Worick L. Arcangelo
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Akuma no mi
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Otro día más de polizón en un barco, parecía haberse tornado costumbre para mí viajar de aquel modo, pero tampoco es que tuviese muchas otras opciones el dinero no cae del cielo y aún si lo tuviese no me gustaría desperdiciarlo en un barco, hay montones de cosas mucho más divertidas en lo que gastarlas. Aunque a veces con todos los problemas que me conlleva empiezo a pensar que valdría la pena pagar por un transporte menos problemático, pero que sería de la vida sin este factor sorpresa tan divertido.
Estaba en plena cubierta parecía que los mercaderes no se habían percatado de mi presencia o si lo habían hecho me habían tomado por uno de sus marineros, por una vez iba a tener un anclaje tranquilo en el puerto. Esta vez mi destino era Shellstown, la marina no era muy agradecida conmigo desde hacía tiempo y al parecer cada vez se corría más el nombre de un ladronzuelo que viaja de isla en isla. No es que me moleste ganar fama, pero no resulta especialmente práctico a la hora de pasar desapercibido entre las masas.
— ¡Puerto al fin! — Exclamé saltando desde el barco y empezaba a caminar por las tablas de madera deleitándome con los ruidos que estas producían. Tardé poco más de un minuto en abandonar el puesto y empezar a caminar por las calles de la ciudad, no muy transitadas debido a que el sol apenas salía por el horizonte. Choqué fortuitamente con un chico y tomé una pequeña bolsa que tenía en uno de sus bolsillos, parecía que a pesar del viaje no había perdido la práctica. — Excúseme, fue completamente culpa mía, tome una moneda por las molestias. — Dije sonriendo mientras le daba una moneda del pequeño saco que segundos antes le había hurtado. Inmediatamente continué mi camino escabulléndome entre la gente que transitaba el lugar...
Estaba en plena cubierta parecía que los mercaderes no se habían percatado de mi presencia o si lo habían hecho me habían tomado por uno de sus marineros, por una vez iba a tener un anclaje tranquilo en el puerto. Esta vez mi destino era Shellstown, la marina no era muy agradecida conmigo desde hacía tiempo y al parecer cada vez se corría más el nombre de un ladronzuelo que viaja de isla en isla. No es que me moleste ganar fama, pero no resulta especialmente práctico a la hora de pasar desapercibido entre las masas.
— ¡Puerto al fin! — Exclamé saltando desde el barco y empezaba a caminar por las tablas de madera deleitándome con los ruidos que estas producían. Tardé poco más de un minuto en abandonar el puesto y empezar a caminar por las calles de la ciudad, no muy transitadas debido a que el sol apenas salía por el horizonte. Choqué fortuitamente con un chico y tomé una pequeña bolsa que tenía en uno de sus bolsillos, parecía que a pesar del viaje no había perdido la práctica. — Excúseme, fue completamente culpa mía, tome una moneda por las molestias. — Dije sonriendo mientras le daba una moneda del pequeño saco que segundos antes le había hurtado. Inmediatamente continué mi camino escabulléndome entre la gente que transitaba el lugar...
Mist D. Spanner
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Spanner caminaba por las calles con tranquilidad, pero con la mente en otro sitio. Mientras miraba al frente y caminaba, esquivando gentío, pensaba en que tipo de descubrimiento científico podría llevarle a la gloria. Tal vez fuese él quien estaba destinado a demostrar la existencia de universos paralelos. O tal vez inventar la forma de poder moverse entre épocas y viajar en el tiempo. A veces, la mente del chico se llenaba de fantasías de ese tipo, lo que provocaba que no viese lo que tenía delante, por lo que...
Chocó con alguien. Escuchó como este le pedía disculpas y le daba una moneda incluso. La cogió sin pensar y sin contestar. Se dio la vuelta y siguió caminando... cuando de golpe paró en seco. Se llevó la mano al bolsillo y lo notó vacío. Suspiró y volvió a darse la vuelta. Pudo ver como el hombre con el que había chocado se colaba entre la gente. Por suerte, no había mucha. Tal vez podría seguirlo... Después de todo, nadie podía colarse entre el gentío como él. En estos momentos deseaba poder entrar en fase más de treinta segundos seguidos.
Empezó a caminar a paso ligero, casi corriendo, siguiendo al hombre. Cada vez que se ponía alguien delante de él, entraba en fase y traspasaba sus cuerpos. Eso provocaba alguna que otra reacción de sorpresa y susto, pero las ignoraba. Le habían robado el dinero y debía recuperarlo. Sujetó con fuerza su espada envainada hasta que llegó justo a su espalda. Entonces, desenvainó su katana y saltó hacia delante, atravesando el cuerpo del ladrón. Al colocarse delante de él, de haber conseguido que se detuviera, lo apuntaría con la katana.
- Mi dinero.
Chocó con alguien. Escuchó como este le pedía disculpas y le daba una moneda incluso. La cogió sin pensar y sin contestar. Se dio la vuelta y siguió caminando... cuando de golpe paró en seco. Se llevó la mano al bolsillo y lo notó vacío. Suspiró y volvió a darse la vuelta. Pudo ver como el hombre con el que había chocado se colaba entre la gente. Por suerte, no había mucha. Tal vez podría seguirlo... Después de todo, nadie podía colarse entre el gentío como él. En estos momentos deseaba poder entrar en fase más de treinta segundos seguidos.
Empezó a caminar a paso ligero, casi corriendo, siguiendo al hombre. Cada vez que se ponía alguien delante de él, entraba en fase y traspasaba sus cuerpos. Eso provocaba alguna que otra reacción de sorpresa y susto, pero las ignoraba. Le habían robado el dinero y debía recuperarlo. Sujetó con fuerza su espada envainada hasta que llegó justo a su espalda. Entonces, desenvainó su katana y saltó hacia delante, atravesando el cuerpo del ladrón. Al colocarse delante de él, de haber conseguido que se detuviera, lo apuntaría con la katana.
- Mi dinero.
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Al parecer no había desempeñado muy bien mi función, pues pude notar tras dar un rápido vistazo a mi espalda que mi víctima se había detenido. Probablemente se había percatado del engaño por lo que debía apresurar mi paso si quería evitar problemas, no es que quitar de en medio a un molesto peatón fuese una ardua tarea para mí, pero ponerme a pelear en plena vía no era la idea más inteligente si quería descansar en la isla por unos días. Así pues apreté el paso, pero sin empezar a correr, pues eso llamaría la atención de la gente más de lo que me gustaría.
Estaba absorto en esquivar a la gente que iba y venía por lo que no me percaté de que el extraño al que había robado estaba ya encima mía, no obstante lo que desde luego no esperaba era que de la nada sacase una espada y tras atravesarme se parase frente a mí apuntándome con su arma. No era mi día, al parecer entre los cientos de personas que debían transitar la isla en aquel instante fui a robar a un usuario de akuma no mi y de un poder bastante extraño, pero desde luego aquel chico no parecía ser demasiado listo, o aquella absurda idea de atacar a alguien en plena vía pública no lo demostraba. Solo menciono su dinero sin apartar el arma de mi cara, pero yo haciendo oídos sordos a su petición y conteniendo la sorpresa por lo que acaba de suceder, me quedé observándolo de arriba a bajo. Algo en sus facciones me escamaba, pero estaba más preocupado por la espada frente a mi ojo, el único sano que quedaba y que a pesar de no ser especialmente increíble era el único que tenía.
— ¡Memo! — Exclamé mientras daba un golpe con la palma en la parte posterior de la hoja para acto seguido aproximarme hasta su oreja y susurrarle. — Sabes... He robado a infinidad de personas, pero creo que eres el primer estúpido al que se le ocurre encararse con en ladrón en plena vía pública. Bastaría con un grito para que la gente empezase a agruparse a nuestro alrededor... — Hice una pausa para poner una mano sobre su hombro y seguí. — ... y una vez estén a nuestro alrededor... ¿A quién crees que creeran al hombre que apunta a otro completamente indefenso en mitad de una calle o a la víctima del mismo? Hazte un favor, baja esa espada y sígueme. — Propuse al joven mientras lo dejaba de nuevo atrás y echaba mano a mi bolsillo en busca de un cigarrillo y el pertinente mechero. Tras encenderlo y dejarlo descansar en mis labios devolví el encendedor a su lugar y apreté la goma que sujetaba mi pelo.
Esperaba que el joven fuese sensato y me hiciese caso, pero por si no lo hacía me mantendría echando un ojo a mi espalda a cada rato por si intentaba hacer alguna estupidez. Si todo iba bien y no hacía ninguna chorrada llegaríamos a un café que había en la esquina de una manzana y tomaríamos asiento en una de las mesas, entonces escucharía lo que me tuviese que decir, en caso contrario supongo que las autoridades no tardarían en llegar y tendríamos que darles explicaciones a ellos.
Estaba absorto en esquivar a la gente que iba y venía por lo que no me percaté de que el extraño al que había robado estaba ya encima mía, no obstante lo que desde luego no esperaba era que de la nada sacase una espada y tras atravesarme se parase frente a mí apuntándome con su arma. No era mi día, al parecer entre los cientos de personas que debían transitar la isla en aquel instante fui a robar a un usuario de akuma no mi y de un poder bastante extraño, pero desde luego aquel chico no parecía ser demasiado listo, o aquella absurda idea de atacar a alguien en plena vía pública no lo demostraba. Solo menciono su dinero sin apartar el arma de mi cara, pero yo haciendo oídos sordos a su petición y conteniendo la sorpresa por lo que acaba de suceder, me quedé observándolo de arriba a bajo. Algo en sus facciones me escamaba, pero estaba más preocupado por la espada frente a mi ojo, el único sano que quedaba y que a pesar de no ser especialmente increíble era el único que tenía.
— ¡Memo! — Exclamé mientras daba un golpe con la palma en la parte posterior de la hoja para acto seguido aproximarme hasta su oreja y susurrarle. — Sabes... He robado a infinidad de personas, pero creo que eres el primer estúpido al que se le ocurre encararse con en ladrón en plena vía pública. Bastaría con un grito para que la gente empezase a agruparse a nuestro alrededor... — Hice una pausa para poner una mano sobre su hombro y seguí. — ... y una vez estén a nuestro alrededor... ¿A quién crees que creeran al hombre que apunta a otro completamente indefenso en mitad de una calle o a la víctima del mismo? Hazte un favor, baja esa espada y sígueme. — Propuse al joven mientras lo dejaba de nuevo atrás y echaba mano a mi bolsillo en busca de un cigarrillo y el pertinente mechero. Tras encenderlo y dejarlo descansar en mis labios devolví el encendedor a su lugar y apreté la goma que sujetaba mi pelo.
Esperaba que el joven fuese sensato y me hiciese caso, pero por si no lo hacía me mantendría echando un ojo a mi espalda a cada rato por si intentaba hacer alguna estupidez. Si todo iba bien y no hacía ninguna chorrada llegaríamos a un café que había en la esquina de una manzana y tomaríamos asiento en una de las mesas, entonces escucharía lo que me tuviese que decir, en caso contrario supongo que las autoridades no tardarían en llegar y tendríamos que darles explicaciones a ellos.
Mist D. Spanner
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Escuchó las palabras del ladrón, algo asustado. ¿Cómo se le ocurría hacer algo así? No es que no fuera valiente es que... ¿En que estaba pensando? En nada, seguramente. Dios, había sido tan estúpido... El hombre le dijo que bajara el arma y lo siguiera. Lo cierto es que... ¿Por qué debería hacerlo? Tampoco le había quitado tanto dinero, podría irse y ya. Sin embargo... a parte de la curiosidad que lo llenaba el porque de hablar con él en privado y que no podía encontrar el valor de decir que no después de ese ridículo, hicieron que Spanner envainase su espada y lo siguiese.
No sabía muy bien que estaba haciendo, seguramente metiéndose en problemas. Sin embargo... Para Spanner un callejón sin salida estaba rodeado de puertas por las que poder escapar, por lo que no tenía nada de lo que preocuparse, al menos que supiese. Llevaba constantemente la mano sujetando el mango de su espada, por si acaso. Nunca se podía ser demasiado precavido.
A pesar de todo aquello, la mente del muchacho no pudo evitar volar de nuevo hacia ese mundo de imaginación en el que todos lo alababan por haber descubierto la forma de viajar entre dimensiones. Que feliz era él en aquel lugar y como ansiaba hacerlo realidad... si es que alguna vez llegaba.
No sabía muy bien que estaba haciendo, seguramente metiéndose en problemas. Sin embargo... Para Spanner un callejón sin salida estaba rodeado de puertas por las que poder escapar, por lo que no tenía nada de lo que preocuparse, al menos que supiese. Llevaba constantemente la mano sujetando el mango de su espada, por si acaso. Nunca se podía ser demasiado precavido.
A pesar de todo aquello, la mente del muchacho no pudo evitar volar de nuevo hacia ese mundo de imaginación en el que todos lo alababan por haber descubierto la forma de viajar entre dimensiones. Que feliz era él en aquel lugar y como ansiaba hacerlo realidad... si es que alguna vez llegaba.
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