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Maximilian D. Frinz
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El salón principal estaba bastante bien iluminado, las mesas dispuestas los márgenes albergaban todo tipo de deliciosos bocadillos y la bebida era incantable. Un pequeño bar estaba siendo concurrido por los diferentes comensales que habían subido al galeón turístico “Gold Fisher” para atravesar las dificultosas aguas de la East Blue. Un recorrido de dos semanas que pretendía visitar las islas más importantes de uno de los cuatro mares. Yo había pagado la jugosa suma de 2 millones de berries por entrar ahí y lo hice más que todo para relajarme un momento pero no contaba con la presencia de almenas una veintena de oficiales de los marines, grupos de nobles acodados y sus jefes de seguridad, acaudalados hombres de ciudades rodeados por escoltas que parecían imponer respeto. Sin duda alguna si era descubierto mi origen pirata tendría demasiados problemas para salir de allí. Cogí una pequeña galleta rellena de lo que parecía ser carne de algún tipo y le da una mordida. Lo que sentí fue increíble ya que él sabor fue grandiosamente exquisito. Un hombre de mediana estatura parece que le intereso mi expresión de júbilo y emoción al morder tan sabroso bocadillo que se me acercó con una mirada curiosa.
-¿Disfruta de la comida? – preguntó mientras sonreír al verme devorando otra de esas exquisitas galletas con carne
Pasó un momento hasta que terminé de masticar para poder responderle.
-Esto esta exquisito – dijo cuando ya pude hablar – es sin duda alguna, una de las mejores cosas que he probado en mi vida y lo digo yo que ha sentido el amor de una madre en la comida
-Ja ja ja, te entiendo pero la comida de una madre jamás podrá ser superada por las burdas manos de un hombre de mar que cocina, mi nombre es Arthur y soy el chef a cargo de la comida
Me avergoncé un poco ya que estaba disfrutando de la comida que ese hombre había preparado y le hablé con tanta confianza que no reparé en ello.
-Siento si fui atrevido – dije tratando de sopesar mi culpa
-No que va, es siempre agradable ver que a alguien le interesa lo que preparo
Arthur era un hombre humilde que había sobresalido por encima de sus 5 hermanos debido a su gran esfuerzo para mejorar día a día la habilidad que le había sido otorgada. Según me contó no era usual que alguien disfrutara tanto de lo que servía ya que la gran mayoría que subía al galeón eran personas que no sabían disfrutar de la buena comida, solo usaban el barco para sus reuniones pomposas o mostrar un lujo que no servia de nada. Yo comprendí su pensamiento ya que al ser un pirata de mar, los lujos pasaban de mí.
-¿Disfruta de la comida? – preguntó mientras sonreír al verme devorando otra de esas exquisitas galletas con carne
Pasó un momento hasta que terminé de masticar para poder responderle.
-Esto esta exquisito – dijo cuando ya pude hablar – es sin duda alguna, una de las mejores cosas que he probado en mi vida y lo digo yo que ha sentido el amor de una madre en la comida
-Ja ja ja, te entiendo pero la comida de una madre jamás podrá ser superada por las burdas manos de un hombre de mar que cocina, mi nombre es Arthur y soy el chef a cargo de la comida
Me avergoncé un poco ya que estaba disfrutando de la comida que ese hombre había preparado y le hablé con tanta confianza que no reparé en ello.
-Siento si fui atrevido – dije tratando de sopesar mi culpa
-No que va, es siempre agradable ver que a alguien le interesa lo que preparo
Arthur era un hombre humilde que había sobresalido por encima de sus 5 hermanos debido a su gran esfuerzo para mejorar día a día la habilidad que le había sido otorgada. Según me contó no era usual que alguien disfrutara tanto de lo que servía ya que la gran mayoría que subía al galeón eran personas que no sabían disfrutar de la buena comida, solo usaban el barco para sus reuniones pomposas o mostrar un lujo que no servia de nada. Yo comprendí su pensamiento ya que al ser un pirata de mar, los lujos pasaban de mí.
Última edición por Maximilian D. Frinz el Dom 25 Sep 2016 - 23:29, editado 1 vez
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Iro
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-Jojojojo, pardiez, qué severidad y atrevimiento de cena, qué mezcla de sabores, qué elegancia en el paladar, jojojojo- dijo el tenryuubito que se obcecaba en demostrar su posición y en reseñar lo importante que se sentía por estar en aquél restaurante tan ostentoso y detallado.
Patético. Simplemente era patético.
Aunque aún peor era el hecho de que yo fuera parte de la gente que tenía que defenderlo.
En cierto modo, era otro castigo por una de las muchísimas faltas que yo realizaba a lo largo de mi carrera.
En esta ocasión fue por no detener a un criminal que había robado a un lujoso banco que se jactaba de tener todo el dinero de una isla.
Que se jodieran, a mi no me parecía mal que esa gente sufriera de vez en cuando, además de que así comenzaban a valorar lo que tenían en exceso. Excéntricos y putos ricos.
Como aquél baboso que reía como un perturbado y exageraba el don de sus papilas gustativas.
Aunque por otro lado, esa comida tenía una pinta exquisita. Quería una.
-Joder... esto me trae apetito... y si matara al Tenryuubito para quedarme con la... No, alto Theo, la violencia no soluciona nada, tienes que aguantar- musité inconscientemente en voz baja para mi. Mis pensamientos parecían haber trascendido la barrera de la mente y haberse escapado por mis labios, aunque por suerte solo fue un susurro. Eso era traición y seguramente sería severamente castigado con la muerte.
No aguanté más, así que intenté escabullirme hacia el baño para refrescarme. No aguantaba tanta hambre.
Tras un rápido vistazo y un arte antinatural para el escapismo, logré encontrar el baño y me metí en este, abriendo el grifo y haciendo un cuenco con mis propias manos para echarme parte del agua en la cara.
-Joder, tienes que centrarte, solo aguanta unas horas más y podrás volver a la base y poder comer algo- dije delante del espejo, esta vez blasfemando en voz cansada y hastiada, pero audible en el interior de aquél cuartucho lujoso que era el servicio de caballeros.
Patético. Simplemente era patético.
Aunque aún peor era el hecho de que yo fuera parte de la gente que tenía que defenderlo.
En cierto modo, era otro castigo por una de las muchísimas faltas que yo realizaba a lo largo de mi carrera.
En esta ocasión fue por no detener a un criminal que había robado a un lujoso banco que se jactaba de tener todo el dinero de una isla.
Que se jodieran, a mi no me parecía mal que esa gente sufriera de vez en cuando, además de que así comenzaban a valorar lo que tenían en exceso. Excéntricos y putos ricos.
Como aquél baboso que reía como un perturbado y exageraba el don de sus papilas gustativas.
Aunque por otro lado, esa comida tenía una pinta exquisita. Quería una.
-Joder... esto me trae apetito... y si matara al Tenryuubito para quedarme con la... No, alto Theo, la violencia no soluciona nada, tienes que aguantar- musité inconscientemente en voz baja para mi. Mis pensamientos parecían haber trascendido la barrera de la mente y haberse escapado por mis labios, aunque por suerte solo fue un susurro. Eso era traición y seguramente sería severamente castigado con la muerte.
No aguanté más, así que intenté escabullirme hacia el baño para refrescarme. No aguantaba tanta hambre.
Tras un rápido vistazo y un arte antinatural para el escapismo, logré encontrar el baño y me metí en este, abriendo el grifo y haciendo un cuenco con mis propias manos para echarme parte del agua en la cara.
-Joder, tienes que centrarte, solo aguanta unas horas más y podrás volver a la base y poder comer algo- dije delante del espejo, esta vez blasfemando en voz cansada y hastiada, pero audible en el interior de aquél cuartucho lujoso que era el servicio de caballeros.
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Arthur se marchó luego de terminar de contarme su historia ya que mencionó que tenía mucho trabajo que hacer. Me volví a quedar solo y aproveché en comer otra ración de pastelillos rellenos con carne. Cuando terminé decidí ir un rato al baño para limpiar mi atuendo y refrescarme. Cuando llegué vi que no estaba solo. Un joven marine estaba lavándose la cara y creo que no presto atención cuando entré. Sin llamar mucho la atención, me quité la gabardina y deje mis katanas a un lado mientras me acercaba al grifo para lavarme la cara. Entró alguien más y pronto vi que era dos marines más tal vez compañeros del que había estado antes de que llegara. Me moví rápidamente cuando terminé y uno de ellos me miró de una forma extraña.
-¿Nos conocemos? – me dijo mientras se lavaba las manos
-No lo creo – dije tratando de recordar si lo había visto en algún lugar
-Tu cara me parece conocida – dijo el otro que esperaba su turno para lavarse las manos
-Tal vez en alguno de mis viajes, nos pudimos haber cruzado – dije alegremente
Terminaron de hacer lo suyo y se marcharon. Me coloqué las katanas en mi cintura nuevamente pero pronto un trueno de recuerdos invadió mi cabeza. Había visto el rostro de esos dos en algún lugar solo que no recordaba donde.
“Me preguntó dónde los habré visto antes”
La puerta se abría de una manera tan fuerte que casi es arrancada de golpe. Los dos marines estaban fuera y me apuntaban con dos armas grandes. Las conocía, Ryuto me había hablado de ellas y de su poder de disparo tan peligroso, las ametralladoras automáticas.
¡Ya te recordé desgraciado!
En ese momento recordé sus rostros. Me moví a un lado ya que los disparos fueron tan fuertes y rápidos que apenas y me dio tiempo para reaccionar. Esos hombres no eran marines, eran parte de una banda de asesinos profesionales contratados para dar golpes muy grandes. La última vez que los vi, robé de su escondite al menos una docena de barriles llenos de monedas de oro con los que una ciudad casi en ruinas pudo recuperarse del ataque constante de esos asesinos.
-¿Nos conocemos? – me dijo mientras se lavaba las manos
-No lo creo – dije tratando de recordar si lo había visto en algún lugar
-Tu cara me parece conocida – dijo el otro que esperaba su turno para lavarse las manos
-Tal vez en alguno de mis viajes, nos pudimos haber cruzado – dije alegremente
Terminaron de hacer lo suyo y se marcharon. Me coloqué las katanas en mi cintura nuevamente pero pronto un trueno de recuerdos invadió mi cabeza. Había visto el rostro de esos dos en algún lugar solo que no recordaba donde.
“Me preguntó dónde los habré visto antes”
La puerta se abría de una manera tan fuerte que casi es arrancada de golpe. Los dos marines estaban fuera y me apuntaban con dos armas grandes. Las conocía, Ryuto me había hablado de ellas y de su poder de disparo tan peligroso, las ametralladoras automáticas.
¡Ya te recordé desgraciado!
En ese momento recordé sus rostros. Me moví a un lado ya que los disparos fueron tan fuertes y rápidos que apenas y me dio tiempo para reaccionar. Esos hombres no eran marines, eran parte de una banda de asesinos profesionales contratados para dar golpes muy grandes. La última vez que los vi, robé de su escondite al menos una docena de barriles llenos de monedas de oro con los que una ciudad casi en ruinas pudo recuperarse del ataque constante de esos asesinos.
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