Pleased to meet you? [Pasado-Privado, Aki D. Arlia - Eron ]

El Sol propio de Arabasta se alzaba glorioso en aquel eterno cielo azul que se extendía sobre las cabezas de los habitantes de las arenas. En una de las puertas se hallaba Eron, quien ya llevaba varios años acostumbrándose al irritante calor de la isla. Sus pasos eran lentos y cansados. Era lo habitual en él. En su espalda llevaba una katana bien sujeta. Se disponía a esconderse tras algunas de las ruinas del exterior de la ciudad para descansar a la sombra o quizá practicar con la espada. Aún no estaba muy seguro de qué era lo que terminaría haciendo. Sea como fuere, una vez encontré un lugar adecuado se acercó a este y clavó su arma en la arena para simplemente sentarse, apoyándose en la piedra, y cerró sus ojos. - La tranquilidad de este lugar me aburre. - Pensó.

Tras unos minutos ahí escuchó los pasos de alguien que se acercaba hacia su posición.- Oh, sí, divirtámonos. - Se levantó a gran velocidad mientras colocaba sus goggles en los ojos, desenfundaba la espada y se disponía a una posible pelea. No era únicamente un ser, eran varios. Pasos simultáneos y a ritmos diferentes. Se asomó a la piedra y vio a varios hombres con los atuendos propios de Arabasta. Eron sonrió para sí mismo mientras se mantenía medianamente escondido. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca salió de ahí de forma descuidada y con el arma en mano. Alzó su mirada oculta tras los barrotes de sus "gafas" y sonrió ligeramente. - Dadme las cosas que llevéis de valor... Necesito algo de dinero. - Comentó con simpleza. Aquellos que se encontraban frente a sus desenfundaron cada uno una espada y se colocaron en posición de ataque. - No queréis un enfrentamiento... -

Aki bajó del barco disgustada. No podía creer el tiempo que le estaba llevando volver a Samirn. Justo cuando por fin encontraba un barco que la acercara un poco al Red Line resultó tener un problema de ratas en la bodega. Llegó a tierra con la mochila y Cetus en el mismo hombro y se dirigió hacia el capitán.

-Al menos un día, señorita. Mañana zarparemos de nuevo.

Agh, que asco. No era que le disgustara el calor de Arabasta, pero estaba impaciente por llegar. En cierta manera, era un sentimiento nuevo para ella... el regresar al hogar. Toda su infancia y en realidad gran parte de su vida la había pasado como nómada, pero ahora... ahora había gente que la esperaba y tenía un lugar en el que estaba a salvo y contenta. Poco a poco ya se iría acostumbrando, de todas maneras. Ahora lo importante era conseguir ropa más ligera y un lugar para pasar la noche. Decidida, se adentró en las calles de la ciudad.

De un puesto callejero obtuvo un conjunto propio de la región, con una falda larga y abierta a un lado decorada con monedas y un ornamentado top, además de un pañuelo para protegerse la cabeza y los hombros. Se cambió ya en una esquina sin preocuparse de quien pudiera estar mirando y directamente abandonó sus ropas anteriores, no había nada de valor en ellas. Se había tapado el tatuaje de Xella con maquillaje, pero no se había tomado la molestia de alterar su físico. Lo cierto es que estaba tan frustrada que no le molestaría una buena pelea.

Mientras caminaba buscando una posada oyó el inconfundible ruido de espadas desenvainándose.

- Dadme las cosas que llevéis de valor... Necesito algo de dinero.

Sonriendo, la joven se acercó silenciosamente al lugar. Un hombre de pelo negro estaba tratando de atracar a otros tres, al parecer. Dejó a Cetus guardando su mochila y rodeó la calle sigilosamente hasta ponerse detrás de los tres hombres. Se acercó desde ahí y les apartó para quedarse en el centro. El tío de pelo negro llevaba unas extrañas gafas con barrotes y sonreía de forma extraña. De un movimiento, sacó de entre la ropa dos cuchillos arrojadizos y los sujetó entre sus dedos.

-Vosotros tres, largaros. No queréis quedaros por aquí. Hagamos un trato, si me duras más de un asalto te invito a una copa. ¿Hace?

Los sujetos intuyeron que aquello se les escapaba de las manos y protestando por lo bajo se largaron.

No podía evitar sentirse acalorado y ligeramente nervioso tanto por el lugar en el que se encontraban como por el posible enfrentamiento. Vamos, hacía días que no experimentaba la adrenalina segregada una vez escuchado el primer choque de espadas o la satisfactoria visión de poder observar cómo el fluido carmesí se derrama de las venas. Sea como fuere estaba ansioso de ver sus instintos más primarios llenados más de la nada apareció una mujer. Se dio la vuelta frunciendo el ceño (factor oculto debido a las goggles) y entonces pudo observar el rojizo cabello de la dama que se hallaba ante sus ojos. Oh, ese color... Ese tono era tan brillante, tan hermoso. Se parecía ligeramente a la sangre, tal vez e incluso más claro que esta.


Oh, perfecto para animar el cotarro.- Una apuesta, ¿eh? Interesante. - Sin duda alguna lo era. Si aguantaba, ya ni siquiera ganar, obtendría una copa gratis. Simplemente eso, durar. - Has dicho durar, no vencer. Es decir, que no tengo siquiera por qué derrotarte y dentro del /durar/ va implícito que no me matarás en caso de que, tras el primer asalto, no sea capaz de igualar tus fuerzas. - Comentó con el rostro nuevamente serio. - ¿O acaso tus planes son diferentes? Bueno, no importa, mis condiciones son esas. En el momento en el que consiga durar lo que consideres suficiente sin caer derrotado se terminará el combate y me deberás invitar, ¿de acuerdo? - Siempre era buena idea aclarar los acuerdos.

Tras haber hablado se fijó nuevamente en el rostro y el cuerpo de su adversaria con cierto detenimiento, ¿la conocía? No lo parecía. Ni siquiera le sonaba. Ni aunque fuese increíblemente famosa la conocería, pocas veces escuchaba hablar de nadie o se interesaba por nadie. - Antes de nada responde una corta pregunta... - Se aclaró la garganta mientras bajaba su arma para parecer inofensivo. - ¿Cuál es tu nombre? - No, aún no había captado su atención de una forma agradable. Seguía viendo a la pelirroja como una sucia humana que menosprecia e infravalora sus habilidades y, por la actitud en la que hizo el trato, tal vez con mucho orgullo. - Como siempre digo... Todos merecen una oportunidad pero no bajar mis expectativas. Veamos si merece que recuerde la forma en la que la nombraron. - Pensó para sus adentros.

Mientras el hombre repetía y aclaraba lo que acababa de decirle, Aki aprovechó para quitarse de la cabeza la tela que la protegía del sol. Lo cierto es que las ropas de Arabasta eran cómodas y ligeras; perfectas para soportar la calor, bailar... o pelear. Jugueteó con los cuchillos en la mano mientras se descalzaba de otro movimiento, notando la arena entre los pies. El tío parecía preocupado por aclarar bien los términos del acuerdo, y todo por una copa. ¿O temía por su vida? Lo cierto es que era algo muy prudente, aunque no tenía para nada la intención de rematarle. Además estaba cerca de casa, mejor no llamar mucho la atención.

-Por supuesto. Ve escogiendo la bebida y el tema de conversación; no querrás aburrirme.- Añadió con una encantadora sonrisa. Mejor tranquilizarle y que se olvidara del tema, podían hablarlo luego.

Con precisión milimétrica, adquirida a través de los años y la práctica, tiró uno de los cuchillos apuntando a uno de los mechones que el chico llevaba suelto, con la intención de cortárselo y... para que mentir, fardar un poco. Le apetecía, el calor la ponía contenta. ¿Qué más daba que su barco hubiese tenido que parar? En unos días estaría en casa, eso era lo único que importaba. Escuchó la pregunta de su contrincante y sonrió. Guardó el cuchillo y sacó sus dos sai, uno en cada mano, antes de correr hacia él. Cuando pasase por su lado, le diría al oído mientras trataba de rozarle la cintura con el sai, arañándole apenas en caso de tener éxito.

-Aki. Mi nombre es Aki.

Aquel pequeño jugueteo con los cuchillos podrían poner nervioso a cualquiera más el hombre estaba bastante centrado en no perder de vista ningún movimiento por si trataba de pillarlo desprevenido. A pesar de sus creencias de que no sería lo suficientemente fuerte para derrotarlo en un solo asalto él prefería no bajar la guardia y ganar aquella copa de calle.

No apartó la mirada ni un segundo pero cuando la mujer lanzó el cuchillo apenas le dio tiempo a moverse un poco, lo suficiente para que en caso de ir directo a él la herida no fuese demasiado grave. Por suerte esas no eran las intenciones de su rival y los daños se redujeron a un montón de pelos cayendo en la arena. Eron aprovechó el movimiento que había intentado ejecutar en un principio para evadir el arma para colocarse rápidamente en una posición más ofensiva. - Supongo que esa es la señal de inicio. - Dijo con seriedad y clavó su espada en el suelo, luego hizo un movimiento hacia Aki para que la arena saltase del suelo y la cegase aunque fuese por rato. - No dijo que los trucos sucios no sirviesen... - De todas formas ella atravesó la arena como si nada y se vio obligado a detener el ataque con su katana, colocando su arma entre uno de los picos exteriores y alejando su cuerpo para evitar daños. Con esas armas él ganaba ventaja con la distancia pero lo único que contaba allí era la distancia con la que las blandiesen.

- Aki... - Pensó para sí mismo. Le sonaba pero no recordaba de dónde. - Yo soy Eron... - Y haciendo algo de fuerza despegó su arma de la ajena y dio un pequeño salto hacia atrás para alejarse, sin bajar la guardia. - Estamos jugando, ¿verdad? - Se olía de lejos que no estaba luchando en serio pero él si tenía que esforzarse un poco, ¿era esa la llamada "diferencia de niveles"? Alguien aún débil contra un ser más experimentado en combate...

Cuando se lanzó hacia él respondió rápido, levantando la arena hacia ella. Pero a estas alturas algo de polvo no podía ya pararla y simplemente cerró los ojos, guiándose por su mantra con el aura del hombre como una brújula. Sin embargo, antes de cumplir su propósito de arañarle, algo metálico chocó contra su sai. Sonriendo, aún inclinada hacia delante, abrió los ojos a tiempo para oírle decir su nombre. Su espada había frenado el sai. En lugar de empujar hacia delante, espero y se colocó recta sin darle tregua. Él tiró al fin, desenganchando los filos y Aki aprovechó el impulso para dar una pirueta hacia un lado y aguardar. Al escuchar su pregunta la sonrisa de la pelirroja se ensanchó, parecida a la de un gato tras hacer una travesura.

-¡Por supuesto!- Le confirmó.-¿Para qué iba a querer matarte? Bonita espada, por cierto.

Comenzó a moverse a su alrededor, apenas estaban a un metro y poco de distancia. Los pies de Aki eran ágiles, y se movían por la arena como si estuviera bailando. Estaba cogiendo carrerilla, pero quería despistarle. Dio un par de vueltas sobre si misma sin dejar de avanzar en círculos a su alrededor, dando un par de saltos como si fuera una verdadera danza. Aceleró, cada vez más rápido y sin soltar los sai, aunque no buscaba utilizarlos. Vigilando por el rabillo del ojo el momento preciso, saltó hacia atrás girándose en el aire. Se elevó al menos dos metros, sin perder de vista a su presa. Pretendía simplemente aterrizar detrás de él, después de utilizar brevemente sus hombros como punto de apoyo. Si lo conseguía, se giraría hacia él y le diría:

-No ha estado mal, necesitaba estirarme. ¿Qué me dices de esa copa?

Sus movimientos eran rápidos y acertados. Si aquello fuese un duelo a muerte la danza se tornaría rojiza en menos de unos segundos. Los movimientos que buscaban despistar a Eron lo conseguían sin duda alguna. No acostumbraba a combatir seres que superaban su fuerza con aquella simpleza, e incluso con sus reflejos era incapaz de actuar ante aquello, al menos no a tiempo. La agilidad que demostraba la muchacha era digna de admiración. Cuando se elevó aquella distancia del suelo lo único que hizo el pirata fuese prepararse para un ataque más cuando usó sus hombros de apoyo y se posicionó a su espalda el hombre no hizo más que tensarse. Pensó que le atacaría por lo que se volteó rápidamente pero entonces ella comenzó a estirar. - Así que es ese tipo de persona, ¿eh? - Pensó para sí mismo en lo que enfundaba su arma. No era buena idea llevarla en la mano por las calles.

- Nunca le diría que no a una copa... - No podía evitar sorprenderse por la actitud de la muchacha. No acostumbraba a encontrar personas con aquella tranquilidad y menos aún para retar a alguien que no conocía en absoluto. Y tras decir aquello condujo a la dama hasta una taberna cercana. Era un lugar tranquilo y el ambiente estaba relajado, perfecto para descansar de aquel pequeño enfrentamiento. Tal vez Aki no estuviese cansada pero él sí, al menos lo suficiente para usarlo de excusa a la hora de sentarse. No estaba ni de lejos al nivel que mostró la pelirroja pero en algún momento conseguiría estarlo... Tiempo al tiempo.

Le pidió al tabernero una cerveza y acto seguido tomó asiento. Respiró profundamente y miró de reojo a la que ahora era su acompañante. - ¿Qué te trae a Arabasta? ¿Un viaje, amigos, familia, negocios? - Preguntó de forma realmente directa. No se andaba con rodeos, ni siquiera le agradaban.

Todavía medio en guardia, la condujo a una taberna. Nada más llegar se sentó, dando la impresión de estar un poco cansado. Sonriendo, ella se dirigió a la barra y pidió una copa de licor café. El líquido, oscuro, denso y dulce, parecía sangre en manos de la pelirroja. Volvió junto a su fortuito acompañante y le informó de que el tabernero sabía quién la había invitado a dicha copa. Un trato era un trato, al fin y al cabo.

Se sentó frente a él y se estiró de nuevo, antes de dar un sorbo y dejar que la bebida la calentara por dentro. Luego, apoyó la cabeza en las manos y le miró con una sonrisa gatuna.

-Aw, así que eres un chico curioso, ¿Eh? Lo cierto es que no es más que una parada técnica. Esperaba volver ayer a casa, pero no ha podido ser. Y negocios pueden hacerse en todas partes, si sabes buscarlos.

Volvió a reclinarse, relajada, y dio otro sorbo. Luego, le señaló con una inclinación de la cabeza.

-¿Y tú? ¿Viaje, amigos, familia...?-Dijo imitándole.- Diría negocios, pero no creo que atracar personas en plena calle pueda considerarse así.

Cerró sus ojos por unos segundos en un intento de relajarse. Aún seguía algo tenso ante el combate amistoso que habían tenido antes. Si bien era cierto que no fue gran cosa aún mantenía la actitud propia de alguien que había sido atacado. Era algo cauteloso y permanecía atento ante posibles ataques y demás. Cuando volvió a abrir los ojos, su acompañante ya tenía su copa. - No, nada de eso. - Comentó cuando preguntó exactamente lo mismo que él había hecho anteriormente. Soltó un pesado suspiro. - Vivo en este desierto desde hace unos pocos años. - Afirmó, mirando de reojo hacia la dama. Tras ello le pidió una cerveza al bartender ladeando la cabeza.

- Aquí no hay mucho que hacer, mucha arena, mucho calor y poco más. Tal vez consigas algún "negocio" en los bajos fondos o en otras ciudades de por aquí. - En ese instante le sirvieron su bebida, a la que sin dudar ni un segundo le dio un largo sorbo. Sintió cómo se deslizaba por su garganta hasta su estómago, el que actualmente se encontraba bastante vacío. Ese día no había comido antes, no tuvo hambre en ningún momento.

Nuevamente, los labios de la pelirroja se encontraron con el borde de la copa. El licor café la recorrió de abajo arriba hasta ir a parar a la garganta de la joven. Lo saboreó con ganas; había descubierto dicha bebida hacía poco y había caido rendida. Le encantaba su dulzor y su textura, y el efecto que le producía. No le impedía pensar ni hablar, tampoco moverse. Pero la relajaba, la calentaba por dentro y le hacía pensarse las cosas dos veces.

-Si no hay nada que hacer, ¿Por qué sigues aquí? Deberías viajar. Ver mundo. Disfrutar de la vida.- Le dijo con una sonrisa descarada. Y era cierto. No era capaz de comprender que alguien se quedase durante años en un lugar por el que no sentía nada. Y tal y como hablaba de Arabasta, no parecía tenerle mucho aprecio. Aki había pasado gran parte de su vida como nómada, y si ahora era capaz de considerar a Samirn su hogar era por los recuerdos y la gente que había en esa isla. No por nada más. Pero aún y con eso seguía siendo complicado permanecer allí durante mucho tiempo; necesitaba viajar. Necesitaba experimentar, ver las cosas con sus propios ojos. El pasotismo en las palabras de su casual compañero la pasmaba, simplemente.

-Ya que lo mencionas, no me molestaría emprender algún ''negocio''. Claro que yo no juego con medias tintas y no en todas partes hay valerosos voluntarios.

- ¿Y quién te dijo que no viaje? - Afirmó en lo que alzaba una ceja. - Vivo aquí, eso no significa que siempre esté en este desierto. A veces consigo transporte para ir a otras islas y ver mundo. - Alzó su fatigada mirada hacia el techo del lugar, dejando que un leve suspiro se escapase de sus adentros. En cierto modo deseaba salir de aquel lugar de una vez por todas pero aún no había encontrado la isla ideal para vivir. Todas le parecían momentáneas, buenas para un simple viaje pero no para hospedarse. Al menos en aquel lugar podía ganarse la vida como un bandido del desierto o criminar por las calles que ya conocía. En otros lugares le costaría más, tal vez por la costumbre que poseía a habitar las arenas de Arabasta.

Las últimas palabras de la mujer de rojizos cabellos llamó su atención, consiguiendo que bajase su mirada y clavase sus ojos en el rostro ajeno cosa que, siendo honestos, pocas veces hacía. - Dime qué negocios dices y te daré una respuesta satisfactoria. - Claro está, se refería a que si le interesaba lo que le decía tal vez le ayudaría con aquello... Pero primero debía saber en qué se estaba metiendo, ¿no? Recopilar un poco de información.