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La pelinaranja se encontraba en la vigía del barco, como era costumbre en ella, cuando este avistó tierra. El sol apenas había comenzado a salir, recibiendo con sus rayos anaranjados al nuevo día, junto con Mura, quien llevaba ya varias horas despierta porque su mente le había jugado una mala pasada durante la noche. Aunque eso no importaba ahora. -Al fin ha llegado el día...- Murmuró la chica pelinaranja al tiempo que se sentaba sobre la baranda de madera que, en teoría, debería servir para evitar su caída al vacío y no como asiento, pero ¿quién iba a regañarla por sentarse así? La única persona que veía capaz de hacerlo era Sumire, y ella se encontraba durmiendo en el camarote que ambas compartían, manteniendo su forma de niña pequeña. Tras acomodarse sobre la madera, cruzando una pierna sobre otra mientras se agarraba con ambas manos para no caerse, Mura se quedó un rato observando el sol surgir desde detrás de la isla. Sus rayos anaranjados se reflejaban en sus ojos violáceos, dando la sensación de que estos estuvieran ardiendo; como si un fuego cálido la recorriera, aunque para ella, era el cielo el que se encontraba en llamas, unas llamas cálidas que no hacían daño y que le recordaban a su antiguo capitán. Esa idea hizo que su corazón se acelerara, recordando los acontecimientos que, esperaba, se sucederían en ese día. La pelirroja dejó escapar un largo suspiro, para tratar de calmarse. Ya habría tiempo para dejar fluir las emociones más adelante
-Así que Nanami...Parece no haber cambiado en los últimos años. Es casi como si volviera al pasado.- Dijo para sí misma antes de cerrar los ojos. El sol ya había dejado de ocultarse tras la isla y resultaba bastante molesto a la vista. Sin embargo, Akane siguió imaginándose la isla frente a ella. La última vez que estuvo ahí, hacía ya más de cuatro o cinco años, fue llamada por un hombre albino que conoció tiempo atrás, en la otra punta del mundo. Pensándolo ahora, haber acudido sin temer que pretendieran violarla fue muy inocente por su parte. Por suerte, ese no fue el caso, lo que encontró en ese lugar no fue un violador, sino un lagarto alado que pretendía imitar a Sumire, con la diferencia de que este escupía fuego, no hielo. Y pensar que se conocieron de esa forma tan extraña...-Me pregunto si vendrás...Bakagami.-
-Akane-neee. ¿Dónde estás? ¡Ya hemos llegado!- La llamó una voz infantil y familiar desde abajo, a la que acompañaban, los graznidos de dos aves rapaces. Sumire, Eagle y Owl que debían haberse levantado hacía unos minutos...Bueno, excepto Owl, el debía haberse pasado la noche en vela, al igual que ella.
-¡Estoy aquí!- Exclamó Mura antes de dejarse caer, quedando de pie, a un metro de Sumire, con total elegancia, como un felino. -¿Estás lista para qué nos vayamos? - Preguntó a la pequeña al verla cargando con una mochila y sus armas.
-Sí, estamos listos...Pero, ¿no vas a despedirte?- Cuestionó Sumire, pero Mura se limitó a sonreír y volver a girarse.
-No hará falta...¿Quién dice que no vayamos a volver? Y siempre tengo mi DDM para avisarles si resulta que nos separamos. Es mejor así.- Dijo finalmente, al tiempo que realizaba unos cuantos estiramientos, alzando sus manos e inclinando el tronco a un lado y a otro.
-Oye, Akane-nee...¿crees qué él vendrá?- Murmuró la pequeña, como si le preocupara que su "hermana" se llevase una decepción si no fuera así.
-No lo sé. Pero parecía tener esa intención cuando habló con "mi asesina".-
Habían pasado ya horas desde que abandonaron el barco, de hecho, quedaba menos de media hora para saber si el pelirrojo aparecería frente a ellas, en el lugar en el que se conocieron y, con cada hora que pasaba, Mura se encontraba cada vez más nerviosa. No podía dejar de preguntarse, una y otra vez, si de verdad vendría.
-Así que Nanami...Parece no haber cambiado en los últimos años. Es casi como si volviera al pasado.- Dijo para sí misma antes de cerrar los ojos. El sol ya había dejado de ocultarse tras la isla y resultaba bastante molesto a la vista. Sin embargo, Akane siguió imaginándose la isla frente a ella. La última vez que estuvo ahí, hacía ya más de cuatro o cinco años, fue llamada por un hombre albino que conoció tiempo atrás, en la otra punta del mundo. Pensándolo ahora, haber acudido sin temer que pretendieran violarla fue muy inocente por su parte. Por suerte, ese no fue el caso, lo que encontró en ese lugar no fue un violador, sino un lagarto alado que pretendía imitar a Sumire, con la diferencia de que este escupía fuego, no hielo. Y pensar que se conocieron de esa forma tan extraña...-Me pregunto si vendrás...Bakagami.-
-Akane-neee. ¿Dónde estás? ¡Ya hemos llegado!- La llamó una voz infantil y familiar desde abajo, a la que acompañaban, los graznidos de dos aves rapaces. Sumire, Eagle y Owl que debían haberse levantado hacía unos minutos...Bueno, excepto Owl, el debía haberse pasado la noche en vela, al igual que ella.
-¡Estoy aquí!- Exclamó Mura antes de dejarse caer, quedando de pie, a un metro de Sumire, con total elegancia, como un felino. -¿Estás lista para qué nos vayamos? - Preguntó a la pequeña al verla cargando con una mochila y sus armas.
-Sí, estamos listos...Pero, ¿no vas a despedirte?- Cuestionó Sumire, pero Mura se limitó a sonreír y volver a girarse.
-No hará falta...¿Quién dice que no vayamos a volver? Y siempre tengo mi DDM para avisarles si resulta que nos separamos. Es mejor así.- Dijo finalmente, al tiempo que realizaba unos cuantos estiramientos, alzando sus manos e inclinando el tronco a un lado y a otro.
-Oye, Akane-nee...¿crees qué él vendrá?- Murmuró la pequeña, como si le preocupara que su "hermana" se llevase una decepción si no fuera así.
-No lo sé. Pero parecía tener esa intención cuando habló con "mi asesina".-
- Hace unas semanas:
- En algún lugar de el mundo, comenzó a sonar el DDM que pertenecía al antiguo capitán de los "Red Demon´s Pirates". Banda que se disolvió dos años y pico atrás. Quizá el dueño de dicho objeto se sorprendiera al ver que este comenzaba a sonar. ¿Se habría cuestionado si era Lanx o quizá Ryan quién había llamado? Lo único seguro es que nunca hubiera esperado que la persona al otro lado del "teléfono" le dijera: "Vaya, vaya. Parece que el protector de aquella inútil pelirroja sigue vivo. ¿Puede que no sea tan inútil como esa gatita? Oh, debes preguntarte quién soy. ¿Quieres saberlo? Yo fui quien asesino a ese gato estúpido. Aquella cría no era más que un experimento fallido y un bebé llorón. Deberías haber escuchado como gritaba con su irritante voz. Aunque, por suerte, pude cortarle las cuerdas vocales para que no volviera a molestar a nadie con sus berridos. Es gracioso, creo que se creía cantante. Fue muy divertido verla llorar de forma muda mientras moría. Sabes, creo que intentó llamarte..."
Dijo Mura, tratando de aparentar ser otra persona, modulando la voz. Sin duda eso enfado a Akagami, o es creyó sentir ella. Pero no espero a que este se lo confirmara, sino que dijo: "¿Estás molesto? ¿Quieres vengarte por esa furcia? (Le costó la vida decir eso sobre sí misma, al igual que todo lo demás.) Sí es así, te espero en Nanami dentro de dos semanas el día X a las doce en punto. Espero que no faltes."
Habían pasado ya horas desde que abandonaron el barco, de hecho, quedaba menos de media hora para saber si el pelirrojo aparecería frente a ellas, en el lugar en el que se conocieron y, con cada hora que pasaba, Mura se encontraba cada vez más nerviosa. No podía dejar de preguntarse, una y otra vez, si de verdad vendría.
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Apenas era una luz fugaz para aquellos que pudieran estar navegando por la zona. Un cuerpo áureo que se desplazaba a gran velocidad, pareciendo apenas un destello que hacía encolerizar las aguas bajo él. Una luz que, más que esperanza, vaticinaba muerte. Allá por donde pasara se formaban fuertes ráfagas de viento debido al ritmo inhumano que llevaba. ¿Acaso podía algo moverse tan rápido? ¿Qué clase de bestia podría hacer algo así? La respuesta, de hecho, era bastante sencilla a la par que fantástica. La respuesta, amigos míos, es un ser de aspecto majestuoso, capaz de lograr milagros o traer el mismísimo infierno a la tierra. La respuesta, de hecho... Es un dragón.
Apenas habían pasado unas pocas semanas desde que recibiera aquella llamada. El den den mushi sonó de forma inesperada, y por un momento se planteó la posibilidad de que se tratara de Lanxerot o Ryan... Y ojalá hubiera sido así. Aquella voz neutra del aparato no reflejaba para nada la crueldad de las palabras que emitía. "Inútil", "experimento", "furcia". Si bien todas y cada una de las frases habían despertado en él un profundo odio, una rabia que ansiaba salir a la luz en forma de fuego y muerte, no hubo ninguna parte que le molestara más que el significado que versaban aquellas sílabas. La asesina de alguien que se había convertido en familia para él no dudó ni vaciló en tentarle, en burlarse de él y de su difunta compañera. ¿Cómo se atrevía? ¿Pretendía causar más daño? No entendía cómo podía albergar alguien semejante crueldad... O no lo habría entendido hasta ese momento, pero estaría a punto de averiguarlo. No le importaban los motivos por los que trataba de convocarlo, ni pensaba ser diplomático al respecto. Independientemente de lo que ocurriera aquel día, el responsable de la muerte de Mura recibiría la más dolorosa, terrible y cruel de las muertes. Le haría daño hasta que su cuerpo no pudiera soportarlo más y, una vez estuviera a punto de morir, emplearía sus bendiciones para sanar las heridas y repetir el proceso. No le importaba cuántas gemas se consumieran en el proceso, ni siquiera si las gastaba todas. No dejaría que el propietario de aquella voz quedara sin su justo castigo.
- Mura... -murmuró, ensordeciendo sus palabras a causa del ruido que producía el hecho de alcanzar aquella velocidad, con la imagen de su compañera presente en su mente.
Un bestial rugido salió de su garganta antes de volver a batir las alas, acelerando. Ya veía la isla en la lejanía. Era un tanto irónico, pues Nanami era el lugar donde había visto por primera vez a la chica-gato. Un lugar del que tenía demasiados buenos recuerdos... Y que ahora se convertiría en la tumba de alguien. ¿Sería mera casualidad o acaso estaría al tanto de aquella información? Si era así, probablemente se la hubiera sacado a la propia cantante, idea que hacía que su rabia incrementase por momentos. Minutos después, por fin había alcanzado su destino, y no se posó sobre la tierra de aquella isla con especial cuidado. El suelo se agrietó bajo sus poderosas garras, dejando sus huellas marcadas sobre la tierra con varias zancadas, las cuales necesitó para recuperar el equilibrio a medida que su tamaño comenzaba a reducirse. Pocos segundos necesitó para adquirir de nuevo su apariencia humana, mostrando un rostro cargado de dolor y... Rencor. Su mirada brillaba como nunca antes lo había hecho, y sus ojos analizaban el lugar al tiempo que expandía su presencia para tratar de localizar a su objetivo.
- Así que... Has traído compañía -murmuró de forma inaudible al sentir dos presencias destacables, las cuales se confundían entre otras muchas más insignificantes que podía reconocer como animales. Tampoco le importaba demasiado, pues no parecía que pudieran resultarle un auténtico problema... Aunque debería estar alerta, por si acaso.
El chico frunció el ceño y comenzó a avanzar con paso firme, apretando los dientes mientras trataba de contenerse. Podría hacer un auténtico destrozo a lo largo de toda la isla si no medía su fuerza y dejaba fluir su poder, pero no quería dañar un lugar así. El resto de seres que habitaban la zona no tenían la culpa de los errores de otros. Apretó el puño derecho, el cual temblaba ligeramente por la fuerza aplicada al hacerlo. Aquellos desgraciados no sabían lo que habían hecho.
Apenas habían pasado unas pocas semanas desde que recibiera aquella llamada. El den den mushi sonó de forma inesperada, y por un momento se planteó la posibilidad de que se tratara de Lanxerot o Ryan... Y ojalá hubiera sido así. Aquella voz neutra del aparato no reflejaba para nada la crueldad de las palabras que emitía. "Inútil", "experimento", "furcia". Si bien todas y cada una de las frases habían despertado en él un profundo odio, una rabia que ansiaba salir a la luz en forma de fuego y muerte, no hubo ninguna parte que le molestara más que el significado que versaban aquellas sílabas. La asesina de alguien que se había convertido en familia para él no dudó ni vaciló en tentarle, en burlarse de él y de su difunta compañera. ¿Cómo se atrevía? ¿Pretendía causar más daño? No entendía cómo podía albergar alguien semejante crueldad... O no lo habría entendido hasta ese momento, pero estaría a punto de averiguarlo. No le importaban los motivos por los que trataba de convocarlo, ni pensaba ser diplomático al respecto. Independientemente de lo que ocurriera aquel día, el responsable de la muerte de Mura recibiría la más dolorosa, terrible y cruel de las muertes. Le haría daño hasta que su cuerpo no pudiera soportarlo más y, una vez estuviera a punto de morir, emplearía sus bendiciones para sanar las heridas y repetir el proceso. No le importaba cuántas gemas se consumieran en el proceso, ni siquiera si las gastaba todas. No dejaría que el propietario de aquella voz quedara sin su justo castigo.
- Mura... -murmuró, ensordeciendo sus palabras a causa del ruido que producía el hecho de alcanzar aquella velocidad, con la imagen de su compañera presente en su mente.
Un bestial rugido salió de su garganta antes de volver a batir las alas, acelerando. Ya veía la isla en la lejanía. Era un tanto irónico, pues Nanami era el lugar donde había visto por primera vez a la chica-gato. Un lugar del que tenía demasiados buenos recuerdos... Y que ahora se convertiría en la tumba de alguien. ¿Sería mera casualidad o acaso estaría al tanto de aquella información? Si era así, probablemente se la hubiera sacado a la propia cantante, idea que hacía que su rabia incrementase por momentos. Minutos después, por fin había alcanzado su destino, y no se posó sobre la tierra de aquella isla con especial cuidado. El suelo se agrietó bajo sus poderosas garras, dejando sus huellas marcadas sobre la tierra con varias zancadas, las cuales necesitó para recuperar el equilibrio a medida que su tamaño comenzaba a reducirse. Pocos segundos necesitó para adquirir de nuevo su apariencia humana, mostrando un rostro cargado de dolor y... Rencor. Su mirada brillaba como nunca antes lo había hecho, y sus ojos analizaban el lugar al tiempo que expandía su presencia para tratar de localizar a su objetivo.
- Así que... Has traído compañía -murmuró de forma inaudible al sentir dos presencias destacables, las cuales se confundían entre otras muchas más insignificantes que podía reconocer como animales. Tampoco le importaba demasiado, pues no parecía que pudieran resultarle un auténtico problema... Aunque debería estar alerta, por si acaso.
El chico frunció el ceño y comenzó a avanzar con paso firme, apretando los dientes mientras trataba de contenerse. Podría hacer un auténtico destrozo a lo largo de toda la isla si no medía su fuerza y dejaba fluir su poder, pero no quería dañar un lugar así. El resto de seres que habitaban la zona no tenían la culpa de los errores de otros. Apretó el puño derecho, el cual temblaba ligeramente por la fuerza aplicada al hacerlo. Aquellos desgraciados no sabían lo que habían hecho.
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-Parece que ya ha llegado.- Murmuró la pelinaranja, que se encontraba sentada sobre un tronco caído, con las piernas entrecruzadas, y decidió incorporarse para ir al encuentro de su antiguo compañero al escuchar un rugido romper en el viento. ¿Cómo sabía que era él y no otra criatura? Porque no había muchas criaturas que pudieran producir un sonido tan potente y los dragones tampoco abundaban en el mundo. Casi parecía un milagro el que ella se hubiera convertido en la "hermana mayor" de una. Un temblor azoto la isla, haciendo que la chica se tambaleara en el momento de ponerse de pie, y cayera en el suelo sobre sus dos pies, como si lo hubiera hecho a propósito. -Vamos, será mejor que no le hagamos esperar.- Exclamó Mura volteando a mirar a Sumire, con una sonrisa como las que solían dibujarse en su rostro antes de la sucesión de tragedias que supusieron los últimos dos años. Y tras esto, hecho a correr con todas sus fuerzas. Podía sentir como con cada paso se le aceleraba el pulso y la respiración, tanto por la carrera como por lo que encontraría al otro lado. ¿La reconocería? ¿Se enfadaría con ella? ¿O por el contrario...? Fuera lo que fuese, aceptaría su reacción con una sonrisa.
No tardó mucho en sentir su aroma, inconfundible, con cierto toque a azufre, aunque sin el horrible olor a tabaco que solía impregnar su ropa. Sabía que aún quedaban unos metros para alcanzarle, pero se negaba a mostrarse como si estuviera desesperada por verle, así que se detuvo, espero a que Sumire la alcanzara (no le costó mucho) y se preparo, ocultando su rostro con la capucha de la capa que le habían prestado. Una vez hecho eso, salió de entre los matojos para encontrarse cara a cara con Akagami...Y decir que se quedó sin palabras no era poco. al parecer el no sería el único sorprendido. Ante sus ojos se encontraba un chico de cabellos oscuros con mechas doradas, pero con los mismos ojos ambarinos de pupilas alargadas. Era él, sin duda, pero parecía otra persona totalmente distinta. -Y yo que pensé que serías el único sorprendido hoy...- Murmuró al tiempo que una sonrisa se dibujaba en su rostro, sonrisa que debía ser lo único visible en su rostro. -Me alegra ver que te has dignado a venir. Por un momento pensé que no lo harías.- Dijo tratando de ocultar la alegría y las ganas de llorar que tenía.
No tardó mucho en sentir su aroma, inconfundible, con cierto toque a azufre, aunque sin el horrible olor a tabaco que solía impregnar su ropa. Sabía que aún quedaban unos metros para alcanzarle, pero se negaba a mostrarse como si estuviera desesperada por verle, así que se detuvo, espero a que Sumire la alcanzara (no le costó mucho) y se preparo, ocultando su rostro con la capucha de la capa que le habían prestado. Una vez hecho eso, salió de entre los matojos para encontrarse cara a cara con Akagami...Y decir que se quedó sin palabras no era poco. al parecer el no sería el único sorprendido. Ante sus ojos se encontraba un chico de cabellos oscuros con mechas doradas, pero con los mismos ojos ambarinos de pupilas alargadas. Era él, sin duda, pero parecía otra persona totalmente distinta. -Y yo que pensé que serías el único sorprendido hoy...- Murmuró al tiempo que una sonrisa se dibujaba en su rostro, sonrisa que debía ser lo único visible en su rostro. -Me alegra ver que te has dignado a venir. Por un momento pensé que no lo harías.- Dijo tratando de ocultar la alegría y las ganas de llorar que tenía.
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Poco a poco se fue aproximando a las presencias que había más adelante, y pudo sentir que estas también habían comenzado a moverse en su dirección, lo que hizo que sus pulsaciones se aceleraran. No estaba seguro de que fuera a ser capaz siquiera de contenerse lo suficiente como para dejar que hablaran, pero al menos le gustaría saber el por qué de lo que habían hecho. ¿Cómo se habían atrevido a ponerse un solo dedo encima? Estaba dispuesto a sacarles aquella información entre lloros y aullidos de dolor. Sin embargo, había algo que comenzaba a escamarle, y es que el aura de los dos individuos se le hacía tremendamente familiar. No se había dado cuenta hasta ese momento, y es que la ira y la rabia le tenían tan cejado que no podía pensar en otra cosa más que en la venganza. Ya tan solo faltaban unos pocos metros para alcanzar su objetivo, y ahora más que enfado lo que sentía era cierta incertidumbre. Se parecía demasiado, pero era imposible que pudiera ser ella. ¿Acaso su mente le estaba jugando una mala pasada? El dolor que sentía era intenso, y tal vez por ello estuviera algo confundido. Negó con la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos, segundos antes de salir al encuentro de aquellas dos figuras misteriosas. Ambas eran más pequeñas que él, en especial una de ellas, que bien podía parecer una niña pese a que la intensidad de su presencia fuera enorme. A su lado, otra persona encapuchada se mostraba ante él, mostrando una leve sonrisa. Ambas eran mujeres, o eso le había parecido percibir.
Cuando una de ellas habló el dragón se quedó de piedra, incapaz de reaccionar durante unos segundos. Aquella voz, ese tono que jamás sería capaz de olvidar, era idéntico al de su difunta compañera. ¿Acaso estaba comenzando a perder la cordura? Apretó los dientes y mantuvo su mirada fija sobre los labios de la mujer, pues era lo único que podía distinguir de su rostro. Sus palabras no tenían el mismo tono arrogante y bravucón que había mostrado durante la llamada, y es que estaban resultando casi amables, así como denotando cierta... ¿Felicidad? Sus sospechas parecían cada vez más y más creíbles, pero no podía dejar de intentar negárselo a sí mismo. Era imposible que fuera ella, pero... ¿Entonces?
- ¿Quiénes sois...? -preguntó, aún algo ausente- ¿¡Quiénes sois!? -gritó ahora, frunciendo el ceño y apretando los dientes mientras cerraba los puños, avanzando un par de pasos. Sus ojos brillaban con intensidad a medida que el dolor que estaba sintiendo se acrecentaba.
En otra situación se habría lanzado a por ellas, y estas ya habrían recibido un primer golpe, pero la duda le impedía reaccionar. Seguía intentando negárselo una y otra vez. La temperatura del ambiente estaba comenzando a aumentar por su culpa, y algunas ráfagas de viento comenzaron a arremolinarse a su alrededor.
Cuando una de ellas habló el dragón se quedó de piedra, incapaz de reaccionar durante unos segundos. Aquella voz, ese tono que jamás sería capaz de olvidar, era idéntico al de su difunta compañera. ¿Acaso estaba comenzando a perder la cordura? Apretó los dientes y mantuvo su mirada fija sobre los labios de la mujer, pues era lo único que podía distinguir de su rostro. Sus palabras no tenían el mismo tono arrogante y bravucón que había mostrado durante la llamada, y es que estaban resultando casi amables, así como denotando cierta... ¿Felicidad? Sus sospechas parecían cada vez más y más creíbles, pero no podía dejar de intentar negárselo a sí mismo. Era imposible que fuera ella, pero... ¿Entonces?
- ¿Quiénes sois...? -preguntó, aún algo ausente- ¿¡Quiénes sois!? -gritó ahora, frunciendo el ceño y apretando los dientes mientras cerraba los puños, avanzando un par de pasos. Sus ojos brillaban con intensidad a medida que el dolor que estaba sintiendo se acrecentaba.
En otra situación se habría lanzado a por ellas, y estas ya habrían recibido un primer golpe, pero la duda le impedía reaccionar. Seguía intentando negárselo una y otra vez. La temperatura del ambiente estaba comenzando a aumentar por su culpa, y algunas ráfagas de viento comenzaron a arremolinarse a su alrededor.
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-Parece que se ha enfadado, Akane-nee. ¿Acaso no se acuerda de nosotras?- Preguntó con voz inocente la pequeña peliblanca mirando al chico algo desconcertada, al tiempo que ladeaba la cabeza.-¿Onii-chaaan, acaso se ha olvidado de nosotras?- Preguntó la pequeña, acercándose dando amplias zancadas, para ponerse a su altura y mirarle desde abajo con una sonrisa amable en el rostro. La niña se quedó en aquella posición un rato, con los ojos clavados en él mientras le olfateaba, antes de decir: -Ahora hueles más como un dragón.-
La otra figura no interfirió mientras Sumire se divertía inspeccionando a Aka, quien estaba bastante confuso. Aunque era normal. Se suponía que ella había muerto hacía dos años, y así había sido. Si embargo, la ciencia parece haber superado tantos límites que la muerte ya no era uno de ellos, al menos no de la forma que antes. ¿Cuántas personas habrían utilizado como a ella para ese propósito? Mura movió la cabeza de un lado a otro, no era el momento de pensar en esa clase de cosas. Al fin y al cabo, su visita a Nanami tenía un propósito. -Es normal que no sepa quienes somos, al fin y al cabo...Los muertos rara vez regresan al mundo de los vivos.- Dijo la chica de forma alta y clara, confundiendo a Sumire un poco, pues ella no sabía que Mura había muerto en el laboratorio, solo que estuvo atrapada durante meses. - Y tú no tenías esa apariencia la última vez que le viste, ¿no?- Añadió antes de dar un par de pasos hacia el frente, echando hacia atrás la capucha, sin llegar a quitársela pero dejando que el chico viera por completo su rostro. Este había cambiado con el paso de los años, volviéndose más maduro, con una expresión seria que contrastaba con la alegre actitud que solía tener la chica. En una de sus mejillas, se podía observar una fina cicatriz, un recuerdo de los momentos duros que pasó. Obviamente tenía más por todo el cuerpo, pero estas estaban tapadas. Sin embargo, lo que más contrastaba eran sus ojos. Estos seguían teniendo su peculiar color, aunque parecían haber perdido en parte su brillo.
La chica mantuvo la mirada al azabache durante unos segundos en los que se mantuvo en silencio de nuevo, esperando ver su reacción. Una amarga sonrisa se había dibujado en ella y sus ojos se habían empañado. Se le formó un nudo en la garganta, no sabía que decir, aunque tenía claro lo que quería expresar. "Lo siento..." Pensó antes de cerrar los ojos y tomar aire, expulsándolo después a modo de canción. La canción de los Demons, como si con eso pudiera acabar con las dudas del chico. Al finalizar, volvió a mirar a Aka. -¿Cómo has estado estos últimos años, lagartija?- Preguntó antes de que una lágrima descendiera por su mejilla.
La otra figura no interfirió mientras Sumire se divertía inspeccionando a Aka, quien estaba bastante confuso. Aunque era normal. Se suponía que ella había muerto hacía dos años, y así había sido. Si embargo, la ciencia parece haber superado tantos límites que la muerte ya no era uno de ellos, al menos no de la forma que antes. ¿Cuántas personas habrían utilizado como a ella para ese propósito? Mura movió la cabeza de un lado a otro, no era el momento de pensar en esa clase de cosas. Al fin y al cabo, su visita a Nanami tenía un propósito. -Es normal que no sepa quienes somos, al fin y al cabo...Los muertos rara vez regresan al mundo de los vivos.- Dijo la chica de forma alta y clara, confundiendo a Sumire un poco, pues ella no sabía que Mura había muerto en el laboratorio, solo que estuvo atrapada durante meses. - Y tú no tenías esa apariencia la última vez que le viste, ¿no?- Añadió antes de dar un par de pasos hacia el frente, echando hacia atrás la capucha, sin llegar a quitársela pero dejando que el chico viera por completo su rostro. Este había cambiado con el paso de los años, volviéndose más maduro, con una expresión seria que contrastaba con la alegre actitud que solía tener la chica. En una de sus mejillas, se podía observar una fina cicatriz, un recuerdo de los momentos duros que pasó. Obviamente tenía más por todo el cuerpo, pero estas estaban tapadas. Sin embargo, lo que más contrastaba eran sus ojos. Estos seguían teniendo su peculiar color, aunque parecían haber perdido en parte su brillo.
La chica mantuvo la mirada al azabache durante unos segundos en los que se mantuvo en silencio de nuevo, esperando ver su reacción. Una amarga sonrisa se había dibujado en ella y sus ojos se habían empañado. Se le formó un nudo en la garganta, no sabía que decir, aunque tenía claro lo que quería expresar. "Lo siento..." Pensó antes de cerrar los ojos y tomar aire, expulsándolo después a modo de canción. La canción de los Demons, como si con eso pudiera acabar con las dudas del chico. Al finalizar, volvió a mirar a Aka. -¿Cómo has estado estos últimos años, lagartija?- Preguntó antes de que una lágrima descendiera por su mejilla.
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El dragón se detuvo en seco en cuando la más pequeña de las figuras comenzó a hablarle. Su tono era dulce, como el de una niña pequeña, pero su "voz" era demasiado fuerte como para que se tratase de una cría. No tenía muy claro cómo reaccionar, ni qué responder. ¿Olvidarse? ¿Olvidarse de quienes? ¿Se conocían? La duda se arraigaba cada vez más y más en su corazón, que palpitaba a cien por hora, nervioso. No sabía qué era lo que no encajaba, pero estaba claro que de una u otra forma se le había engañado. ¿Una trampa?
Sus ojos se clavaron en la pequeña, a la que incluso con su escasa altura seguía sacándole un buen trecho. La inspeccionó de arriba a abajo, como si intentase obtener respuestas con la mirada, pero los segundos pasaban y nada parecía aclararse. Tenía el presentimiento de que se había topado con ella antes, pero no recordaba a nadie con ese aspecto. Por el contrario, pese a su nueva apariencia, ella parecía reconocerle demasiado bien.
Chasqueó la lengua, frunciendo el ceño y apretando el puño, aún con el cuerpo en tensión. No fue hasta que la desconocida que mantenía la distancia comenzó a hablar que sus músculos se relajaron.
- Esa voz... -las palabras no fueron más que un murmullo, y es que no pudo aplicar una potencia mayor a su tono de voz. Sus fuerzas se habían desvanecido por completo- Eso es imposible...
¿Pero cómo iba a serlo? Conocía esa voz. Jamás podría olvidarla. Igual que no podría olvidar la de Anna, o la de Mikoto, ni siquiera las de Naram y Nagato. Aquella solo pertenecía a una persona. Solo a una, y no podía estar allí. Sin embargo, cuando la contraria comenzó a acercarse, descubriendo su rostro, la realidad atravesó su lógica y su escaso sentido común. «Mura», pronunció en su mente, incapaz de hacerlo físicamente, paralizado. ¿Acaso era aquello un truco? ¿Intentaban herirle más allá de lo que sería capaz de tolerar? No, imposible. Era ella. Su voz, su rostro, su presencia, todo. Quizá estuviera perdiendo la cabeza.
Cuando la pelirroja comenzó a entonar el himno de los Demons, aquellas palabras que tantos recuerdos guardaban para él, toda duda que aún pudiera poseer se disipó. «Este mundo es de locos». Si era ella, la niña solo podía ser una única criatura. Con cuidado, el azabache posó la mano sobre la cabeza de la pequeña. Cuando Mura hizo su pregunta, la última palabra fue la que le hizo reaccionar. Clavó su mirada en ella, con gesto impasible durante los primeros segundos. Finalmente, sus labios se torcieron en una temblorosa mueca al tiempo que sus ojos se humedecían.
Cortó la distancia que les separaba de una zancada, bruscamente, y en cuanto estuvo lo suficientemente cerca la aferró entre sus brazos, abrazándola quizá por primera vez en su vida. Nunca había sido cariñoso. Nunca se había mostrado especialmente cálido con nadie, salvo quizá cierta persona. Sin embargo, el terror que le producía la idea de que pudieran desvanecerse allí, delante de sus ojos, era más fuerte que su propio carácter o que su orgullo. Las lagrimas comenzaron a descender por sus mejillas, incontenibles, y todo su cuerpo temblaba levemente. Quería decirle muchas cosas, hacerle innumerables preguntas, comprobar que se encontraba bien, asegurarse de que aquello no era un sueño. Tan solo dos palabras salieron de sus labios, sin embargo.
- Lo siento -dijo, con un nudo en la garganta, intentando mantener la compostura sin resultado alguno. Quería pedirle perdón por no haber estado para protegerla, por no haber hecho más por alcanzarla, por... Todo. Pero lo único para lo que tuvo fuerzas fue para decir aquello y apegarla a él-. Creía que te había perdido, gato.
Se separó, cortando el abrazo para poder verla mejor. Sonrió con levedad, aún con las mejillas humedecidas. Tras pasar las manos por las mismas para secárselas, dirigió su mirada a la pequeña de cabellos plateados, inclinándose un poco.
- Perdóname, Sumire. Ha pasado mucho tiempo y no he sido el único que ha cambiado de aspecto.
Sus ojos se clavaron en la pequeña, a la que incluso con su escasa altura seguía sacándole un buen trecho. La inspeccionó de arriba a abajo, como si intentase obtener respuestas con la mirada, pero los segundos pasaban y nada parecía aclararse. Tenía el presentimiento de que se había topado con ella antes, pero no recordaba a nadie con ese aspecto. Por el contrario, pese a su nueva apariencia, ella parecía reconocerle demasiado bien.
Chasqueó la lengua, frunciendo el ceño y apretando el puño, aún con el cuerpo en tensión. No fue hasta que la desconocida que mantenía la distancia comenzó a hablar que sus músculos se relajaron.
- Esa voz... -las palabras no fueron más que un murmullo, y es que no pudo aplicar una potencia mayor a su tono de voz. Sus fuerzas se habían desvanecido por completo- Eso es imposible...
¿Pero cómo iba a serlo? Conocía esa voz. Jamás podría olvidarla. Igual que no podría olvidar la de Anna, o la de Mikoto, ni siquiera las de Naram y Nagato. Aquella solo pertenecía a una persona. Solo a una, y no podía estar allí. Sin embargo, cuando la contraria comenzó a acercarse, descubriendo su rostro, la realidad atravesó su lógica y su escaso sentido común. «Mura», pronunció en su mente, incapaz de hacerlo físicamente, paralizado. ¿Acaso era aquello un truco? ¿Intentaban herirle más allá de lo que sería capaz de tolerar? No, imposible. Era ella. Su voz, su rostro, su presencia, todo. Quizá estuviera perdiendo la cabeza.
Cuando la pelirroja comenzó a entonar el himno de los Demons, aquellas palabras que tantos recuerdos guardaban para él, toda duda que aún pudiera poseer se disipó. «Este mundo es de locos». Si era ella, la niña solo podía ser una única criatura. Con cuidado, el azabache posó la mano sobre la cabeza de la pequeña. Cuando Mura hizo su pregunta, la última palabra fue la que le hizo reaccionar. Clavó su mirada en ella, con gesto impasible durante los primeros segundos. Finalmente, sus labios se torcieron en una temblorosa mueca al tiempo que sus ojos se humedecían.
Cortó la distancia que les separaba de una zancada, bruscamente, y en cuanto estuvo lo suficientemente cerca la aferró entre sus brazos, abrazándola quizá por primera vez en su vida. Nunca había sido cariñoso. Nunca se había mostrado especialmente cálido con nadie, salvo quizá cierta persona. Sin embargo, el terror que le producía la idea de que pudieran desvanecerse allí, delante de sus ojos, era más fuerte que su propio carácter o que su orgullo. Las lagrimas comenzaron a descender por sus mejillas, incontenibles, y todo su cuerpo temblaba levemente. Quería decirle muchas cosas, hacerle innumerables preguntas, comprobar que se encontraba bien, asegurarse de que aquello no era un sueño. Tan solo dos palabras salieron de sus labios, sin embargo.
- Lo siento -dijo, con un nudo en la garganta, intentando mantener la compostura sin resultado alguno. Quería pedirle perdón por no haber estado para protegerla, por no haber hecho más por alcanzarla, por... Todo. Pero lo único para lo que tuvo fuerzas fue para decir aquello y apegarla a él-. Creía que te había perdido, gato.
Se separó, cortando el abrazo para poder verla mejor. Sonrió con levedad, aún con las mejillas humedecidas. Tras pasar las manos por las mismas para secárselas, dirigió su mirada a la pequeña de cabellos plateados, inclinándose un poco.
- Perdóname, Sumire. Ha pasado mucho tiempo y no he sido el único que ha cambiado de aspecto.
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Todo pasó en un instante, apenas un parpadeo. Sin embargo, para la pelinaranaja resultó ser una eternidad. En cuanto sus ojos observaron las lagrimas derramadas por el que había sido su compañero. Una culpa, que había tratado de reprimir como pudo, afloró desde lo más profundo de su ser. Había sido algo cruel. El simple hecho de haberle llamado hasta ahí. El usar el seudónimo de "su propia asesina". Tal vez hasta su misma existencia era una crueldad desde su punto de vista en aquel momento. Conocía a Akagami desde hacía tiempo, al fin y al cabo: Era un idiota distante que no mostraba sus emociones a nadie, menos aún su debilidad, al igual que ella. Y aún así, el orgulloso dragón acababa de demostrarle aquello que ella ya sabía, pero que no logró entender.
"Fui una idiota". Pensó mientras notaba los brazos del chico rodeando su menuda figura, seguido de un sentimiento contradictorio. Muy dentro de ella, quería aferrarse a él y decirle lo arrepentida que estaba, que era todo su culpa y que por favor la perdonase, que no se martirizara, que todo estaba bien. Al mismo tiempo que pensaba en huir. Ya le había causado suficiente daño, y hasta ese momento no lo había pensado. Había sido egoísta. Es por eso que al final, no dijo nada, simplemente rodeó su cuerpo con sus propios brazos, forzándose a morderse el labio cuando el azabache se disculpó con ella. "No es tú culpa, idiota..." Repetía una y otra vez en su cabeza, compungida.
-Deberías tener más confianza en mí, lagartija. ¿No sabías que los gatos tienen muchas vidas? Es imposible que me maten sin más.- Contestó al final con un tono que, tratando de parecer ofendido, sonaba alegre, ocultando sus verdaderas emociones. Aprovechando para posar una mano sobre su mejilla. -Yo soy quien debería disculparse por haberme ido de esa manera... Y por haberte convocado así.... Es que no pensé en otra forma para que vinieses. No ibas a creerme si te hablaba diciéndote que era yo.- Se excusó, acariciado su nuca con cierto nerviosismo, antes de posar su mirada sobre Sumire.
- Estás perdonado, después de todo era una sorpresa. Aunque la próxima vez no nos mires de forma tan horrible.- Contestó la chica de cabellos plateados, antes de dar un par de zancadas, acercándose a ellos. -Imagino que tendréis mucho que hablar, así que iré a buscar a Eagle y los demás.- Añadió con tono animado. -Cuando acabéis de hablar deberíamos comer algo delicioso. - Y tras esas palabras, y una mirada furtiva a Mura, se alejó corriendo, adentrándose de nuevo en el bosque.
Akane siguió con la mirada la estela de la dragona al alejarse, maldiciendo en cierto modo lo astuta que se había vuelto en aquellos años. No quería quedarse sola en ese momento, porque sabía que tendría que decir muchas cosas y asegurarse de no contar otras tantas. Un suspiro se escapó de sus labios, antes de mirar al lagarto que se encontraba bastante próximo a ella. Al percatarse de aquello, sus mejillas se sonrojaron y su corazón se aceleró levemente.
-Bueno, imagino que tendrás muchas preguntas...Y lo mismo va para mí.- Y tras decir esto, trató de tomar la mano del contrario, para indicarle que fuesen a sentarse a la sombra de los árboles.
"Fui una idiota". Pensó mientras notaba los brazos del chico rodeando su menuda figura, seguido de un sentimiento contradictorio. Muy dentro de ella, quería aferrarse a él y decirle lo arrepentida que estaba, que era todo su culpa y que por favor la perdonase, que no se martirizara, que todo estaba bien. Al mismo tiempo que pensaba en huir. Ya le había causado suficiente daño, y hasta ese momento no lo había pensado. Había sido egoísta. Es por eso que al final, no dijo nada, simplemente rodeó su cuerpo con sus propios brazos, forzándose a morderse el labio cuando el azabache se disculpó con ella. "No es tú culpa, idiota..." Repetía una y otra vez en su cabeza, compungida.
-Deberías tener más confianza en mí, lagartija. ¿No sabías que los gatos tienen muchas vidas? Es imposible que me maten sin más.- Contestó al final con un tono que, tratando de parecer ofendido, sonaba alegre, ocultando sus verdaderas emociones. Aprovechando para posar una mano sobre su mejilla. -Yo soy quien debería disculparse por haberme ido de esa manera... Y por haberte convocado así.... Es que no pensé en otra forma para que vinieses. No ibas a creerme si te hablaba diciéndote que era yo.- Se excusó, acariciado su nuca con cierto nerviosismo, antes de posar su mirada sobre Sumire.
- Estás perdonado, después de todo era una sorpresa. Aunque la próxima vez no nos mires de forma tan horrible.- Contestó la chica de cabellos plateados, antes de dar un par de zancadas, acercándose a ellos. -Imagino que tendréis mucho que hablar, así que iré a buscar a Eagle y los demás.- Añadió con tono animado. -Cuando acabéis de hablar deberíamos comer algo delicioso. - Y tras esas palabras, y una mirada furtiva a Mura, se alejó corriendo, adentrándose de nuevo en el bosque.
Akane siguió con la mirada la estela de la dragona al alejarse, maldiciendo en cierto modo lo astuta que se había vuelto en aquellos años. No quería quedarse sola en ese momento, porque sabía que tendría que decir muchas cosas y asegurarse de no contar otras tantas. Un suspiro se escapó de sus labios, antes de mirar al lagarto que se encontraba bastante próximo a ella. Al percatarse de aquello, sus mejillas se sonrojaron y su corazón se aceleró levemente.
-Bueno, imagino que tendrás muchas preguntas...Y lo mismo va para mí.- Y tras decir esto, trató de tomar la mano del contrario, para indicarle que fuesen a sentarse a la sombra de los árboles.
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