Snow! More snow! Tons of snow! [ Pasado privado Khal/Katherine LeSang ]

Podía sentir la sangre resbalar por su labio, podía sentir el desgarrador frío apoderarse de él hasta los huesos, podía sentir… La noche anterior tuvo una disputa con unos borrachos del pueblo, pero nada serio. Había estado sentado sobre una roca ensangrentada, estaba lejos del pueblo; cercano a un bosque completamente blanco. El cielo estaba teñido en un azul grisáceo, las nubes, agitadas por el viento, se movían rápidamente sin estar quietas ni por un segundo. A lo lejos se podía escuchar el caer del agua, era una cascada; así sentía el chico de cabellos rubios. Sus ojos no dejaban de mirar un anuncio que le había llegado hace un par de días.

-¿Una familia adinerada, en este pueblucho? – Se preguntó a sí mismo – Las cosas están cambiando.

Se levantó apresuradamente. Escuchó el aullido de un lobo y minutos después vio uno. Se miraron durante unos segundos los ojos; estaba solo, su pelaje era tan blanco como la misma nieve que lo rodeaba.

-Maldición – exclamó –, no me hagas matarte.

El valiente se abalanzó sobre el destajador. Se escuchó un grito desgarrador y luego hubo silencio.

Minutos después…

El chico había llegado a la taberna del pueblo. Bastante rústica, sillas y mesas de madera, una chimenea bastante confortable y unos adornos de lo más campesino. El calorcito rodeaba amablemente al muchacho quien iba vestido con una capa de cuero de lobo acompañado con unos pelajes desconocidos, sus botas, igualmente, fueron fabricadas con cuero curtido y llevaba un jubón bastante sencillo. Sus trajes parecían ser más clásicos pero bien rústicos. “Clásico y rústico”. Sus amarillentos ojos observaron toda la habitación en la que se encontraba pero se detuvieron unos cuantos segundos en el hombre que llevaba el cabello rojizo.

-Él debe ser – se dijo para sí mismo mientras tomaba un sorbo de cerveza morena –, es el único que no calza aquí.

A veces le gustaba hablar solo.

Minutos después vio entrar a una chica totalmente inundada con nieve. Sus ropas parecían estar mojadas, observó disimuladamente sus movimientos para no delatarse. Se sentó al lado del caballero del cabello rojizo. Estaban hablando. Los oídos del chico estaban bien desarrollados por lo que pudo escuchar algunas palabras y darle sentido a la conversación ajena. Buscaban a alguien, específicamente a alguien de la foto; foto que no pudo ver. Con sentidos desarrollados y todo no puede desafiar la física.

Tomó nuevamente el anuncio. Sabía que atacar a una familia adinerada suponía problemas, estaba corto de dinero pero no era idiota, claramente no lo era o sino estaría muerto ya hace mucho. Además el viejo parecía ser demasiado fuerte para contenerlo el solo, y sumando a todo ni siquiera sabía quién le había entregado el anuncio. La suma era corta, unos 25.000 berries que no servían de mucho, ni siquiera para comprar un buen acero y conseguirse un herrero capaz de forjar algo para él. No valía la pena atacar pero sí la información, así que se quedó un rato escuchando lo que decían.

Los minutos pasaban y el cielo se oscurecía. Del azul grisáceo pasó a tener unas tonalidades anaranjadas sin olvidar el gris que predominaba. La chica tomaba cerveza, no parecía tener intenciones de moverse. ¿Qué tramaba? Necesitaba saberlo, él no era espía pero sabía de algunos que valorarían toda la información sobre familias adineradas. Por un momento recordó a la suya. Conocía los conceptos fundamentales de ese tipo de familias, recordó el trato que recibía. Era bueno, pero no lo suficiente para extrañarlo.

La camarera se acercó al asiento del chico. Estaba ubicado en la esquina, en una buena posición para ver los movimientos de su objetivo.

-¿Desea pedir algo más? – Preguntó esta de forma monótona pero alegre.

-Dame otra birra más – dijo mientras la chica anotaba –, espera. Mejor que sean dos.

Sentía un deseo profundo por la cerveza, y más por la buena cerveza. Específicamente en ese lugar las “birras” que tomaba tenían un sabor exclusivamente sabroso, sentía el amargor del bebestible, la espuma rebosaba sobre el vaso y estaba a unas temperaturas extraordinarias. El líquido fluía libremente por la garganta dejando un sabroso amargo en la misma.

-La vida debería ser más cerveza y menos pelea. – Le dijo a la camarera quien le traía las cervezas.

Ahora solo tenía que esperar los movimientos de sus objetivos, solo quería saber lo que harían. No se acercaría, el papel de actuar como tonto le iba fatal y sería descubierto enseguida. Estaba tomando todas las precauciones posibles, el único papel que desarrollaba de forma natural era el de borracho de pueblo.

Las cervezas se habían acabado, terminaron en el estómago del chico. Parecía un alcohólico pero según él lo tenía todo controlado. El alcohol no le había llegado a la cabeza, aún no y esperaba que no lo hiciera; para una persona normal un litro y medio de cerveza morena era suficiente. Sacó un cigarrillo y lo encendió. Se dice que la peor mezcla está entre el alcohol y el tabaco, pero era una mezcla usual en Khal. “El Destajador”. Nadie pensaría que el hombre asesino de unos cuantos marines se encontrara bebiendo en una taberna tan “normal” como aquella.

La chica se había levantado. Los ojos amarillentos del muchacho se clavaron en ella como si fueran dos estacas en un vampiro; había olvidado la foto. La chica se devolvió en búsqueda de ella y por unos cuantos segundos la persona que se encontraba en el papel fue vista. Era alguien normal, llegó a sus propias conclusiones. Esperó un par de minutos para no levantar sospechas, pagó la cuenta y se retiró sigilosamente evitando dejar a la superficie sus intenciones. Salió con el cigarrillo encendido mientras la tormenta amenazaba con apagarlo. La chica se encontraba a su lado. “Es mi turno”, pensó. El papel de borracho lo conocía muy bien, comenzó a tambalearse y empujó levemente a la chica. De un gesto rápido vio la foto con más nitidez. Había visto a aquel hombre. Hace un par de días llegó un tanto exaltado, había entrado a la taberna de forma desmesurada pidiendo alojo a toda costa pero la encargada del hostal dijo que no tenía ninguna habitación disponible. Un tipo raro, solo eso pensó Khal, jamás se imaginó que estaba siendo buscado por una familia adinerada.

-P-Perdón – dijo Khal con acento de borracho. Tenía que seguir su papel.

Se alejó unos cuantos metros caminando de forma estúpida, y más que estúpida caminaba tambaleándose: de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Estaba acostumbrado a las tormentas de nieve, llevaba un mes en ese lugar y era cotidiano sufrir una helada de esa magnitud. Por alguna razón la tormenta le permitía identificar mejor los olores y aquel hombre entró con un extraño olor a muerte, sangre y alcohol; probablemente también llevaba una que otra sustancia tóxica. El entrenamiento que recibió le iba a servir.

-Es tiempo de la cacería – dijo el muchacho mirando el cielo cubierto de nieve.

Dejó caer el cigarrillo al suelo mientras la última ola de humo salía de su boca, como si por cada una su vida se acortaba un poco más. Conocía bien el pueblo y sabía dónde se podría haber escondido el hombre, además que el olor era insoportable. Lo recordaba como si hubiese sido hace unos minutos. Miró sus manos, recordó cuántas vidas había quitado con esas armas letales y se habló a sí mismo.

-Dejaré que la chica lo encuentre – habló mientras, con la vista, buscaba otro refugio – y cuando lo encuentre, entraré yo. Supongo que habrá una pelea, espero, y luego… luego ya veremos.

Caminó durante unos minutos y la tormenta ya estaba cesando. Cada vez se hacía más y más leve, ahora por lo menos podía ver lo que tenía en frente. Tenía la nariz congelada, las orejas hechas un hielo y las manos, aun así cubiertas por guantes, estaban como un témpano. Fue al hostal en donde se estaba quedando, tenía que hacer unas cuantas llamadas a alguien que conoció hace mucho tiempo. Su amigo Dann conocía muchas familias adineradas, conocía de todo y a todo tipo de personas; por supuesto que él lo ayudaría a saber de quien se trataba. Entró a su habitación e hizo una llamada, esperó durante unos segundos y una voz del otro respondió.

-Necesito que me hagas un favor – pidió Khal.

-¿Si? ¿Qué necesitas? – La voz se escuchaba nítida.

-Hay un anuncio, entró una familia adinerada… y bueno, ya sabes, a este lugar no viene mucha gente de ese tipo. Quiero que averigües quien es.

Le dio la descripción de la chica y del caballero. Esperó unos cuantos segundos y escuchó nuevamente la voz.

-¿Khal? ¿Me oyes?

-Sí.

-Bien, menos mal. ¿Quieres escuchar primero la mala noticia? ¿O la buena? ¡Bah! Como sea. No he obtenido ninguna información sobre el caballero, ni siquiera su nombre sale, he buscado en muchos lugares y recurrí a muchas personas y nadie sabe nada de él. Pero la chica… la chica es otro cuento.

-¿Por qué? ¡Vamos, Dann! Que no tengo todo el tiempo del mundo.

-¡Vale, vale! Su nombre es Katherine LeSang. ¿Adinerados? Sí, y mucho, más de lo que puedas pensar. Tal vez tan adinerada como lo es tu madre, pero eso no viene al caso. En fin, según una de mis fuentes pertenece a una familia de asesinos, o eso es lo que me dijo. Su descripción calza perfectamente, tú sabes que los asesinos actuales no trabajan de forma tan sigilosa como antes – nótese que alargó el “tan” – así que… ¿mi consejo? No te acerques a ella, y recalco el NO, porque es gente peligrosa. Ya te busca la marina, no creo que quieras que te busque una asesina.

-Bien, gracias por la información. Veremos que sale de todo esto.

-¿Khal? Espe…

Cortó la llamada. Ahora ya sabía de quien se trataba y tenía dos opciones: dejar que concretara su trabajo o interrumpirla. Soltó una sonrisa de desagrado, no le gustaba involucrarse en cosas así pero, según él, ya había empezado el trabajo y lo tenía que terminar ya que el dinero no le sobraba en los bolsillos. Necesitaba comer y sobrevivir.

Sus habilidades no fueron lo suficiente para disimular el espionaje. “Maldición, estoy en aprietos”, pensó. Por lo que dijo la chica no podía ser un “tongo” para obtener la recompensa por su cabeza, un cazarrecompensas no preguntaría “¿quién eres?”. La  chica no tenía idea de con quien estaba tratando así que lo mejor, según Khal, era seguirle el juego hasta que las cosas cambien. Por lo menos estaba en ventaja, él si sabía quién era la chica pero esta no sabía quién era él. Le siguió el juego.

-¡Maldición! ¡Que exageración! – Exclamó – ¿Por no pagar la cuenta del bar me mandan a una asesina?

Quería jugar un poco. Pero vio que no le dio resultado, a la chica no le causaba gracia las palabras que salían de su boca y en vista que tenía una daga al lado de su pie no tenía muchas opciones. No quería involucrarse en otro asesinato, aún no, además no valía la pena asesinarla ni mucho menos pelear contra ella. ¿Qué opciones tenía? Khal se sentó en la cama y miró a su agresor. Suspiró y dejó el papel de estúpido borracho.

-¿Qué más da quien sea? – Su voz era siniestra, ronca e imponente – Pero no viniste hasta aquí para tener una respuesta de mierda. Soy Khal Xertheas, algunos me dicen El Destajador.

El Destajador fue el primero de sus apodos y casi nadie lo sabía, no hasta cuando decidió asesinar a todo un escuadrón de marines. Al día siguiente la noticia salió a flote y cada cazarrecompensas salió por su cabeza. El valor que tenía sobre ella no era menor además presentaba un reto para estos. Su mirada buscaba la de su asesina pero no la encontró, sus gafas cubrían lo suficientemente bien sus ojos. “No puedo leer sus movimientos por sus ojos, tendré que improvisar”, pensó.

-¿Ahora qué hacemos? – Preguntó – ¿Quieres cortarme? ¿Pelear? ¿O prefieres hablar?

El chico, con un ademán de mano, la invitó a sentarse. Siempre prefería las acciones antes que las palabras pero ese día tenía que jugar con cuidado.

-No tengo razones para que mi sangre no se esparza por toda la nieve... En realidad, no llegarías a eso. ¿Asesinar por ver una foto? Tendrías que tener la mente ya muy retorcida para hacer eso – dijo en tono de burla – Además, te soy más útil vivo que muerto.

Esperaba un “¿ah sí? ¿Por qué?” pero no lo escuchó así que simplemente siguió hablando.

-Llevo ya tiempo en este pueblo y conozco cada edificio, cada persona que vive aquí. Sé dónde está el hombre que tú buscas. Sin embargo... un hombre no vive de favores, los favores no te alimentan ni te visten, tampoco te quitan la sed. Así que... te doy la información a cambio de dinero.

Tenía que intentarlo. Estaba chantajeando, más bien negociando con la persona que tenía las armas; su espada estaba a unos cuantos centímetros pero no podía esperar que su rival fuera lo suficientemente lento para tener tiempo y defenderse con su espada. En un probable encuentro, tal vez, perdería la mano con tal de defenderse; todo dependía de la velocidad de la chica. El tiempo pasaba y una gota de sudor cayó por su sien, había tenido mil veces cuchillos y dagas frente a sus ojos pero por alguna razón estaba nervioso. “Si se mueve, esta sala arde”, dijo mirando su anillo. “Literalmente arderá”.