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Tobías Thorn
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Akuma no mi
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Una vez la técnica de sanación hizo su efecto pude rodear la mesa buscando su protección ya que las balas comenzaron a volar hacia todas direcciones cuando rebotaban en la impresionante armadura de mi compañero. Menos mal que había optado por cubrirme ya que un par de ellas impactaron en la mesa dejando un par de marcas más, pero de repente los tiros cesaron para dejar paso a una ola de calor tremenda. No sabía que podría ser la causa de dicho fenómeno hasta que vi a la joven salir disparada contra una pared con la ropa en llamas quedándose incrustada, aunque dio síntomas de querer seguir luchando antes de caer insconciente.
-Joder con Gusi, sí que tenía ases bajo la manga. Aunque ya le vale no haberlos usado antes.... - pensé intentando buscarle una explicación hasta que algo en la estancia crujió haciendo que mis alarmas internas afloraran.
Parecía que el establecimiento no aguantaría mucho más, una de las vigas más grandes del local comenzaba a resquebrajarse amenazando con venirse abajo en cualquier momento. Kimura llegó para ayudarme a levantarme y poder salir del lugar uno ayudado por el otro, pero cuando ya estábamos saliendo escuchamos una especie de lamento que provenía de un hombre de detrás de la barra donde yo me había escondido la primera vez. El pelirrojo se marchó a ayudarle mientras me apremiaba a salir rápidamente, pero entonces al fijarme en mis compañeros vi un destello metálico en el suelo. - Mierda mis pistolas. - pensé mientras iba cojeando hasta ellas y para mi sorpresa encontré una pistola más, seguramente era la joven ya que estaba cerca de donde ella había estado batallando y la cogí como recuerdo de batalla, aunque ya me fijaría mejor en ella puesto que me apresuré a salir ya que volví a escuchar otro crujido proveniente del techo.
Ya una vez en el exterior cuando ya estábamos todos fuera me limité a sentarme en el suelo e intentar pasar desapercibido ante la multitud que comenzaba a congregarse a nuestro alrededor, pero dado a mi estado llamaba demasiado la atención. Tenía las ropas rotas y ensangrentadas, varias personas se acercaron averiguar que había pasado, pero mi silencio rápidamente hacía que buscasen a otro más hablador. Entonces fue cuando vi a Kimura acercarse al cuerpo tendido de la mujer, que estaba siendo objeto de mofa de varios viandantes. Por suerte no tuve que aguantar mucho más aquella situación que me incomodaba ya que el capitán mandó que volviéramos al barco.
El camino de vuelta fue tedioso y lleno de miradas furtivas a cada paso que dábamos. Fue bastante diferente de el viaje de ida, pero estaba demasiado cansado para ahondar en el asunto. No comencé a sentirme aliviado del todo hasta que no vi la embarcación en la que habíamos venido y más cuando por fin subimos a bordo dejándome caer en el suelo de cubierta sintiendo el contacto de la madera en la piel. Sabía que Kimura querría hablar con nosotros y sólo esperaba que no tardase mucho en hacerlo, además quería mirar que arma llevaba la joven por no hablar de que necesito un "descansito".
-Joder con Gusi, sí que tenía ases bajo la manga. Aunque ya le vale no haberlos usado antes.... - pensé intentando buscarle una explicación hasta que algo en la estancia crujió haciendo que mis alarmas internas afloraran.
Parecía que el establecimiento no aguantaría mucho más, una de las vigas más grandes del local comenzaba a resquebrajarse amenazando con venirse abajo en cualquier momento. Kimura llegó para ayudarme a levantarme y poder salir del lugar uno ayudado por el otro, pero cuando ya estábamos saliendo escuchamos una especie de lamento que provenía de un hombre de detrás de la barra donde yo me había escondido la primera vez. El pelirrojo se marchó a ayudarle mientras me apremiaba a salir rápidamente, pero entonces al fijarme en mis compañeros vi un destello metálico en el suelo. - Mierda mis pistolas. - pensé mientras iba cojeando hasta ellas y para mi sorpresa encontré una pistola más, seguramente era la joven ya que estaba cerca de donde ella había estado batallando y la cogí como recuerdo de batalla, aunque ya me fijaría mejor en ella puesto que me apresuré a salir ya que volví a escuchar otro crujido proveniente del techo.
Ya una vez en el exterior cuando ya estábamos todos fuera me limité a sentarme en el suelo e intentar pasar desapercibido ante la multitud que comenzaba a congregarse a nuestro alrededor, pero dado a mi estado llamaba demasiado la atención. Tenía las ropas rotas y ensangrentadas, varias personas se acercaron averiguar que había pasado, pero mi silencio rápidamente hacía que buscasen a otro más hablador. Entonces fue cuando vi a Kimura acercarse al cuerpo tendido de la mujer, que estaba siendo objeto de mofa de varios viandantes. Por suerte no tuve que aguantar mucho más aquella situación que me incomodaba ya que el capitán mandó que volviéramos al barco.
El camino de vuelta fue tedioso y lleno de miradas furtivas a cada paso que dábamos. Fue bastante diferente de el viaje de ida, pero estaba demasiado cansado para ahondar en el asunto. No comencé a sentirme aliviado del todo hasta que no vi la embarcación en la que habíamos venido y más cuando por fin subimos a bordo dejándome caer en el suelo de cubierta sintiendo el contacto de la madera en la piel. Sabía que Kimura querría hablar con nosotros y sólo esperaba que no tardase mucho en hacerlo, además quería mirar que arma llevaba la joven por no hablar de que necesito un "descansito".
Gusi
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Gusi hizo caso a su Capitán y volvió a ponerse la armadura, la cual se extendió por todo su cuerpo. Después de comprobar que Kimura se encontraba bien (un poco malhumorado, pero todo lo bien que se podía estar después de una pelea), se puso manos a la obra. Cogió el cuerpo de Matt, el cual estaba al lado de Kimura, y se lo cargo a un hombro como si fuera un saco de patatas polvoriento. Cuando el marine lo cogió al hombro no pudo evitar observar a sus dos nakamas ayudándose mutuamente, dando la sensación de que eran dos viejecitos que llevaban toda la vida juntos. Algo que a Gusi le parecía gracioso a pesar de la situación.
Cuando el marine se dirigía a la joven, el techo empezó a crujir de forma muy desagradable, algo que era preocupante. Se acercó a la joven y la observó unos segundos para asegurarse de que estaba inconsciente antes de acercarse peligrosamente a ella. Después antes de despegarla de la pared, no pudo evitar fijarse en el cuerpo semidesnudo de la joven y sentir un leve endurecimiento en la entrepierna, lo cual no le preocupaba demasiado pues con la armadura no se le notaria, pero esta emitió un pequeño “tin” al ser golpeada con el miembro del marine. Agarró de la joven del hombro y tiro de ella, la cual estaba bien incrustada en la pared. Al hacer aquello la pared empezó a desquebrajarse hasta el techo, lo cual asustó muchísimo al marine el cual empezó a correr andar lo más deprisa que pudo, con su endurecimiento repentino, hasta la puerta.
El marine fue uno de los primeros en recorrer todo el establecimiento y salir ileso del lugar, pues sus compañeros parecían ocupados haciendo otras acciones. Como rescatar a un tabernero un poco atontado o recogiendo las armas perdidas en combate. Al salir el marine a la calle, la gente curiosa empezó a rodearle intentando averiguar que pasaba, pero solo los más atrevidos se atrevían a acercarse a la enorme armadura rojiza. Gusi simplemente los miraba sin mediar palabras con ellos, creando una sensación de terror que hacía que los viandantes se alejaran de él.
Al salir todos sus compañeros apenas pasaron unos segundos y todo el establecimiento se vino abajo. El marine temió que una familia viviera en la parte superior de la taberna y hubiera salido afectada por los acontecimientos, pero luego recapitulo sus pensamientos al pensar más seriamente de ¿quién estaría tan loco para vivir encima de una taberna? Sus pensamientos se aclararon al observar por una de las ventanas un montón de escombros y cajas de cartón. La verdad que los Crisom no comprobaron si había algún herido, además de la docena de tipos que ahora estaban enterrados en escombros y cajas, simplemente se fueron al barco mientras aun cargaban a los presos y andaban malheridos.
Al llegar a cubierta Tobías se tiro al suelo a desplomarse, Gusi por el contrario se dirigió a la parte baja del barco donde esperaba encontrase las celdas. Una vez estaba en la planta baja consiguió encontrar las celdas y coloco a cada preso en una celda diferente y separadas a una distancia prudente. Después les amarró los tobillos y muñecas a unos grilletes a la pared, pues dado lo duros que eran en combate lo más seguro era no fiarse de ellos y menos dentro de una celda. Después de eso y comprobar que seguían inconscientes dejo una camiseta y unos pantalones estándar de la marina a lado de la joven para que se vistiera cuando despertara. Después el marine simplemente se dispuso a salir a la cubierta para ver cómo iban sus compañeros. Pero en el trayecto a la superficie, Gusi observo una puerta que ponía SPA al lado casi de las celdas. El marine echó un ojo a través de la puerta y observo una sala realmente confortable a simple vista, con un enorme jacuzzi en el medio de la habitación. Sin duda tenía pensado darse un baño una vez comprobase que sus nakamas estaban bien.
Cuando el marine se dirigía a la joven, el techo empezó a crujir de forma muy desagradable, algo que era preocupante. Se acercó a la joven y la observó unos segundos para asegurarse de que estaba inconsciente antes de acercarse peligrosamente a ella. Después antes de despegarla de la pared, no pudo evitar fijarse en el cuerpo semidesnudo de la joven y sentir un leve endurecimiento en la entrepierna, lo cual no le preocupaba demasiado pues con la armadura no se le notaria, pero esta emitió un pequeño “tin” al ser golpeada con el miembro del marine. Agarró de la joven del hombro y tiro de ella, la cual estaba bien incrustada en la pared. Al hacer aquello la pared empezó a desquebrajarse hasta el techo, lo cual asustó muchísimo al marine el cual empezó a
El marine fue uno de los primeros en recorrer todo el establecimiento y salir ileso del lugar, pues sus compañeros parecían ocupados haciendo otras acciones. Como rescatar a un tabernero un poco atontado o recogiendo las armas perdidas en combate. Al salir el marine a la calle, la gente curiosa empezó a rodearle intentando averiguar que pasaba, pero solo los más atrevidos se atrevían a acercarse a la enorme armadura rojiza. Gusi simplemente los miraba sin mediar palabras con ellos, creando una sensación de terror que hacía que los viandantes se alejaran de él.
Al salir todos sus compañeros apenas pasaron unos segundos y todo el establecimiento se vino abajo. El marine temió que una familia viviera en la parte superior de la taberna y hubiera salido afectada por los acontecimientos, pero luego recapitulo sus pensamientos al pensar más seriamente de ¿quién estaría tan loco para vivir encima de una taberna? Sus pensamientos se aclararon al observar por una de las ventanas un montón de escombros y cajas de cartón. La verdad que los Crisom no comprobaron si había algún herido, además de la docena de tipos que ahora estaban enterrados en escombros y cajas, simplemente se fueron al barco mientras aun cargaban a los presos y andaban malheridos.
Al llegar a cubierta Tobías se tiro al suelo a desplomarse, Gusi por el contrario se dirigió a la parte baja del barco donde esperaba encontrase las celdas. Una vez estaba en la planta baja consiguió encontrar las celdas y coloco a cada preso en una celda diferente y separadas a una distancia prudente. Después les amarró los tobillos y muñecas a unos grilletes a la pared, pues dado lo duros que eran en combate lo más seguro era no fiarse de ellos y menos dentro de una celda. Después de eso y comprobar que seguían inconscientes dejo una camiseta y unos pantalones estándar de la marina a lado de la joven para que se vistiera cuando despertara. Después el marine simplemente se dispuso a salir a la cubierta para ver cómo iban sus compañeros. Pero en el trayecto a la superficie, Gusi observo una puerta que ponía SPA al lado casi de las celdas. El marine echó un ojo a través de la puerta y observo una sala realmente confortable a simple vista, con un enorme jacuzzi en el medio de la habitación. Sin duda tenía pensado darse un baño una vez comprobase que sus nakamas estaban bien.
Nocturne93
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Gusi cogió los cuerpos de aquellos dos revolucionarios y comenzamos a alejarnos del lugar. Había muchas miradas, y temía que alguno cometiera alguna imprudencia, incluso que comenzase a quejarse de que el establecimiento se hubiera venido abajo. Menos mal que encima tan solo había un piso, y parecía que estaba deshabitado en ese momento. Tal vez fuera del dueño del local, tal vez del tabernero. Quién sabe, lo importante es que no hubieron víctimas civiles.
A nuestro paso hacia el barco sentía un gran temor en mi. Sufría con la mera idea de pensar que el Caudillo había ido a esperarnos al barco por si salíamos de esa, idea que rápidamente descarté, puesto que se le veía demasiado confiado como para pensar siquiera que pudiéramos derrotar a sus hombres. Pero lo que si podía haber hecho era mandar unos hombres para desmantelar o hundir la embarcación. Esa idea si que me reconcomía a cada paso que daba. Por suerte, en cuanto nos aproximamos al puerto, y pude tener vista directa con el muelle donde estaba atracado el navío, pude relajarme, puesto que el barco estaba allí, y no había nadie sospechoso cerca, ni siquiera se podía escuchar ajetreo. Me relajé al fin.
Pero no, no podía relajarme. Ahora sabían quiénes éramos, y cuando sus hombres no lleguen sabrá lo ocurrido, entonces si que estaremos en serios aprietos. Aunque en estos instante lo importante era pensar en otra cosa. Ascendimos por la pasarela. Tobías se dejó caer en la madera de cubierta nada más tocarla y se quedó allí. En cuanto a Gusi le vi acceder a la bodega, seguramente para meter a la mujer en una fría celda, tal vez con el cuerpo de Matt. Al fin y al cabo en algún lugar habría que dejarlos. Yo me dirigí a Tobías y le extendí la mano. Si me tumbaba no podría volver a sentarme.
-Vamos. Debemos hacer algo con estas heridas.
Le ayudé a levantarse, no acepté un no por respuesta de su parte. Ambos fuimos hasta el camarote de popa, donde estaban los instrumentales médicos. Cogí un trapo y le di unas pinzas a Tobías. Le iba a tocar a él sacarme las balas que esa maldita revolucionaria me había incrustado en el costado y en el brazo. Fue realmente doloroso, pero por ello tenía ese trapo, para morderlo y no llamar demasiado la atención, apuesto a que se me habría escuchado en dos manzanas a la redonda. En una ocasión casi siento el impulso de darle un buen puñetazo al pobre Tobías de lo que estaba doliendo, pero tampoco podía pedirle más, él también estaba bastante herido.
Cuando ambas balas salieron de mi cuerpo pude relajarme por fin. Concentré mi energía lo mejor que pude en las heridas y éstas comenzaron a cauterizarse y curarse un poco, mezclando un poco de mi ámbito de fuego para calentar la herida lo suficiente para quemar las bacterias que estuviesen allí y una técnica para hacer que esas heridas no sean más que unas heridas leves. Por suerte la bala del costado no había llegado a alcanzar ningún órgano, por lo cual solo bastaría eso y reposo de un día para lograr recuperarme casi por completo. Ayudé a Tobías a vendarse por el torso, ya que él no alcanzaría a ponerse las vendas por la espalda. Después me devolvió el favor, y yo mismo pude vendarme el brazo.
-Descansa Tobías. Por hoy ya está bien. Voy a ver si la mujer se ha despertado... -me mostré serio para lo que iba a decir a continuación, más serio si era posible- Pero mañana habrá que ayudarla a cruzar al otro lado, pues esas heridas la mermarán, pero no la matarán. No podemos permitirnos que sus hombres la recuperen con vida. Ya sabe demasiado de nosotros, e incluso podría suponer otro problema.
Entonces me dispuse a descender a la bodega, concretamente a donde se encontraban las celdas. De camino encontré algo que me llamó bastante la atención. Había una habitación para el filtrado del agua. Concretamente una sala con un sistema de filtrado donde había un buen tanque de agua, un depósito abierto por si hay obstrucciones poder repararlo con facilidad. Cuál fue mi asombro al ver a Gusi desnudándose para meterse dentro del depósito. Iba a decirle algo, pero preferí dejarle allí un momento, tal vez cuando la bomba de agua le succione un pie y se lo arranque de cuajo, o le haga alguna herida, deje de hacer idioteces como la que casi nos cuesta la vida hoy.
Continué avanzando y llegué a las celdas, había dos ocupadas, una por la mujer... Completamente desnuda. Al parecer los restos de las ropas que le habían quedado se habían deshecho por el camino. Una bella imagen, no se puede negar. Una pena que sea del ejército revolucionario, y más pena todavía que haya intentado matarnos. Lo curioso era que en la otra celda estaba el cadáver de Matt. Una celda solo para un cadáver. ¿Acaso Gusi no se había dado cuenta de que estaba muerto? No se, tal vez el tener el pecho completamente atravesado no era suficiente señal. Pero tampoco me molesté demasiado en eso. Realmente no tenía ganas para nada.
Entré a la celda donde estaba la mujer, inconsciente todavía. Tenía un grillete en el pie que le había puesto. Miré el cuerpo del hombre, también tenía el grillete puesto. ¿Acaso el peliblanco tiene miedo de que su cuerpo se levante y comience a atormentarle? De no ser así no entiendo por qué ponerle las cadenas a un maldito cadáver. Volví la mirada a la mujer. De cerca tenía todavía mejor cuerpo, pero no es a lo que había entrado ahí. Comenzó a moverse, estaba recobrando la conciencia. Desenvainé una de las dagas y se la puse en el cuello antes de que se diese cuenta de donde estaba. En cuanto abrió los ojos se mostró algo confundida y asustada a la vez.
-Antes de que digas nada. No es esto lo que buscaba. Mi hombre se desmandó, y será severamente castigado por ello. Y antes de que digas que no puedes confiar en la palabra de un marine, piensa en que no te queda más remedio. Para tu información estás en los calabozos de nuestra embarcación. Y para tu información, la madera es gruesa y densa por aquí. Por más que grites, si es que te quedan fuerzas, nadie escuchará tu voz. Estamos bajo cubierta, y esta pared a tu espalda no comunica directamente con el casco. No malgastes fuerzas.
Retiré la daga me alejé dos pasos. Fui a la celda donde estaba el cuerpo de Matt, le solté los grilletes del pie y, tras asegurarme de que por las ropas no guardaba ningún arma, arrastré el cuerpo hasta la celda de la mujer, la cual ahora parecía estar llorando. Justo como imaginaba. Durante el combate ella estuvo más pendiente de echar una mano al rubio que de mantener a raya a sus dos adversarios.
-No se lo que sería para ti. Pero si no me hubieras dado ese balazo en el costado, él ahora seguiría vivo. Estaba apunto de aceptar la rendición. Se podría decir que tú acción a la desesperada le embraveció, y no me quedó otra opción.
La mujer se acercó arrastrándose al cadáver de su compañero revolucionario y se quedó allí abrazándolo, yo me di la vuelta, cerré las celdas y me dispuse a salir. Pero la voz de la mujer me hizo detenerme unos instantes, una voz cortada, desgarrada por el dolor y el llanto que tenía en estos momentos. Habló tan solo como un susurro, y sus palabras me dolieron, por más que tan solo fueron tres, pero no pude evitar sentirme profundamente dolido.
-Lo siento hermano.
Salí de allí y me dirigí a la habitación "SPFA" (Sistema Para el Filtrado del Agua), solamente que la "F" se había desprendido, leyéndose "SPA" solamente. Allí dentro estaba Gusi. Ni siquiera le miré, pero si le hablé.
-Gusi. Déjate eso y vente arriba. Tenemos que hablar.
Salí a cubierta y me dejé caer sobre el trinquete, apoyando la espalda en el mástil y dejándome caer. También había llamado a Tobías, por lo que no tardarían mucho en llegar. Comprendía que ahora mismo querrían hacer otras cosas. La noche se cernía sobre el horizonte y el cansancio nos podía a todos ahora mismo, pero era de vital importancia lo que tenía que decirles, por lo cual aguardé hasta que llegaron ambos. En cuanto el último de ellos llegó me levanté, era hora de dejar ciertas cosas claras.
Me acerqué a Gusi con el rostro bastante malhumorado. Había cometido una gran estupidez y recordar eso ahora me hacía sentir muy frustrado con él. Además el ver que los dos que estaban ahora en la celda no eran más que hermanos que luchaban juntos, unidos por una misma causa, esa que le llevó la muerte a uno de ellos. Lo peor de todo es que yo me había visto obligado a matar a uno frente a los ojos del otro. Por ese motivo no pude evitar descargar un puñetazo sobre su mejilla derecha, un puñetazo cargado con mi furia y haki armadura, el cual lo puse tan solo instintivamente por la tensión del combate que acabábamos de tener. Tampoco pude evitar hablarle bastante malhumorado, aunque no tenía fuerzas para alzar el tono de voz.
-¿Tienes idea de lo que has hecho Gusi? Maldita sea, podíamos haber acabado con todo este asunto de un plumazo, limpiamente. Revolucionarios o no, ellos nos iban a lograr meter entre los hombres del Caudillo, podríamos acercarnos sin peligro de tener que abrirnos paso a la fuerza y habríamos acabado limpiamente con él. Un trabajo rápido y sencillo. En el peor de los casos se descubriría la tapadera de los revolucionarios y comenzaría una batalla campal entre ellos. Nuestros presos habrían ido a por el Caudillo directamente, sabiendo dónde estaría. Nosotros no entraríamos en fuego cruzado, les dejaríamos matarse los unos a los otros, tan solo nos defenderíamos, y cuando todos estuviesen destrozados, cuando se hubiesen olvidado de nosotros, no tendríamos más que aprovecharnos, darles el golpe de gracia y derrotarlos a todos sin necesidad de poner nuestras vidas en excesivo peligro. Sin necesidad de arriesgarnos a fallar.
Me di la vuelta y volví a apoyarme contra el mástil, dejándome caer también. No estaba con ánimos para nada absolutamente, y mucho menos con fuerzas. El combate y el dolor de extraerme las balas me había dejado tremendamente agotado tanto física como mentalmente. Cogí aire y me quedé mirando a mis compañeros directamente. No sabía cómo se habría tomado Gusi eso, pero lo merecía.
-Ahora las cosas se han complicado demasiado. Ya me había costado lograr hacer entrar en razón a Matt para conseguir una alianza. Pero a tí no se te ocurrió otra cosa que golpear a uno de sus hombres. ¿Acaso pensabas que no habrían represalias? ¿Que podrías hacer eso y esperar que todavía pudiéramos tener ese trato con ellos?
Tal vez ahora ya me estaba excediendo, pero no me salía de otra forma. La situación se había complicado y estaba realmente frustrado con todo esto, no sabía que hacer, cualquier idea era una completa locura, puesto que ahora saben que estamos aquí y en cuanto se enteren de lo ocurrido en el local vendrán a por nosotros sin dudarlo. Solamente había una posible solución a todo esto, aunque no estaba seguro de que funcionase. Me relajé un poco y continué hablando con otro tono de voz, más sereno, más calmado.
-Todo se ha complicado demasiado ahora. Saben que estamos aquí, saben quienes somos, él mismo nos ha visto. Cualquier cosa que podamos hacer conlleva un gran riesgo. Pero todavía hay una posible opción de lograr salir bien de aquí. No quiero irme de aquí sin cumplir la tarea por la cual hemos venido aquí hoy. Sería la primera vez que me marcho sin cumplir con mi cometido.
Volví a tomar un poco de aire, estaba bastante cansado y la voz se me comenzaba a quebrar. Carraspeé y tomé una botella de agua que había cogido cuando avisé a Tobías de que saliera a cubierta. Tenía pensado hablar, y con el cansancio y la pérdida de sangre era necesario re-hidratarse, y en abundancia a ser posible.
-Solamente se me ocurre una forma, y no estoy convencido de que vaya a funcionar. La revolucionaria todavía sigue viva. Es un gran peligro para nosotros que ella siga con vida, si se enteran los suyos es posible que traten de rescatarla, por lo que nos tenderían una emboscada en cualquier momento. Por si fuera poco, acabo de enterarme que solo es una mujer que acaba de perder a su hermano, y eso puede hacerla todavía más peligrosa. Basta que nos despistemos lo más mínimo para que tenga una opción. Si ahí conseguí reducirla fue por la furia que tenía, la cual la consumió y la hizo caer. Pero podría sernos de utilidad todavía.
La idea era bastante descabellada, implicaba demasiado riesgo, era jugarlo todo a una sola carta y no me entusiasmaba demasiado. Por otra parte era lo mejor que se me había ocurrido. Incluso deseaba que ellos tuvieran alguna idea mejor, de no ser así deberíamos poner la mía en práctica. Pues el tiempo corría en nuestra contra.
-Mañana por la mañana nos acercaremos a la guarida del lobo y le haremos llamar. Le obligaremos a salir. Le diré que ya tengo al culpable de todo ello y le mostraremos a la mujer derrotada y atada frente a sus ojos. ¿Recordáis la conversación que tuve con él? En ese momento eramos unos sucios corruptos, y así deberemos de volver a ser mañana cuando estemos frente a él. Le revelaré la verdad, le diré que esa es una revolucionaria que se había infiltrado junto a otros muchos hombres entre su gente y nos marcharemos de allí de nuevo al barco. El posiblemente no nos crea, pero muchos de sus hombres nos escucharán, y eso causará el desconcierto y el caos entre ellos. Comenzará a haber desconfianza entre la gran mayoría. Mientras nosotros zarpamos con el navío, ellos comenzarán a pelearse entre ellos, sucias ratas contra revolucionarios. El Caudillo tiene mucha influencia y poder que se ha ganado a la fuerza por el temor que sienten hacia él, pero si sus hombres comienzan a desconfiar, por pocos que sean, eso causará el caos entre sus hombres. Debilitará las fuerzas del enemigo, que se verán mermadas tanto que perderá aliados. Se quedará muy debilitado. Nosotros zarparemos, por supuesto, pero cuando nos aproximemos al horizonte cambiaremos el rumbo y nos acercaremos por el lateral y echaremos allí el ancla. Cuando volvamos, si el plan ha surtido efecto, el Caudillo estará prácticamente solo, pero su tremenda arrogancia le hará seguir en su palacete. Cuando las cosas se hayan calmado nos infiltraremos en la noche, iremos directos a por él y trataremos de acabarlo lo más limpiamente que podamos.
Tomé otro trago de agua. En base ese era mi plan. Todo se resumía a que sus hombres sean realmente tan desconfiados y que él no sepa convencerles de que todo es una mentira, aunque sea verdad. Aunque siempre estarán los verdaderos revolucionarios, su actitud se notará cambiada y acrecentará las dudas. Es un plan que debería de funcionar. De no ser así nos veríamos obligados a retirarnos y marcharnos de allí tan solo con los revolucionarios.
-Se que es muy arriesgado. Todo depende de que ese conflicto realmente se inicie. De no ser así deberemos retirarnos. Si tenéis alguna idea mejor comentadla ahora, sino vayamos a descansar. Mañana será un día más tenso del que hemos tenido hoy.
A nuestro paso hacia el barco sentía un gran temor en mi. Sufría con la mera idea de pensar que el Caudillo había ido a esperarnos al barco por si salíamos de esa, idea que rápidamente descarté, puesto que se le veía demasiado confiado como para pensar siquiera que pudiéramos derrotar a sus hombres. Pero lo que si podía haber hecho era mandar unos hombres para desmantelar o hundir la embarcación. Esa idea si que me reconcomía a cada paso que daba. Por suerte, en cuanto nos aproximamos al puerto, y pude tener vista directa con el muelle donde estaba atracado el navío, pude relajarme, puesto que el barco estaba allí, y no había nadie sospechoso cerca, ni siquiera se podía escuchar ajetreo. Me relajé al fin.
Pero no, no podía relajarme. Ahora sabían quiénes éramos, y cuando sus hombres no lleguen sabrá lo ocurrido, entonces si que estaremos en serios aprietos. Aunque en estos instante lo importante era pensar en otra cosa. Ascendimos por la pasarela. Tobías se dejó caer en la madera de cubierta nada más tocarla y se quedó allí. En cuanto a Gusi le vi acceder a la bodega, seguramente para meter a la mujer en una fría celda, tal vez con el cuerpo de Matt. Al fin y al cabo en algún lugar habría que dejarlos. Yo me dirigí a Tobías y le extendí la mano. Si me tumbaba no podría volver a sentarme.
-Vamos. Debemos hacer algo con estas heridas.
Le ayudé a levantarse, no acepté un no por respuesta de su parte. Ambos fuimos hasta el camarote de popa, donde estaban los instrumentales médicos. Cogí un trapo y le di unas pinzas a Tobías. Le iba a tocar a él sacarme las balas que esa maldita revolucionaria me había incrustado en el costado y en el brazo. Fue realmente doloroso, pero por ello tenía ese trapo, para morderlo y no llamar demasiado la atención, apuesto a que se me habría escuchado en dos manzanas a la redonda. En una ocasión casi siento el impulso de darle un buen puñetazo al pobre Tobías de lo que estaba doliendo, pero tampoco podía pedirle más, él también estaba bastante herido.
Cuando ambas balas salieron de mi cuerpo pude relajarme por fin. Concentré mi energía lo mejor que pude en las heridas y éstas comenzaron a cauterizarse y curarse un poco, mezclando un poco de mi ámbito de fuego para calentar la herida lo suficiente para quemar las bacterias que estuviesen allí y una técnica para hacer que esas heridas no sean más que unas heridas leves. Por suerte la bala del costado no había llegado a alcanzar ningún órgano, por lo cual solo bastaría eso y reposo de un día para lograr recuperarme casi por completo. Ayudé a Tobías a vendarse por el torso, ya que él no alcanzaría a ponerse las vendas por la espalda. Después me devolvió el favor, y yo mismo pude vendarme el brazo.
-Descansa Tobías. Por hoy ya está bien. Voy a ver si la mujer se ha despertado... -me mostré serio para lo que iba a decir a continuación, más serio si era posible- Pero mañana habrá que ayudarla a cruzar al otro lado, pues esas heridas la mermarán, pero no la matarán. No podemos permitirnos que sus hombres la recuperen con vida. Ya sabe demasiado de nosotros, e incluso podría suponer otro problema.
Entonces me dispuse a descender a la bodega, concretamente a donde se encontraban las celdas. De camino encontré algo que me llamó bastante la atención. Había una habitación para el filtrado del agua. Concretamente una sala con un sistema de filtrado donde había un buen tanque de agua, un depósito abierto por si hay obstrucciones poder repararlo con facilidad. Cuál fue mi asombro al ver a Gusi desnudándose para meterse dentro del depósito. Iba a decirle algo, pero preferí dejarle allí un momento, tal vez cuando la bomba de agua le succione un pie y se lo arranque de cuajo, o le haga alguna herida, deje de hacer idioteces como la que casi nos cuesta la vida hoy.
Continué avanzando y llegué a las celdas, había dos ocupadas, una por la mujer... Completamente desnuda. Al parecer los restos de las ropas que le habían quedado se habían deshecho por el camino. Una bella imagen, no se puede negar. Una pena que sea del ejército revolucionario, y más pena todavía que haya intentado matarnos. Lo curioso era que en la otra celda estaba el cadáver de Matt. Una celda solo para un cadáver. ¿Acaso Gusi no se había dado cuenta de que estaba muerto? No se, tal vez el tener el pecho completamente atravesado no era suficiente señal. Pero tampoco me molesté demasiado en eso. Realmente no tenía ganas para nada.
Entré a la celda donde estaba la mujer, inconsciente todavía. Tenía un grillete en el pie que le había puesto. Miré el cuerpo del hombre, también tenía el grillete puesto. ¿Acaso el peliblanco tiene miedo de que su cuerpo se levante y comience a atormentarle? De no ser así no entiendo por qué ponerle las cadenas a un maldito cadáver. Volví la mirada a la mujer. De cerca tenía todavía mejor cuerpo, pero no es a lo que había entrado ahí. Comenzó a moverse, estaba recobrando la conciencia. Desenvainé una de las dagas y se la puse en el cuello antes de que se diese cuenta de donde estaba. En cuanto abrió los ojos se mostró algo confundida y asustada a la vez.
-Antes de que digas nada. No es esto lo que buscaba. Mi hombre se desmandó, y será severamente castigado por ello. Y antes de que digas que no puedes confiar en la palabra de un marine, piensa en que no te queda más remedio. Para tu información estás en los calabozos de nuestra embarcación. Y para tu información, la madera es gruesa y densa por aquí. Por más que grites, si es que te quedan fuerzas, nadie escuchará tu voz. Estamos bajo cubierta, y esta pared a tu espalda no comunica directamente con el casco. No malgastes fuerzas.
Retiré la daga me alejé dos pasos. Fui a la celda donde estaba el cuerpo de Matt, le solté los grilletes del pie y, tras asegurarme de que por las ropas no guardaba ningún arma, arrastré el cuerpo hasta la celda de la mujer, la cual ahora parecía estar llorando. Justo como imaginaba. Durante el combate ella estuvo más pendiente de echar una mano al rubio que de mantener a raya a sus dos adversarios.
-No se lo que sería para ti. Pero si no me hubieras dado ese balazo en el costado, él ahora seguiría vivo. Estaba apunto de aceptar la rendición. Se podría decir que tú acción a la desesperada le embraveció, y no me quedó otra opción.
La mujer se acercó arrastrándose al cadáver de su compañero revolucionario y se quedó allí abrazándolo, yo me di la vuelta, cerré las celdas y me dispuse a salir. Pero la voz de la mujer me hizo detenerme unos instantes, una voz cortada, desgarrada por el dolor y el llanto que tenía en estos momentos. Habló tan solo como un susurro, y sus palabras me dolieron, por más que tan solo fueron tres, pero no pude evitar sentirme profundamente dolido.
-Lo siento hermano.
Salí de allí y me dirigí a la habitación "SPFA" (Sistema Para el Filtrado del Agua), solamente que la "F" se había desprendido, leyéndose "SPA" solamente. Allí dentro estaba Gusi. Ni siquiera le miré, pero si le hablé.
-Gusi. Déjate eso y vente arriba. Tenemos que hablar.
Salí a cubierta y me dejé caer sobre el trinquete, apoyando la espalda en el mástil y dejándome caer. También había llamado a Tobías, por lo que no tardarían mucho en llegar. Comprendía que ahora mismo querrían hacer otras cosas. La noche se cernía sobre el horizonte y el cansancio nos podía a todos ahora mismo, pero era de vital importancia lo que tenía que decirles, por lo cual aguardé hasta que llegaron ambos. En cuanto el último de ellos llegó me levanté, era hora de dejar ciertas cosas claras.
Me acerqué a Gusi con el rostro bastante malhumorado. Había cometido una gran estupidez y recordar eso ahora me hacía sentir muy frustrado con él. Además el ver que los dos que estaban ahora en la celda no eran más que hermanos que luchaban juntos, unidos por una misma causa, esa que le llevó la muerte a uno de ellos. Lo peor de todo es que yo me había visto obligado a matar a uno frente a los ojos del otro. Por ese motivo no pude evitar descargar un puñetazo sobre su mejilla derecha, un puñetazo cargado con mi furia y haki armadura, el cual lo puse tan solo instintivamente por la tensión del combate que acabábamos de tener. Tampoco pude evitar hablarle bastante malhumorado, aunque no tenía fuerzas para alzar el tono de voz.
-¿Tienes idea de lo que has hecho Gusi? Maldita sea, podíamos haber acabado con todo este asunto de un plumazo, limpiamente. Revolucionarios o no, ellos nos iban a lograr meter entre los hombres del Caudillo, podríamos acercarnos sin peligro de tener que abrirnos paso a la fuerza y habríamos acabado limpiamente con él. Un trabajo rápido y sencillo. En el peor de los casos se descubriría la tapadera de los revolucionarios y comenzaría una batalla campal entre ellos. Nuestros presos habrían ido a por el Caudillo directamente, sabiendo dónde estaría. Nosotros no entraríamos en fuego cruzado, les dejaríamos matarse los unos a los otros, tan solo nos defenderíamos, y cuando todos estuviesen destrozados, cuando se hubiesen olvidado de nosotros, no tendríamos más que aprovecharnos, darles el golpe de gracia y derrotarlos a todos sin necesidad de poner nuestras vidas en excesivo peligro. Sin necesidad de arriesgarnos a fallar.
Me di la vuelta y volví a apoyarme contra el mástil, dejándome caer también. No estaba con ánimos para nada absolutamente, y mucho menos con fuerzas. El combate y el dolor de extraerme las balas me había dejado tremendamente agotado tanto física como mentalmente. Cogí aire y me quedé mirando a mis compañeros directamente. No sabía cómo se habría tomado Gusi eso, pero lo merecía.
-Ahora las cosas se han complicado demasiado. Ya me había costado lograr hacer entrar en razón a Matt para conseguir una alianza. Pero a tí no se te ocurrió otra cosa que golpear a uno de sus hombres. ¿Acaso pensabas que no habrían represalias? ¿Que podrías hacer eso y esperar que todavía pudiéramos tener ese trato con ellos?
Tal vez ahora ya me estaba excediendo, pero no me salía de otra forma. La situación se había complicado y estaba realmente frustrado con todo esto, no sabía que hacer, cualquier idea era una completa locura, puesto que ahora saben que estamos aquí y en cuanto se enteren de lo ocurrido en el local vendrán a por nosotros sin dudarlo. Solamente había una posible solución a todo esto, aunque no estaba seguro de que funcionase. Me relajé un poco y continué hablando con otro tono de voz, más sereno, más calmado.
-Todo se ha complicado demasiado ahora. Saben que estamos aquí, saben quienes somos, él mismo nos ha visto. Cualquier cosa que podamos hacer conlleva un gran riesgo. Pero todavía hay una posible opción de lograr salir bien de aquí. No quiero irme de aquí sin cumplir la tarea por la cual hemos venido aquí hoy. Sería la primera vez que me marcho sin cumplir con mi cometido.
Volví a tomar un poco de aire, estaba bastante cansado y la voz se me comenzaba a quebrar. Carraspeé y tomé una botella de agua que había cogido cuando avisé a Tobías de que saliera a cubierta. Tenía pensado hablar, y con el cansancio y la pérdida de sangre era necesario re-hidratarse, y en abundancia a ser posible.
-Solamente se me ocurre una forma, y no estoy convencido de que vaya a funcionar. La revolucionaria todavía sigue viva. Es un gran peligro para nosotros que ella siga con vida, si se enteran los suyos es posible que traten de rescatarla, por lo que nos tenderían una emboscada en cualquier momento. Por si fuera poco, acabo de enterarme que solo es una mujer que acaba de perder a su hermano, y eso puede hacerla todavía más peligrosa. Basta que nos despistemos lo más mínimo para que tenga una opción. Si ahí conseguí reducirla fue por la furia que tenía, la cual la consumió y la hizo caer. Pero podría sernos de utilidad todavía.
La idea era bastante descabellada, implicaba demasiado riesgo, era jugarlo todo a una sola carta y no me entusiasmaba demasiado. Por otra parte era lo mejor que se me había ocurrido. Incluso deseaba que ellos tuvieran alguna idea mejor, de no ser así deberíamos poner la mía en práctica. Pues el tiempo corría en nuestra contra.
-Mañana por la mañana nos acercaremos a la guarida del lobo y le haremos llamar. Le obligaremos a salir. Le diré que ya tengo al culpable de todo ello y le mostraremos a la mujer derrotada y atada frente a sus ojos. ¿Recordáis la conversación que tuve con él? En ese momento eramos unos sucios corruptos, y así deberemos de volver a ser mañana cuando estemos frente a él. Le revelaré la verdad, le diré que esa es una revolucionaria que se había infiltrado junto a otros muchos hombres entre su gente y nos marcharemos de allí de nuevo al barco. El posiblemente no nos crea, pero muchos de sus hombres nos escucharán, y eso causará el desconcierto y el caos entre ellos. Comenzará a haber desconfianza entre la gran mayoría. Mientras nosotros zarpamos con el navío, ellos comenzarán a pelearse entre ellos, sucias ratas contra revolucionarios. El Caudillo tiene mucha influencia y poder que se ha ganado a la fuerza por el temor que sienten hacia él, pero si sus hombres comienzan a desconfiar, por pocos que sean, eso causará el caos entre sus hombres. Debilitará las fuerzas del enemigo, que se verán mermadas tanto que perderá aliados. Se quedará muy debilitado. Nosotros zarparemos, por supuesto, pero cuando nos aproximemos al horizonte cambiaremos el rumbo y nos acercaremos por el lateral y echaremos allí el ancla. Cuando volvamos, si el plan ha surtido efecto, el Caudillo estará prácticamente solo, pero su tremenda arrogancia le hará seguir en su palacete. Cuando las cosas se hayan calmado nos infiltraremos en la noche, iremos directos a por él y trataremos de acabarlo lo más limpiamente que podamos.
Tomé otro trago de agua. En base ese era mi plan. Todo se resumía a que sus hombres sean realmente tan desconfiados y que él no sepa convencerles de que todo es una mentira, aunque sea verdad. Aunque siempre estarán los verdaderos revolucionarios, su actitud se notará cambiada y acrecentará las dudas. Es un plan que debería de funcionar. De no ser así nos veríamos obligados a retirarnos y marcharnos de allí tan solo con los revolucionarios.
-Se que es muy arriesgado. Todo depende de que ese conflicto realmente se inicie. De no ser así deberemos retirarnos. Si tenéis alguna idea mejor comentadla ahora, sino vayamos a descansar. Mañana será un día más tenso del que hemos tenido hoy.
Tobías Thorn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Desde donde estaba tumbado podía disfrutar del plano celestial que comenzaba asomarse. La noche estaba llegando y una brisa fresca recubría toda la cubierta. Estaba incluso pensando en dormir aquí tendido al fresquito cuando un borrón colorado desdibujó mi bello panorama. Por unos instantes había olvidado todo lo sucedido sumiéndome en un estado de relajación absoluto, pero no me quedó otra opción que volver a la realidad ya que Kimura no se apartó de mi lado hasta que tendí mi mano para que me ayudase a levantarme. Mira que me hice el remolón por unos instantes, pero el pelirrojo no desistió.
Seguí al capitán al camarote de popa para entrar donde se encontraban los instrumentos médicos. Al escuchar decir a Kimura que íbamos a curar nuestras heridas me quedé un poco sorprendido al creer que el pelirrojo tenía nociones de medicina. El tipo sabía hacer de todo, o quizás simplemente me confundí porque él pretendía que fuese yo el que hiciese de médico. Mis conocimientos sobre medicina se basaban en usar plantas y cosas así, y siendo sincero no había indagado mucho en el tema. Además no veía ninguna planta que pudiese usar como ungüento ni nada por el estilo. Estaba apunto de decir que creía que no era el más indicado para hacerlo, pero entonces comprendí que era lo que quería. El marine mordía fuertemente un trozo de trapo y me mostraba las heridas, asique cogí una especie de pinzas que había por allí encima y me dispuse a hacer lo que me pedían. Era mi primera vez en hacer algo así, pero dudaba que hubiese otro dentro que se atreviese a hacerlo.
- Para todo hay una primera vez - pensé mientras introducía las pinzas en la herida del brazo.
Intenté ser todo lo delicado que pude dadas las circunstancias, aunque la experiencia fue enriquecedora en parte. Conseguí sacar los dos proyectiles con algunas dificultades, pero el pelirrojo mostró una gran resistencia al dolor, yo aunque me hubiese puesto un trapo en la boca no hubiese aguantado sin gritar, aunque hubo unos segundo en los que me preocupé por mi propia integridad puesto que al marine se le empezó a marcar una vena de forma peligrosa. Yo por suerte no tendría que sufrir esos horrores, ya que había expulsado los proyectiles gracias a mi condición de logia. Ya una vez vendado el marine, él me ayudó a mí en la misma tarea mientras me contaba lo que íbamos ha hacer al día siguiente.
-No me gusta tener que depender de ella, pero tampoco se me ocurre otra manera de acercarnos si que nos maten - dije para mostra mi conformidad con el pelirrojo. La idea no es que me entusiasmase, pero no podíamos hacer otra cosa.
Terminamos de charlar y opté por hacerle caso al capitán. Me dirigí a mi camarote dispuesto a quitarme la mugre que me quedaba y a ver como estaba mi pequeño compañero. Al entrar fui directo a saludar a mi pequeño amigo el cual me correspondió con un picotazo amigable, después me miré en un pequeño espejo que había colgado de la pared y me fijé a ver que aspecto tenía. El pelo estaba completamente revuelto mientras que en la cara tenía varias manchas y un par de rasguños. Observé también los vendajes y parecían encontrarse bien colocados. Una vez hecha mi revisión no podía evitar mirar de reojo todo el rato al camastro, el cual parecía el más cómodo del mundo, pero no quería aún recostarme. Necesitaba asearme un poco primero y también quitarme los destrozados ropajes que llevaba, asique me dispuse a ello. Usé la palangana que por allí había y cogí algo de ropa que había llevado conmigo. Los pantalones eran iguales, pero no había llevado nada más que una camiseta de manga corta para la parte de arriba de color negro. Normalmente la usaba para dormir, pero no tenía otra cosa asique me dispuse a vestirme tras el "agua".
Ya estaba saboreando la camita cuando escuché la voz de Kimura haciéndonos llamar, asique resoplé una vez de consternación y salí a cubierta a ver que pasaba tras despedirme de nuevo del cuervo. Gusi ya estaba allí y me dispuse a colocarme a su lado para escuchar las palabras del capitán, pero no fue eso lo que pasó. Se levantó de donde estaba recostado y sin mediar palabra golpeó a Gusi con un puñetazo bastante contundente. Al principio me quedé sorprendido, pero fui a ayudar a mi nakama a reincorporarse tras el golpe mientras le susurraba al oído tras las palabras del pelirrojo.
- En parte hoy te lo has ganado colega... Pero no desanimes - dije en el susurro mientras extendía mi brazo para ayudarlo. Una vez los dos de pie me giraría para dirigirme a Kimura.
- Ya está capitán, lo hecho, hecho está. Ahora toca centrarnos en el problema porque seguro que Gusi a aprendido a esperar órdenes - dije para intentar mediar para que la situación se enfriase. No podíamos dividirnos internamente y parecía que el pelirrojo estaba de acuerdo pues después de preguntale a Gusi si comprendía lo que había hecho comenzó a hablar extensamente del plan que había diseñado para la nueva situación.
Era algo completamente descabellado y con muchas variantes que podrían salir en nuestra contra, pero si querías salir de la isla cumpliendo con nuestro deber tendríamos que arriesgarnos. Sabía que nadie nos reprocharía el volver puesto que habíamos capturado a una revolucionaria bastante fuerte y matado otro, además de que sabíamos la identidad de alguien que tenía toda la ciudad corrompida a sus pies, pero mi intención al unirme a los CW no había sido para eso. Si queríamos limpiar la corrupción de nuestras propias filas teníamos que hacerlo por nosotros mismos y no darle oportunidad al Caudillo de aprovecharse de su poder. Si no estuviese tan cansado incluso propondría no perder tiempo, pero creía que todos necesitábamos poner las ideas claras en nuestras cabezas.
- Aunque suene a locura a la desesperada es la mejor opción que nos queda si no queremos salir de aquí con un sabor agridulce de la situación. Cuenta conmigo capitán - fue mi respuesta.
Terminamos de ultimar algún detalle y por fin pudimos retirarnos todos a descansar. Entré de nuevo en el camarote y senté en la cama tranquilamente notando como la circulación fluía por mis piernas. Alargé un brazo hacia mi bandolera que estaba por allí e hice algo que pocas veces hacía. Normalmente no solía fumar, pero a veces tras días tan duros como este me apetecía un pitillo, asique cogí el encendedor y prendí la punta dando una larga calada consiguiendo relajarme, aunque al usar el mechero vi un reflejo metálico entre mis ropas que estabas tiradas en el suelo haciendo que me levantase para ver que era. Una sonrisa afloró en mi rostro al ver la pistola de la revolucionaria, era bastante bonita y se notaba que la cuidaba con mimo. Sería un buen recuerdo de todo esto en un futuro, o eso pensaba antes de quedarme dormido tras dar la última calada al cigarro mientras sostenía aún la pistola en mis manos y escuchaba por última vez un suave graznido de Croc.
Cuando llegó el alba mis ojos se entrabrieron automáticamente a la par que un largo bostezo lo acompañaba. Aún tenía la pistola en la mano y la colilla del cigarro había hecho una pequeña quemadura en el colchón. Me desperecé como un gato y un quejido afloró en mi boca cuando las lesiones que tenía me recordaron que estaban allí. Puta vida. Me levanté y aseé lo más deprisa que pude antes de salir a cubierta, pero también procuré llevar mi bandolera conmigo y al pájaro para que estirase las alas. Al salir a cubierta el frío mañanero consiguió erizarme cada pelo del cuerpo dándome una energía revitalizadora, fue como un jarro de agua fría en una noche invernal, pero me apetecía estirar las piernas por muy agustito que allí me encontrase, ya disfrutaría del frescor con el pequeño paseo que tenía pensado dar.
Salí del barco aprovechando que parecía que había sido el primero en levantarse puesto que el barco se encontraba sumido en el silencio a excepción del ruido del cuervo cuando echó a volar, sin embargo en el puerto comenzaba ya a ver vida. Toda aquella gente parecía ajena a lo que pasaba en el lugar y simplemente se dedicaban a sobrevivir como podían, cosa que hizo volver a recordar mis raíces como cuando llegamos, aunque ahí también residía el motivo de mi visita. Fui a visitar a varios niños mendigos que por allí había y les di unos berries con unas piezas de fruta que le había comprado a una tendera muy simpática. Tras un rato repartiendo lo que había comprado reservé dos manzanas pensando en mis compañeros, seguramente les apetecería algo fresquito y las manzanas estaban jugosísimas, además seguramente ya se habrían despertado y tenía que llevarles las últimas.
A pesar de mi pequeña "obra" con los niños había aprovechado también el tiempo para buscar algo de información mañanera. Al parecer tras nuestra marcha del local arrasado llegaron hombres del el Caudillo para ver que había sucedido y tras escuchar que habíamos ayudado al hombre a pesar destruir su chiringito se lo llevaron para interrogarlo sobre nosotros. Era una tontería puesto que aquel hombre no podía saber nada y seguramente lo estaría pasando mal por culpa de la maldad de aquellos hombres, de manera que nada más llegar y entregarles la fruta a mis compañeros les contaría que había escuchado, asiqué silbé a mi amigo para que se posara en mi hombro y me adentré de nuevo en la embarcación.
Seguí al capitán al camarote de popa para entrar donde se encontraban los instrumentos médicos. Al escuchar decir a Kimura que íbamos a curar nuestras heridas me quedé un poco sorprendido al creer que el pelirrojo tenía nociones de medicina. El tipo sabía hacer de todo, o quizás simplemente me confundí porque él pretendía que fuese yo el que hiciese de médico. Mis conocimientos sobre medicina se basaban en usar plantas y cosas así, y siendo sincero no había indagado mucho en el tema. Además no veía ninguna planta que pudiese usar como ungüento ni nada por el estilo. Estaba apunto de decir que creía que no era el más indicado para hacerlo, pero entonces comprendí que era lo que quería. El marine mordía fuertemente un trozo de trapo y me mostraba las heridas, asique cogí una especie de pinzas que había por allí encima y me dispuse a hacer lo que me pedían. Era mi primera vez en hacer algo así, pero dudaba que hubiese otro dentro que se atreviese a hacerlo.
- Para todo hay una primera vez - pensé mientras introducía las pinzas en la herida del brazo.
Intenté ser todo lo delicado que pude dadas las circunstancias, aunque la experiencia fue enriquecedora en parte. Conseguí sacar los dos proyectiles con algunas dificultades, pero el pelirrojo mostró una gran resistencia al dolor, yo aunque me hubiese puesto un trapo en la boca no hubiese aguantado sin gritar, aunque hubo unos segundo en los que me preocupé por mi propia integridad puesto que al marine se le empezó a marcar una vena de forma peligrosa. Yo por suerte no tendría que sufrir esos horrores, ya que había expulsado los proyectiles gracias a mi condición de logia. Ya una vez vendado el marine, él me ayudó a mí en la misma tarea mientras me contaba lo que íbamos ha hacer al día siguiente.
-No me gusta tener que depender de ella, pero tampoco se me ocurre otra manera de acercarnos si que nos maten - dije para mostra mi conformidad con el pelirrojo. La idea no es que me entusiasmase, pero no podíamos hacer otra cosa.
Terminamos de charlar y opté por hacerle caso al capitán. Me dirigí a mi camarote dispuesto a quitarme la mugre que me quedaba y a ver como estaba mi pequeño compañero. Al entrar fui directo a saludar a mi pequeño amigo el cual me correspondió con un picotazo amigable, después me miré en un pequeño espejo que había colgado de la pared y me fijé a ver que aspecto tenía. El pelo estaba completamente revuelto mientras que en la cara tenía varias manchas y un par de rasguños. Observé también los vendajes y parecían encontrarse bien colocados. Una vez hecha mi revisión no podía evitar mirar de reojo todo el rato al camastro, el cual parecía el más cómodo del mundo, pero no quería aún recostarme. Necesitaba asearme un poco primero y también quitarme los destrozados ropajes que llevaba, asique me dispuse a ello. Usé la palangana que por allí había y cogí algo de ropa que había llevado conmigo. Los pantalones eran iguales, pero no había llevado nada más que una camiseta de manga corta para la parte de arriba de color negro. Normalmente la usaba para dormir, pero no tenía otra cosa asique me dispuse a vestirme tras el "agua".
Ya estaba saboreando la camita cuando escuché la voz de Kimura haciéndonos llamar, asique resoplé una vez de consternación y salí a cubierta a ver que pasaba tras despedirme de nuevo del cuervo. Gusi ya estaba allí y me dispuse a colocarme a su lado para escuchar las palabras del capitán, pero no fue eso lo que pasó. Se levantó de donde estaba recostado y sin mediar palabra golpeó a Gusi con un puñetazo bastante contundente. Al principio me quedé sorprendido, pero fui a ayudar a mi nakama a reincorporarse tras el golpe mientras le susurraba al oído tras las palabras del pelirrojo.
- En parte hoy te lo has ganado colega... Pero no desanimes - dije en el susurro mientras extendía mi brazo para ayudarlo. Una vez los dos de pie me giraría para dirigirme a Kimura.
- Ya está capitán, lo hecho, hecho está. Ahora toca centrarnos en el problema porque seguro que Gusi a aprendido a esperar órdenes - dije para intentar mediar para que la situación se enfriase. No podíamos dividirnos internamente y parecía que el pelirrojo estaba de acuerdo pues después de preguntale a Gusi si comprendía lo que había hecho comenzó a hablar extensamente del plan que había diseñado para la nueva situación.
Era algo completamente descabellado y con muchas variantes que podrían salir en nuestra contra, pero si querías salir de la isla cumpliendo con nuestro deber tendríamos que arriesgarnos. Sabía que nadie nos reprocharía el volver puesto que habíamos capturado a una revolucionaria bastante fuerte y matado otro, además de que sabíamos la identidad de alguien que tenía toda la ciudad corrompida a sus pies, pero mi intención al unirme a los CW no había sido para eso. Si queríamos limpiar la corrupción de nuestras propias filas teníamos que hacerlo por nosotros mismos y no darle oportunidad al Caudillo de aprovecharse de su poder. Si no estuviese tan cansado incluso propondría no perder tiempo, pero creía que todos necesitábamos poner las ideas claras en nuestras cabezas.
- Aunque suene a locura a la desesperada es la mejor opción que nos queda si no queremos salir de aquí con un sabor agridulce de la situación. Cuenta conmigo capitán - fue mi respuesta.
Terminamos de ultimar algún detalle y por fin pudimos retirarnos todos a descansar. Entré de nuevo en el camarote y senté en la cama tranquilamente notando como la circulación fluía por mis piernas. Alargé un brazo hacia mi bandolera que estaba por allí e hice algo que pocas veces hacía. Normalmente no solía fumar, pero a veces tras días tan duros como este me apetecía un pitillo, asique cogí el encendedor y prendí la punta dando una larga calada consiguiendo relajarme, aunque al usar el mechero vi un reflejo metálico entre mis ropas que estabas tiradas en el suelo haciendo que me levantase para ver que era. Una sonrisa afloró en mi rostro al ver la pistola de la revolucionaria, era bastante bonita y se notaba que la cuidaba con mimo. Sería un buen recuerdo de todo esto en un futuro, o eso pensaba antes de quedarme dormido tras dar la última calada al cigarro mientras sostenía aún la pistola en mis manos y escuchaba por última vez un suave graznido de Croc.
- Pistola de la revolucionaria:
Cuando llegó el alba mis ojos se entrabrieron automáticamente a la par que un largo bostezo lo acompañaba. Aún tenía la pistola en la mano y la colilla del cigarro había hecho una pequeña quemadura en el colchón. Me desperecé como un gato y un quejido afloró en mi boca cuando las lesiones que tenía me recordaron que estaban allí. Puta vida. Me levanté y aseé lo más deprisa que pude antes de salir a cubierta, pero también procuré llevar mi bandolera conmigo y al pájaro para que estirase las alas. Al salir a cubierta el frío mañanero consiguió erizarme cada pelo del cuerpo dándome una energía revitalizadora, fue como un jarro de agua fría en una noche invernal, pero me apetecía estirar las piernas por muy agustito que allí me encontrase, ya disfrutaría del frescor con el pequeño paseo que tenía pensado dar.
Salí del barco aprovechando que parecía que había sido el primero en levantarse puesto que el barco se encontraba sumido en el silencio a excepción del ruido del cuervo cuando echó a volar, sin embargo en el puerto comenzaba ya a ver vida. Toda aquella gente parecía ajena a lo que pasaba en el lugar y simplemente se dedicaban a sobrevivir como podían, cosa que hizo volver a recordar mis raíces como cuando llegamos, aunque ahí también residía el motivo de mi visita. Fui a visitar a varios niños mendigos que por allí había y les di unos berries con unas piezas de fruta que le había comprado a una tendera muy simpática. Tras un rato repartiendo lo que había comprado reservé dos manzanas pensando en mis compañeros, seguramente les apetecería algo fresquito y las manzanas estaban jugosísimas, además seguramente ya se habrían despertado y tenía que llevarles las últimas.
A pesar de mi pequeña "obra" con los niños había aprovechado también el tiempo para buscar algo de información mañanera. Al parecer tras nuestra marcha del local arrasado llegaron hombres del el Caudillo para ver que había sucedido y tras escuchar que habíamos ayudado al hombre a pesar destruir su chiringito se lo llevaron para interrogarlo sobre nosotros. Era una tontería puesto que aquel hombre no podía saber nada y seguramente lo estaría pasando mal por culpa de la maldad de aquellos hombres, de manera que nada más llegar y entregarles la fruta a mis compañeros les contaría que había escuchado, asiqué silbé a mi amigo para que se posara en mi hombro y me adentré de nuevo en la embarcación.
Gusi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Gusi salió a la cubierta en busca de sus nakamas una vez apreso a los enemigos, pero en aquel lugar no parecía haber rastro de ellos. Bueno, aunque había un pequeño rastro de gotas de sangre que le hicieron pensar al marine que sus compañeros estaban curándose de las heridas del combate. Así pues aprovecharía ese tiempo para probar el nuevo descubrimiento del barco, el SPA. Mientras recorría el barco de nuevo, una sonrisa picarona sobresalía de su rostro pues estaba deseoso de probar aquel jacuzzi. Pero nada más llegar a la parte baja sintió un fuerte olor nauseabundo que inundaba toda la planta baja. Decidió echar un vistazo a los presos antes de meterse en el agua burbujeante, pues por su mente pensaba que algunos de los prisioneros se lo había hecho encima. Pero una vez los observo por encima se dio cuenta de una enorme mancha roja en el torso de Matt, el revolucionario.
-No jodas, Matt. Luego me tocara limpiar el estropicio.- decía Gusi mientras observaba la enorme mancha roja, pensando que el revolucionario acaba de vomitar. Seguramente mermelada de fresas, pero para él fue suficiente para achacar aquel maloliente olor. Después desvió la mirada a la joven que aún seguía desnuda y se mordió el labio inferior al observar su fabuloso cuerpo ahora que aún seguía desnudo. Aunque seguramente le costara borrarse esa imagen de su mente, le ayudaría a dormir durante un par de noches.
Después de observar a los presos y comprobar con la mirada que seguían con sus grilletes, se introdujo en la sala que ponía “SPA”. Como el marine no tenía ningún bañador en su vestuario decidió quitarse toda la ropa para disfrutar mejor del baño. Una vez dejo la ropa toda tirada por el suelo, se fue acercando con curiosidad a aquel tanque de agua. El marine se metió poco a poco disfrutando del calor que aquel agua expulsaba, pues tenía matices amarillos y marrones que el marine los achacó a sustancias aromáticas para su mayor relax. Pero no sospechaba que estaba en un tanque de heces depuradas para convertirse en agua limpia para el mar. Estuvo unos minutos de relax pleno, sentando en un resalto dentro del tanque, pero después se puso a jugar con aquella agua nauseabunda. Introdujo la cabeza dentro de esta y al salir expulso un chorro de agua por la boca, lo cual le hizo toser y escupir como un loco.
-Joder, que malas están estas sales de baño.- dijo mientras se limpiaba la lengua con el brazo. Después cogió una sustancia marrón que flotaba por el tanque, la cual casi se deshace al cogerla. Se la acercó a la nariz y dijo.- ¿Esto qué es? O no. No me digas que esto es...- hubo una pausa mientras lo volvía a oler.- … es barro rejuvenecedor.- dijo con cara de ilusión mientras empezó a extendérselo por el rostro y dejaba que se secara.-Verás que buen cutis se me queda después de esto. Aunque este barro huele sutilmente a sirope. ¿Tobías sabría de este lugar y no me había dicho nada? Eso explicaría porque el cabrón tiene una piel tan tersa- decía el marine consternado mientras seguía hablando solo. Pero seguramente aquel zurullo derretido era un excremento de su compañero logia. Lo cual nunca sospeche que sus cacas tuvieran pequeños fragmentos de su poder, tal vez los de Gusi levitaban sutilmente antes de caer al váter. Algo realmente útil para no salpicarse.
De repente una pequeña brisa le hizo al marine girarse y observar como la puerta se cerraba. Parecía que alguien le había visto en su pequeño escondite. ¿Quién sería? ¿Tobías?, ¿Kimura?, o tal vez, ¿alguno de los presos? Gusi salió de un salto del tanque y se intentó secar de forma rápida. Pero aquella cosa marrón en su rostro parecía haberse pegado mejor que el superglue en su piel. Después de unos largos minutos de frotarse consiguió quitarse aquella sustancia parcialmente del rostro. A continuación se vistió todo lo rápido que pudo para intentar pillar a quien le estuviera observando, aunque con lo que tardo a aquella persona le hubiera dado tiempo a recorrer el barco entero mil veces. Al salir apresurado por la puerta de “SPA” observo como el cuerpo de Matt estaba en la celda de la joven, la cual no paraba de llorar.
-¿Cómo cojones has llegado ahí?- dijo Gusi al cadáver inerte de Matt. La joven alzó la vista y miró con odio al marine.
-Vete a la mierda.- dijo con rabia en la voz. Gusi puso cara de ofendido y se llevó la mano al pecho, con un gesto de dolor. De forma muy teatral iba a decirla algo, pero en ese momento escuchó la voz de Kimura y decidió salir a la cubierta. Hizo un gesto arrogante con el dedo a la joven y salió de la planta baja del barco. Según iba subiendo por las escaleras sintió como aquel olor nauseabundo le perseguía, seguramente se le había incrustado en la nariz o eso pensaba él. Antes de salir a cubierta paso por su cuarto y vacío un bote entero de AXE, lo cual camuflo sutilmente el olor, con un olor aún más fuerte y desagradable. Ahora parecía una colonia andante o una vieja en fiestas, las cuales parecían bañarse en colonia cuando pasabas por su lado.
Al salir a cubierta encontró a Kimura apoyado de forma muy varonil. Gusi le saludo con la mano, a lo que el Capitán pareció pasar por alto. El marine se colocó delante suya y espero a que su compañero apareciera. No tardó mucho en aparecer y colocarse al lado de Gusi. Entonces el Capitán camino hacía Gusi e hizo algo que nadie se esperaba, ser golpeado por su superior. El impacto fue tan fuerte y doloroso que el marine cayó al suelo de espaldas, mientras sentía como un calor abrasador recorría su rostro y su vista se nublaba sutilmente en un intento de no quedarse inconsciente. Entonces Kimura empezó a echarle una bronca peor que la de una madre mientras parecía que iba a golpear de nuevo a Gusi. El marine lo miraba con una cara extraña, pues a pesar de observar el cabreo apenas podía escuchar las palabras del Capitán ya que debido al impacto un fuerte pitido en el oído le impedía comprender con claridad que le decía. Menos mal que Tobías le ayudo a ponerse en pie, sino se hubiera quedado en el suelo hasta que Kimura se marchara. Una vez de pie, sintió como su rostro se iba hinchando poco a poco, mientras asentía a todo lo que el Capitán decía. Pero en el fondo Gusi estaba sumido en un mar de remordimientos. Quería excusarse y pedir perdón al superior, pero el miedo y la culpa le hacían quedarse callado como una mala puta. Además algo dentro de él sabía que la palabrería no podía salvarle del cabreo de Kimura, incluso si decía algo tal vez se llevaba otro puñetazo.
Después de plantear una estrategia para el Caudillo todos se dispersaron a descansar. Gusi fue el último en romper filas, y una vez todos sus nakamas se marcharon él fue tambaleante a su camarote. La vista se le nublaba y el cuerpo le fallaba, pero una vez entro en su cuarto cayó desplomado en el suelo y allí se quedó inconsciente. Se despertó unas horas después con un dolor horrible en el rostro, intentó observar donde estaba pero algo parecía molestar su visión. Se llevó la mano al rostro y noto un fuerte bulto encima del ojo que le impedía abrirle. Se puso en pie y se acercó a un espejo que había en el cuarto, al mirarse en él se asustó de el mismo. Estaba terriblemente horrible, parecía que su rostro se había caído por un barrando y después había sido violado por una familia de monos en celo. Aquella cara parecía el lado oculto de la luna. El marine cogió una cuchilla y se hizo un pequeño corte en el bulto para que este sangrara y bajara la hinchazón. Después observo con cara de dolor el sitio exacto en el que Kimura la había golpeado, pues este le había dejado el puño marcado de un color rojo oscuro. Gusi intentó tocárselo, pero el simple calor de la mano ya hacía que aquella cosa le produjera dolor. Decidió tumbarse en la cama y esperar que solo se curara. Se apoyó sutilmente para no hacerse daño y se quedó dormido, hasta ser despierto al día siguiente por su compañero Tobías. Al despertarse se miró al espejo y comprobó que el hinchazón había bajado considerablemente, pero su rostro tenía un enorme cardenal rojo y un derrame en el ojo. Ahora sin duda si parecía que Gusi había luchado a muerte el día antes, aunque a pesar de no salir herido del combate ahora parecía que había estado medio muerto horas antes. Miro con resignación los dedos de Kimura que aún seguían marcados en su sien y suspiro pesadamente.
-Tendré que peinarme hacía abajo para ocultar este cardenal. Así no va haber forma de ligar en menos de un mes.
-No jodas, Matt. Luego me tocara limpiar el estropicio.- decía Gusi mientras observaba la enorme mancha roja, pensando que el revolucionario acaba de vomitar. Seguramente mermelada de fresas, pero para él fue suficiente para achacar aquel maloliente olor. Después desvió la mirada a la joven que aún seguía desnuda y se mordió el labio inferior al observar su fabuloso cuerpo ahora que aún seguía desnudo. Aunque seguramente le costara borrarse esa imagen de su mente, le ayudaría a dormir durante un par de noches.
Después de observar a los presos y comprobar con la mirada que seguían con sus grilletes, se introdujo en la sala que ponía “SPA”. Como el marine no tenía ningún bañador en su vestuario decidió quitarse toda la ropa para disfrutar mejor del baño. Una vez dejo la ropa toda tirada por el suelo, se fue acercando con curiosidad a aquel tanque de agua. El marine se metió poco a poco disfrutando del calor que aquel agua expulsaba, pues tenía matices amarillos y marrones que el marine los achacó a sustancias aromáticas para su mayor relax. Pero no sospechaba que estaba en un tanque de heces depuradas para convertirse en agua limpia para el mar. Estuvo unos minutos de relax pleno, sentando en un resalto dentro del tanque, pero después se puso a jugar con aquella agua nauseabunda. Introdujo la cabeza dentro de esta y al salir expulso un chorro de agua por la boca, lo cual le hizo toser y escupir como un loco.
-Joder, que malas están estas sales de baño.- dijo mientras se limpiaba la lengua con el brazo. Después cogió una sustancia marrón que flotaba por el tanque, la cual casi se deshace al cogerla. Se la acercó a la nariz y dijo.- ¿Esto qué es? O no. No me digas que esto es...- hubo una pausa mientras lo volvía a oler.- … es barro rejuvenecedor.- dijo con cara de ilusión mientras empezó a extendérselo por el rostro y dejaba que se secara.-Verás que buen cutis se me queda después de esto. Aunque este barro huele sutilmente a sirope. ¿Tobías sabría de este lugar y no me había dicho nada? Eso explicaría porque el cabrón tiene una piel tan tersa- decía el marine consternado mientras seguía hablando solo. Pero seguramente aquel zurullo derretido era un excremento de su compañero logia. Lo cual nunca sospeche que sus cacas tuvieran pequeños fragmentos de su poder, tal vez los de Gusi levitaban sutilmente antes de caer al váter. Algo realmente útil para no salpicarse.
De repente una pequeña brisa le hizo al marine girarse y observar como la puerta se cerraba. Parecía que alguien le había visto en su pequeño escondite. ¿Quién sería? ¿Tobías?, ¿Kimura?, o tal vez, ¿alguno de los presos? Gusi salió de un salto del tanque y se intentó secar de forma rápida. Pero aquella cosa marrón en su rostro parecía haberse pegado mejor que el superglue en su piel. Después de unos largos minutos de frotarse consiguió quitarse aquella sustancia parcialmente del rostro. A continuación se vistió todo lo rápido que pudo para intentar pillar a quien le estuviera observando, aunque con lo que tardo a aquella persona le hubiera dado tiempo a recorrer el barco entero mil veces. Al salir apresurado por la puerta de “SPA” observo como el cuerpo de Matt estaba en la celda de la joven, la cual no paraba de llorar.
-¿Cómo cojones has llegado ahí?- dijo Gusi al cadáver inerte de Matt. La joven alzó la vista y miró con odio al marine.
-Vete a la mierda.- dijo con rabia en la voz. Gusi puso cara de ofendido y se llevó la mano al pecho, con un gesto de dolor. De forma muy teatral iba a decirla algo, pero en ese momento escuchó la voz de Kimura y decidió salir a la cubierta. Hizo un gesto arrogante con el dedo a la joven y salió de la planta baja del barco. Según iba subiendo por las escaleras sintió como aquel olor nauseabundo le perseguía, seguramente se le había incrustado en la nariz o eso pensaba él. Antes de salir a cubierta paso por su cuarto y vacío un bote entero de AXE, lo cual camuflo sutilmente el olor, con un olor aún más fuerte y desagradable. Ahora parecía una colonia andante o una vieja en fiestas, las cuales parecían bañarse en colonia cuando pasabas por su lado.
Al salir a cubierta encontró a Kimura apoyado de forma muy varonil. Gusi le saludo con la mano, a lo que el Capitán pareció pasar por alto. El marine se colocó delante suya y espero a que su compañero apareciera. No tardó mucho en aparecer y colocarse al lado de Gusi. Entonces el Capitán camino hacía Gusi e hizo algo que nadie se esperaba, ser golpeado por su superior. El impacto fue tan fuerte y doloroso que el marine cayó al suelo de espaldas, mientras sentía como un calor abrasador recorría su rostro y su vista se nublaba sutilmente en un intento de no quedarse inconsciente. Entonces Kimura empezó a echarle una bronca peor que la de una madre mientras parecía que iba a golpear de nuevo a Gusi. El marine lo miraba con una cara extraña, pues a pesar de observar el cabreo apenas podía escuchar las palabras del Capitán ya que debido al impacto un fuerte pitido en el oído le impedía comprender con claridad que le decía. Menos mal que Tobías le ayudo a ponerse en pie, sino se hubiera quedado en el suelo hasta que Kimura se marchara. Una vez de pie, sintió como su rostro se iba hinchando poco a poco, mientras asentía a todo lo que el Capitán decía. Pero en el fondo Gusi estaba sumido en un mar de remordimientos. Quería excusarse y pedir perdón al superior, pero el miedo y la culpa le hacían quedarse callado como una mala puta. Además algo dentro de él sabía que la palabrería no podía salvarle del cabreo de Kimura, incluso si decía algo tal vez se llevaba otro puñetazo.
Después de plantear una estrategia para el Caudillo todos se dispersaron a descansar. Gusi fue el último en romper filas, y una vez todos sus nakamas se marcharon él fue tambaleante a su camarote. La vista se le nublaba y el cuerpo le fallaba, pero una vez entro en su cuarto cayó desplomado en el suelo y allí se quedó inconsciente. Se despertó unas horas después con un dolor horrible en el rostro, intentó observar donde estaba pero algo parecía molestar su visión. Se llevó la mano al rostro y noto un fuerte bulto encima del ojo que le impedía abrirle. Se puso en pie y se acercó a un espejo que había en el cuarto, al mirarse en él se asustó de el mismo. Estaba terriblemente horrible, parecía que su rostro se había caído por un barrando y después había sido violado por una familia de monos en celo. Aquella cara parecía el lado oculto de la luna. El marine cogió una cuchilla y se hizo un pequeño corte en el bulto para que este sangrara y bajara la hinchazón. Después observo con cara de dolor el sitio exacto en el que Kimura la había golpeado, pues este le había dejado el puño marcado de un color rojo oscuro. Gusi intentó tocárselo, pero el simple calor de la mano ya hacía que aquella cosa le produjera dolor. Decidió tumbarse en la cama y esperar que solo se curara. Se apoyó sutilmente para no hacerse daño y se quedó dormido, hasta ser despierto al día siguiente por su compañero Tobías. Al despertarse se miró al espejo y comprobó que el hinchazón había bajado considerablemente, pero su rostro tenía un enorme cardenal rojo y un derrame en el ojo. Ahora sin duda si parecía que Gusi había luchado a muerte el día antes, aunque a pesar de no salir herido del combate ahora parecía que había estado medio muerto horas antes. Miro con resignación los dedos de Kimura que aún seguían marcados en su sien y suspiro pesadamente.
-Tendré que peinarme hacía abajo para ocultar este cardenal. Así no va haber forma de ligar en menos de un mes.
Nocturne93
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Aquel día amaneció con un sol resplandeciente, pero no veía la menor luz en lo que debíamos hacer. No paraba de pensar que iba en contra de todos mis principios. Es una sucia jugada en la que muchos inocentes se verán involucrados, aunque por otra parte esos "inocentes" están junto al Caudillo luchando por él, por lo que no son tan inocentes al fin y al cabo. O por lo menos eso quería creer, me intentaba convencer a mí mismo que estaba haciendo lo correcto.
¿Y con Gusi? ¿Hice lo correcto? Tal vez me sobrepasé. No pude evitar dejarme llevar por la ira que sentí en ese momento. Ni siquiera me di cuenta de que había cargado con tanta fuerza ese golpe que le dio en toda la cara, incluso había utilizado el bushou. Eso tal vez fue demasiado excesivo, el golpe le dejó una buena marca en la cara. Esperaba ante todo que no me cogiera rencor por aquello, pues estaba muy frustrado.
Aunque también debo decir que por más que me haya malhumorado la decisión de Gusi, ahora en frío pienso que tal vez la mejor opción fue acabar con ellos. Al fin y al cabo son revolucionarios, tal y como yo pensaba jugarsela a ellos, Matt y la chica también pensarían lo mismo. Dudo que fuesen tan confiados, y más con lo rencorosos que se les vio en el momento que Gusi desencadenó aquél combate. En parte me cabreó mucho lo ocurrido, pero ahora incluso lo agradezco, puesto que una alianza con los enemigos es lo peor que podemos hacer, habríamos sido traicionados casi con seguridad, y habría sido peor morir de una puñalada trapera por haber querido jugarsela a unos miembros de la revolución. Además, apuesto a que Tobías estaría de acuerdo en la decisión de matarles antes de que ellos tuvieran la oportunidad.
Hice llamar a los dos a cubierta esa mañana. Me sentí un tanto avergonzado al ver como había dejado de marcado a Gusi, tenía la cara bastante magullada por ese golpe. Ni siquiera pude mirarle a los ojos y tuve que apartarle la mirada, me sentía realmente mal por haberle propinado tal golpe. Por más que fue un movimiento involuntario provocado por la furia, no había justificación posible para esa marca que se le había quedado. En cuanto estuvimos los tres en cubierta me dirigí a Tobías con una voz tan suave que parecía que todavía estaba agotado por todo, aunque estaba bastante recuperado. Las heridas todavía estaban ahí, pero el sangrado se detuvo y ya solo queda que cicatricen.
-Tobías. Coge unos grilletes y un cabo y trae a la mujer bien atada. Si intenta cualquier cosa haz lo que debas hacer, pero intentemos que llegue viva hasta regresar al barco. Y aunque sea que vaya tapada con un trapo o algo. La última vez que la ví todavía iba desnuda.
Aguardé hasta que Tobías se marchó a los calabozos y me quedase a solas con Gusi. No me sentiría bien ni cómodo con él hasta que no le dijese las cosas claras. Y no me refiero del modo que se lo dije anoche. Esa no es la forma correcta, y no quiero convertirme en uno de esos que utilizan la violencia para justificar y acrecentar su autoridad. Si he de hacer eso a la fuerza, prefiero desertar de la marina. Me aproximé a él y le miré, por fin, directamente a los ojos, quedándome plantado justo enfrente de él.
-Gusi. No tengo excusa por lo que hice ayer. Me excedí con ese golpe y no quisiera que eso te hiciera pensar de una forma diferente y errónea de mí. Sigo siendo yo mismo, solamente ayer todo el estrés y la frustración me llevó a hacer eso de una forma casi espontánea... Por otro lado espero que me entiendas también. No puedo simplemente hacer la vista gorda cuando alguno de los hombres que están bajo mi cargo y responsabilidad desobedecen una orden directa. Reconozco que aquella no fue la forma correcta de actuar, pero no pude evitarlo. Ahora tal vez podamos tener otra buena oportunidad. Y si logramos cumplir la tarea por la cual hemos venido, olvidaré lo ocurrido por tu parte. No te pido que hagas lo mismo, serías un necio tal vez, pero lo último que quisiera sería tener problemas internos entre los Crimson Wolves.
No sabía lo que sentiría Gusi. Tal vez ira, tal vez rencor... Eso era algo que no podía averiguar. Incluso cabía la posibilidad de que me hubiera perdido respeto por ese duro puñetazo injustificado. Lo único que sabía es que esa marca no se iría tan fácilmente, por lo menos unos días todavía le dolería por el aspecto que tenía. Y algo que conocía de primera mano era mis remordimientos por aquellos. No quería pensar estar convirtiéndome en aquello que tanto odiaba. Mi deber para con mis hombres es mantener su seguridad y procurarles protección en medida de lo posible. Eso era lo que me había incitado a intentar ese trato con esos dos, por la única idea de lograr cumplir con nuestro objetivo sin apenas esfuerzo y riesgo. Tan solo el mínimo necesario.
Unos minutos después llegó Tobías con la mujer atada. A ella si que no podía ni siquiera mirarla. Había matado a su hermano justo delante de sus narices. Preferiría morir antes que verme en una situación similar con Jiro, mi hermano pequeño. Esperaba nunca llegar a tal extremo de tener su vida en la palma de mis manos, aunque esperaba que nunca estuviera en las de una tercera persona.
-Bien chicos. Es el momento. Vayamos... Tobías, mantenla a raya. Y recuerda, si intenta cualquier cosa haz lo que debas.
Me aseguré de coger mi arco Igurusureiya y un carcaj con un par de flechas que encontré y nos dispusimos a partir. Descendimos por la pasarela con la presa. Yo iba en cabeza y por detrás estaban Gusi y Tobías, en medio de los dos estaba ella. Ni siquiera me había fijado en si la había traído con ropa o por otra parte estaba desnuda completamente. Tampoco me importaba, no quería involucrarme más en la vida de la revolucionaria. Los remordimientos me harían acabar cometiendo otra estupidez, y no quería nublar mi visión y dificultar más las cosas en este lugar.
-No olvidéis qué papel desempeñáis chicos. Intentemos hacer bien las cosas. Puede funcionar.
Comenzamos a caminar por las calles del pueblo. Yo iba completamente vestido con mis ropas, cota de mallas y una capa blanca con la gaviota de la marina en la espalda, además de mi distintivo brazalete de teniente-comandante en el brazo izquierdo, todo ello ocultaba los vendajes que tenía por el cuerpo. La guarida del lobo no estaba muy lejos. Aunque bueno, tal vez esa metáfora no sería la más correcta, puesto que los lobos éramos nosotros.
Por el camino mucha gente nos miraba, pero se apartaba de nuestro camino. Parecía que sabían lo ocurrido la noche anterior, o tal vez es el hecho de llevar esa mujer presa en esas condiciones. No les miraba a ninguno, hacía creer que no me importaba nadie de allí, y alguno hasta me daba asco. Había que meterse nuevamente en el papel, y lo mejor es estar preparado.
No tardamos en llegar. Era un edificio grande, algo parecido a un ayuntamiento por la forma de la estructura. Sería el cuartel general, y seguramente él estaría en la habitación superior, donde había un par de banderas colgadas, una de ellas distintivo del reino de Koun. Daban justo a un gran ventanal, el objetivo perfecto, ahí estaría la sala más grande y por lo tanto la más importante. No había guardias custodiando la entrada, eso facilitaría las cosas. Me detuve a una distancia prudente, todavía había mirones, unos se escondían, otros más descarados se quedaban mirando con semblante serio y brazos cruzados.
Sonreí mirando a mi alrededor con un deje de ironía. No había nadie que pareciese estar dispuesto a entrometerse en nuestros asuntos. Justo tal y como esperaba. Cogí el arco y una flecha y la cargué tensando la cuerda y apuntando directamente a esa bandera del reino de Koun. Canalicé mi energía de ámbito de fuego y la transferí hacia esa flecha, que comenzó a calentarse hasta estar casi al punto de arder. Era madera bastante reseca, raro era que no se quebrase la flecha. Descargué el arco y el proyectil fue derecho a la bandera. Al poco tiempo ésta comenzó a arder.
Cundió un poco el pánico. Los espectadores no estaban seguros de lo que veían sus ojos, la gran mayoría se marchó de allí viendo peligrar su integridad física y su vida. Otros tan solo parecía que se enfurecieron al ver eso, pero no se atrevían a mover un dedo. En cuanto la bandera estuvo ardiendo solté un bramido para llamar al jefe de todo aquello.
-¡Capitán de la guardia! ¿No vas a saludar a tu invitado?
Las puertas y algunas ventanas se abrieron, salieron hombres del caudillo, tal vez preparados para luchar, tal vez curiosos. A pocos veía con algun arma en la mano. De pronto el gran ventanal de arriba se abrió y apareció aquél tipo robusto del día anterior. Ahí estaba. Cortó la bandera y la dejó caer. Tenía cara de pocos amigos con ese ceño fruncido y esa vena palpitante en la frente. Le respondí con una sonrisa y mi agradecimiento.
-Tan solo venía a agradecerte que hicieras lo correcto y me entregases al "culpable" -marqué bien esas comillas con dos dedos de cada mano- del mal de la isla. Hiciste bien en identificar a esta revolucionaria infiltrada entre tus filas.
Me aparté y cogí la mujer del brazo pegándole un tirón y llevandola al frente, justo por delante de mí. Me fijé en la reacción de las personas que estaban mirando. Algunos se quedaron estupefactos, otros fruncieron el ceño y otros se mostraron indiferentes. No obstante la reacción que más me llamó la atención fue la del propio Caudillo. Su rostro cambió de furia a asombro, estaba claro que no sabía nada sobre revolucionarios, y menos todavía se le había pasado por la mente que pudieran estar entre sus hombres. No respondió, hecho que supuse como miedo. Justo lo que estaba buscando.
-Nosotros marcharemos ya hacia Ennies Lobby, donde se le dará el castigo ejemplar a esta mujer por sus crímenes cometidos en la sombra aquí mismo, en el reino de Koun. Agradezco tu ayuda en este asunto.
Le pegué otro tirón a la mujer, la cual soltó un pequeño quejido. Le hice una señal a Tobías para que le mantuviera corta la correa. Sin decir nada más hice un pequeño saludo al enemigo y me di la vuelta, volviendo por donde habíamos venido. Di unos pasos, pero antes me volví a girar para decirle unas últimas palabras.
-¡Ah! Por cierto. Al interrogarla descubrí que ella no estaba sola en esto. Espero puedas volver a utilizar tu fabulosa intuición para encontrar al resto de sus amigos. ¡Hasta otra!
Alcé el brazo a él y a todos los mirones del interior del recinto. Algunos estaban incluso más enfurecidos antes, o eso parecía. Esos debían de ser de los revolucionarios, y les costaría continuar ocultando su identidad ahora que ya había sembrado la semilla de la desconfianza entre todos ellos. Para muchos tan solo se lo tomarían como una broma para marcharme de allí sin entablar combate con el Caudillo, pero habría muchos nerviosos que cometerían los errores necesarios para que esa semilla germinase y lograra cundir el caos.
Nos alejamos de allí. Canalicé mi haki de observación y me centré en nuestras espaldas. Solo estaban estas tres personas que me acompañaban. Nadie nos seguía, al menos por el momento, pero estaba seguro que en el puerto habría alguien vigilándonos para asegurarse de que nos marchábamos de allí.
-Volvamos pronto y levemos anclas. Hay que marcharse cuanto antes de aquí. No olvidéis lo que os dije anoche.
No quería desvelar muchas cosas más por si acaso había algún enemigo próximo, pero creí conveniente recordar el plan. Con esas palabras bastarían si mis hombre me habían escuchado la noche anterior. No hacía falta mucho más. Partiríamos hacia el horizonte, y una vez próximos a él viraríamos para dar la vuelta y aproximarnos por el lado este de la isla, Echaríamos el ancha y desembarcaríamos de noche, cuando el caos comenzase. Muchos de los hombres leales del Caudillo tendrían sus dudas para ese entonces y comenzarían a atacar a sus víctimas, las cuales no podrían dormir esa noche por miedo a morir y comenzaría una batalla campal entre ellos. Cuando todos estuviesen debilitados y mermados sería el momento perfecto para colarnos en el interior y cortarle la cabeza a la serpiente.
¿Y con Gusi? ¿Hice lo correcto? Tal vez me sobrepasé. No pude evitar dejarme llevar por la ira que sentí en ese momento. Ni siquiera me di cuenta de que había cargado con tanta fuerza ese golpe que le dio en toda la cara, incluso había utilizado el bushou. Eso tal vez fue demasiado excesivo, el golpe le dejó una buena marca en la cara. Esperaba ante todo que no me cogiera rencor por aquello, pues estaba muy frustrado.
Aunque también debo decir que por más que me haya malhumorado la decisión de Gusi, ahora en frío pienso que tal vez la mejor opción fue acabar con ellos. Al fin y al cabo son revolucionarios, tal y como yo pensaba jugarsela a ellos, Matt y la chica también pensarían lo mismo. Dudo que fuesen tan confiados, y más con lo rencorosos que se les vio en el momento que Gusi desencadenó aquél combate. En parte me cabreó mucho lo ocurrido, pero ahora incluso lo agradezco, puesto que una alianza con los enemigos es lo peor que podemos hacer, habríamos sido traicionados casi con seguridad, y habría sido peor morir de una puñalada trapera por haber querido jugarsela a unos miembros de la revolución. Además, apuesto a que Tobías estaría de acuerdo en la decisión de matarles antes de que ellos tuvieran la oportunidad.
Hice llamar a los dos a cubierta esa mañana. Me sentí un tanto avergonzado al ver como había dejado de marcado a Gusi, tenía la cara bastante magullada por ese golpe. Ni siquiera pude mirarle a los ojos y tuve que apartarle la mirada, me sentía realmente mal por haberle propinado tal golpe. Por más que fue un movimiento involuntario provocado por la furia, no había justificación posible para esa marca que se le había quedado. En cuanto estuvimos los tres en cubierta me dirigí a Tobías con una voz tan suave que parecía que todavía estaba agotado por todo, aunque estaba bastante recuperado. Las heridas todavía estaban ahí, pero el sangrado se detuvo y ya solo queda que cicatricen.
-Tobías. Coge unos grilletes y un cabo y trae a la mujer bien atada. Si intenta cualquier cosa haz lo que debas hacer, pero intentemos que llegue viva hasta regresar al barco. Y aunque sea que vaya tapada con un trapo o algo. La última vez que la ví todavía iba desnuda.
Aguardé hasta que Tobías se marchó a los calabozos y me quedase a solas con Gusi. No me sentiría bien ni cómodo con él hasta que no le dijese las cosas claras. Y no me refiero del modo que se lo dije anoche. Esa no es la forma correcta, y no quiero convertirme en uno de esos que utilizan la violencia para justificar y acrecentar su autoridad. Si he de hacer eso a la fuerza, prefiero desertar de la marina. Me aproximé a él y le miré, por fin, directamente a los ojos, quedándome plantado justo enfrente de él.
-Gusi. No tengo excusa por lo que hice ayer. Me excedí con ese golpe y no quisiera que eso te hiciera pensar de una forma diferente y errónea de mí. Sigo siendo yo mismo, solamente ayer todo el estrés y la frustración me llevó a hacer eso de una forma casi espontánea... Por otro lado espero que me entiendas también. No puedo simplemente hacer la vista gorda cuando alguno de los hombres que están bajo mi cargo y responsabilidad desobedecen una orden directa. Reconozco que aquella no fue la forma correcta de actuar, pero no pude evitarlo. Ahora tal vez podamos tener otra buena oportunidad. Y si logramos cumplir la tarea por la cual hemos venido, olvidaré lo ocurrido por tu parte. No te pido que hagas lo mismo, serías un necio tal vez, pero lo último que quisiera sería tener problemas internos entre los Crimson Wolves.
No sabía lo que sentiría Gusi. Tal vez ira, tal vez rencor... Eso era algo que no podía averiguar. Incluso cabía la posibilidad de que me hubiera perdido respeto por ese duro puñetazo injustificado. Lo único que sabía es que esa marca no se iría tan fácilmente, por lo menos unos días todavía le dolería por el aspecto que tenía. Y algo que conocía de primera mano era mis remordimientos por aquellos. No quería pensar estar convirtiéndome en aquello que tanto odiaba. Mi deber para con mis hombres es mantener su seguridad y procurarles protección en medida de lo posible. Eso era lo que me había incitado a intentar ese trato con esos dos, por la única idea de lograr cumplir con nuestro objetivo sin apenas esfuerzo y riesgo. Tan solo el mínimo necesario.
Unos minutos después llegó Tobías con la mujer atada. A ella si que no podía ni siquiera mirarla. Había matado a su hermano justo delante de sus narices. Preferiría morir antes que verme en una situación similar con Jiro, mi hermano pequeño. Esperaba nunca llegar a tal extremo de tener su vida en la palma de mis manos, aunque esperaba que nunca estuviera en las de una tercera persona.
-Bien chicos. Es el momento. Vayamos... Tobías, mantenla a raya. Y recuerda, si intenta cualquier cosa haz lo que debas.
Me aseguré de coger mi arco Igurusureiya y un carcaj con un par de flechas que encontré y nos dispusimos a partir. Descendimos por la pasarela con la presa. Yo iba en cabeza y por detrás estaban Gusi y Tobías, en medio de los dos estaba ella. Ni siquiera me había fijado en si la había traído con ropa o por otra parte estaba desnuda completamente. Tampoco me importaba, no quería involucrarme más en la vida de la revolucionaria. Los remordimientos me harían acabar cometiendo otra estupidez, y no quería nublar mi visión y dificultar más las cosas en este lugar.
-No olvidéis qué papel desempeñáis chicos. Intentemos hacer bien las cosas. Puede funcionar.
Comenzamos a caminar por las calles del pueblo. Yo iba completamente vestido con mis ropas, cota de mallas y una capa blanca con la gaviota de la marina en la espalda, además de mi distintivo brazalete de teniente-comandante en el brazo izquierdo, todo ello ocultaba los vendajes que tenía por el cuerpo. La guarida del lobo no estaba muy lejos. Aunque bueno, tal vez esa metáfora no sería la más correcta, puesto que los lobos éramos nosotros.
Por el camino mucha gente nos miraba, pero se apartaba de nuestro camino. Parecía que sabían lo ocurrido la noche anterior, o tal vez es el hecho de llevar esa mujer presa en esas condiciones. No les miraba a ninguno, hacía creer que no me importaba nadie de allí, y alguno hasta me daba asco. Había que meterse nuevamente en el papel, y lo mejor es estar preparado.
No tardamos en llegar. Era un edificio grande, algo parecido a un ayuntamiento por la forma de la estructura. Sería el cuartel general, y seguramente él estaría en la habitación superior, donde había un par de banderas colgadas, una de ellas distintivo del reino de Koun. Daban justo a un gran ventanal, el objetivo perfecto, ahí estaría la sala más grande y por lo tanto la más importante. No había guardias custodiando la entrada, eso facilitaría las cosas. Me detuve a una distancia prudente, todavía había mirones, unos se escondían, otros más descarados se quedaban mirando con semblante serio y brazos cruzados.
Sonreí mirando a mi alrededor con un deje de ironía. No había nadie que pareciese estar dispuesto a entrometerse en nuestros asuntos. Justo tal y como esperaba. Cogí el arco y una flecha y la cargué tensando la cuerda y apuntando directamente a esa bandera del reino de Koun. Canalicé mi energía de ámbito de fuego y la transferí hacia esa flecha, que comenzó a calentarse hasta estar casi al punto de arder. Era madera bastante reseca, raro era que no se quebrase la flecha. Descargué el arco y el proyectil fue derecho a la bandera. Al poco tiempo ésta comenzó a arder.
Cundió un poco el pánico. Los espectadores no estaban seguros de lo que veían sus ojos, la gran mayoría se marchó de allí viendo peligrar su integridad física y su vida. Otros tan solo parecía que se enfurecieron al ver eso, pero no se atrevían a mover un dedo. En cuanto la bandera estuvo ardiendo solté un bramido para llamar al jefe de todo aquello.
-¡Capitán de la guardia! ¿No vas a saludar a tu invitado?
Las puertas y algunas ventanas se abrieron, salieron hombres del caudillo, tal vez preparados para luchar, tal vez curiosos. A pocos veía con algun arma en la mano. De pronto el gran ventanal de arriba se abrió y apareció aquél tipo robusto del día anterior. Ahí estaba. Cortó la bandera y la dejó caer. Tenía cara de pocos amigos con ese ceño fruncido y esa vena palpitante en la frente. Le respondí con una sonrisa y mi agradecimiento.
-Tan solo venía a agradecerte que hicieras lo correcto y me entregases al "culpable" -marqué bien esas comillas con dos dedos de cada mano- del mal de la isla. Hiciste bien en identificar a esta revolucionaria infiltrada entre tus filas.
Me aparté y cogí la mujer del brazo pegándole un tirón y llevandola al frente, justo por delante de mí. Me fijé en la reacción de las personas que estaban mirando. Algunos se quedaron estupefactos, otros fruncieron el ceño y otros se mostraron indiferentes. No obstante la reacción que más me llamó la atención fue la del propio Caudillo. Su rostro cambió de furia a asombro, estaba claro que no sabía nada sobre revolucionarios, y menos todavía se le había pasado por la mente que pudieran estar entre sus hombres. No respondió, hecho que supuse como miedo. Justo lo que estaba buscando.
-Nosotros marcharemos ya hacia Ennies Lobby, donde se le dará el castigo ejemplar a esta mujer por sus crímenes cometidos en la sombra aquí mismo, en el reino de Koun. Agradezco tu ayuda en este asunto.
Le pegué otro tirón a la mujer, la cual soltó un pequeño quejido. Le hice una señal a Tobías para que le mantuviera corta la correa. Sin decir nada más hice un pequeño saludo al enemigo y me di la vuelta, volviendo por donde habíamos venido. Di unos pasos, pero antes me volví a girar para decirle unas últimas palabras.
-¡Ah! Por cierto. Al interrogarla descubrí que ella no estaba sola en esto. Espero puedas volver a utilizar tu fabulosa intuición para encontrar al resto de sus amigos. ¡Hasta otra!
Alcé el brazo a él y a todos los mirones del interior del recinto. Algunos estaban incluso más enfurecidos antes, o eso parecía. Esos debían de ser de los revolucionarios, y les costaría continuar ocultando su identidad ahora que ya había sembrado la semilla de la desconfianza entre todos ellos. Para muchos tan solo se lo tomarían como una broma para marcharme de allí sin entablar combate con el Caudillo, pero habría muchos nerviosos que cometerían los errores necesarios para que esa semilla germinase y lograra cundir el caos.
Nos alejamos de allí. Canalicé mi haki de observación y me centré en nuestras espaldas. Solo estaban estas tres personas que me acompañaban. Nadie nos seguía, al menos por el momento, pero estaba seguro que en el puerto habría alguien vigilándonos para asegurarse de que nos marchábamos de allí.
-Volvamos pronto y levemos anclas. Hay que marcharse cuanto antes de aquí. No olvidéis lo que os dije anoche.
No quería desvelar muchas cosas más por si acaso había algún enemigo próximo, pero creí conveniente recordar el plan. Con esas palabras bastarían si mis hombre me habían escuchado la noche anterior. No hacía falta mucho más. Partiríamos hacia el horizonte, y una vez próximos a él viraríamos para dar la vuelta y aproximarnos por el lado este de la isla, Echaríamos el ancha y desembarcaríamos de noche, cuando el caos comenzase. Muchos de los hombres leales del Caudillo tendrían sus dudas para ese entonces y comenzarían a atacar a sus víctimas, las cuales no podrían dormir esa noche por miedo a morir y comenzaría una batalla campal entre ellos. Cuando todos estuviesen debilitados y mermados sería el momento perfecto para colarnos en el interior y cortarle la cabeza a la serpiente.
Tobías Thorn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Llegué al navío justo cuando Kimura nos llamaba a Gusi y a mí a voces. Al llegar a la cubierta con mi precioso cuervo posado en el hombro me acerqué a mi capitán a escuchar que mandaba para hoy, ya que el detalle de la fruta quedó en el olvido.
- Más para mí... - pensé mientras me acercaba al pelirrojo y mordiendo una de las piezas de fruta.
Cuando mi compañero llegó a cubierta pude ver sorprendido el resultado del puñetazo del otro marine. Desde luego yo no quería recibir ninguno, asique tras asentirle con un gesto de cabeza me puse a hacer lo que ordenaba el pelirrojo.
Bajé a la zona de los calabozos a buscar a la preciosa revolucionaria, pero antes pasé por mi camarote. Rebusqué entre mis cosas hasta encontrar una túnica color beige que pensé que podría servirle a la revolucionaria, no es que me importase su desnudez, pero no quería que por eso tuviésemos algún altercado por el camino, asique tras dejar al cuervo en su jaula y coger la ropa me dirigí hacia los calabozos.
No solía pasar mucho tiempo en aquella zona del barco, pero sabía encontrarla. Pasé por sistema de filtrado del agua y me dirigí a las celdas, donde me encontré a la revolucionaria abrazada al inerte Matt. A pesar del espectacular cuerpo de la mujer parecía haber perdido algo de esa gran belleza que emanaba, pero no lograba discernir que era.
- Ponte eso - dije lanzándole la ropa a través de los barrotes. -Vamos a dar un paseo y no quiero "escenitas". ¡Vamos! - apremié a que se diese prisa.
La chica no emitió ningún ruido, pero me echó una mirada furibunda. Ahí fue cuando vi que era lo que fallaba en la joven. Tenía el rostro completamente demacrado. Se notaba que había pasado toda la noche llorando a su hermano y esa luz especial que poseía se había marchado. Sus rasgos ya no eran tan perfectos, ni sus pechos tan firmes, todo en ella había perdido parte de esplendor.
Una vez la joven se vistió le lancé una pareja de grilletes. -Ahora ponte eso en las manos y los pies - dije mientras sacaba una de mis pistolas para darle más énfasis a mis palabras. La joven parecía algo reticente a hacerlo, pero no tenía otra opción dada su situación. - Muy bien, así. Ahora según estás sentada así pasa las piernas por dentro de los brazos para que te queden atrás.
Una vez estuve seguro de que la joven estaba bien maniatada entré con una soga que había por allí atándola a los grilletes mientras yo cogía el otro extremo en corto para dirigirla a cubierta de nuevo. La postré ante el capitán escuchando atentamente sus palabras. Tocaba movernos.
-No te preocupes capitán, llevo a la fiera en corto - dije dando un tirón de las cuerdas llevando los brazos de la chica a una postura incómoda, además por si acaso volví a sacar una de mis pistolas por si la necesitaba. No iba a dudar en dispararla en una pierna si era necesario.
Cuando bajamos del navío todos juntos no pude sentir melancolía hacia el día anterior, que ya parecía mostrarse mu lejano. No sabía si se debía a tantas tensiones acumuladas, pero parecía que todo había pasado hace un siglo, aunque por otro lado sí que notaba las secuelas recientemente. En todo eso pensaba mientras caminaba de forma automática y cuando me quise dar cuenta ya habíamos llegado a nuestro destino.
Ante nosotros se erguía una gran edificación la cual portaba varias banderas como símbolo de que era una estancia gubernamental. Una ancha escalinata blanca ascendía hasta un portón enorme de bonita madera, mientras que la entrada estaba adornada con varias columnas y dos estatuas aguardando en la entrada. Me hubiese quedado más rato observando aquella gran pieza de la arquitectura, pero algo atravesó mi campo visual directo hacia las banderas.
Un murmullo intenso como una marea hizo darme cuenta de que había varias personas observándonos, aunque más bien a Kimura que estaba arco en mano. -Esto sí que es una buena entrada - pensé mientras observaba las reacciones a mi alrededor ante la escena de la bandera que comenzaba a arder. Había varios indignados, pero por suerte ninguno se mostró hostil directamente. Dudaba que pudiésemos aguantar el envite de tan gran turba.
El capitán gritó al caudillo para que diera la cara mostrando un arrojo admirable. No muchos serían tan valientes de hacer lo que este hombre hacía, y menos por los fines que quería conseguir, aunque otros simplemente dirían que es un loco idealista. Pero yo no era uno de ellos, ese tipo tiene un par.
Cuando el capitán se acercó a por la revolucionaria la empujé hacia él para que pudiera asirla y mostrársela al caudillo que parecía pasar por varios estados de ánimos a la vez, incluso parecía estar tomando distintos tonos de color, pero en todo momento yo mantuve el extremo del cabo agarrado por si acaso. El capitán estaba sembrando perfectamente la semilla de la discordia en la mente del tipo. Seguramente antes de acabar el día rodarían varias cabezas, ya comenzaba a notarse la tensión de la situación entre sus filas, por no hablar de las habladurías que se iban a generar entre los ciudadanos.
Tras su actuación pude ver claramente la señal del pelirrojo y arrastré de nuevo a la joven haciéndola retroceder hasta mi posición para mantenerla a raya. Daba gracias a que la joven no había descansado nada durante la noche, ya que dudaba que hubiese sido tan manejable si no hubiese mantenido aquella lucha tan intensa contra nosotros. El pelirrojo terminó su actuación y nos marchamos tan tranquilos como habíamos venido, o por lo menos en apariencia. A cada paso que dábamos no podía parar de sentir que estaban a punto de atacarnos en cualquier momento, pero por suerte el viaje pasó sin ningún percance reseñable.
Llegamos a la embarcación y el capitán se dispuso a dar órdenes a todos los tripulantes para salir del puerto. Si todo iba como lo habíamos planeado daríamos la vuelta cuando llegásemos a un punto en concreto, para luego volver por otra dirección e intentar llegar en el momento adecuado. Tenía que prepararme concienzudamente antes de volver, pero primero debía de llevar a la prisionera a su sitio. Recorrí de nuevo el trayecto a las celdas y empujé a la revolucionaria tras quitarle el cabo, aunque los grilletes se los dejé puestos por si acaso. No me fiaba de ella ni un pelo, por no hablar de que todavía me dolían las heridas del día anterior.
Una vez comprobé que la chica estaba bien encerrada salí a cubierta respirando el aroma de alta mar. Parecía que ya habíamos avanzado lo suficiente y comenzábamos a poner en marcha nuestra estrategia. Anclamos el navío para esperar a que cayese la noche.
Pasaron las horas mientras aprovechábamos para ultimar todos nuestros quehaceres. Escucharía al capitán si tenía que decir algo sobre algún preparativo y si no me acercaría a ayudar en lo que hiciera falta al resto de tripulantes o a mis compañeros.
Tras terminar los preparativos me fui a mi camarote para prepararme yo mismo y coger un par de cosas. Rebusqué en el baúl que había a los pies de mi cama hasta que encontré lo que buscaba. Agarré algo de munición para mis pistolas y algunos de mis diales. No podía llevarlos todos conmigo, asique me decanté por guardarme el dial de humo negro, el de fuego y un último de rayo. Puesto que íbamos a enfrentarnos a unos tipos duros todo me parecía poco y lamentaba no tener sitio para ninguno más.
Cuando salí la noche ya estaba cayendo y el navío acercándose a la isla de nuevo, pero esta vez por la cara este. Según avanzaban los minutos el trozo de tierra se hacía más grande y la adrenalina comenzaba a recorrer cada centímetro de mi ser. Me acerqué buscando la cercanía de mis compañeros, puesto que necesitaría apoyarme en ellos en los momentos más difíciles.
- Más para mí... - pensé mientras me acercaba al pelirrojo y mordiendo una de las piezas de fruta.
Cuando mi compañero llegó a cubierta pude ver sorprendido el resultado del puñetazo del otro marine. Desde luego yo no quería recibir ninguno, asique tras asentirle con un gesto de cabeza me puse a hacer lo que ordenaba el pelirrojo.
Bajé a la zona de los calabozos a buscar a la preciosa revolucionaria, pero antes pasé por mi camarote. Rebusqué entre mis cosas hasta encontrar una túnica color beige que pensé que podría servirle a la revolucionaria, no es que me importase su desnudez, pero no quería que por eso tuviésemos algún altercado por el camino, asique tras dejar al cuervo en su jaula y coger la ropa me dirigí hacia los calabozos.
No solía pasar mucho tiempo en aquella zona del barco, pero sabía encontrarla. Pasé por sistema de filtrado del agua y me dirigí a las celdas, donde me encontré a la revolucionaria abrazada al inerte Matt. A pesar del espectacular cuerpo de la mujer parecía haber perdido algo de esa gran belleza que emanaba, pero no lograba discernir que era.
- Ponte eso - dije lanzándole la ropa a través de los barrotes. -Vamos a dar un paseo y no quiero "escenitas". ¡Vamos! - apremié a que se diese prisa.
La chica no emitió ningún ruido, pero me echó una mirada furibunda. Ahí fue cuando vi que era lo que fallaba en la joven. Tenía el rostro completamente demacrado. Se notaba que había pasado toda la noche llorando a su hermano y esa luz especial que poseía se había marchado. Sus rasgos ya no eran tan perfectos, ni sus pechos tan firmes, todo en ella había perdido parte de esplendor.
Una vez la joven se vistió le lancé una pareja de grilletes. -Ahora ponte eso en las manos y los pies - dije mientras sacaba una de mis pistolas para darle más énfasis a mis palabras. La joven parecía algo reticente a hacerlo, pero no tenía otra opción dada su situación. - Muy bien, así. Ahora según estás sentada así pasa las piernas por dentro de los brazos para que te queden atrás.
Una vez estuve seguro de que la joven estaba bien maniatada entré con una soga que había por allí atándola a los grilletes mientras yo cogía el otro extremo en corto para dirigirla a cubierta de nuevo. La postré ante el capitán escuchando atentamente sus palabras. Tocaba movernos.
-No te preocupes capitán, llevo a la fiera en corto - dije dando un tirón de las cuerdas llevando los brazos de la chica a una postura incómoda, además por si acaso volví a sacar una de mis pistolas por si la necesitaba. No iba a dudar en dispararla en una pierna si era necesario.
Cuando bajamos del navío todos juntos no pude sentir melancolía hacia el día anterior, que ya parecía mostrarse mu lejano. No sabía si se debía a tantas tensiones acumuladas, pero parecía que todo había pasado hace un siglo, aunque por otro lado sí que notaba las secuelas recientemente. En todo eso pensaba mientras caminaba de forma automática y cuando me quise dar cuenta ya habíamos llegado a nuestro destino.
Ante nosotros se erguía una gran edificación la cual portaba varias banderas como símbolo de que era una estancia gubernamental. Una ancha escalinata blanca ascendía hasta un portón enorme de bonita madera, mientras que la entrada estaba adornada con varias columnas y dos estatuas aguardando en la entrada. Me hubiese quedado más rato observando aquella gran pieza de la arquitectura, pero algo atravesó mi campo visual directo hacia las banderas.
Un murmullo intenso como una marea hizo darme cuenta de que había varias personas observándonos, aunque más bien a Kimura que estaba arco en mano. -Esto sí que es una buena entrada - pensé mientras observaba las reacciones a mi alrededor ante la escena de la bandera que comenzaba a arder. Había varios indignados, pero por suerte ninguno se mostró hostil directamente. Dudaba que pudiésemos aguantar el envite de tan gran turba.
El capitán gritó al caudillo para que diera la cara mostrando un arrojo admirable. No muchos serían tan valientes de hacer lo que este hombre hacía, y menos por los fines que quería conseguir, aunque otros simplemente dirían que es un loco idealista. Pero yo no era uno de ellos, ese tipo tiene un par.
Cuando el capitán se acercó a por la revolucionaria la empujé hacia él para que pudiera asirla y mostrársela al caudillo que parecía pasar por varios estados de ánimos a la vez, incluso parecía estar tomando distintos tonos de color, pero en todo momento yo mantuve el extremo del cabo agarrado por si acaso. El capitán estaba sembrando perfectamente la semilla de la discordia en la mente del tipo. Seguramente antes de acabar el día rodarían varias cabezas, ya comenzaba a notarse la tensión de la situación entre sus filas, por no hablar de las habladurías que se iban a generar entre los ciudadanos.
Tras su actuación pude ver claramente la señal del pelirrojo y arrastré de nuevo a la joven haciéndola retroceder hasta mi posición para mantenerla a raya. Daba gracias a que la joven no había descansado nada durante la noche, ya que dudaba que hubiese sido tan manejable si no hubiese mantenido aquella lucha tan intensa contra nosotros. El pelirrojo terminó su actuación y nos marchamos tan tranquilos como habíamos venido, o por lo menos en apariencia. A cada paso que dábamos no podía parar de sentir que estaban a punto de atacarnos en cualquier momento, pero por suerte el viaje pasó sin ningún percance reseñable.
Llegamos a la embarcación y el capitán se dispuso a dar órdenes a todos los tripulantes para salir del puerto. Si todo iba como lo habíamos planeado daríamos la vuelta cuando llegásemos a un punto en concreto, para luego volver por otra dirección e intentar llegar en el momento adecuado. Tenía que prepararme concienzudamente antes de volver, pero primero debía de llevar a la prisionera a su sitio. Recorrí de nuevo el trayecto a las celdas y empujé a la revolucionaria tras quitarle el cabo, aunque los grilletes se los dejé puestos por si acaso. No me fiaba de ella ni un pelo, por no hablar de que todavía me dolían las heridas del día anterior.
Una vez comprobé que la chica estaba bien encerrada salí a cubierta respirando el aroma de alta mar. Parecía que ya habíamos avanzado lo suficiente y comenzábamos a poner en marcha nuestra estrategia. Anclamos el navío para esperar a que cayese la noche.
Pasaron las horas mientras aprovechábamos para ultimar todos nuestros quehaceres. Escucharía al capitán si tenía que decir algo sobre algún preparativo y si no me acercaría a ayudar en lo que hiciera falta al resto de tripulantes o a mis compañeros.
Tras terminar los preparativos me fui a mi camarote para prepararme yo mismo y coger un par de cosas. Rebusqué en el baúl que había a los pies de mi cama hasta que encontré lo que buscaba. Agarré algo de munición para mis pistolas y algunos de mis diales. No podía llevarlos todos conmigo, asique me decanté por guardarme el dial de humo negro, el de fuego y un último de rayo. Puesto que íbamos a enfrentarnos a unos tipos duros todo me parecía poco y lamentaba no tener sitio para ninguno más.
Cuando salí la noche ya estaba cayendo y el navío acercándose a la isla de nuevo, pero esta vez por la cara este. Según avanzaban los minutos el trozo de tierra se hacía más grande y la adrenalina comenzaba a recorrer cada centímetro de mi ser. Me acerqué buscando la cercanía de mis compañeros, puesto que necesitaría apoyarme en ellos en los momentos más difíciles.
Gusi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Antes de salir a cubierta, Gusi paso por la cocina para saborear una de las suculentas frutas que había comprado Tobías para el desayuno. Cogió una manzana roja que destacaba en la bolsa y fue devorándola mordisco a mordisco hasta llegar a la cubierta. Al llegar se colocó delante de Kimura, como había hecho la noche anterior y se ocultó la mitad de la manzana para no molestar de nuevo al Capitán. No quería recibir de nuevo otro puñetazo como el de ayer. A los pocos segundos llego Tobías y Kimura le ordeno volver a por la revolucionaria. El marine esperaba que ha Tobías no se le fuera la olla y la matara antes de llegar a cubierta. Sin duda su compañero tenía tal odio a los revolucionarios que podía llegar a dar miedo. Pero el miedo se mostró un poco en el rostro de Gusi al comprobar que se quedaba solo con Kimura. Algo dentro de su cabeza le decía: "Corre antes de que te mate", pero entonces Kimura se puso a hablar y una pizca de arrepentimiento se notaba en su voz. De repente los pensamientos impropios de Gusi se calmaron y miraron con algo de tristeza al Capitán. Sabía con certeza que la había cagado y que había puesto a sus nakamas en peligro, incluso algo dentro de él sabía que se merecía ese puñetazo. Pero ahora mismo lo que más le dolía era ver a su Capitán dolido por sus actos de los cuales se arrepentía profundamente.
- Capitán, no se preocupe por lo de ayer. Sé que mis actos no fueron los correctos y pusieron en peligro las vidas de mis nakamas. No quise desobedecer sus órdenes, simplemente actué de una forma que complico demasiado la situación. Sabes que siempre le seré fiel, y siempre protegeré a mis nakamas con mi vida si lo necesitasen. Por otra parte, no se preocupe por sus métodos. - dijo el marine señalándose la marca de su rostro. - Mi madre me pegaba más fuerte con la chancla, y mira, aún sigo vivo.- Vaya comentaría absurdo acaba de soltar, pero quería liberar tensión entre su superior y él. El cual por extraño que pareciera le respetaba aún más después del puñetazo. Aunque en el fondo esperaba que Tobías también la cagara y le diera un buen sopapo de haki.
Después de aquello Tobías apareció en cubierta con la revolucionaria esposada. Gusi se sacó la manzana y se la enseño a la mujer, la cual parecía más mayor y triste que la noche anterior. Sin duda habríamos vencido a esa preciosidad, pero estábamos acabando con ella, hasta el punto que no parecía ni la misma. Gusi no decidió darle importancia a la arrogancia de la joven y se terminó la manzana, pues hasta él había tenido días malos.
Según iban caminando por las calles en fila india, como si fueran alumnos un colegio, la mirada de los curiosos los invadía. Gusi iba haciendo el tonto como de costumbre: a las jóvenes las guiñaba un ojo, a los niños les sacaba la lengua para que rieran y los hombres los miraba con superioridad y poder. Pero una vez llegaron al ayuntamiento, la actitud del marine cambio por completo. Adquirió una actitud sería y alerta, en busca de cualquier amenaza que pudiera poner en peligro a sus compañeros. Contaba a todos los posibles enemigos que había ocultos bajo las sombras, y los observaba casi simultáneamente mientras Kimura daba un espectáculo pirotécnico. Aunque no sé si se podría llamar así a quemar una bandera. En ese momento apareció el Caudillo asomándose por el balcón. Aquello parecía una obra de teatro y parecía que Kimura iba a pedir la mano del Caudillo, pero la trama era otra, por desgracia.
Después de aquello Kimura se puso a debatir con el caudillo, el cual no dijo ni una palabra, solo parecía sorprenderse con algunas menciones de Kimura. Mientras tanto Gusi, tenía la mano apoyada en el mango de su escopeta, observando cualquier ataque sospechoso. Pero parecía que las palabras de Kimura desconcertaron tanto a los enemigos que estos no hicieron nada. Sin duda Gusi era un mentiroso prodigio, pero Kimura había conseguido crear la semilla de la desconfianza en el bando enemigo. Ahora solo quedaba esperar que se mataran entre ellos y los hiciera el trabajo sucio. Aunque algo dentro del marine sospechaba que el caudillo era capaz de matar a todos sus compañeros sin pestañear.
Cuando se marchaban del lugar, el marine seguía alerta en busca de algún ataque por la espalda. Pero en el caso de que lo hicieran, las balas atravesarían a Tobías, haciendo que la revolucionara muriera y dándole tiempo de sobra a activar su armadura para proteger al Capitán, pero allí no pasó nada. Les dejaron irse sin reprimendas. De camino al barco, Gusi no puedo evitar acercarse a Tobías y darle unos golpecitos con el codo.- Que callado te tenías lo del jacuzzi, cabroncete.- a lo que su compañero puso una cara extrañada sin saber de qué hablaba, o eso pensó Gusi.
Al llegar al barco Kimura se encargó de los preparativos para zarpar, mientras Tobías se dirigió a dejar a la presa en las celdas. Gusi por otra parte fue a las cocinas a preparar la comida. La verdad que no sabía cocinar nada, así que hizo unos sándwich de carne de cangrejo con mayonesa y lechuga para todos. No era un alimento que te llenara, pero para picar estaba bien. Cogió un plato (de plástico) con uno de los sándwich y una botella de agua y se dirigió a las celdas para dar algo de comer a la joven.
Nada más bajar observó como la joven seguía abrazando el cuerpo de su compañero, parecía que le quería un montón. El marine introdujo el plato y la botella dentro de la celda y se lo arrojo lo más cerca de ella.-Deberías comer algo sino quieres acabar como él.- la joven alzó la vista mirándole con odio, a lo que Gusi la respondió con una cara de sorpresa y enfado.- Que sepas que he escupido en tu comida.- dijo mientras se marchaba y la sacaba el dedo índice de la mano. Estaba claro que no la había escupido, pero la falta de modales de la joven le cabreaba demasiado. Así pues decidió ir a darse otro suculento baño en el jacuzzi para relajarse, pero esta vez se percató en el cartel que había en la puerta. ¿Sistema de Filtrado de Agua? El marine se quedó extrañado y miro de un lado a otro del pasillo en busca de la sala de SPA. Después de unos minutos de tensión entró en aquella habitación y sus ojos vieron aquel lugar de una manera totalmente diferente a la de la primera vez. Aquel lugar olía que apestaba, se acercó al enorme tanque y se quedó mirando con el rostro pálido los numerosos excrementos que asomaban su cabecita por encima del agua. De repente el rostro de Gusi fue cogiendo un color morado y se puso a vomitar el sabroso manjar que había preparado escasos minutos, por todos lados. Salió medio muerto del lugar y entonces comprendió por que le perseguía ese desagradable olor todo el día. Se dirigió a las duchas y se metió dentro de una con ropa y todo. No sabría deciros cuando tiempo estuvo debajo del agua frotándose con una pastilla de jabón, como si de una mujer violada se tratara. Pero deciros que la noche cayó y el barco se dirigía a la isla era suficiente.
- Capitán, no se preocupe por lo de ayer. Sé que mis actos no fueron los correctos y pusieron en peligro las vidas de mis nakamas. No quise desobedecer sus órdenes, simplemente actué de una forma que complico demasiado la situación. Sabes que siempre le seré fiel, y siempre protegeré a mis nakamas con mi vida si lo necesitasen. Por otra parte, no se preocupe por sus métodos. - dijo el marine señalándose la marca de su rostro. - Mi madre me pegaba más fuerte con la chancla, y mira, aún sigo vivo.- Vaya comentaría absurdo acaba de soltar, pero quería liberar tensión entre su superior y él. El cual por extraño que pareciera le respetaba aún más después del puñetazo. Aunque en el fondo esperaba que Tobías también la cagara y le diera un buen sopapo de haki.
Después de aquello Tobías apareció en cubierta con la revolucionaria esposada. Gusi se sacó la manzana y se la enseño a la mujer, la cual parecía más mayor y triste que la noche anterior. Sin duda habríamos vencido a esa preciosidad, pero estábamos acabando con ella, hasta el punto que no parecía ni la misma. Gusi no decidió darle importancia a la arrogancia de la joven y se terminó la manzana, pues hasta él había tenido días malos.
Según iban caminando por las calles en fila india, como si fueran alumnos un colegio, la mirada de los curiosos los invadía. Gusi iba haciendo el tonto como de costumbre: a las jóvenes las guiñaba un ojo, a los niños les sacaba la lengua para que rieran y los hombres los miraba con superioridad y poder. Pero una vez llegaron al ayuntamiento, la actitud del marine cambio por completo. Adquirió una actitud sería y alerta, en busca de cualquier amenaza que pudiera poner en peligro a sus compañeros. Contaba a todos los posibles enemigos que había ocultos bajo las sombras, y los observaba casi simultáneamente mientras Kimura daba un espectáculo pirotécnico. Aunque no sé si se podría llamar así a quemar una bandera. En ese momento apareció el Caudillo asomándose por el balcón. Aquello parecía una obra de teatro y parecía que Kimura iba a pedir la mano del Caudillo, pero la trama era otra, por desgracia.
Después de aquello Kimura se puso a debatir con el caudillo, el cual no dijo ni una palabra, solo parecía sorprenderse con algunas menciones de Kimura. Mientras tanto Gusi, tenía la mano apoyada en el mango de su escopeta, observando cualquier ataque sospechoso. Pero parecía que las palabras de Kimura desconcertaron tanto a los enemigos que estos no hicieron nada. Sin duda Gusi era un mentiroso prodigio, pero Kimura había conseguido crear la semilla de la desconfianza en el bando enemigo. Ahora solo quedaba esperar que se mataran entre ellos y los hiciera el trabajo sucio. Aunque algo dentro del marine sospechaba que el caudillo era capaz de matar a todos sus compañeros sin pestañear.
Cuando se marchaban del lugar, el marine seguía alerta en busca de algún ataque por la espalda. Pero en el caso de que lo hicieran, las balas atravesarían a Tobías, haciendo que la revolucionara muriera y dándole tiempo de sobra a activar su armadura para proteger al Capitán, pero allí no pasó nada. Les dejaron irse sin reprimendas. De camino al barco, Gusi no puedo evitar acercarse a Tobías y darle unos golpecitos con el codo.- Que callado te tenías lo del jacuzzi, cabroncete.- a lo que su compañero puso una cara extrañada sin saber de qué hablaba, o eso pensó Gusi.
Al llegar al barco Kimura se encargó de los preparativos para zarpar, mientras Tobías se dirigió a dejar a la presa en las celdas. Gusi por otra parte fue a las cocinas a preparar la comida. La verdad que no sabía cocinar nada, así que hizo unos sándwich de carne de cangrejo con mayonesa y lechuga para todos. No era un alimento que te llenara, pero para picar estaba bien. Cogió un plato (de plástico) con uno de los sándwich y una botella de agua y se dirigió a las celdas para dar algo de comer a la joven.
Nada más bajar observó como la joven seguía abrazando el cuerpo de su compañero, parecía que le quería un montón. El marine introdujo el plato y la botella dentro de la celda y se lo arrojo lo más cerca de ella.-Deberías comer algo sino quieres acabar como él.- la joven alzó la vista mirándole con odio, a lo que Gusi la respondió con una cara de sorpresa y enfado.- Que sepas que he escupido en tu comida.- dijo mientras se marchaba y la sacaba el dedo índice de la mano. Estaba claro que no la había escupido, pero la falta de modales de la joven le cabreaba demasiado. Así pues decidió ir a darse otro suculento baño en el jacuzzi para relajarse, pero esta vez se percató en el cartel que había en la puerta. ¿Sistema de Filtrado de Agua? El marine se quedó extrañado y miro de un lado a otro del pasillo en busca de la sala de SPA. Después de unos minutos de tensión entró en aquella habitación y sus ojos vieron aquel lugar de una manera totalmente diferente a la de la primera vez. Aquel lugar olía que apestaba, se acercó al enorme tanque y se quedó mirando con el rostro pálido los numerosos excrementos que asomaban su cabecita por encima del agua. De repente el rostro de Gusi fue cogiendo un color morado y se puso a vomitar el sabroso manjar que había preparado escasos minutos, por todos lados. Salió medio muerto del lugar y entonces comprendió por que le perseguía ese desagradable olor todo el día. Se dirigió a las duchas y se metió dentro de una con ropa y todo. No sabría deciros cuando tiempo estuvo debajo del agua frotándose con una pastilla de jabón, como si de una mujer violada se tratara. Pero deciros que la noche cayó y el barco se dirigía a la isla era suficiente.
Nocturne93
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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La noche llegaba mientras el barco se mantenía en el horizonte con el velamen recogido. A esta distancia, desde la isla solo se apreciarían los mástiles, y debido a la distancia serían tan pequeños que no habría ojo capaz de vislumbrarlo, En nuestro caso tan solo desde el punto más alto del palo mayor se podía lograr observar la isla. Y allí arriba estaba yo, con un catalejo, observando aquél lugar. Se comenzó a observar un pequeño fulgor desde el interior de la ciudad. Justo como pensaba, había surtido efecto, quizá con mejores resultados de los que me esperaba. No venían a por nosotros y estaban matándose entre ellos. Cuando llegásemos tan solo quedarían pocos supervivientes y el caudillo. Y contando con que no lograsen matarle.
Comencé a descender de allí, me aferré a un cabo y me deslicé hacia abajo, llegando rápidamente a cubierta, no había nadie, cada uno estaría con sus cosas. Decidí hacerle una última visita de cortesía a nuestra prisionera. Digo la última por que no llegaría viva a la isla. Era un riesgo demasiado fuerte a correr por más que aparentase haber renunciado a la vida. Una vida en prisión sería un gran castigo... No obstante sentía que esa mujer ya estaba bastante atormentada por lo que había ocurrido con Matt. A mi parecer ya ha sufrido bastante.
Llegué a la bodega donde estaban los calabozos, una vez allí pude ver que había un plato con un sandwitch todavía sin tocar. No sabía quién pero le habían bajado una comida. No es gran cosa, pero por lo menos algo es. La mujer tenía los ojos inundados en lágrimas y no apartaba la mirada del cuerpo de su hermano. Abrí la celda y me quedé frente a ella, con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared. Tras estar minuto y medio así y ver que ni siquiera se dignaba a mover la cabeza o los ojos comencé a hablarle.
-No es algo por lo que quisiera pasar. Y creeme cuando te digo, que no fue mi intención hacerte pasar por esto, pero no hubo más remedio... El amor hacia un ser querido, alguien con quien compartes tu sangre... Eso es algo inigualable. No quiero ni pensar la agonía que debes estar sintiendo. Si te sirve de consuelo, esto es algo que no le deseo ni al peor de mis enemigos.
La mujer no reaccionó. Tan solo su cara se vio más inundada de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas hasta acabar cayendo al pecho de Matt. Ella mientras le acariciaba la cabeza, sin decir nada, sin mirar hacia ninguna otra parte. Tal vez incluso sin siquiera escuchar lo que le estaba diciendo. Aun así continué hasta que marché de allí.
-No existe escusa que pueda negar un dolor así. Lo único que podré hacer, será detener esa agonía...
-Adelante -dijo casi sin voz-. No me importa. Quiero estar con él.
Esas palabras me dijeron justamente lo que quería saber. Pero no quería ser yo quien lo hiciera. Tal vez sería muy blando, en mi ella no vería un enemigo real, aunque haya sido quien asesinase a su hermano. Además tampoco quería matarla, no me sentía capaz, por más que hubiera que hacerlo. Quien acabara con si vida debía de ser otro, alguien a quien ella podría ver como un verdadero enemigo, alguien que les desprecie por encima de todo.
-Lo comprendo.
Una persona vive por una causa, y muchos de ellos mueren por la misma. Cuando llega el final y te ves cara a cara con la propia muerte, apuesto a que todo el mundo se hace la misma pregunta. ¿Habré tomado el camino correcto? Si deseas torturar al enemigo, no hay más que hacerle ver que su vida no ha servido de nada a su causa, que ha muerto en vano, que ha luchado contra fantasmas durante toda su vida. Pero si por el contrario respetas a tu rival, o crees que ya ha sufrido lo suficiente, lo mejor es que mueran en paz, pensando que han tomado el camino correcto hasta el final, demostrándoles que sus vidas no se han perdido en vano y que la causa que le ha llevado a la muerte es la más justa, aquella que sigue con sus principios.
Nadie era mejor para este cometido que Tobías, su desprecio por la revolución creo que está bastante claro. Por otra parte, no se si sería capaz de ejecutar a un prisionero que no es capaz de defenderse, por ello mismo antes de nada debería consultarlo con él directamente. No le obligaría a hacer nada que no le hiciera sentir traicionar a sus principios. Los cuales no desconozco, pero no los sé a la perfección.
Salí de allí sin decirle una palabra más y volví a cubierta. Gusi estaba por allí, parecía tener mala cara, como si hubiera vomitado o se sintiese avergonzado por algo. O tal vez ambas... Lo cierto es que no tengo ni idea. Le alcé la mano para llamarle. Había que moverse, era el momento de hacerlo.
-Gusi, despliega el velamen, volvemos a la isla.
Eché una mano, mientras él se subía al palo mayor yo subí por el trinquete e hice lo mismo. Habría pedido ayuda a Tobías, pero no lo veía por ahí fuera, y ya pensaba cargarle con una tarea más pesada, de modo que no me esforcé lo más mínimo en buscarle. Desplegué la vela de trinquete y el juanete de proa y descendí. Al poco volví a encontrarme con Gusi que ya había terminado también, y al momento llegó Tobías, tal vez al notar el movimiento del barco.
-Chicos. Todo parece indicar que el plan ha salido a la perfección. Se podía ver lo que parecía ser fuego. No puedo afirmarlo, pues estamos muy lejos, pero un resplandor así en mitad de la noche no puede significar muchas cosas. Si estoy en lo cierto quiere decir que ha cundido el caos, están aniquilándose entre ellos y mermando sus fuerzas. Cuando lleguemos tan solo quedarán soldados heridos y agotados. Ante todo no debemos olvidar que son soldados de la guardia de la ciudad, nuestro único objetivo es el Caudillo. Cuando veamos alguno le daremos la opción de rendirse y dejarnos pasar, si no opone resistencia es que se opone a su líder, y por lo tanto estaba siendo presionado u obligado a obedecer. Tratemos de dejar cuantas más vidas posibles. Pues solo nos interesa hacernos con una cabeza... Cuando lleguemos a él lo daremos todo en el primer golpe. Gusi, irás en primera línea con tu armadura y tratarás de inmovilizarlo. Tobías, desde la retaguardia deberás tratar de inutilizar sus piernas, yo me acercaré a él por su flanco derecho para que tú le ataques por el izquierdo. Entonces le asestaré el golpe final y podremos marcharnos con un trabajo bien hecho y sin sufrir bajas.
Me quedé aguardando las reacciones de mis camaradas, después de eso agaché un poco la cabeza. No quería cargarle ese muerto a Tobías, pero sentía que era necesario hacerlo de este modo. Al fin y al cabo, esa mujer ya había sufrido lo suficiente a mi juício. No puedo ni pensar en cómo se debería estar sintiendo, tan cerca del cuerpo inerte de Matt, su hermano.
-Pero antes de todo... La mujer debe morir. Es un peligro mayor dejarla con vida, y ahora está realmente vulnerable. Desconocemos de lo que es capaz, y mantenerla con vida tan solo nos traerá problemas si resulta que sus aliados ganan la batalla y derrotan al Caudillo... Tobías. ¿Serías capaz de hacerlo?
No estaba bien especificada la tarea, pero creo que era bastante obvia. Si él no sería capaz de hacerlo, y si Gusi no mostraba su interés por hacerlo, lo haría yo mismo sin lugar a dudas. Todo estaba a punto de solucionarse, y no pensaba cometer ningún error más. Ya habíamos sufrido bastante hasta ahora, la cosa se había complicado lo suficiente e inevitablemente tuvimos que obligarles a luchar entre ellos. Con lo cual muchas vidas inocentes se perderían esa noche. No obstante, nunca se puede ganar sin antes haber perdido.
Comencé a descender de allí, me aferré a un cabo y me deslicé hacia abajo, llegando rápidamente a cubierta, no había nadie, cada uno estaría con sus cosas. Decidí hacerle una última visita de cortesía a nuestra prisionera. Digo la última por que no llegaría viva a la isla. Era un riesgo demasiado fuerte a correr por más que aparentase haber renunciado a la vida. Una vida en prisión sería un gran castigo... No obstante sentía que esa mujer ya estaba bastante atormentada por lo que había ocurrido con Matt. A mi parecer ya ha sufrido bastante.
Llegué a la bodega donde estaban los calabozos, una vez allí pude ver que había un plato con un sandwitch todavía sin tocar. No sabía quién pero le habían bajado una comida. No es gran cosa, pero por lo menos algo es. La mujer tenía los ojos inundados en lágrimas y no apartaba la mirada del cuerpo de su hermano. Abrí la celda y me quedé frente a ella, con los brazos cruzados y la espalda apoyada en la pared. Tras estar minuto y medio así y ver que ni siquiera se dignaba a mover la cabeza o los ojos comencé a hablarle.
-No es algo por lo que quisiera pasar. Y creeme cuando te digo, que no fue mi intención hacerte pasar por esto, pero no hubo más remedio... El amor hacia un ser querido, alguien con quien compartes tu sangre... Eso es algo inigualable. No quiero ni pensar la agonía que debes estar sintiendo. Si te sirve de consuelo, esto es algo que no le deseo ni al peor de mis enemigos.
La mujer no reaccionó. Tan solo su cara se vio más inundada de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas hasta acabar cayendo al pecho de Matt. Ella mientras le acariciaba la cabeza, sin decir nada, sin mirar hacia ninguna otra parte. Tal vez incluso sin siquiera escuchar lo que le estaba diciendo. Aun así continué hasta que marché de allí.
-No existe escusa que pueda negar un dolor así. Lo único que podré hacer, será detener esa agonía...
-Adelante -dijo casi sin voz-. No me importa. Quiero estar con él.
Esas palabras me dijeron justamente lo que quería saber. Pero no quería ser yo quien lo hiciera. Tal vez sería muy blando, en mi ella no vería un enemigo real, aunque haya sido quien asesinase a su hermano. Además tampoco quería matarla, no me sentía capaz, por más que hubiera que hacerlo. Quien acabara con si vida debía de ser otro, alguien a quien ella podría ver como un verdadero enemigo, alguien que les desprecie por encima de todo.
-Lo comprendo.
Una persona vive por una causa, y muchos de ellos mueren por la misma. Cuando llega el final y te ves cara a cara con la propia muerte, apuesto a que todo el mundo se hace la misma pregunta. ¿Habré tomado el camino correcto? Si deseas torturar al enemigo, no hay más que hacerle ver que su vida no ha servido de nada a su causa, que ha muerto en vano, que ha luchado contra fantasmas durante toda su vida. Pero si por el contrario respetas a tu rival, o crees que ya ha sufrido lo suficiente, lo mejor es que mueran en paz, pensando que han tomado el camino correcto hasta el final, demostrándoles que sus vidas no se han perdido en vano y que la causa que le ha llevado a la muerte es la más justa, aquella que sigue con sus principios.
Nadie era mejor para este cometido que Tobías, su desprecio por la revolución creo que está bastante claro. Por otra parte, no se si sería capaz de ejecutar a un prisionero que no es capaz de defenderse, por ello mismo antes de nada debería consultarlo con él directamente. No le obligaría a hacer nada que no le hiciera sentir traicionar a sus principios. Los cuales no desconozco, pero no los sé a la perfección.
Salí de allí sin decirle una palabra más y volví a cubierta. Gusi estaba por allí, parecía tener mala cara, como si hubiera vomitado o se sintiese avergonzado por algo. O tal vez ambas... Lo cierto es que no tengo ni idea. Le alcé la mano para llamarle. Había que moverse, era el momento de hacerlo.
-Gusi, despliega el velamen, volvemos a la isla.
Eché una mano, mientras él se subía al palo mayor yo subí por el trinquete e hice lo mismo. Habría pedido ayuda a Tobías, pero no lo veía por ahí fuera, y ya pensaba cargarle con una tarea más pesada, de modo que no me esforcé lo más mínimo en buscarle. Desplegué la vela de trinquete y el juanete de proa y descendí. Al poco volví a encontrarme con Gusi que ya había terminado también, y al momento llegó Tobías, tal vez al notar el movimiento del barco.
-Chicos. Todo parece indicar que el plan ha salido a la perfección. Se podía ver lo que parecía ser fuego. No puedo afirmarlo, pues estamos muy lejos, pero un resplandor así en mitad de la noche no puede significar muchas cosas. Si estoy en lo cierto quiere decir que ha cundido el caos, están aniquilándose entre ellos y mermando sus fuerzas. Cuando lleguemos tan solo quedarán soldados heridos y agotados. Ante todo no debemos olvidar que son soldados de la guardia de la ciudad, nuestro único objetivo es el Caudillo. Cuando veamos alguno le daremos la opción de rendirse y dejarnos pasar, si no opone resistencia es que se opone a su líder, y por lo tanto estaba siendo presionado u obligado a obedecer. Tratemos de dejar cuantas más vidas posibles. Pues solo nos interesa hacernos con una cabeza... Cuando lleguemos a él lo daremos todo en el primer golpe. Gusi, irás en primera línea con tu armadura y tratarás de inmovilizarlo. Tobías, desde la retaguardia deberás tratar de inutilizar sus piernas, yo me acercaré a él por su flanco derecho para que tú le ataques por el izquierdo. Entonces le asestaré el golpe final y podremos marcharnos con un trabajo bien hecho y sin sufrir bajas.
Me quedé aguardando las reacciones de mis camaradas, después de eso agaché un poco la cabeza. No quería cargarle ese muerto a Tobías, pero sentía que era necesario hacerlo de este modo. Al fin y al cabo, esa mujer ya había sufrido lo suficiente a mi juício. No puedo ni pensar en cómo se debería estar sintiendo, tan cerca del cuerpo inerte de Matt, su hermano.
-Pero antes de todo... La mujer debe morir. Es un peligro mayor dejarla con vida, y ahora está realmente vulnerable. Desconocemos de lo que es capaz, y mantenerla con vida tan solo nos traerá problemas si resulta que sus aliados ganan la batalla y derrotan al Caudillo... Tobías. ¿Serías capaz de hacerlo?
No estaba bien especificada la tarea, pero creo que era bastante obvia. Si él no sería capaz de hacerlo, y si Gusi no mostraba su interés por hacerlo, lo haría yo mismo sin lugar a dudas. Todo estaba a punto de solucionarse, y no pensaba cometer ningún error más. Ya habíamos sufrido bastante hasta ahora, la cosa se había complicado lo suficiente e inevitablemente tuvimos que obligarles a luchar entre ellos. Con lo cual muchas vidas inocentes se perderían esa noche. No obstante, nunca se puede ganar sin antes haber perdido.
Tobías Thorn
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Nada más noté que la embarcación se movía, dejé lo que estaba haciendo y salí a cubierta justo para reunirme con mi capitán y Gusi justo para escuchar sus palabras.
- No te preocupes capi, le destrozaré las rodillas si es necesario - contesté seriamente mientras daba unos toquecitos en mis pistolas.
Parecía que el pelirrojo tenía razón sobre la situación en la base del caudillo, ya que según avanzábamos en el amparo de la noche podían vislumbrarse varios focos de luz. Se notaba que la revuelta avanzaba dándonos ventaja. Todo parecía ir bien, era motivo para estar contento, pero aún así notaba a Kimura algo agobiado. Tenía que ser algo importante si el marine estaba así, aunque no tardé demasiado en averiguarlo.
- Está bien, déjamelo a mi - fue lo único que pude responder.
Se me ocurrían varias cosas que alegar, unas cuantas serían para rebatir las palabras de mi capitán, pero otras muchas que cruzaban mi cabeza apoyaban su idea. Era un dilema moral bastante importante, aunque en parte sentía que era mi deber. Estaba en el gobierno para acabar con toda la escoria que ensucia los mares, y me daba igual que su nombre fuese el Caudillo o cualquier otro, además por mi cabeza también rondaba la sensación de que quizás fuese una prueba de actitud que mi capitán me estaba imponiendo. No hacía tanto rato desde que había sufrido una insubordinación por parte de Gusi, y quizás quería comprobar hasta donde estaba dispuesto a serle fiel. Iba a demostrarle que era un miembro fiel a los CW y a su causa.
Tras nuestra conversación me dirigí hacia los calabozos de nuevo. Pasé primero por mi camarote a coger una cosa, pero no quería detenerme más. Según avanzaban los segundos que acortaban mi trayecto hacia ese cometido tan especial las dudas me asaltaban. No podía evitar una sensación que conseguía remorderme por dentro al pensar en que tenía que matar a alguien completamente indefenso y a "sangre fría". El problema no era el matar en sí, ya que por mis manos corría la sangre varias personas, ninguna de alguien inocente, aunque sangre al fin y al cabo. Siempre que había matado a alguien había sido en algún combate en el que mi vida también estaba en juego, pero esto era completamente diferente. Me sentía como un matarife con el ganado, asique por eso había pensado en hacerlo de otra manera.
Al llegar a la zona de las celdas pude ver como aún la revolucionaria sollozaba sobre el cadáver de su hermano. Hacia unas horas que la había visto y parecía que para ella hubiesen pasado años. No quedaba casi ningún vestigio de la orgullosa mujer que había conseguido ponernos en un aprieto a todos, ni siquiera de la vulnerabilidad de cuando se hacía la chica sumisa cuando estuve agobiándola. Ahora sólo parecía un cuerpo con sin alma.
- Bueno, creo que ya puedes imaginar para que estoy aquí - comencé en un intento inútil de que me mirase. Seguía como ida mientras acariciaba el cabello de su hermano muerto. Ahora comenzaba a creer que no había sido algo muy sano mentalmente dejarla encerrada con aquel cadáver.
-No se si habrás notado que avanzamos hacia tierra, pero tú no puedes llegar viva. Estaba siendo bastante frío, pero no sabía como decirle su destino de otra manera. Quizás hubiese sido más fácil llegar y disparar, pero había algo que no llegaba a entender que me reprimía a hacerlo.
-No me importa sucio bastardo, habéis arrasado cada ápice de mi ser destruyendo todo lo que más quería. Todos mis años de trabajo, la única familia que me quedaba, incluso el arma de mi difunta madre. Habéis llegado y habéis destruido mi mundo, mi honor... - no pudo seguir hablando más pues se quedó sin voz según avanzaba.
Desde luego había conseguido remover mis sentimientos, habría que ser completamente inhumano para no empatizar con tanto sufrimiento, pero tenía que ser fuerte. Por mi, por mis convicciones e ideales y sobre todo por el bien mayor. No sabía que historia albergaba la vida de la revolucionaria y que la había instado a alistarse a ellos, pero se había equivocado de bando. Seguramente si hubiese usado todo ese corazón en el bando adecuado la cosa hubiese sido de otra manera.
-Tus palabras son desgarradoras y tus convicciones fuertes, pero no supiste elegir bien - respondí mientras sacaba lo que había ido a buscar a mi cuarto. La pistola que había recogido de la taberna que era de esa misma joven que me miraba con furia nada más verla. -Tú destino está sellado, pero te voy a dar una opción alternativa. Yo no querría morir a sangre fría a manos de la persona que más odio y voy a darte la oportunidad de que tú no mueras así tampoco - seguí hablando mientras sacaba el cargador del arma sacándole todas las balas a excepción de una. - Puedes hacer una última tontería y morir lentamente por mi o mis nakamas, o puedes librarte de tu sufrimiento al lado de una de las cosas que más quieres y con otra de tus posesiones importantes. La elección es tuya - terminé mientras arrojaba la pistola dentro de la celda cerca suya.
No había más que hablar ni que hacer allí. Si antes de salir no había escuchado el disparo volvería y acabaría con ella a pesar todo. Creía haber hecho lo correcto dándole una última pizca de dignidad, o por lo menos yo así lo veía. Si llegaba el momento preferiría matarme a que el enemigo que me degollase como un vulgar cerdo en la carnicería. No había terminado de salir de la estancia cuando un tiro resonó el la quietud del calabozo. -Espero que te reúnas con tu hermano.
Al salir a cubierta tras ver el cadáver de la revolucionaria, por si acaso, me di cuenta que había tardado bastante o por lo menos lo suficiente para estar llegando a tierra. Quedaban escasos minutos para desembarcar y me dirigí buscando a mis nakamas. Estaba listo para dejar fluir todo los sentimientos que atenazaban mi corazón ahora mismo.
- No te preocupes capi, le destrozaré las rodillas si es necesario - contesté seriamente mientras daba unos toquecitos en mis pistolas.
Parecía que el pelirrojo tenía razón sobre la situación en la base del caudillo, ya que según avanzábamos en el amparo de la noche podían vislumbrarse varios focos de luz. Se notaba que la revuelta avanzaba dándonos ventaja. Todo parecía ir bien, era motivo para estar contento, pero aún así notaba a Kimura algo agobiado. Tenía que ser algo importante si el marine estaba así, aunque no tardé demasiado en averiguarlo.
- Está bien, déjamelo a mi - fue lo único que pude responder.
Se me ocurrían varias cosas que alegar, unas cuantas serían para rebatir las palabras de mi capitán, pero otras muchas que cruzaban mi cabeza apoyaban su idea. Era un dilema moral bastante importante, aunque en parte sentía que era mi deber. Estaba en el gobierno para acabar con toda la escoria que ensucia los mares, y me daba igual que su nombre fuese el Caudillo o cualquier otro, además por mi cabeza también rondaba la sensación de que quizás fuese una prueba de actitud que mi capitán me estaba imponiendo. No hacía tanto rato desde que había sufrido una insubordinación por parte de Gusi, y quizás quería comprobar hasta donde estaba dispuesto a serle fiel. Iba a demostrarle que era un miembro fiel a los CW y a su causa.
Tras nuestra conversación me dirigí hacia los calabozos de nuevo. Pasé primero por mi camarote a coger una cosa, pero no quería detenerme más. Según avanzaban los segundos que acortaban mi trayecto hacia ese cometido tan especial las dudas me asaltaban. No podía evitar una sensación que conseguía remorderme por dentro al pensar en que tenía que matar a alguien completamente indefenso y a "sangre fría". El problema no era el matar en sí, ya que por mis manos corría la sangre varias personas, ninguna de alguien inocente, aunque sangre al fin y al cabo. Siempre que había matado a alguien había sido en algún combate en el que mi vida también estaba en juego, pero esto era completamente diferente. Me sentía como un matarife con el ganado, asique por eso había pensado en hacerlo de otra manera.
Al llegar a la zona de las celdas pude ver como aún la revolucionaria sollozaba sobre el cadáver de su hermano. Hacia unas horas que la había visto y parecía que para ella hubiesen pasado años. No quedaba casi ningún vestigio de la orgullosa mujer que había conseguido ponernos en un aprieto a todos, ni siquiera de la vulnerabilidad de cuando se hacía la chica sumisa cuando estuve agobiándola. Ahora sólo parecía un cuerpo con sin alma.
- Bueno, creo que ya puedes imaginar para que estoy aquí - comencé en un intento inútil de que me mirase. Seguía como ida mientras acariciaba el cabello de su hermano muerto. Ahora comenzaba a creer que no había sido algo muy sano mentalmente dejarla encerrada con aquel cadáver.
-No se si habrás notado que avanzamos hacia tierra, pero tú no puedes llegar viva. Estaba siendo bastante frío, pero no sabía como decirle su destino de otra manera. Quizás hubiese sido más fácil llegar y disparar, pero había algo que no llegaba a entender que me reprimía a hacerlo.
-No me importa sucio bastardo, habéis arrasado cada ápice de mi ser destruyendo todo lo que más quería. Todos mis años de trabajo, la única familia que me quedaba, incluso el arma de mi difunta madre. Habéis llegado y habéis destruido mi mundo, mi honor... - no pudo seguir hablando más pues se quedó sin voz según avanzaba.
Desde luego había conseguido remover mis sentimientos, habría que ser completamente inhumano para no empatizar con tanto sufrimiento, pero tenía que ser fuerte. Por mi, por mis convicciones e ideales y sobre todo por el bien mayor. No sabía que historia albergaba la vida de la revolucionaria y que la había instado a alistarse a ellos, pero se había equivocado de bando. Seguramente si hubiese usado todo ese corazón en el bando adecuado la cosa hubiese sido de otra manera.
-Tus palabras son desgarradoras y tus convicciones fuertes, pero no supiste elegir bien - respondí mientras sacaba lo que había ido a buscar a mi cuarto. La pistola que había recogido de la taberna que era de esa misma joven que me miraba con furia nada más verla. -Tú destino está sellado, pero te voy a dar una opción alternativa. Yo no querría morir a sangre fría a manos de la persona que más odio y voy a darte la oportunidad de que tú no mueras así tampoco - seguí hablando mientras sacaba el cargador del arma sacándole todas las balas a excepción de una. - Puedes hacer una última tontería y morir lentamente por mi o mis nakamas, o puedes librarte de tu sufrimiento al lado de una de las cosas que más quieres y con otra de tus posesiones importantes. La elección es tuya - terminé mientras arrojaba la pistola dentro de la celda cerca suya.
No había más que hablar ni que hacer allí. Si antes de salir no había escuchado el disparo volvería y acabaría con ella a pesar todo. Creía haber hecho lo correcto dándole una última pizca de dignidad, o por lo menos yo así lo veía. Si llegaba el momento preferiría matarme a que el enemigo que me degollase como un vulgar cerdo en la carnicería. No había terminado de salir de la estancia cuando un tiro resonó el la quietud del calabozo. -Espero que te reúnas con tu hermano.
Al salir a cubierta tras ver el cadáver de la revolucionaria, por si acaso, me di cuenta que había tardado bastante o por lo menos lo suficiente para estar llegando a tierra. Quedaban escasos minutos para desembarcar y me dirigí buscando a mis nakamas. Estaba listo para dejar fluir todo los sentimientos que atenazaban mi corazón ahora mismo.
Gusi
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Gusi terminaba de gastar su décima pastilla de jabón y empezaba a sentir un leve alivio, se sentía un poquito más limpio, pero solo un poquito. Termino de aclararse y se puso ropa limpia y fresca, pero cuando fue a recoger la ropa con la que se había duchado, no puedo evitar salir corriendo a uno de los retretes y ponerse a vomitar hasta quedarse totalmente pálido. Cogió algo de fuerzas al ver que no conseguía vomitar nada más, solo un sándwich, y salió a cubierta para que le diera el aire. Mientras subía hasta cubierta se cruzó con un polizón del barco y le ordeno que se deshiciera de la ropa que había en una de las duchas, especificando reiteradamente que las quemara.
Al salir al exterior se cruzó con Kimura, quien le ordeno que desplegara el velamen. Gusi no tenía el cuerpo para esa tarea, pero con tal de no volver a desobedecer las órdenes de Kimura haría lo que fuera. Se aferró al palo mayor del barco con las manos e impulsándose todo lo que pudo con su poder, fue escalando raudo y veloz hasta llegar a la zona más alta del barco. Una vez estaba en lo más alto, observó la isla a lo lejos y aspiro profundamente el aire fresco sin sentir un ápice maloliente en sus fosas nasales, después camino con soltura por el palo horizontal, mientras liberaba la enorme vela de las cuerdas que lo sujetaban. Nada más caer la última sujeción, un agradable viento puso en movimiento el barco, el cual casi tira a Gusi desde las alturas. El marine dio una última bocanada de aire fresco, sintiéndose muchísimo mejor, y salto al interior de la vela mayor. La enorme vela amortiguo la caída del marine como si fuera un tobogán de esponja mientras se precipitaba a toda velocidad contra la cubierta, pero cuando estaba a pocos metros de destrozarse contra el suelo este activo sus poderes y se posó sutilmente en el suelo de la cubierta mientras observaba como Kimura bajaba del trinquete y su compañero Tobías salía de las profundidades del barco.
Se pusieron todos en posición y Kimura informó de cómo estaba transcurriendo la misión, todo "very good", pero de repente Kimura ordenó a Tobías que liquidara a la revolucionaria. Gusi se quedó tan sorprendido que abrió los ojos como platos y dijo algo como, “Que marrón", acompañado de una palabra mal sonante. No le cabía en su diminuta cabeza como su compañero afeminado, porque claramente tenía más rasgos de chica que de hombre, podría tener la sangre fría para matar a una mujer indefensa y malherida, que sus únicas fuentes de energías era un sándwich de cangrejo que le había preparado un apuesto marine, pero Gusi se quedó muy callado al ver como su compañero se disponía a marchar a su misión. Tenía pensando seguirle y terminar el cometido si él no era capaz, pues a pesar de odiar a los revolucionarios tanto como los odiaba seguía siendo una tarea muy dura para uno de los Wolves. Gusi estuvo apunto de marchar con él, cuando recordó que tenía que pasar por la sala de depuración, esto hizo que una imagen nauseabunda le viniera a la mente, al igual que una arcada que le hizo volver corriendo a cubierta.
El marine estuvo un rato observando cómo se acercaban con tremenda lentitud a la isla, y que poco a poco se veían más luces parpadeantes provenientes de hogueras gigantescas, al igual que se escuchaban el ruido de cañones y gente gritando. Una mala cara se reflejó en el rostro del marine, al pensar en la pobre gente que estaría muriendo por las acciones de los Crisom, así pues decidió aislarse en la habitación que estaba más cerca de cubierta, el despacho de Kimura.
Al entrar un fuerte olor a viejo y a incienso lleno los pulmones de Gusi, sin duda era un lugar agradable y bien ordenado. Los muebles que formaban el lugar eran una serie de estanterías repletas hasta los topes y un escritorio con un sillón bastante cómodo a simple vista. Gusi cogió impulso y salto por encima del escritorio cayendo de culo en el sillón, este produjo un desagradable chasquido con el que se intuía que se había partido, Gusi se movió con cuidado y al notar que este no deformaba su apariencia se incorporó y se puso a leer un informe que había en la mesa del jefazo. El informe no era muy entretenido, simplemente era una descripción de la historia, la fauna, la geografía,..., las costumbres de aquella isla a la que se dirigían. Aquella agradable lectura didáctica había sido perfecta para entretenerse y saber algo más de la isla.
Al salir al exterior comprobó que ya estaban demasiado cerca de la isla, Gusi corrió por cubierta e hizo caer el ancla para que el barco no siguiera avanzando y se quedara encallado en la playa. Preparó todo para bajar una barca al agua y acercarse con sigilo a la playa, cuando escuchó el disparo de un arma proveniente de la parte baja del barco, dando a entender a todos los que estaban allí presentes que Tobías había acabado con la prisionera. Tal vez después de esto su clítoris creciera un poco y tendría más apariencia de hombre, pero cuando Gusi lo volvió a ver a su nakama este seguía con su cara afeminada y sus largas greñas. Una vez lo tuvo todo preparado espero a sus nakamas y fueron con normalidad hasta la playa, desembarcaron en la arena y ocultaron el bote con unas ramas y hojas de plantas cercanas.
-Capitán, me gustaría avanzar primero para analizar el terreno y librarnos de peligros innecesarios.- mostrando a su superior su conocimientos que tenía de la naturaleza. Una enorme hoguera se veía al otro lado del espeso bosque, al igual que el retumbar y los gritos de cañones y gente provenientes de la ciudad. Gusi se colocó agazapado y comenzó a introducirse por el bosque mientras daba señas a sus nakamas para que cambiaran el rumbo en varias ocasiones, pues el marine percibía gente hostil o algún animal asustado que podría embestirlos seguramente asustado por lo que estaba ocurriendo en la ciudad. Al cabo de unos largos minutos llegaron al duro asfalto de la civilización y en ese momento dejo a Kimura que fuera por delante, pues el lugar era totalmente diferente a como lo habían visto horas antes, ahora gran parte de las viviendas estaban destrozadas o en llamas, miles de cadáveres recorrieran y manchaban el suelo de una ciudad preciosa, gente gritaba de dolor al faltarle extremidades o al no encontrar a sus seres queridos,... miles de imágenes escalofriantes que dejaron a Gusi en sock por unos segundos, sin comprender a lo que estaban a punto de enfrentarse.
Al salir al exterior se cruzó con Kimura, quien le ordeno que desplegara el velamen. Gusi no tenía el cuerpo para esa tarea, pero con tal de no volver a desobedecer las órdenes de Kimura haría lo que fuera. Se aferró al palo mayor del barco con las manos e impulsándose todo lo que pudo con su poder, fue escalando raudo y veloz hasta llegar a la zona más alta del barco. Una vez estaba en lo más alto, observó la isla a lo lejos y aspiro profundamente el aire fresco sin sentir un ápice maloliente en sus fosas nasales, después camino con soltura por el palo horizontal, mientras liberaba la enorme vela de las cuerdas que lo sujetaban. Nada más caer la última sujeción, un agradable viento puso en movimiento el barco, el cual casi tira a Gusi desde las alturas. El marine dio una última bocanada de aire fresco, sintiéndose muchísimo mejor, y salto al interior de la vela mayor. La enorme vela amortiguo la caída del marine como si fuera un tobogán de esponja mientras se precipitaba a toda velocidad contra la cubierta, pero cuando estaba a pocos metros de destrozarse contra el suelo este activo sus poderes y se posó sutilmente en el suelo de la cubierta mientras observaba como Kimura bajaba del trinquete y su compañero Tobías salía de las profundidades del barco.
Se pusieron todos en posición y Kimura informó de cómo estaba transcurriendo la misión, todo "very good", pero de repente Kimura ordenó a Tobías que liquidara a la revolucionaria. Gusi se quedó tan sorprendido que abrió los ojos como platos y dijo algo como, “Que marrón", acompañado de una palabra mal sonante. No le cabía en su diminuta cabeza como su compañero afeminado, porque claramente tenía más rasgos de chica que de hombre, podría tener la sangre fría para matar a una mujer indefensa y malherida, que sus únicas fuentes de energías era un sándwich de cangrejo que le había preparado un apuesto marine, pero Gusi se quedó muy callado al ver como su compañero se disponía a marchar a su misión. Tenía pensando seguirle y terminar el cometido si él no era capaz, pues a pesar de odiar a los revolucionarios tanto como los odiaba seguía siendo una tarea muy dura para uno de los Wolves. Gusi estuvo apunto de marchar con él, cuando recordó que tenía que pasar por la sala de depuración, esto hizo que una imagen nauseabunda le viniera a la mente, al igual que una arcada que le hizo volver corriendo a cubierta.
El marine estuvo un rato observando cómo se acercaban con tremenda lentitud a la isla, y que poco a poco se veían más luces parpadeantes provenientes de hogueras gigantescas, al igual que se escuchaban el ruido de cañones y gente gritando. Una mala cara se reflejó en el rostro del marine, al pensar en la pobre gente que estaría muriendo por las acciones de los Crisom, así pues decidió aislarse en la habitación que estaba más cerca de cubierta, el despacho de Kimura.
Al entrar un fuerte olor a viejo y a incienso lleno los pulmones de Gusi, sin duda era un lugar agradable y bien ordenado. Los muebles que formaban el lugar eran una serie de estanterías repletas hasta los topes y un escritorio con un sillón bastante cómodo a simple vista. Gusi cogió impulso y salto por encima del escritorio cayendo de culo en el sillón, este produjo un desagradable chasquido con el que se intuía que se había partido, Gusi se movió con cuidado y al notar que este no deformaba su apariencia se incorporó y se puso a leer un informe que había en la mesa del jefazo. El informe no era muy entretenido, simplemente era una descripción de la historia, la fauna, la geografía,..., las costumbres de aquella isla a la que se dirigían. Aquella agradable lectura didáctica había sido perfecta para entretenerse y saber algo más de la isla.
Al salir al exterior comprobó que ya estaban demasiado cerca de la isla, Gusi corrió por cubierta e hizo caer el ancla para que el barco no siguiera avanzando y se quedara encallado en la playa. Preparó todo para bajar una barca al agua y acercarse con sigilo a la playa, cuando escuchó el disparo de un arma proveniente de la parte baja del barco, dando a entender a todos los que estaban allí presentes que Tobías había acabado con la prisionera. Tal vez después de esto su clítoris creciera un poco y tendría más apariencia de hombre, pero cuando Gusi lo volvió a ver a su nakama este seguía con su cara afeminada y sus largas greñas. Una vez lo tuvo todo preparado espero a sus nakamas y fueron con normalidad hasta la playa, desembarcaron en la arena y ocultaron el bote con unas ramas y hojas de plantas cercanas.
-Capitán, me gustaría avanzar primero para analizar el terreno y librarnos de peligros innecesarios.- mostrando a su superior su conocimientos que tenía de la naturaleza. Una enorme hoguera se veía al otro lado del espeso bosque, al igual que el retumbar y los gritos de cañones y gente provenientes de la ciudad. Gusi se colocó agazapado y comenzó a introducirse por el bosque mientras daba señas a sus nakamas para que cambiaran el rumbo en varias ocasiones, pues el marine percibía gente hostil o algún animal asustado que podría embestirlos seguramente asustado por lo que estaba ocurriendo en la ciudad. Al cabo de unos largos minutos llegaron al duro asfalto de la civilización y en ese momento dejo a Kimura que fuera por delante, pues el lugar era totalmente diferente a como lo habían visto horas antes, ahora gran parte de las viviendas estaban destrozadas o en llamas, miles de cadáveres recorrieran y manchaban el suelo de una ciudad preciosa, gente gritaba de dolor al faltarle extremidades o al no encontrar a sus seres queridos,... miles de imágenes escalofriantes que dejaron a Gusi en sock por unos segundos, sin comprender a lo que estaban a punto de enfrentarse.
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Finalmente desembarcamos del bote. Habíamos anclado el barco a una distancia prudente y cogimos un bote para ir a la isla. No había nada que temer, esa revolucionaria seguramente habría caído bajo el disparo que se había escuchado anteriormente, por lo tanto no debía de ser ya ningún problema. No me gusta hacer este tipo de cosas, pero hay ocasiones donde la situación lo requiere. No podemos permitirnos confiarnos en lo más mínimo.
Nada más pisar tierra, Gusi dijo que iría delante, no le puse ninguna pega. Tan solo estábamos nosotros tres, por lo que dudo que tengamos muchos problemas de que nos encuentre nadie, y más cuando no nos esperan. El peliblanco iba por delante analizando el terreno y comprobando que no hubiera peligro, entonces nos hacía un gesto y volvíamos a avanzar. Hasta que finalmente logramos llegar a divisar la ciudad.
Gusi se detuvo y avancé, impactado por la imagen que estaba observando. No era tal y como lo había planeado, seguramente el Caudillo enloqueció y viéndose ahogado mandó destruirlo todo. Lo que mis ojos divisaban era devastación por todas partes, las llamas salían de una gran multitud de viviendas, se escuchaban gritos por todas partes. El clamor de la batalla era tremendamente intenso. No pude evitar enfurecerme, ¿de verdad yo había provocado aquello?
Apreté los dientes y los puños, no pude evitar desencadenar mi Koto Senmon. Esto era una situación realmente horrible, no estaba dispuesto a permitirles a esos piratas destrozar el pueblo y matar a los civiles. No pensaba dejarles destrozar más familias a esa maldita escoria. Sin siquiera mirar a mis hombres les dije una última cosa antes de desaparecer.
-A la mierda el plan -realmente me había cabreado-. La prioridad es proteger a los civiles. Eliminad todo aquél que veáis con intenciones de herirlos, si se rinden no tengáis piedad. Quien ya ha matado puede volver a hacerlo, y siendo piratas solo podéis esperar una puñalada por la espalda. Nos reuniremos al acabar...
Comencé a correr con mi Koto Senmon activado. Fui directo al pueblo y lo primero que hice fue decapitar a una sucia rata de cloaca que estaba a punto de atravesar a una mujer, la cual hacía lo que podía para evitar que entrara a la casa que estaba detrás de ella. No se asustó al ver la cabeza del hombre separarse casi en un instante, pero al verme detrás del bandido se puso a llorar a la vez que se relajaba.
Abrió la puerta para adentrarse, en una rendija pude ver una pequeña criatura arrinconada en la esquina más profunda de la habitación, no sería mayor que mi hermano, la madre estaba dispuesta a arriesgar su vida por el pequeño, tal vez como la mayoría de los que estaban allí.
No podía aguantar más. Esta escoria es capaz de hacer lo que sea con tal de salirse con la suya. No se qué pretendían ahora mismo, pero ya habían logrado enfurecerme. No quedaría pirata con vida en esa isla. Acabaría con todos y sin importarme lo más mínimo.
Continué corriendo, pude ver varias personas armadas luchando entre ellos, se diferenciaba bien quién era el pirata y quién no, su rostro lo decía todo. El rival debía ser uno de los revolucionarios por la forma de combatir. Esos combates no me interesaban, por lo que continué lanzándome hacia los que estaban atacando a los civiles aterrados en sus casas. Sorprendí a uno que le atrevesé por la espalda y hundí mi acero directo en su corazón. Un compañero suyo me vio y saltó hacia mí con un sable bastante viejo. Lo golpeé con mi espada imbuída en haki y se quebró, mi arma continuó y se clavó el su frente, provocándole una muerte instantánea.
Empujé con mi pierna para desencajar el cráneo de la espada y el cuerpo cayó hacia atrás. Las personas a las que había salvado simplemente corrieron buscando algo de cobijo, por lo menos fueron astutos y corrieron en dirección por donde yo había llegado. Por ahí ya estaba todo limpio. Escuché el sonido del acero caer y había un tipo mostrándome la palma de sus manos.
-Vale tío, tú ganas. Me rindo, ¿vale? Déjame que me vaya y no haré nada, no tengo armas.
Me aproximé hacia él y le cogí por el cuello de la camisa, puse mi frente contra la suya. Estaba realmente asustado esa sabandija, sabía que me diría lo que quería saber.
-Dime dónde está el Caudillo.
-Sigue en el ayuntamiento, está luchando contra los revolucionarios. Nos dijo que acabásemos con todos, yo no maté civiles.
-Sabia decisión -hundí mi espada en su pecho-. Pero un pirata siempre lo será. ¿Cuántas familias habéis destrozado antes de llegar aquí? ¿Cuántas acabáis de romper hoy? Da gracias que te doy una muerte rápida.
Saqué la espada y el cuerpo de ese tipo cayó de espaldas. Completamente muerto. Ya tenía mi objetivo donde lo quería, aunque bien es cierto que no podía estar seguro de que me hubiera contado la verdad, pero por otra parte no tenía un mejor lugar donde buscarle. Decidido comencé a correr en dirección al ayuntamiento, y por el camino continué haciendo limpieza. Al parecer todos y cada uno de los miembros de la guardia no eran más que sus piratas. Había gran cantidad, pero no quedaría ni uno solo con vida.
Nada más pisar tierra, Gusi dijo que iría delante, no le puse ninguna pega. Tan solo estábamos nosotros tres, por lo que dudo que tengamos muchos problemas de que nos encuentre nadie, y más cuando no nos esperan. El peliblanco iba por delante analizando el terreno y comprobando que no hubiera peligro, entonces nos hacía un gesto y volvíamos a avanzar. Hasta que finalmente logramos llegar a divisar la ciudad.
Gusi se detuvo y avancé, impactado por la imagen que estaba observando. No era tal y como lo había planeado, seguramente el Caudillo enloqueció y viéndose ahogado mandó destruirlo todo. Lo que mis ojos divisaban era devastación por todas partes, las llamas salían de una gran multitud de viviendas, se escuchaban gritos por todas partes. El clamor de la batalla era tremendamente intenso. No pude evitar enfurecerme, ¿de verdad yo había provocado aquello?
Apreté los dientes y los puños, no pude evitar desencadenar mi Koto Senmon. Esto era una situación realmente horrible, no estaba dispuesto a permitirles a esos piratas destrozar el pueblo y matar a los civiles. No pensaba dejarles destrozar más familias a esa maldita escoria. Sin siquiera mirar a mis hombres les dije una última cosa antes de desaparecer.
-A la mierda el plan -realmente me había cabreado-. La prioridad es proteger a los civiles. Eliminad todo aquél que veáis con intenciones de herirlos, si se rinden no tengáis piedad. Quien ya ha matado puede volver a hacerlo, y siendo piratas solo podéis esperar una puñalada por la espalda. Nos reuniremos al acabar...
Comencé a correr con mi Koto Senmon activado. Fui directo al pueblo y lo primero que hice fue decapitar a una sucia rata de cloaca que estaba a punto de atravesar a una mujer, la cual hacía lo que podía para evitar que entrara a la casa que estaba detrás de ella. No se asustó al ver la cabeza del hombre separarse casi en un instante, pero al verme detrás del bandido se puso a llorar a la vez que se relajaba.
Abrió la puerta para adentrarse, en una rendija pude ver una pequeña criatura arrinconada en la esquina más profunda de la habitación, no sería mayor que mi hermano, la madre estaba dispuesta a arriesgar su vida por el pequeño, tal vez como la mayoría de los que estaban allí.
No podía aguantar más. Esta escoria es capaz de hacer lo que sea con tal de salirse con la suya. No se qué pretendían ahora mismo, pero ya habían logrado enfurecerme. No quedaría pirata con vida en esa isla. Acabaría con todos y sin importarme lo más mínimo.
Continué corriendo, pude ver varias personas armadas luchando entre ellos, se diferenciaba bien quién era el pirata y quién no, su rostro lo decía todo. El rival debía ser uno de los revolucionarios por la forma de combatir. Esos combates no me interesaban, por lo que continué lanzándome hacia los que estaban atacando a los civiles aterrados en sus casas. Sorprendí a uno que le atrevesé por la espalda y hundí mi acero directo en su corazón. Un compañero suyo me vio y saltó hacia mí con un sable bastante viejo. Lo golpeé con mi espada imbuída en haki y se quebró, mi arma continuó y se clavó el su frente, provocándole una muerte instantánea.
Empujé con mi pierna para desencajar el cráneo de la espada y el cuerpo cayó hacia atrás. Las personas a las que había salvado simplemente corrieron buscando algo de cobijo, por lo menos fueron astutos y corrieron en dirección por donde yo había llegado. Por ahí ya estaba todo limpio. Escuché el sonido del acero caer y había un tipo mostrándome la palma de sus manos.
-Vale tío, tú ganas. Me rindo, ¿vale? Déjame que me vaya y no haré nada, no tengo armas.
Me aproximé hacia él y le cogí por el cuello de la camisa, puse mi frente contra la suya. Estaba realmente asustado esa sabandija, sabía que me diría lo que quería saber.
-Dime dónde está el Caudillo.
-Sigue en el ayuntamiento, está luchando contra los revolucionarios. Nos dijo que acabásemos con todos, yo no maté civiles.
-Sabia decisión -hundí mi espada en su pecho-. Pero un pirata siempre lo será. ¿Cuántas familias habéis destrozado antes de llegar aquí? ¿Cuántas acabáis de romper hoy? Da gracias que te doy una muerte rápida.
Saqué la espada y el cuerpo de ese tipo cayó de espaldas. Completamente muerto. Ya tenía mi objetivo donde lo quería, aunque bien es cierto que no podía estar seguro de que me hubiera contado la verdad, pero por otra parte no tenía un mejor lugar donde buscarle. Decidido comencé a correr en dirección al ayuntamiento, y por el camino continué haciendo limpieza. Al parecer todos y cada uno de los miembros de la guardia no eran más que sus piratas. Había gran cantidad, pero no quedaría ni uno solo con vida.
Tobías Thorn
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Cuando salí ninguno de mis compañeros hicieron mención alguna sobre la revolucionaria, seguramente daban aquel sucio trabajo por finalizado y se encontraban preparando el bote con el nos acercaríamos furtivamente.
Según nos acercábamos más, el olor a ceniza y destrucción se hacía cada vez más patente mientras varios gritos inundaban la quietud de la noche. Parecía que la ciudad estaba más viva ahora que cuando llegamos, pero era todo lo contrario, ya que una vez que llegamos a nuestro destino la escena se me antojó tétrica. Había casas ardiendo y familias llorando a la vez que se desencadenaba una batalla brutal entre los dos bandos.
- ¡Asquerosos piratas y revolucionarios! ¿Tenían que arrastrar en su disputa a esta parte de la ciudad?
No podía creer que El Caudillo hubiese desplazado la batalla a las calles y estaba deseando encontrarme con él, aunque tras escuchar las palabras de mi capitán supe que no era el único. El pelirrojo tras decir que ya no había plan que seguir, desapareció tras desenvainar su espada y cargó contra todo enemigo. Me sorprendió que Kimura dejase de lado el plan y que nos dejase allí tirados, pero las nuevas órdenes eran claras. No debía quedar ni uno de aquellos asesinos cabrones.
- Gusi, hagamos una limpia de este asqueroso sitio - dije furioso por la escena.
Saqué mis dos pistolas de su sitio y salí corriendo en busca del primer enemigo, aunque desde mi punto de vista todos eran enemigos a excepción de los civiles. Me acerqué directo a una pareja de espadachines que luchaban entre ellos y no dudé un segundo tras acercarme a ellos descargué una bala de cada pistola directas a sus cabezas, consiguiendo que el combate acabara para los dos de una forma rápida. Seguí avanzando dirigiéndome a la zona donde estaban las viviendas disparando a todo tipo que fuese uniformado como hombres del Caudillo, me daba igual que fuesen piratas o revolucionarios, después de ver arder tantas casas no dudaba de que todos merecían morir hoy. Gracias a mis poderes de Logia pude resistir todos los ataques que lanzaron sobre mí nada más que vieron que no discriminaba entre ellos, pero ninguno poseía el poder suficiente y pasé entre ellos como una nube negra disparando sobre sus cuerpos, incluso había tenido que guardar mis pistolas porque me había quedado sin munición, pero comencé a valerme de sus armas caídas.
Llegué a una zona de casas donde había tres de aquellos mamones pegándole fuego a las casas, uno de ellos portaba un lanzallamas y parecía ser el causante de aquellos incendios. Activé mi Suikoden y salí disparado hacia él con un sable curvo que había cogido del suelo. Antes de que quisieran darse cuenta había llegado a las espaldas de uno y lanzando un corte en horizontal a dos manos, segué su cabeza haciendo que tocase el suelo con un ruido seco. Los otros dos se dieron cuenta y se giraron hacia mí, pero era más rápido que ellos y antes de que el más cercano levantase su arma contra mi, había atravesado su pecho dejando allí incrustada el arma.
-¡Muere sucio asqueroso! - pensé mientras encaraba al del lanzallamas.
Pensé que tampoco podría hacerme daño como los otros inútiles, pero nada más noté el calor tuve que recurrir al Soru para huir de él. Descubrí sorprendido que el fuego conseguía desestabilizar mi elemento y no me quedó otra que coger distancia. El tipo sonrió al ver que retrocedí, seguramente entre las llamas no me había visto "desaparecer" al usar el Soru y se mostraba confiado. - Estúpido iluso - esperé mientras concentraba energía en mi mano. Lancé esa energía en forma de onda cortante [Manual Excalibur] contra un ahora sorprendido maleante. El tipo fue herido en el pecho cayendo de espaldas, cosa que aproveché para acercarme y apuñalarlo con mi daga. Se acabó el fuego o eso esperaba.
Tras esos minutos de frenesí de la batalla, ya comenzaba a notar algo de cansancio y mi cuerpo estaba recubierto de sangre a pesar de que no tenía ninguna herida. Me había lanzado a lo loco impulsado por la sed de sangre de aquellos bastardos y tenía que comenzar a recapacitar un poco sobre mis siguientes pasos ya que había dejado de ver a mis compañeros. Sabía que irían a buscar a el jefe del tinglado, pero me daba cosa dejar a aquellos otros luchando por allí. Había conseguido limpiar una de las zonas residenciales de todo vestigio de batalla, aunque temía que nada más me fuese volvieran. No sabía que hacer. Quería ayudar a mis compañeros estuviesen donde estuviesen, pero también quería defender a las personas que se escondían en las pocas casas que no estaban ardiendo u destruidas. Todo esto era por culpa del Caudillo y tenía que pagarlo, asique tras decidir que matándolo a él todo acabaría salí disparado en dirección al ayuntamiento esperando que el cabronazo siguiese allí encerrado, podía ver la gran edificación desde donde estaba y no tardaría en llegar, ya que iba con el impulso extra del Suikoden.
Según nos acercábamos más, el olor a ceniza y destrucción se hacía cada vez más patente mientras varios gritos inundaban la quietud de la noche. Parecía que la ciudad estaba más viva ahora que cuando llegamos, pero era todo lo contrario, ya que una vez que llegamos a nuestro destino la escena se me antojó tétrica. Había casas ardiendo y familias llorando a la vez que se desencadenaba una batalla brutal entre los dos bandos.
- ¡Asquerosos piratas y revolucionarios! ¿Tenían que arrastrar en su disputa a esta parte de la ciudad?
No podía creer que El Caudillo hubiese desplazado la batalla a las calles y estaba deseando encontrarme con él, aunque tras escuchar las palabras de mi capitán supe que no era el único. El pelirrojo tras decir que ya no había plan que seguir, desapareció tras desenvainar su espada y cargó contra todo enemigo. Me sorprendió que Kimura dejase de lado el plan y que nos dejase allí tirados, pero las nuevas órdenes eran claras. No debía quedar ni uno de aquellos asesinos cabrones.
- Gusi, hagamos una limpia de este asqueroso sitio - dije furioso por la escena.
Saqué mis dos pistolas de su sitio y salí corriendo en busca del primer enemigo, aunque desde mi punto de vista todos eran enemigos a excepción de los civiles. Me acerqué directo a una pareja de espadachines que luchaban entre ellos y no dudé un segundo tras acercarme a ellos descargué una bala de cada pistola directas a sus cabezas, consiguiendo que el combate acabara para los dos de una forma rápida. Seguí avanzando dirigiéndome a la zona donde estaban las viviendas disparando a todo tipo que fuese uniformado como hombres del Caudillo, me daba igual que fuesen piratas o revolucionarios, después de ver arder tantas casas no dudaba de que todos merecían morir hoy. Gracias a mis poderes de Logia pude resistir todos los ataques que lanzaron sobre mí nada más que vieron que no discriminaba entre ellos, pero ninguno poseía el poder suficiente y pasé entre ellos como una nube negra disparando sobre sus cuerpos, incluso había tenido que guardar mis pistolas porque me había quedado sin munición, pero comencé a valerme de sus armas caídas.
Llegué a una zona de casas donde había tres de aquellos mamones pegándole fuego a las casas, uno de ellos portaba un lanzallamas y parecía ser el causante de aquellos incendios. Activé mi Suikoden y salí disparado hacia él con un sable curvo que había cogido del suelo. Antes de que quisieran darse cuenta había llegado a las espaldas de uno y lanzando un corte en horizontal a dos manos, segué su cabeza haciendo que tocase el suelo con un ruido seco. Los otros dos se dieron cuenta y se giraron hacia mí, pero era más rápido que ellos y antes de que el más cercano levantase su arma contra mi, había atravesado su pecho dejando allí incrustada el arma.
-¡Muere sucio asqueroso! - pensé mientras encaraba al del lanzallamas.
Pensé que tampoco podría hacerme daño como los otros inútiles, pero nada más noté el calor tuve que recurrir al Soru para huir de él. Descubrí sorprendido que el fuego conseguía desestabilizar mi elemento y no me quedó otra que coger distancia. El tipo sonrió al ver que retrocedí, seguramente entre las llamas no me había visto "desaparecer" al usar el Soru y se mostraba confiado. - Estúpido iluso - esperé mientras concentraba energía en mi mano. Lancé esa energía en forma de onda cortante [Manual Excalibur] contra un ahora sorprendido maleante. El tipo fue herido en el pecho cayendo de espaldas, cosa que aproveché para acercarme y apuñalarlo con mi daga. Se acabó el fuego o eso esperaba.
Tras esos minutos de frenesí de la batalla, ya comenzaba a notar algo de cansancio y mi cuerpo estaba recubierto de sangre a pesar de que no tenía ninguna herida. Me había lanzado a lo loco impulsado por la sed de sangre de aquellos bastardos y tenía que comenzar a recapacitar un poco sobre mis siguientes pasos ya que había dejado de ver a mis compañeros. Sabía que irían a buscar a el jefe del tinglado, pero me daba cosa dejar a aquellos otros luchando por allí. Había conseguido limpiar una de las zonas residenciales de todo vestigio de batalla, aunque temía que nada más me fuese volvieran. No sabía que hacer. Quería ayudar a mis compañeros estuviesen donde estuviesen, pero también quería defender a las personas que se escondían en las pocas casas que no estaban ardiendo u destruidas. Todo esto era por culpa del Caudillo y tenía que pagarlo, asique tras decidir que matándolo a él todo acabaría salí disparado en dirección al ayuntamiento esperando que el cabronazo siguiese allí encerrado, podía ver la gran edificación desde donde estaba y no tardaría en llegar, ya que iba con el impulso extra del Suikoden.
Gusi
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Gusi observaba como su Capitán entraba en un estado de frenesí que no le gustaba nada. Lo peor que podías hacer en una situación como esa era perder los nervios y ser peor que tu propio enemigo, pero antes de que el marine pudiera decir siquiera una palabra su Capitán salió disparado a asesinar a todo enemigo con el que se cruzaba, con el pretexto de matar a todo aquel con el que nos crucemos tan solo por ser un pirata.
El marine no podía creerse lo que estaba pasando, quería intentar impedir a su superior que se volviera un asesino como esos piratas, pero sin duda no le escucharía y seguramente recibiría otro puñetazo del que aún conservaba la marca. Miles de ideas le empezaron a venir a su mente cuando de repente su compañero Tobías también se lanzó a la batalla sin pensárselo dos veces.
El agente del gobierno que consideraba su compañero y amigo mataba a diestro y siniestro a todo aquel que se cruzara en su camino, disparaba sus armas sin pestañear, reventando las cabezas de los enemigos sin ningún ápice de remordimiento. ¿Realmente le había cambiado matar a esa revolucionaria o él era realmente así? Por un instante dudo si conocía realmente a su compañero o incluso a su Capitán. ¿Estaba en el bando correcto? ¿Qué los diferenciaba de esos piratas? Unas insignias, chapas o leyes absurdas que se caían por ellas mismas. Sin duda no le gustaba por el camino que iban los Crimson Wolves, pero no era el momento para arrepentirse, debía salvar a todos los civiles que estaba en sus manos.
Gusi salió de su escondite y se puso a ayudar a todos los civiles que había en apuros o necesitaban una mano de más. Intentó extinguir los incendios de las casas, proporcionar un lugar seguro a los civiles y atendió sus heridos en parte superficiales, mientras sus nakamas iban dejando un reguero de sangre y cadáveres por su camino. En un par de ocasiones, Gusi se tuvo que enfrentar a un par de enemigos que se cruzaron por su camino con intenciones de hacer daño a alguien, pero acababa con ellos con dos ganchos directos de boxeo que los dejaba KO al instante, después los mismo civiles a los que había ayudado Gusi, ataban con cadenas a los enemigos que iba dejando inconscientes por el camino.
El joven marine fue siguiendo el camino de cadáveres con la esperaba que cesaran en algún momento y poder encontrarse de nuevo con sus nakamas, mientras por el camino iba ayudando a todos los civiles con los que se cruzaba. Reconstruyendo paso a paso la ciudad y acumulando un montón de civiles que le seguían con intención de enfrentarse a todo aquel que quisiera hacer daño a Gusi.
Sin duda aquella tarea ardua le llevaría más tiempo de lo normal, y tardaría un poco más en encontrarse con sus camaradas, los cuales seguían un camino casi seguro al ayuntamiento acabando con el máximo de enemigos a una velocidad vertiginosa. -Espero que no se metan en demasiados problemas antes de volver a encontrarme con ellos.-pensó algo dolido por no poder hacer algo para saciar las ansías de sangre de sus nakamas, pero al menos sabía que en el fondo no estaba desobedeciendo las ordenes de Kimura y estaba ayudando a todos los civiles con los que se encontraba, además de hacer el payaso, algo que le encantaba, para sacar una sonrisa a los pequeños (y no tan pequeños) que estaban asustados.
El marine no podía creerse lo que estaba pasando, quería intentar impedir a su superior que se volviera un asesino como esos piratas, pero sin duda no le escucharía y seguramente recibiría otro puñetazo del que aún conservaba la marca. Miles de ideas le empezaron a venir a su mente cuando de repente su compañero Tobías también se lanzó a la batalla sin pensárselo dos veces.
El agente del gobierno que consideraba su compañero y amigo mataba a diestro y siniestro a todo aquel que se cruzara en su camino, disparaba sus armas sin pestañear, reventando las cabezas de los enemigos sin ningún ápice de remordimiento. ¿Realmente le había cambiado matar a esa revolucionaria o él era realmente así? Por un instante dudo si conocía realmente a su compañero o incluso a su Capitán. ¿Estaba en el bando correcto? ¿Qué los diferenciaba de esos piratas? Unas insignias, chapas o leyes absurdas que se caían por ellas mismas. Sin duda no le gustaba por el camino que iban los Crimson Wolves, pero no era el momento para arrepentirse, debía salvar a todos los civiles que estaba en sus manos.
Gusi salió de su escondite y se puso a ayudar a todos los civiles que había en apuros o necesitaban una mano de más. Intentó extinguir los incendios de las casas, proporcionar un lugar seguro a los civiles y atendió sus heridos en parte superficiales, mientras sus nakamas iban dejando un reguero de sangre y cadáveres por su camino. En un par de ocasiones, Gusi se tuvo que enfrentar a un par de enemigos que se cruzaron por su camino con intenciones de hacer daño a alguien, pero acababa con ellos con dos ganchos directos de boxeo que los dejaba KO al instante, después los mismo civiles a los que había ayudado Gusi, ataban con cadenas a los enemigos que iba dejando inconscientes por el camino.
El joven marine fue siguiendo el camino de cadáveres con la esperaba que cesaran en algún momento y poder encontrarse de nuevo con sus nakamas, mientras por el camino iba ayudando a todos los civiles con los que se cruzaba. Reconstruyendo paso a paso la ciudad y acumulando un montón de civiles que le seguían con intención de enfrentarse a todo aquel que quisiera hacer daño a Gusi.
Sin duda aquella tarea ardua le llevaría más tiempo de lo normal, y tardaría un poco más en encontrarse con sus camaradas, los cuales seguían un camino casi seguro al ayuntamiento acabando con el máximo de enemigos a una velocidad vertiginosa. -Espero que no se metan en demasiados problemas antes de volver a encontrarme con ellos.-pensó algo dolido por no poder hacer algo para saciar las ansías de sangre de sus nakamas, pero al menos sabía que en el fondo no estaba desobedeciendo las ordenes de Kimura y estaba ayudando a todos los civiles con los que se encontraba, además de hacer el payaso, algo que le encantaba, para sacar una sonrisa a los pequeños (y no tan pequeños) que estaban asustados.
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Allí delante estaba, la entrada del ayuntamiento. Alrededor, en la plaza, habían batallas, piratas contra revolucionarios en un confrontamiento entre ellos, tal vez algún que otro soldado leal a la isla, no obstante no se podía apreciar ningún civil en problemas, por lo que no me importó lo más mínimo ninguna de esas peleas. Me adentré, pude ver gente herida, tumbada en el suelo, luchando por su vida. Una situación realmente perturbadora, no podía evitar sentir acrecentarse el odio hacia el Caudillo.
Y pensar que todo esto ocurrió por un pequeño error. ¿Cómo diablos iba a pensar que ese hombre tendría la sangre frío de provocar esto? Tal vez con la única intención de salvarse a sí mismo, de no presentar batalla, o tal vez se veía tan contra las cuerdas que decidió llevarse por delante a tantos como pudiera. Y eso no podía hacerle más despreciable de lo que ya era.
Me adentré, algunos de los heridos parecían rehuirme, debían de ser piratas, pues yo iba uniformado de marine, aunque mis ropas estaban ya bastante ensangrentadas. Otros simplemente me miraban y se resignaban, como si ya no les quedaran fuerzas. Observé uno que intentó alejarse de mi camino, fui directo a por él, le levanté del cuello de la camisa y plantando mi cara frente a la suya le pregunté directamente.
-Dónde está el Caudillo.
El tipo tosió sangre que me llenó media cara y de pronto dejó de hacer nada. Murió al instante. No podía estar muy lejos.
-Arriba -se escuchó.
Un hombre con un brazo completamente amputado me habló desde el suelo, tenía el uniforme de la guardia de la ciudad, ese parecía ser un soldado fiel.
-Está en el piso de arriba, en la gran habitación... Él nos amenazaba, con las vidas de nuestra familia -podía verse las lágrimas caer entre la sangre de su rostro-. No podía dejarle hacer nada a mis hijos...
Me acerqué a él, si no hacía algo pronto moriría desangrado, había perdido muchísima sangre. Cogí una tela rota y le apliqué un torniquete en lo que quedaba de su brazo. Me insistió en que le dejara y fuera a por el Caudillo antes de que escapara, pero yo estaba completamente serio tratando de asegurarme que no perdiera más sangre. Hasta que finalmente.
-No mueras -le dije con voz calmada-. Tu familia te espera ahí fuera, en alguna parte. Conforme venía hacia aquí he acabado con muchos piratas que atacaban a los civiles. Verás como están bien. En cuanto al Caudillo... Déjamelo a mí. Tú ahora sobrevive, por tus hijos...
Le dejé allí y subí por las escaleras, arriba había un pequeño descansillo con tres puertas, una de ellas doble. Esa debía ser la gran habitación de la que me hablaba ese hombre. Las abrí de una patada, echando una de ellas abajo por el golpe, estaba furioso, aunque contenía ese sentimiento por el momento. Mi rostro estaba completamente serio, enfrente, sentado en una butaca y mirando hacia el extrerior había una persona. Se levantó de sopetón y se me quedó mirando, como asustado. Allí estaba, era él. El caudillo.
-Al fin te encuentro hijo de puta...
-¿El marine? ¿No te habías ido? -se le veía bastante calmado al darse cuenta de que era yo y no otra persona.
-Me fui a dar una vuelta. Desde el primer momento, tú fuiste mi objetivo, maldito bastardo.
-¿Y qué vas a hacer marinetucho de mierda?
No respondí, simplemente avtivé mi Kono Senmon y salté hacia él con un gran impulso, dándole un puñetazo en el estómago con mi haki armadura y haciéndole salir despedido por el gran ventanal. Cayó al suelo boca arriba. Era un tipo bastante robusto, pero esa caída debía de haberle hecho daño o por lo menos algún cristal se le debería de haber quedado clavado en la espalda. Me quedé mirándo con furia desde el balcón, muchos combates se detuvieron al ver a ese hombre caer desde lo alto.
Desenfundé la espada maestra y le miré desde las alturas subiéndome al pequeño muro que había para evitar accidentes por caída. Estaba reprimiendo mi furia, pero eso no quitara que estuviera ahí y que me llevase a hacer cosas estúpidas. Teniendo a esa persona delante, mi pensamiento racional prácticamente se esfumó, ahora en mi cabeza tan solo había un objetivo. Matar al Caudillo.
Salté desde allí aferrando la espada al revés, con la hoja apuntando hacia abajo, Iba directo hacia él, la caída sería sobre su cuerpo, por lo que apenas ni tendría repercusiones en mi propio cuerpo, y la caída era tan solo de un piso. No obstante cuando estaba a punto de atravesarle, ese desgraciado abrió los ojos y me vio encima de él, rodó esquivando mi espada, y yo caí al suelo. Mis piernas lo notaron bastante, las tendría entumecidas un tiempo, pero no lo dejé a entender. Me levanté con un poco de dificultad y me quedé mirando al caudillo con un rostro realmente malhumorado. Este estaba de pie y jadeando.
-Creo que te subestimé estúpido marine. No quería entrar en combate, pero no me dejas otra opción.
Algo me decía que éste enfrentamiento iba a ser más duro que la pelea contra Matt, el revolucionario cuyo cadáver yacía en los calabozos del navío. Cogí bien la espada maestra y desenfundé la otra espada que poseía, cogiendo una con cada mano. Este combate iba a ser complicado, había que darlo todo desde el comienzo. Las batallas alrededor se reanudaron, con el contra de que ahora los piratas aumentaron su moral al ver a su jefe luchando también junto a ellos. La situación tenía mala pinta, debía de haber pensado mejor y haber venido con Tobías y Gusi, pero perdí la cabeza y me dejé llevar. En parte me arrepentía de esa decisión, pero por otra parte me alegraba de haberla tomado, puesto que logré salvar la vida de muchos civiles. Y eso si que no tenía precio.
Y pensar que todo esto ocurrió por un pequeño error. ¿Cómo diablos iba a pensar que ese hombre tendría la sangre frío de provocar esto? Tal vez con la única intención de salvarse a sí mismo, de no presentar batalla, o tal vez se veía tan contra las cuerdas que decidió llevarse por delante a tantos como pudiera. Y eso no podía hacerle más despreciable de lo que ya era.
Me adentré, algunos de los heridos parecían rehuirme, debían de ser piratas, pues yo iba uniformado de marine, aunque mis ropas estaban ya bastante ensangrentadas. Otros simplemente me miraban y se resignaban, como si ya no les quedaran fuerzas. Observé uno que intentó alejarse de mi camino, fui directo a por él, le levanté del cuello de la camisa y plantando mi cara frente a la suya le pregunté directamente.
-Dónde está el Caudillo.
El tipo tosió sangre que me llenó media cara y de pronto dejó de hacer nada. Murió al instante. No podía estar muy lejos.
-Arriba -se escuchó.
Un hombre con un brazo completamente amputado me habló desde el suelo, tenía el uniforme de la guardia de la ciudad, ese parecía ser un soldado fiel.
-Está en el piso de arriba, en la gran habitación... Él nos amenazaba, con las vidas de nuestra familia -podía verse las lágrimas caer entre la sangre de su rostro-. No podía dejarle hacer nada a mis hijos...
Me acerqué a él, si no hacía algo pronto moriría desangrado, había perdido muchísima sangre. Cogí una tela rota y le apliqué un torniquete en lo que quedaba de su brazo. Me insistió en que le dejara y fuera a por el Caudillo antes de que escapara, pero yo estaba completamente serio tratando de asegurarme que no perdiera más sangre. Hasta que finalmente.
-No mueras -le dije con voz calmada-. Tu familia te espera ahí fuera, en alguna parte. Conforme venía hacia aquí he acabado con muchos piratas que atacaban a los civiles. Verás como están bien. En cuanto al Caudillo... Déjamelo a mí. Tú ahora sobrevive, por tus hijos...
Le dejé allí y subí por las escaleras, arriba había un pequeño descansillo con tres puertas, una de ellas doble. Esa debía ser la gran habitación de la que me hablaba ese hombre. Las abrí de una patada, echando una de ellas abajo por el golpe, estaba furioso, aunque contenía ese sentimiento por el momento. Mi rostro estaba completamente serio, enfrente, sentado en una butaca y mirando hacia el extrerior había una persona. Se levantó de sopetón y se me quedó mirando, como asustado. Allí estaba, era él. El caudillo.
-Al fin te encuentro hijo de puta...
-¿El marine? ¿No te habías ido? -se le veía bastante calmado al darse cuenta de que era yo y no otra persona.
-Me fui a dar una vuelta. Desde el primer momento, tú fuiste mi objetivo, maldito bastardo.
-¿Y qué vas a hacer marinetucho de mierda?
No respondí, simplemente avtivé mi Kono Senmon y salté hacia él con un gran impulso, dándole un puñetazo en el estómago con mi haki armadura y haciéndole salir despedido por el gran ventanal. Cayó al suelo boca arriba. Era un tipo bastante robusto, pero esa caída debía de haberle hecho daño o por lo menos algún cristal se le debería de haber quedado clavado en la espalda. Me quedé mirándo con furia desde el balcón, muchos combates se detuvieron al ver a ese hombre caer desde lo alto.
Desenfundé la espada maestra y le miré desde las alturas subiéndome al pequeño muro que había para evitar accidentes por caída. Estaba reprimiendo mi furia, pero eso no quitara que estuviera ahí y que me llevase a hacer cosas estúpidas. Teniendo a esa persona delante, mi pensamiento racional prácticamente se esfumó, ahora en mi cabeza tan solo había un objetivo. Matar al Caudillo.
Salté desde allí aferrando la espada al revés, con la hoja apuntando hacia abajo, Iba directo hacia él, la caída sería sobre su cuerpo, por lo que apenas ni tendría repercusiones en mi propio cuerpo, y la caída era tan solo de un piso. No obstante cuando estaba a punto de atravesarle, ese desgraciado abrió los ojos y me vio encima de él, rodó esquivando mi espada, y yo caí al suelo. Mis piernas lo notaron bastante, las tendría entumecidas un tiempo, pero no lo dejé a entender. Me levanté con un poco de dificultad y me quedé mirando al caudillo con un rostro realmente malhumorado. Este estaba de pie y jadeando.
-Creo que te subestimé estúpido marine. No quería entrar en combate, pero no me dejas otra opción.
Algo me decía que éste enfrentamiento iba a ser más duro que la pelea contra Matt, el revolucionario cuyo cadáver yacía en los calabozos del navío. Cogí bien la espada maestra y desenfundé la otra espada que poseía, cogiendo una con cada mano. Este combate iba a ser complicado, había que darlo todo desde el comienzo. Las batallas alrededor se reanudaron, con el contra de que ahora los piratas aumentaron su moral al ver a su jefe luchando también junto a ellos. La situación tenía mala pinta, debía de haber pensado mejor y haber venido con Tobías y Gusi, pero perdí la cabeza y me dejé llevar. En parte me arrepentía de esa decisión, pero por otra parte me alegraba de haberla tomado, puesto que logré salvar la vida de muchos civiles. Y eso si que no tenía precio.
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Me encontraba a unos veinte metros del edificio cuando vi algo que no me esperaba, pude observar como la silueta de un hombre corpulento salía despedido por uno de los ventanales. Me alegré al comprobar que la batalla había llegado hasta la edificación, quizás la guardia del lugar que aún era fiel a sus ciudadanos había conseguido asaltar el ayuntamiento y enfrentar al Caudillo de una forma directa, con un poco de suerte podría encontrar un apoyo en ellos para poder vencerle o entretenerle hasta que llegasen mis compañeros, pero entonces me paré en seco nada más ver claramente la silueta de mi capitán asomarse por la misma ventana que había visto caer el cuerpo anterior.
- Parece que no soy el primero en llegar - pensé contento por ver el poderío de Kimura, desde luego no me había equivocado al unirme a su flota.
De repente el pelirrojo saltó de la ventana y no dudé en reanudar mi marcha de nuevo para prestarle mi apoyo, aunque ahora me daba cuenta de que me había precipitado al usar mi Suikoden antes de tiempo, puesto que ya se habían pasado sus efectos en mí devolviendo mi velocidad y aspecto a la normalidad, pero no iba dejar que un pequeño bache me entorpeciese en ir a ayudar a un compañero, asique arrancando una lanza que tenía un cadáver en la espalda que había por allí tirado recorrí el trayecto que me quedaba armado de nuevo y con la determinación de acabar con el enemigo.
Cuando llegué me percaté de que la silueta resultó ser el Caudillo y estaba haciéndole frente a Kimura que había desenfundado dos espadas. Confiaba plenamente en las cualidades del marine, pero todos los piratas de alrededor comenzaron a congregarse alrededor del pelirrojo y su jefe, debía hacer algo, asique lancé la lanza que portaba hacia el caudillo buscando sus espaldas ahora que estaba centrado en mi capitán, pero tuve la mala suerte de que justo uno de sus hombres se cruzó en la trayectoria llevándose él todo el impacto mientras profería un grito de dolor alertando a todos de mi posición.
- Vosotros id a por ese, para mí el marinerucho - dijo El Caudillo a sus hombres.
Había fallado con mi factor sorpresa pudiendo haber acabado con esto en un santiamén, pero la suerte me fue esquiva y ahora tenía que enfrentarme contra ocho piratas que dejaban sus posiciones al lado de su líder y avanzaban contra mí. La situación parecía presentarse peliaguda ante la superación numérica, pero aún así sonreí imaginando la sorpresa tan dulce que se iban a llevar todos, por no mencionar que había conseguido que mi capitán no tuviese que preocuparse por aquellos tipos.
Esperé pacientemente a que llegase el primero de ellos, no temía ante su acometida pues avanzaba en línea recta portando una katana en alto. No corrí, no ataqué y ni siquiera pestañeé ante tal escena, sino que aguanté y simplemente me agaché flexionando las rodillas para esquivar el corte horizontal que iba con intenciones de decapitarme, para acto seguido levantarme rápidamente como un resorte impactándole un puñetazo en la boca del estómago consiguiendo que soltase su arma, cosa que aproveché para recogerla y decapitarlo rápidamente antes de recobrase la compostura. Sus compañeros dudaron un segundo en avanzar ante tal escena, pero alguien gritó unas palabras de ánimo y avanzaron todos en grupo. Se avecinaba una marabunta letal y aún así la sonrisa no se iba de mi rostro, la euforia del combate me embriagaba ahora mismo.
Recurriendo al Kami-e comencé a colarme en sus defensas a la vez que evitaba la gran mayoría de sus ataques, de momento no es que me importasen mucho sus cortes y golpes, pues sus armas sólo se manchaban de un líquido parduzco y no de sangre, y según fue transcurriendo el combate iban cayendo poco a poco. Había matado a cinco de ellos ya, cuando de repente sentí un fuerte golpe en el pecho que consiguió despegarme del suelo mandándome un par de metros hacia atrás.
- Vosotros dos marchaos, es un usuario y no podéis herirlo - dijo uno de ellos con la pierna aún en alto con la que me había golpeado. El dolor era intenso, pero me levanté a enfrentarme a un enemigo interesante, ya que dicha pierna estaba recubierta de haki.
Ahora comenzaba una parte más complicada y me asqueaba el haberme quedado sin munición en mis pistolas. Contra un contrincante cuerpo a cuerpo las armas de fuego eran ideales, incluso hasta la katana que hasta hace unos instantes tenía en las manos me valdría ya que el tipo no portaba armas ninguna, pero el muy maldito no me dejó ni intentar acercarme a ella, puesto que arremetió contra mí con una serie de golpes imbuidos en haki que me costaban esquivar hasta con el Kami-e. Se notaba que aquel pirata tenía más nivel que los otros y lo demostraba con cada golpe. Notaba su fuerza en cada uno de ellos que lograba darme y tras varios acercamientos me tenía el brazo izquierdo ligeramente entumecido. Decidí durante unos instantes mantener la compostura y no mostrar flaqueza por ese flanco, pero entonces se me ocurrió lo contrario e hice ver a mi adversario que por ahí encajaba más golpes. Fue duro simularlo, más para mis músculos, aunque tras esperar al momento adecuado levanté mi brazo izquierdo rápidamente para recibir el golpe en las costillas. La idea no había sido muy buena puesto que había notado algo crujir, pero tras lanzar un grito de rabia, dolor y satisfacción. Sujeté dicha pierna firmemente contra mi costado herido y desenfundé mi daga (que había estado reservando para un momento así) con la otra mano para clavársela en dicha pierna a la altura de la rodilla. Ahora era el pirata el que gritaba e intentaba separarse de mí, pero apreté más fuerte a pesar de mi propio dolor y saqué mi arma de su pierna para clavársela en el cuello. Al tipo en segundos se le escapó la vida, pero con tan mala suerte que dejando caer todo su peso hacia mí, que con lo dolorido que estaba no pude sujetarlo y me caí al suelo con el pirata muerto encima.
Joder, estaba muy cansado y dolorido, pero aún podía oír el combate de mi capitán y debía levantarme como pudiese para ayudarlo.
Me encontraba a unos veinte metros del edificio cuando vi algo que no me esperaba, pude observar como la silueta de un hombre corpulento salía despedido por uno de los ventanales. Me alegré al comprobar que la batalla había llegado hasta la edificación, quizás la guardia del lugar que aún era fiel a sus ciudadanos había conseguido asaltar el ayuntamiento y enfrentar al Caudillo de una forma directa, con un poco de suerte podría encontrar un apoyo en ellos para poder vencerle o entretenerle hasta que llegasen mis compañeros, pero entonces me paré en seco nada más ver claramente la silueta de mi capitán asomarse por la misma ventana que había visto caer el cuerpo anterior.
- Parece que no soy el primero en llegar - pensé contento por ver el poderío de Kimura, desde luego no me había equivocado al unirme a su flota.
De repente el pelirrojo saltó de la ventana y no dudé en reanudar mi marcha de nuevo para prestarle mi apoyo, aunque ahora me daba cuenta de que me había precipitado al usar mi Suikoden antes de tiempo, puesto que ya se habían pasado sus efectos en mí devolviendo mi velocidad y aspecto a la normalidad, pero no iba dejar que un pequeño bache me entorpeciese en ir a ayudar a un compañero, asique arrancando una lanza que tenía un cadáver en la espalda que había por allí tirado recorrí el trayecto que me quedaba armado de nuevo y con la determinación de acabar con el enemigo.
Cuando llegué me percaté de que la silueta resultó ser el Caudillo y estaba haciéndole frente a Kimura que había desenfundado dos espadas. Confiaba plenamente en las cualidades del marine, pero todos los piratas de alrededor comenzaron a congregarse alrededor del pelirrojo y su jefe, debía hacer algo, asique lancé la lanza que portaba hacia el caudillo buscando sus espaldas ahora que estaba centrado en mi capitán, pero tuve la mala suerte de que justo uno de sus hombres se cruzó en la trayectoria llevándose él todo el impacto mientras profería un grito de dolor alertando a todos de mi posición.
- Vosotros id a por ese, para mí el marinerucho - dijo El Caudillo a sus hombres.
Había fallado con mi factor sorpresa pudiendo haber acabado con esto en un santiamén, pero la suerte me fue esquiva y ahora tenía que enfrentarme contra ocho piratas que dejaban sus posiciones al lado de su líder y avanzaban contra mí. La situación parecía presentarse peliaguda ante la superación numérica, pero aún así sonreí imaginando la sorpresa tan dulce que se iban a llevar todos, por no mencionar que había conseguido que mi capitán no tuviese que preocuparse por aquellos tipos.
Esperé pacientemente a que llegase el primero de ellos, no temía ante su acometida pues avanzaba en línea recta portando una katana en alto. No corrí, no ataqué y ni siquiera pestañeé ante tal escena, sino que aguanté y simplemente me agaché flexionando las rodillas para esquivar el corte horizontal que iba con intenciones de decapitarme, para acto seguido levantarme rápidamente como un resorte impactándole un puñetazo en la boca del estómago consiguiendo que soltase su arma, cosa que aproveché para recogerla y decapitarlo rápidamente antes de recobrase la compostura. Sus compañeros dudaron un segundo en avanzar ante tal escena, pero alguien gritó unas palabras de ánimo y avanzaron todos en grupo. Se avecinaba una marabunta letal y aún así la sonrisa no se iba de mi rostro, la euforia del combate me embriagaba ahora mismo.
Recurriendo al Kami-e comencé a colarme en sus defensas a la vez que evitaba la gran mayoría de sus ataques, de momento no es que me importasen mucho sus cortes y golpes, pues sus armas sólo se manchaban de un líquido parduzco y no de sangre, y según fue transcurriendo el combate iban cayendo poco a poco. Había matado a cinco de ellos ya, cuando de repente sentí un fuerte golpe en el pecho que consiguió despegarme del suelo mandándome un par de metros hacia atrás.
- Vosotros dos marchaos, es un usuario y no podéis herirlo - dijo uno de ellos con la pierna aún en alto con la que me había golpeado. El dolor era intenso, pero me levanté a enfrentarme a un enemigo interesante, ya que dicha pierna estaba recubierta de haki.
Ahora comenzaba una parte más complicada y me asqueaba el haberme quedado sin munición en mis pistolas. Contra un contrincante cuerpo a cuerpo las armas de fuego eran ideales, incluso hasta la katana que hasta hace unos instantes tenía en las manos me valdría ya que el tipo no portaba armas ninguna, pero el muy maldito no me dejó ni intentar acercarme a ella, puesto que arremetió contra mí con una serie de golpes imbuidos en haki que me costaban esquivar hasta con el Kami-e. Se notaba que aquel pirata tenía más nivel que los otros y lo demostraba con cada golpe. Notaba su fuerza en cada uno de ellos que lograba darme y tras varios acercamientos me tenía el brazo izquierdo ligeramente entumecido. Decidí durante unos instantes mantener la compostura y no mostrar flaqueza por ese flanco, pero entonces se me ocurrió lo contrario e hice ver a mi adversario que por ahí encajaba más golpes. Fue duro simularlo, más para mis músculos, aunque tras esperar al momento adecuado levanté mi brazo izquierdo rápidamente para recibir el golpe en las costillas. La idea no había sido muy buena puesto que había notado algo crujir, pero tras lanzar un grito de rabia, dolor y satisfacción. Sujeté dicha pierna firmemente contra mi costado herido y desenfundé mi daga (que había estado reservando para un momento así) con la otra mano para clavársela en dicha pierna a la altura de la rodilla. Ahora era el pirata el que gritaba e intentaba separarse de mí, pero apreté más fuerte a pesar de mi propio dolor y saqué mi arma de su pierna para clavársela en el cuello. Al tipo en segundos se le escapó la vida, pero con tan mala suerte que dejando caer todo su peso hacia mí, que con lo dolorido que estaba no pude sujetarlo y me caí al suelo con el pirata muerto encima.
Joder, estaba muy cansado y dolorido, pero aún podía oír el combate de mi capitán y debía levantarme como pudiese para ayudarlo.
Gusi
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El marine empezó a sentir algo extraño, parecía que sus nakamas estaban en aprietos. Debía apresurarse para evitar que estos se metieran en problemas y acabaran peor de lo que pensaba. Alzó su puño al aire y estiró su mano, acompañado de un "alto". Toda la marabunta de gente (ciudadanos) que le seguía se paró en seco y en silencio.
-Queridos amigos, a partir de aquí debo avanzar solo.- lo dijo principalmente para ir más rápido.- No quiero que os pongáis en peligro, así que por favor, buscar refugio en mi ausencia.- algunos de los presentes parecían refunfuñar ante las palabras del marine, pero al final le hicieron caso y se fueron disipando. Dando a mostrar a solo un grupito de chicas, llorando por la partida de Gusi.
-No te vayas, por favor. Quédate conmigo.- lloraba una desconsoladamente.- No quiero alejarme de ti y perderte para siempre .-Gusi se acercó a ella con pasos firmes y el semblante serio, la agarró por detrás de la nuca y la abrazó contra su pecho.
-No te preocupes, te prometo que volveré sano y salvo.- dijo el marine con una voz varonil y sensual a la vez.
-Por favor, no vayas.- volvió a decir la joven, sumergida en lagrimas y mocos. Gusi la apretó con fuerza, dando la sensación de que quería asfixiarla, y dijo: -Tengo que ir, es mi deber.
Gusi se apartó de ella cariñosamente, y la dio un pequeño empujón para que se alejara. La joven echó a llorar como loca al ver partir al marine, esta estuvo a punto de echar a correr, pero sus amigas la agarraron para que no lo hiciera.
-Te amo, Gusi... te amo.- gritaba aquella joven loca.
Gusi por el contrario, no se volteo, simplemente camino firme, mientras en su rostro se veía reflejado como se estaba aguantando la risa por la situación tan extraña que acababa de provocar. Sin duda le encantaba actuar, pero a veces se le iba de las manos y la gente se lo creía hasta el fondo.
Con la imagen de héroe del pueblo, siguió su rumbo, con un trote acelerado. Enfrentándose con un par de piratas por el camino, los cuales no le dieron problemas hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Una vez llegó, observó la situación un poco por encima, vislumbrando a su Capitán y a su compañero luchando con uñas y dientes. Tenía que darse prisa y echarles una mano.
Echo a correr sin pensárselo dos veces, y por el camino, se encontró con tres tipos con intenciones de atacar a su compañero, el cual por extraño que parezca estaba debajo de un pirata ¿qué cojones estaba haciendo Tobi? El marine estaba a bastante distancia y no podría ayudar a su nakama, así pues se le ocurrió la fantástica idea de arrojar algo al enemigo. Por desgracia, lo único que encontró cercano a él fue un zapato. Lo agarró con fuerza y se lo lanzó con precisión al rostro de uno de los piratas. Este emitió un gemido de dolor, y en ese momento, cuando la bota estaba cayendo de su rostro, una fuerte patada le impacto en el pecho. Lanzándole por los aires y haciendo que se llevara a los demás piratas por medio.
Gusi, que era el que había lanzado la patada, seguía levitando en el aire, como si estuviera tumbado en una nube invisible.-¿Has grabado eso? Me ha quedado genial.- decía el marine a su nakama que seguía bajo el cadáver del pirata. Gusi bajó a tierra firme y le ayudo a ponerse en pie.-¿Qué te ha pasado? Tienes una pinta horrible.- decía mientras le observaba de arriba a abajo, sin poder dejar de mirar toda la sangre que tenía en la ropa.-¿Sabes que la sangre sale muy mal? ¿Por qué cojones te manchas tanto?- es ese momento los tres piratillas se pusieron en pie, con cara de muy pocos amigos.
Gusi no se lo pensó dos veces, y haciendo un gesto de disculpa a su compañero, se lanzó como un becerro a atacar con un cabezazo al pirata que tenía más cerca. Este recibió el golpe en el estomago y le hizo doblarse de forma dolorosa, dando tiempo al marine para robarle la funda y entregársela a su nakama que parecía algo desarmado. Al tirar con fuerza del cinturón del pirata, la funda de esta se quedó en la mano del marine, haciendo que la espada saliera disparada hacía detrás clavándose en el torso de su compañero, Tobías.
Gusi se volteó con una cara horrorizada por lo que acababa de hacer, pero en ese instante recordó que su amigo era un usuario de logia. Suspiro exageradamente y golpeó con un fuerte cabezazo al pirata que tenía delante, dejándole inconsciente y a él, medio aturdido.-Te dejo el resto a ti.- dijo Gusi echando a correr a la batalla de su Capitán.
Mientras corría, Gusi activo su armadura, la cual se fue recubriendo por todo su cuerpo, dándole una imagen de imparable. Cuando estaba a escasos centímetros de la pelea, no se lo pensó dos veces, y placó con todas sus fuerzas el cuerpo del caudillo. Este se desprendió del suelo unos centímetros, antes de caer de forma pesada contra el suelo. Gusi le empujaba, con la intención de tirarle al suelo, pero este pesaba más que un barco. Al final las fuerzas de marine se fueron debilitando, dándole al Caudillo una oportunidad genial para golpearle y dejarle estampado en el suelo.
Gusi escupió sangre dentro de su armadura, y sintió como el pie del Caudillo apretaba con fuerza su casco contra el suelo. Sin duda se había metido en un lio, ahora solo quedaba esperar que alguno de sus nakamas le sacara del lio, como pasaba casi siempre.
-Queridos amigos, a partir de aquí debo avanzar solo.- lo dijo principalmente para ir más rápido.- No quiero que os pongáis en peligro, así que por favor, buscar refugio en mi ausencia.- algunos de los presentes parecían refunfuñar ante las palabras del marine, pero al final le hicieron caso y se fueron disipando. Dando a mostrar a solo un grupito de chicas, llorando por la partida de Gusi.
-No te vayas, por favor. Quédate conmigo.- lloraba una desconsoladamente.- No quiero alejarme de ti y perderte para siempre .-Gusi se acercó a ella con pasos firmes y el semblante serio, la agarró por detrás de la nuca y la abrazó contra su pecho.
-No te preocupes, te prometo que volveré sano y salvo.- dijo el marine con una voz varonil y sensual a la vez.
-Por favor, no vayas.- volvió a decir la joven, sumergida en lagrimas y mocos. Gusi la apretó con fuerza, dando la sensación de que quería asfixiarla, y dijo: -Tengo que ir, es mi deber.
Gusi se apartó de ella cariñosamente, y la dio un pequeño empujón para que se alejara. La joven echó a llorar como loca al ver partir al marine, esta estuvo a punto de echar a correr, pero sus amigas la agarraron para que no lo hiciera.
-Te amo, Gusi... te amo.- gritaba aquella joven loca.
Gusi por el contrario, no se volteo, simplemente camino firme, mientras en su rostro se veía reflejado como se estaba aguantando la risa por la situación tan extraña que acababa de provocar. Sin duda le encantaba actuar, pero a veces se le iba de las manos y la gente se lo creía hasta el fondo.
Con la imagen de héroe del pueblo, siguió su rumbo, con un trote acelerado. Enfrentándose con un par de piratas por el camino, los cuales no le dieron problemas hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Una vez llegó, observó la situación un poco por encima, vislumbrando a su Capitán y a su compañero luchando con uñas y dientes. Tenía que darse prisa y echarles una mano.
Echo a correr sin pensárselo dos veces, y por el camino, se encontró con tres tipos con intenciones de atacar a su compañero, el cual por extraño que parezca estaba debajo de un pirata ¿qué cojones estaba haciendo Tobi? El marine estaba a bastante distancia y no podría ayudar a su nakama, así pues se le ocurrió la fantástica idea de arrojar algo al enemigo. Por desgracia, lo único que encontró cercano a él fue un zapato. Lo agarró con fuerza y se lo lanzó con precisión al rostro de uno de los piratas. Este emitió un gemido de dolor, y en ese momento, cuando la bota estaba cayendo de su rostro, una fuerte patada le impacto en el pecho. Lanzándole por los aires y haciendo que se llevara a los demás piratas por medio.
Gusi, que era el que había lanzado la patada, seguía levitando en el aire, como si estuviera tumbado en una nube invisible.-¿Has grabado eso? Me ha quedado genial.- decía el marine a su nakama que seguía bajo el cadáver del pirata. Gusi bajó a tierra firme y le ayudo a ponerse en pie.-¿Qué te ha pasado? Tienes una pinta horrible.- decía mientras le observaba de arriba a abajo, sin poder dejar de mirar toda la sangre que tenía en la ropa.-¿Sabes que la sangre sale muy mal? ¿Por qué cojones te manchas tanto?- es ese momento los tres piratillas se pusieron en pie, con cara de muy pocos amigos.
Gusi no se lo pensó dos veces, y haciendo un gesto de disculpa a su compañero, se lanzó como un becerro a atacar con un cabezazo al pirata que tenía más cerca. Este recibió el golpe en el estomago y le hizo doblarse de forma dolorosa, dando tiempo al marine para robarle la funda y entregársela a su nakama que parecía algo desarmado. Al tirar con fuerza del cinturón del pirata, la funda de esta se quedó en la mano del marine, haciendo que la espada saliera disparada hacía detrás clavándose en el torso de su compañero, Tobías.
Gusi se volteó con una cara horrorizada por lo que acababa de hacer, pero en ese instante recordó que su amigo era un usuario de logia. Suspiro exageradamente y golpeó con un fuerte cabezazo al pirata que tenía delante, dejándole inconsciente y a él, medio aturdido.-Te dejo el resto a ti.- dijo Gusi echando a correr a la batalla de su Capitán.
Mientras corría, Gusi activo su armadura, la cual se fue recubriendo por todo su cuerpo, dándole una imagen de imparable. Cuando estaba a escasos centímetros de la pelea, no se lo pensó dos veces, y placó con todas sus fuerzas el cuerpo del caudillo. Este se desprendió del suelo unos centímetros, antes de caer de forma pesada contra el suelo. Gusi le empujaba, con la intención de tirarle al suelo, pero este pesaba más que un barco. Al final las fuerzas de marine se fueron debilitando, dándole al Caudillo una oportunidad genial para golpearle y dejarle estampado en el suelo.
Gusi escupió sangre dentro de su armadura, y sintió como el pie del Caudillo apretaba con fuerza su casco contra el suelo. Sin duda se había metido en un lio, ahora solo quedaba esperar que alguno de sus nakamas le sacara del lio, como pasaba casi siempre.
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Estaba rodeado de piratas que habían logrado hacer sucumbir a los revolucionarios. Estaba en serios aprietos en este momento, el Caudillo debe ser alguien muy poderoso, logré atraparle desprevenido de puro milagro, pero no conseguí acabar con él definitivamente. Para colmo tan solo hacía dos días que habíamos tenido el combate contra aquellos dos revolucionarios en la taberna, y la cosa se tornaba realmente complicada, ahora debía hacer frente a todo un grupo.
Un tipo que estaba al lado del Caudillo avanzó, parecía que quería ser el primero en lanzarse a por mí, se le veía muy confiado, no obstante, en cuanto avanzó una lanza se le clavó, provocando que lanzase un tremendo bramido de dolor que alertó a todos e hizo que desviasen su mirada.
"Una distracción, el momento perfecto." Mientras el Caudillo mandaba a sus hombres a por aquél que había lanzado ese ataque, que no resultó ser otro que Tobías, yo cargué directamente contra el líder de aquellos sucios y rastreros piratas. Cargué directamente con mi espada, pero en el último momento me vio las intenciones y puso su brazo, envuelto en un tono oscurecido, marca de su haki de armadura, bloqueando el avance de la espada.
-Je. No creas que vas a atraparme así de fácil, marinetucho de mierda.
-No esperaba hacerlo -le revelé.
Me empujó y me lanzó hacia atrás, realmente se trata de un tipo bastante duro, pero ahora ya había averiguado que dominaba el haki armadura. ¿Cómo un tipo así no estaba combatiendo? Con su poder habría acabado con Matt en un abrir y cerrar de ojos. Necesitaba apoyo, esperaba que mi camarada no tardase en deshacerse de sus oponentes y pudiera echarme un cable pronto, por que dudo que pudiera aguantar demasiado tiempo contra ese tipo yo solo.
Cargó contra mí, era más veloz de lo que parecía, y luchaba con los puños envueltos en su bushou. Esa velocidad me cogió bastante desprevenido y casi me alcanza, esquivé bastante apurado y comenzamos a intercambiar golpes el uno al otro, todos bloqueando, rara vez lográbamos llegar a encadenar un golpe exitoso, y cuando lo lográbamos nos veíamos obligados a retroceder un poco, tanto el uno como el otro.
-Te subestimé, marine. Pero no te crear que esto se acaba aquí...
Estiró sus brazos y soltó un bramido, algo extraño estaba ocurriendo, me sentí como debilitado durante unos instantes, casi mareado. Los oídos me pitaban y la perspectiva se me volvió del revés, antes de darme cuenta estaba recibiendo un durísimo derechazo en el estómago. Habría salido despedido hacia atrás si no hubiera sido por que me cogió con su otra mano mi brazo para evitar aquello. Me acercó a él y me propinó un cabezazo en la frente que hizo que aquella sensación de mareo se intensificase. Mi mano se abrió, soltando la espada que tenía. sentí que las fuerzas me flaqueaban y caí tumbado hacia abajo.
¿Qué potencia es esa? Él me había subestimado, pero yo también lo había hecho con él. Incluso con el plan inicial de enfrentar a Matt y la chica contra él habría sido poco efectivo. Debíamos haber averiguado el poder de este hombre antes de haber intentado nada, no obstante el plan de infiltración se vio seriamente comprometido y era algo tan arriesgado que no estaba dispuesto a intentarlo siquiera. Necesitaba ayuda pero ya.
Intenté incorporarme mientras escupía sangre de ese tremendo puñetazo en el estómago. Me levanté solo, ese tipo me había cogido por el cuello y me levantaba, apretándome el cuello. Con un ojo cerrado le miraba con gesto derrotado. Estaba a punto de perder el conocimiento cuando me lanzó estampándome contra el suelo, lo que me provocó un crujido en la espalda que hizo que me recorriese un calambre por todo el cuerpo. Escuché sus risas de superioridad, no le iba a permitir derrotarme del todo. Mientras mi quedara una gota de sangre en el cuerpo seguiría plantándole cara. No tenía intención de rendirme ahora.
Me levanté costosamente, en esta ocasión no me agarraba, ni siquiera se acercaba a mí. Estaba lejos, mofándose de mí y admirando la "obra" que estaban haciendo sus hombres con la ciudad.
-¡Vamos chicos, destrozadlo todo!
Eso pareció darles más ánimos a esas sabandijas maltrechas, los cuales gritaron enardecidos y continuaron a lo suyo, armados de moral y como con energías renovadas. Yo me quedé mirando a ese hombre, me había quedado desarmado y estaba completamente desprotegido ante otro de sus ataques. No podía hacer gran cosa si volvía a cargar contra mí, y parecía que es lo que estaba a punto de hacer.
Comenzó a caminar hacia mí, tan solo me quedaba una cosa por probar, pero si no funcionaba, el combate habría acabado para mí, estaba se guro de que un solo golpe más de esos sería suficiente para dejarme fuera de combate, ya estaba muy malherido y con algún hueso roto. Además, las heridas de bala de esa mujer se habían abierto de nuevo por los golpes recibidos y el esfuerzo realizado en esta batalla final. Concentré mi energía mientras caía arrodillado. No tenía fuerzas apenas para mantener mi cuerpo en pie, pero si podía utilizar mi energía para crear una lanza en mi mano y clavársela directamente en el corazón conforme corría hacia mí. Era ahora o nunca.
A mitad de carrera, el Caudillo fue detenido por un tipo con una gran armadura. Al parecer Gusi había llegado por fin, y en el mejor momento, no me habría dado tiempo a crear esa lanza, me encontraba en un estado lamentable, debía estar riéndose de mí, para variar. Placó a ese mastodonte y casi logra hacerle caer, pero fue al revés, ese maldito pirata logró hallar una apertura en la defensa de Gusi y le hizo caer. Justo a su lado estaba mi espada, la cual había soltado sin poder evitarlo antes. El caudillo la recogió mientras apretaba el casco de Gusi con el pie. Apuntó con la espada al hueco que había entre el casco y la armadura, si le clavaba la espada se acabaría todo para Gusi... No pensaba permitir que eso ocurriese.
-Maldito garbanzo de metal. Es hora de despellejar al gorrino...
Alzó la espada, iba a hacerlo. No debía consentir aquello. Me levanté y comencé a correr hacia él, sacando fuerzas de donde no las tenía. Él me escuchó, pues comencé a gritar, era una tontería, pero me ayudaba a sacar más fuerzas de donde no las tenía. Logré crear la lanza, no era muy larga pero sería lo suficiente para alcanzarle. Corrí hacia él, se quedó mirándome con una sonrisa. Finalmente llegué hasta su posición.
La sangre comenzó a brotar, la hoja atravesó la carne y cruzó todo el cuerpo, la intensa agonía recorrió el cuerpo. La lanza no llegó a su destino. Mi torso fue completamente atravesado por mi propia arma ante la mirada del Caudillo. El dolor era insoportable, había logrado hacerme caer en la trampa. Gusi me salvó de una situación que estaba perdida con ese placaje, pero ahora había caído en otra de sus trampas, me había provocado y me había logrado acertar con mi propia arma.
-Je. Esto ha sido más fácil de lo que me esperaba.
Me había quedado paralizado. Esto tenía pinta de ser el fin. El dolor era tal que no sabía qué diablos hacer, me quedé parado durante unos instantes, hasta que comprendí que había sido brutalmente derrotado. Pero ya había dicho que no pensaba rendirme mientras una sola gota de sangre estuviera en mi cuerpo. Y todavía me quedaba algún que otro litro.
Cogí la espada y me acerqué, clavándola todavía más en mi cuerpo, le aferré fuertemente de la muñeca, la lanza estaba completamente estirada y casi apoyada en su cuerpo, el pirata parecía reírse con la situación.
-No... me... subes... times... -ni siquiera tenía fuerzas para hablar.
Liberé lo último que quedaba en mí. La energía fue traspasada a la lanza que tenía, y ésta casi al instante aumentó su longitud en un metro, clavándose en el pecho del pirata, a la altura de su corazón, y saliendo por el otro lado. La cara que se le quedó fue tan satisfactoria de ver como el dolor que estaba experimentando mi propio cuerpo. Comenzaba a ver nublo, pero debía asegurarme de acabar con él. Yo estaba acabado, pero él se vendría conmigo.
-Tú te vienes conmigo, cabrón...
Me concentré en la lanza, la zona que estaba dentro de su cuerpo comenzó a cambiar. De esa parte aparecieron más filos que ser originaron creciendo perpendicularmente en ella. Esto hizo que sus órganos internos se viesen afectados, sino todos, casi todos. En algún punto pude ver que un extremo comenzaba a salir de su cuerpo, entonces sentí un profundo mareo. Perdí el conocimiento inevitablemente. Al ocurrir eso, la lanza desaparecería, dejando esas cavidades dentro de su cuerpo vacías, haciendo correr la sangre a borbotones.
No supe cuánto tiempo transcurrió hasta que me desperté de nuevo, pero no pude creer que continuase con vida después de aquello. Nada más abrir los ojos me encontré con que estaba en una especie de hospital, algo improvisado. Una persona se acercó a mí, pude verle, reconocía su rostro. Me giré y pude ver que lo que quedaba de su brazo estaba completamente vendado. Ese soldado había logrado sobrevivir, esperaba que también su familia. Logré acabar con la vida de ese maldito.
-Se ha despertado -dijo a alguien que no veía.
De pronto comenzaron a aparecer manos. Conforme me movían sentía el dolor recorriendo todo mi cuerpo. Me dijeron que llevaba así tres días, todos se pensaban que no saldría de aquella, por suerte la espada no le atravesó ningún órgano vital de modo irreversible, tan solo alguna herida menor que con reposo y buen tratamiento se lograría curar. Volví a caer dormido, esos dolores que me provocaban, y la debilidad de mi cuerpo hizo que volviera a caer.
Cuando mis ojos volvieron a ver la luz, ya podía moverme, aunque fuera un poco tan solo. Logré incorporarme, tenía unos vendajes muy intensos en todo el cuerpo, el combate había sido terrible, no pensé llegar a sobrevivir. Gusi y Tobías estaban por ahí cerca, se alegraron de verme de pie y Gusi soltó alguna tontería para variar, pero no le hice demasiado caso. Me acerqué a ellos y les agradecí por su ayuda, de no haber sido por ellos nunca habría sido capaz de lograrlo.
-Tobías, si no hubieses aparecido, entre todos me habrían acabado en un momento. Gusi, si no apareces en el momento oportuno, ese tipo habría acabado conmigo y con todos. Os debo la vida, chicos. Me alegro de que seáis vosotros quienes estéis de mi lado.
El pueblo se mostró bastante agradecido con nosotros. Nos trataron bien, Gusi incluso tenía su club de fans femenino. Todo había salido bien al parecer, tan solo unas heridas, pero yo había sido el que peor parado había quedado. Cuando estuvimos bien recuperados nos aseguramos de echar una mano en todo lo posible para ayudar a la ciudad a reconstruirse y levantarse. Hasta que llegó el momento de la despedida.
Nos montamos al barco, cargamos el cuerpo del Caudillo, debíamos demostrar que habíamos dado con el problema, y encima teníamos tres enemigos a entregar. Solamente que hacía una peste increíble en los calabozos, con el tiempo que llevaban ahí los dos cuerpos ya olían fatal. Pero a fin de cuentas, habíamos logrado sobrevivir a aquello y lograr nuestra misión con gran eficacia. No me podía sentir más cumplido, pues para colmo mis camaradas eran gente de la que poder fiarse uno, lograron salvarme y acabar con la situación de caos que se había formado tras acabar con el Caudillo. No me podía alegrar más de haber encontrado unos camaradas como ellos.
Las velas se izaron y comenzamos a navegar, poniendo rumbo de nuevo al cuartel para entregar el reporte y los criminales causantes de todo este gran asunto, el cual jamás me imaginé que pudiera llegar a ser tan complicado.
Un tipo que estaba al lado del Caudillo avanzó, parecía que quería ser el primero en lanzarse a por mí, se le veía muy confiado, no obstante, en cuanto avanzó una lanza se le clavó, provocando que lanzase un tremendo bramido de dolor que alertó a todos e hizo que desviasen su mirada.
"Una distracción, el momento perfecto." Mientras el Caudillo mandaba a sus hombres a por aquél que había lanzado ese ataque, que no resultó ser otro que Tobías, yo cargué directamente contra el líder de aquellos sucios y rastreros piratas. Cargué directamente con mi espada, pero en el último momento me vio las intenciones y puso su brazo, envuelto en un tono oscurecido, marca de su haki de armadura, bloqueando el avance de la espada.
-Je. No creas que vas a atraparme así de fácil, marinetucho de mierda.
-No esperaba hacerlo -le revelé.
Me empujó y me lanzó hacia atrás, realmente se trata de un tipo bastante duro, pero ahora ya había averiguado que dominaba el haki armadura. ¿Cómo un tipo así no estaba combatiendo? Con su poder habría acabado con Matt en un abrir y cerrar de ojos. Necesitaba apoyo, esperaba que mi camarada no tardase en deshacerse de sus oponentes y pudiera echarme un cable pronto, por que dudo que pudiera aguantar demasiado tiempo contra ese tipo yo solo.
Cargó contra mí, era más veloz de lo que parecía, y luchaba con los puños envueltos en su bushou. Esa velocidad me cogió bastante desprevenido y casi me alcanza, esquivé bastante apurado y comenzamos a intercambiar golpes el uno al otro, todos bloqueando, rara vez lográbamos llegar a encadenar un golpe exitoso, y cuando lo lográbamos nos veíamos obligados a retroceder un poco, tanto el uno como el otro.
-Te subestimé, marine. Pero no te crear que esto se acaba aquí...
Estiró sus brazos y soltó un bramido, algo extraño estaba ocurriendo, me sentí como debilitado durante unos instantes, casi mareado. Los oídos me pitaban y la perspectiva se me volvió del revés, antes de darme cuenta estaba recibiendo un durísimo derechazo en el estómago. Habría salido despedido hacia atrás si no hubiera sido por que me cogió con su otra mano mi brazo para evitar aquello. Me acercó a él y me propinó un cabezazo en la frente que hizo que aquella sensación de mareo se intensificase. Mi mano se abrió, soltando la espada que tenía. sentí que las fuerzas me flaqueaban y caí tumbado hacia abajo.
¿Qué potencia es esa? Él me había subestimado, pero yo también lo había hecho con él. Incluso con el plan inicial de enfrentar a Matt y la chica contra él habría sido poco efectivo. Debíamos haber averiguado el poder de este hombre antes de haber intentado nada, no obstante el plan de infiltración se vio seriamente comprometido y era algo tan arriesgado que no estaba dispuesto a intentarlo siquiera. Necesitaba ayuda pero ya.
Intenté incorporarme mientras escupía sangre de ese tremendo puñetazo en el estómago. Me levanté solo, ese tipo me había cogido por el cuello y me levantaba, apretándome el cuello. Con un ojo cerrado le miraba con gesto derrotado. Estaba a punto de perder el conocimiento cuando me lanzó estampándome contra el suelo, lo que me provocó un crujido en la espalda que hizo que me recorriese un calambre por todo el cuerpo. Escuché sus risas de superioridad, no le iba a permitir derrotarme del todo. Mientras mi quedara una gota de sangre en el cuerpo seguiría plantándole cara. No tenía intención de rendirme ahora.
Me levanté costosamente, en esta ocasión no me agarraba, ni siquiera se acercaba a mí. Estaba lejos, mofándose de mí y admirando la "obra" que estaban haciendo sus hombres con la ciudad.
-¡Vamos chicos, destrozadlo todo!
Eso pareció darles más ánimos a esas sabandijas maltrechas, los cuales gritaron enardecidos y continuaron a lo suyo, armados de moral y como con energías renovadas. Yo me quedé mirando a ese hombre, me había quedado desarmado y estaba completamente desprotegido ante otro de sus ataques. No podía hacer gran cosa si volvía a cargar contra mí, y parecía que es lo que estaba a punto de hacer.
Comenzó a caminar hacia mí, tan solo me quedaba una cosa por probar, pero si no funcionaba, el combate habría acabado para mí, estaba se guro de que un solo golpe más de esos sería suficiente para dejarme fuera de combate, ya estaba muy malherido y con algún hueso roto. Además, las heridas de bala de esa mujer se habían abierto de nuevo por los golpes recibidos y el esfuerzo realizado en esta batalla final. Concentré mi energía mientras caía arrodillado. No tenía fuerzas apenas para mantener mi cuerpo en pie, pero si podía utilizar mi energía para crear una lanza en mi mano y clavársela directamente en el corazón conforme corría hacia mí. Era ahora o nunca.
A mitad de carrera, el Caudillo fue detenido por un tipo con una gran armadura. Al parecer Gusi había llegado por fin, y en el mejor momento, no me habría dado tiempo a crear esa lanza, me encontraba en un estado lamentable, debía estar riéndose de mí, para variar. Placó a ese mastodonte y casi logra hacerle caer, pero fue al revés, ese maldito pirata logró hallar una apertura en la defensa de Gusi y le hizo caer. Justo a su lado estaba mi espada, la cual había soltado sin poder evitarlo antes. El caudillo la recogió mientras apretaba el casco de Gusi con el pie. Apuntó con la espada al hueco que había entre el casco y la armadura, si le clavaba la espada se acabaría todo para Gusi... No pensaba permitir que eso ocurriese.
-Maldito garbanzo de metal. Es hora de despellejar al gorrino...
Alzó la espada, iba a hacerlo. No debía consentir aquello. Me levanté y comencé a correr hacia él, sacando fuerzas de donde no las tenía. Él me escuchó, pues comencé a gritar, era una tontería, pero me ayudaba a sacar más fuerzas de donde no las tenía. Logré crear la lanza, no era muy larga pero sería lo suficiente para alcanzarle. Corrí hacia él, se quedó mirándome con una sonrisa. Finalmente llegué hasta su posición.
La sangre comenzó a brotar, la hoja atravesó la carne y cruzó todo el cuerpo, la intensa agonía recorrió el cuerpo. La lanza no llegó a su destino. Mi torso fue completamente atravesado por mi propia arma ante la mirada del Caudillo. El dolor era insoportable, había logrado hacerme caer en la trampa. Gusi me salvó de una situación que estaba perdida con ese placaje, pero ahora había caído en otra de sus trampas, me había provocado y me había logrado acertar con mi propia arma.
-Je. Esto ha sido más fácil de lo que me esperaba.
Me había quedado paralizado. Esto tenía pinta de ser el fin. El dolor era tal que no sabía qué diablos hacer, me quedé parado durante unos instantes, hasta que comprendí que había sido brutalmente derrotado. Pero ya había dicho que no pensaba rendirme mientras una sola gota de sangre estuviera en mi cuerpo. Y todavía me quedaba algún que otro litro.
Cogí la espada y me acerqué, clavándola todavía más en mi cuerpo, le aferré fuertemente de la muñeca, la lanza estaba completamente estirada y casi apoyada en su cuerpo, el pirata parecía reírse con la situación.
-No... me... subes... times... -ni siquiera tenía fuerzas para hablar.
Liberé lo último que quedaba en mí. La energía fue traspasada a la lanza que tenía, y ésta casi al instante aumentó su longitud en un metro, clavándose en el pecho del pirata, a la altura de su corazón, y saliendo por el otro lado. La cara que se le quedó fue tan satisfactoria de ver como el dolor que estaba experimentando mi propio cuerpo. Comenzaba a ver nublo, pero debía asegurarme de acabar con él. Yo estaba acabado, pero él se vendría conmigo.
-Tú te vienes conmigo, cabrón...
Me concentré en la lanza, la zona que estaba dentro de su cuerpo comenzó a cambiar. De esa parte aparecieron más filos que ser originaron creciendo perpendicularmente en ella. Esto hizo que sus órganos internos se viesen afectados, sino todos, casi todos. En algún punto pude ver que un extremo comenzaba a salir de su cuerpo, entonces sentí un profundo mareo. Perdí el conocimiento inevitablemente. Al ocurrir eso, la lanza desaparecería, dejando esas cavidades dentro de su cuerpo vacías, haciendo correr la sangre a borbotones.
No supe cuánto tiempo transcurrió hasta que me desperté de nuevo, pero no pude creer que continuase con vida después de aquello. Nada más abrir los ojos me encontré con que estaba en una especie de hospital, algo improvisado. Una persona se acercó a mí, pude verle, reconocía su rostro. Me giré y pude ver que lo que quedaba de su brazo estaba completamente vendado. Ese soldado había logrado sobrevivir, esperaba que también su familia. Logré acabar con la vida de ese maldito.
-Se ha despertado -dijo a alguien que no veía.
De pronto comenzaron a aparecer manos. Conforme me movían sentía el dolor recorriendo todo mi cuerpo. Me dijeron que llevaba así tres días, todos se pensaban que no saldría de aquella, por suerte la espada no le atravesó ningún órgano vital de modo irreversible, tan solo alguna herida menor que con reposo y buen tratamiento se lograría curar. Volví a caer dormido, esos dolores que me provocaban, y la debilidad de mi cuerpo hizo que volviera a caer.
Cuando mis ojos volvieron a ver la luz, ya podía moverme, aunque fuera un poco tan solo. Logré incorporarme, tenía unos vendajes muy intensos en todo el cuerpo, el combate había sido terrible, no pensé llegar a sobrevivir. Gusi y Tobías estaban por ahí cerca, se alegraron de verme de pie y Gusi soltó alguna tontería para variar, pero no le hice demasiado caso. Me acerqué a ellos y les agradecí por su ayuda, de no haber sido por ellos nunca habría sido capaz de lograrlo.
-Tobías, si no hubieses aparecido, entre todos me habrían acabado en un momento. Gusi, si no apareces en el momento oportuno, ese tipo habría acabado conmigo y con todos. Os debo la vida, chicos. Me alegro de que seáis vosotros quienes estéis de mi lado.
El pueblo se mostró bastante agradecido con nosotros. Nos trataron bien, Gusi incluso tenía su club de fans femenino. Todo había salido bien al parecer, tan solo unas heridas, pero yo había sido el que peor parado había quedado. Cuando estuvimos bien recuperados nos aseguramos de echar una mano en todo lo posible para ayudar a la ciudad a reconstruirse y levantarse. Hasta que llegó el momento de la despedida.
Nos montamos al barco, cargamos el cuerpo del Caudillo, debíamos demostrar que habíamos dado con el problema, y encima teníamos tres enemigos a entregar. Solamente que hacía una peste increíble en los calabozos, con el tiempo que llevaban ahí los dos cuerpos ya olían fatal. Pero a fin de cuentas, habíamos logrado sobrevivir a aquello y lograr nuestra misión con gran eficacia. No me podía sentir más cumplido, pues para colmo mis camaradas eran gente de la que poder fiarse uno, lograron salvarme y acabar con la situación de caos que se había formado tras acabar con el Caudillo. No me podía alegrar más de haber encontrado unos camaradas como ellos.
Las velas se izaron y comenzamos a navegar, poniendo rumbo de nuevo al cuartel para entregar el reporte y los criminales causantes de todo este gran asunto, el cual jamás me imaginé que pudiera llegar a ser tan complicado.
Tobías Thorn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me encontré atrapado bajo el cadáver del pirata sin poder desembarazarme bien de él y encima sus compañeros al verme desvalido avanzaron con ganas de aprovechar su ventaja. Por unos segundo me quedé bloqueado por el dolor en mis costillas, pero de repente un objeto volador me hizo reaccionar. Un zapato atravesó mi campo visual directo hacia el pirata más cercano, no me dio tiempo a buscar al lanzador, pues él solo apareció plasmando una patada voladora hacia dicho pirata.
No era otro que mi compañero y amigo Gusi, que tras quedarse levitando me soltó una de sus chorradas haciendo referencia a la sangre de mi ropa.
- Porque espero que el capitán te mande a limpiarla por la que has liado - dije en tono jocoso mientras lo dejaba ayudarme a levantarme. El costado me dolía bastante, pero intenté disimularlo ante mi nakama.
Tras nuestras palabras el peliblanco lanzó un grito salió a por el siguiente pirata que estaba, asique no dude en seguirlo con intención de atacar al siguiente, pero entonces por el rabillo del ojo pude ver como Gusi sacaba la espada de su contrincante de una forma un tanto peculiar, tan peculiar que si no llego a activar mis poderes el muy estúpido me habría atravesado de lado a lado, pero por suerte me había hecho inmune ante aquellas cosas.
- ¡Maldito mandril! - espeté en cuanto escuché su "disculpa" y se lanzó a ayudar al capitán dejándome allí contra los dos que quedaban.
Me hubiese gustado seguirlo y atacar al Caudillo también, pero no podía permitir que aquellos tipos nos atacasen por las espaldas, asique me dispuse a enfrentarme a ellos. Me adelanté a sus movimientos a la vez que generaba un chorro de sirope en dirección al más alejado de ellos, buscando darle en la cara para cegarlo momentáneamente. Mi estrategia funcionó y el tipo rápidamente se intentó quitar el sirope del rostro dejándome listo para atacar al que más cerca estaba. Enarbolaba un sable curvo e intentó clavármelo en el abdomen. Pensé cansado que si el muy estúpido no había sido capaz de darse cuenta de la escena anterior merecía que acabase con él, asique tras dejar que clavase su arma en mi cuerpo, me acerqué a él clavándome el arma más para tenerlo lo suficientemente cerca para darle con un filo cortante que había generado en mi codo del tamaño de mi antebrazo (Manual Aura de Acero), matándolo así en el acto nada más que atravesé su cuello.
Tras verlo caer al suelo saqué su arma de mi cuerpo recubierta de película de un color parduzco, con la que avancé hacia el siguiente enemigo que ya había sido capaz de limpiarse el rostro, aunque por otro lado de nada le valió pues recorrí los metros que me quedaban para insertarle aquella espada en su vientre causando que el pirata cayese al suelo intentando taponarse la herida que le había abierto. Sabía que ese no podría hacer más, asique me giré buscando la pelea principal.
Me sorprendí y enfurecí a partes iguales cuando vi que el Caudillo tenía a Gusi tumbado en el suelo a punto de ser atravesado. Me sorprendió el ver que había sido reducido aún usando su magnífica armadura, pero no me quedé lamentándome, si no que me lancé para ayudar a mi nakama mientras profería un grito de rabia en un intento de captar la atención del enemigo.
Cuando me comencé a preguntar donde estaría Kimura, este apareció lanzándose a por el Caudillo. Esperaba con ansias que mi capitán acabase con aquel ser despreciable, pero entonces me percaté de que todo había sido una trampa. Gusi había sido el cebo y el Caudillo fue capaz de proferir un terrible golpe con su arma al pelirrojo. Por unos segundos temí lo peor, incluso me había quedado estático ante tal escena, pero entonces el marine demostrando un arrojo sin igual, se clavó más el arma para tenerlo más cerca y generó una de aquellas armas que él hacía para atravesar al Caudillo profiriéndole la muerte.
Nada más ver como el cuerpo del grandullón se desplomaba corrí para ver el estado de mis compañeros. Gusi parecía bien, pero el pelirrojo estaba bastante mal herido asique me saqué la parte de arriba de mis ropajes y la hice giras. Improvisé un vendaje que no tardó en empaparse de sangre nada más lo posé sobre la herida, pero tenía que intentar parar la hemorragia hasta que diésemos con un médico.
Al levantar la cabeza tras realizar mi trabajo observé a mi compañero preocupado.
- Debemos llevarlo a alguien que pueda curarlo, pero yo estoy herido y no puedo cargar con él, asique cárgatelo al hombro y yo nos cubro - dije metiéndole prisas al marine.
En esta zona los piratas comenzaron a dispersarse nada más ver el cuerpo de su jefe caer, todos ellos merecían morir por su falta de lealtad y actos, pero ahora mi capitán era más apremiante. Me daba rabia no poder ayudar a Gusi cargándolo, pero mis costillas no me lo permitirían. Por suerte Gusi no mostró pegas y salimos disparados de allí.
Según volvíamos sobre nuestros pasos pude fijarme en que las batallas iban desapareciendo por todos lados, aunque dejaron tras de sí un rastro de dolor y sufrimiento. No entendía como había personas que disfrutaban con este tipo de cosas.
Por fin llegamos al médico y pusieron a Kimura bajo asistencia, aunque el doctor nos dijo que había perdido mucha sangre. Temía que aquel valeroso hombre cayese ese día a manos de un ser que no le llegaba ni a la suela de los zapatos, pero rápidamente despejé esos malos pensamientos de mi cabeza confiando en la fortaleza del pelirrojo. En parte creó que ayudó el analgésico que me dieron para calmar mi dolor y terminé quedándome dormido en una habitación por el cansancio y dopaje.
Desperté empapado en sudor y con una rara sensación, pero tras buscar al médico me alegré al comprobar que la mala sensación con la que me había levantado era vana. Me dijo que el marine se recuperaba bastante bien y que para el día siguiente despertaría. Le agradecí al hombre sus honorarios y tras cambiarme de ropa salí a la ciudad con ganas de entretener mi mente congestionada por la tensión, asique tras pensar un poco decidí ayudar a cualquiera que hubiese sufrido durante la batalla.
Pasó el tiempo y por fin el marine despertó. Me conmovieron sus palabras, pero me callé no queriendo parecer un blando. Realmente me costaba abrirme a los demás, aunque realmente lo que me apetecía era abrazarlo por ver que estaba a salvo y golpearlo por estar tan loco, pero en vez de eso sólo sonreí antes de responder.
- Mientras en la siguiente no te mueras siempre estaré dispuesto a ayudarte.
Sin ninguna duda no me había confundido al unirme a esta flota, ya que no sólo predicaban con la palabra, si no que realmente estaban dispuestos a dar sus vidas por ayudar a la gente. Nos quedamos todos a ayudar en lo que pudimos hasta que llegó el día de nuestra marcha.
Cargamos al pirata en el barco y levamos ancla. El cielo tenía un tono nostálgico que emparejaba bastante bien como sentía. Había sido una victoria agridulce, pero lo que tenía claro es que mi primera misión como CW nunca se me olvidaría.
No era otro que mi compañero y amigo Gusi, que tras quedarse levitando me soltó una de sus chorradas haciendo referencia a la sangre de mi ropa.
- Porque espero que el capitán te mande a limpiarla por la que has liado - dije en tono jocoso mientras lo dejaba ayudarme a levantarme. El costado me dolía bastante, pero intenté disimularlo ante mi nakama.
Tras nuestras palabras el peliblanco lanzó un grito salió a por el siguiente pirata que estaba, asique no dude en seguirlo con intención de atacar al siguiente, pero entonces por el rabillo del ojo pude ver como Gusi sacaba la espada de su contrincante de una forma un tanto peculiar, tan peculiar que si no llego a activar mis poderes el muy estúpido me habría atravesado de lado a lado, pero por suerte me había hecho inmune ante aquellas cosas.
- ¡Maldito mandril! - espeté en cuanto escuché su "disculpa" y se lanzó a ayudar al capitán dejándome allí contra los dos que quedaban.
Me hubiese gustado seguirlo y atacar al Caudillo también, pero no podía permitir que aquellos tipos nos atacasen por las espaldas, asique me dispuse a enfrentarme a ellos. Me adelanté a sus movimientos a la vez que generaba un chorro de sirope en dirección al más alejado de ellos, buscando darle en la cara para cegarlo momentáneamente. Mi estrategia funcionó y el tipo rápidamente se intentó quitar el sirope del rostro dejándome listo para atacar al que más cerca estaba. Enarbolaba un sable curvo e intentó clavármelo en el abdomen. Pensé cansado que si el muy estúpido no había sido capaz de darse cuenta de la escena anterior merecía que acabase con él, asique tras dejar que clavase su arma en mi cuerpo, me acerqué a él clavándome el arma más para tenerlo lo suficientemente cerca para darle con un filo cortante que había generado en mi codo del tamaño de mi antebrazo (Manual Aura de Acero), matándolo así en el acto nada más que atravesé su cuello.
Tras verlo caer al suelo saqué su arma de mi cuerpo recubierta de película de un color parduzco, con la que avancé hacia el siguiente enemigo que ya había sido capaz de limpiarse el rostro, aunque por otro lado de nada le valió pues recorrí los metros que me quedaban para insertarle aquella espada en su vientre causando que el pirata cayese al suelo intentando taponarse la herida que le había abierto. Sabía que ese no podría hacer más, asique me giré buscando la pelea principal.
Me sorprendí y enfurecí a partes iguales cuando vi que el Caudillo tenía a Gusi tumbado en el suelo a punto de ser atravesado. Me sorprendió el ver que había sido reducido aún usando su magnífica armadura, pero no me quedé lamentándome, si no que me lancé para ayudar a mi nakama mientras profería un grito de rabia en un intento de captar la atención del enemigo.
Cuando me comencé a preguntar donde estaría Kimura, este apareció lanzándose a por el Caudillo. Esperaba con ansias que mi capitán acabase con aquel ser despreciable, pero entonces me percaté de que todo había sido una trampa. Gusi había sido el cebo y el Caudillo fue capaz de proferir un terrible golpe con su arma al pelirrojo. Por unos segundos temí lo peor, incluso me había quedado estático ante tal escena, pero entonces el marine demostrando un arrojo sin igual, se clavó más el arma para tenerlo más cerca y generó una de aquellas armas que él hacía para atravesar al Caudillo profiriéndole la muerte.
Nada más ver como el cuerpo del grandullón se desplomaba corrí para ver el estado de mis compañeros. Gusi parecía bien, pero el pelirrojo estaba bastante mal herido asique me saqué la parte de arriba de mis ropajes y la hice giras. Improvisé un vendaje que no tardó en empaparse de sangre nada más lo posé sobre la herida, pero tenía que intentar parar la hemorragia hasta que diésemos con un médico.
Al levantar la cabeza tras realizar mi trabajo observé a mi compañero preocupado.
- Debemos llevarlo a alguien que pueda curarlo, pero yo estoy herido y no puedo cargar con él, asique cárgatelo al hombro y yo nos cubro - dije metiéndole prisas al marine.
En esta zona los piratas comenzaron a dispersarse nada más ver el cuerpo de su jefe caer, todos ellos merecían morir por su falta de lealtad y actos, pero ahora mi capitán era más apremiante. Me daba rabia no poder ayudar a Gusi cargándolo, pero mis costillas no me lo permitirían. Por suerte Gusi no mostró pegas y salimos disparados de allí.
Según volvíamos sobre nuestros pasos pude fijarme en que las batallas iban desapareciendo por todos lados, aunque dejaron tras de sí un rastro de dolor y sufrimiento. No entendía como había personas que disfrutaban con este tipo de cosas.
Por fin llegamos al médico y pusieron a Kimura bajo asistencia, aunque el doctor nos dijo que había perdido mucha sangre. Temía que aquel valeroso hombre cayese ese día a manos de un ser que no le llegaba ni a la suela de los zapatos, pero rápidamente despejé esos malos pensamientos de mi cabeza confiando en la fortaleza del pelirrojo. En parte creó que ayudó el analgésico que me dieron para calmar mi dolor y terminé quedándome dormido en una habitación por el cansancio y dopaje.
Desperté empapado en sudor y con una rara sensación, pero tras buscar al médico me alegré al comprobar que la mala sensación con la que me había levantado era vana. Me dijo que el marine se recuperaba bastante bien y que para el día siguiente despertaría. Le agradecí al hombre sus honorarios y tras cambiarme de ropa salí a la ciudad con ganas de entretener mi mente congestionada por la tensión, asique tras pensar un poco decidí ayudar a cualquiera que hubiese sufrido durante la batalla.
Pasó el tiempo y por fin el marine despertó. Me conmovieron sus palabras, pero me callé no queriendo parecer un blando. Realmente me costaba abrirme a los demás, aunque realmente lo que me apetecía era abrazarlo por ver que estaba a salvo y golpearlo por estar tan loco, pero en vez de eso sólo sonreí antes de responder.
- Mientras en la siguiente no te mueras siempre estaré dispuesto a ayudarte.
Sin ninguna duda no me había confundido al unirme a esta flota, ya que no sólo predicaban con la palabra, si no que realmente estaban dispuestos a dar sus vidas por ayudar a la gente. Nos quedamos todos a ayudar en lo que pudimos hasta que llegó el día de nuestra marcha.
Cargamos al pirata en el barco y levamos ancla. El cielo tenía un tono nostálgico que emparejaba bastante bien como sentía. Había sido una victoria agridulce, pero lo que tenía claro es que mi primera misión como CW nunca se me olvidaría.
Gusi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Intentaba con todas mis fuerzas librarme del pie de ese ser, pero aquella bota pesaba más que un yunque. Decidí calmarme, a pesar de la situación, y libere mi poder de levitación, para evitar hundirme con mayor facilidad. De repente, note algo frió en mi cuello, no sabría decir que era, pero seguro que nada bueno. A penas podía ver nada, solo el suelo, en el que me hundía poco a poco, y los cadáveres de los enemigos muertos por alrededor. De vez en cuando oía a aquel hombre hablar, pero no distinguía sus palabras, parecía que mantenía una discusión con Kimura. Aquella situación me estaba frustrando, pero si me quitaba la armadura aplastaría mi cabeza como a un insecto. Me puse a pensar, en busca de una solución, pues los refuerzos de mis nakamas no terminaban de llegar y sentía que el tiempo se agotaba.
Pasaban los minutos y cada vez me ponía más nervioso, hasta el momento en el que sentí que la bota dejaba de ejercer presión en el casco. Hice fuerza para ponerme en pie y note como el cuerpo que me pisaba caía al instante. Me quede sorprendido al ver al Caudillo caer muerto a mi lado, sin comprender del todo lo que había ocurrido, pero sospechando que el Capitán le había dado su merecido.
Me gire con una sonrisa en el rostro, al comprobar que habíamos acabado con el malo, pero mi cara cambio por completo al ver a Kimura inconsciente en el suelo. Me quité la armadura, está volviendo a su forma de brazalete, y me acerque en un estado de shock hasta mi superior, mientras Tobías tapaba sus heridas. Parecía que la situación estaba crítica y sin pensármelo dos veces, cargué el cuerpo de Kim a pesar de las órdenes de mi compañero. Aquel cuerpo pesaba poquísimo y se sentía completamente inerte, como un muñeco de paja, inútil e inservible.
Camine al compás de mi compañero hasta que encontramos a los ciudadanos que nos llevaron hasta un medico. Cada paso que daba me sentía fatal por no poder haber ayudado a mi superior más. Las lágrimas gritaban por salir disparadas de mis ojos y estrellarse con el suelo a pesar del enorme esfuerzo que estaba haciendo por no llorar. Nada más aparecer los médicos, deje el cuerpo de Kimura en una camilla, y agarré con fuerza el brazo del doctor. -Sálvele la vida, por favor.- el hombre me miro un poco asustado y entonces comprendí la enorme fuerza que estaba usando para sujetarle. Le solté y me fui a descansar a uno de los asientos libres que había por allí cerca.
Me mire las manos, las cuales estaban manchadas por la sangre de mi compañero y entonces comprendí lo terriblemente débil que era. Debía mejorar más para poder proteger a mis nakamas. Yo apenas había salido con rasguños de las dos batallas, pero ellos estaban malheridos y todo por mi culpa, no tenía la suficientemente fuerza para enfrentarme a los enemigos y plantarles cara. Cerré el puño con fuerza y una lágrima recorrió mi rostro, no por tristeza, sino por rabia de no poder haber ayudado más.
A los pocos minutos llegaron el grupo de jovencitas a halagarme por haber acabado con el caudillo, pero no estaba de humor para nadie. Intente alejarme de ellas, pero eran peor que un dolor de muelas, y me seguían a todos lados. Al final decidí dejar que hicieran conmigo lo que fuera para que me dejaran en paz, y aquello fue una buena decisión.
-Sabemos que estas mal por tu Capitán, pero nosotras podemos consolarte.- dijo la joven mientras apoyaba la mano en mi pierna. Mi primer instinto fue golpearla para que no me tocara, pero pensándolo bien debía salir de ese lugar y despejarme hasta que Kim diera señales de vida. La joven, con sus amigas, me llevaron a una casa no muy destruida y me dieron de comer y asearon, además de hacerme más cosas que hicieron que me subiera el ánimo y las ganas de vivir. Solo esperaba que todas fueran mayores de edad, pues no tuve tiempo para comprobarlo cuando estas se abalanzaron sobre mí.
Al día siguiente me sentía mucho mejor, y nada más despertarme, entre un aren de jóvenes desnudas, me dirigí al hospital para comprobar cómo se encontraba Kimura. Hice esta misma acción cada dos horas, encontrando a Tobías siempre al lado del Capitán. Las horas pasaban y Kim seguía inconsciente, pero al menos con un pulso estable. De vez en cuando, entre polvo y polvo, echaba una mano en la reconstrucción de la ciudad. No tenía muchos conocimientos de carpintería, pero dado que era más fuerte que la media eso siempre ayudaba. Por no decir lo agotado que me dejaban mis jovencitas, las cuales a veces aparecían demasiadas, sin comprender del todo de donde habían aparecido. Cuando menos me lo esperaba, Kim despertó, y por suerte en una de las horas que iba a visitarle. Nada más despertarse este se puso a dar las gracias, como un tonto. Pues no comprendía la ilusión que no hacía a todos que se hubiera despertado.
-Capi, me alegro que hayas despertado. Y encima se te ha quedado una fabulosa cicatriz con la que podrás fardar con las chicas.- dije guiñándole un ojo para que se animara.
Después de aquello, hasta la recuperación del Capitán, fui terminando de reparar algunas casas y de satisfacer a todas las jovencitas que lo necesitaban. Haciendo que el tiempo pasara tan rápido que cuando quise darme cuenta ya estábamos de nuevo en alta mar.
Con ayuda de unos cuantos ciudadanos cargamos el cuerpo del caudillo, además de algunos suministros. Yo por el contrario no pude ni bajar al sótano, pues al oler la fragancia de los cadáveres esta me recordó a mi experiencia en el "SPA" y me puse pálido como un fantasma. Lo bueno que nada más salir al exterior me encontré a mis seguidoras despidiéndose de mí con pancartas, llenas de lágrimas y gritos por mi partida. Lo cual animo mi ego. Me despedí de ellas diciendo “adiós” con el brazo y lanzándolas un beso con la mano, a lo que ellas respondieron con un grito agudo que seguro que se oyó por toda la isla.
Pasaban los minutos y cada vez me ponía más nervioso, hasta el momento en el que sentí que la bota dejaba de ejercer presión en el casco. Hice fuerza para ponerme en pie y note como el cuerpo que me pisaba caía al instante. Me quede sorprendido al ver al Caudillo caer muerto a mi lado, sin comprender del todo lo que había ocurrido, pero sospechando que el Capitán le había dado su merecido.
Me gire con una sonrisa en el rostro, al comprobar que habíamos acabado con el malo, pero mi cara cambio por completo al ver a Kimura inconsciente en el suelo. Me quité la armadura, está volviendo a su forma de brazalete, y me acerque en un estado de shock hasta mi superior, mientras Tobías tapaba sus heridas. Parecía que la situación estaba crítica y sin pensármelo dos veces, cargué el cuerpo de Kim a pesar de las órdenes de mi compañero. Aquel cuerpo pesaba poquísimo y se sentía completamente inerte, como un muñeco de paja, inútil e inservible.
Camine al compás de mi compañero hasta que encontramos a los ciudadanos que nos llevaron hasta un medico. Cada paso que daba me sentía fatal por no poder haber ayudado a mi superior más. Las lágrimas gritaban por salir disparadas de mis ojos y estrellarse con el suelo a pesar del enorme esfuerzo que estaba haciendo por no llorar. Nada más aparecer los médicos, deje el cuerpo de Kimura en una camilla, y agarré con fuerza el brazo del doctor. -Sálvele la vida, por favor.- el hombre me miro un poco asustado y entonces comprendí la enorme fuerza que estaba usando para sujetarle. Le solté y me fui a descansar a uno de los asientos libres que había por allí cerca.
Me mire las manos, las cuales estaban manchadas por la sangre de mi compañero y entonces comprendí lo terriblemente débil que era. Debía mejorar más para poder proteger a mis nakamas. Yo apenas había salido con rasguños de las dos batallas, pero ellos estaban malheridos y todo por mi culpa, no tenía la suficientemente fuerza para enfrentarme a los enemigos y plantarles cara. Cerré el puño con fuerza y una lágrima recorrió mi rostro, no por tristeza, sino por rabia de no poder haber ayudado más.
A los pocos minutos llegaron el grupo de jovencitas a halagarme por haber acabado con el caudillo, pero no estaba de humor para nadie. Intente alejarme de ellas, pero eran peor que un dolor de muelas, y me seguían a todos lados. Al final decidí dejar que hicieran conmigo lo que fuera para que me dejaran en paz, y aquello fue una buena decisión.
-Sabemos que estas mal por tu Capitán, pero nosotras podemos consolarte.- dijo la joven mientras apoyaba la mano en mi pierna. Mi primer instinto fue golpearla para que no me tocara, pero pensándolo bien debía salir de ese lugar y despejarme hasta que Kim diera señales de vida. La joven, con sus amigas, me llevaron a una casa no muy destruida y me dieron de comer y asearon, además de hacerme más cosas que hicieron que me subiera el ánimo y las ganas de vivir. Solo esperaba que todas fueran mayores de edad, pues no tuve tiempo para comprobarlo cuando estas se abalanzaron sobre mí.
Al día siguiente me sentía mucho mejor, y nada más despertarme, entre un aren de jóvenes desnudas, me dirigí al hospital para comprobar cómo se encontraba Kimura. Hice esta misma acción cada dos horas, encontrando a Tobías siempre al lado del Capitán. Las horas pasaban y Kim seguía inconsciente, pero al menos con un pulso estable. De vez en cuando, entre polvo y polvo, echaba una mano en la reconstrucción de la ciudad. No tenía muchos conocimientos de carpintería, pero dado que era más fuerte que la media eso siempre ayudaba. Por no decir lo agotado que me dejaban mis jovencitas, las cuales a veces aparecían demasiadas, sin comprender del todo de donde habían aparecido. Cuando menos me lo esperaba, Kim despertó, y por suerte en una de las horas que iba a visitarle. Nada más despertarse este se puso a dar las gracias, como un tonto. Pues no comprendía la ilusión que no hacía a todos que se hubiera despertado.
-Capi, me alegro que hayas despertado. Y encima se te ha quedado una fabulosa cicatriz con la que podrás fardar con las chicas.- dije guiñándole un ojo para que se animara.
Después de aquello, hasta la recuperación del Capitán, fui terminando de reparar algunas casas y de satisfacer a todas las jovencitas que lo necesitaban. Haciendo que el tiempo pasara tan rápido que cuando quise darme cuenta ya estábamos de nuevo en alta mar.
Con ayuda de unos cuantos ciudadanos cargamos el cuerpo del caudillo, además de algunos suministros. Yo por el contrario no pude ni bajar al sótano, pues al oler la fragancia de los cadáveres esta me recordó a mi experiencia en el "SPA" y me puse pálido como un fantasma. Lo bueno que nada más salir al exterior me encontré a mis seguidoras despidiéndose de mí con pancartas, llenas de lágrimas y gritos por mi partida. Lo cual animo mi ego. Me despedí de ellas diciendo “adiós” con el brazo y lanzándolas un beso con la mano, a lo que ellas respondieron con un grito agudo que seguro que se oyó por toda la isla.
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