|Privado|Pasado|Por fin alcanzo mi destino, Arabasta. ¿Qué escondes? |Kuroi & Habu|

Arena, Sol, temperaturas con las que podría hacer la comida sin encender el fuego. Todo lo que un Gyojin necesita para sentirse como en casa o eso diría si no estuviera a punto de derretirme. Para mí gusto hacía un tiempo espantoso, pero los habitantes del lugar estaban frescos como lechugas. – Ahg que calor, menos mal que me hice esta prenda para el viaje – dije mirando mi gandora grisácea. No era como mi ropa habitual, pero lo suficientemente cómoda para aquella situación.

Me encontraba en el reino de Arabasta, bueno, más bien en una de sus ciudades colindantes al mar. Era un lugar bonito y si no fuera por aquel calor, bastante agradable para pasar una temporada. Pero estaba de paso, ya que mi objetivo era la ciudad principal del país. Era la convención anual de sastres y quería buscar nuevas ideas para mis ropas, aunque a mí no me había falta. El problema era que nunca había estado en aquella isla y no sabía por dónde ir, por lo que pregunté a un par de hombres que pasaban por allí. – Perdonen, ¿saben cómo llegar a la capital? – les dije con la mejor de mis sonrisas. Los dos se quedaron mirando, posiblemente por ver un Gyojin en aquel arenal y uno de ellos me señaló en una dirección – es por allí, todo recto. Pero no llegaras si no encuentras un guía para el camino, es un desierto muy traicionero. Encontraras algún guía en las tabernas cercanas, siempre están ahí para llevar turistas a la capital – dijo, para después despedirse y continuar su camino.

Mi objetivo era encontrar entonces una taberna, necesitaba un guía para continuar mi camino. Seguramente querría que le pagara, por lo que le diría que al finalizar el viaje y luego ya vería como le comentaba que estaba sin blanca. De repente una carcajada casi al unísono llamó mi atención, proveniente de una de las tabernas cercanas. Ya que tenía que ir a buscar al guía, también tomaría algún refrigerio antes de continuar mi viaje. Camine con decisión, mientras seguía escuchando las risas y abrí la puerta de la posada. El silencio que surgió en ese momento me hizo sentir algo incómodo, pero ya estaba acostumbrado a este tipo de acciones de los humanos. – Vaya sí que son animados los de esté pueblo – dije sonriendo, esperando que cada uno volviera a lo suyo. Poco a poco el murmullo de la gente comenzó a llenar la sala, pero no les hice ni caso. Seguí hacía la barra y me senté al lado de un hombre con una gran guadaña, - gran arma, aunque algo incómoda para mi gusto. Agua aquí – dije al hombre que estaba a mí lado, mientras le pedía al camarero algo de beber. Comenzaron de nuevo a reírse los allí congregados, sin saber realmente por que se reían. Pero era mucho mejor que escuchar los zumbidos de sus cuchicheos, - Salud amigos – dije levantando el vaso de agua y bebiéndomelo de un trago. Tras eso pregunté si había alguien que pudiera llevarme a la capital, esperando que alguien de los presentes fuera uno de los guías que buscaba.

Después de beberme el vaso de agua y formular mi pregunta, el camarero pareció ignorarme completamente. Comenzó a contestar al hombre que estaba sentado a mi lado, diciendo que el desierto era peligroso y bla,bla,bla. Siguió diciendo que no encontraríamos a ningún guía en aquel local y que si queríamos ir, tendríamos que hacerlo por nuestra cuenta. Ese tono comenzó a molestarme y sobre todo cuando dijo que un forastero no podría llegar solo a la capital. Las risas comenzaron de nuevo y la paciencia se me estaba agotando, pero antes de que pudiera decir nada, el muchacho que estaba a mi lado habló.

Se enfrentó a las palabras del camarero y aceptó el desafío de recorrer solo aquel desierto, parecía un hombre bastante decidido. Al poco rato el camarero le alabó y le dio una nota, ignorándome completamente. El muchacho de la guadaña se despidió y salió del local con aquella nota, la cual parecía que iba a proporcionarle ayuda para cruzar el desierto. – Perdoné buen hombre, le he preguntado antes si había algún guía o como le ha facilitado al hombre que estaba a mi lado, un modo de llegar a la capital con más facilidad – El camarero me miro de arriba abajo y siguió con los suyo, haciendo oídos sordos a mis palabras.

Comencé a rozar con los dedos las empuñaduras de las espadas, aquel hombre me estaba ninguneando y eso no iba a quedar impune. Normalmente era un bromista, pero cuando me encontraba con gente así… tenía que actuar. El pálpito del corazón comenzó a acelerarse y las manos se aferraron a las empuñaduras, esperando que recapacitara y me dijera alguna cosa. Pero el tiempo se había agotado y ya era hora de darle una lección – ¿me puede dar otro vaso de agua? – le dije con una sonrisa de media mueca y una mirada fría. El hombre se giró para llenar el vaso – si vas a beber solo agua, ya te puedes ir largand…. ¡crash! – Se escuchó, tras dejar el vaso caer al suelo. El filo de una de mis espadas comenzó a apretarse contra la garganta de esa escoria, esperando que dijera algo equivocado para poder terminar el trabajo. – Te lo voy a poner fácil, necesito llegar a la capital y veo que no te gusta colaborar con los de mí raza. Ayúdame a que pueda atravesar el desierto y te estarás ayudando a ti mismo, ¿me comprendes? Y espero que no digas ninguna tontería – terminé diciendo, esperando que no tuviera la reacción equivocada.

El local quedó en silencio mientras hablaba con el camarero, el cual permaneció quito como una estatua. – Por... por fav – dijo, pero le interrumpí – no te estoy pidiendo que implores por tu vida, quiero llegar a la capital simplemente – le dije con tranquilidad. Los músculos los tenían en tensión y echaba miradas fugaces a mí alrededor, por si había algún valiente. El camarero me dio un papel como al hombre de la guadaña – puede dirigir..girse aquí, le ayudaran a cruzar el desierto – me dijo con la voz temblorosa. – Ves, ayudar al turista es lo más importante – dije, reiterando lentamente la espada de su garganta. - ya nos veremos, cuídate – le dije dándole una palmada en la cara y saliendo del local.

Al salir, el horrible calor me golpeó con fuerza de nuevo – agh esto es insoportable – me dije, mientras observaba que el hombre de la guadaña estaba fuera y se encaminaba adonde indicaba la nota. Me acerqué a él, ya que parecía que iríamos con la misma persona a la capital – parece que nuestros caminos se cruzaran una vez más, el camarero no me había escuchado y pensar que creía que me estaba ignorando. Creo que me ha dado la misma nota que a ti, así que podríamos ir juntos a la capital. Por cierto, mi nombre es Habu ¿y el tuyo? Si se puede saber claro. – le dije con cierta amabilidad. Se veía que era algún tipo de luchador y con aquella guadaña intimidaba un poco. Si íbamos juntos tendríamos más oportunidades en el desierto y más, si nos salían al paso alguna de las bandas de ladrones que rondaban por la zona