Los Rescatadores (Moderado nivel 7++)

-La comprobación de una realidad empírica, Slade- dijo Dexter entre suspiros, respirando el aire que llegaba a bocanadas y moviendo todo su cuerpo, que se debatía entre despresurizarse y no.

Demasiada velocidad, le habría bastado con menos, pero la comprobación debía ser de máximos o se arriesgaba a que no funcionase en un futuro. Había intentado crear una distracción y una brecha en la seguridad, pero parecía como si krauser no hubiera sido capaz de aprovecharla. Y, probablemente, fuera culpa suya por no haber avisado. Ahora tenía que arreglar los problemas que había causado, y lo primero que hizo fue hincar sus uñas en la carne, provocando un dolor insufrible, pero la presión se iba ajustando y las heridas desaparecían con el correr de los segundos, en un muy molesto tic tac.

-He salido con vida, pero ahí dentro hay Kairoseki al rojo- dijo al comunicador, más para sí mismo como reflexión que como información para el equipo de rescate-. El plan es hundir la prisión con la gente en su interior, hay que sacarlos de ahí.

Seguía hablando para él, pero poco a poco en su cabeza un nuevo plan se iba formando. ¿Tendría razón Akagami? ¿Era un imbécil? Cambiaba mucho de plan, era cierto, pero las circunstancias no habían dejado de ser modificadas de una forma estúpidamente calculada. ¿Cómo sabían que iba a entrar ahí a por un mapache? Si el protocolo se había endurecido tanto era, seguramente, por la fuga de Jin Surfer que él había provocado. ¡Y encima ahora el estúpido hombre mono de Asderdeker no estaba cerca para controlarlo! Pero se iba del tema... Las circunstancias cambiaban a cada segundo, y sólo un necio mantendría el plan inicial sin tener en cuenta los nuevos estímulos. Y aquel estímulo exigía una respuesta muy clara.

-¡Akagami!- gritó con todas sus fuerzas. Sabía que podría escucharlo por el comunicador, pero el pelinegroconpuntasdoraditas entendía mejor los berridos-. ¡Quiero que hagas cenizas esta cosa antes de que pueda decir Arabasta!

Los cielos se volvieron negros en casi un parpadeo, y una nervadura azul comenzó a recorrerlos mientras Dexter se elevaba en el aire y las nubes de tormenta descendían sobre la oscura capa de aquel material. Sus alas batían lentamente mientras con los brazos acariciaba la estática del ambiente, tan presente que recorría su cuerpo, chisporroteando por delante de sus ojos y recorriendo en una perfecta malla todo el lugar, suelo y cielo.

Alzó las manos, y un remolino de viento comenzó a girar sobre ellas al tiempo que se acumulaba cada vez más electricidad, voltio a voltio, en una jaula más electromagnética que material. El viento corría a altas velocidades, suficientes para generar un campo iónico por sí mismo, y el rayo fluía desde el pecho de la tormenta, alimentando la pequeña bomba que tenía en sus manos. Giraba y giraba, daba calor pero no importaba; una vez la electricidad se liberase de su prisión explotaría violentamente, era consciente de ello, y Akagami era la pieza clave en el plan. Existían dos posibilidades en cuanto a aquel material. La primera de ellas, que el material se derritiese y carbonizase, de modo que con el calor extremo que generaba aquello; la segunda posibilidad era que el fuego lo secara y endureciese, por lo que necesitaban un impacto de fuerza para terminar con ello.

Poco a poco, el remolino absorbió la nube y el cielo se despejó de nuevo. Estaba listo para lanzarlo, y, abotargado en su redondez, aquel muro de viento se abalanzó sobre la prisión, dispuesta a hacerla retumbar sobre sus cimientos.

-¡Arabasta!

"Maldición", gruñó el pelinegro al recibir el impacto en el brazo. No esperaba que aquellas balas fueran a ser capaces de responder tan rápido. Quizá debió haber tenido más cuidado con ellas... O incluso destrozarlas con una onda de choque. En cualquier caso, ya era demasiado tarde para lamentarse. La herida no era para tanto, podía alardear de tener una resistencia sobrehumana y, gracias a su regeneración, no supondría problema alguno más allá de una molestia.

Cuando al fin se encontró sobre la cubierta del buque en el que estaba combatiendo Ushio pudo ver el caos que había allí formado. El espadachín, en un alarde de inteligencia y sabiduría universales, había reventado uno de los mástiles durante su exhibición frente a los marines. Muchos de ellos habían huido y, los que no lo habían hecho, apenas estaban levantándose para continuar con el combate. No habría problema alguno en un principio, de no ser por el enorme trozo de madera que había comenzado a precipitarse sobre ellos. ¿En qué narices estaba pensando? ¿No sabía medir su poder? ¿O quizá fue adrede? Frunció el ceño y se acercó con rapidez al pirata, empujándolo en el proceso para ayudarle a evadir los disparos.

- ¿Sabes? Hasta yo me pienso un poco mejor las cosas antes de hacerlas -le soltó con un deje malhumorado, rodeándolo con el brazo por el torso-. Agárrate bien.

Y saltó. No como salta una persona normal, ni mucho menos. Saltó con tanta fuerza que ambos comenzaron a elevarse por los aires, alejándose metros y metros del navío sobre el que, poco después, se derrumbó el enorme mástil provocando un sonoro crujido mientras destrozaba la estructura del barco. Una vez comenzaron a perder inercia, Berthil hizo aparecer sus dos doradas alas a la espalda, batiéndolas con fuerza para alejarse de allí lo más rápido posible. Percibió la presencia de Hinori, así como la de su contrincante, y decidió que iba siendo hora de soltar la carga.

- Quizá le venga bien algo de ayuda. Ten más cuidado esta vez, Ushio -le dijo al espadachín, planeando por el aire y descendiendo a una velocidad moderada.

En cuanto se encontraron a una altura segura, Berthil dejó caer a Ushio en la zona donde la acosadora personal de Dexter se encontraba combatiendo. Quizá llegasen tarde, pero mejor eso que nunca, como quien dice. Sonrió satisfecho y se giró para encarar la prisión, aún desde el aire, justo cuando el capitán salía despedido de la misma a una velocidad de vértigo. Tan solo supo que se trataba de él gracias a su presencia... Bueno, y también gracias a que tenía la certeza de que era el único que podía dar tanto el cante. Alzó una ceja, preguntándose qué narices estaría ocurriendo en el interior para que el iluminado de pelo bipolar hiciera algo así. Tampoco pudo preguntarle al respecto pues, de repente, el mundo entero pareció enmudecer.

- ¿...?

"¿Qué?" habría querido decir, pero pese a que sintió cómo sus cuerdas vocales hacían el esfuerzo y cómo sus labios se movían para pronunciar, ningún sonido salió de su boca. Por un momento sintió que perdía el equilibrio y a punto estuvo de caerse. ¿Qué demonios? ¿Se había quedado sordo? Quizá con su veloz salida Dexter hubiera provocado un ruido lo suficientemente alto como para ensordecerle... Pero ni siquiera escuchaba ese incesante pitido que le provocaba Mura cuando se ponía a gritar. No, aquello era algo más. Y seguro que nada bueno.

Batió las alas de nuevo para tomar altura, intentando así ver por la apertura de la prisión. No pudo, pues una oscura sustancia parecía querer evitar que nadie más saliera por aquel hueco. Debió reconstruirse después de la salida del dragón, lo cual era fascinante y terrible a partes iguales. Sería una molestia si querían sacar a la gente de allí, así que... ¿Cuál iba a ser el plan ahora? Sus ojos buscaron a Dexter, lo cual no les llevó mucho tiempo. Parecía estar gritándole algo, pero debido a su espontánea sordera no escuchó nada de nada de lo que pudiera estar diciéndole. Su capitán gesticulaba demasiado para hablar, casi volviendo la escena mucho más dramática de lo que pudiera parecer en un principio, pero quizá eso fuera de ayuda por una vez. Parecía querer que hiciera algo en la apertura y, cuando al fin le vio comenzar a desplegar su poder, no lo dudó ni por un instante.

"Espero que los de dentro tengan algo a lo que agarrarse", pensó, esbozando una leve sonrisa antes de tomar aliento. Se encontraba a la distancia adecuada... ¿Quizá pudiera fundir aquella cosa? No perdía nada por intentarlo antes de que el dragón arremetiera contra la prisión. Una vez sintió su pecho lleno de aire, una cálida sensación comenzó a ascender desde el mismo por su garganta. Sus llamas eran capaces de derretir la roca, así que mucha resistencia debía tener aquella cosa para resistirlas. Sopló con fuerza, y de su boca salió una enorme llamarada focalizada hacia la apertura. La mantuvo mientras Dexter seguía preparando aquella cosa y, una vez el cielo se despejó, cortó la llama y se alejó con rapidez. No sabía qué resultado iba a tener aquella inmensa masa de aire y nubes pero, conociéndo a su capitán, cuanto más lejos estuviera de allí mejor.

– No jodas… – Dijo desanimado mientras veía lo que estaba sucediendo.

Su “plan” había funcionado… En parte. No contaba con el hecho de que este caería en la dirección donde él se encontraba. ”Buena idea, mala ejecución” – pensó con una sonrisa irónica en su rostro. Debía admitirlo, hacer estallar el mástil era innecesario… O quizá no, dependía del punto de vista. Al menos, los marines estaban huyendo y los pocos que estaban por hacerle frente, se estaban levantando. Suspiró con calma, que un trozo enorme empezara a caer encima no era un problema, solo era cosa de cortarlo en dos y asunto arreglado y, con suerte, lograría hacer que una de las mitades cayera sobre sus oponentes.

Sintió la poderosa presencia de Berthil, el segundo dragón de su banda, y se detuvo a medio camino… Bueno, mejor dicho, él lo empujó y, gracias a eso, fue que logró esquivar las balas que querían impactar en su cuerpo con, seguramente, la finalidad de asesinarlo. Se levantó, listo para volver a encarar a sus rivales, pero escuchó las palabras del contramaestre de la banda. Casi no tuvo tiempo de reaccionar antes de tener que guardar sus espadas y afirmarse bien a su compañero. ¿Por qué lo estaba sacando de esa situación? La tenía, más o menos, controlada. Escuchó sus palabras y no pudo evitar sonreír con cierta diversión ante su comentario. El dragón saltó con fuerza y dejaron el barco atrás en pocos segundos.

Antes de perder la inercia del “vuelo”, Berthil empezó a volar en dirección a Hinori quien parecía estar controlando la situación frente a un poderoso rival. ”Vaya…” – pensó. ¿Dónde pensaba dejarlo su compañero? Parecía ser un poco obvia la respuesta y se estaba preparando para entrar en acción. Escuchó las palabras del navegante y asintió con la cabeza. Una vez estuvieron a una distancia segura, él lo dejó caer. Ushio, en ese mismo instante, activó su sky y unas alas verdes aparecieron a sus espaldas, con ello podría mantenerse elevado unos momentos.

….

”¿Qué rayos?” – pensó, al tiempo que sentía como es sus palabras no salían y ni siquiera sonaban. ¿Qué carajos? Sintió la poderosa presencia de Dexter salir disparada de la prisión y pensó que era la razón por la cual no lograba escuchar nada ni decir una palabra. ¿Se habría quedado mudo y sordo de un momento a otro? No… Eso no tenía mucho sentido. ¿Algún poder raro de la prisión? No era el momento de pensar en ello, tenía que actuar o, al menos, estar listo por si su compañera necesitaba ayuda. No parecía necesitarlo, veía el estado del rival y poco creía que podía hacer en ese estado. De todos modos, tenía sus dos espadas en la mano y estaba dispuesto a salir en defensa de ella en cualquier momento.

"Podría servir", pensó Dexter observando las intactas paredes de la prisión. Hasta donde sabía había dejado de estar anclada, y lejos de haber temblado se mantenía sólida, imperturbable, perfecta. La idea de tener una prisión submarina no se hacía demasiado agradable, pero sin embargo tener una construcción tan amplia en su poder hacía que las obras que se estaban llevando a cabo en el Ojo fueran algo más sencillas. Con una simple reacomodación y reacondicionado, Impel Down podía ser el Palacio de Justicia, y destinar un par de pisos a ser la penitenciaría del Ojo. Al fin y al cabo, con un par de ajustes podía quedar muy bien. O, qué demonios, ya vería para qué la quería, tenía tiempo de sobra. La cuestión era cómo, sin grúa, iba a mover esa monstruosidad.

-Ushio, tú eres navegante, ¿Cierto?- dijo por el comunicador, sabiendo que lo era. Al fin y al cabo, ostentaba el cargo de ayudante de navegación-. Lleva el barco hasta el Ojo. Deathstroke, Hinori, necesito apoyo en la prisión- hizo una pausa mirando directamente a Berthil, que había cremado casi por completo el techo de ese material-. Akagami, ya sabes cuál es el plan.

No, no lo sabía. ¿Y qué? Para cuando le dijese que estaba cometiendo una locura él también estaría deseoso de unirse. Al fin y al cabo, ¿Quién no querría? Sin embargo seguía faltando algo muy importante, y es que no tenía una forma de mover la prisión... ¿O tal vez sí?

De su cuerpo comenzó a salir una oleada de viento a toda velocidad que trató de esquivar a Berthil mientras se iba haciendo más y más amplia en un remolino. Su piel brilló de dorado y mientras su forma legado entraba en escena fue descendiendo hacia el interior de la prisión mientras, al mismo tiempo, un huracán de velocidades supersónicas cortó el mar y abrazó la prisión, lamiendo el ladrillo y el hormigón, besando los muros exteriores con cierta ansia, mientras el agua que normalmente empapaba las paredes volaba descontrolada. Un piso que descendía el viento, unos palmos para él, y cuando el aire rozó el lecho marino intentó colarse por la abertura que había dejado la rotura de los cimientos. Y entonces, otro tornado descendió por el interior, cubriendo las paredes del primer piso, impidiendo que la presión exterior quebrase el punto por el que iba a levantar.

-Akagami- dijo, tranquilo, por el comunicador, al tiempo que el viento cambiaba súbitamente de dirección, aquella vez hacia arriba, y el del interior de la prisión se solidificaba al posar su mano sobre él-. No hay huevos a robar Impel Down.

Sin esperar respuesta saltó del suelo al techo con gran impulso. Las losetas, protegidas por su viento, no se dañarían demasiado, pero el empuje iniciar debería ser suficiente para terminar por impulsar la prisión hacia arriba, y con las manos apoyadas en el techo, sus alas empezaron a batir, esperando que fuera suficiente. Una vez la hubieran sacado por completo del agua tocaría la parte más difícil, guiar la prisión hasta un punto donde pudieran cogerla de una forma más cómoda.

-Esto es una locura- rió entre dientes, contento de volver a hacer esas cosas. Llevaba mucho tiempo sin hacer algo loco de verdad, y si salía bien Fiordia ahorraría mucho dinero en infraestructuras.

– Entendido, capitán. – Dijo por el comunicador mientras escuchaba la orden de Dexter. Entonces ya era el momento de huir. Miró a Hinori y luego empezó el vuelo directo a La Joya. No iba a tardar mucho en llegar, puesto que no era mucha la distancia entre su ubicación y el barco de su banda. ”¿Qué piensas hacer, Dexter?” – se dijo a si mismo mientras iba escuchando el resto de las conversaciones. ¿En serio pretendía llevarse Impel Down? ¿Qué clase de locura pretendía hacer ahora? Incluso se cuestionó si unirse a la banda de él había sido buena idea, pero de algo estaba seguro, no se arrepentía de hacerlo.

Sintió como es que el viento empezaba a cambiar de dirección y tuvo que hacer mucha fuerza para no verse atraído por este. ”Es un monstruo… Un maldito monstruo” – la diferencia de poderes entre él y Dexter era insuperable. Nunca lo iba a alcanzar por mucho que se esforzara y eso le quedó bastante claro al ver tal desplante de poder. Dejó de pensar en ello y solo se concentró en su misión, llevarse el barco al Ojo. No era un viaje complicado y sus habilidades de navegante eran buenas, podía hacerlo con facilidad. Desactivó sus alas en cuanto llegó al barco, justo en el momento en que su subcapitán le ordenaba a Murasaki seguir cuidando el barco y luego se fue, siguiendo las órdenes de Dexter, a ayudarlo en misión casi imposible.

– Murasaki, cubre el barco mientras yo lo saco de aquí, por favor – le dijo mientras tomaba el timón y empezaba a mover el barco con la intención de sacarlo de ese lugar. ¿Los buques de guerra los seguirían? Si ese era el caso, estarían indefensos, todo el resto estaba cerca de la prisión, así que dependería de su habilidad para ver que tan rápido podía escapar de ese lugar. – Es hora de ir a casa. En marcha. – Dijo con una sonrisa.

Vio con demasiado asombro como es que su alocado capitán estaba tirando de la prisión para elevarla hacia el cielo. ¿Pensaba llevarla hasta el Ojo? ¿Qué pensaba hacer con esa cosa? No podía y dudaba que quería, entender lo que pasaba por la cabeza del Yonkou. Suspiró, ahora solo era cosa de irse del lugar y todo estaría bien, ¿no? Pero había algo que lo hacía sentir inseguro… ¿Por qué los barcos se estaban retirando? ¿Tan rápido habían alzado la bandera blanca? No, dudaba que fueran tan cobardes y que no tuvieran una pizca de orgullo por defender lo que creían correcto. Se quedó callado, dirigiendo el barco por aquellas aguas. ¿No eran estas las mismas de los Reyes Marinos? El tan famoso y temido Calm Belt. Una de las muchas razones que hacia el escape de Impel Down, imposible.

– ¿Qué…? – sintió una fuerte sacudida a la par de los gritos de Murasaki. – ¡No fui yo! ¡Maldición! – Gritó mientras dejaba un rato el timón y sacaba sus espadas.

Vio los tentáculos salir del agua. ”No jodas… ¿Un kraken? Pensaba que esas cosas eran solo mitos. ¿Lo controlan los marines? Menudo as” – pensó con una sonrisa. Era… Interesante que usaran un truco como ese. Su nakama empezó a atacar a los tentáculos que estaban cerca de la borda con agiles movimientos y fuertes combinaciones. Suspiró con calma, tenía que encontrar el momento exacto para entrar en acción. Sintió la presencia de Death acercarse y él traía a Hinori y a uno más. ¿Un… Marine? No le importó ese asunto, después de todo, entendía cómo era cada uno de sus compañeros. Se quedó quieto, pero fue entonces que su subcapitán hizo algo… Increíble. Usando su fuerza, agarró uno de los tentáculos y estaba intentando lanzarlo al cielo.

– Eso me da una idea… – Susurró.

Si el plan de su compañero funcionaba, correría por uno de los mástiles más grandes del barco, para luego darse impulso y saltar. En el aire, activaría Tora y, de paso, también su Sky para poder volar. También activó su Fire King y así poder aumentar aún más su fuerza. Iba a partir a esa cosa en dos… O esa era la idea. Imbuyó sus espadas en fuego y fijó su objetivo. Una vez estuviera lo más cerca posible, lanzaría tres ondas cortantes que explotarían una vez alcanzaran al enorme ser. Aunque eso no sería todo, seguiría ascendiendo e intentaría hacer un tajo vertical usando sus dos espadas y terminar por cortar a esa cosa. Si no funcionaba el plan de Death, solo se quedaría tratando de cortar los tentáculos que estuvieran en la borda y que no estuvieran siendo atacados por Murasaki. Solo tenían que liberar el barco y dejar esa cosa atrás.

Podía notar el sudor recorriendo su frente. El mero esfuerzo de levantar la prisión hacía que sus dedos templequearan en unas muñecas más nerviosas todavía. Sus brazos iban poco a poco hinchándose mientras las venas se marcaban más y más. El dolor del golpe apenas se sentía, mitigado entre la emoción y la adrenalina. Tan sólo podía pensar en el siguiente palmo, en el siguiente metro, en un aleteo más...

Algo lo sacó de su abstracción. La voz de Hinori resonaba lejana. Estaba débil, la sentía débil. Seguía levantando el colosal edificio, pero tenía que ir a ayudarla. Era su deber, tenía que hacerlo, iba a... Deathstroke se adelantó. Mejor, mucho mejor. Si soltaba por un solo instante Impel Down la ola que se levantaría tal vez los tragase a todos irremediablemente. Sólo... Sólo tenía que empujar, y poco a poco su cuerpo se fue acostumbrando a la actividad. Ya no le dolía la sangre al chocar contra su piel, ya no sentía el corazón desbocado. Sólo quedaba la adrenalina, la energía que recorría su cuerpo y lo hacía sentirse el más poderoso, el más privilegiado... Se sentía bien. Era una hazaña única, algo nunca antes visto y que sólo ellos podrían contar. Estaban elevando prisiones en el aire.

-Hey, Akagami- dijo, entre dientes, intentando contener la risa-. No son castillos, pero casi.

Aleteó con fuerza sin dejar de prestar atención al intercomunicador. La voz de Deathstroke se había perdido, pero escuchaba a Hinori gritar como una histérica, llamando traidor a Ushio. Era cierto que la había abandonado, pero no podía considerar tan grave un despiste. Al fin y al cabo, ¿Cómo iba a saber él que la chica estaba a punto de caer rendida? En cualquier caso su falta de atención podría haberle costado la vida y debería pagar por ello, pero era él quien decidía, no ella.

-Hinori, relájate- soltó por el intercomunicador-. Cuando esto termine arreglaremos las cosas, pero como una banda.

No quería ese mal clima que se había montado en un segundo. Hinori al borde de la muerte, Ushio ignorándola, e instantes ella después gritándole a vivo pulmón lo malo que era. ¿No se daban cuenta de que eran miembros de la misma tripulación? Si no aprendían a comportarse él mismo debería imponer orden.

-Necesito alguien que nos guíe desde arriba- sentenció. No veía nada con la prisión por delante, y así no llegarían lejos-. Y atad a ese Marine hasta que sepamos que no es una amenaza. Mura, Ushio, Hinori... Si os bastáis para defender el barco, devolvedme a Death. Ushio, pon la Joya a salvo.

Empezó a moverse como pudo hasta tocar la pared, y empezó a empujar hacia delante. La prisión, ya fuera del agua, iba haciéndose poco a poco más ligera mientras se vaciaba, e iba a llevársela. Necesitaba un guía; un guía y todo estaría a punto de terminar. "Misión Cumplida".

Las fauces del dragón se mantenían cerradas, ejerciendo fuerza entre ellas, canalizando el esfuerzo al que se estaba sometiendo. Incluso sus ambarinos ojos parecían relampaguear internamente. Cada fibra de músculo de su cuerpo parecía hincharse a causa del esfuerzo, congestionando el tejido e inflándolo. Su ritmo cardíaco se había incrementado durante un lapso de tiempo, casi desbordándole. Sabía que elevar la prisión supondría el mayor esfuerzo de su vida, pero incluso con ello en mente sus expectativas habían sido sobrepasadas. Nada raro a esas alturas. Pasado un tiempo su cuerpo comenzó a acostumbrarse, aunque tenía en mente que si se desconcentraba por un solo instante perdería el ritmo e incluso llegaría a hacerse daño. Frunció su escamado ceño y cerró los ojos, centrando su atención en la pared que empujaba y en el batir de sus alas, que apenas eran visibles en ese instante.

Desde allí podía sentir las voces de sus compañeros y, por un momento, se alarmó al localizar la de Hinori. Era muy débil, demasiado, y estaba sola. Había dejado caer al espadachín junto a ella, ¿por qué no estaba allí? No le sentía debilitado, así que no debía de estar herido. ¿Entonces?
Deathstroke decidió ir en su auxilio rápidamente, cosa que calmó al contramaestre y que le permitió volver a centrarse en la prisión. Si años atrás le hubiesen dicho que se uniría a las filas de un Yonkou y que no solo asaltarían la prisión más segura del mundo, sino que además la robarían, no habría podido hacer más que reírse. Casi parecía un sueño, demasiado fantástico, demasiado increíble... Pero igualmente real. Cuando Dexter le habló, una frase cruzó su mente como un lejano recuerdo. «A veces me creo de verdad que tiene un plan», se dijo a sí mismo.

- Prisiones en el aire -respondió, conteniendo de igual modo la risa. Se estaba divirtiendo-. Casi aciertas.

Pero aquel inciso llegó rápidamente a su fin. La situación con Hinori, que parecía haberse solucionado una vez el segundo de abordo acudió en su ayuda, se había vuelto aún más tensa en La Joya. Un mal presentimiento y algunos sombríos recuerdos atenazaron por un instante el corazón del dragón. Las disputas internas eran el principio del fin de toda banda, algo que él mismo había experimentado en sus propias carnes. Las consecuencias fueron nefastas y, apenas por unos pocos segundos, sintió que la situación volvía a repetirse.
Con un deje preocupado en su voz, volvió a hablarle al hombre bicolor sin activar el comunicador.

- Sé cauteloso -le instó-. Mantener el orden deberá ser tu prioridad una vez salgamos de aquí. Mura y yo sabemos a dónde pueden llevar estas disputas... Y no se lo deseamos a nadie.