Ni la muerte podrá impedirme combatir a tu lado [Karl-Krauser]

Después de más de ochocientos días, el revolucionario por fin había salido de Baltigo. Le habían enviado a una misión en aquella isla, la cual no recordaba haber visitado antes. El objetivo era una mafia que se hallaba en la zona. Seguramente no iban a tener muchos problemas. No estaba solo en aquella pequeña campaña pues iba a tener un compañero con el que tenía que reunirse. No sabía de quién se podía tratar pero lo que sí era seguro, es que no era Dranser, Richard o Hydro. Los nombres de los demás no los recordaba muy bien salvo los demonios de su división. La curiosidad estaba aumentando a cada paso que daba. El castaño estaba muy emocionado pues iba a poner a prueba sus habilidades. No había entrenado mucho debido a que tuvo que ayudar a los iniciados en la rebelión, pero sacó el tiempo justo para desarrollar nuevos poderes relacionados con si niebla.

Se movía de forma sigilosa como si de una sombra se tratase. Había memorizado el mapa que le habían entregado y la zona en la que debía de reunirse con aquella persona. Llevaba puesta su camiseta negra de manga corta, un pantalón largo del mismo tono y sus sandalias de madera. En la espalda portaba aquel enorme espadón que le caracterizaba y en la cintura podían verse dos fundas dónde portaba los machetes. Esta vez no se había traído las armas de fuego ni su preciosa armadura. Había creado una coraza junto a unos guanteletes de cuchillas con una calidad impresionante, pero quería reservar dicho equipo para un objetivo más serio. También llevaba su hilo de piano en el bolsillo derecho y como de costumbre aquellos vendajes en el rostro. Activó su haki de observación para empezar a detectar posibles presencias y enseguida se dio cuenta de que estaba cerca de una. No conocía aquella sensación y pensó en que tal vez sería un revolucionario nuevo. No tardó mucho en divisar una especie de bulto, activó su lentilla térmica y pudo ver que se trataba de una persona.

Mostró una sonrisa ladeada y anuló el poder de su accesorio para después caminar lentamente hacia aquella silueta. Una vez estuvo a una distancia de cuatro metros más o menos, le miró de forma bastante calmada para después cruzarse de brazos. – Oficial Redfield presente. Espero no haberte hecho esperar mucho, estoy al tanto del objetivo pero desconozco la ubicación. Supongo que tú también, o ¿me equivoco? – Dicho aquello esperó una respuesta de aquella figura pues lo había reconocido como su aliado por la máscara. Tal vez aquel tipo sabía dónde estaba la mafia o quizás debían buscar juntos. Krauser deslizó su mano derecha hasta su bolsillo y sacó una pequeña libreta negra, la cual era su guía en todo. Tenía anotado como su próximo objetivo al Yonkou Mihasy pero debido a la oscuridad dudaba que aquel hombre lo viese. Le estaba costando a él pese a la corta distancia. Tras unas páginas más llegó a un pequeño mapa dibujado en una hoja. Parecía ser de aquella isla y tenía algunas equis rojas y azules. No tardó en tendérselo a su compañero. – Las rojas son los edificios que la rebelión no ha investigado y dónde sospechan que podrían estar. Las azules sin embargo pertenecen a algunas casas de esclavos dónde suelen celebrarse ventas nocturnas. – Dicho aquello se quedó esperando mientras se aseguraba de que no había nadie más por los alrededores.

Krauser continuaba esperando una respuesta por parte de aquel enmascarado. En ese momento aquel tipo le llamó por un nombre que le hizo alzar una caja ¿Quién demonios era? Tal vez un marine de La Élite que había decidido unirse a la rebelión. También podía ser un infiltrado que le había citado allí para tratar de matarle. Prefirió no acercarse mucho y se mantuvo alerta en todo momento. Últimamente era demasiado peligroso fiarse de los propios compañeros, como ya había descubierto en Baltigo. Los Cps últimamente se estaban movilizando demasiado y no era algo que agradase mucho al demonio de la niebla. Los capullos estaban aprendiendo a fingir mejor.

En ese momento aquel hombre se quitó la máscara. Los ojos del castaño se abrieron como platos al ver aquello. Podía ser una fruta dando por culo pero su instinto le decía todo lo contrario ¿Aquello era real? ¡Era Karl! Krauser se quedó paralizado al verle. Su hermano estaba vivo y frente a sus ojos, ahora aquella carta tenía sentido. – K-karl ¡Eres tú! – Sin poder contenerse se lanzó sobre la quimera con toda su velocidad. Le abrazó con fuerza tratando de no llorar mientras cerraba los ojos. – Hermano, perdóname por todo… no pienso volver a separarme de ti en todo lo que me queda de vida… – No iba a dejar que aquel luchador se volviera a enfrentar solo a nadie. De hecho lo primero que pensaba hacer era tratar de meterlo en la división que había hecho en su honor, la venganza de la quimera.

Krauser se separó al escuchar sus palabras pero ya no mostraba la expresión seria de siempre. Más bien sonreía con una tranquilidad nunca vista, como si fuese un recluta con ganas de empezar. – Los Petrev son unos mafiosos que venden información a una pequeña patrulla marine. Luego ellos informan para quedarse con el merito y les pagan a los mafiosos. Vamos un chanchullo de los de toda la vida. La mafia esta suele infiltrar hombres suyos en varios campos como el gobierno o la rebelión. Sin embargo esta noche tienen reunión en su base y allí podremos evitar que sigan dando información nuestra. – Hizo una breve pausa para después mostrar de nuevo una de las cruces rojas de su pequeña libreta. Parecía la que estaba a menos distancia de ellos. – Algo me dice que podrían estar aquí, solo es una corazonada pero no perdemos nada. El líder es un tipo poderoso llamado Keil Penber, un hombre con un poder similar a un Contra-Almirante, del sublíder no se sabe nada salvo que es un Gyojin. – Dicho aquello le mostró de nuevo una sonrisa amable. – Ya hablaremos cuando finalice la misión ¿Vamos a ello? – Mencionó al mismo tiempo que convertía sus piernas en niebla y se ponía a levitar.

Un plano del lugar, esas palabras hicieron a Krauser sonreír de lado. Entonces fue cuando continuó mirando la cruz de su libreta, pero rompió las tres últimas hojas, dejándolas sobre la que mostraba, pero de otra forma. Entonces la Quimera podría ver que unas tenían un color amarronado, como si fuese terreno montañoso, mientras antes de llegar a la cruz roja había una pequeña línea azul, que se trataba de un tío. Tras la cruz roja, se hallaba una especie de triangulo gris con algunas ruedas mal dibujadas, queriendo simular una especie de aparcamiento. Fue entonces cuando el asesino lo mostró a su compañero y después de unos momentos sonrió de lado.

- No vendría sin una preparación… Creo que es el momento de que actuemos. Podemos ir rectos y cruzar el río, atentando contra el edificio de la cruz, reventar los vehículos formando una distracción o acechar desde las montañas.

Krauser sonrió al escuchar las palabras de su hermano. Eran dos jodidos marines perfectos contra un atajo de idiotas. Aunque ahora fuesen miembros de la rebelión, aquello iba a ser bastante divertido de todas formas. Ambos podrían combinar sus mejores técnicas para eliminar a todos los imbéciles que se metiesen en su camino. El demonio entonces miró a su hermano con toda la calma del mundo y después transformó su mano derecha en niebla, indicándoselo para que lo supiese.

- Descubrí que esta monada era del tipo logia. Por lo que podrías usar ataques masivos dentro de la niebla sin miedo mientras no los imbuyas en tu haki. Ellos no tendrán modo de localizarme… Ni el mantra podría ahora…

Mencionó de forma siniestra mientras dejaba la decisión a su compañero. Era el momento de actuar y aquella misión sería demasiado peligrosa para los otros miembros de la Quimera. Tenía huevos que se llamará de esa forma si Karl estaba vivo, pero daba lo mismo, así se quedaría. El demonio entonces esperó la decisión mientras caminaba en línea recta y despacio.

En el edificio…

Un hombre levantó una copa de vino al mismo tiempo que soltaba una carcajada. Era un tipo de cabellos oscuros, ojos azulados y figura delgada. Vestía con un traje blanco y poseía un monóculo en el ojo izquierdo. Parecía bastante feliz y se hallaba en una sala de tamaño medio. Había algunos sillones, estanterías y una mesa repleta de billetes. Frente a él había otros dos tipos. El primero se trataba de un hombre calvo, de musculatura considerable y gafas de Sol. Además, llevaba el típico uniforme marine de comodoro. A su espalda portaba un mandoble dorado y en sus dedos llevaba algunos anillos de color verde, los cuales manaban auras verdes.

- Bueno, ahora que estamos aquí, debemos compartir lo que cada uno sepa. Yo por mi parte, me gustaría ser el que empezase, pues tengo nuevas sobre algunas promesas de la marina que debería ocuparme de exterminar. – Dijo el calvo con el ceño fruncido.

El tercer hombre permaneció callado en todo momento. Era un tipo de unos veinte años, joven y de cabellos plateados y cortos. Sus ojos eran verdes y parecía llevar un pantalón corto y una camiseta de tirantes pese a ser de noche. No llevaba armas a la vista y eso era algo sospechoso. Un sargento infiltrado en la rebelión, Elliot Stuar. No parecía querer quejarse de lo que decía su compañero.

El moreno entonces dio un leve trago a su copa de vino mientras hacía una señal con la mano. Enseguida algunos guardias armados salieron de la sala dejándoles solos.

Mientras tanto en el aparcamiento…

- La vigilancia está bastante currada…

Mencionó una especie de hombre tiburón de tres metros de altura. Era de un tono azulado y poseía un pantalón militar verde y algunos cuchillos atados a su propio cuerpo con cintas. Todo a su alrededor estaba lleno de vehículos a cuatro ruedas y la mayoría blindados. Parecía estar hablando con unos quince hombres armados con rifles.

- Lamento la demora, pero ya he llegado.

Aquella voz era algo grave y cuando los hombres miraron hacia su origen, pudieron ver a un enorme hombre rubio, con barba considerable. Medía quince jodidos metros de alto y sus músculos estaban más que desarrollados. Poseía un enorme martillo en su espalda, el cual iba acorde a su tamaño. El enorme tipo sonrió de lado mientras observaba al resto de personas, sabiendo que sus jefes ya estaban reunidos en el interior del edificio. Por otro lado, unos cuantos focos comenzaron a encenderse por los alrededores.

Enemigos: