El gato y el ratón [privado Raghersir y Erin]

Aquella tarde me encontraba en una taberna del barrio residencial de la imponente ciudad celeste. A pesar de lo que pueda parecer no estaba emborrachándome. Lo único que había ido a hacer ahí era buscar compradores para mis vinos. En esta ocasión me había costado más de lo normal convencer a aquel posadero de que mi vino era uno de los mejores. Pero como todos, al hablarle de los beneficios que tendría si el vino atraía a más clientes había aceptado comprar un par de barriles de prueba.  Era lo que la mayoría hacían, probar a vender el vino y si a la gente le gustaba entonces encargaban más.

Y así me encontraba yo, catando una copa de mi propio vino mientras observaba la reacción de la gente a la que se lo servían. No perdía detalle: había un anciano que lo agitaba y saboreaba debidamente cada trago, un borracho que lo tiraba al agitar los brazos mientras bailaba, una mujer que tomaba pequeños sorbos mientras hablaba con un joven; pero el que más me llamó la atención fue un hombre siniestro que bebía grandes tragos mientras analizaba al resto de personas del bar. Iba a comenzar a vigilarlo cuando un recluta marine entro por la puerta gritando.

-“¡HA VUELTO A SUCEDER! ¡ESTA NOCHE HABRÁ TOQUE DE QUEDA!”-

La gente del bar pareció alarmarse bastante. Yo no entendía bien lo que pasaba, por lo que decidí preguntar a la persona mejor informada del local, el camarero. Es bien sabido que aquellos que atienden a los clientes de un bar son los que primero se enteran de todo. Seguro que él podría ponerme al tanto de todo.

-“Disculpe señor, ¿podría usted explicarme que acaba de suceder?”-

-“Vaya muchacho, no debes ser de aquí. Esta última semana ha habido una oleada de asesinatos. La ciudad ha ofrecido un cofre de esmeraldas al que consiga desenmascarar al criminal. Pero claro está, es un hombre peligroso. Yo no recomendaría a nadie andar solo fisgoneando por ahí.”-

Y pensar que había creído que mi estancia en esa isla sería aburrida. En fin, no iba a dejar pasar la oportunidad de aumentar un poco mis beneficios a la vez que quitaba de en medio a un peligroso asesino. Nairb debía actuar, aunque primero debía reunir información sobre los crímenes cometidos.

Se encontraba en uno de los cuartos de la posada en la que había decidido pasar la noche. Estaba muy lejos de su hogar pero gracias a su agencia había conseguido viajar sin dificultad alguna. Revisó que todo en su maletín de terciopelo estuviese en orden; su pistola y el dinero. El resto de pertenencia las guardaba en la maleta. No necesitaban una protección mayor. Suspiró aliviada de no haber tenido ningún encontronazo por el camino. Durante su vida se había labrado numerosos enemigos y no le habría resultado extraño que alguno hubiese tratado de ahogarla en el mar de alguna forma, sobretodo a la hora de salir de su isla natal. Sea como fuere, se alegraba de encontrarse en un lugar en el que era absolutamente desconocida... Por el momento, al menos. Tenía pensado extender los territorios en los que Fearless Detectives Agency funcionaba y aquella isla sería el inicio.

Bajó las escaleras, maletín en mano, y se dirigió a la taberna que disponía aquel edificio. Se sentó en la barra y pidió un vaso de zumo de naranja. No acostumbraba a beber bebidas alcohólicas, no en situaciones como esa, por lo que se conformaba con esa bebida natural pese a parecer una niña pequeña. En breves se lo sirvieron y pudo degustar la dulzura propia que disponía. Escuchaba a algunos clientes hablar de banales y triviales temas de conversación, irrelevantes y poco interesantes. Entonces alguien irrumpió con fuerza en aquel local, gritando que habría un toque de queda. - ¿"Ha vuelto a pasar"? ¿Un crimen? No creo que pongan un toque de queda por una tontería, al menos imagino que no. Sería estúpido hacerlo. - Pensó para sus adentros.

Decidió preguntar en cuanto terminase con su bebida pero un chico se le adelantó. Puso la oreja en la conversación hasta escuchar la satisfactoria respuesta. Terminó el vaso de un trago y se levantó, dejando el pago encima de la barra y, tras coger su maletín, caminó hacia el marine (el cuál no parecía haberse movido en absoluto). - Erin Reeve, detective de una agencia situada en Paraíso. - Comentó en lo que sacaba una pequeña tarjeta de su chaqueta y se la daba al muchacho. - Me gustaría investigar acerca de lo sucedido. No me importa en absoluto el riesgo que posea hacerlo, estoy acostumbrada a ello y sé defenderme. - Era consciente de que algunos tratarían de convencerla de que no lo hiciese o la tratarían como una débil por lo que prefería aclararlo cuanto antes.

- P-Pero... - El marine parecía tener algo que decirle. Tragó saliva y suspiró. Era como si fuese a avisar de algo y decidiese no hacerlo en el último momento. - Está bien, si tan determinada está en intentarlo... ¡Pero yo no me hago responsable de lo que ocurra! - Se excusó como pudo, como si supiese que algo terrible le ocurriría a la dama de cabellera rosada.

- He dicho que estoy acostumbrada, nada ocurrirá. Primero... Dejaré un aviso en mi agencia. Tardarán unos días en llegar, así que trabajaré en esto hasta ese momento. Cuando lleguen se encargarán del cuerpo y, en caso de encontrarlo para entonces, del culpable. - Sacó de otro bolsillo un pequeño aparato electrónico con un botón, el cuál pulsó. - La señal que le he dejado a la base general se posicionará en esta taberna; no se extrañen si en algún momento entran unos hombres trajeados. Vienen de mi parte. - Dijo con suma tranquilidad, incluso inexpresividad.

Terminada mi conversación con el camarero volví a examinar las reacciones de la gente que había escuchado la noticia. Todos parecían bastante alterados, todos menos el hombre siniestro que seguía bebiendo y una chica que se había puesto a hablar con el marine. Decidí acercarme a la chica a ver de qué trataba su conversación con el recluta. No podía concentrarme bien por la belleza de la muchacha.

-“¿Por qué puñetas tiene que llevar ropa tan ajustada?”-, pensé.

Al menos conseguí entender lo necesario. La chica era miembro de una agencia de detectives y al parecer tenía planeado tomar el control de la situación. Me resultaba extraño que una muchacha tan enclenque fuese a ser capaz de dirigir toda la operación. Pero no es bueno juzgar a la gente por sus apariencias, al fin y al cabo yo tampoco soy la gran cosa. Una multitud de preguntas atravesaban mi cabeza: ¿sería capaz la muchacha de atrapar al criminal antes que yo?, ¿cómo de interesada estaría ella en la recompensa?, ¿qué haría la chica si le tocaba el culo?; pero la más importante era… ¿estará dispuesta a colaborar? Solo había una forma de obtener la respuesta a todas mis dudas. Debía acercarme a hablar con ella. Esto me suponía un gran problema. Ella parecía una chica bastante fría y seria, no podía hacer una entrada simpática. Debía presentarme como un cazador serio y profesional, no como un buscavidas al que le gusta el vino.

Estaba decidido. Me bebí lo que quedaba en mi copa de un trago, me coloqué correctamente mis ropas y me peiné un poco con la mano. Ahora que estaba un poco más presentable podía dirigirme hacia ella. No quería causar mala impresión asique caminé lentamente y con una firmeza propia de un general. Una vez estuve detrás de ella le toqué en el hombro para llamar su atención.

-“Buenas tardes señorita. Permítame que me presente. Mi nombre es Nairb Hunt y soy un caza-recompensas profesional. Perdone si le estoy molestando, pero no he podido evitar escuchar parte de su conversación con el joven marine y me he enterado de que está usted planeando ir en busca de ese famoso asesino que ronda por la ciudad. He aquí la cuestión. Yo también tengo planeado ir tras ese criminal. ¿Qué le parecería aliarnos para darle caza lo antes posible?”-, dije en un largo y serio discurso esperando una reacción positiva por parte de la muchacha.

Estaba un poco nervioso, pero lo disimulaba bien. Ahora solo tenía que escuchar lo que me decía la joven. Si su respuesta era positiva, cazar al criminal sería coser y cantar. Si rechazaba nuestra colaboración… bueno, habría una competición para ver quién se llevaría la recompensa. Por mi parte yo estaba dispuesto a compartirla, pero no tenía claro que opinaría ella al respecto.

Mantuvo aquella faceta inexpresiva en todo momento. No quería parecer débil y ya era más que suficiente que su complexión y altura provocase dicho efecto. Colocó uno de los mechones de su cabellera tras su oreja por comodidad. Mantuvo silencio por varios y largos segundos, a la espera de que el marine o cualquier persona le dijese algo. Finalmente ocurrió; un cazador se acercó y se presentó con formalidad. Le propuso una alianza. Desconocía quién era aquel individuo, pero si lo que decía era cierto, lo mejor sería aceptar la oferta. Primero, si es verdad que era profesional y llevaba tiempo ejerciendo aquel trabajo, ella se quedaría por detrás (pese a sus habilidades). Estaba acostumbrada a asesinos corrientes, dentro de lo que cabe, a los que podría enfrentarse. Nunca peleó contra un criminal con una fruta y, aunque nadie pudiese decir que este la poseyese, las posibilidades estaban en el aire. De igual forma, aún era bastante débil luchando.

- Está bien. - Dijo en un tono algo seco, clavando su azulina mirada en el rostro ajeno. - No tengo problema alguno en que trabajemos juntos. Estoy acostumbrada a formar equipos.

Esa fue su respuesta. Era cierto. Siempre que terminaba metida en algún caso, alguien salía a tenderle su mano. Aún así, algo de desconfianza invadió sus pensamientos. El no conocer a dicha persona no le agradaba. Tampoco le había enseñado ningún tipo de identificación que le permitiese creer aquellas palabras que había empleado. Estaba todo en el aire. Demasiado.

- Más, si no es mucha molestia, ¿podría enseñarme algún tipo de identificación? Como comprenderá, me gustan las pruebas y ante todo, no temer que mi aliado vaya a traicionarme.

Finalmente lo hizo. Para ella era una necesidad. Su trabajo consistía en no creer lo que dicen hasta que haya alguna prueba sólida sobre la mesa. Las palabras pueden no decir la verdad. Cruzó sus brazos sin apartar la mirada de aquel hombre. Lanzó una veloz y analítica mirada, tratando de encontrar algún detalle en su vestimenta que pudiese decirle algo acerca de él. Era común que algunos llevasen armas, alguna chapa, decoración, algo que podría dar más información de la que parecería a simple vista. Además, muchos se olvidan que llevan ese tipo de cosas encima por culpa de la costumbre.

Tras hacer mi propuesta, se produjo un interminable silencio en el que la joven detective se dedicó a clavar en mí sus penetrantes ojos azules. Su rostro serio y su carácter frío eran más que reveladores para mí, me estaba analizando. No me gustaba mucho que hiciese algo como eso, pero era entendible teniendo en cuenta la situación. Iba a ir tras un criminal peligroso, no podía aliarse con cualquiera, bajo su vista incluso yo podría haber sido el asesino.

Fue una suerte que lo que fuera que estuviese pasando por su cabeza le llevase a aceptar trabajar conmigo, no me apetecía tener que hacer todas las investigaciones yo solo. Además sentía bastante curiosidad por saber cómo actuaba una mente fría y pensante como la suya. Desde hacía tiempo todos los personajes con los que había realizado alguna captura o encargo habían sido bastante decepcionantes. No sólo caza-recompensas, también los marines me habían mostrado que no hace falta tener muchas luces para perseguir criminales.

Parecía que ya estábamos listos, pero la seria muchacha no parecía estar del todo convencida. Necesitaba que le ofreciese algo que mostrase que realmente era un cazador y no la estaba engañando. Es entendible desconfiar un poco, pero tanta insistencia era algo casi absurdo. De cualquier forma no tuve ningún problema en enseñarle mi carnet. Ese pequeño chapa de metal tenía todo lo necesario para identificarme como caza-recompensas reconocido por la marina. En el estaban desde mi nombre, hasta mi rango y mis capturas previas. Hasta entonces sólo lo había tenido que presentar a la hora de entregar criminales, pero aun así siempre lo portaba en mi mochila por si las moscas. Nunca lo habría imaginado, pero al final sí que me había hecho falta.

-Ves, te puedes fiar.- dije mientras dejaba la chapa grabada en sus manos.- Ahora dime, ¿qué te parece si vamos a hablar con las autoridades locales? Seguro que ellos pueden darnos más información sobre el caso con la que trabajar.-añadí haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta del local.

Esperaba que finalmente mi compañera de trabajo se dignase a confiar un poco en mí y pudiésemos ponernos manos a la obra. No tenía necesidad alguna de quedarme allí todo el día intentando demostrar que no era un criminal intentando engañarla.