Shad M. Ashi
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-Que sitio más raro.
No había hecho más que desembarcar y no tenía ni la más remota idea de dónde mierda me encontraba. Iba tan tanquilo navegando a la deriva, cuando de pronto una niebla horriblemente espesa me nubló la visión, y tras un buen rato sin saber dónde carajo estaba, noto que el pequeño bote de remos se choca con algo. Nada más y nada menos que una jodida isla.
Ya hacía mucho tiempo que no sentía el olor de la sangre, esa espesa textura de un rojo intensamente oscuro. El gozo que me da el escuchar los gritos ahogados de dolor de los estúpidos que osan enfrentarse a mí, o que simplemente se cruzan en mi camino. Esperaba que entre toda esta puta niebla me encuentre alguien.
-¡Ayuda!
¡Gracias! Una voz pidiendo ayuda. Todavía no me conoce y ya está rogando por su vida. Que asco, no podré aterrorizarle con mis propias artimañas. Por el camino que había hallado me encontré una persona corriendo hacia mí. Era joven, más o menos de mi edad si muy mal no estoy. Peliverde, que puto asco, parece como si se hubiera sonado la nariz con el pelo. Suplicaba ayuda, parecía estar herido, cojeaba con una pierna mientras se sujetaba el brazo opuesto.
-Joder -murmuré-. A éste ya se lo han trabajado.
Cuando llegó rogando hasta mí, cayó arrodillado por la fatiga y, tal vez, el dolor. Le miré con una sonrisa diciéndole que le iba ayudar. Por supuesto que le ayudaría. Empezaría por quitarle esa mierda de pelo que tenía, que aun encima era largo. Eso no tenía solución, había que cortar por lo sano. Desenfundé la katana, le agarré un mechón del pelo y le di un tirón para tensarle la piel, después poco a poco y sin prisas comencé a cortar de raíz. Inevitablemente un pedacito de piel o carne se quedaría con el pelo, pero bueno... Todo sea por ayudar a una persona en apuros, esa atrocidad había que arreglarla.
Sus gritos me llenaron de júbilo y grandeza. Su sangre me calentaba las manos que ya comenzaban a enfriarse por la niebla. Hay que joderse pero allí hace un poco de frío, tenía que calentarme como fuera. Me pegó un puñetazo con su mano buena al arrancarle el primer mechón de moco largo. Se ve que esa mano le estaba molestando. Por lo menos a mí me molestaba para trabajar.
-Tranquilo, solo es un pequeño impedimento.
Le sujeté del antebrazo y corté por lo sano. Ese pequeño chorro de sangre que salió a borbotones me dejó el brazo izquierdo completamente rojo. Mi ropa beige ya parecía del color rojo sangre. Nada podía gustarme más. Me sentía jodidamente cumplido, pero continué con mi "ayuda" a ese individuo. Por lástima antes de cortarle el segundo mechón ya se había muerto.
-Joder. Qué poco me has durado.
Continué avanzando por el camino. Con suerte me encontraría con quien le dejara en ese estado. Tal vez sea de mayor diversión.
No había hecho más que desembarcar y no tenía ni la más remota idea de dónde mierda me encontraba. Iba tan tanquilo navegando a la deriva, cuando de pronto una niebla horriblemente espesa me nubló la visión, y tras un buen rato sin saber dónde carajo estaba, noto que el pequeño bote de remos se choca con algo. Nada más y nada menos que una jodida isla.
Ya hacía mucho tiempo que no sentía el olor de la sangre, esa espesa textura de un rojo intensamente oscuro. El gozo que me da el escuchar los gritos ahogados de dolor de los estúpidos que osan enfrentarse a mí, o que simplemente se cruzan en mi camino. Esperaba que entre toda esta puta niebla me encuentre alguien.
-¡Ayuda!
¡Gracias! Una voz pidiendo ayuda. Todavía no me conoce y ya está rogando por su vida. Que asco, no podré aterrorizarle con mis propias artimañas. Por el camino que había hallado me encontré una persona corriendo hacia mí. Era joven, más o menos de mi edad si muy mal no estoy. Peliverde, que puto asco, parece como si se hubiera sonado la nariz con el pelo. Suplicaba ayuda, parecía estar herido, cojeaba con una pierna mientras se sujetaba el brazo opuesto.
-Joder -murmuré-. A éste ya se lo han trabajado.
Cuando llegó rogando hasta mí, cayó arrodillado por la fatiga y, tal vez, el dolor. Le miré con una sonrisa diciéndole que le iba ayudar. Por supuesto que le ayudaría. Empezaría por quitarle esa mierda de pelo que tenía, que aun encima era largo. Eso no tenía solución, había que cortar por lo sano. Desenfundé la katana, le agarré un mechón del pelo y le di un tirón para tensarle la piel, después poco a poco y sin prisas comencé a cortar de raíz. Inevitablemente un pedacito de piel o carne se quedaría con el pelo, pero bueno... Todo sea por ayudar a una persona en apuros, esa atrocidad había que arreglarla.
Sus gritos me llenaron de júbilo y grandeza. Su sangre me calentaba las manos que ya comenzaban a enfriarse por la niebla. Hay que joderse pero allí hace un poco de frío, tenía que calentarme como fuera. Me pegó un puñetazo con su mano buena al arrancarle el primer mechón de moco largo. Se ve que esa mano le estaba molestando. Por lo menos a mí me molestaba para trabajar.
-Tranquilo, solo es un pequeño impedimento.
Le sujeté del antebrazo y corté por lo sano. Ese pequeño chorro de sangre que salió a borbotones me dejó el brazo izquierdo completamente rojo. Mi ropa beige ya parecía del color rojo sangre. Nada podía gustarme más. Me sentía jodidamente cumplido, pero continué con mi "ayuda" a ese individuo. Por lástima antes de cortarle el segundo mechón ya se había muerto.
-Joder. Qué poco me has durado.
Continué avanzando por el camino. Con suerte me encontraría con quien le dejara en ese estado. Tal vez sea de mayor diversión.
Yachiru Reisi
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Ya iba siendo hora, así que no dudó un segundo y fue directa a meterse en el barco que llevaba acechando todo el día y que parecía que iba a zarpar en breve. Estaba escondida detrás de unas cajas, dentro de las cuales había bastante alimento para un mes aproximadamente. Uno de los tripulantes se acercaba para recoger las últimas cajas que quedaban y, como no, como de costumbre, se acercó por detrás del tripulante y le golpeó con una barra de metal que había tirada en el suelo, se agachó para lo agarró por las axilas y así lograr buena sujeción para poder arrastrarlo hasta donde nadie pudiese verlos. Una vez escondidos, le quitó la ropa, salvo la interior, y se la puso por encima de la propia.
—Bueno, espero que no se note mucho. —Dijo no muy convencida mientras se miraba la ropa y halaba un poco de ella.
Volvió a donde se encontraba la caja para cargarla hasta el interior del barco; aunque fuese bastante menudita tenía algo de fuerza. Y, así era como conseguía subirse a cualquier barco para ir a otra isla, aunque en muchas ocasiones no supiese ni a donde se dirigían siquiera. Aunque la verdad era que cada vez que ponía un pie sobre algún barco, la pobre acababa mareada, así que se quedó en el camarote donde estaban todas las cajas apiladas, sentada sobre ellas y con la cabeza por fuera del ojo de buey para tomar algo de aire fresco.
—Hmpf… Ya podría haber otra forma de llegar a otra isla…—
Aunque estuviese sentada, no paraba de irse hacia los lados. Se intentó aguantar todo lo que pudo, apoyando los brazos y la cabeza sobre estos para así cerrar los ojos e intentar dormir un poco. No tardaría mucho en dormirse… y bien profundamente dormida que se quedó, que incluso ni cuenta se dio de que habían desembarcado en una isla y de que, para su sorpresa, la totalidad de los tripulantes habían “desaparecido”.
Antes de salir se había quitado toda la ropa que llevaba encima de más, se metió dos pequeñas manzanas en sus anchas manchas y fue hacia la cubierta con los zapatos en la mano.
—¿Ah? ¿Y esto? ¿Dónde me han dejado estos inútiles? —
Tuvo que fruncir un poco el ceño, pues se encontraba rodeada de una espesa niebla. Iba caminando por la cubierta en busca de un lugar de la isla a la que adentrarse con seguridad pero, para su sorpresa, sus pies desnudos tocaron algo, como si fuese agua, pero un tanto más espeso y viscoso. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que era la sangre de dos tripulantes que yacían muertos como si fuesen un par de alfombras. Sus ojos se abrieron como platos y tras retroceder algunos pasos estuvo a punto de soltar un grito, pero se mordió la lengua para evitarlo. Sabía que si eso le hubiese pasado a toda la tripulación quién fuese o lo que fuese que hubiese hecho aquello también podría acabar haciéndoselo a ella.
Tragó algo de saliva y bajó del barco lo más rápido que pudo, dando algunos tropezones pero sin llegar a caerse. Corrió durante unos 5 minutos por la orilla y cuando creyó estar lo suficientemente lejos del barco, se paró para coger algo de aire.
—¿Por qué estás cosas me pasan a mi…?—Preguntó al mismo tiempo que jadeaba e intentaba recobrar el aire perdido.
—Bueno, espero que no se note mucho. —Dijo no muy convencida mientras se miraba la ropa y halaba un poco de ella.
Volvió a donde se encontraba la caja para cargarla hasta el interior del barco; aunque fuese bastante menudita tenía algo de fuerza. Y, así era como conseguía subirse a cualquier barco para ir a otra isla, aunque en muchas ocasiones no supiese ni a donde se dirigían siquiera. Aunque la verdad era que cada vez que ponía un pie sobre algún barco, la pobre acababa mareada, así que se quedó en el camarote donde estaban todas las cajas apiladas, sentada sobre ellas y con la cabeza por fuera del ojo de buey para tomar algo de aire fresco.
—Hmpf… Ya podría haber otra forma de llegar a otra isla…—
Aunque estuviese sentada, no paraba de irse hacia los lados. Se intentó aguantar todo lo que pudo, apoyando los brazos y la cabeza sobre estos para así cerrar los ojos e intentar dormir un poco. No tardaría mucho en dormirse… y bien profundamente dormida que se quedó, que incluso ni cuenta se dio de que habían desembarcado en una isla y de que, para su sorpresa, la totalidad de los tripulantes habían “desaparecido”.
Antes de salir se había quitado toda la ropa que llevaba encima de más, se metió dos pequeñas manzanas en sus anchas manchas y fue hacia la cubierta con los zapatos en la mano.
—¿Ah? ¿Y esto? ¿Dónde me han dejado estos inútiles? —
Tuvo que fruncir un poco el ceño, pues se encontraba rodeada de una espesa niebla. Iba caminando por la cubierta en busca de un lugar de la isla a la que adentrarse con seguridad pero, para su sorpresa, sus pies desnudos tocaron algo, como si fuese agua, pero un tanto más espeso y viscoso. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que era la sangre de dos tripulantes que yacían muertos como si fuesen un par de alfombras. Sus ojos se abrieron como platos y tras retroceder algunos pasos estuvo a punto de soltar un grito, pero se mordió la lengua para evitarlo. Sabía que si eso le hubiese pasado a toda la tripulación quién fuese o lo que fuese que hubiese hecho aquello también podría acabar haciéndoselo a ella.
Tragó algo de saliva y bajó del barco lo más rápido que pudo, dando algunos tropezones pero sin llegar a caerse. Corrió durante unos 5 minutos por la orilla y cuando creyó estar lo suficientemente lejos del barco, se paró para coger algo de aire.
—¿Por qué estás cosas me pasan a mi…?—Preguntó al mismo tiempo que jadeaba e intentaba recobrar el aire perdido.
Shad M. Ashi
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Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
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No hallaba nada, la espesa niebla era lo único que alcanzaba a ver más allá de mis narices. Maldita sea, para una vez que puedo encontrarme con alguien divertido... ¿Por qué tengo tan mala suerte? De pronto un susurro, como un silbido en la lejanía profunda, hacia mi izquierda. Sonreí, al parecer había algo o alguien por allí. Tal vez aquél tipejo que le había hecho eso al imbécil que no me aguantó ni cinco minutos.
Con la esperanza puesta en la sangre de mi espada comencé a avanzar hacia aquella dirección. Comenzaba a sentir el frío de nuevo, necesitaría el calor de la sangre para volver a entrar en calor. ¿Cómo sino podría librarme de este horrible frío escarchado?
No tardé mucho en encontrar una figura, estaba al otro lado de los árboles. Parecía que estaba como jadeando. Estaba cansado, era perfecto. Saqué la katana y comencé a acercarme hacia esa figura por la espalda. Pero cuando estuve más cerca me di cuenta que no era lo que me esperaba, no era un jodido maromo como me esperaba, si no que era una mujer. Todavía no le había visto la cara, pero el cuerpo... Joder qué cuerpo. No estaba nada mal la verdad. Enfundé la espada y me continué acercándome lentamente.
-Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Una linda señorita, sola, perdida en éste lugar tan tétrico. ¿Qué puedo hacer por tí preciosidad?
Continué avanzando hacia ella tras decir esas palabras. A decir verdad, estaba de muy buen ver... Aunque no solo para mirar. Cuánto tiempo sin encontrarme con una belleza como esa. Esto prometía ser más divertido de lo que me esperaba.
Con la esperanza puesta en la sangre de mi espada comencé a avanzar hacia aquella dirección. Comenzaba a sentir el frío de nuevo, necesitaría el calor de la sangre para volver a entrar en calor. ¿Cómo sino podría librarme de este horrible frío escarchado?
No tardé mucho en encontrar una figura, estaba al otro lado de los árboles. Parecía que estaba como jadeando. Estaba cansado, era perfecto. Saqué la katana y comencé a acercarme hacia esa figura por la espalda. Pero cuando estuve más cerca me di cuenta que no era lo que me esperaba, no era un jodido maromo como me esperaba, si no que era una mujer. Todavía no le había visto la cara, pero el cuerpo... Joder qué cuerpo. No estaba nada mal la verdad. Enfundé la espada y me continué acercándome lentamente.
-Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Una linda señorita, sola, perdida en éste lugar tan tétrico. ¿Qué puedo hacer por tí preciosidad?
Continué avanzando hacia ella tras decir esas palabras. A decir verdad, estaba de muy buen ver... Aunque no solo para mirar. Cuánto tiempo sin encontrarme con una belleza como esa. Esto prometía ser más divertido de lo que me esperaba.
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