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Hacía calor, mucho, aunque pronto el frío de la noche acabaría con aquella sensación que, por mucho que la chica de cabellos oscuros pudiera disipar empleando ilusiones sobre sí misma, no servía contra los típicos efectos que el aire cálido y seco del desierto, junto al sol abrasador que estuvo vigilando los cielos de la isla desde su llegada. "Este clima es realmente molesto...De verdad...¿Por qué tuvo que aceptar este trabajo aquella vieja? ¿Acaso no había alguno que no implicara quedarme sin piel?" Se quejaba mentalmente la chica, antes de pasar otra página de su libro, ojear de forma discreta el lugar en el que se encontraba (una taberna de cierto prestigio por el día y con muy mala fama por la noche) y volver a su libro de nuevo, leyendo con calma.
La chica ya llevaba semana, desde su llegada, acudiendo a aquel lugar, siendo vista por todos los clientes habituales como una misteriosa joven, con cierto atractivo a pesar de su fría forma de ser. Sus ojos ambarinos recorrían la estancia como los de un felino, resaltados por su cabello violáceo y la sombra de ojos que se había puesto. No hablaba mucho, aunque cuando lo hacía, procuraba poner el acento que le había enseñado la señora Emerito. No era muy difícil...Solo necesitaba recordar que sílabas sonaban mejor cambiando el tono de pronunciación y eso, para una música era fácil...Aunque no recordase serlo. También recordaba dedicar sonrisas ladeadas a algún que otro hombre, así como miradas furtivas. Todo siguiendo las enseñanzas de su maestra para: A, obtener la información deseada. B, acabar con su víctima sin peligro y de forma rápida. En aquel caso, aún no había encontrado al sujeto en cuestión, aunque según su información, no tardaría mucho en aparecer. Un viejo "amigo" de su víctima, le dijo ayer que esa persona solía frecuentar la taberna todos los viernes al pasar las doce de la noche, tres horas antes de cerrar. Ese sería el momento para empezar a actuar.
Hokuto tenía que acabar con una mujer de cabello verde y corto y piel bronceada, de ojos café. Dicha persona era la cabecilla de un grupo que realizaba transacciones ilegales, con precio por su cabeza. Aunque, irónicamente, la persona que la había contratado no era un miembro del gobierno o un cazador mediocre, sino uno de sus propios compañeros. Bueno, en vistas a ganancias...Podría pedir su parte por el precio de su cabeza, además de su parte como mercenaria, no era un mal plan...A no ser que alguien interfiriera. "Eso no pasará", se dijo antes de pasar otra página y volver a echar otro vistazo. Eran las once de la noche, puede que algo más tarde, y apenas quedaban un grupillo de personas en las mesas del fondo, bebiendo, y otro sujeto en la barra. Raven descansaba a la entrada, apoyado sobre una percha, con los ojos cerrados, como si fuera un animal disecado, o estuviera durmiendo, aunque se encontraba totalmente tranquilo. Sin embargo, Hokuto no podía evitar ese "presentimiento", como la primera vez que vio un violín desde que perdió la memoria. ¿Iba a encontrar otra pieza de su puzzle?
La chica ya llevaba semana, desde su llegada, acudiendo a aquel lugar, siendo vista por todos los clientes habituales como una misteriosa joven, con cierto atractivo a pesar de su fría forma de ser. Sus ojos ambarinos recorrían la estancia como los de un felino, resaltados por su cabello violáceo y la sombra de ojos que se había puesto. No hablaba mucho, aunque cuando lo hacía, procuraba poner el acento que le había enseñado la señora Emerito. No era muy difícil...Solo necesitaba recordar que sílabas sonaban mejor cambiando el tono de pronunciación y eso, para una música era fácil...Aunque no recordase serlo. También recordaba dedicar sonrisas ladeadas a algún que otro hombre, así como miradas furtivas. Todo siguiendo las enseñanzas de su maestra para: A, obtener la información deseada. B, acabar con su víctima sin peligro y de forma rápida. En aquel caso, aún no había encontrado al sujeto en cuestión, aunque según su información, no tardaría mucho en aparecer. Un viejo "amigo" de su víctima, le dijo ayer que esa persona solía frecuentar la taberna todos los viernes al pasar las doce de la noche, tres horas antes de cerrar. Ese sería el momento para empezar a actuar.
Hokuto tenía que acabar con una mujer de cabello verde y corto y piel bronceada, de ojos café. Dicha persona era la cabecilla de un grupo que realizaba transacciones ilegales, con precio por su cabeza. Aunque, irónicamente, la persona que la había contratado no era un miembro del gobierno o un cazador mediocre, sino uno de sus propios compañeros. Bueno, en vistas a ganancias...Podría pedir su parte por el precio de su cabeza, además de su parte como mercenaria, no era un mal plan...A no ser que alguien interfiriera. "Eso no pasará", se dijo antes de pasar otra página y volver a echar otro vistazo. Eran las once de la noche, puede que algo más tarde, y apenas quedaban un grupillo de personas en las mesas del fondo, bebiendo, y otro sujeto en la barra. Raven descansaba a la entrada, apoyado sobre una percha, con los ojos cerrados, como si fuera un animal disecado, o estuviera durmiendo, aunque se encontraba totalmente tranquilo. Sin embargo, Hokuto no podía evitar ese "presentimiento", como la primera vez que vio un violín desde que perdió la memoria. ¿Iba a encontrar otra pieza de su puzzle?
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Isaac caminaba por Rainbase con tranquilidad, observando los establecimientos a ambos lados de la calle. Byakuro permanecía en silencio mientras el chico dejaba vagar su vista por los lujosos edificios que invitaban a entrar y gastar el dinero en sus múltiples entretenimientos. El chico se detuvo frente a uno de ellos, fijándose en su fachada llena de neones que por la noche posiblemente se encendiesen. El joven cazador fijó la vista en el horizonte. A juzgar por la altura del sol, debía quedar una hora y pico para que atardeciese, y seguramente poco después las luces iluminasen el lugar, volviendo día la noche.
El tiempo empezó a pasar, fugaz como una cerilla consumiéndose, y antes de darse cuenta, el chico estaba en medio de una plaza central, sentado en un banco, mientras a su alrededor la gente paseaba y entraba en los casinos a fundirse el sueldo.
"Bueno, no esperaba llegar hasta este lugar, pero ya que estamos podríamos probar suerte en un casino..." propuso Byakuro en su cabeza.
- Por mi vale, pero primero necesito comer algo... me muero de hambre. -como si quisieran remarcar este hecho, las tripas del muchacho rugieron con ansia, exigiendo un bocado de algo, a ser posible dulce.
"Está bien... hace tiempo que no comemos..." accedió el cazador en su cabeza.
Isaac empezó a caminar por las calles hasta llegar a una especie de restaurante. Encogiéndose de hombros, el chico entró en el local, observándolo con detenimiento. Varias personas estaban dentro, aunque el lugar estaba medio vacío. El chico observó a su alrededor, para después acercarse a la barra y sentarse en el taburete.
- ¿Qué va a ser? -le preguntó el encargado, con una mirada llena de un desprecio velado, posiblemente por el aspecto desarreglado de Isaac.
- Un zumito de naranja. -respondió Byakuro, a través de la boca del chico.
El tiempo empezó a pasar, fugaz como una cerilla consumiéndose, y antes de darse cuenta, el chico estaba en medio de una plaza central, sentado en un banco, mientras a su alrededor la gente paseaba y entraba en los casinos a fundirse el sueldo.
"Bueno, no esperaba llegar hasta este lugar, pero ya que estamos podríamos probar suerte en un casino..." propuso Byakuro en su cabeza.
- Por mi vale, pero primero necesito comer algo... me muero de hambre. -como si quisieran remarcar este hecho, las tripas del muchacho rugieron con ansia, exigiendo un bocado de algo, a ser posible dulce.
"Está bien... hace tiempo que no comemos..." accedió el cazador en su cabeza.
Isaac empezó a caminar por las calles hasta llegar a una especie de restaurante. Encogiéndose de hombros, el chico entró en el local, observándolo con detenimiento. Varias personas estaban dentro, aunque el lugar estaba medio vacío. El chico observó a su alrededor, para después acercarse a la barra y sentarse en el taburete.
- ¿Qué va a ser? -le preguntó el encargado, con una mirada llena de un desprecio velado, posiblemente por el aspecto desarreglado de Isaac.
- Un zumito de naranja. -respondió Byakuro, a través de la boca del chico.
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La puerta se abrió y un nuevo individuo entró en el local, un hombre de cabello oscuro, ojos claros y un atuendo que le hacía ver como alguien sin un céntimo, quizá por eso el camarero que le atendió puso una mueca de asco al verle, que la chica captó al apartar la vista de su libro, una divertida historia escrita por un autor con aparente afección por las niñas pequeñas. Curiosamente, la chica acababa de llegar, tras ver como la protagonista sufría los efectos alucinógenos de distintas drogas, al punto en el que esta era incapaz de reconocerse a sí misma. La joven se sentía de la misma forma, menos por las drogas, ella no tomaba de eso, ni siquiera le gustaban el tabaco o el alcohol. Pero, volviendo al tema...Nada más terminó el encargado de tomar nota al chico, sus ojos se cruzaron con los de Chrome, quien desvió la mirada al momento, maldiciéndose al segundo, al escuchar que este enviaba a un camarero para indicarle que o pedía o se iba. Había terminado su último café hacía ya una hora. "Maldición...Aún no me acostumbró a esto de usar las miradas, como dice esa vieja", se quejó antes de ponerse en pie, ni siquiera había esperado a que el camarero de turno se acercara.
La chica se dirigió a la barra, sentándose al lado del chico en chándal y evitando cualquier contacto visual con él. Lo único que dijo fue un: "con permiso", y todo por compromiso, etiqueta, blablabla... Tras aquello, espero a que el hombre se acercara y le indico que le gustaría tomar otro café, con algo de nata montada y canela por encima, sin azúcar; tratando de parecer amigable, aunque se notaba que le resultaba algo forzoso. Por mucho que no recordara nada, seguía siendo la misma Dokuro Chrome, asocial y distante, aunque lo ocultara.
-Por supuesto, señorita.- Dijo el otro, suavizando el gesto al ver que la chica gastaba más dinero y no solo estaba calentando la silla. -¿Pero no le gustaría otra cosa? Estamos ya en la hora en que las fiestas, la música y el ron corre por los barres.- Añadió, señalando a las mesas de los juerguistas. Uno ya había caído borracho sobre la mesa, mientras los demás reían. La chica arrugó la nariz con desagrado.
-Me temo que no soy muy fiestera.- Dijo forzando una sonrisa. El hombre no dijo nada más, terminó de preparar el café y lo dejó frente a ella. Hokuto tomó la taza por el asa con su mano derecha, cerró los ojos y dio un sorbo, disfrutando del amargo sabor de su bebida.
La chica se dirigió a la barra, sentándose al lado del chico en chándal y evitando cualquier contacto visual con él. Lo único que dijo fue un: "con permiso", y todo por compromiso, etiqueta, blablabla... Tras aquello, espero a que el hombre se acercara y le indico que le gustaría tomar otro café, con algo de nata montada y canela por encima, sin azúcar; tratando de parecer amigable, aunque se notaba que le resultaba algo forzoso. Por mucho que no recordara nada, seguía siendo la misma Dokuro Chrome, asocial y distante, aunque lo ocultara.
-Por supuesto, señorita.- Dijo el otro, suavizando el gesto al ver que la chica gastaba más dinero y no solo estaba calentando la silla. -¿Pero no le gustaría otra cosa? Estamos ya en la hora en que las fiestas, la música y el ron corre por los barres.- Añadió, señalando a las mesas de los juerguistas. Uno ya había caído borracho sobre la mesa, mientras los demás reían. La chica arrugó la nariz con desagrado.
-Me temo que no soy muy fiestera.- Dijo forzando una sonrisa. El hombre no dijo nada más, terminó de preparar el café y lo dejó frente a ella. Hokuto tomó la taza por el asa con su mano derecha, cerró los ojos y dio un sorbo, disfrutando del amargo sabor de su bebida.
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Isaac observó a la chica que se acababa de sentar a su lado. Era joven, quizás rondaba su edad. Sin embargo, lo que le extrañó fue la reacción de Byakuro. De pronto el cazador había desaparecido de su interior. Parecía haberse escondido. El chico se preguntó qué acababa de ocurrirle. Lo buscó, pero parecía que el antiguo Shichibukai no quería que lo encontrase. Extrañado, agarró el vaso de zumo que le tendió el tabernero. Con una sonrisa, el chico trató de centrarse en el suave y dulce sabor de su bebida. Echó una mirada discreta a la chica, que parecía tomarse el café con calma y parsimonia.
- Eeh... esto... -el chico se tomó el zumo de golpe, mientras trataba de pensar qué hacer ante aquella extraña situación. Normalmente una persona se preocuparía por oír voces en su cabeza, pero en el caso de Isaac aquello era justo al revés. La inesperada desaparición de Byakuro significaba algo. Girándose hacia la chica, saludó-. Menudo frío hace en la calle, ¿eh?
Con una sonrisa, trató de entender por qué el peliblanco había enmudecido al oír a aquella chica pedir un café. La observó a sus ambarinos ojos, tratando de encontrar algún motivo oculto o alguna señal que le iluminase un poco acerca de aquel misterio.
- Eeh... esto... -el chico se tomó el zumo de golpe, mientras trataba de pensar qué hacer ante aquella extraña situación. Normalmente una persona se preocuparía por oír voces en su cabeza, pero en el caso de Isaac aquello era justo al revés. La inesperada desaparición de Byakuro significaba algo. Girándose hacia la chica, saludó-. Menudo frío hace en la calle, ¿eh?
Con una sonrisa, trató de entender por qué el peliblanco había enmudecido al oír a aquella chica pedir un café. La observó a sus ambarinos ojos, tratando de encontrar algún motivo oculto o alguna señal que le iluminase un poco acerca de aquel misterio.
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La chica miró de reojo a la persona sentada a su lado. ¿Hablaba con ella? ¿Qué pretendía? Tal vez fuese una persona excesivamente amigable tratando de ser cordial, alguien que tratara de ligar con ella o un posible obstáculo en completar su misión. ¿Qué debería hacer? Si actuaba de forma sospechosa, no tardaría en desenvainar su arma, oculta bajo una ilusión que la volvía in visible e inaudible para la mayoría. Tal vez estuviera bien "tratar de ser amable" como decía su maestra. Una asesina debía ser capaz de desenvolverse con otras personas actuar...Bueno, ella podía hacerlo sin también, sin necesidad de cambiar su actitud.
La chica cerró sus ojos y suspiró, parando el movimiento de su mano, que mantenía la taza a escasos centímetros de sus labios. Al abrirlos, sobre ella había una ilusión que cambiaba su tono de voz. Podría ser lo más borde que quisiera, que pocos se percatarían, además, había cambiado algunos de sus rasgos, suavizandolos. Para ello solo tuvo que pensar en la forma de hablar que usaba su jefa a la hora de tratar con sus clientes. -La verdad es que llevó bastante tiempo dentro del bar, así que no puedo saber si fuera hace frío o no. Aquí la temperatura es agradable y cuando entre hacía calor.- Dijo antes de posar la taza sobre su platillo, de forma seca e indiferente, aunque el no lo vería así, en principio. -Sin embargo, estando en el desierto, tal vez tengas razón.- Añadió, antes de llamar al camarero. Lo que dijo no era mentira. Llevaba mucho ahí y no había comido nada en todo el día. Solo había pedido café y no de forma muy seguida. así que ya iba siendo hora de pedir algo de comer. Aún quedaban dos horas para que llegara su presa.
-Quisiera una tostada con huevo y beacon...No se como se llaman en este país...- Dijo la chica al llegar el camarero.
-Pero señorita, se a que se refiere, pero eso es más un desayuno que una...-
-Lo lamento, es cierto que se suele tomar de desayuno, pero pensaba que siendo una clienta ya algo habitual no habría problema. O por el simple hecho de ser un cliente.- Añadió, incorporándose un poco y fijando sus ojos ambarinos en él.
-Su-supongo que podemos...-
-¿Hacer algo al respecto, no?- El camarero asintió y se fue. "No me acostumbro a esto de usar la mirada, la seducción... en fin, todo es práctica".
La chica cerró sus ojos y suspiró, parando el movimiento de su mano, que mantenía la taza a escasos centímetros de sus labios. Al abrirlos, sobre ella había una ilusión que cambiaba su tono de voz. Podría ser lo más borde que quisiera, que pocos se percatarían, además, había cambiado algunos de sus rasgos, suavizandolos. Para ello solo tuvo que pensar en la forma de hablar que usaba su jefa a la hora de tratar con sus clientes. -La verdad es que llevó bastante tiempo dentro del bar, así que no puedo saber si fuera hace frío o no. Aquí la temperatura es agradable y cuando entre hacía calor.- Dijo antes de posar la taza sobre su platillo, de forma seca e indiferente, aunque el no lo vería así, en principio. -Sin embargo, estando en el desierto, tal vez tengas razón.- Añadió, antes de llamar al camarero. Lo que dijo no era mentira. Llevaba mucho ahí y no había comido nada en todo el día. Solo había pedido café y no de forma muy seguida. así que ya iba siendo hora de pedir algo de comer. Aún quedaban dos horas para que llegara su presa.
-Quisiera una tostada con huevo y beacon...No se como se llaman en este país...- Dijo la chica al llegar el camarero.
-Pero señorita, se a que se refiere, pero eso es más un desayuno que una...-
-Lo lamento, es cierto que se suele tomar de desayuno, pero pensaba que siendo una clienta ya algo habitual no habría problema. O por el simple hecho de ser un cliente.- Añadió, incorporándose un poco y fijando sus ojos ambarinos en él.
-Su-supongo que podemos...-
-¿Hacer algo al respecto, no?- El camarero asintió y se fue. "No me acostumbro a esto de usar la mirada, la seducción... en fin, todo es práctica".
Isaac Newtown
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Isaac tragó saliva. Aquella chica no parecía ser precisamente sociable, y el hecho de que Byakuro hubiera decidido esfumarse simplemente empeoraba las cosas. Se sentía torpe, tratando de hablar con aquella mujer.
- Tú... -murmuró, y supo que algo iba mal. Él no quería decir eso. Trató de moverse, pero algo le atenazaba, una fuerza invisible impedía que se moviera. Sintió humedad en los ojos. ¿Estaba llorando? ¿Por qué?-. Chrome... -¿Chrome? ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Byakuro?
Con un movimiento rápido como una centella, el chico se incorporó en el asiento, encarándose a la chica que había a su lado. Sus manos estaban colocadas con los dedos estirados, formando una especie de pico o cuña con ellos. Isaac era un espectador dentro de su propio cuerpo. El tiempo pareció detenerse cuando apuntó a la chica con su mano desnuda, como si fuera a golpearla de un momento a otro. La gente lo observaba, atónita.
- Tú... -Byakuro parecía fuera de sí, sus sentimientos eran exacerbados, Isaac no podía controlar al cazador. Quería cerrar los ojos, no ver lo que iba a ocurrir. Un apropiado ataque de narcolepsia le hizo perder la consciencia.
Byakuro ahora veía frente a él a la chica. Su pelo no tenía nada que ver, y sus ojos ahora eran dorados como la miel, pero su voz... su voz era la misma. El chico necesitaba una prueba, algo que le mostrase que no se equivocaba. Se colocó en la posición de la primera kata, con los brazos extendidos, listo para pelear. Esperó a que la joven de pelo oscuro le mirase, y entonces atacó, lanzando un golpe a la zona del cuello con los dedos en forma de cuña. Un golpe sencillo, fácil de evitar, pero suficiente para iniciar una pelea.
- ¡Chrome! -dijo de nuevo, y su voz se elevó por encima del silencio expectante que reinaba en el bar. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y un par de ellas se deslizaban por sus mejillas.
- Tú... -murmuró, y supo que algo iba mal. Él no quería decir eso. Trató de moverse, pero algo le atenazaba, una fuerza invisible impedía que se moviera. Sintió humedad en los ojos. ¿Estaba llorando? ¿Por qué?-. Chrome... -¿Chrome? ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Byakuro?
Con un movimiento rápido como una centella, el chico se incorporó en el asiento, encarándose a la chica que había a su lado. Sus manos estaban colocadas con los dedos estirados, formando una especie de pico o cuña con ellos. Isaac era un espectador dentro de su propio cuerpo. El tiempo pareció detenerse cuando apuntó a la chica con su mano desnuda, como si fuera a golpearla de un momento a otro. La gente lo observaba, atónita.
- Tú... -Byakuro parecía fuera de sí, sus sentimientos eran exacerbados, Isaac no podía controlar al cazador. Quería cerrar los ojos, no ver lo que iba a ocurrir. Un apropiado ataque de narcolepsia le hizo perder la consciencia.
Byakuro ahora veía frente a él a la chica. Su pelo no tenía nada que ver, y sus ojos ahora eran dorados como la miel, pero su voz... su voz era la misma. El chico necesitaba una prueba, algo que le mostrase que no se equivocaba. Se colocó en la posición de la primera kata, con los brazos extendidos, listo para pelear. Esperó a que la joven de pelo oscuro le mirase, y entonces atacó, lanzando un golpe a la zona del cuello con los dedos en forma de cuña. Un golpe sencillo, fácil de evitar, pero suficiente para iniciar una pelea.
- ¡Chrome! -dijo de nuevo, y su voz se elevó por encima del silencio expectante que reinaba en el bar. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y un par de ellas se deslizaban por sus mejillas.
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La chica de cabellos oscuros volteó a mirar al contrario al escucharle murmurar algo, sin entenderle muy bien. Al hacerlo, le pareció notar que sus ojos estaban empañados. Viéndole así, no pudo evitar sentir algo de... ¿Lástima? ¿Empatía? Fuere lo que fuera, tuvo el impulsó de llevar su mano hasta el hombro del contrario, para preguntarle si se encontraba bien. Sin embargo, justo antes de que pudiera hacerlo el chico se levantó de sopetón, confrontándola en una posición que la chica dedujo como ofensiva, aunque su maestra actual no le había enseñado esa pose. Todo fue muy rápido. El chico se lanzó hacia ella, tratando de alcanzar su cuello, pero su Haki, en el que había puesto casi toda su concentración durante lo que llevaba de velada, la advirtió a tiempo de evitar el golpe, echándose hacia atrás, apoyando las palmas de la mano en el suelo cuando estuvo lo suficientemente cerca e impulsándose hacia atrás, quedando a varios metros de él, con la mano sobre la empuñadura de su arma.
A su al rededor, todos parecían haberse alterado, quedando en silencio, por lo que tuvo que hacer que una ilusión les envolviera, ocultando la pelea de sus ojos y evitando que pudieran escucharles durante un breve periodo de tiempo. La chica le miró molesta, y se preparó para decir algo, aunque se detuvo al escucharle gritar. Una punzada pareció atravesar su cabeza al escuchar ese nombre, haciendo que llevara la mano a su cabeza y cayera un momento de rodillas. "Este es el peor de los momentos para...ugh..." Se puso en pie como pudo. -Escucha... No sé quién eres ni por qué me has atacado. Pero tengo cosas que hacer aquí...- Dijo antes de crear otras dos ilusiones en forma de serpientes gigantes, de color morado oscuro. -Y si vas a interponerte en mí camino o entorpecerme, no me dejaras más remedio que dejarte fuera de combate e interrogarte cuando acabe...- Continuó mientras hacía que las serpientes le atraparan. Estás debería afectar a sus sentidos de la visión y el tacto, impidiendo que se moviera hasta nuevo aviso, a no ser que fuera más fuerte que ella.
Por fuera se mostraba tranquila. Sabía lo que tenía que hacer y no dejaría que nada se interpusiera, o eso trataba de mostrar. Sin embargo, tenía dudas. Había algo en su cabeza diciéndole que ese nombre era importante, que debía preguntarle... Que ese chico sabía sobre su pasado. "¿Quién eres... y quién soy?"
A su al rededor, todos parecían haberse alterado, quedando en silencio, por lo que tuvo que hacer que una ilusión les envolviera, ocultando la pelea de sus ojos y evitando que pudieran escucharles durante un breve periodo de tiempo. La chica le miró molesta, y se preparó para decir algo, aunque se detuvo al escucharle gritar. Una punzada pareció atravesar su cabeza al escuchar ese nombre, haciendo que llevara la mano a su cabeza y cayera un momento de rodillas. "Este es el peor de los momentos para...ugh..." Se puso en pie como pudo. -Escucha... No sé quién eres ni por qué me has atacado. Pero tengo cosas que hacer aquí...- Dijo antes de crear otras dos ilusiones en forma de serpientes gigantes, de color morado oscuro. -Y si vas a interponerte en mí camino o entorpecerme, no me dejaras más remedio que dejarte fuera de combate e interrogarte cuando acabe...- Continuó mientras hacía que las serpientes le atraparan. Estás debería afectar a sus sentidos de la visión y el tacto, impidiendo que se moviera hasta nuevo aviso, a no ser que fuera más fuerte que ella.
Por fuera se mostraba tranquila. Sabía lo que tenía que hacer y no dejaría que nada se interpusiera, o eso trataba de mostrar. Sin embargo, tenía dudas. Había algo en su cabeza diciéndole que ese nombre era importante, que debía preguntarle... Que ese chico sabía sobre su pasado. "¿Quién eres... y quién soy?"
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Byakuro observó a su alrededor. La gente los miraba sin saber muy bien qué estaba pasando, y el posadero parecía asustado, probablemente planteándose en si llamar a los cuerpos de seguridad. Byakuro estaba llorando visiblemente ahora, pero notó algo entre las lágrimas. La chica ahora estaba rodeada por un par de enormes serpientes violetas que se lanzaron hacia él, diciendo que tenía un trabajo importante entre manos. Los ofidios se empezaron a enrollar a su alrededor a toda velocidad, apresándolo y empezaron a apretar, tratando de inmovilizarlo, todo esto en completo silencio, un silencio terrorífico y antinatural, pero que el chico reconoció. Su rostro empapado en lágrimas se transformó, y una sonrisa invadió sus labios, cuyas comisuras se torcieron hacia arriba. Aquellas bestias escamosas no eran reales. Y aquella era la prueba que necesitaba. Cerró los ojos, y los animales se deshicieron en un humo violáceo antes de desaparecer, siendo arrastrados por una brisa inexistente.
- Ilusiones... hacía tiempo que no las veía... Chrome, me alegro tanto de verte. -el chico seguía llorando, pero estas lágrimas no eran de tristeza, sino de alegría. Bajó los brazos, impotente, y se sentó en su taburete, mientras la miraba a los ojos con intensidad. Había cambiado, pero aquella voz y aquel poder solo podían pertenecer a una persona. Después de eso, se dio cuenta de lo que aquello significaba, y volvió a llorar, apesadumbrado-. Lo... lo siento, Chrome... lo siento. Yo no... ¡no debí dejaros solos en Halstat! -exclamó a modo de disculpa.
Mientras tanto, Isaac corría por los corredores del castillo del cazador albino, buscando alguna forma de despertar, gritando como un histérico. ¿Qué estaba pasando allí arriba mientras él estaba inconsciente? ¡Joder, joder, joder!
- Ilusiones... hacía tiempo que no las veía... Chrome, me alegro tanto de verte. -el chico seguía llorando, pero estas lágrimas no eran de tristeza, sino de alegría. Bajó los brazos, impotente, y se sentó en su taburete, mientras la miraba a los ojos con intensidad. Había cambiado, pero aquella voz y aquel poder solo podían pertenecer a una persona. Después de eso, se dio cuenta de lo que aquello significaba, y volvió a llorar, apesadumbrado-. Lo... lo siento, Chrome... lo siento. Yo no... ¡no debí dejaros solos en Halstat! -exclamó a modo de disculpa.
Mientras tanto, Isaac corría por los corredores del castillo del cazador albino, buscando alguna forma de despertar, gritando como un histérico. ¿Qué estaba pasando allí arriba mientras él estaba inconsciente? ¡Joder, joder, joder!
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La chica parpadeó sorprendida ante lo que acababa de pasar. Sus ilusiones se habían esfumado como si nada, mientras que el chico ni se inmutaba... O más bien parecía divertirse con ello. Una sonrisa se formó en su rostro, aún con lágrimas, antes de que estas se desvanecieran. -¿Cómo...?- No tuvo tiempo de terminar la frase. Aquel hombre sabía de las ilusiones y que podía controlarlas. ¿Cómo era eso posible? Las únicas personas que lo sabían era gente de "la familia" que cuidaba de ella y sus víctimas, y estas estaban muertas. ¿Aquello significaba qué esa persona la conocía desde antes de que perdiera la memoria? Tendría sentido el pensar que sí, se sentía como si no hubiera visto ese rostro antes. -¿Chrome...Es ese mi nombre?- Preguntó antes de sentarse de su silla, deshaciendo la ilusión de antes.
¿Halstat? La chica, prácticamente se abalanzó sobre el chico al escuchar el nombre de la isla, agarrándole por la camisa y tirando de él, haciendo que tuviera que mirarla. -¿Sabes algo de lo que sucedió en Halstat?- Preguntó, casi gritando, mientras un par de lágrimas comenzaron a amontonarse en sus parpados. Una especie de Flashback. Todo estaba borroso y oscuro. Pareciera que se encontraran en una cueva. De pronto esta se derrumbó y alguien cayó, alguien que parecía importante para ella.
No tardó mucho en soltarle, dejándose caer de nuevo en el taburete, ocultando la cabeza entre sus brazos, antes de que el camarero volviera y trajera la comida. Crhome alzó la vista y le dio las gracias antes de acercarse el plato de mala gana. Había perdido el apetito. Por suerte el hombre prefirió no preguntar nada.
¿Halstat? La chica, prácticamente se abalanzó sobre el chico al escuchar el nombre de la isla, agarrándole por la camisa y tirando de él, haciendo que tuviera que mirarla. -¿Sabes algo de lo que sucedió en Halstat?- Preguntó, casi gritando, mientras un par de lágrimas comenzaron a amontonarse en sus parpados. Una especie de Flashback. Todo estaba borroso y oscuro. Pareciera que se encontraran en una cueva. De pronto esta se derrumbó y alguien cayó, alguien que parecía importante para ella.
No tardó mucho en soltarle, dejándose caer de nuevo en el taburete, ocultando la cabeza entre sus brazos, antes de que el camarero volviera y trajera la comida. Crhome alzó la vista y le dio las gracias antes de acercarse el plato de mala gana. Había perdido el apetito. Por suerte el hombre prefirió no preguntar nada.
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Isaac abrió la misma puerta por decimosexta vez. No entendía qué ocurría con la fortaleza de Byakuro, pero aquel castillo se había vuelto misteriosamente laberíntico de pronto. Tras soltar un gruñido de exasperación, el chico echó a correr de nuevo. sus pasos le llevaron a una sala al fondo de la cual había una puerta sellada con cadenas negras. Curioso, se acercó hasta allí, y apoyó la mano en aquella madera negra, de ébano. Al otro lado escuchaba ruidos amortiguados, pero tras empujar y tirar, se dio cuenta de que aquel lugar estaba protegido.
Byakuro se vio forzado a ver el rostro de la morena, que le preguntaba con impaciencia acerca de lo ocurrido en Halstat. El cazador recordaba bien lo que había pasado allí. Suspiró pesadamente, con los ojos empañados y dijo:
- Mi nombre es Byakuro, y morí en Halstat. Este chico que ves frente a ti es un recipiente mediante el cual puedo comunicarme e interactuar con los vivos. Tu eres Chrome, y te vi por última vez el día de mi muerte. Eramos compañeros, y os abandoné en el campo de batalla. Hubo un desprendimiento y nos separamos -el cazador reprimió un llanto-. Pensé que estaríais muertos, pero veo que no es así. Lo... lo siento.
Tras aquellas palabras, casi susurradas, el cazador sintió algo. Isaac estaba husmeando por el castillo de sus pensamientos. El cuerpo del chico quedó inerte, y de no ser porque Hokuto lo agarraba, habría caído al suelo. Unos instantes después, el joven abrió los ojos, desorientado.
- ¿Qu-qué pasa? -preguntó Isaac.
Byakuro se vio forzado a ver el rostro de la morena, que le preguntaba con impaciencia acerca de lo ocurrido en Halstat. El cazador recordaba bien lo que había pasado allí. Suspiró pesadamente, con los ojos empañados y dijo:
- Mi nombre es Byakuro, y morí en Halstat. Este chico que ves frente a ti es un recipiente mediante el cual puedo comunicarme e interactuar con los vivos. Tu eres Chrome, y te vi por última vez el día de mi muerte. Eramos compañeros, y os abandoné en el campo de batalla. Hubo un desprendimiento y nos separamos -el cazador reprimió un llanto-. Pensé que estaríais muertos, pero veo que no es así. Lo... lo siento.
Tras aquellas palabras, casi susurradas, el cazador sintió algo. Isaac estaba husmeando por el castillo de sus pensamientos. El cuerpo del chico quedó inerte, y de no ser porque Hokuto lo agarraba, habría caído al suelo. Unos instantes después, el joven abrió los ojos, desorientado.
- ¿Qu-qué pasa? -preguntó Isaac.
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Hokuto frunció el ceño al escuchar aquello. ¿Fantasmas? ¿Un chico poseído? ¿Acaso todo aquello tenía sentido? Bueno, ella había creado dos serpientes hacía apenas un par de minutos, pero las ilusiones eran algo más..."normal". Existen personas capaces de volverse lava o cosas por el estilo. ¿Pero espíritus? Eso era demasiado. Sin embargo... El cuerpo de la chica comenzó a temblar levemente. Sentía los ojos empañados y una presión que le oprimía el pecho. No podía saber si lo del espíritu era cierto, pero sentía que sus palabras, al menos respecto a lo que ocurrió en la isla eran ciertos. Aquello significaba que esa persona la conocía, o conocía a alguien que la conocía bien. Era una pista y no podía dejarla escapar, pero tampoco podía perder a su presa.
Un graznido la devolvió a la realidad. La chica apartó la mirada un segundo, fijándola en Raven y después en un reloj que colgaba en la pared, detrás de la barra. Quedaba menos de media hora. "Maldición, así no voy a lograr nada". Se quejó, antes de volver la vista al chico, que parecía haberse desmayado. La chica comenzó a zarandearle. "Lo que me faltaba..." -Oye, ¿estás bien? ¡Despierta! No hemos terminado de hablar.-
-¿Cómo que qué pasa?..Agh. Esto es molesto. Escucha, tengo algo que hacer ahora. quedemos a la entrada mañana. Sí sale todo bien podré estar a las diez o antes aquí. Más vale que no faltes o...- La chica le soltó y volvió a ignorarle, terminando de tomarse su café.
Un graznido la devolvió a la realidad. La chica apartó la mirada un segundo, fijándola en Raven y después en un reloj que colgaba en la pared, detrás de la barra. Quedaba menos de media hora. "Maldición, así no voy a lograr nada". Se quejó, antes de volver la vista al chico, que parecía haberse desmayado. La chica comenzó a zarandearle. "Lo que me faltaba..." -Oye, ¿estás bien? ¡Despierta! No hemos terminado de hablar.-
-¿Cómo que qué pasa?..Agh. Esto es molesto. Escucha, tengo algo que hacer ahora. quedemos a la entrada mañana. Sí sale todo bien podré estar a las diez o antes aquí. Más vale que no faltes o...- La chica le soltó y volvió a ignorarle, terminando de tomarse su café.
Isaac Newtown
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Isaac se incorporó con lentitud, estaba mareado por el desmayo y se sentía algo desorientado. ¿Qué había estado persiguiendo por los pasillos de la mente de Byakuro? Todo parecía extrañamente lejano, difuso. Y Byakuro parecía haberse vuelto a desvanecer, como hacía a veces.
- ¿Eh? ¿Qué? -preguntó confundido, mientras la chica que lo sostenía lo soltaba y él trataba de recuperar el equilibrio sobre su taburete. "Muévete" escuchó la voz del ex-Shichibukai en su cabeza, y su cuerpo pareció moverse contra su propia voluntad. Dio un par de pasos torpes, alejándose de la barra mientras de su garganta salía una afirmación rasposa-. A las diez... aquí estaré. -el chico empezó a caminar, algo mareado, por el local hacia la salida, donde un sol de atardecer lo esperaba. Suspiró. No sabía muy bien qué hacer o a dónde ir.
A la mañana siguiente, el chico estaba apoyado a un lado de la entrada del restaurante. Llevaba su habitual sudadera y su pañuelo rasgado atado al cuello, protegiéndole parcialmente de la arena que volaba por el aire con las suaves ráfagas de viento que barrían la ciudad. ¿Vendría la chica? Byakuro había permanecido en silencio acerca de ella, y él no entendía del todo qué ocurría. Sin embargo, el albino le había convencido de ir. No sabía qué podía esperarse de aquello. Toqueteó con cierta impaciencia la empuñadura de su espada, sintiéndose algo más seguro con aquel tacto suave entre sus dedos. Dejó escapar un suspiro.
- ¿Dónde estás...? -preguntó en un murmullo.
- ¿Eh? ¿Qué? -preguntó confundido, mientras la chica que lo sostenía lo soltaba y él trataba de recuperar el equilibrio sobre su taburete. "Muévete" escuchó la voz del ex-Shichibukai en su cabeza, y su cuerpo pareció moverse contra su propia voluntad. Dio un par de pasos torpes, alejándose de la barra mientras de su garganta salía una afirmación rasposa-. A las diez... aquí estaré. -el chico empezó a caminar, algo mareado, por el local hacia la salida, donde un sol de atardecer lo esperaba. Suspiró. No sabía muy bien qué hacer o a dónde ir.
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A la mañana siguiente, el chico estaba apoyado a un lado de la entrada del restaurante. Llevaba su habitual sudadera y su pañuelo rasgado atado al cuello, protegiéndole parcialmente de la arena que volaba por el aire con las suaves ráfagas de viento que barrían la ciudad. ¿Vendría la chica? Byakuro había permanecido en silencio acerca de ella, y él no entendía del todo qué ocurría. Sin embargo, el albino le había convencido de ir. No sabía qué podía esperarse de aquello. Toqueteó con cierta impaciencia la empuñadura de su espada, sintiéndose algo más seguro con aquel tacto suave entre sus dedos. Dejó escapar un suspiro.
- ¿Dónde estás...? -preguntó en un murmullo.
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