable, no era más que un egolatra que buscaba la fama y la gloria. A pesar de que ninguno poseía ni atractivo de ningún tipo, ni poder, ni nada que interesara.- Hizo una pequeña pausa, imaginando los rostros molestos de sus compañeros. -¡Sin embargo, eran nuestra familia! Por mucho que en algún momento hubiéramos tenido nuestras diferencias. Siendo así, ¿Por qué murieron? No fue porque su capitán no se preocupara por ellos. No fue por mala suerte o por el destino, eso no existe. Fue porque fueron débiles, todos lo fuimos. Fue culpa de todos que ellos murieran. No protegimos a nuestra familia....¿Y ahora...Qué deberíamos hacer? ¿Deprimirnos y aislarnos de los demás? No. Tenemos que hacernos más fuertes, y seguir adelante, viviendo nuestras vidas también por ellos... Su voz se ahogó durante un momento al finalizar esa última frase. La misma promesa que realizó al escapar del laboratorio. Sí, ahora debería seguir viviendo y hacerse aún más fuerte...
Adam
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Me encontraba retumbado en aquel sillón de mi camarote, cogiendo una de las botellas que tenía en mi reserva personal y buscando uno de los vasos anchos de cristal opaco. Vertí un buen chorro de ron sureño sobre el hielo, viendo como el anaranjado liquido se deslizaba entre los huecos hasta llegar al fondo del vaso. Me detuve cuando el vaso estaba por la mitad y dejé la botella en la mesita de estar, a la derecha del lujoso sillón, tapando religiosamente el tapón tras lo cual miré hipnotizado el liquido.
Eres como el agua reflejando el ocaso, el ocaso del día y la vida- filosofé mientras agitaba el vaso de forma clara y lenta, originando que los hielos giraran como si de los restos de un pecio atrapado en un remolino se tratará, los hielos chocaba y chocaban como los enfrentamientos que había tenido a lo largo de la vida con Naram -Condenado diablo, él era el único que parecía haber comprendido la grandeza de mis modales, mis actos y mis pretensiones- musite enmudecido, tras lo cual dí un sorbo a aquel pecaminoso líquido -Condenado hijo de puta, ¿Quién te dará ordenes ahora?- suspiré mientras pensaba en el monarca.
Solo quedábamos dos, dos de la primera generación, Akagami y yo mismo, Mikoto hacia unos meses y ahora Naram. En realidad a quién pretendía engañar, incluso el actual capitán pertenecía más a la segunda generación que a la primera -¿Por qué Mikoto, por qué le legaste a él?- me torturaba pensando en aquel testamento en el que legaba la capitanía al pelirrojo -¿Qué verías en él?...Aún es un niño- maldecía pensando en el joven, que pese a ver llevado una vida dura aún no tenía la madurez como para dirigir la banda.
Di un trago al vaso y lo deposité en la mesa, moviendo el cenicero al borde de la mesa, sacando seguidamente un pitillo y un zippo con el cual me encendí el cigarro. Mientras, miraba uno de los cuadrados de la habitación, hacia tiempo que no hablaba con nadie, me limitaba a hacer la comida temprano y dejar los platos preparados, de hecho evitaba comer con el resto como habitualmente hacia, comiendo en la cubierta del barco, en el mismo lugar donde solía hablar con Mikoto.
Tras la muerte de Naram, el significado de mi pertenencia a la banda había desaparecido por completo, el rencor que guardaba a Akagami había aumentado hasta tal punto que no soportaba ver al pelirrojo y ardía en deseos de...de...matarlo. Día tras día, el sentimiento de frustración en la banda se acentuaba, la vida en el barco se había reducido a una monotonía solo interrumpida con la llegada a nuestro destino Sakura.
La banda recorrió los caminos helados entre los cerezos en flor escarchados, cada paso que hacía cargando el peso de la tumba de Naram dolía como si un carámbano atravesará el corazón. Primero fue ella, luego mi abuelo, luego Mikoto y ahora Naram. Qué tortuoso había sido recuperar y falsificar aquellos documentos para recuperar los cuerpos de Nagato y Naram. Pero que mínimo podíamos hacer por ellos. Aquel sentimiento de culpabilidad se acentuaba por el hecho de haber sido quién había metido el monarca en aquella campaña bajo la promesa y el pretexto de recuperar su tierra -Monarca idiota, debiste rechazar- pensaba reprimiendo el llanto y el suspiro.
Finalmente la ceremonia dio lugar en un cabo a las afueras de uno de los poblados de la isla, ambos cuerpos uno al lado del otro con el mar de sueños rotos en el horizonte. En el cielo grisáceo lloraba la perdida con una nieve que se derretía al contacto con la acalorada piel. Akagami entonces entonó unas palabras, a lo cual siguió un discurso de Murasaki, el cual iba enfureciéndome más y más, daba igual que intentará arreglarlo al final, cual era su escusa “Débiles, eran débiles”. Yo que me encontraba debajo de la copa de uno de los aŕboles, fumando en un silencio sepulcral exploté, cuando ya no podía reprimir mñas.
-Débiles dices, dices que eran débiles- grité a la compañera encarándola obligando a bajar la vista para verla, mientras mi gabardina ondeaba al son de la tormenta que estallaba -Qué el destino y la mala suerte no existen- increpé recordando quién era realmente, aquel diario que me abrió los ojos, mi verdadero lugar en el mundo -Quién eres tú para juzgar, la chica qué perdió sus recuerdos y por lo que veo, tambien lo poco que tenía de lucidez- increpé girándome para mirar a Akagami -Tú, y solo tú, eres el culpable ¿De que te sirve tu fuerza dragón si no eres capaz de controlar a tus hombres?- dije mirando atentamente a aquellos ojos fríos de a través de aquellas gafas empapadas de vaho y escarcha a partes iguales - ¿Y tú te consideras el legado de Mikoto? Te crees igual que el hombre que se separó de la banda para alejar de nosotros al gremio que lo perseguía -dije acercándome a él mientras lo agarraba por el cuello de la camisa -Cuántos más tripulantes han de morir para que aprendas a ser un buen capitán, Akagami, porque yo deberé asumir la culpa de la muerte de Naram, es mi deber como subcapitán, pero que harás tú- dije mientras le empujaba antes de girarme - “Capitan”- dije en tono burlesco mientras me alejaba.
Me encontraba retumbado en aquel sillón de mi camarote, cogiendo una de las botellas que tenía en mi reserva personal y buscando uno de los vasos anchos de cristal opaco. Vertí un buen chorro de ron sureño sobre el hielo, viendo como el anaranjado liquido se deslizaba entre los huecos hasta llegar al fondo del vaso. Me detuve cuando el vaso estaba por la mitad y dejé la botella en la mesita de estar, a la derecha del lujoso sillón, tapando religiosamente el tapón tras lo cual miré hipnotizado el liquido.
Eres como el agua reflejando el ocaso, el ocaso del día y la vida- filosofé mientras agitaba el vaso de forma clara y lenta, originando que los hielos giraran como si de los restos de un pecio atrapado en un remolino se tratará, los hielos chocaba y chocaban como los enfrentamientos que había tenido a lo largo de la vida con Naram -Condenado diablo, él era el único que parecía haber comprendido la grandeza de mis modales, mis actos y mis pretensiones- musite enmudecido, tras lo cual dí un sorbo a aquel pecaminoso líquido -Condenado hijo de puta, ¿Quién te dará ordenes ahora?- suspiré mientras pensaba en el monarca.
Solo quedábamos dos, dos de la primera generación, Akagami y yo mismo, Mikoto hacia unos meses y ahora Naram. En realidad a quién pretendía engañar, incluso el actual capitán pertenecía más a la segunda generación que a la primera -¿Por qué Mikoto, por qué le legaste a él?- me torturaba pensando en aquel testamento en el que legaba la capitanía al pelirrojo -¿Qué verías en él?...Aún es un niño- maldecía pensando en el joven, que pese a ver llevado una vida dura aún no tenía la madurez como para dirigir la banda.
Di un trago al vaso y lo deposité en la mesa, moviendo el cenicero al borde de la mesa, sacando seguidamente un pitillo y un zippo con el cual me encendí el cigarro. Mientras, miraba uno de los cuadrados de la habitación, hacia tiempo que no hablaba con nadie, me limitaba a hacer la comida temprano y dejar los platos preparados, de hecho evitaba comer con el resto como habitualmente hacia, comiendo en la cubierta del barco, en el mismo lugar donde solía hablar con Mikoto.
Tras la muerte de Naram, el significado de mi pertenencia a la banda había desaparecido por completo, el rencor que guardaba a Akagami había aumentado hasta tal punto que no soportaba ver al pelirrojo y ardía en deseos de...de...matarlo. Día tras día, el sentimiento de frustración en la banda se acentuaba, la vida en el barco se había reducido a una monotonía solo interrumpida con la llegada a nuestro destino Sakura.
La banda recorrió los caminos helados entre los cerezos en flor escarchados, cada paso que hacía cargando el peso de la tumba de Naram dolía como si un carámbano atravesará el corazón. Primero fue ella, luego mi abuelo, luego Mikoto y ahora Naram. Qué tortuoso había sido recuperar y falsificar aquellos documentos para recuperar los cuerpos de Nagato y Naram. Pero que mínimo podíamos hacer por ellos. Aquel sentimiento de culpabilidad se acentuaba por el hecho de haber sido quién había metido el monarca en aquella campaña bajo la promesa y el pretexto de recuperar su tierra -Monarca idiota, debiste rechazar- pensaba reprimiendo el llanto y el suspiro.
Finalmente la ceremonia dio lugar en un cabo a las afueras de uno de los poblados de la isla, ambos cuerpos uno al lado del otro con el mar de sueños rotos en el horizonte. En el cielo grisáceo lloraba la perdida con una nieve que se derretía al contacto con la acalorada piel. Akagami entonces entonó unas palabras, a lo cual siguió un discurso de Murasaki, el cual iba enfureciéndome más y más, daba igual que intentará arreglarlo al final, cual era su escusa “Débiles, eran débiles”. Yo que me encontraba debajo de la copa de uno de los aŕboles, fumando en un silencio sepulcral exploté, cuando ya no podía reprimir mñas.
-Débiles dices, dices que eran débiles- grité a la compañera encarándola obligando a bajar la vista para verla, mientras mi gabardina ondeaba al son de la tormenta que estallaba -Qué el destino y la mala suerte no existen- increpé recordando quién era realmente, aquel diario que me abrió los ojos, mi verdadero lugar en el mundo -Quién eres tú para juzgar, la chica qué perdió sus recuerdos y por lo que veo, tambien lo poco que tenía de lucidez- increpé girándome para mirar a Akagami -Tú, y solo tú, eres el culpable ¿De que te sirve tu fuerza dragón si no eres capaz de controlar a tus hombres?- dije mirando atentamente a aquellos ojos fríos de a través de aquellas gafas empapadas de vaho y escarcha a partes iguales - ¿Y tú te consideras el legado de Mikoto? Te crees igual que el hombre que se separó de la banda para alejar de nosotros al gremio que lo perseguía -dije acercándome a él mientras lo agarraba por el cuello de la camisa -Cuántos más tripulantes han de morir para que aprendas a ser un buen capitán, Akagami, porque yo deberé asumir la culpa de la muerte de Naram, es mi deber como subcapitán, pero que harás tú- dije mientras le empujaba antes de girarme - “Capitan”- dije en tono burlesco mientras me alejaba.
Rhapsodia
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Contemplaba uno de los libros que había encontrado durante uno de los viajes de la banda. "Mil maneras de asesinar a un rey" asi se llamaba aquel libro. Pese a habérmelo leído unas cuantas veces creía que solo iba a ser algo para entretenerme y bromear con un rey, con Naram, pese a que luego se pusiera irascible y empezase a insultarme a diestro y siniestro con aquellos aires de superioridad que caracterizaban su personalidad. Cada capítulo tenía un sinfín de técnicas para matar a una persona adecuandose en este caso a objetos del entorno de un rey. El problema era que ni Naram tenía en su entorno objetos de rey ni que el libro iba a ser utilizado con propósitos de asesinato.
Me acerqué a uno de los candelabros que teníamos por el barco para iluminar el barco por las noches y queme el libro. Ardía suave y lentamente y mientras el fuego iluminaba mis ojos no dejaba de darle vueltas a como habíamos podido llegar a esto. Por si la muere de Naram no fuera suficiente también se había ido Nagato. Era con el miembro con el que más me divertía cuando jugaba al póker pues su afán por la victoria hacía que recurriesemos a la pelea en la mayor parte de las partidas, esto hacía que sólo jugásemos los dos pues ningún otro miembro quería pelearse por una gilipollez como era aquella.
La muerte no sólo había traído tristeza y lamentos sino también aires de hostilidad entre los miembros que aún quedábamos vivos. Tras haber recuperado los cuerpos gracias a las facultades de Lanxe nos dirigíamos a Sakura, mas era un viaje triste, silencioso y un poco vacío. Nadie hablaba con nadie, todos preferían mantenerse en silencio a pesar de que tarde o temprano las emociones brotarían de sus compañeros. ¿Por qué Sakura? Akagami le había contado que el antiguo capitán de la banda había fallecido allí, Sakura era por tanto el cementerio de la banda.
Al llegar el tiempo era frío, estaba nevando. A cada paso que dábamos el clima tornaba de frío a gélido. Menos mal que me había puesto un par de calzoncillos y un par de calcetines porque si no me iba a quedar un carámbano entre las piernas. Mientras llegábamos al lugar en el que íbamos a enterrar a nuestros dos compañeros pensé que el clima era propicio para hacer de aquél lugar un cementerio. Me recordaba a las cámaras de congelación que leí en una revista médica hace ya varios años. Buen lugar para conservar los cuerpos de los muertos, más que los cuerpos, la esencia de éstos ya que el frío lo conservaba todo incluso mis pensamientos.
Akagami hablo por primera vez en días para dirigirse a nosotros. Había llegado el momento de hacer lo que se hacía en los funerales, dirigir unas muestras de condolencias y palabras vanas a personas que ya no iban a volver. Una tradición un tanto estúpida. Murasaki fue la primera en hablar y sus palabras no fueron del todo correctas para la situación de tensión que días antes había percibido en los miembros de la tripulación, sobre todo en Lanxe. Como no era de otro modo Lanxe estalló ante tales premisas arremetiendo contra el capitán. Una situación muy tensa se produjo a continuación pero simplemente fue la explosión de emociones que Lanxe había guardado en lo mas hondo de su corazón desde que supo la noticia. Todos teníamos cosas que decirnos, pero nadie había tenido el valor para soltarlas, no hasta aquel momento.
Iba abrigado más que de costumbre y aquella escena me importaba más bien poco. Era médico, la muerte me había perseguido desde que mi primer paciente había muerto. Era muy curioso ya que en ocasiones aparecían los rostros de las personas a las que no había podido salvar. Naram y Nagato se unirían a la colección. Me quedé perplejo mirando la nieve y pensando el las palabras que Murasaki había dicho. Mi actitud debía cambiar, el payaso iba a desaparecer, iba a salir él.
- ¿Quién te da permiso para hablar así niñata? Dije escupiéndola a los pies y tornándome hacia Akagami que aun miraba perplejo como Lanxe se alejaba.
Puse mi mano sobre el hombro del capitán y le susurré:
- Ahora todo esta bien, ellos no van a sufrir las desgracias de este mundo nunca más. Sólo líbrate de las emociones que te están atormentando, o caerás en la demencia, dije mientras me alejaba hasta un árbol a la espalda del capitán y me sentaba sobre sus frondosas raíces aún no contaminadas por aquella nieve tan blanca y tan pura.
Me acerqué a uno de los candelabros que teníamos por el barco para iluminar el barco por las noches y queme el libro. Ardía suave y lentamente y mientras el fuego iluminaba mis ojos no dejaba de darle vueltas a como habíamos podido llegar a esto. Por si la muere de Naram no fuera suficiente también se había ido Nagato. Era con el miembro con el que más me divertía cuando jugaba al póker pues su afán por la victoria hacía que recurriesemos a la pelea en la mayor parte de las partidas, esto hacía que sólo jugásemos los dos pues ningún otro miembro quería pelearse por una gilipollez como era aquella.
La muerte no sólo había traído tristeza y lamentos sino también aires de hostilidad entre los miembros que aún quedábamos vivos. Tras haber recuperado los cuerpos gracias a las facultades de Lanxe nos dirigíamos a Sakura, mas era un viaje triste, silencioso y un poco vacío. Nadie hablaba con nadie, todos preferían mantenerse en silencio a pesar de que tarde o temprano las emociones brotarían de sus compañeros. ¿Por qué Sakura? Akagami le había contado que el antiguo capitán de la banda había fallecido allí, Sakura era por tanto el cementerio de la banda.
Al llegar el tiempo era frío, estaba nevando. A cada paso que dábamos el clima tornaba de frío a gélido. Menos mal que me había puesto un par de calzoncillos y un par de calcetines porque si no me iba a quedar un carámbano entre las piernas. Mientras llegábamos al lugar en el que íbamos a enterrar a nuestros dos compañeros pensé que el clima era propicio para hacer de aquél lugar un cementerio. Me recordaba a las cámaras de congelación que leí en una revista médica hace ya varios años. Buen lugar para conservar los cuerpos de los muertos, más que los cuerpos, la esencia de éstos ya que el frío lo conservaba todo incluso mis pensamientos.
Akagami hablo por primera vez en días para dirigirse a nosotros. Había llegado el momento de hacer lo que se hacía en los funerales, dirigir unas muestras de condolencias y palabras vanas a personas que ya no iban a volver. Una tradición un tanto estúpida. Murasaki fue la primera en hablar y sus palabras no fueron del todo correctas para la situación de tensión que días antes había percibido en los miembros de la tripulación, sobre todo en Lanxe. Como no era de otro modo Lanxe estalló ante tales premisas arremetiendo contra el capitán. Una situación muy tensa se produjo a continuación pero simplemente fue la explosión de emociones que Lanxe había guardado en lo mas hondo de su corazón desde que supo la noticia. Todos teníamos cosas que decirnos, pero nadie había tenido el valor para soltarlas, no hasta aquel momento.
Iba abrigado más que de costumbre y aquella escena me importaba más bien poco. Era médico, la muerte me había perseguido desde que mi primer paciente había muerto. Era muy curioso ya que en ocasiones aparecían los rostros de las personas a las que no había podido salvar. Naram y Nagato se unirían a la colección. Me quedé perplejo mirando la nieve y pensando el las palabras que Murasaki había dicho. Mi actitud debía cambiar, el payaso iba a desaparecer, iba a salir él.
- ¿Quién te da permiso para hablar así niñata? Dije escupiéndola a los pies y tornándome hacia Akagami que aun miraba perplejo como Lanxe se alejaba.
Puse mi mano sobre el hombro del capitán y le susurré:
- Ahora todo esta bien, ellos no van a sufrir las desgracias de este mundo nunca más. Sólo líbrate de las emociones que te están atormentando, o caerás en la demencia, dije mientras me alejaba hasta un árbol a la espalda del capitán y me sentaba sobre sus frondosas raíces aún no contaminadas por aquella nieve tan blanca y tan pura.
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La situación se había torcido en apenas un instante, aunque tal vez había sido mejor así. Muchas cosas debieron haberse dicho durante el trayecto, pero ninguno encontró las fuerzas para hablar hasta ese preciso instante. De todos modos, ¿qué podía hacer? ¿Echárselo en cara? Lanx tenía razón, todo ello había sido culpa suya. Sus ojos se mantuvieron clavados en las lentes del rubio mientras este descargaba su rabia y frustración contra él. Legado de Mikoto. No tenía claro que pudiera seguir considerándose así. Con Naram y Mikoto muertos la banda inicial se resquebrajaba, siendo apenas un mero recuerdo de lo que alguna vez fue. Él no era como el Demonio, no podía serlo. "El mejor capitán que podríamos haber deseado", palabras que jamás irían referidas a él. Tal vez debió ser Lanxerot quien le sustituyera. Tal vez, de haber sido así, jamás habría ocurrido nada de esto.
No se movió siquiera cuando le agarró de la camisa, ni pronunció palabra alguna. Merecía todas y cada una de aquellas palabras, independientemente de que fueran acertadas o no. Se había relajado demasiado, y eso era lo único que un pirata jamás podía permitirse. Debió estar más atento, mantener un mayor control y, sobre todo, estar allí cuando sus compañeros le necesitaron. Pero ya era tarde para arreglarlo, y las fuerzas que tenía al principio casi se habían extinguido, como sus llamas. Un dragón incapaz de defender a sus propios compañeros. ¿No sonaba patético? Observó, inmóvil, cómo el subcapitán comenzaba a alejarse, tras descargar aquellas palabras contra él. Tal vez lo necesitara. Guardárselo para sí mismo podría haber tenido un resultado mucho peor. Desvió su mirada a Ryan cuando este se acercó, tratando de calmar los ánimos... Aunque previamente hubiera arremetido contra la pelirroja. Dejó escapar un suspiro y ladeó el cuerpo para mirarle.
- Ryan, ve a buscarle. Probablemente eres al único a quien escuchará en este momento. No puedo obligarle a nada, pero hoy no es el día adecuado para discutir -dirigió su mirada a las pilas de madera- Aunque sea por ellos.
Esperó con calma, suponiendo que el doctor cumpliría aquella petición, y guardó silencio, meditando las palabras de la chica- "No es que fueran débiles, sino que yo no he sido lo suficientemente fuerte. Hemos avanzado más de lo que deberíamos haber hecho. Me precipité." Cerró los ojos e inclinó levemente la cabeza. "No debiste escogerme a mí, Mikoto." Tras unos pocos segundos volvió a abrir los ojos, dirigiendo su mirada a la chica, con expresión neutra.
- Tal vez no hayan sido las palabras más acertadas, gato -susurró, terminando por esbozar una sonrisa amarga mientras dirigía su mirada al cielo estrellado- Pero sí las necesarias. No tengas en cuenta sus respuestas, es un momento complicado.
Debía tomar una decisión, y algo en el fondo de su ser parecía tenerlo claro. Asintió, casi de forma imperceptible, mientras observaba la bandera negra y roja sobre el altar, cubriendo los cuerpos de sus compañeros. "Nunca más un demonio."
No se movió siquiera cuando le agarró de la camisa, ni pronunció palabra alguna. Merecía todas y cada una de aquellas palabras, independientemente de que fueran acertadas o no. Se había relajado demasiado, y eso era lo único que un pirata jamás podía permitirse. Debió estar más atento, mantener un mayor control y, sobre todo, estar allí cuando sus compañeros le necesitaron. Pero ya era tarde para arreglarlo, y las fuerzas que tenía al principio casi se habían extinguido, como sus llamas. Un dragón incapaz de defender a sus propios compañeros. ¿No sonaba patético? Observó, inmóvil, cómo el subcapitán comenzaba a alejarse, tras descargar aquellas palabras contra él. Tal vez lo necesitara. Guardárselo para sí mismo podría haber tenido un resultado mucho peor. Desvió su mirada a Ryan cuando este se acercó, tratando de calmar los ánimos... Aunque previamente hubiera arremetido contra la pelirroja. Dejó escapar un suspiro y ladeó el cuerpo para mirarle.
- Ryan, ve a buscarle. Probablemente eres al único a quien escuchará en este momento. No puedo obligarle a nada, pero hoy no es el día adecuado para discutir -dirigió su mirada a las pilas de madera- Aunque sea por ellos.
Esperó con calma, suponiendo que el doctor cumpliría aquella petición, y guardó silencio, meditando las palabras de la chica- "No es que fueran débiles, sino que yo no he sido lo suficientemente fuerte. Hemos avanzado más de lo que deberíamos haber hecho. Me precipité." Cerró los ojos e inclinó levemente la cabeza. "No debiste escogerme a mí, Mikoto." Tras unos pocos segundos volvió a abrir los ojos, dirigiendo su mirada a la chica, con expresión neutra.
- Tal vez no hayan sido las palabras más acertadas, gato -susurró, terminando por esbozar una sonrisa amarga mientras dirigía su mirada al cielo estrellado- Pero sí las necesarias. No tengas en cuenta sus respuestas, es un momento complicado.
Debía tomar una decisión, y algo en el fondo de su ser parecía tenerlo claro. Asintió, casi de forma imperceptible, mientras observaba la bandera negra y roja sobre el altar, cubriendo los cuerpos de sus compañeros. "Nunca más un demonio."
Maze
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Akuma no mi
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La pelirroja agachó la cabeza ante la reprimenda de Lanx, quién quizá tuviera razón respecto a que sus palabras no eran las más apropiadas para esa clase de ceremonia...ritual o lo que fuera. Bueno, nunca había estado en esa clase de "despedidas" así que no era tan extraño que dijera eso...Y eso pensaba, además de ser la verdad. Doliera o no, era así (en su opinión). Quizá por eso las reacciones de este y del médico de la tripulación no fuera comprensibles para la chica, e incluso se sintiera como si...Como si nunca hubiera pertenecido realmente a la tripulación de los Red Demons. Por si eso fuera poco, el subcapitán había hecho mención a su perdida de memoria para recriminarle que que sabía ella. Eso hizo que su inicial sentimiento de culpa y quizá remordimiento por haber sido tan brusca con sus palabras, se tornara en enfado y en dolor. Sí, había perdido su memoria, pero no era como si lo hubiera decidido ella. Le robaron parte de su vida y la usaron para intentar convertirla en objeto. Pero no lo era, y por tanto aquellas palabras habían calado hondo en ella.
El hombre de gafas comenzó a hablar después de despotricar su frustración también contra Aka, quien no trató de defenderse en ningún momento. Por su parte, Mura le hubiera golpeado por ponerse así con él, o eso hubiera intentado si no se hubiera perdido así en sus pensamientos, apretando los dientes y los puños para contener las emociones de aquel momento. Ryan se fue tras él, o eso creía haber escuchado la chica...Y ella y Akagami quedaron solos. Este, al contrario que los otros dos, solo le dijo lo que ella pensó en un principio, que no había sido sutil al hablar...Pero ella parecía no haber estado prestando especial atención a aquello...Al contrario. Una vez la lagartija terminó de hablar...
-Oye, Akagami...¿ Tú también piensas igual que Lanxerot?...- Preguntó con un tono de voz apagado, muy distinto al que la hiperactiva música de la banda solía emplear. Dicha pregunta se refería a lo mencionado de sus recuerdos...y su "lúcidez", aunque también respecto a lo que ella había parecido interpretar. Y según su respuesta...Sí es que había alguna, ella...
El hombre de gafas comenzó a hablar después de despotricar su frustración también contra Aka, quien no trató de defenderse en ningún momento. Por su parte, Mura le hubiera golpeado por ponerse así con él, o eso hubiera intentado si no se hubiera perdido así en sus pensamientos, apretando los dientes y los puños para contener las emociones de aquel momento. Ryan se fue tras él, o eso creía haber escuchado la chica...Y ella y Akagami quedaron solos. Este, al contrario que los otros dos, solo le dijo lo que ella pensó en un principio, que no había sido sutil al hablar...Pero ella parecía no haber estado prestando especial atención a aquello...Al contrario. Una vez la lagartija terminó de hablar...
-Oye, Akagami...¿ Tú también piensas igual que Lanxerot?...- Preguntó con un tono de voz apagado, muy distinto al que la hiperactiva música de la banda solía emplear. Dicha pregunta se refería a lo mencionado de sus recuerdos...y su "lúcidez", aunque también respecto a lo que ella había parecido interpretar. Y según su respuesta...Sí es que había alguna, ella...
Adam
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Akuma no mi
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Me alejé sin mucha prisa de mis compañeros aunque ciertamente estaba muy sumergido en mis pensamientos -¿Realmente deseaba entregarlos? Sí, era mi deber y aquello me reportaría mi deseado ascenso volvería estar a donde me correspondería. Y por ello, no tardaría mucho más en estar a las ordenes de Zaid, en el Cp9, aquello me otorgaría los derechos que deseaba y podría comenzar a empezar a esperar a culminar mis movimientos conspirativos, sería el único, el hombre con más derechos sobre el mundo. Un dios- pensaba a la vez que en mi cabeza se esgrimía un plan perfecto, sin fugas.
Pasaron cinco minutos y cada vez estaba más seguro de que el plan funcionaria perfectamente, pero aún así no quería detener a Ryan, era un tipo lo suficientemente inteligente como para poder elaborar un plan, sería un desperdicio si acababa en la cárcel era por ello que había preparado un salvoconducto para él. No era un pirata cualquiera, es más, podría decirse que sería un error clasificarlo como pirata, de hecho me serviría más como agente espiratorio de secretos a los cuales no tenía acceso aún. La agencia de científicos gubernamentales, es por ello que había logrado falsificar una documentación de identidad, la cual le tachaba como un doctor con una brillante mente desaprovechada por falta de medios y dinero. Solo tendría que unirse al cuerpo susodicho y pasarme la información que quería de tarde en tarde, a cambio no sería detenido y tendría oportunidad de prosperar como quisiera y libertad de actuar como quisiera en dos años en adelante, el tiempo que tardarían aproximadamente en descubrir su verdadera identidad. Era un trato justo, tendría tiempo de preparase para lo que quisiera hacer con su vida. -Y pensar que todo eso esta dentro de este sobre- pensaba mientras tanteaba un sobre del tamaño de un DIN A3, amarillento con el formato típico de un sobre de correo. En su interior una coartada, su nueva documentación y las clausulas que debía cumplir para no lo entregará.
Un viento comenzó a alzarse de nuevo con fuerza avecinando una tormenta y hacia rato que alguien me seguía, para mi fortuna era Ryan. En un su mirada vi un rostro de fidelidad, casi estábamos hermanados, era el hombre que había sustituido, en parte, el vacío que había dejado Mikoto. Era el único hombre con el que podía rivalizar en igualdad de condiciones, el resto estaban muy por debajo de mi nivel y poderío.
-Te estaba esperando, tengo un pacto que te permitirá ganar mucho- dije sonriendo maquiavelicamente -Es una apuesta fuerte pero que dentro de este sobre esta tu ticket de viaje para alcanzar la inmortalidad, lo único que pido a cambio es tu documentación identificación actual y créeme cuando lleguen los marines de la redada no tendrás oportunidad contra ellos- le dije sonriendo mientras le mostraba el sobre -No sabrás lo que hay dentro hasta que me des tu documentación, pero vamos créeme nunca te daría la opción de arriesgar tan fuerte si no fuéramos a ganar. Tú y yo ganamos, Akagami y la bocazas de Mura pierden. Tú decides- finalicé mientras jugueteaba con el sobre en mis manos.
Pasaron cinco minutos y cada vez estaba más seguro de que el plan funcionaria perfectamente, pero aún así no quería detener a Ryan, era un tipo lo suficientemente inteligente como para poder elaborar un plan, sería un desperdicio si acababa en la cárcel era por ello que había preparado un salvoconducto para él. No era un pirata cualquiera, es más, podría decirse que sería un error clasificarlo como pirata, de hecho me serviría más como agente espiratorio de secretos a los cuales no tenía acceso aún. La agencia de científicos gubernamentales, es por ello que había logrado falsificar una documentación de identidad, la cual le tachaba como un doctor con una brillante mente desaprovechada por falta de medios y dinero. Solo tendría que unirse al cuerpo susodicho y pasarme la información que quería de tarde en tarde, a cambio no sería detenido y tendría oportunidad de prosperar como quisiera y libertad de actuar como quisiera en dos años en adelante, el tiempo que tardarían aproximadamente en descubrir su verdadera identidad. Era un trato justo, tendría tiempo de preparase para lo que quisiera hacer con su vida. -Y pensar que todo eso esta dentro de este sobre- pensaba mientras tanteaba un sobre del tamaño de un DIN A3, amarillento con el formato típico de un sobre de correo. En su interior una coartada, su nueva documentación y las clausulas que debía cumplir para no lo entregará.
Un viento comenzó a alzarse de nuevo con fuerza avecinando una tormenta y hacia rato que alguien me seguía, para mi fortuna era Ryan. En un su mirada vi un rostro de fidelidad, casi estábamos hermanados, era el hombre que había sustituido, en parte, el vacío que había dejado Mikoto. Era el único hombre con el que podía rivalizar en igualdad de condiciones, el resto estaban muy por debajo de mi nivel y poderío.
-Te estaba esperando, tengo un pacto que te permitirá ganar mucho- dije sonriendo maquiavelicamente -Es una apuesta fuerte pero que dentro de este sobre esta tu ticket de viaje para alcanzar la inmortalidad, lo único que pido a cambio es tu documentación identificación actual y créeme cuando lleguen los marines de la redada no tendrás oportunidad contra ellos- le dije sonriendo mientras le mostraba el sobre -No sabrás lo que hay dentro hasta que me des tu documentación, pero vamos créeme nunca te daría la opción de arriesgar tan fuerte si no fuéramos a ganar. Tú y yo ganamos, Akagami y la bocazas de Mura pierden. Tú decides- finalicé mientras jugueteaba con el sobre en mis manos.
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