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Shun sujetó a Meiyo, manteniéndola a contraluz y observó el filo con cuidado. Mantener una katana en perfecto estado era una tarea delicada a la que se debía dedicar una atención especial. Cierto era que desde que la habían reforjado ya no parecía necesitar aquellos cuidados, pero aun así no la había descuidado. Todos los días dedicaba unos minutos a comprobar que tanto su katana como su wakizashi estuvieran en condiciones óptimas, y las limpiaba para evitar que pudiesen estropearse u oxidarse. Dudaba que esto pudiera llegar a ocurrir viendo hasta qué punto habían mejorado sus armas tras pasar por las forjas de Byakuro-san y Krauser-dono, pero un espadachín que descuidaba su arma podía darse por muerto. Era una lección que había aprendido en el pasado, viendo katana de samuráis jóvenes romperse contra una armadura u oxidarse por falta de cuidados.
El espadachín estaba sentado sobre sus piernas, en un claro. Cerca de él había un pequeño arroyo que descendía colina abajo, además de un pequeño fuego y un petate. Era extraño pensar que cuanto más había crecido en fama y riqueza, con menos se conformaba. A pesar de haberse hecho inmensamente rico, había preferido darle todas sus riquezas al gremio y seguir viajando únicamente con sus armas, su flauta y su petate. Ni siquiera se llevaba un barquito consigo cuando dejaba el Black Lotus como había hecho en aquella ocasión. El viento le llevaría consigo a su siguiente destino... "Y hablando de fama, tal vez debería estar alerta" pensó para sí, terminando la revisión de Meiyo y envainándola. "Hubo mucho revuelo en el pueblo por mi llegada. Es probable que pronto lleguen jóvenes a intentar retarme por mi puesto o por lograr fama." Solía pasar cuando se pasaba por poblaciones en las islas. Por eso solía evitarlas y se iba zonas alejadas a meditar o a entrenar, pero a veces se cansaba de la soledad, o simplemente no le apetecía perder tiempo cazando o recolectando alimento y lo compraba en el mercado.
Sacó a Yu de la vaina y comenzó a continuar el examen con la wakizashi. Era increíble cómo por más que la usaba no perdían el filo, ni se mellaban o dañaban. Cierto era que siempre trataba sus armas con extremo cuidado, pero también se había visto obligado a forzarlas bastante en combate. Por otro lado, hacía mucho que no tenía una batalla seria, desde su encuentro con Kógato. Hacía meses desde que había recibido su carta y había escapado de Impel Down, pero aun no tenía noticias suyas. Había estado pendiente de todas las noticias que pudiesen ser un indicio de su presencia en una isla: desapariciones, asesinatos de marines, homicidios sangrientos, incendios extraños... sin embargo siempre habían resultado ser falsas pistas. Una falsa pista lo había llevado hasta aquella isla. Un incendio muy extraño que sólo afectó al cuartel local de la Marina. Sìn embargo, su investigación le había llevado a descubrir que el fuego lo había causado un artefacto explosivo. Y a Kógato le llegaba con el poder de su akuma para quemar cosas, y que él supiera no tenía conocimientos en materia de demoliciones. Por otro lado... era un ex-agente del Cipher Pol. Debía esperarse cualquier cosa de aquel hombre.
El espadachín estaba sentado sobre sus piernas, en un claro. Cerca de él había un pequeño arroyo que descendía colina abajo, además de un pequeño fuego y un petate. Era extraño pensar que cuanto más había crecido en fama y riqueza, con menos se conformaba. A pesar de haberse hecho inmensamente rico, había preferido darle todas sus riquezas al gremio y seguir viajando únicamente con sus armas, su flauta y su petate. Ni siquiera se llevaba un barquito consigo cuando dejaba el Black Lotus como había hecho en aquella ocasión. El viento le llevaría consigo a su siguiente destino... "Y hablando de fama, tal vez debería estar alerta" pensó para sí, terminando la revisión de Meiyo y envainándola. "Hubo mucho revuelo en el pueblo por mi llegada. Es probable que pronto lleguen jóvenes a intentar retarme por mi puesto o por lograr fama." Solía pasar cuando se pasaba por poblaciones en las islas. Por eso solía evitarlas y se iba zonas alejadas a meditar o a entrenar, pero a veces se cansaba de la soledad, o simplemente no le apetecía perder tiempo cazando o recolectando alimento y lo compraba en el mercado.
Sacó a Yu de la vaina y comenzó a continuar el examen con la wakizashi. Era increíble cómo por más que la usaba no perdían el filo, ni se mellaban o dañaban. Cierto era que siempre trataba sus armas con extremo cuidado, pero también se había visto obligado a forzarlas bastante en combate. Por otro lado, hacía mucho que no tenía una batalla seria, desde su encuentro con Kógato. Hacía meses desde que había recibido su carta y había escapado de Impel Down, pero aun no tenía noticias suyas. Había estado pendiente de todas las noticias que pudiesen ser un indicio de su presencia en una isla: desapariciones, asesinatos de marines, homicidios sangrientos, incendios extraños... sin embargo siempre habían resultado ser falsas pistas. Una falsa pista lo había llevado hasta aquella isla. Un incendio muy extraño que sólo afectó al cuartel local de la Marina. Sìn embargo, su investigación le había llevado a descubrir que el fuego lo había causado un artefacto explosivo. Y a Kógato le llegaba con el poder de su akuma para quemar cosas, y que él supiera no tenía conocimientos en materia de demoliciones. Por otro lado... era un ex-agente del Cipher Pol. Debía esperarse cualquier cosa de aquel hombre.
Ragnar Asborn
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Hacía pocos días que había llegado a la isla movido por una noticia que realmente había llamado mi atención. La llegada de un espadachín de una fuerza realmente asombrosa, "Shun, el diablo del viento", alguien que había logrado vencer a un hombre con 750.000.000 berries de recompensa, nada más ni nada menos, alguien que había tenido el valor de traicionar al gobierno mundial y una persona lo suficientemente fuerte como para colaborar con el Rey de los Cazadores, resumiendo, una autentica leyenda de la espada, alguien a quien tenía que ganar si quería llegar a ser un espadachín realmente fuerte.
Nada más levantarme, procedí con la misma rutina que había estado siguiendo estos últimos días, me duché, comí algo y salí a las calles de la isla en busca de aquel supuesto espadachín legendario. Ya llevaba dos días buscándolo día y noche por aquél lugar, tanto por la pequeña ciudad como por el bosque y de momento no había logrado ningún resultado, cosa que me estaba empezando a frustrar, pues mi paciencia tenía límites y estos se estaban empezando a agotar. En el mismo instante en el que me iba a dar por vencido me adentré en un claro en medio del bosque, allí vi algo que hizo que recuperara todas mis fuerzas de golpe.
En aquel claro, al lado de un fuego se encontraba un hombre sentado sobre sus propias piernas, él tenía algo entre sus manos, me paré para mirarlo mejor, aquello… aquello era una espada! Estaba limpiando una espada! Empecé a caminar hacia él hasta colocarme delante de él, seguidamente lo miré fijamente y con una mirada desafiante y una sonrisa un tanto macabra procedí hablar.
Tu eres Shun, “El diablo del viento”, no es así? Mi nombre Es Ragnar Asborn, recuerda bien ese nombre, porque es el nombre del hombre que va a derrotarte.
Tras decir aquello mi sonrisa aumento y me puse a Bagami, una de mis katanas en la boca, seguidamente empuñé mis otras dos espadas, una con cada mano y me preparé para la respuesta del hombre.
Nada más levantarme, procedí con la misma rutina que había estado siguiendo estos últimos días, me duché, comí algo y salí a las calles de la isla en busca de aquel supuesto espadachín legendario. Ya llevaba dos días buscándolo día y noche por aquél lugar, tanto por la pequeña ciudad como por el bosque y de momento no había logrado ningún resultado, cosa que me estaba empezando a frustrar, pues mi paciencia tenía límites y estos se estaban empezando a agotar. En el mismo instante en el que me iba a dar por vencido me adentré en un claro en medio del bosque, allí vi algo que hizo que recuperara todas mis fuerzas de golpe.
En aquel claro, al lado de un fuego se encontraba un hombre sentado sobre sus propias piernas, él tenía algo entre sus manos, me paré para mirarlo mejor, aquello… aquello era una espada! Estaba limpiando una espada! Empecé a caminar hacia él hasta colocarme delante de él, seguidamente lo miré fijamente y con una mirada desafiante y una sonrisa un tanto macabra procedí hablar.
Tu eres Shun, “El diablo del viento”, no es así? Mi nombre Es Ragnar Asborn, recuerda bien ese nombre, porque es el nombre del hombre que va a derrotarte.
Tras decir aquello mi sonrisa aumento y me puse a Bagami, una de mis katanas en la boca, seguidamente empuñé mis otras dos espadas, una con cada mano y me preparé para la respuesta del hombre.
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De repente percibió una presencia con su mantra. Alguien estaba pasando por los alrededores. Cabía la posibilidad de que le estuvieran buscando, pero era bastante más probable que no. Así pues, decidió seguir limpiando su wakizashi con el paño, e ignoró al extraño. Sin embargo, después de unos segundos fue consciente de que la interacción sería inevitable, pues aquella persona se estaba dirigiendo al claro. Respiró hondo con lentitud, y continuó la tarea algo más atento a sus alrededores. Pronto pudo escuchar los pasos sobre el suelo del bosque, que se detuvieron a escasos metros de él. A pesar de esto, Shun siguió fingiendo que no se había percatado de esto y decidió esperar a ver qué quería, pese a que ya se lo figuraba. Una voz masculina y grave habló, si bien no sonaba totalmente como la de un adulto. El samurái soltó entonces el paño, y tras observar con parsimonia ambos lados de la wakizashi, la guardó en la vaina. Sólo entonces prestó atención al recién llegado. Cerró los ojos, sin dirigirse aun hacia él, y dijo:
- Meditad bien sobre vuestras palabras. Si habéis venido buscándome es porque sabéis quién soy, y sois consciente del riesgo de retarme.
Cogió a Yu y a Meiyo, que estaban envainadas en el suelo frente a él, y se levantó, encarándose a Ragnar. Shun no resultaba particularmente intimidante de primeras. Era un hombre de mediana altura, con una larga melena recogida en una coleta alta. Llevaba gafas, y por vestimenta, un kimono azul con una hakama negra y un obi rojo, además de sandalias. Se ajustó las vainas de sus armas al lado izquierdo de la cintura, y entonces dedicó unos instantes a observar al fin a su joven retador. O jovencísimo, más bien. Había pasado tiempo desde que se había enfrentado a un adolescente, desde el torneo del Hexágono. Allí se había encontrado en la primera ronda con un luchador llamado Edward, bastante joven. Contuvo un suspiro, algo molesto. Odiaba luchar contra gente tan inexperta... ni siquiera Akagami Souh, pese a su akuma y su increíble fuerza, había estado a su altura. No era apropiado para un samurái medir sus fuerzas contra un adversario más débil, pues en ello no había ningún honor. Por otro lado... había aprendido ya hacía tiempo a no juzgar a la gente antes de tiempo. Y su forma de empuñar tres katanas a la vez le había llamado la atención.
- Antes de aceptar vuestro desafío, debéis saber que cuando yo lucho no hay medias tintas. Si caéis bajo mi espada, será sólo responsabilidad vuestra por cometer la temeridad de retarme - le dirigió una mirada un tanto severa - Un combate entre dos espadachines no es ningún juego. El último que cometió el error que tal vez estéis cometiendo vos estuvo a punto de morir.
Tan sólo esperaba que aquel joven no fuese tan irreflexivo como Kazuo. Si lograba convencerlo de no enfrentarse a él, tanto mejor. No le apetecía ir quitándole la vida a cuanto joven espadachín se cruzara en su camino, y si bien procuraba evitar matarlos, en un duelo es casi inevitable que los incidentes ocurran. Y hasta el corte más aparentemente inocuo podía transformarse en una infección mortal. Shun lo sabía bien... ya lo había visto en la guerra. Apoyó la mano derecha en la empuñadura de Meiyo, y entonces se fijó en que una de las katanas que empuñaba el joven Ragnar era muy similar a esta. Sobre todo en el mango. Le bastaba con un simple vistazo para decir que aquel arma no era de la calidad de la suya, pero su manufactura era sorprendentemente parecida. ¿Sería también un arma de Wano?
- Decidme, ¿qué pensáis sacar en claro de este combate? Y... ¿qué motivo os lleva a querer desafiarme? ¿Por qué es tan importante como para arriesgar vuestra vida? Si vuestra respuesta no me satisface, rechazaré el duelo. No voy a ir matando a jóvenes por cuestiones nimias. Hay cosas por las que no merece la pena morir o matar.
- Meditad bien sobre vuestras palabras. Si habéis venido buscándome es porque sabéis quién soy, y sois consciente del riesgo de retarme.
Cogió a Yu y a Meiyo, que estaban envainadas en el suelo frente a él, y se levantó, encarándose a Ragnar. Shun no resultaba particularmente intimidante de primeras. Era un hombre de mediana altura, con una larga melena recogida en una coleta alta. Llevaba gafas, y por vestimenta, un kimono azul con una hakama negra y un obi rojo, además de sandalias. Se ajustó las vainas de sus armas al lado izquierdo de la cintura, y entonces dedicó unos instantes a observar al fin a su joven retador. O jovencísimo, más bien. Había pasado tiempo desde que se había enfrentado a un adolescente, desde el torneo del Hexágono. Allí se había encontrado en la primera ronda con un luchador llamado Edward, bastante joven. Contuvo un suspiro, algo molesto. Odiaba luchar contra gente tan inexperta... ni siquiera Akagami Souh, pese a su akuma y su increíble fuerza, había estado a su altura. No era apropiado para un samurái medir sus fuerzas contra un adversario más débil, pues en ello no había ningún honor. Por otro lado... había aprendido ya hacía tiempo a no juzgar a la gente antes de tiempo. Y su forma de empuñar tres katanas a la vez le había llamado la atención.
- Antes de aceptar vuestro desafío, debéis saber que cuando yo lucho no hay medias tintas. Si caéis bajo mi espada, será sólo responsabilidad vuestra por cometer la temeridad de retarme - le dirigió una mirada un tanto severa - Un combate entre dos espadachines no es ningún juego. El último que cometió el error que tal vez estéis cometiendo vos estuvo a punto de morir.
Tan sólo esperaba que aquel joven no fuese tan irreflexivo como Kazuo. Si lograba convencerlo de no enfrentarse a él, tanto mejor. No le apetecía ir quitándole la vida a cuanto joven espadachín se cruzara en su camino, y si bien procuraba evitar matarlos, en un duelo es casi inevitable que los incidentes ocurran. Y hasta el corte más aparentemente inocuo podía transformarse en una infección mortal. Shun lo sabía bien... ya lo había visto en la guerra. Apoyó la mano derecha en la empuñadura de Meiyo, y entonces se fijó en que una de las katanas que empuñaba el joven Ragnar era muy similar a esta. Sobre todo en el mango. Le bastaba con un simple vistazo para decir que aquel arma no era de la calidad de la suya, pero su manufactura era sorprendentemente parecida. ¿Sería también un arma de Wano?
- Decidme, ¿qué pensáis sacar en claro de este combate? Y... ¿qué motivo os lleva a querer desafiarme? ¿Por qué es tan importante como para arriesgar vuestra vida? Si vuestra respuesta no me satisface, rechazaré el duelo. No voy a ir matando a jóvenes por cuestiones nimias. Hay cosas por las que no merece la pena morir o matar.
- Spoiler:
- Dije que nuestras katanas son tan similares porque hemos usado la misma imagen XD. Concretamente hablo de tu Eien no Fuyu.
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Realmente creía que nada más escuchar mis palabras el famoso espadachín Shun cargaría contra mí sin pensarlo, pero parecía ser que el hombre era más reflexivo y profundo de lo que pensaba. En vez de atacarme o enfadarse, simplemente recogió a sus dos espadas y se levantó con toda la tranquilidad del mundo, era como si me estuviese subestimando. Cuando ya estaba en pie, se colocó ambas espadas en su cintura, yo me fijé mejor en una de ellas. Joder, era clavadita a Eien… bueno solo sería una casualidad… olvidé aquel tema y seguí prestando atención a los movimientos del hombre. Él me soltó un discurso sobre lo serio que era un combate entre espadachines, sobre la vida y la muerte… al final de este me hizo una pregunta, al parecer quería saber los motivos de mi reto hacía su persona. Aún con Bagami en mi boca le di la respuesta que tanto ansiaba conocer.
-Ser el más fuerte!
Respondí con una mirada decidida al mismo tiempo que la presión que ejercían mis dientes sobre la empuñadura de Bagami iba aumentando
-Que me dices? Comenzamos ya el duelo?
Le dije mientras alzaba mi brazo derecho y le apuntaba con Moeru a una distancia de varios metros uno del otro.
-Ser el más fuerte!
Respondí con una mirada decidida al mismo tiempo que la presión que ejercían mis dientes sobre la empuñadura de Bagami iba aumentando
-Que me dices? Comenzamos ya el duelo?
Le dije mientras alzaba mi brazo derecho y le apuntaba con Moeru a una distancia de varios metros uno del otro.
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Shun arqueó una ceja, extrañado. ¿Ser el más fuerte? ¿Qué clase de meta es esa? Hay gente que busca ser fuerte para derrotar a un enemigo, para proteger a un ideal o a su gente, o para obtener fama y fortuna. Pero, ¿ser más fuerte en sí como meta? El samurái nunca se había planteado esa posibilidad seriamente, pues todos lo que decían querer ser el más poderoso o el mejor tenían una intención para ello. ¿Cuál sería el motivo de Ragnar? ¿Qué sería lo que le impulsaba a levantarse cada mañana y seguir entrenando? Aquel chico estaba logrando intrigarle, aunque por otro lado... ¿merecía la pena el hecho de querer ser el mejor arriesgar la vida. Frunciendo ligeramente el ceño, se colocó bien las gafas y dijo:
- Entiendo. No voy a interponerme entre un hombre y su meta. Os concederé ese duelo que tanto ansiáis - dijo, en un tono serio y solemne.
Arqueando las piernas para ponerse en una posición más estable, agarró la vaina de Meiyo y la giró sobre sí misma con la mano izquierda, apoyando el dedo pulgar en la guarda. Mientras tanto, acercó la mano derecha a la empuñadura, y la mantuvo a unos centímetros de esta, en guardia. Su estilo de Kenjutsu era el Kuchibue no Ken, y se especializaba en iaijutsu. Dado que su manera de combatir era rápida y agresiva, decidió dejar el primer golpe a Ragnar. Así podría comprobar su fuerza y ver hasta qué punto debía esforzarse. No iba a ser condescendiente; subestimarlo sería un error. Sin embargo desconocía su nivel de habilidad, y si quería evitar matarlo debía constatar que no fuese ningún novato. De no serlo, iría con todo cuanto tenía, pero si lo era sería una demostración de fuerza innecesaria. Al fin y al cabo, la benevolencia era una de las virtudes del bushido; no porque un novato estuviera cometiendo la temeridad de retarle iba a ser tan cruel como para esforzarse al máximo y aniquilarlo en un instante. Eso sería tan arrogante como tratarlo como a un debilucho y humillarle. No, lo mejor sería una derrota rápida y contundente que le sirviera como escarmiento, y a ser posible hiriéndolo lo mínimo.
- Antes de empezar, tengo una pregunta. ¿Qué es lo que os ha llevado a querer ser el más fuerte? ¿Por qué esa meta? - preguntó, vigilándolo con cautela.
La pose de Ragnar era poco ortodoxa. Nunca había visto a ninguna escuela de kenjutsu emplear tres espadas, menos sujetar una con la boca. Ocurriese lo que ocurriera, desde luego sería un combate interesante. Y se le ocurría una manera rápida de derrotarle si realizaba la clase de ataque que él creía que haría. Sería arriesgado dado que era un movimiento improvisado que nunca había practicado, pero sin duda le demostraría si era un novato o no. De tener experiencia en el manejo de la espada, es posible que fuese capaz de evitarlo y que lo viera venir. En otro caso, lo pondría en un serio aprieto.
- Dado que vos sois el retador, os concedo el primer movimiento. Demostradme vuestra habilidad.
- Entiendo. No voy a interponerme entre un hombre y su meta. Os concederé ese duelo que tanto ansiáis - dijo, en un tono serio y solemne.
Arqueando las piernas para ponerse en una posición más estable, agarró la vaina de Meiyo y la giró sobre sí misma con la mano izquierda, apoyando el dedo pulgar en la guarda. Mientras tanto, acercó la mano derecha a la empuñadura, y la mantuvo a unos centímetros de esta, en guardia. Su estilo de Kenjutsu era el Kuchibue no Ken, y se especializaba en iaijutsu. Dado que su manera de combatir era rápida y agresiva, decidió dejar el primer golpe a Ragnar. Así podría comprobar su fuerza y ver hasta qué punto debía esforzarse. No iba a ser condescendiente; subestimarlo sería un error. Sin embargo desconocía su nivel de habilidad, y si quería evitar matarlo debía constatar que no fuese ningún novato. De no serlo, iría con todo cuanto tenía, pero si lo era sería una demostración de fuerza innecesaria. Al fin y al cabo, la benevolencia era una de las virtudes del bushido; no porque un novato estuviera cometiendo la temeridad de retarle iba a ser tan cruel como para esforzarse al máximo y aniquilarlo en un instante. Eso sería tan arrogante como tratarlo como a un debilucho y humillarle. No, lo mejor sería una derrota rápida y contundente que le sirviera como escarmiento, y a ser posible hiriéndolo lo mínimo.
- Antes de empezar, tengo una pregunta. ¿Qué es lo que os ha llevado a querer ser el más fuerte? ¿Por qué esa meta? - preguntó, vigilándolo con cautela.
La pose de Ragnar era poco ortodoxa. Nunca había visto a ninguna escuela de kenjutsu emplear tres espadas, menos sujetar una con la boca. Ocurriese lo que ocurriera, desde luego sería un combate interesante. Y se le ocurría una manera rápida de derrotarle si realizaba la clase de ataque que él creía que haría. Sería arriesgado dado que era un movimiento improvisado que nunca había practicado, pero sin duda le demostraría si era un novato o no. De tener experiencia en el manejo de la espada, es posible que fuese capaz de evitarlo y que lo viera venir. En otro caso, lo pondría en un serio aprieto.
- Dado que vos sois el retador, os concedo el primer movimiento. Demostradme vuestra habilidad.
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Al escuchar sus palabras mi sonrisa se volvió más macabra y mis ojos se tornaron más intimidantes, en esos mismos instantes me sentía como en mi isla natal, como un cazador apunto de cargar contra su presa. Antes de lanzarme contra él, me puse en la pose de combate que más adecuada veía para esa situación, situando mis dos espadas de las manos casi rozando el suelo y ligeramente atrasadas a mi cuerpo. Tras colocarme correctamente respondí a su
pregunta sin darle una respuesta.
-Si consigues ganarme gustosamente te responderé a esa pregunta.
Tras unos segundos de silencio después de mis palabras acompañados por una fuerte ráfaga de viento le avisé de mi ataque.
-¡ALLÁ VOY!
Fui lo más rápido que pude hacía él corriendo con mi cuerpo inclinado hacia delante, cuando me encontraba a pocos centímetros de su cuerpo intenté cortarlo con mis tres espadas, cruzando las dos de las manos en el abdomen y dirigiendo la de la boca a su pecho.
pregunta sin darle una respuesta.
-Si consigues ganarme gustosamente te responderé a esa pregunta.
Tras unos segundos de silencio después de mis palabras acompañados por una fuerte ráfaga de viento le avisé de mi ataque.
-¡ALLÁ VOY!
Fui lo más rápido que pude hacía él corriendo con mi cuerpo inclinado hacia delante, cuando me encontraba a pocos centímetros de su cuerpo intenté cortarlo con mis tres espadas, cruzando las dos de las manos en el abdomen y dirigiendo la de la boca a su pecho.
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Shun observó los movimientos de su rival. Para él era lento, y sus movimientos demasiado inexpertos. Le bastaba con una mera mirada. Aquella pose era demasiado poco práctica y dejaba muchas aberturas. Una lástima... había esperado llevarse alguna sorpresa más en aquel combate. Aun había tiempo, claro, pero comenzaba a dudar que fuese algo más que un novato con demasiados aires de grandeza. "Ni siquiera merece la pena que haga un iai, o esto terminará demasiado rápido." Soltó la vaina de Meiyo y desenvainó a Yu. Para un combate como aquel, le bastaría con su wakizashi. De hecho, al ser más corta le resultaría más fácil de mover en un combate cuerpo a cuerpo cerrado que a Ragnar sus tres katanas a la vez. Alzó el acero y extendió el brazo hacia el frente, apuntando con el arma al otro espadachín.
- Dad lo mejor de vos, o no alcanzaréis ni a rozarme - advirtió, con severidad.
De haberlo querido, podría haberlo matado en un instante con un disparo de aire de Yu, pero hubiese sido demasiado fácil. En lugar de eso, analizó sus movimientos tratando de predecirlos y pensar en la mejor manera de contrarrestarlos. Por su feroz carga era casi obvio que golpearía con las dos katanas de las manos a la vez, faltaba por ver dónde. Pero eso lo vería en cuanto comenzara a realizar el movimiento. No podía perder de vista la de la boca, ya que dudaba que la estuviera cogiendo como adorno. En cuanto estuvo a escasos metros de él, el movimiento de sus brazos delató sus intenciones. Cuando para otro espadachín reaccionar a esas alturas del ataque, faltando apenas décimas de segundo para ser cortado era toda una hazaña, para Shun no era tal gesta. En un fluido gesto retrocedió un paso al tiempo que se doblaba ligeramente sobre su estómago para evitar totalmente el ataque.
- Os lo advertí.
Al mismo tiempo que esquivaba el ataque, preparó la wakizashi. En el momento en que ambas katanas se cruzaron, Shun trazó un veloz movimiento descendente desde su derecha hacia su izquierda con su wakizashi con intención de golpear a ambas armas a la vez. El objetivo era desviarlas hacia la derecha de Ragnar, y que con la fuerza del impacto y la propia inercia de la katana que ya venía desde el lado del golpe desequilibrarle, y tal vez incluso soltase sus espadas, desarmándole. Al instante siguiente recuperó su postura original y se dobló hacia atrás, evitando el corte del pecho. Sin embargo, fue un movimiento demasiado arriesgado por su parte, la punta de la katana rozó su ropa. Fue apenas un instante, y el kimono ni siquiera salió dañado, pero Shun fue consciente de esto. "Debo ser más cuidadoso, o podría salir herido." Tras terminar el movimiento defensivo con su arma, la giró rápidamente sobre sí misma con un rápido movimiento de mano, haciendo que el filo quedase mirando hacia Ragnar. En un corte a una velocidad de vértigo, realizó un movimiento diagonal ascendente, que si golpeaba al chico le trazaría un corte desde su cadera derecha al hombro izquierdo. Dió el golpe de tal manera que parecía que la hoja pasaría a centímetros del cuerpo del chico, rozándolo, pero en realidad alargó el filo de esta diez centímetros con viento afilado. Al tiempo que hacía su técnica, dio un leve silbido.
- Haru no buyō: Kyōfū (Danza de Primavera: Vendaval)
- Dad lo mejor de vos, o no alcanzaréis ni a rozarme - advirtió, con severidad.
De haberlo querido, podría haberlo matado en un instante con un disparo de aire de Yu, pero hubiese sido demasiado fácil. En lugar de eso, analizó sus movimientos tratando de predecirlos y pensar en la mejor manera de contrarrestarlos. Por su feroz carga era casi obvio que golpearía con las dos katanas de las manos a la vez, faltaba por ver dónde. Pero eso lo vería en cuanto comenzara a realizar el movimiento. No podía perder de vista la de la boca, ya que dudaba que la estuviera cogiendo como adorno. En cuanto estuvo a escasos metros de él, el movimiento de sus brazos delató sus intenciones. Cuando para otro espadachín reaccionar a esas alturas del ataque, faltando apenas décimas de segundo para ser cortado era toda una hazaña, para Shun no era tal gesta. En un fluido gesto retrocedió un paso al tiempo que se doblaba ligeramente sobre su estómago para evitar totalmente el ataque.
- Os lo advertí.
Al mismo tiempo que esquivaba el ataque, preparó la wakizashi. En el momento en que ambas katanas se cruzaron, Shun trazó un veloz movimiento descendente desde su derecha hacia su izquierda con su wakizashi con intención de golpear a ambas armas a la vez. El objetivo era desviarlas hacia la derecha de Ragnar, y que con la fuerza del impacto y la propia inercia de la katana que ya venía desde el lado del golpe desequilibrarle, y tal vez incluso soltase sus espadas, desarmándole. Al instante siguiente recuperó su postura original y se dobló hacia atrás, evitando el corte del pecho. Sin embargo, fue un movimiento demasiado arriesgado por su parte, la punta de la katana rozó su ropa. Fue apenas un instante, y el kimono ni siquiera salió dañado, pero Shun fue consciente de esto. "Debo ser más cuidadoso, o podría salir herido." Tras terminar el movimiento defensivo con su arma, la giró rápidamente sobre sí misma con un rápido movimiento de mano, haciendo que el filo quedase mirando hacia Ragnar. En un corte a una velocidad de vértigo, realizó un movimiento diagonal ascendente, que si golpeaba al chico le trazaría un corte desde su cadera derecha al hombro izquierdo. Dió el golpe de tal manera que parecía que la hoja pasaría a centímetros del cuerpo del chico, rozándolo, pero en realidad alargó el filo de esta diez centímetros con viento afilado. Al tiempo que hacía su técnica, dio un leve silbido.
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Con tan solo un golpe de su espada pudo detener mi ofensiva en cruz y desequilibrarme, seguidamente logró esquivar mi ataque con Bagami de una forma realmente fácil. Tras inutilizar mi ataque, volteó su arma y con una gran velocidad me hizo un corte desde la cadera derecha hasta el hombro izquierdo. Nada más recibir su ataque me quedé parado en el sitio, me era imposible el moverme, de repente, un gran chorro de sangre salió disparado de mi herida. Durante unos breves instantes parecía que iba a soltar mis espadas a causa del dolor, pero en el último instante, haciendo uso de todas mis fuerzas sujeté mis armas de la forma más fuerte que pude. No podía perder aún! NO IBA A DARME POR VENCIDO TAN FACILMENTE!.
Apreté mis manos y mi mandíbula con una gran fuerza y miré fijamente a mi adversario. Desde luego no podía tomármelo a broma… ese último corte no había sido el corte de una hoja y aquella velocidad… no era la de un humano. Como podía moverse tan rápido!? Desde luego él estaba en un nivel muy superior al mío, pero eso no me iba a frenar, pensaba ganar esa pelea. Pensaba demostrarle mi autentica fuerza a mi adversario!
Coloqué el mango de una de mis espadas sobre la empuñadura de la otra de forma diagonal mientras mantenía la tercera espada en mi boca y empecé a hacerlas girar a gran velocidad. Aquél era mi último recurso, la única forma que se me ocurría de ganar a mi oponente, si aquello no funcionaba, nada funcionaría. Cuando las espadas se encontraban a una velocidad aceptable cargué contra él. Las espadas de mis manos que estaban girando tan solo eran una distracción para hacer que se viera obligado a pararlas con su arma. El verdadero ataque se ocultaba en la katana de mi boca, un ataque directo al pecho. Los dados ya estaban tirados, ahora todo estaba en manos del destino.
Apreté mis manos y mi mandíbula con una gran fuerza y miré fijamente a mi adversario. Desde luego no podía tomármelo a broma… ese último corte no había sido el corte de una hoja y aquella velocidad… no era la de un humano. Como podía moverse tan rápido!? Desde luego él estaba en un nivel muy superior al mío, pero eso no me iba a frenar, pensaba ganar esa pelea. Pensaba demostrarle mi autentica fuerza a mi adversario!
Coloqué el mango de una de mis espadas sobre la empuñadura de la otra de forma diagonal mientras mantenía la tercera espada en mi boca y empecé a hacerlas girar a gran velocidad. Aquél era mi último recurso, la única forma que se me ocurría de ganar a mi oponente, si aquello no funcionaba, nada funcionaría. Cuando las espadas se encontraban a una velocidad aceptable cargué contra él. Las espadas de mis manos que estaban girando tan solo eran una distracción para hacer que se viera obligado a pararlas con su arma. El verdadero ataque se ocultaba en la katana de mi boca, un ataque directo al pecho. Los dados ya estaban tirados, ahora todo estaba en manos del destino.
Ichimura Hachiro
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Después de aquel corte, retrocedió unos pasos y sacudió la wakizashi para limpiar las gotas de sangre. Aquel combate estaba siendo demasiado sencillo. No había tenido que emplear ninguna clase de defensa especial, y en un único intercambio de golpes ya lo había herido. "Es un joven con talento, pero demasiado inexperto. Es una lástima que me lo haya cruzado tan pronto. En unos años tal vez hubiese sido un desafío digno." A pesar de lo adverso de la situación, Ragnar estaba demostrando una gran entereza. Lograba mantenerse en pie y al parecer bastante dispuesto a seguir dando guerra pese a la herida, lo cuál era todo un logro. Sin embargo, no era algo inhabitual. Había mucha más gente resistente.
- Veo que pensáis continuar pese a haber visto la diferencia de fuerzas. Os felicito, tenéis agallas. O tal vez simplemente estéis demasiado loco... pero eso no me corresponde juzgarlo a mi.
Shun observó los movimientos del espadachín con curiosidad. ¿Pretendía a caso usar sus espadas como si fuesen una batidora o qué? Era un movimiento curioso, pero no parecía particularmente útil, así que o Ragnar no era muy avispado o era parte de algún otro movimiento. Alguna clase de técnica especial, o alguna clase de finta. "Creo que será mejor finalizar esto rápido y limpiamente. No quiero verme obligado a dar un golpe que pueda resultar mortal." Envainó a Yu y posó la mano sobre la empuñadura de su katana. Acto seguido volvió a ponerse en su posición original, con las piernas flexionadas y sujetando la vaina de Meiyo. Daría por finalizado el combate con un certero iai. Vigiló a Ragnar, con una mirada calmada y resuelta, y en cuanto este comenzó a avanzar hacia él, murmuró:
- Iai...
De repente Shun se movió tan rápido que pareció desaparecer. Visualmente pareció como si una veloz sombra pasara a la izquierda de Ragnar, al tiempo que el viento producía un extraño sonido como de un silbido. Al instante siguiente, el samurai apareció tras el peliblanco envainando su katana. ¿Qué había hecho en aquel movimiento? Al tiempo que desenvainaba había trazado un veloz corte hacia su torso, a las costillas, para luego reorientando el arma encadenar un segundo golpe al muslo. Este sería poco profundo, casi superficial. Lo suficiente como para lesionarle levemente, una herida que curaría pronto, pero que le estorbaría de querer continuar el combate y tal vez le hiciera decidirse a aceptar su derrota. Aquel rápido contraataque le había permitido anticiparse al ataque de Ragnar, que si había continuado con la carga, se encontraría con que donde estaba antes su rival ahora ya no había nadie.
- ...Sasayaku no Ken - terminó de decir mientras envainaba.
- Veo que pensáis continuar pese a haber visto la diferencia de fuerzas. Os felicito, tenéis agallas. O tal vez simplemente estéis demasiado loco... pero eso no me corresponde juzgarlo a mi.
Shun observó los movimientos del espadachín con curiosidad. ¿Pretendía a caso usar sus espadas como si fuesen una batidora o qué? Era un movimiento curioso, pero no parecía particularmente útil, así que o Ragnar no era muy avispado o era parte de algún otro movimiento. Alguna clase de técnica especial, o alguna clase de finta. "Creo que será mejor finalizar esto rápido y limpiamente. No quiero verme obligado a dar un golpe que pueda resultar mortal." Envainó a Yu y posó la mano sobre la empuñadura de su katana. Acto seguido volvió a ponerse en su posición original, con las piernas flexionadas y sujetando la vaina de Meiyo. Daría por finalizado el combate con un certero iai. Vigiló a Ragnar, con una mirada calmada y resuelta, y en cuanto este comenzó a avanzar hacia él, murmuró:
- Iai...
De repente Shun se movió tan rápido que pareció desaparecer. Visualmente pareció como si una veloz sombra pasara a la izquierda de Ragnar, al tiempo que el viento producía un extraño sonido como de un silbido. Al instante siguiente, el samurai apareció tras el peliblanco envainando su katana. ¿Qué había hecho en aquel movimiento? Al tiempo que desenvainaba había trazado un veloz corte hacia su torso, a las costillas, para luego reorientando el arma encadenar un segundo golpe al muslo. Este sería poco profundo, casi superficial. Lo suficiente como para lesionarle levemente, una herida que curaría pronto, pero que le estorbaría de querer continuar el combate y tal vez le hiciera decidirse a aceptar su derrota. Aquel rápido contraataque le había permitido anticiparse al ataque de Ragnar, que si había continuado con la carga, se encontraría con que donde estaba antes su rival ahora ya no había nadie.
- ...Sasayaku no Ken - terminó de decir mientras envainaba.
Ragnar Asborn
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Cargué hacia él, antes de poder alcanzarlo si quisiera con mi ataque, mi adversario desapareció delante de mis narices, prácticamente al mismo tiempo, sentí un fuerte viento pasar a mi izquierda, como si una especie de ninja pasara por mi lado a gran velocidad. Me paré de golpe para intentar averiguar el paradero de mi adversario. Lo primero que se me ocurrió fue mirar atrás, giré la cabeza y efectivamente estaba allí. El espadachín enfundó su espada mientras pronunciaba un extraño nombre, en el mismo instante, dos cortes se abrieron, uno en las costillas izquierdas y el otro en mi muslo izquierdo, provocando que la sangre saltara de golpe.
Al sentir aquellos cortes sobre mi cuerpo caí desplomado al suelo, quedándome arrodillado sobre mi rodilla derecha. –Mierda… Musité mientras Bagami se caía de mi boca y observaba inmóvil las dos katanas de mis manos. Tras estar así durante unos segundos tomé una decisión, envainé a Eien y a Moeru en sus respectivas fundas y recogí a Bagami del suelo con ambas manos. Como pude, me puse, mi pierna izquierda estaba temblorosa por el corte que había recibido anteriormente, cada pocos segundos, esta hacía un movimiento en seco con el cual parecía que me fuera a caer.
Encaré a mi rival y lo miré fijamente mientras empuñaba a Bagami con ambas manos. Aquello no había acabado, no iba a permitirlo, apreté con fuerza mis manos sobre la empuñadura de la katana y grité algo con rabia antes de cargar contra él.
–Puede ser que no tenga ninguna posibilidad de ganar… PERO NO DEJARÉ QUE NADIE ME GANE TAN FÁCILMENTE! Derrotado de dos únicos ataques…no permitiré que nadie cuente eso sobre mí… Antes daré mi vida!
Con total decisión, le lancé un ataque descendente directo hacía la cabeza. Eran escasas las fuerzas que me quedaban, y casi no podía mantenerme en pie, por lo que el ataque resultó realmente débil y lento…
Al sentir aquellos cortes sobre mi cuerpo caí desplomado al suelo, quedándome arrodillado sobre mi rodilla derecha. –Mierda… Musité mientras Bagami se caía de mi boca y observaba inmóvil las dos katanas de mis manos. Tras estar así durante unos segundos tomé una decisión, envainé a Eien y a Moeru en sus respectivas fundas y recogí a Bagami del suelo con ambas manos. Como pude, me puse, mi pierna izquierda estaba temblorosa por el corte que había recibido anteriormente, cada pocos segundos, esta hacía un movimiento en seco con el cual parecía que me fuera a caer.
Encaré a mi rival y lo miré fijamente mientras empuñaba a Bagami con ambas manos. Aquello no había acabado, no iba a permitirlo, apreté con fuerza mis manos sobre la empuñadura de la katana y grité algo con rabia antes de cargar contra él.
–Puede ser que no tenga ninguna posibilidad de ganar… PERO NO DEJARÉ QUE NADIE ME GANE TAN FÁCILMENTE! Derrotado de dos únicos ataques…no permitiré que nadie cuente eso sobre mí… Antes daré mi vida!
Con total decisión, le lancé un ataque descendente directo hacía la cabeza. Eran escasas las fuerzas que me quedaban, y casi no podía mantenerme en pie, por lo que el ataque resultó realmente débil y lento…
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Shun miró con cierta impresión y admiración al peliblanco. ¿Estaba dispuesto a llegar tan lejos por un combate? ¿Por defender su orgullo? Eso denotaba un gran valor, una increíble estupidez y un honor digno de un samurái. Las personas como él eran muy escasas, y merecedoras de los mayores elogios por su arrojo y coraje. Realmente cuando estás en un claro peligro de muerte resulta más fácil rendirse que arrojarte a una derrota segura, tan sólo por evitar el deshonor de la cobardía. Aquello era algo que el espadachín entendía muy bien, con lo que en su opinión aquel chico acababa de demostrar una gran entereza. Era más digno de llamarse "espadachín" que muchos jóvenes samuráis que Shun había conocido en Wano. Así pues, debía corresponder a su valentía continuando el combate, aun a riesgo de matarlo. Todo lo que antes había decidido era papel mojado si el honor de aquel joven estaba en juego.
- Sea pues, Ragnar-san. Crucemos nuestros filos una vez más - dijo, con una mirada solemne.
De repente algo le llamó la atención de los movimientos de su rival. Alzaba la katana... ¿un men? Igual no empleaba un estilo de combate tan extraño. El men era uno de los cortes básicos de kenjutsu, un golpe descendente dirigido a la cabeza. Una elección desafortunada sin embargo, dado que como espadachín experimentado, Shun sabía cómo contrarrestar un golpe como ese y contraatacar en la propia defensa. El samurái alzó la katana rápidamente, empuñándola con ambas manos, e interpuso el tercio fuerte de la hoja (la zona más cercana a la empuñadura) en el golpe, más o menos en el tercio medio de la espada de Ragnar. El truco de aquello consistía en que cuanto más cerca de la empuñadura, menos fuerza había que aplicar. Es más difícil bloquear o tratar de romper un bloqueo con el tercio débil (la zona final del arma) que con el tercio fuerte, y eso era lo permitió a Shun realizar su golpe. Desviando a un lado el arma de Ragnar, trazó un corte descendente con la suya propia, en dirección al peliblanco.
- Sea pues, Ragnar-san. Crucemos nuestros filos una vez más - dijo, con una mirada solemne.
De repente algo le llamó la atención de los movimientos de su rival. Alzaba la katana... ¿un men? Igual no empleaba un estilo de combate tan extraño. El men era uno de los cortes básicos de kenjutsu, un golpe descendente dirigido a la cabeza. Una elección desafortunada sin embargo, dado que como espadachín experimentado, Shun sabía cómo contrarrestar un golpe como ese y contraatacar en la propia defensa. El samurái alzó la katana rápidamente, empuñándola con ambas manos, e interpuso el tercio fuerte de la hoja (la zona más cercana a la empuñadura) en el golpe, más o menos en el tercio medio de la espada de Ragnar. El truco de aquello consistía en que cuanto más cerca de la empuñadura, menos fuerza había que aplicar. Es más difícil bloquear o tratar de romper un bloqueo con el tercio débil (la zona final del arma) que con el tercio fuerte, y eso era lo permitió a Shun realizar su golpe. Desviando a un lado el arma de Ragnar, trazó un corte descendente con la suya propia, en dirección al peliblanco.
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En el mismo instante que lancé aquel ataque contra el experto espadachín, su espada logró detenerlo con una facilidad impresionante, la hoja de su katana estaba totalmente recta, sujeta con pulso firme, sin moverse un solo milímetro al mismo tiempo que se encontraba bloqueando la mía. Por mucha fuerza que hiciera hacía el suelo, no había manera de mover su espada, pues escasas eran las fuerzas que me quedaban, y su habilidad con la espada era realmente impresionante… pequeños detalles que estaban a punto de decidir la batalla. Segundos después de bloquear mi ataque, hizo mi espada a un lado y en aquel mismo movimiento aprovechó para contraatacar y hacerme un profundo corte desde debajo del hombro derecho hasta arriba del costado izquierdo de la cadera.
Tras recibir aquel potente corte, la sangre salió disparada tanto de la herida causada por su ataque como de mi boca, tiñendo el suelo de mis pies de un rojizo color. Ya no me quedaba fuerza alguna, había perdido demasiada sangre y mis piernas temblorosas ya no podían aguantar más el peso de mi cuerpo. De repente, mis extremidades dejaron de responder y caí rendido al suelo al mismo tiempo que soltaba a Bagami.
-Mierda… No puedo perder… Ahora no… yo… yo tengo que ser el más fuerte…
Musité con las pocas fuerzas que me quedaban, intentando desplazarme para alcanzar mi espada. A pesar de mis constantes esfuerzos de moverme, no pude estirar ni un solo dedo. Mi cuerpo había llegado a su límite y el haber perdido tanta sangre me estaba pasando factura. Cara al suelo y con una débil voz le dije algo a mi adversario.
-Me gustaría seguir luchando… pero mi cuerpo no me responde…
Haciendo uso de mis últimas fuerzas me puse cara arriba y se parando los brazos del torso pronuncié las que creía serían mis últimas palabras.
-Adelante, tú ganas, una herida por la espalda es un deshonor para un espadachín.
Dije esperando a que me arrebatase mi vida.
Tras recibir aquel potente corte, la sangre salió disparada tanto de la herida causada por su ataque como de mi boca, tiñendo el suelo de mis pies de un rojizo color. Ya no me quedaba fuerza alguna, había perdido demasiada sangre y mis piernas temblorosas ya no podían aguantar más el peso de mi cuerpo. De repente, mis extremidades dejaron de responder y caí rendido al suelo al mismo tiempo que soltaba a Bagami.
-Mierda… No puedo perder… Ahora no… yo… yo tengo que ser el más fuerte…
Musité con las pocas fuerzas que me quedaban, intentando desplazarme para alcanzar mi espada. A pesar de mis constantes esfuerzos de moverme, no pude estirar ni un solo dedo. Mi cuerpo había llegado a su límite y el haber perdido tanta sangre me estaba pasando factura. Cara al suelo y con una débil voz le dije algo a mi adversario.
-Me gustaría seguir luchando… pero mi cuerpo no me responde…
Haciendo uso de mis últimas fuerzas me puse cara arriba y se parando los brazos del torso pronuncié las que creía serían mis últimas palabras.
-Adelante, tú ganas, una herida por la espalda es un deshonor para un espadachín.
Dije esperando a que me arrebatase mi vida.
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Tal y como esperaba, logró realizar a la perfección el movimiento, hiriendo al joven espadachín. Retrocedió un par de pasos para que no le cayera encima, y lo observó desplomarse. "Un hombre valiente... si bien un tanto temerario." Se metió la mano en el interior de la ropa y sacó un paño con el que empezó a limpiar la sangre de su espada. No le gustaba lo que había tenido que hacer, pero no lo hubiera hecho de una manera diferente de tener la ocasión de cambiarlo. No, un samurái no se retracta de sus palabras ni de sus acciones. Terminó de limpiar a Meiyo y la envainó, para observar cómo Ragnar se afanaba por levantarse. Frunció el ceño, algo molesto. ¿Es que quería morir?
- Si seguís forzando vuestro cuerpo así, moriréis. Ya habéis demostrado vuestra voluntad de combatir, Ragnar-san. Ahora asumid vuestra derrota como un hombre.
Aun así, el joven de pelo blanco se levantó y puso los brazos en cruz. Shun abrió mucho los ojos, sorprendido. ¿En serio? Era la primera vez que veía a alguien fuera de Wano con tal sentido del honor. Sólo un auténtico samurái admitiría su derrota hasta el punto de considerar que su honor se había perdido y debía pagarlo con la muerte. Jamás había visto un acto así en nadie más... sin embargo, Shun no consideraba que todo aquello se pudiese considerar como una pérdida del honor. Al fin y al cabo, el chico había sido derrotado en un combate contra alguien más experimentado, y en una batalla en que no había nada en juego salvo una herida o dos. El samurái cerró los ojos y suspiró:
- Admiro tu gesto, pero no voy a matarte. Has perdido bastante sangre, pero posiblemente sobrevivirás. He evitado puntos vitales - comenzó a alejarse - Volveré en una semana. Si sigues vivo y estás en condiciones, te llevaré conmigo y te entrenaré una temporada.
No tenía claro por qué lo había dicho. Entre aquel tipo y Kazuo, casi parecía que se dedicase a enseñar kenjutsu a todo espadachín jovenzuelo que se cruzase en su camino. Pero por otro lado, tenía el carácter, la voluntad y las agallas para convertirse en un maestro de la espada. Tampoco era malo, aunque le faltaba mucho por aprender. Y de eso se encargaría él. Recogió sus cosas y comenzó a bajar la montaña. Ya era hora de ir a por un poco de sake.
- Si seguís forzando vuestro cuerpo así, moriréis. Ya habéis demostrado vuestra voluntad de combatir, Ragnar-san. Ahora asumid vuestra derrota como un hombre.
Aun así, el joven de pelo blanco se levantó y puso los brazos en cruz. Shun abrió mucho los ojos, sorprendido. ¿En serio? Era la primera vez que veía a alguien fuera de Wano con tal sentido del honor. Sólo un auténtico samurái admitiría su derrota hasta el punto de considerar que su honor se había perdido y debía pagarlo con la muerte. Jamás había visto un acto así en nadie más... sin embargo, Shun no consideraba que todo aquello se pudiese considerar como una pérdida del honor. Al fin y al cabo, el chico había sido derrotado en un combate contra alguien más experimentado, y en una batalla en que no había nada en juego salvo una herida o dos. El samurái cerró los ojos y suspiró:
- Admiro tu gesto, pero no voy a matarte. Has perdido bastante sangre, pero posiblemente sobrevivirás. He evitado puntos vitales - comenzó a alejarse - Volveré en una semana. Si sigues vivo y estás en condiciones, te llevaré conmigo y te entrenaré una temporada.
No tenía claro por qué lo había dicho. Entre aquel tipo y Kazuo, casi parecía que se dedicase a enseñar kenjutsu a todo espadachín jovenzuelo que se cruzase en su camino. Pero por otro lado, tenía el carácter, la voluntad y las agallas para convertirse en un maestro de la espada. Tampoco era malo, aunque le faltaba mucho por aprender. Y de eso se encargaría él. Recogió sus cosas y comenzó a bajar la montaña. Ya era hora de ir a por un poco de sake.
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Después de abrir mis cansados y ensangrentados brazos y pronunciar esas duras pero sinceras palabras pude observar como sus negros ojos se abrían mucho ¿Acaso aquél famoso samurái estaba sorprendido? Tras unos lentos segundos de intenso silencio intercambiando miradas, el espadachín de Wano dejó de lado su sorprendida expresión y rompió aquel extraño silencio con unas palabras que hubieran sorprendido hasta el mejor de los adivinos. “Admiro tu gesto, pero no voy a matarte. Has perdido bastante sangre, pero posiblemente sobrevivirás. He evitado puntos vitales. Cuando acabó aquella elegante frase empezó a alejarse. Fue entonces, cuando parecía que toda relación entre ambos se había acabado, cuando dijo aquello. “Volveré en una semana. Si sigues vivo y estás en condiciones, te llevaré conmigo y te entrenaré una temporada.” Yo no sabía cómo reaccionar ante aquellas extrañas palabras, una enorme expresión de sorpresa apareció en mi ensangrentado rostro. Mientras observaba como el famoso cazador se alejaba del claro, mis ya débiles ojos se fue nublando poco a poco, hasta que todo se tornó totalmente negro y caí inconsciente en el suelo.
Me desperté, a pesar del gran charco de sangre que me rodeaba y empapaba toda la hierba del lugar, yo seguía vivo, aquello era un auténtico milagro. Ayudándome con una gran rama que se encontraba por los alrededores me levanté, todo mi cuerpo estaba dolorido y al parecer algunas de mis heridas aún estaban abiertas. Cuando volví en mí, fui en busca de algunas de las hierbas medicinales que usaba Radagast cuando yo era más pequeño. Después de encontrar todas las hiervas y flores que necesitaba las machaqué y mezclé para seguidamente cubrir hasta la última de mis heridas con aquel brebaje verdoso. Ahora todas mis heridas estaban bañadas en aquella mezcla la cual mi antiguo maestro llamaba “El beso de Freya”, seguidamente cubrí todas las heridas con las vendas que solía llevar en mi bolsa y me senté en un tronco tumbado en medio del claro para poder reposar y reflexionar sobre lo que había sucedido. ¿Cuál era el motivo por el que aquél hombre quería entrenarme? No lograba comprender por qué alguien al que acababa de retar a un duelo y ante el cual había perdido ahora quería volverme más fuerte. Mi mente estaba demasiado confuso y mi cuerpo demasiado destrozado como para ponerme a pensar en cosas tan profundas, así que decidí aceptar la propuesta del espadachín basándome en uno de los motivos por el cual había emprendido mi viaje al mar, “volverme el mejor espadachín del mundo”.
Me desperté, a pesar del gran charco de sangre que me rodeaba y empapaba toda la hierba del lugar, yo seguía vivo, aquello era un auténtico milagro. Ayudándome con una gran rama que se encontraba por los alrededores me levanté, todo mi cuerpo estaba dolorido y al parecer algunas de mis heridas aún estaban abiertas. Cuando volví en mí, fui en busca de algunas de las hierbas medicinales que usaba Radagast cuando yo era más pequeño. Después de encontrar todas las hiervas y flores que necesitaba las machaqué y mezclé para seguidamente cubrir hasta la última de mis heridas con aquel brebaje verdoso. Ahora todas mis heridas estaban bañadas en aquella mezcla la cual mi antiguo maestro llamaba “El beso de Freya”, seguidamente cubrí todas las heridas con las vendas que solía llevar en mi bolsa y me senté en un tronco tumbado en medio del claro para poder reposar y reflexionar sobre lo que había sucedido. ¿Cuál era el motivo por el que aquél hombre quería entrenarme? No lograba comprender por qué alguien al que acababa de retar a un duelo y ante el cual había perdido ahora quería volverme más fuerte. Mi mente estaba demasiado confuso y mi cuerpo demasiado destrozado como para ponerme a pensar en cosas tan profundas, así que decidí aceptar la propuesta del espadachín basándome en uno de los motivos por el cual había emprendido mi viaje al mar, “volverme el mejor espadachín del mundo”.
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