¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Jue 21 Abr 2016 - 3:50}

23/03/2014

¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi ASJC6M9

¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi 4291449-2228919277-vs.pn

¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi Screeny20091124093545

Límite de tiempo: Sin fecha límite ni saltos de turno.

Condiciones (en letra pequeña, como debe ser(?)):
- Si Papuhebi vence, Émile es encerrado.
- Si Émile vence, Papuhebi queda a su merced.
- Exp estipulada por las normas

Escenario:
¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi ZZ1w3G0

¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi ZZ1w3G0

Una isla llena, aparentemente, de cactus supuestamente en algún lugar del Nuevo Mundo.

Aquella isla del nuevo mundo era un sitio bastante curioso. Los rumores decían que el antiguo yonkaikyo Émile se hallaba por aquellos lares. No sabía cuál era el motivo pero había sido enviado para erradicar la amenaza. Siempre prefería dejarles las peleas a sus otros dos compañeros y ocuparse de los cabos sueltos pero ahora era distinto. Ya estaba acostumbrado a ir en solitario y de hecho lo prefería. Podía ser divertido acabar con ese pirata, había obtenido un precio impresionante debido a lo que había estado liando. Llegaba el momento de eliminarlo o meterlo entre rejas. El momento para hacerlo era ese, Koji había elegido la noche para hacerlo para de aquella forma poder no llamar mucho la atención pues no iba solo.

Un sonido extraño se escuchó entonces. Una enorme serpiente reptaba entre los cactus, acercándose a uno de aquellos pueblos de forma sigilosa. En su cabeza se hallaba una figura encapuchada que tendría una altura de unos tres metros y poco más. Los cabellos negros como el azabache salían de su capucha hacia abajo. Tan solo podían verse unos ojos rasgados y dorados. El almirante mantenía su haki de observación activado para de aquella forma poder detectar al capullo de su rival. – ¿Ya lo notas, Massa? Es el olor de la victoria… La sensación de cuando una araña se alimenta de una mariposa atrapada en su tela… hehehehe… – Los comentarios de aquel tipo eran siniestros cuanto menos. En su mano derecha poseía una guadaña doble que pensaba usar para eliminar a su presa.

En ese momento activó sus ojos de cobra para de aquella forma poder detectar el calor lo mejor posible. Miraba a su alrededor tratando de encontrar una presencia aterradoramente fuerte o alguna que le llamase la atención. Lo de la visión era solo por si las moscas, tal vez podía evadir el mantra y se escondía en las sombras. Su enorme serpiente avanzaba despacio mientras mantenía la mirada al frente. Koji empezaba a sentir la excitación de la caza y no pudo evitar mostrar una sonrisa siniestra.

31/07/2015

Émile se levantó, inquieto, y observó el cielo nocturno. Observó a sus compañeros y les mandó un mensaje telepático. "Algo no está bien. ¿Lo sentís?" Diego se limitó a asentir y a llevar la mano a la empuñadura de su florete. Por su parte, Nero y Oodamui tan sólo miraron los alrededores, extrañados. Sus hakis de observación no debían estar tan desarrollados como para percibirlo a tanta distancia. El capitán miró a Kinzou, pero su expresión quedaba velada por el embozo blanco y el turbante, que dejaban sólo sus oscuros e inexpresivos ojos a la vista. "Lo noto. Tal vez deberíamos retirarnos, capitán. En el pasado mi banda estuvo aliada con la flota de Katrina, y recuerdo la presencia de Hitode. Esta persona es alguien diferente, y definitivamente mucho más poderoso que el Titán." Desde luego a Émile le hubiese sorprendido mucho que Hitode fuese tan monstruosamente poderoso. ¿Qué debía hacer? Lo prudente era retirarse, pero alguien con un aura tan intensa debía tener un gran dominio del haki, y si ellos podían detectarlo, al revés pasaría lo mismo.

- Largaos de la isla ya mismo. No me esperéis. Tal vez la cosa se ponga fea.

Émile se giró en la dirección de la que venía la presencia y comenzó a caminar sin prisas hacia allí. Estaba bastante seguro de que aquello había sido una trampa de Hitode para sacárselo de encima, y evitar que lo chantajease para obtener el control de Frigus y el apoyo de su banda. Así pues, se le ocurrían pocas personas que el cyborg hubiese podido enviar a por él mediante engaños que fuesen tan poderosas: algún Ju Senshi, o tal vez un Shichibukai. Si había tenido contacto con el Gobierno, tal vez incluso un Almirante. En todo caso, quería ir a ver quién era y darle tiempo a sus hombres a escapar. Después de todo podía huir cuando quisiera y de la manera más segura posible. "Ivana, ordena que preparen un ritual de inmediato. Estoy en peligro de muerte" le dijo a su oficial, telepáticamente. Sabía que debido a la adoración que profesaba la mujer por él, se tomaría el aviso muy en serio y se ocuparía de meter prisa a su gente.

Activó su Visión Demoníaca y se centró en el horizonte. Había efectivamente dos auras en la lejanía. Una era grande, pero no reflejaba bien ni mal; era el alma pura de un animal. La otra era enorme y tan poderosa que superaba el propio poder de Émile, y aunque maligna, no llegaba al nivel de perversión del pirata. Se acercó hacia aquellos dos, tranquilamente y sin realizar ningún movimiento hostil, aunque por precaución pasó a su forma de Luzbel corrupto. Dos alas negras brotaron a su espalda, y su iris se volvió rojo. Aun tardaron un rato en estar tan cerca como para apreciar bien a la serpiente y la figura que había sobre su cabeza. Émile se detuvo a unos quince metros, y alzó una mano para saludarles.

- Debí haberle arrancado la cabeza a ese cyborg y arrasar a su gente en vez de fiarme de él. ¿Quién sois vos? Intuyo que habéis venido también por causa de ese hombre a tomar mi cabeza - dijo, alzando un poco la voz para que le entendiera a pesar de la distancia.

Koji mostró una sonrisa siniestra cuando dentro de su campo de haki entró una presencia cuanto menos poderosa. Era demasiado rara pues notaba un poder inmenso, como si aquella persona tuviese en su interior algo temible. Aquello provocó que el almirante alzara una ceja y acariciase despacio la cabeza de su bestia. En ese momento llegó el dueño de dicha aura, el pirata que estaba buscando. Sus alas resultaban ser impresionantes pero los pájaros eran presas como todos. No iba a contenerse para nada y entonces una carcajada cuanto menos siniestra salió de su boca. Escuchó las palabras de aquel chico y entonces se relamió despacio. Él tan solo estaba allí para pillarlo a él, lo ese cyborg le daba absolutamente igual y por ello decidió negar levemente. La situación estaba a punto de ponerse interesante y la enorme serpiente se alzó con majestuosidad. En su cabeza continuaba aquel tipo, quedando ahora a unos diez metros del suelo.

Con una calma increíble, se quitó la chaqueta totalmente y la dejó a un lado. Era un tipo de piel pálida, sus ojos eran dorados y estaban rasgados. Vestía con un traje purpura y una capa que le reconocía como almirante. Su mirada ahora se clavó en el chico al mismo tiempo que pasaba la lengua por los labios, relamiéndose. Sus colmillos eran más afilados de lo normal y parecía estar deseando cortarle la cabeza. – Parece que ya está claro. Ahora vendrás conmigo por las buenas o por las malas. Rindete. – Dijo entonces sonriendo de lado.

31/07/2015

"Un Almirante" pensó Émile al ver la chaqueta blanca. Eso explicaba la intensidad de su presencia. Sin embargo, algo jugaba en su favor. Podía ver el mal latente en el interior de aquel hombre, y cualquier persona maligna estaba en desventaja, no por nada él era el primero y más importante de los pecadores... con el poder de Lucifer y empleando en su beneficio la avaricia del Almirante, tal vez lograra evitar una lucha, en caso de que viese posible negociar. De hecho comenzaba a ver todo un horizonte de posibilidades. Si lograba un buen trato con él, aquel encuentro podría marcar el inicio de una nueva era en el mundo. Esbozó una media sonrisa siniestra, y alzó las manos en son de paz ante las palabras del otro. Hizo memoria y trató de recordar todo lo que sabía de los Almirantes. "Shirosai, Papuhebi y Kikuma. De los tres, Papuhebi es el que tiene la reputación más siniestra, pero de Kikuma se sabe más bien nada. ¿Cuál de los dos será?"

- ¿Rendirme? Pero si no estamos luchando, mi querido Almirante. Dejemos esa falta de modales y actitudes propias de cavernícolas y hablemos de negocios como caballeros - entonces le dedicó un elegante saludo y dijo - Lion D. Émile, el Ángel Negro, aunque supongo que ya conocíais mi nombre.

Susurró en un tono prácticamente inaudible el nombre del demonio de la Avaricia, activando su Influencia Satánica, y a continuación el de la Pereza. Entonces trató de meter en la mente del Almirante la idea de lo cansado y horrible que sería enzarzarse en un combate ahora, apoyando el embrujo con sus Susurros Diabólicos, haciéndose pasar por su conciencia. "Sí, combatiendo ahora podrías ganar, pero... es un tipo fuerte. Podrías salir gravemente herido, o cosas peores. Dejarle huir no es una opción, pero... ¿por qué no oír lo que tiene que decir? No pierdes nada." Acto seguido empleó la avaricia que había convocado para implantar en su mente interés hacia el posible lucro de una conversación con aquel hombre... al fin y al cabo, ¿no era la persona que se suponía que poseía el poder de un demonio? Tal vez tuviese algo interesante que ofrecer.

- Mi buen Almirante, creo que vos y yo podemos llegar a cierto entendimiento. Al fin y al cabo, somos personas poderosas. Los dos tenemos cosas que al otro podrían resultar altamente beneficiosas, y que se pueden alcanzar sin necesidad de un conflicto y con beneficio para ambos. Escuchad mis palabras y decidid si os interesa, al fin y al cabo si no os interesa, nada os impide intentar arrestarme igualmente al acabar - sonrió - En caso de que me escuchéis y os interese mi oferta ambos saldremos beneficiados. En el otro... uno de los dos sale perdiendo. Y creedme, Almirante, un hombre de mi posición no ha llegado hasta aquí por nada. Cualquiera de los dos podría salir mal parado de una posible contienda.

Para Émile estaba muy claro que por muy Almirante que fuera, ningún adiestrador de lagartijas iba a vencerle. ¿Qué podía usar él? ¿Un enorme reptil? Bah. Él podía arrasar islas a voluntad. En todo caso, ahora que posiblemente ya había despertado su curiosidad, potenció la avaricia en él para prepararlo para su oferta. De manera preventiva, activó su Mirada del Diablo para evitar que Papuhebi le mintiera, y entonces comenzó:

- Lo que yo puedo ofreceros, nadie más en el ancho mundo puede. Es un tesoro de valor incalculable que sólo yo poseo y por el que muchos harían y darían cualquier cosa, incluso a sus propias familias - su sonrisa se ensanchó - ¿Teméis a la muerte, Almirante? Porque yo os ofrezco la vida eterna.

El moreno se quedó quieto, escuchando las palabras de aquel pirata con una mirada siniestra. La serpiente estaba nerviosa y movía su cola de un lado al otro. Ella misma había percibido el poder de aquel hombre. En ese momento las últimas palabras del castaño hicieron que el almirante se impresionase un poco ¿la inmortalidad? Parecía algo imposible pero tal vez ese tío estaba diciéndole la verdad. Por un momento en su mente se vio así mismo como un almirante inmortal que estaría siempre en la marina. Era una idea demasiado ambiciosa y le pareció escuchar a su propia mente aconsejarle. Sin duda alguna aquel tipo era una caja de sorpresas y tal y como dijo, no tenía aquel precio por nada. Pelear con él podía ser muy cansado y se arriesgaba a salir bastante mal parado.

Se quedó unos momentos callado para después soltar una leve carcajada y contestarle en un tono relajado. – Veo que sabéis como tocar la fibra sensible, Émile. No te diré que no estoy interesado en la vida eterna pues mentiría. Me parece algo jugoso pero hay unos cuantos inconvenientes. – El siniestro marine se ajustó bien la corbata y pasó a sentarse en lugar de permanecer de pie. Demasiado tentador todo pero se oía fantástico. Después de unos momentos continuó con la conversación. – No me fio de ti mucho, pero tampoco me fio poco. Dejémoslo en que me fio a medias, por ello permíteme ejecutar una cosita. – En ese momento el moreno mostró una sonrisa. La verdad es que no tenía pruebas de que aquella persona pudiese dar vida eterna y no quería que lo engañase. – Te prohíbo estafarme. – Dijo aquello usando el poder de su fruta para asegurarse de que todo iba bien. – Mi fruta consiste en mandar directamente en algunas cosas. Dicho esto, lo he hecho para asegurarme de que es cierto que puedes dar vida eterna. Ahora continuemos ¿Qué pides a cambio? ¿Cómo es el proceso? ¿Puedes darles vida eterna a mis serpientes? – Hizo todas aquellas preguntas indicándole con la mano que se podía sentar a su lado en la cabeza de la serpiente.

31/07/2015

Émile contuvo un escalofrío, e hizo acopio de todo su autocontrol y dotes para el engaño para evitar que el temor se reflejase en su rostro. ¿Una akuma capaz de dar órdenes? Joder, qué peligro. Ahora tenía mucho más claro que era el tipo de persona que quería tener de aliado, y no de enemigo. La fortuna le sonreía al haberle puesto en bandeja de plata a una persona con semejante poder y que además podía verse tentado por él. Bien, ahora que había mordido el anzuelo ya sólo era cosa de recoger el sedal con cuidado pero con firmeza y ver si se llevaba el premio. Era una lástima, porque de no tener esa fruta y haberle impuesto esa prohibición, podría haber intentado salirse con la suya y hacer un trato aun más beneficioso para él. En fin, si no poder estafarle era todo el precio que iba a tener por conseguir a semejante hombre para su bando... ¿qué más podía pedir? Estaba más que gustoso de plantearle un trato justo a Papuhebi.

- Bien, creo que empezamos a entendernos - dijo, con un brillo rojizo en su mirada - Uno de los muchos poderes de mi akuma es realizar "pactos." Mediante estos, yo doy algo que esté en mi alcance dar: la vida eterna en este caso, aunque también puedo devolver a los muertos a la vida, entre otras cosas. ¿El precio? Normalmente, el alma. Doy un... tiempo límite, por así decirlo. Unas semanas, unos meses, a veces años. Pasado ese período, el alma de esa persona pasa a pertenecerme. Eso implica que toda su existencia pasa a ser mía, pudiendo emplearle como una marioneta y matarle para reclamar su alma. Estas... me dan más poder, por así decirlo. Entre otras cosas, son necesarias para poder traer muertos a la vida. Cruzar la frontera del reino de los muertos exige un peaje - dijo, entrecruzando los dedos - Sin embargo, no es el trato que voy a ofrecerte a ti. A cambio de la vida eterna, pido tu eterna lealtad. Durante toda la eternidad disfrutarás de todo cuanto desees; riquezas, mujeres, poder... a cambio, yo podré hacer uso de tus habilidades y tu fruta. Nunca perderás tu alma hasta el momento en que mueras... pero a menos que seas derrotado o asesinado, eso no pasará. Y es extremadamente difícil matar a personas de nuestro poder. Eso me lleva a la segunda parte: protección. Las personas que me juran lealtad obtienen ciertos beneficios; a cambio de que acepten jurar un Pacto de Lealtad que me asegura que no van a traicionarme, yo me aseguro de que sigan vivas... pero de eso hablaremos si aceptas - sonrió de nuevo - No voy a destaparte todo el pastel hasta saber si vas a querer un trozo. Al fin y al cabo, no quiero desvelar mis secretos.

Entonces recordó lo que le había dicho de las serpientes. "Demonios, eso es raro de cojones. Maestro, ¿es siquiera posible?" Como de costumbre, Lucifer acudió a su mente "Teóricamente sí. Si es parte de vuestro pacto, claro, ya que la serpiente no tiene forma de entenderte para aceptar uno."

- Sobre lo de tus serpientes... sí, podría hacerse. Tendría que ser parte de nuestro pacto. Normalmente soy tajante al respecto: un pacto, un favor. Pero dada tu posición y la naturaleza de tus poderes estaré más que encantado de hacer la excepción.

El almirante mostraba una sonrisa en todo momento, aunque era demasiado siniestra. Ese tipo podía estar pensando en mil cosas distintas pero no era así, simplemente tenía esa cara de cabrón. Las palabras de aquel hombre eran muy interesantes y sin duda alguna decía la verdad. Si no era así su fruta se lo hubiese impedido. Ahora tenía esperanzas y no tenía problemas en obedecerle pues mientras que él tuviese poder no pasaría nada. Mientras disfrutaba de dar órdenes aquel demonio estaría liado y una vez cumpliese sus metas él estaría tranquilo toda la vida eterna. Todo le agradaba salvo lo del alma. Si había otra vida después dónde poder dar más órdenes se podía joder bastante.

En ese momento pasó la mano por la cabeza de la serpiente, al escuchar que ella también podía tener vida eterna sonrió de lado. – Veo todo correcto, Émile. La verdad es que el trato es maravilloso pero lo del alma no me convence. Vas a tener mi lealtad para la eternidad pero si me muero, mi alma es mía… – Dijo al mismo tiempo que sonreía de lado y suspiraba. – El alma no tiene precio, no puedo aceptar con esa condición, mi querido chico… – Una vez dijo aquello le miró de forma siniestra como de costumbre estando maravillado con aquel plan de ser inmortal. Encima sus bichos iban a poder disfrutar de aquello. – Mi contraoferta es darte todo lo pedido salvo mi alma ¿Qué te parece? Por una simple alma a la que no accedas no te vas a morir…

31/07/2015

Todo le estaba saliendo demasiado bien... bueno, casi. Quedaba por resolver el tema del alma. En fin, podía concederle aquello, pero el alma era su recurso por excelencia para garantizarse que no se rompería el trato. Así pues, tenía una contraoferta para la del Almirante. Ahora que lo pensaba, tenía sentido que fuese Papuhebi; había sido idiota al no pensar desde un primer momento en él: las serpientes, el traje púrpura... cierto era que en la noche era más difícil diferenciar colores, pero lo del animal era una pista más que evidente. "Me pudieron los nervios del momento, sin más" pensó. Casi no podía creerse lo bien que le estaba saliendo todo por momentos. Sólo le faltaba aclarar aquella pequeña cláusula del alma, y podrían cerrar el trato. Y por su Mirada del Diablo, sabía a ciencia cierta que el hombre no mentía.

- Bien, permíteme replantear mi oferta. En lugar de perder tu alma al morir, sólo lo harás si decides incumplir el contrato y volverte contra mi. En cualquier otro caso, tu alma seguirá siendo tuya para siempre, vivas o mueras. Por otro lado... - dijo, dejando de tutearle y pasando de nuevo a un tono formal, aunque con un ligero tono sardónico - creo, señor Papuhebi, que estaría bien que os presentarais. Me gustaría conocer el nombre de mi nuevo aliado.

Acto seguido le tendió la mano, dispuesto a realizar el Pacto.

- ¿Aceptáis pues el Pacto de Lealtad a cambio de que os otorgue la vida eterna a vos y vuestras serpientes? Con la condición de que si rompéis el trato, perdéis el alma.

El moreno sonrió de lado al escucharle hablar de nuevo, ahora sí que estaba como una perdiz. No pensaba traicionar a aquel tipo ya que el trato era demasiado delicioso. En ese momento soltó una nueva carcajada y estrechó su mano sin problema alguno. – Trato hecho, Émile. – Dijo mientras sus ojos se clavaban en los de aquel hombre. En ese momento la serpiente sacó la lengua, estaba pensando para sí “Joder, me comía un cerdo”. Esa serpiente había salido sin comer y por ello tenía un poco de hambre. Volviendo al almirante, continuaba mirando al castaño de forma tranquila.

Cuando le dijo lo del nombre decidió asentir con la cabeza pues tampoco iba a perder nada por decírselo. – Enoki F. Koji, mi querido Émile. – Dijo entonces relamiéndose los labios al mismo tiempo que metía ambas manos en los bolsillos. El ambiente era agradable y estaba a punto de ganar algo que le iba a hacer un tipo realmente feliz. Tendría tiempo suficiente para escalar de rango y mandar para siempre. Era todo demasiado perfecto para ser verdad. – Acepto el trato. – Dijo sonriente para después cruzar las piernas.

31/07/2015

En el momento en que Enoki le dio la mano, un aura rojiza los envolvió a ambos, y Émile se rió malévolamente. "¡Sí! ¡Sí! ¡SÍ! ¡Pronto seré imparable!" Un pentáculo rojo se dibujó en la mano del Almirante durante un instante, para luego desaparecer. A partir de ahora estaban vinculados... para toda la eternidad. Aquel sería su primer paso para la conquista del Nuevo Mundo. Ahora la pregunta era, ¿cómo emplearía el poder de la Marina? ¿Dejaría a Koji a su libre albedrío para no llamar la atención, o intentaría emplear su poder desde un principio para sus intereses? "No, cálmate. Piensa con claridad. Controlas sólo a uno de los tres Almirantes, y aun hay más gente por encima." Recordó su encuentro en Mariejoa con los antiguos Almirante de Flota y Almirante en Jefe. Habiendo gente tan poderosa por encima, Koji era sólo un as en la manga, y no una puerta al control de la Marina. Así pues, debía emplearle con mucho cuidado para que nunca se supiera la relación que había entre ambos.

- Bien Koji-san, disfruta de la vida eterna - dijo, sonriendo - Nunca más enfermarás, y tu cuerpo no se deteriorará con el paso de los siglos, ni de los milenios. Ahora hablemos de negocios: ¿qué puedes contarme de la Marina? Quiero saber todo lo que sepas de los otros Almirantes, el Almirante de Flota, los planes en un futuro próximo de la Marina, altos oficiales que podrían ser seducidos para unirse a nosotros... toda esa clase de detalles. También quiero conocer la naturaleza exacta de tus poderes. Si quieres hablarlo con más comodidad... mi barco no debe estar lejos.

Émile sonrió. Ordenó telepáticamente que cancelaran el ritual, para encontrarse con que Ivana estaba a punto de dar la puñalada a la virgen. Le mandó devolverla a su celda, y contactó con Diego. "No zarpéis aun. He arreglado el asunto del extraño, y voy para ya. Nos hemos ganado un poderoso aliado... ordena que nos preparen una buena cena, vino y que pongan una buena cantidad de carne cruda en cubierta. Tenemos un animal al que alimentar."

- Por supuesto, habrá comida para tu serpiente, a menos que prefiera cazarla. Oh, cierto, los detalles sobre el Pacto de Lealtad. A partir de ahora podremos comunicarnos mentalmente, y sea cual sea la distancia, podré ayudarte si te ves en apuros concediéndote un poder que aumentará tus fuerzas temporalmente. Obviamente también me alertaría si pretendieses traicionarme, pero dada la naturaleza de nuestro trato ese es un detalle menor. La parte interesante es que si estuvieses en peligro, yo lo sabría al instante. En un caso extremo, podría sacarte de donde estuvieras, para lo cual... - le apoyó la mano en el hombro y se concentró durante un instante, murmurando unas palabras. Acto seguido extrajo un puñal de plata de entre sus ropas y se hizo un corte en el índice. Le tendió el arma - Bebe mi sangre, y pasarás a ser uno de mis clérigos. Eso te permitirá llevar a cabo pactos como el que hemos hecho aquí hoy... pero también me permitirá si estás en peligro invocarte para salvar tu vida. Por supuesto, espero que uses ese poder para tentar a más marines y que lleven a cabo el Pacto de Lealtad. Y así, poco a poco dominaremos la Marina... y el mundo caerá en nuestras manos.

El almirante se dejó hacer aquel extraño proceso pues no le estaba molestando para nada. Una vez hubo finalizado escuchó las preguntas que le hizo y mostró una sonrisa siniestra. – Uno de los almirantes es un tipo con un poder increíble. Cuanto más daño recibe, más fuerza consigue. Es un tipo legal y me temo que muy fiel a la marina. El otro es un antiguo Cipher Pol y shinobi de wano, puede desintegrar. Me temo que el almirante de la flota es un paquete. Típica marioneta que sus superiores usan para todo, pienso que no tiene sus propia forma de pensar. Realmente cualquiera de nosotros tres le derrotaría con una mano atada a la espalda. La marina se va a centrar en la reverie, protegerán a los reyes a cualquier coste. La revolución debe de ser eliminada de Marijoa. – No hacía falta hablar las cosas en un barco pues lo mejor era no estar mucho tiempo en aquel sitio.

Entonces se relamió despacio observándole de nuevo. – Tal vez pueda conseguir algunos soldados para la causa pero me gusta la marina. Solo que la dirigen idiotas, yo sería mucho mejor gobernante que ellos. – Continuó escuchando sus palabras para después tomar aquel objeto con su mano derecha. – La verdad es que con hielo y una filigrana de limón sería mucho mejor pero bueno. – Deslizó la lengua por la hoja bebiendo de la sangre para después sonreír. La serpiente en ese momento siseó un poco y entonces el moreno suspiró. – Pues al final es verdad que tiene hambre y todo. Aceptaré la oferta entonces, Émile. – Dicho aquello le seguiría con toda la calma del mundo hasta su barco.

¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi

¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Jue 21 Abr 2016 - 3:50}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Jue 21 Abr 2016 - 4:08}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Jue 21 Abr 2016 - 13:56}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Jue 21 Abr 2016 - 19:49}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 0:27}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 1:20}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 1:43}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 2:12}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 2:30}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 2:38}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 3:06}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {Vie 22 Abr 2016 - 3:36}

Re: ¡Capitán y Almirante! Lucifer contra Papuhebi {}