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La isla de Jaya era un lugar bastante peligroso debido a la cantidad enorme de piratas que merodeaban por allí. Apenas había orden por no decir ninguno. El clima estaba bastante nublado y parecía que estaba a punto de ponerse a llover. Por una de aquellas calles paseaba una mujer tranquilamente. Vestía con una sudadera negra que tapaba su cabeza con una capucha. Por debajo de esta se podía ver su flequillo moreno y sus rojizos ojos. También llevaba un pantalón largo, en sus pies unas sandalias de madera. Podía verse claramente una funda en su cintura, ahí dentro estaba su katana.
La científica Milena había ido hasta allí buscando algo de diversión. Asesinar no le costaba mucho y si se cargaba a piratas nadie podía decirle nada. Su sed de sangre a veces era exagerada. Ahora planeaba su siguiente movimiento y de repente pudo ver una taberna abierta. No tardó en entrar y darse cuenta del movidito ambiente que había. Corsarios brindando con cervezas y gritando de forma violenta. Ella ahora no pudo evitar esbozar una sonrisa siniestra mientras entraba. – ¿Alguno me invita a un trago o voy a tener que gastar lo poco que tengo? – Dijo aquello con toda la cara dura del mundo. Si alguno se atrevía a decirle algún insulto o algo por el estilo acabaría con su vida. En ese momento un tipo que parecía llevar unas copas de más levantó la mano ofreciéndose. Era bastante alto y además de tener el cabello largo y rubio, tenía los ojos castaños.
La sádica y provocativa mujer se sentó a su lado lanzándole una mirada un tanto pícara. Ya tenía un pringado que le iba a pagar todas las consumiciones que quisiera. Luego tan solo tenía que pedirle que la llevara a su casa con cierto tono seductor. Cuando salieran le cortaría el cuello. Milena solía comportarse así con la mayoría de las personas que lo merecían. Sin importarle mucho las consecuencias, asesinaba en cuanto podía. De todas formas no solía cargarse inocentes a no ser que la provocaran. Ahora le sirvieron un vaso de algún tipo de bebida alcohólica. Cogió el vaso dando un trago y comprobando que se trataba de ron. Notó el calor recorrer su garganta y después miró a aquel tipo de forma un poco siniestra. – ¿Cuál es tu nombre? – Su plan ya estaba en marcha e iba a tratar de conseguir la confianza de aquel tipo que parecía feliz de pensar que iba a pasárselo como nunca después.
La científica Milena había ido hasta allí buscando algo de diversión. Asesinar no le costaba mucho y si se cargaba a piratas nadie podía decirle nada. Su sed de sangre a veces era exagerada. Ahora planeaba su siguiente movimiento y de repente pudo ver una taberna abierta. No tardó en entrar y darse cuenta del movidito ambiente que había. Corsarios brindando con cervezas y gritando de forma violenta. Ella ahora no pudo evitar esbozar una sonrisa siniestra mientras entraba. – ¿Alguno me invita a un trago o voy a tener que gastar lo poco que tengo? – Dijo aquello con toda la cara dura del mundo. Si alguno se atrevía a decirle algún insulto o algo por el estilo acabaría con su vida. En ese momento un tipo que parecía llevar unas copas de más levantó la mano ofreciéndose. Era bastante alto y además de tener el cabello largo y rubio, tenía los ojos castaños.
La sádica y provocativa mujer se sentó a su lado lanzándole una mirada un tanto pícara. Ya tenía un pringado que le iba a pagar todas las consumiciones que quisiera. Luego tan solo tenía que pedirle que la llevara a su casa con cierto tono seductor. Cuando salieran le cortaría el cuello. Milena solía comportarse así con la mayoría de las personas que lo merecían. Sin importarle mucho las consecuencias, asesinaba en cuanto podía. De todas formas no solía cargarse inocentes a no ser que la provocaran. Ahora le sirvieron un vaso de algún tipo de bebida alcohólica. Cogió el vaso dando un trago y comprobando que se trataba de ron. Notó el calor recorrer su garganta y después miró a aquel tipo de forma un poco siniestra. – ¿Cuál es tu nombre? – Su plan ya estaba en marcha e iba a tratar de conseguir la confianza de aquel tipo que parecía feliz de pensar que iba a pasárselo como nunca después.
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Jaya, había ido hasta aquella sucia isla llena de criminales para entrenar, para hacerme más fuerte, para lograr superar cualquier barrera impuesta sobre mi cuerpo y poder derrotar así a aquel maldito dragón. No obstante… el trayecto hasta la famosa isla de los piratas había sido muy largo y agotador y mi cansado cuerpo necesitaba recuperarse del arduo viaje con algo de aquel mágico elixir que la gente de a pie llama “alcohol”.
Tras atracar en el puerto empecé a caminar por las sucias calles del lugar, la suciedad no era la corriente, polvo o basura, no. La suciedad de la que yo hablo tenía ojos, nariz, labios… personas causantes de atroces crímenes, pero claro, quién era alguien como yo para juzgarlos, alguien perseguido por la organización que se hacía llamar “ley” en aquel entonces. Yo iba vestido como de costumbre: Con mis largas botas marrones hasta las rodillas, pantalones anchos y negros, sujetos a la cintura con mi verde faja, la cual sujetaba al mismo tiempo a mis tres queridas espadas; una camisa negra de tirantes, bastante más ajustada de las que solía llevar; mis también marrones guantes, los cuales cubrían por completo mi antebrazo; el collar de mi madre de tres gemas verdes, la bandana de mi padre, también verde y por último una larga capa negra con capucha, tapando por completo todos los elementos anteriormente nombrados.
Después de unos minutos caminando, avisté una taberna. Lo más probable es que no fuera ni la más grande ni la más lujosa de la isla, no obstante es la primera que vi y mi sed cada vez era mayor, por lo que me servía. Me adentré en la taberna, esta estaba llena de piratas, brindando borrachos y celebrando alguna cosa sin ninguna importancia para mí. Cuando metí mi primer pie en el local la mayoría de la gente me miró y dejó de hablar, como si yo fuera un fantasma o algo por el estilo. Tras aquel dramático silencio me quité la capucha, dejando al descubierto mi blanco pelo y mis rojos ojos. Algunos siguieron con sus cosas, bebiendo y festejando y otros pocos empezaron a murmurar cosas, cosas sobre mí… al parecer se habían percatado de quien era y de la recompensa que había por mi cabeza. Sin darle ninguna importancia me dirigí hacía la barra, había ido hasta aquel lugar por una única razón y no iba a dejar que ningún criminal del tres al cuarto me molestara. Miré fijamente al camarero con una expresión seria pero con un toque de amabilidad e hice mi pedido. –Una botella de sake tibio por favor. Tras escuchar mis palabras, el anciano camarero me sonrió y se dirigió hacía una estantería de detrás de la barra en busca de la botella. Tenía muchas ganas de beber y lo único que esperaba era que ningún borracho viniera a molestarme.
Tras atracar en el puerto empecé a caminar por las sucias calles del lugar, la suciedad no era la corriente, polvo o basura, no. La suciedad de la que yo hablo tenía ojos, nariz, labios… personas causantes de atroces crímenes, pero claro, quién era alguien como yo para juzgarlos, alguien perseguido por la organización que se hacía llamar “ley” en aquel entonces. Yo iba vestido como de costumbre: Con mis largas botas marrones hasta las rodillas, pantalones anchos y negros, sujetos a la cintura con mi verde faja, la cual sujetaba al mismo tiempo a mis tres queridas espadas; una camisa negra de tirantes, bastante más ajustada de las que solía llevar; mis también marrones guantes, los cuales cubrían por completo mi antebrazo; el collar de mi madre de tres gemas verdes, la bandana de mi padre, también verde y por último una larga capa negra con capucha, tapando por completo todos los elementos anteriormente nombrados.
Después de unos minutos caminando, avisté una taberna. Lo más probable es que no fuera ni la más grande ni la más lujosa de la isla, no obstante es la primera que vi y mi sed cada vez era mayor, por lo que me servía. Me adentré en la taberna, esta estaba llena de piratas, brindando borrachos y celebrando alguna cosa sin ninguna importancia para mí. Cuando metí mi primer pie en el local la mayoría de la gente me miró y dejó de hablar, como si yo fuera un fantasma o algo por el estilo. Tras aquel dramático silencio me quité la capucha, dejando al descubierto mi blanco pelo y mis rojos ojos. Algunos siguieron con sus cosas, bebiendo y festejando y otros pocos empezaron a murmurar cosas, cosas sobre mí… al parecer se habían percatado de quien era y de la recompensa que había por mi cabeza. Sin darle ninguna importancia me dirigí hacía la barra, había ido hasta aquel lugar por una única razón y no iba a dejar que ningún criminal del tres al cuarto me molestara. Miré fijamente al camarero con una expresión seria pero con un toque de amabilidad e hice mi pedido. –Una botella de sake tibio por favor. Tras escuchar mis palabras, el anciano camarero me sonrió y se dirigió hacía una estantería de detrás de la barra en busca de la botella. Tenía muchas ganas de beber y lo único que esperaba era que ningún borracho viniera a molestarme.
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La chica continuaba provocando a aquel tipo rubio con el que se había sentado. De repente un sonido llamó su atención y giró la cabeza clavando sus rojizos ojos en un chico peliblanco que había entrado en el local. De hecho recordaba haber visto su cara en algún cartel pero ahora no sabía ni el precio ni nada por el estilo. Ahora notó como aquel capullo de al lado agarraba uno de sus senos por encima de la ropa mientras reía. Lo que provocó que Milena le mirase mordiéndose el labio inferior para después acercarse a él despacio. Le tomó de las mejillas con ambas manos y aquel hombre pensó que iba a besarle. Pegó un cabezazo en el centro de la cara de aquel capullo y lo tiró al suelo.
Muchos de aquellos tipos empezaron a reírse al ver aquello. Ahora la espadachín tomó el vaso dándole otro largo trago para después pensar que no tenía ganas de alcohol. Levantó la mano y le pidió al camarero una botella de agua fresca. En ese momento observó como a poca distancia se colocaba aquel hombre y pedía sake. Ella simplemente volvió a lo suyo cuando de repente notó un fuerte golpe en la mejilla. Milena cayó al suelo de forma violenta y con la mejilla rojiza. El dolor invadió su cara en ese momento y sentía un escozor impresionante. Desde el suelo trató de abrir los ojos y vio que el rubio se había levantado furioso. Ahora tomó un puñal y trató de atravesarlo en el pecho de la chica.
Esta llevó la mano lo más rápido posible hasta su funda y sacó la katana a tiempo para ponerla en medio del ataque. El filo de esta era plateado y resplandecía. Aquel tipo parecía algo violento y no tardó en golpearle de nuevo con el puño en toda la cara. La científica en ese momento pegó un grito de dolor para después realizar un rápido movimiento con su espada. En un abrir y cerrar de ojos la cabeza de aquel payaso rodó por el suelo. La morena ahora se levantó con el ojo derecho cerrado debido al puñetazo. Sangraba un poco por el labio pero le daba lo mismo. Muchos quedaron impresionados por lo que había acabado de hacer pero allí se sentía rodeada y simplemente agarró con fuerza su katana mirando a varias direcciones. Algunos tipos ya estaban sacando sus armas. Si debía combatir contra todos lo haría sin pensarlo ya que pensaba de aquella forma.
Muchos de aquellos tipos empezaron a reírse al ver aquello. Ahora la espadachín tomó el vaso dándole otro largo trago para después pensar que no tenía ganas de alcohol. Levantó la mano y le pidió al camarero una botella de agua fresca. En ese momento observó como a poca distancia se colocaba aquel hombre y pedía sake. Ella simplemente volvió a lo suyo cuando de repente notó un fuerte golpe en la mejilla. Milena cayó al suelo de forma violenta y con la mejilla rojiza. El dolor invadió su cara en ese momento y sentía un escozor impresionante. Desde el suelo trató de abrir los ojos y vio que el rubio se había levantado furioso. Ahora tomó un puñal y trató de atravesarlo en el pecho de la chica.
Esta llevó la mano lo más rápido posible hasta su funda y sacó la katana a tiempo para ponerla en medio del ataque. El filo de esta era plateado y resplandecía. Aquel tipo parecía algo violento y no tardó en golpearle de nuevo con el puño en toda la cara. La científica en ese momento pegó un grito de dolor para después realizar un rápido movimiento con su espada. En un abrir y cerrar de ojos la cabeza de aquel payaso rodó por el suelo. La morena ahora se levantó con el ojo derecho cerrado debido al puñetazo. Sangraba un poco por el labio pero le daba lo mismo. Muchos quedaron impresionados por lo que había acabado de hacer pero allí se sentía rodeada y simplemente agarró con fuerza su katana mirando a varias direcciones. Algunos tipos ya estaban sacando sus armas. Si debía combatir contra todos lo haría sin pensarlo ya que pensaba de aquella forma.
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Tras unos largos segundos de espera, el anciano hombre que se encontraba detrás de la barra, me sirvió la tibia botella que pedí acompañada de un minúsculo baso. Cuando vi la pequeña porcelana no pude evitar sonreír. “Muchas gracias” dije antes de agarrar la blanca botella con mi mano derecha y pegarle un largo trago. Al ver mi reacción, el veterano camarero sonrió y empezó a entablar conversación conmigo. –He visto tu cara en los carteles de “Se Busca”, no obstante, tú no pareces un criminal con sed de sangre y ganas de ver arder el mundo, tú no te pareces a ellos. Dijo mientras señalaba con una mirada llena de desprecio a todos los hombres situados detrás de mí.- ¿Dime, qué te trae por aquí?
Vaya, al parecer mi rostro era cada vez más famoso entre la gente. Aquello era algo que realmente detestaba, pues seguramente por culpa del precio impuesto sobre mi cabeza algún día vendría alguien a intentar cazarme. Eso era algo que se interponía entre mis planes de futuro y yo. Tras mi pequeña reflexión mental miré al anciano hombre que me hizo aquella pregunta y me dispuse a responder, aunque obviamente, no iba a contarle mis verdaderos motivos. –Tan solo estoy de paso, me dirijo hacía Water Seven. El barco que tengo ahora no aguantara muchas más tormentas y si no lo cambio rápido acabaré perdido entre las olas. Antes de que el viejo pudiera contestarme o reaccionar siquiera, escuché el sonido de un fuerte golpe acompañado por unas ebrias risas.
Me giré, todas las miradas estaban centradas en una única mesa. En esta se encontraba una mujer de pelo castaño y ojos rojos, vestida con una sudadera negra. A su lado, yacía un hombre inconsciente. Seguramente se habría puesto chulito y se habría llevado su merecido. Miré mejor a la chica, su mirada… era un tanto extraña, se parecía mucho a la que yo ponía cuando luchaba, la mirada de un león cazando, observando con superioridad a su presa, esperando el momento oportuno para saltar sobre ella y morderle en la yugular. De golpe, el hombre que se encontraba tumbado en el suelo se levantó y le dio un fuerte puñetazo a la chica en la mejilla, esta cayó al suelo y el rubio hombre sacó un puñal con intenciones de matar a la mujer. Yo podría haber hecho algo, sí, pero sabía perfectamente que no hacía falta, que la chica podría arreglárselas por si sola.
La chica hizo algo que en aquellos instantes no me esperaba para nada, desenfundó una katana. Al ver la reluciente hoja de su espada brillar, una leve pero sincera sonrisa apareció en mi rostro. Al parecer teníamos otro espadachín entre nosotros, me preguntaba cuan fuerte podría llegar a ser. Después de unos segundos de su última acción, la cabeza del hombre ya no estaba sobre sus hombros. Al ver eso, la gran mayoría de los piratas allí presentes desenfundaron sus armas, visto lo visto no les había hecho mucha gracia que esa chica se hubiera cargado a su amiguito.
Fue entonces cuando yo tomé cartas en el asunto, pues no iba a dejar que alguien luchara en desventaja contra tantos enemigos a la vez. Me levanté de mi taburete y a la vez que dejaba caer mi capa marrón sobre el suelo del local, desenfundé a mi preciada katana Bagami. Agarré la espada con una mano y la apoyé en mi hombro, seguidamente me coloqué al lado de la chica de ojos rojos y mientras me encaraba a mis enemigos le dije algo mirándola de reojo. –Normalmente diría “Ponte detrás de mí” Pero creo que tú tienes más ganas de pelear que yo. Tras esas palabras miré de nuevo a mis enemigos y mientras retiraba Bagami de mi hombro para apuntarles con ella, pronuncié una última cosa gritando– ¡ESTÁ BIEN, QUIEN TENGA UN PROBLEMA CON ELLA AHORA TAMBÍEN LO TIENE CONMIGO! Así que no os cortéis. De nuevo, la sonrisa pícara que me caracterizaba apareció en mi cara, empuñe mi katana con ambas manos y me puse en posición ofensiva. Era hora de cazar.
Vaya, al parecer mi rostro era cada vez más famoso entre la gente. Aquello era algo que realmente detestaba, pues seguramente por culpa del precio impuesto sobre mi cabeza algún día vendría alguien a intentar cazarme. Eso era algo que se interponía entre mis planes de futuro y yo. Tras mi pequeña reflexión mental miré al anciano hombre que me hizo aquella pregunta y me dispuse a responder, aunque obviamente, no iba a contarle mis verdaderos motivos. –Tan solo estoy de paso, me dirijo hacía Water Seven. El barco que tengo ahora no aguantara muchas más tormentas y si no lo cambio rápido acabaré perdido entre las olas. Antes de que el viejo pudiera contestarme o reaccionar siquiera, escuché el sonido de un fuerte golpe acompañado por unas ebrias risas.
Me giré, todas las miradas estaban centradas en una única mesa. En esta se encontraba una mujer de pelo castaño y ojos rojos, vestida con una sudadera negra. A su lado, yacía un hombre inconsciente. Seguramente se habría puesto chulito y se habría llevado su merecido. Miré mejor a la chica, su mirada… era un tanto extraña, se parecía mucho a la que yo ponía cuando luchaba, la mirada de un león cazando, observando con superioridad a su presa, esperando el momento oportuno para saltar sobre ella y morderle en la yugular. De golpe, el hombre que se encontraba tumbado en el suelo se levantó y le dio un fuerte puñetazo a la chica en la mejilla, esta cayó al suelo y el rubio hombre sacó un puñal con intenciones de matar a la mujer. Yo podría haber hecho algo, sí, pero sabía perfectamente que no hacía falta, que la chica podría arreglárselas por si sola.
La chica hizo algo que en aquellos instantes no me esperaba para nada, desenfundó una katana. Al ver la reluciente hoja de su espada brillar, una leve pero sincera sonrisa apareció en mi rostro. Al parecer teníamos otro espadachín entre nosotros, me preguntaba cuan fuerte podría llegar a ser. Después de unos segundos de su última acción, la cabeza del hombre ya no estaba sobre sus hombros. Al ver eso, la gran mayoría de los piratas allí presentes desenfundaron sus armas, visto lo visto no les había hecho mucha gracia que esa chica se hubiera cargado a su amiguito.
Fue entonces cuando yo tomé cartas en el asunto, pues no iba a dejar que alguien luchara en desventaja contra tantos enemigos a la vez. Me levanté de mi taburete y a la vez que dejaba caer mi capa marrón sobre el suelo del local, desenfundé a mi preciada katana Bagami. Agarré la espada con una mano y la apoyé en mi hombro, seguidamente me coloqué al lado de la chica de ojos rojos y mientras me encaraba a mis enemigos le dije algo mirándola de reojo. –Normalmente diría “Ponte detrás de mí” Pero creo que tú tienes más ganas de pelear que yo. Tras esas palabras miré de nuevo a mis enemigos y mientras retiraba Bagami de mi hombro para apuntarles con ella, pronuncié una última cosa gritando– ¡ESTÁ BIEN, QUIEN TENGA UN PROBLEMA CON ELLA AHORA TAMBÍEN LO TIENE CONMIGO! Así que no os cortéis. De nuevo, la sonrisa pícara que me caracterizaba apareció en mi cara, empuñe mi katana con ambas manos y me puse en posición ofensiva. Era hora de cazar.
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Milena observaba a aquellos tipos con su único ojo abierto. Sentía demasiado dolor para poder abrir el otro. Sin embargo aún así podía bastarse para combatir con aquellos idiotas. Cada vez había más y eso era una mala señal por un lado pero buena por otro. La mirada de la morena daba miedo y eso era imposible de negar. De repente alguien más se unió a la fiesta. El chico que anteriormente había pedido sake y todo el mundo miró. Este se puso cerca de la científica y sacó su propia espada mientras decía unas palabras que hicieron sonreír de lado a la mujer. Al parecer iba a unirse a su bando en aquella pelea y se gritó que cualquiera que quisiera meterse con ella debía de hacerlo con él. A continuación empuñó su katana con ambas manos, cosa que la chica hacía con una sola.
Había cientos de estilos de esgrima y casualmente ellos dos no iban a coincidir en el mismo. En ese momento uno de aquellos tipos se lanzó por la chica con una lanza en su mano derecha. Lanzó un tajo recto rumbo a su cuello. Ella se movió hacia un lado mientras se agachaba. La hoja pasó muy cerca de su mejilla. Enseguida la espadachín lanzó un rápido y mortal tajo al cuello de aquel insolente. La sangre comenzó a salir de aquel hombre que tras gorgotear un poco acabó cayendo al suelo de espaldas y cerrando los ojos para no abrirlos más. La mujer no tardó en acercar la hoja a su boca y soltarle un lengüetazo lento pero intenso. El líquido carmesí bañó su lengua y ahora ella no pudo evitar sonreír de forma siniestra observando al resto de piratas que estaban allí reunidos.
Uno le soltó un tajo por su punto ciego, la zona derecha. Notó un inmenso dolor punzante en su hombro y ahora soltó un grito de dolor mientras se tambaleaba. La sangre salpicó hasta una mesa cercana y ahora la chica no pudo evitar llevarse la mano libre a la herida recibida. Clavó una rodilla en el suelo mientras dos hombres la miraban riendo. Uno de ellos había sido el autor de aquel corte que no vio venir al tener el ojo cerrado. Poco a poco la mujer fue levantando la cabeza hasta mostrar una expresión seria. El cabreo que la invadía estaba a punto de acabar con aquellos dos. A toda velocidad salió corriendo a por ellos y pasó por el medio realizando un tajo giratorio. La garganta de uno y el brazo de otro fueron cortados. Mientras que el del cuello había muerto, el otro se quedó gritando en el suelo suplicando por su vida. Se trataba del que le había hecho el tajo a Milena. – No hay piedad que valga. – Dijo ahora con un tono de voz firme para después rematar a aquel capullo con un corte recto y preciso al corazón.
La morena realizó unos cuantos cortes más sobre aquel enfermizo criminal para después buscar con su rojizo ojo los del peliblanco. Este seguramente estaba peleando por su lado. Su herida estaba sangrando todavía y se vio obligada a cortar un trozo de ropa a aquel cadáver y practicarse un vendaje rápido. Tras haber hecho eso tomó su espada y miró a su alrededor de forma siniestra y sádica. Empezó a correr a por otro corsario que estaba con la espalda pegada a la pared y con un arma de fuego en las manos. Este disparó contra ella pero su puntería fue tan mala que lo único que rompió fue una botella de ron de una de las mesas. La chica llegó hasta él y de un tajo rápido cortó su cuello también. Al parecer la morena atacaba a puntos mortales para acabar de un solo ataque. A decir verdad más que una científica parecía una asesina. Muchos pensaban aquello pero Milena era una caja de sorpresas al parecer, siempre lo había sido de hecho.
Había cientos de estilos de esgrima y casualmente ellos dos no iban a coincidir en el mismo. En ese momento uno de aquellos tipos se lanzó por la chica con una lanza en su mano derecha. Lanzó un tajo recto rumbo a su cuello. Ella se movió hacia un lado mientras se agachaba. La hoja pasó muy cerca de su mejilla. Enseguida la espadachín lanzó un rápido y mortal tajo al cuello de aquel insolente. La sangre comenzó a salir de aquel hombre que tras gorgotear un poco acabó cayendo al suelo de espaldas y cerrando los ojos para no abrirlos más. La mujer no tardó en acercar la hoja a su boca y soltarle un lengüetazo lento pero intenso. El líquido carmesí bañó su lengua y ahora ella no pudo evitar sonreír de forma siniestra observando al resto de piratas que estaban allí reunidos.
Uno le soltó un tajo por su punto ciego, la zona derecha. Notó un inmenso dolor punzante en su hombro y ahora soltó un grito de dolor mientras se tambaleaba. La sangre salpicó hasta una mesa cercana y ahora la chica no pudo evitar llevarse la mano libre a la herida recibida. Clavó una rodilla en el suelo mientras dos hombres la miraban riendo. Uno de ellos había sido el autor de aquel corte que no vio venir al tener el ojo cerrado. Poco a poco la mujer fue levantando la cabeza hasta mostrar una expresión seria. El cabreo que la invadía estaba a punto de acabar con aquellos dos. A toda velocidad salió corriendo a por ellos y pasó por el medio realizando un tajo giratorio. La garganta de uno y el brazo de otro fueron cortados. Mientras que el del cuello había muerto, el otro se quedó gritando en el suelo suplicando por su vida. Se trataba del que le había hecho el tajo a Milena. – No hay piedad que valga. – Dijo ahora con un tono de voz firme para después rematar a aquel capullo con un corte recto y preciso al corazón.
La morena realizó unos cuantos cortes más sobre aquel enfermizo criminal para después buscar con su rojizo ojo los del peliblanco. Este seguramente estaba peleando por su lado. Su herida estaba sangrando todavía y se vio obligada a cortar un trozo de ropa a aquel cadáver y practicarse un vendaje rápido. Tras haber hecho eso tomó su espada y miró a su alrededor de forma siniestra y sádica. Empezó a correr a por otro corsario que estaba con la espalda pegada a la pared y con un arma de fuego en las manos. Este disparó contra ella pero su puntería fue tan mala que lo único que rompió fue una botella de ron de una de las mesas. La chica llegó hasta él y de un tajo rápido cortó su cuello también. Al parecer la morena atacaba a puntos mortales para acabar de un solo ataque. A decir verdad más que una científica parecía una asesina. Muchos pensaban aquello pero Milena era una caja de sorpresas al parecer, siempre lo había sido de hecho.
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Tras pronunciar mis últimas palabras, pude ver como uno de los cerdos borrachos de aquel sucio local se abalanzaba contra mi temporal aliada, este portaba una afilada lanza y no parecía andarse con chiquillas. Yo me quedé observando atentamente como la alta chica esquivaba uno de sus rápidos golpes para seguidamente cortarle el cuello. Al parecer no tenía que preocuparme por ella, sabía defenderse sola. Después de pensar aquello vi un sádico acto por su parte que me hizo cambiar ligeramente la opinión: Ella le dio un buen lengüetazo al ensangrentado filo de su espada, y no obligada ni mucho menos, no. Por la macabra sonrisa que apareció segundos más tarde en su blanco rostro diría que lo gozó bastante. Los “amigos” que estaba haciendo últimamente eran muy extraños, tenía que empezar a cuidar mejor mis amistades…
Alguien cortó mis pensamientos, o al menos lo intentó. Mientras me encontraba reflexionando sobre la castaña mujer de mi lado, uno de aquellos piratas me lanzó un sablazo directo a la cara. No obstante, el filo de mi tan querida espada logró detener su ofensiva sin ninguna complicación. Instantes más tarde le asesté una fuerte patada frontal en el pecho, haciendo que fuera volando hacía dos de sus compañeros y acabaran todos chocando fuertemente contra una de las paredes del bar. Al contrario que mi sanguinaria amiguita, no quería tener que derramar sangre esa noche, no sabía quién era aquella escoria, pero desde luego no eran lo suficientemente famosos como para merecerse morir en una simple pelea de bar.
Dos más vinieron hacía mí, al igual que el anterior, cada uno llevaba una espada consigo. Haciendo fama de su gala, ambos me atacaron al mismo tiempo, por sitios diferentes: El primero por la izquierda y el segundo por la derecha. Al ver su patética ofensiva no tardé mucho en reaccionar, paré el ataque del primero con mi espada y al segundo lo tiré al suelo con un simple barrido. Me centré en el que aún seguía en pie, aparté su espada de la mía y con el canto de Bagami le asesté un fuerte golpe descendiente en su cabeza, dejándolo inconsciente y tirándolo también al suelo. Me dirigí hacía el primero que tumbé y le di una fuerte patada, de nuevo en la cabeza, como consecuencia este también se quedó “dormido.”
Cuando acabé de derrotar a aquellos dos capullos me fijé en la chica a la que estaba ayudando, ella estaba sangrando y se hizo un vendaje casero, después de poner un rápido remedio a su herida se dispuso a continuar luchando. Yo me acerqué hacía a ella mientras me habría paso a través de los inútiles corsarios que intentaban hacernos frente. Sabía muy bien que ella se valía por sí sola, no obstante quería estar cerca por si algo pasaba de repente.
Alguien cortó mis pensamientos, o al menos lo intentó. Mientras me encontraba reflexionando sobre la castaña mujer de mi lado, uno de aquellos piratas me lanzó un sablazo directo a la cara. No obstante, el filo de mi tan querida espada logró detener su ofensiva sin ninguna complicación. Instantes más tarde le asesté una fuerte patada frontal en el pecho, haciendo que fuera volando hacía dos de sus compañeros y acabaran todos chocando fuertemente contra una de las paredes del bar. Al contrario que mi sanguinaria amiguita, no quería tener que derramar sangre esa noche, no sabía quién era aquella escoria, pero desde luego no eran lo suficientemente famosos como para merecerse morir en una simple pelea de bar.
Dos más vinieron hacía mí, al igual que el anterior, cada uno llevaba una espada consigo. Haciendo fama de su gala, ambos me atacaron al mismo tiempo, por sitios diferentes: El primero por la izquierda y el segundo por la derecha. Al ver su patética ofensiva no tardé mucho en reaccionar, paré el ataque del primero con mi espada y al segundo lo tiré al suelo con un simple barrido. Me centré en el que aún seguía en pie, aparté su espada de la mía y con el canto de Bagami le asesté un fuerte golpe descendiente en su cabeza, dejándolo inconsciente y tirándolo también al suelo. Me dirigí hacía el primero que tumbé y le di una fuerte patada, de nuevo en la cabeza, como consecuencia este también se quedó “dormido.”
Cuando acabé de derrotar a aquellos dos capullos me fijé en la chica a la que estaba ayudando, ella estaba sangrando y se hizo un vendaje casero, después de poner un rápido remedio a su herida se dispuso a continuar luchando. Yo me acerqué hacía a ella mientras me habría paso a través de los inútiles corsarios que intentaban hacernos frente. Sabía muy bien que ella se valía por sí sola, no obstante quería estar cerca por si algo pasaba de repente.
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La chica continuaba combatiendo tranquilamente empezando a cansarse con el paso de los minutos. Su ojo derecho seguía cerrado y dolorido pero por el momento no parecía necesitarlo para nada. De hecho ahora se fijó en que el peliblanco usaba la espada con bastante destreza pero no mataba a nadie. Aquello le hizo alzar una ceja un poco decepcionada pues siempre era mejor cortar la amenaza de raíz. Quién sabía si en un futuro aquellos hombres se hacían fuertes y asesinaban al peliblanco y a la científica. Ella no dejaba cabos sueltos y exterminaba a todos sus enemigos sin piedad alguna. Notó ahora como un fuerte viento la lanzaba por los aires, aterrizando sobre una mesa llena de vasos. Debido al impacto de la caída aquella mesa volcó y la chica cayó al suelo.
Se mojó la ropa de algunas bebidas y se dio un pequeño golpe en la espalda. Este empezó a dolerle bastante. No acostumbraba a pelear sin usar toda su visión al completo. Cuando se levantó con algo de dificultad pudo ver que el causante no era otro que un jodido luchador. Un hombre de dos metros y sin pelo. De ojos dorados y piel oscura. No llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso y poderoso. Tan solo portaba un pantalón rojizo y unos guanteletes de acero comunes. Este sonrió de forma sádica y corrió a por la chica entre gritos y amenazas. – ¡Kurohebi! – Gritó la chica para después alzar su arma y de un rápido movimiento cortar el brazo derecho de su oponente por la altura del codo. Acto seguido giró sobre sí misma y de otro tajo más rápido y fuerte terminó de rebanarle la cabeza de forma violenta. Su espada quedó manchada totalmente de rojo debido a toda la sangre que esta había tocado.
Milena contempló como los pocos enemigos que quedaban en aquel lugar se daban a la fuga al ver que no podía derrotar a los dos espadachines. Aquello hizo que la chica guardara su arma empezando a respirar de forma agitada por el cansancio. A continuación no pudo evitar tumbarse en la barra, en la cual ya no había nada. Quedó bocarriba y empezó a jadear un poco debido a lo agotada que estaba. Se pasó la mano por el rostro limpiándose un poco el sudor y apartándose los cabellos de la cara. Continuaba con aquel ojo cerrado y ahora trató de abrirlo un poco pero lo tenía ligeramente hinchado. Lo volvió a cerrar soltando un suspiro y dirigió su mirada a aquel hombre de pelos blancos que la había ayudado durante el combate. – Supongo que debo darte las gracias tanto por no intervenir como por protegerme las espaldas. – Dijo aquello con un tono normal mientras ahora soltaba un enorme suspiro y se sentaba. No dejaba de mirar a la puerta por si las moscas, de hecho pensaba que aquellos capullos iban a volver. – Esos cobardes habrán ido a por refuerzos. Creo que deberíamos largarnos de este lugar. – Propuso ahora recuperando el aliento.
Se mojó la ropa de algunas bebidas y se dio un pequeño golpe en la espalda. Este empezó a dolerle bastante. No acostumbraba a pelear sin usar toda su visión al completo. Cuando se levantó con algo de dificultad pudo ver que el causante no era otro que un jodido luchador. Un hombre de dos metros y sin pelo. De ojos dorados y piel oscura. No llevaba la camiseta, dejando ver un cuerpo musculoso y poderoso. Tan solo portaba un pantalón rojizo y unos guanteletes de acero comunes. Este sonrió de forma sádica y corrió a por la chica entre gritos y amenazas. – ¡Kurohebi! – Gritó la chica para después alzar su arma y de un rápido movimiento cortar el brazo derecho de su oponente por la altura del codo. Acto seguido giró sobre sí misma y de otro tajo más rápido y fuerte terminó de rebanarle la cabeza de forma violenta. Su espada quedó manchada totalmente de rojo debido a toda la sangre que esta había tocado.
Milena contempló como los pocos enemigos que quedaban en aquel lugar se daban a la fuga al ver que no podía derrotar a los dos espadachines. Aquello hizo que la chica guardara su arma empezando a respirar de forma agitada por el cansancio. A continuación no pudo evitar tumbarse en la barra, en la cual ya no había nada. Quedó bocarriba y empezó a jadear un poco debido a lo agotada que estaba. Se pasó la mano por el rostro limpiándose un poco el sudor y apartándose los cabellos de la cara. Continuaba con aquel ojo cerrado y ahora trató de abrirlo un poco pero lo tenía ligeramente hinchado. Lo volvió a cerrar soltando un suspiro y dirigió su mirada a aquel hombre de pelos blancos que la había ayudado durante el combate. – Supongo que debo darte las gracias tanto por no intervenir como por protegerme las espaldas. – Dijo aquello con un tono normal mientras ahora soltaba un enorme suspiro y se sentaba. No dejaba de mirar a la puerta por si las moscas, de hecho pensaba que aquellos capullos iban a volver. – Esos cobardes habrán ido a por refuerzos. Creo que deberíamos largarnos de este lugar. – Propuso ahora recuperando el aliento.
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De nuevo, no pude evitar poner mi ojo sobre la chica castaña, una fuerte ráfaga de viento la empujó contra una mesa llena de objetos, el mueble se volcó y ella aterrizó contra el suelo, mojándose sus ropas con lo que parecía ser alcohol y saliendo algo dolorida. A eso es a lo que me refería cuando decía “por si algo pasaba de repente.” Al ver aquel inesperado acontecimiento corté levemente el torso del hombre contra el que estaba luchando, nada grave, y me dirigí hacía ella. Antes de que pudiera llegar hasta ella para protegerla, el brazo y la cabeza del hombre que la lanzó por los aires se encontraban tirados en el suelo. De nuevo, volví a subestimarla. Cuando me di la vuelta para seguir luchando contra aquellos cabrones pude contemplar como los pocos que no estaban muertos o inconscientes se marchaban corriendo de local. Al parecer se dieron cuenta de que no podían con nosotros y fueron a por refuerzos.
Al ver aquella patética actuación por parte de mis rivales no pude evitar suspirar. Luchar contra aquellos malditos bastardos no me había ayudado a volverme más fuerte, vaya decepción… Saqué un trapo viejo y blanco de uno de mis bolsillos y limpié la poca sangre que había sobre la hoja de Bagami, seguidamente la envainé junto a sus otras dos compañeras de guerra y dirigí mi mirada hacía la chica junto a la que había luchado. Esta se tumbó en la barra y empezó a jadear, al parecer estaba herida y cansada, tras unos segundos de silencio suspiró, al igual que yo, y me dijo algo. “Supongo que debo darte las gracias tanto por no intervenir como por protegerme las espaldas.” Tras aquello suspiró de una forma más grande y se sentó sobre la barra y continuó hablando, esta vez con un tono de voz bastante menos cansado. “Esos cobardes habrán ido a por refuerzos. Creo que deberíamos largarnos de este lugar.”
Mi mirada picara desapareció y el serio rostro de siempre volvió a aparecer. –No hay de qué. Dije a la vez que me empecé a caminar hacia la misma barra donde ella se encontraba, una vez delante de esta cogí mi botella de sake y me la acabé de un trago, pelear con esos capullos me había dado sed. Dejé la botella sobre la madera y mientras le respondía con un tono totalmente despreocupado observé sus ojos rojos, en cierto modo me recordaban a los míos. -Tus heridas no tienen muy buena pinta, lo mejor será que nos vayamos. Dije a la vez que le ofrecía mi mano para ayudarla a levantarse. Por mí no había problema alguno en seguir luchando, pero ella no se encontraba en muy buenas condiciones y no iba a permitir que la mataran después de haber dado la cara por ella.
Al ver aquella patética actuación por parte de mis rivales no pude evitar suspirar. Luchar contra aquellos malditos bastardos no me había ayudado a volverme más fuerte, vaya decepción… Saqué un trapo viejo y blanco de uno de mis bolsillos y limpié la poca sangre que había sobre la hoja de Bagami, seguidamente la envainé junto a sus otras dos compañeras de guerra y dirigí mi mirada hacía la chica junto a la que había luchado. Esta se tumbó en la barra y empezó a jadear, al parecer estaba herida y cansada, tras unos segundos de silencio suspiró, al igual que yo, y me dijo algo. “Supongo que debo darte las gracias tanto por no intervenir como por protegerme las espaldas.” Tras aquello suspiró de una forma más grande y se sentó sobre la barra y continuó hablando, esta vez con un tono de voz bastante menos cansado. “Esos cobardes habrán ido a por refuerzos. Creo que deberíamos largarnos de este lugar.”
Mi mirada picara desapareció y el serio rostro de siempre volvió a aparecer. –No hay de qué. Dije a la vez que me empecé a caminar hacia la misma barra donde ella se encontraba, una vez delante de esta cogí mi botella de sake y me la acabé de un trago, pelear con esos capullos me había dado sed. Dejé la botella sobre la madera y mientras le respondía con un tono totalmente despreocupado observé sus ojos rojos, en cierto modo me recordaban a los míos. -Tus heridas no tienen muy buena pinta, lo mejor será que nos vayamos. Dije a la vez que le ofrecía mi mano para ayudarla a levantarse. Por mí no había problema alguno en seguir luchando, pero ella no se encontraba en muy buenas condiciones y no iba a permitir que la mataran después de haber dado la cara por ella.
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La chica observó como aquel hombre de cabellos blancos tomaba una botella de sake, seguramente la anterior. De una sola vez se la bebió totalmente. Pocas personas eran las que podía hacer cosas así. Muchos notaban tanta temperatura en la garganta que se estaban quietos al momento. El caso de aquel tipo parecía ser totalmente distinto. No pudo evitar ahora llevarse la mano a la zona dolorida para después chasquear la lengua. Estaba acostumbrada a los combates pero no a los numerosos. Aquellos idiotas debían de sentir una vergüenza enorme al haber sido derrotados en gran cantidad. Su mirada ahora se centró de nuevo en la puerta mientras terminaba de recuperar el aliento. No tardó mucho en poner una expresión algo más seria y abrir su ojo derecho despacio. Le escoció bastante pero logró aguantar el dolor y ahora lo dejó abierto. Seguramente le iba a salir un buen moratón pero por el momento se las apañaría de aquella forma.
Ahora pudo ver como aquel peliblanco le ofrecía la mano para salir de aquel sitio. La chica se quedó mirándole de forma algo inexpresiva y calmada. Era como si estuviera analizándole. No era muy hablador al parecer. Se lo pensó unos instantes para después estirar su mano despacio y coger la de aquel hombre. Se levantó al momento y se sacudió un poco la ropa que llevaba puesta. Ahora se quedó mirándole de forma tranquila. Cuando escuchó lo de sus heridas no pudo evitar mostrar una sonrisa ladeada y siniestra. Estaba más que acostumbrada a ser dañada y ya no le parecían para tanto. – He aguantado torturas peores. Esto para mí no es nada. – Una vez dijo eso se coló en la parte de atrás de la barra y cogió una botella. El contenido parecía ser un refresco de limón con gas. Le pegó un largo trago y después empezó a caminar hacia la salida de la parte de atrás. Era mejor que no les vieran irse por la principal o corrían el riesgo de que les siguieran de alguna forma, eran capaces de todo en aquella isla.
Cuando salió por aquella puerta dieron a una especie de callejón. Justo en cuanto puso un pie en la calle las primeras gotas del cielo empezaron a caer. Ella frunció el ceño por el momento tan inoportuno y ahora suspiró un poco mientras se colocaba debajo de un pequeño tejado. Se quedó mirando al cielo con sus rojizos ojos unos segundos para después mirar a aquel hombre de forma tranquila. – ¿A dónde te diriges ahora? ¿Tienes vehículo propio? – Tras haberle preguntado aquello echó una ojeada al puerto y pudo ver el navío en el que ella había llegado a aquella isla. Por el momento no parecía haber moros en la costa por lo que le hizo una señal al espadachín y empezó a caminar al puerto tranquilamente. Algo la estaba dejando intranquila. Era como si estuviese teniendo un mal presentimiento. Se sentía observada y no precisamente por aquel tipo.
Ahora pudo ver como aquel peliblanco le ofrecía la mano para salir de aquel sitio. La chica se quedó mirándole de forma algo inexpresiva y calmada. Era como si estuviera analizándole. No era muy hablador al parecer. Se lo pensó unos instantes para después estirar su mano despacio y coger la de aquel hombre. Se levantó al momento y se sacudió un poco la ropa que llevaba puesta. Ahora se quedó mirándole de forma tranquila. Cuando escuchó lo de sus heridas no pudo evitar mostrar una sonrisa ladeada y siniestra. Estaba más que acostumbrada a ser dañada y ya no le parecían para tanto. – He aguantado torturas peores. Esto para mí no es nada. – Una vez dijo eso se coló en la parte de atrás de la barra y cogió una botella. El contenido parecía ser un refresco de limón con gas. Le pegó un largo trago y después empezó a caminar hacia la salida de la parte de atrás. Era mejor que no les vieran irse por la principal o corrían el riesgo de que les siguieran de alguna forma, eran capaces de todo en aquella isla.
Cuando salió por aquella puerta dieron a una especie de callejón. Justo en cuanto puso un pie en la calle las primeras gotas del cielo empezaron a caer. Ella frunció el ceño por el momento tan inoportuno y ahora suspiró un poco mientras se colocaba debajo de un pequeño tejado. Se quedó mirando al cielo con sus rojizos ojos unos segundos para después mirar a aquel hombre de forma tranquila. – ¿A dónde te diriges ahora? ¿Tienes vehículo propio? – Tras haberle preguntado aquello echó una ojeada al puerto y pudo ver el navío en el que ella había llegado a aquella isla. Por el momento no parecía haber moros en la costa por lo que le hizo una señal al espadachín y empezó a caminar al puerto tranquilamente. Algo la estaba dejando intranquila. Era como si estuviese teniendo un mal presentimiento. Se sentía observada y no precisamente por aquel tipo.
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Del mismo modo que yo no terminaba de fiarme de ella diría que ella no se fiaba de mí, o al menos aquello parecía después de la fría mirada que me lanzó cuando le ofrecí mi mano. Después de unos segundos pensándoselo aceptó mi ayuda y se levantó, aquél gesto por su parte me pareció algo absurdo, si quisiera haberle hecho daño ya lo habría hecho hace mucho. Cuando se encontraba de pie empezó a mirarme fijamente, la verdad es que aquello no me molestaba y mucho menos me extrañaba. Durante el poco tiempo que llevaba viajando me había ganado una fama realmente mala entre los ciudadanos por luchar contra marines y derrotarlos, claro que nadie mencionó como de capullos eran aquellos “agentes de la ley.” No estaba seguro de si ella me conocía por los carteles de “se busca” o si simplemente era desconfiada por naturaleza, pero igual que yo, si quisiera haberme hecho daño ya lo hubiera hecho hace mucho, así que de momento… podía fiarme de ella.
Cuando le mencioné lo de sus heridas ella simplemente sonrió, al parecer estaba acostumbrada a luchar y los daños sobre su cuerpo le parecían ridículos. A mí me parecían igual de leves, no obstante me regía por la forma de pensar que mi maestro me inculcó: “Cualquier herida sobre tu cuerpo es poca e inofensiva, pero cualquiera sobre el cuerpo de tus aliados es grave y peligrosa” Aquello era algo que muy pocos entendían, yo me incluía entre ellos. Ella cogió una especie de refresco y tras beber de este se marchó por la puerta trasera, antes de ir con ella me acerqué hacía el dueño del local y le dije algo. –Lamento los destrozos causados viejo, no he podido hacer más. Metí la mano en uno de mis bolsillos y saqué un pequeño saco lleno de berries. –No es mucho, pero es todo lo que me queda. Esto debería de cubrir la botella de sake y algunas de las mesas rotas, nos vemos. Él se quedó algo sorprendido al ver mi reacción, supongo que no se esperaba que después de todo lo sucedido me acordara de pagar. Tras mi pequeña “conversación” con el dueño del bar, cogí mi capa del suelo, me la puse con la capucha y me dirigí hacía fuera del local junto a la chica de ojos rojos.
Una vez fuera me percaté de que empezó a llover, al ver aquella acción por parte del clima la chica frunció el ceño, aquello me recordó al rostro de una niña pequeña enfadada por tener caramelos. Supongo que a pesar de su sanguinaria parte exterior aún quedaba algo de humanidad dentro de ella. Al ver aquella reacción por su parte no pude evitar sonreír de forma sincera cerrando los ojos. Nos refugiamos debajo de un tejado y mirando al puerto ella me preguntó algo. “¿A dónde te diriges ahora? ¿Tienes vehículo propio?” Supongo que ella creía que me iría de aquella isla, pero la verdad es que me iba a quedar en Jaya durante mucho tiempo… necesitaba entrenar. Mientras le respondía empezamos a caminar a su barco. -Yo me quedaré aquí un día más, tengo asuntos que resolver. A pesar de querer poder confiar en ella no podía hacerlo, no sabía a qué “bando” pertenecía ella y si algún cazador o marine se enteraba de que estaba aquí vendría a por mí. Eso solo me retrasaría y no estaba dispuesto a perder tiempo. Cuando iba a decirle algo importante vi algo moverse entre las sombras y meterse dentro de su barco, supuse que ella también lo vio, así que me la quedé mirando esperando algunas palabras por su parte.
Cuando le mencioné lo de sus heridas ella simplemente sonrió, al parecer estaba acostumbrada a luchar y los daños sobre su cuerpo le parecían ridículos. A mí me parecían igual de leves, no obstante me regía por la forma de pensar que mi maestro me inculcó: “Cualquier herida sobre tu cuerpo es poca e inofensiva, pero cualquiera sobre el cuerpo de tus aliados es grave y peligrosa” Aquello era algo que muy pocos entendían, yo me incluía entre ellos. Ella cogió una especie de refresco y tras beber de este se marchó por la puerta trasera, antes de ir con ella me acerqué hacía el dueño del local y le dije algo. –Lamento los destrozos causados viejo, no he podido hacer más. Metí la mano en uno de mis bolsillos y saqué un pequeño saco lleno de berries. –No es mucho, pero es todo lo que me queda. Esto debería de cubrir la botella de sake y algunas de las mesas rotas, nos vemos. Él se quedó algo sorprendido al ver mi reacción, supongo que no se esperaba que después de todo lo sucedido me acordara de pagar. Tras mi pequeña “conversación” con el dueño del bar, cogí mi capa del suelo, me la puse con la capucha y me dirigí hacía fuera del local junto a la chica de ojos rojos.
Una vez fuera me percaté de que empezó a llover, al ver aquella acción por parte del clima la chica frunció el ceño, aquello me recordó al rostro de una niña pequeña enfadada por tener caramelos. Supongo que a pesar de su sanguinaria parte exterior aún quedaba algo de humanidad dentro de ella. Al ver aquella reacción por su parte no pude evitar sonreír de forma sincera cerrando los ojos. Nos refugiamos debajo de un tejado y mirando al puerto ella me preguntó algo. “¿A dónde te diriges ahora? ¿Tienes vehículo propio?” Supongo que ella creía que me iría de aquella isla, pero la verdad es que me iba a quedar en Jaya durante mucho tiempo… necesitaba entrenar. Mientras le respondía empezamos a caminar a su barco. -Yo me quedaré aquí un día más, tengo asuntos que resolver. A pesar de querer poder confiar en ella no podía hacerlo, no sabía a qué “bando” pertenecía ella y si algún cazador o marine se enteraba de que estaba aquí vendría a por mí. Eso solo me retrasaría y no estaba dispuesto a perder tiempo. Cuando iba a decirle algo importante vi algo moverse entre las sombras y meterse dentro de su barco, supuse que ella también lo vio, así que me la quedé mirando esperando algunas palabras por su parte.
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Aquel hombre había pagado la bebida y los destrozos al camarero. Sorprendió un poco a la chica pero no era algo que ella hubiese hecho. Siempre había que preguntarse algo ¿Él lo haría por mí? Esa era la respuesta a casi todo para la morena. Sin embargo había gente que prefería ayudar a los demás y eso lo veía ridículo. Siempre había estado sola en todas las situaciones peligrosas desde la muerte de su maestro. Aquellos recuerdos acudieron durante unos segundos a ella pero momentos después agitó la cabeza de un lado a otro para después suspirar. De todas formas poco había que hacer en aquella isla llena de basura. Cuando ganara más poder pensaba volver para erradicar a todos los enemigos posibles. Por el momento debía de volver a los mares tranquilos para seguir investigando sus cosas y entrenando en el arte de la espada. En este caso su favorita, la katana.
Escuchó a aquel hombre decir que pensaba quedarse unos días más pues tenía cosas que hacer. En ese momento la muchacha simplemente asintió mientras caminaba al barco con aquel peliblanco. La sádica mujer clavó sus rojizos ojos en los de aquel hombre cuando pudo ver un leve desvío en los suyos. Aquello le hizo mirar a la misma dirección y ver de roce como alguien o algo se metía en el barco. A continuación escuchó un grito que pudo venir de uno de los marineros perfectamente. – Hehehe… Creo que voy a tener que cortar una última cabeza antes de partir. – Dijo ahora mientras de un salto se colocaba en la cubierta. Sacó su arma haciendo un sonido metálico para después relamerse despacio. No tardó mucho en alzar la voz de forma autoritaria. – ¡Sal de ahí escoria! – Nadie respondió al principio pero dos marineros salieron asustados y tras ello lo que parecía ser un hombre. Era bastante bajito y sin pelo pero parecía ser un maldito lunático. En su mano derecha llevaba una daga y en la otra un pequeño escudo. El tono de sus ojos era dorado y vestía con una pequeña armadura de acero, obviamente de su taya.
Encima parecía querer guerra pues se lanzó a por Milena entre risas. Ella simplemente esperó el momento oportuno para tratar de atravesarle pero era muy veloz. Se echó a un lado esquivándola y le pegó un corte en el hombro dañado. Ella pegó un grito de dolor cerrando los ojos y clavando una rodilla en el suelo. El pequeño enano trató de cortarle la cabeza pero ahora la espadachín realizó un veloz movimiento atravesando el brazo derecho de su rival. Movío su arma con violencia cortándoselo de cuajo. Aquel hombre empezó a gritar de dolor mientras empezaba a perder sangre. Sin pensarlo salió del barco y trató de huir rumbo al peliblanco. La chica se puso en pie siguiéndolo y se quedó mirando para ver lo que iba a pasar a continuación. Tenía curiosidad por si aquel hombre iba a matarlo o simplemente a dejarlo huir dándole una advertencia. Ahora todo aquello dependía de él.
Escuchó a aquel hombre decir que pensaba quedarse unos días más pues tenía cosas que hacer. En ese momento la muchacha simplemente asintió mientras caminaba al barco con aquel peliblanco. La sádica mujer clavó sus rojizos ojos en los de aquel hombre cuando pudo ver un leve desvío en los suyos. Aquello le hizo mirar a la misma dirección y ver de roce como alguien o algo se metía en el barco. A continuación escuchó un grito que pudo venir de uno de los marineros perfectamente. – Hehehe… Creo que voy a tener que cortar una última cabeza antes de partir. – Dijo ahora mientras de un salto se colocaba en la cubierta. Sacó su arma haciendo un sonido metálico para después relamerse despacio. No tardó mucho en alzar la voz de forma autoritaria. – ¡Sal de ahí escoria! – Nadie respondió al principio pero dos marineros salieron asustados y tras ello lo que parecía ser un hombre. Era bastante bajito y sin pelo pero parecía ser un maldito lunático. En su mano derecha llevaba una daga y en la otra un pequeño escudo. El tono de sus ojos era dorado y vestía con una pequeña armadura de acero, obviamente de su taya.
Encima parecía querer guerra pues se lanzó a por Milena entre risas. Ella simplemente esperó el momento oportuno para tratar de atravesarle pero era muy veloz. Se echó a un lado esquivándola y le pegó un corte en el hombro dañado. Ella pegó un grito de dolor cerrando los ojos y clavando una rodilla en el suelo. El pequeño enano trató de cortarle la cabeza pero ahora la espadachín realizó un veloz movimiento atravesando el brazo derecho de su rival. Movío su arma con violencia cortándoselo de cuajo. Aquel hombre empezó a gritar de dolor mientras empezaba a perder sangre. Sin pensarlo salió del barco y trató de huir rumbo al peliblanco. La chica se puso en pie siguiéndolo y se quedó mirando para ver lo que iba a pasar a continuación. Tenía curiosidad por si aquel hombre iba a matarlo o simplemente a dejarlo huir dándole una advertencia. Ahora todo aquello dependía de él.
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Cuando mi fugaz compañera vio lo mismo que mis rojizos ojos no pudo evitar soltar una macabra carcajada acompañada de unas más macabras palabras. A pesar de sus heridas y todo lo que ya había peleado ella no había tenido suficiente así que saltó a la cubierta de su propio barco. Volvió a relamer su arma… aquello me parecía algo realmente extraño… yo consideraba a mis espadas algo realmente sagrado, tres amigas las cuales me habían acompañado en muchas aventuras, incluso una de ellas tenía mente propia… si lamiera a Bagami estaría lamiendo a mi mejor amiga. Después de lamer su arma, la castaña mujer dijo algo más, una provocación para el hombre que había entrado en su barco. Yo no subí por respeto, interponerse entre un depredador y su presa era algo que nunca debía de hacerse, algo que odiaba que me hicieran… así que simplemente actué como me gustaría que ella hubiera actuado si fuera yo el que sostuviese la katana encima de aquella cubierta.
Después de unos segundos de tenso silencio salieron tres hombres del barco, los dos primeros no tenían pinta de ser muy fuertes, de hecho ni siquiera atacaron a la joven muchacha. Al contrario, el calvo y bajito hombre de ojos dorados que se encontraba detrás de ellos sí que parecía ser “fuerte” o al menos más que los otros dos. Este iba armado con una daga y un escudo, y una armadura metálica protegía su cuerpo casi por completo. Este se lanzó contra ella sin pensárselo dos veces, este le hizo un corte a la muchacha en el hombro, cuando ella recibió el ataque soltó un fuerte frito de dolor y apoyó una de sus rodillas en el suelo. Cuando vi aquella escena no pude evitar apretar el puño con rabia y seguidamente llevar mi mano al mango de mi espada, si las cosas se ponían feas sí que iba a intervenir. El calvo enano intentó cortarle la cabeza pero ella reaccionó rápidamente atravesándole el brazo y posteriormente cortándoselo.
Al ver que ya no tenía ninguna oportunidad, el bajito hombre intentó escapar de ella dirigiéndose hacia mí, pero seguramente, sorprendiendo por completo a la chica de ojos rojos, desenvainé a Bagami y decapité al hombre con un tajo limpio. La cabeza rodó hasta golpear contra la madera del barco. Yo me dirigí hacía este y salté a cubierta dirigiéndome hacía la chica mientras con el mismo trapo de antes limpiaba la sangre de mi espada. Cuando me encontraba delante de ella, rodeé su cuerpo con mi brazo, ayudándola así a que se levantara. Cuando estaba de pie, la miré con una mirada algo preocupado y le pregunté algo. – ¿Dónde está tu camerino? Lo mejor sería dejarla allí, curar un poco sus heridas y olvidarme de ella. Tenía cosas que hacer y ya había perdido mucho tiempo con el incidente de aquel bar.
Después de unos segundos de tenso silencio salieron tres hombres del barco, los dos primeros no tenían pinta de ser muy fuertes, de hecho ni siquiera atacaron a la joven muchacha. Al contrario, el calvo y bajito hombre de ojos dorados que se encontraba detrás de ellos sí que parecía ser “fuerte” o al menos más que los otros dos. Este iba armado con una daga y un escudo, y una armadura metálica protegía su cuerpo casi por completo. Este se lanzó contra ella sin pensárselo dos veces, este le hizo un corte a la muchacha en el hombro, cuando ella recibió el ataque soltó un fuerte frito de dolor y apoyó una de sus rodillas en el suelo. Cuando vi aquella escena no pude evitar apretar el puño con rabia y seguidamente llevar mi mano al mango de mi espada, si las cosas se ponían feas sí que iba a intervenir. El calvo enano intentó cortarle la cabeza pero ella reaccionó rápidamente atravesándole el brazo y posteriormente cortándoselo.
Al ver que ya no tenía ninguna oportunidad, el bajito hombre intentó escapar de ella dirigiéndose hacia mí, pero seguramente, sorprendiendo por completo a la chica de ojos rojos, desenvainé a Bagami y decapité al hombre con un tajo limpio. La cabeza rodó hasta golpear contra la madera del barco. Yo me dirigí hacía este y salté a cubierta dirigiéndome hacía la chica mientras con el mismo trapo de antes limpiaba la sangre de mi espada. Cuando me encontraba delante de ella, rodeé su cuerpo con mi brazo, ayudándola así a que se levantara. Cuando estaba de pie, la miré con una mirada algo preocupado y le pregunté algo. – ¿Dónde está tu camerino? Lo mejor sería dejarla allí, curar un poco sus heridas y olvidarme de ella. Tenía cosas que hacer y ya había perdido mucho tiempo con el incidente de aquel bar.
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La mujer observó como aquel hombre cortaba la cabeza del enano y después se acercó a ella para ayudarla a levantar. Esta se apoyó como pudo para después mirarle a los ojos y escuchar su pregunta. Estaba a punto de responderle cuando se puso a pensar tranquilamente. Aquel hombre debía quedarse allí para hacer cosas pero aquella pregunta era obvia. Ahora la mujer notó que los marineros tenían prisa por zarpar y en sus caras se notaba que estaban a punto de hacerlo. – Van a zarpar ya y tú tienes cosas que hacer aquí. – Dijo ahora mirándole de forma un poco siniestra. La verdad es que no podía evitar aquel comportamiento ni aquella mirada.
Ahora se separó un poco y sacó un papel de su bolsillo. Lo solía usar para provocar a los criminales y luego asesinarlos en alguna casa. Ahora se lo tendió a aquel hombre, era su número de den den muchi. Una vez lo cogiese o no, aquel hombre dijo que iban a quitar el ancla para marcharse ya. No querían arriesgarse a que otro criminal se les colara en el barco y al parecer habían matado a un hombre dentro. – Es mi número. Si necesitas algo tan solo llámame, soy Milena. – Dijo tranquilamente para después empezar a caminar a su camarote tras haberse despedido con un gesto con la mano. Aquel tipo no era mala persona y había logrado caerle bien a la chica.
Si necesitaba ayuda de ella o simplemente quedar para algo solo debía llamarla. Tenía curiosidad por aquel tipo pero por desgracia el barco no podía esperar. Apretó el vendaje para cortar la sangre y después suspiro. Ya se curaría u obligaría a hacerlo a alguno de aquellos marineros. Cuando llegó hasta su sitio simplemente se tumbó en la cama cerrando los ojos para de esa forma poder tomarse un descanso. El día había estado bien y se había llevado un posible aliado. La única persona junto a Byakuro que la había tratado bien. No pudo evitar esbozar una media sonrisa para después cerrar los ojos. Segundos después el barco zarpó rumbo a su siguiente objetivo.
Ahora se separó un poco y sacó un papel de su bolsillo. Lo solía usar para provocar a los criminales y luego asesinarlos en alguna casa. Ahora se lo tendió a aquel hombre, era su número de den den muchi. Una vez lo cogiese o no, aquel hombre dijo que iban a quitar el ancla para marcharse ya. No querían arriesgarse a que otro criminal se les colara en el barco y al parecer habían matado a un hombre dentro. – Es mi número. Si necesitas algo tan solo llámame, soy Milena. – Dijo tranquilamente para después empezar a caminar a su camarote tras haberse despedido con un gesto con la mano. Aquel tipo no era mala persona y había logrado caerle bien a la chica.
Si necesitaba ayuda de ella o simplemente quedar para algo solo debía llamarla. Tenía curiosidad por aquel tipo pero por desgracia el barco no podía esperar. Apretó el vendaje para cortar la sangre y después suspiro. Ya se curaría u obligaría a hacerlo a alguno de aquellos marineros. Cuando llegó hasta su sitio simplemente se tumbó en la cama cerrando los ojos para de esa forma poder tomarse un descanso. El día había estado bien y se había llevado un posible aliado. La única persona junto a Byakuro que la había tratado bien. No pudo evitar esbozar una media sonrisa para después cerrar los ojos. Segundos después el barco zarpó rumbo a su siguiente objetivo.
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Después de ayudar a la joven chica a levantarse, esta se me quedó mirando fijamente, justamente cuando fue a responderme algo pasó por su cabeza, algo que bloqueó aquella respuesta. “Van a zarpar ya y tú tienes cosas que hacer aquí.” Me dijo al mismo tiempo que una siniestra mirada apareció en su rostro. Al parecer volvía a desconfiar de mí, supuse que malinterpretó mis palabras, pero la verdad es que cuando se alejó varios centímetros de mí no le di la menor importancia. Pude observar cómo se sacaba algo del bolsillo para luego ofrecérmelo. Se trataba de un papel, un papel con un número escrito en este, al parecer era su número de den den mushi… Me preguntaba por qué me lo habría dado. “Es mi número. Si necesitas algo tan solo llámame, soy Milena.” Dijo ella respaldando mi teoría a la vez que me daba la espalda para adentrarse dentro del barco.
Me quedé observando el blanco papel unos segundos, hasta que recordé que yo también tenía algo en mi bolsillo para que no se olvidara de mí. Adentré la mano en mi uno de mis bolsillos en busca de un papel, rápidamente lo encontré. “Wanted” ponía arriba del todo, debajo de esas letras había una foto mía, debajo de la foto unas letras que decían: “Dead or Alive” y debajo de estas mi nombre: “Ragnar Asborn” .Por suerte no habían descubierto el verdadero… Por último, unos números ponían fin al cartel “76.500.000.” No estaba actualizado, pues era mí primer cartel e recompensa, pero por lo menos le ayudaría a recordar mi nombre y mi rostro si algún día la llamaba. Solté el cartel de mis manos y el viento lo llevó hasta delante de ella, cogerlo o no ya era cosa suya…
Tras liberarme del papel dije unas palabras ligeramente fuertes, lo suficiente como para que me escuchase alto y claro desde donde se encontraba. –Ese es mi número, espero volver a verte algún día… Milena. Tras aquellas palabras, di un gran salto y aterricé en el muelle de la isla. Encontrarse con aquella chica había sido interesante, pero desde luego no me había servido para entrenar… De todos modos sabía que volvería a encontrarme con ella, tal vez como amigos o tal vez como enemigos por el cartel que le había dado segundos antes. Aquello no importaba ahora… lo único realmente importante era encontrar un lugar donde poder hospedarme por varios meses… el entrenamiento comenzaría mañana y necesitaba estar al mayor rendimiento posible.
Me quedé observando el blanco papel unos segundos, hasta que recordé que yo también tenía algo en mi bolsillo para que no se olvidara de mí. Adentré la mano en mi uno de mis bolsillos en busca de un papel, rápidamente lo encontré. “Wanted” ponía arriba del todo, debajo de esas letras había una foto mía, debajo de la foto unas letras que decían: “Dead or Alive” y debajo de estas mi nombre: “Ragnar Asborn” .Por suerte no habían descubierto el verdadero… Por último, unos números ponían fin al cartel “76.500.000.” No estaba actualizado, pues era mí primer cartel e recompensa, pero por lo menos le ayudaría a recordar mi nombre y mi rostro si algún día la llamaba. Solté el cartel de mis manos y el viento lo llevó hasta delante de ella, cogerlo o no ya era cosa suya…
Tras liberarme del papel dije unas palabras ligeramente fuertes, lo suficiente como para que me escuchase alto y claro desde donde se encontraba. –Ese es mi número, espero volver a verte algún día… Milena. Tras aquellas palabras, di un gran salto y aterricé en el muelle de la isla. Encontrarse con aquella chica había sido interesante, pero desde luego no me había servido para entrenar… De todos modos sabía que volvería a encontrarme con ella, tal vez como amigos o tal vez como enemigos por el cartel que le había dado segundos antes. Aquello no importaba ahora… lo único realmente importante era encontrar un lugar donde poder hospedarme por varios meses… el entrenamiento comenzaría mañana y necesitaba estar al mayor rendimiento posible.
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