Sand covered in blood [Pasado/Privado Danio Rerio/Katherine LeSang]

Había caído por fin la noche en aquella calurosa isla. La diferencia de temperatura se notaba enormemente llegando incluso a hacer bastante frío. Recientemente había llegado a "la ciudad de los sueños", como la llamaban los lugareños. No le gustaba pero tampoco le agradaba, el juego no era una de las aficiones de la cazadora ni mucho menos tan acostumbrada como ella está a que sea trucado. Por una vez en mucho tiempo no había viajado en busca de alguien a quien cazar como una simple presa siendo ella la depredadora, no, esta vez buscaba algo de relajación y paz y, hay que admitirlo, ¿qué mejor que kilómetros y kilómetros de arena para estar tranquilo? Eso siempre y cuando no te pierdas y no te dé un ataque de nervios, por supuesto. Por fortuna esa no era la suerte de la joven morena. Paseaba su mirada de edificio en edificio, de persona en persona y de cartel en cartel. No sabía qué hacer ni el motivo exacto por el que había ido. "Tal vez probar cosas nuevas venga bien". Esa era la idea principal. No es su estilo el ir perdiendo dinero en juegos de azar y parecía que tampoco loe llamaba la atención una vez allí. Su hermano mayor le había dicho que tal vez cuando viese todo le cogería el gusto... Se equivocaba enormemente.

Tras unos minutos caminando optó por entrar en uno de los bares siendo rápidamente el centro de atención por unos eternos segundos debido a sus prendas claramente extranjeras y su piel pálida. Llevaba un top sin mangas algo largo y pantalones ajustados a juego con unas botas altas, ¿qué tenía de raro? Tal vez allí no se llevase el negro, las modas cambian según las islas. De todas formas el asombro incomprensible e incoherente de las gentes del local finalizó pronto y la muchacha pudo acercarse a la barra sin sentir la tan odiada incomodidad que surgía a raíz de las múltiples miradas de personas totalmente desconocidas. Pidió al chico que atendía amablemente una cerveza, sí, ¿por qué no? Todos allí estaban bebiendo distintos y variados licores como si fuesen personas ricas y nobles. Bueno, en cierto modo es comprensible. Si vas a gastar dinero en juegos de azar o eres muy listo y sabes los trucos, tienes mucho dinero y gastarlo no es problema o simplemente eres un estúpido adicto. No había muchas más posibilidades. En el caso de Kat sería la segunda opción, al menos en ese momento ya que su familia le había dado una suma bastante grande de berries para que pudiese relajarse.

Finalmente le sirvieron su preciada bebida. Pudo fijarse ahora que no se sentía acosada por los ojos ajenos que la mayoría de mujeres eran también de otras islas y que muchas vestían de forma elegante y costosa; ropa fina de telas extrañas y colores llamativos, básicamente. También era cierto que algunas llevaban bastante maquillaje y había que ser sinceros, bien puesto. Ocultaban las imperfecciones y realzaban sus facciones naturales. Ahora se daba cuenta de que lo que llamó la atención fueron sus pintas de "camionera" (al menos en comparación) y no que fuese de otro lugar. Aquello tenía mucho más sentido, la verdad.

Al día siguiente de empezar mi permiso en aquella ciudad del puerto me dirigí tierra adentro, no tenía ganas de pasar calor así que remonte por el rio hasta una ciudad grande, según los carteles, se llamaba Rainbase, algo que me choco al estar en pleno desierto de Arabasta. Intenté pasar la mayor parte del tiempo bajo los toldos colocados por las calles, la gente se sorprendía bastante al verme paseando por allí, la mayoría de ellos me miraba con miedo y odio en sus ojos, cosa que solía pasar cuando iba vestido de marine.

Cuando llego la noche y el frescor me dirigí a la zona de los casinos, la parte famosa de la ciudad. En aquella zona pude ver a más de los de mi especie, todos ellos en las puertas de los casinos haciendo de guardias de seguridad y matones. Esa situación explicaba muchas de las miradas de odio y miedo de la mañana. Decidí no aventurarme por el momento en aquellos edificios y probar con sitios más modestos como bares y tabernas.

Entre en una que parecía estar bien, las miradas de la mañana volvieron sobre mí en cuanto entre, incluso el camarero se puso blanco tras la barra del bar, casi tanto como una de las clientas. Me percate que casi todos tomaban licores en aquel lugar, no veía ningún vaso grande ni jarra por lo que pedí licor de tormentossun, un alga de la que extraía un fantástico licor en la isla Gyojin, siendo la principal fuente de ganancias la exportación al resto del mundo.

Kat se sentía como una camionera en medio de una ciudad civilizada cuando acostumbra a ir a bares de carretera. Sí, aquella era su sensación, algo bastante desagradable. Parecía bastante más ruda que la mayoría de los hombres de aquel lugar. Entonces la puerta del local se abrió para que otro cliente más pudiese pasar pero este también destacaba en el lugar. - ¿Un marine? - Pensó con duda. Le sonaba de algo, tal vez su físico encajaba con la descripción que le habían dado alguna vez o quizá era la sensación que le provocaba el hecho de que todos se asustasen al verle. Se llevó su jarra, cosa que desentonaba totalmente entre tanta copa, a sus labios para darle un largo sorbo. Degustó con paciencia el sabor de aquella bebida e incluso le sorprendía aún que en un lugar así poseyeran algo de su agrado. Es decir, todo parecía tan lujoso y tan "chic", por llamarlo de alguna forma, que no parecía como si pudiesen servirte otra cosa que no fuese un licor caro.

No pudo evitar dirigir de nuevo su mirada, de forma discreta, al hombre que acababa de llegar. No le agradaban los marines la mayoría de las veces, ni a ella ni a sus hermanos, pero los soportaba. Le daban trabajo, cosa que por muy extraña que suene Kat valoraba un poco. De todas formas muchos de ellos eran unos creídos e iban de superiores por ser parte de la "justicia". Tardó un poco en dirigir sus ojos a los clientes quienes estaban notablemente asustados. - Cobardes... - Murmuró sin darse cuenta, no deseaba decirlo de forma que pudiesen escucharla. - Llega un marine y todos temen por sus vidas. Es comprensible pero no entiendo esa forma de la gente de mostrarlo exteriormente. Si no va a por ti, ¿por qué asustarte? Y si va a por ti por no temer, ¿por qué darle el gusto de acojonarte? - Kat estaba acostumbrada a permanecer de pie ante el miedo y aguantas incluso si esto le repercute de mala manera.

Tras dar el primer sorbo al licor que me había puesto el camarero sentí el calor bajar por mi esófago y un ligero quemazón en la garganta, no recordaba lo fuerte que era aquel licor. Tras él me gire hacia la taberna, la mayoría habían vuelto a los suyo, aunque ahora todos hablaban mucho más bajito. Los pocos que seguían mirándome parecían tener una mezcla de miedo y curiosidad, que la verdad no sabía a qué era debida, aunque recordando las puertas de los casino me lo empecé a imaginar.

La única que no parecía seguir las emociones del resto era la chica pálida que estaba en la barra cerca de mí. Por su apariencia y color diría que esa joven no era de aquí, y me sorprendía que no estuviera ya roja como un tomate por las quemaduras solares. Y ahora que me fijaba, tenían una jarra en la mano. “Mierda, si la hubiera visto antes no hubiera pedido este quema cuerpos”, pensé mientras la observa con curiosidad.

-Hola, mi nombre es Danio.- Le dije acercándome a ella.- Tú no eres de por aquí, ¿Verdad? Además eres la única que no parece odiarme o temerme en este local por mí raza.

Cuando el hombre se acercó ella frunció el ceño. - No suelo prejuzgar a las personas por su raza o empleo a no ser que haya tenido alguna vivencia personal con ellos... Además de que no tengo por qué temer a nadie, no me gusta vivir bajo la sombra del miedo. - Su voz era bastante firme y cada palabra era segura, no parecía dudar de lo que decía. Movió con su mano varios mechones de en frente de sus ojos marrones mientras mantenía su expresión totalmente seria. - Mi nombre es Katherine. - Se presentó de una forma algo seca y tras hacerlo agarró la jarra para dar otro trago bastante largo. Mientras lo hacía abrió sus ojos y miró de reojo al hombre que se había acercado. - Tarde o temprano terminarán por acostumbrarse... Temen lo diferente, eso es lo que me repetía mi padre cuando era niña. -

Estiró sus brazos desperezándose un poco. Allí dentro hacía bastante calor en comparación con el exterior cosa que provocaba cierto sueño en Kat. Los lugares cálidos hacían que le entrasen ganas de tumbarse a intentar dormir y por ello prefería sitios fríos. Ahora que pudo se fijó un poco mejor en él, pensando varias veces si estaría en lo cierto en que era un marine. Al principio lo creyó debido a su costumbre de estar en lugares llenos de criminales y temer únicamente a los "hombres de la ley" pero era cierto que los clientes de ese lugar no eran ni asesinos ni ladrones, podían tener miedo a otra cosa. De todas formas no quería darle demasiadas vueltas a una tontería como esa, ¿qué importaba qué era? Siempre que no le atacase ni pusiese en riesgo su vida le daba igual.

Me caía bien esa chica, vivir sin miedo y no juzgar a los demás por su apariencia eran dos buenas filosofías de vida. Por lo de su empleo ya era algo más raro, pero viendo los casinos y sus guardias no sería el quien dijera que no a aquella afirmación. Tras ellos e presentó, de forma algo escueta, pero no iba a pedirle más, ya que yo tampoco me presenté con muchas más cosas que el nombre. A continuación dijo una frase que me hizo sonreír, si esperaba que los prejuicios contra mi raza desaparecieran debía vivir al menos cien vidas o más.

-Me gusta su forma de pensar señorita, pero me temo que su temor u odio hacía mi raza no será una cosa que vea desaparecer. Menos aún si muchos de los míos trabajan como matones para los casinos y mafiosos debo añadir. He de decir que gente como usted nos hace las ocas más fáciles y se lo agradezco, a la siguiente la invito yo.

Llamé al camarero para indicarle que la siguiente bebida que pidiera la joven corría a mi cuenta, entonces me di cuenta del calor que empezaba a hacer en aquel lugar. Me concentré unos segundos en el agua que nos rodeaba, congelando pequeñas porciones de esta, nada muy significativo, pero el frescor se expandiría por la zona como si un viento fresco se hubiera colado por una ventana.

- Fui entrenada para no asustarme. - Contestó sin más. Bueno, no diría que no a una cerveza gratis, la verdad. - Y que el miedo no desaparezca a nivel general no significa que todos tengamos que padecerlo. - Le dio de nuevo un trago a su jarra con la finalidad de terminar con la bebida en su totalidad y la posó sobre la barra, clavando su mirada en el camarero. Mantenía su rostro totalmente inexpresivo y su tonalidad era, por lo general, neutra. Katherine no acostumbraba a encontrarse con gente "agradable" precisamente pero tampoco se iba a comportar diferente por ello. Tenía una conducta y una actitud que mostraba a todos por igual sin ninguna discriminación.

- ¿Y cómo es que has llegado a este lugar? - Preguntó quizá por mera formalidad mientras sus ojos marrones observaban la forma en la que rellenaban su jarra para seguir bebiendo. No era la suficiente cantidad de alcohol como para emborracharla y era su bebida favorita dentro de lo que cabe, ¿que podía perder por seguir? Además, esa era gratis.

Debía admitir que había una cosa que sí le llamaba la atención del hombre y es, en parte, a raíz de lo que acababa de preguntar. Si tanto le molesta el odio de la gente hacia su raza o el temor, ¿por qué va a un lugar así? Es decir, a un sitio en el que el turismo es bastante fuerte y que la mayoría de personas que caminan por ahí son ricos que desprecian no sólo a otras razas sino también a los de la suya propia. Era de suponer que algo así ocurriría, ¿no? Aunque también estaba presente la idea de que fuese a donde fuese eso pasaría por lo que en dicho caso no habría diferencia alguna en ir a "La ciudad de los Sueños" o a algún otro sitio de Arabasta.

La chica parecía tener una máscara por cara, no variando su expresión en ningún momento, ni siquiera cuando me hablaba sobre el miedo. Después de aceptar la cerveza que le ofrecía me preguntó acerca de cómo había acabado yo en aquel lugar. Era la típica pregunta que se hacía, pero su inexpresiva cara lo volvía todo mucho más raro.

-Pues veras, es la primera ciudad a la que se llega nadando por el rio. Podría haber ido por el desierto, pero me habría quemado y deshidratado. Por lo que elegí subir por el rio desde la costa y acabe aquí. Una ciudad llena de mi gente como mercenarios, llena de corrupción y gente con prejuicios. ¿Cómo acabaste tú aquí?

Me bebí lo que quedaba de licor de un trago, notando como me volvía a arder la garganta y el esófago. No sabía por qué había pedido otro, pero siempre podía intentar hacer que hiciera más fresco para compensar, aunque la gente seguramente lo mirara peor o se constipara, mejor no haría nada de momento.