¿Hay alguien ahí? ~ Pasado/Privado de Erin Reeve y Gera Hino ~

El navegante de su barco decidió que era necesaria una pequeña parada mientras arreglaba un pequeño imperfecto en el navío. Al parecer un animal, o tal vez una roca, no estaban seguros, había provocado que se abriese un agujero de no gran tamaño. Podían seguir su travesía perfectamente pero no era lo recomendable... Si se abriese más sí supondría un verdadero problema y, sinceramente, Erin no está en buena situación para nadar, cosa que todos sabían perfectamente. De todas formas no importaba, se tomaría algo de tiempo para investigar aquel desconocido lugar. Se encontraba bastante lejos de su hogar y, en fin, ¿qué mejor oportunidad para conocer un poco más de mundo? No creía que pudiese perder nada con aventurarse en el interior de la isla.

Llenó una mochila con un cargador para su pistola, varias naranjas y manzanas, botellas de agua y una brújula. Bajó de su embarcación no sin antes avisar que igual tardaría, pero que no se preocupasen. Caminó con paso tranquilo, disfrutando del canto de algunos pájaros a su alrededor. Ella residía en una enorme ciudad, la naturaleza que ahora crecía a su alrededor la apaciguaba. Le agradaba ese lugar tan... Calmado, sin el bullicio propio de las personas. Se sentía bastante bien con aquel paseo, sin nadie que la pudiese molestar.

Al ver el bosque no pudo evitar caminar hacia él y perderse entre su vegetación. No le importaba perder algo de tiempo, si no encontraba la forma de volver simplemente generaría una señal con uno de sus aparatos y pronto aparecería su tripulación para socorrerla. Lo bueno de tener un laboratorio que se encarga de desarrollar nueva teconología era que creaban cosas útiles como esa. Se sentía segura de lo que estaba haciendo, sin miedo alguno... Y, de todas formas, no solía dejarse llevar por ese tipo de sentimientos.

Pronto le hizo falta pararse a descansar un poco. Se sentó en el suelo, apoyada contra el tronco de un árbol, y abrió su mochila. Sacó una manzana y le dio un pequeño mordisco. Hacía muchísimos años que no comía nada tan alejada de la sociedad. La última vez, al menos que ella recuerde, fue cuando tenía quince años y junto a su mejor amigo. Oh... ¿Cuatro años ya de eso? Cómo pasa el tiempo, a veces es como si no te enterases de su transcurso. Simplemente pasa, y cuando te das cuenta, los recuerdos ya quedan muy lejos.

¿Cuánto tiempo hace ya que estoy en este barco? se preguntó Gera mientras cogía su libreta. La abrió y ojeó las páginas que había escrito desde el primer momento que se había subido a ese navío. Por lo que parece, habían pasado ya unas dos semanas y la muchacha estaba bastante cansada de navegar sin hacer ni una sola parada. Decidió salir de su camarote e ir hacia el capitán del barco para preguntarle cuánto tiempo les quedaba de trayecto. Para su fortuna, estaban a menos de una hora de atracar en el puerto. En ese tiempo, Gera decidió recoger sus pertenencias e ir hacia la zona de desembarque para así, no perder el tiempo ni un segundo más en ese transporte. Se sentía bastante aturdida por haberse pasado tantos días a bordo, lo cierto es que no le gustaba mucho navegar, pero era la única manera de hacer dicho viaje.

Una vez atracado el barco, se apresuró a bajar de él e ir a un pequeño hostal a dejar todas sus cosas. Caminó por el puerto y a unos pocos metros vio uno bastante bonito. Entró por la puerta y pidió una habitación para alojarse durante un tiempo. Lo cierto es que ella no tenía muy definido la estancia en ninguno de los lugares a los que decidía trasladarse en busca de respuestas. Cuando pudo dejar sus pertenencias en la habitación, le pidió al recepcionista un poco de información sobre el lugar en el que se encontraba. Éste sin más dilación le dio un pequeño mapa y unas directrices de lugares a los que ir en caso de querer visitar algo del lugar.

Ojeando el mapa, vio un pequeño bosque  y decidió que era hora de ir a inspeccionarlo durante un rato. Le encantaba ver las plantas que había en cada una de los sitios a los que iba, por ello, no se lo pensó dos veces y corrió hacia el bosque. Una vez allí miró hacia los lados y respiró de manera profunda. Me encanta el olor que desprenden las plantas, pensó para sí. Se adentró en el bosque y a lo lejos vio a una muchacha sentada. Pensó que estaría descansando y no quiso molestarla con lo que caminó procurando no hacer mucho ruido. Con tan mala suerte que se tropezó e intentando no caerse se agarró a una rama que había a su lado. Hizo tanto ruido que podría haber despertado a cualquier oso que estuviese hibernando en ese precioso bosque. Se sintió avergonzada por la situación cuando se  pudo dar cuenta ya se se había caído al suelo.

Estaba sumamente tranquila en aquel lugar hasta que escuchó un sonido. Se levantó velozmente, con manzana en mano, y dirigió su mirada en la dirección de la cuál provenía el ruido. Frunció el ceño al ver que se trataba de una mujer de aspecto bastante extraño. Al menos así lo era para ella, en la isla en la que habitaba la pelirrosa no acostumbraban a vestir de esa forma. De todas formas no bajó la guardia, se mantuvo tensa y precavida en todo momento. No conocía las intenciones de la dama, ni tampoco qué hacía en mitad del bosque. No tenía por qué ser necesariamente una mala persona, pero las dudas siempre hacen que todos actúen de formas algo extremas.


Su voz era seria, trató de mantener el tono neutro de siempre (y lo consiguió). En su interior estaba algo nerviosa, agitada por culpa del susto que le había producido hacía escasos segundos. Poco a poco se iría calmando, pero aún no lo lograba. Tragó saliva y comenzó a mentalizarse por si se metía en una pelea. De todas formas lanzó una analítica mirada a la desconocida, tratando de buscar algo que le pudiese decir acerca de su persona. Un cayado, un vestido bastante elegante y bonito, pero lo que más llamaba la atención era el tono violeta de su cabellera. Sin duda alguna eso no podría pasar desapercibido, ni de lejos.

Así, en frío, podría decir que era una sacerdotisa, una mujer adinerada o simplemente una muchacha a la que le gusta cuidar su aspecto. No siempre un buen porte es símbolo de dinero. De todas formas desconocía la simbología que pudiese tener su vestimenta, por lo que era incapaz de sacar una conclusión decente.

Levantó la mirada, su cuerpo continuaba tendido en el suelo. Observó a la muchacha que se había girado y la observaba de una manera bastante analítica. Contempló su cuerpo durante un instante y mientras se intentaba incorporar, la joven que tenía los ojos fijos en la torpeza de Gera, emitió dos preguntas. A lo que la muchacha respondió: Soy Gera, estoy dando un paseo. Siento haberte molestado con mi ruido, no era mi intención.

Se disculpó lo más amable posible, dado que en ese momento, en su cabeza tan sólo existía una leve preocupación por cualquier rasguño, golpe que pudiese tener encima. Tal era la tendencia de Gera, que con cada movimiento de improvisto, acababa siempre en el suelo. Prácticamente era su segunda casa, la pobre muchacha no sabía muy bien cómo remediarlo. ¿Habría algún tipo de conjuro? se preguntó para sí mientras acababa de incorporarse.

Miró detenidamente a la muchacha que la observaba con la manzana en la mano, seguía sin mover un ápice ningún músculo de su cuerpo, lo cual, perturbó los pensamientos de la botánica. ¿Por qué me mira así? se preguntaba constantemente. Su inseguridad la hacía querer desaparecer, esa muchacha la estaba perturbando demasiado. Eso le disgustaba, ella quería paz, serenidad, tranquilidad. De todas formas, no se achicaría en el caso de que la chica comenzase a atacarla. Había estado practicando con el cayado y lo cierto, es que se le daba bastante bien.

Creo que es hora de que me vaya. Siento haberte molestado. Le dijo con un tono neutral, mirada inquieta y semisonrisa en el rostro. Intentaba parecer lo más amable posible, pero esa mujer la ponía nerviosa.

- No se disculpe, simplemente... Me asusté. No pensé que habría alguien en este lugar. - Confesó sin mencionar las numerosas y negativas posibilidades que había valorado anteriormente.

La pelirrosa soltó un breve suspiro, relajando sus músculos. Había entrado en un estado de tensión automático. Su trabajo le obligaba a estar alerta ante cualquier ruido pues nunca se sabe quién puede ansiar tu muerte. Era una situación bastante incómoda, no porque la sacerdotisa hubiese hecho algo, más bien por la desconfianza y seriedad propia de la detective. Pese a ello, algo ocurrió para que se rompiese la tensión; el sonido de un disparo no muy lejos de allí. Aquel ruido fue suficiente para que apartase su mirada.

- ¿Qué ha sido eso? - Preguntó en un leve murmuro, para sí misma. No quería una respuesta simplona, sabía perfectamente que había sido un arma, ella ansiaba conocer el motivo por el cuál alguien disparó. - Voy a investigar. - Afirmó con seguridad mientras comenzaba a caminar con lentitud entre la maleza y los arbustos.

No tardó demasiado en observar lo ocurrido; un hombre encapuchado, con gafas de sol, guantes, una pistola y en frente a él, otro... Pero ya muerto. La bala había perforado su corazón. Desde aquella posición no podía observar con exactitud el arma que llevaba. La menor pasó a la forma completa de su zoan; ocho patas salieron de su espalda y su cuerpo se cubrió de los pelos propios de una tarántula. También crecieron sus colmillos. Por el momento, se mantuvo oculta tras un arbusto, observando lo que hacían y esperando el mejor momento para actuar. No parecía que se fuese a mover, nadie sería tan idiota como para dejar el cuerpo allí...

El rostro de Gera se tiñó de inquietud, un leve suspiro la hizo reaccionar ante aquella situación tan incómoda. Las palabras de la muchacha la tranquilizaron un poco, no demasiado debido a la costumbre que la botánica había adoptado durante toda su vida. Es algo que prácticamente estaba innato en ella, cuando se sentía incómoda no podía dejar de observar, analizar y estar, en cierto modo, alerta a cada instante.


Una vez que la situación se relajó, un leve disparo a lo lejos dejó a la muchacha un tanto asustada. El bajo sonido del arma en pleno funcionamiento hizo que se girase y mirase a lo lejos. Al no ver nada, tomó el camino entre la maleza para ver que había acontecido. Cuando se quiso dar cuenta, la muchacha de la manzana ya había comenzado a caminar en busca de lo ocurrido. Gera simplemente se limitó a caminar detrás de ella. Vio mucha maleza y se preguntó por qué iba por ese lugar, pero pronto se disiparon los pensamientos más banales de su mente al vislumbrar dos figuras a lo lejos.

Se escondió detrás de un árbol y no pudo evitar fijarse en dos hombres, uno de pie y el otro tendido en el suelo. El que se mantenía con vida tenía un aspecto bastante peligroso, llevaba una capucha que le cubría bastante, unas gafas de sol, guantes y lo más llamativo: una pistola. Todo esto hacía que el hombre fuese cuanto más sospechoso y no sería buena idea que éste las viese.

Cuando Gera se dio cuenta, la muchacha que iba delante de ella se había transformado en algo... ¿Qué es? se preguntaba. Lo cierto es que la había inquietado bastante y no comprendía muy bien lo que le había pasado, pero aún así, se mantuvo firme en su posición. Agarró su cayado y continuó viendo la escena. Lo cierto es que el asesino que allí permanecía observando el cuerpo inmóvil, era bastante apuesto. Pensó que el mundo se estaba tornando cada vez más peligroso y que debía estar preparada para cualquier tipo de problema.

Tras unos segundos observando la situación, el muchacho sacó de una pequeña mochila, que la botánica no había visto hasta ese momento, una bolsa en la que había ciertos artilugios que desde el lugar en el que estaba no podía ver con claridad. O eso, o que en realidad, Gera no tenía conocimientos suficientes para poder reconocer. Acto seguido, el hombre se agachó y comenzó a cortar las ropas del asesinado, un torso desnudo se dejo entrever. Tenía el pecho lleno de pelo, parecía, en cierto modo, el típico hombre peludo con físico para nada humano. ¿Qué es? eso perturbó a la muchacha más de lo normal. Continuó observando la escena y un artilugio que parecía una jeringuilla tocó la piel del muerto. Esto desconcertó a la botánica y en un descuido, se giró en busca de la muchacha.

-Oye, ¿qué está haciendo ese hombre? le preguntó a la chica de cabellos rosáceos mientras intentaba sostener un gesto apaciguado y tranquilo.

- No sé lo que está haciendo, ni lo que quiere... - Murmuró sin apartar la mirada de sus objetivos. Como cazadora, no podía permitir que ningún crimen quedase impune, pero siempre estaba la posibilidad de que hubiese sido en defensa personal. No sabía el contexto, pero llegar y ver a un hombre muerto y a otro sostener el arma del crimen no producía confianza alguna precisamente. Así pues, con esa idea en mente, salió del arbusto y de una de sus patas salió una tela de araña que agarró al que estaba armado y lo atrajo. Una vez cerca, comenzó a envolverlo para que no pudiese moverse ni intentar nada. Si era inocente o le parecía creíble lo que fuese a decir, lo dejaría libre, pero de ser culpable se lo entregaría a los marines.

Lo primero fue quitarle el arma, sacarle el cargador y dejarla en el suelo -en un lugar apartado-. Después se acercó hasta el cadáver para examinarlo. Un único disparo acertó en su cuerpo, en el corazón. No disponía de la destreza suficiente como para poder sacar la bala para analizarla sin dañar demasiado el cuerpo. Sacó del bolsillo de su chaqueta un pequeño aparato con un botón y lo apretó. Ese artilugio servía para enviar una señal a sus agentes, que algunos se encontraban en aquella isla -viajando con ella-. Poco tardaron en llegar, como mucho diez minutos, pues no se habían adentrado demasiado en el bosque. Llegaron tres hombres: uno con un traje negro y dos con batas de médico o de laboratorio. Con ellos habían tres pequeños robots con forma de oso.

Los árboles y la vegetación provocaban cierta preocupación en la joven. No sabía si alguien les observaba, oculto, tal y como ellas hicieron antes de salir. Era una sensación sumamente desagradable y, aunque no se sentía vigilada, no le gustaba descartar la posibilidad. Tampoco era conocedora de si el hombre trabajaba en solitario o tenía algún aliado o compinche cerca de allí.

- Analizad el cuerpo y si podéis, extraed la bala. - Habló la muchacha. Al instante, los que parecían médicos, se acercaron al cuerpo y sacaron de sus mochilas diferentes utensilios tecnológicos que, en un inicio, se emplean sin tocar el cuerpo. Máquinas analíticas que desarrollaron en su agencia para trabajos de campo. - Si quiere, puede regresar a la ciudad o irse, y si no se siente segura, puede acompañarla uno de mis agentes. - Miró hacia Gera para hablarle. - Ahora... Vayamos contigo... - Le dijo al que parecía un criminal. - ¿Por qué le mataste? - No sería tan fácil, tendría que distinguir entre las mentiras y las verdades, presionarle para que se equivocase y dijese lo que pasó. Era la tarea más difícil de su trabajo. Claramente, no iba a confesar a no ser que fuese, como ya pensó Erin anteriormente, en defensa personal. Aún así, de no serlo, debía indagar a fondo para corroborar que no se tratase de un mercenario o parte de alguna mafia, porque de serlo, tendría que destapar a toda la organización.

off-rol:

Cuando Gera se quiso dar cuenta, la mujer recientemente transformada en una especie de araña parecía estar casi tan confusa como ella. Observó lo que estaba aconteciendo con un gesto de preocupación y nerviosismo, lo cierto, es que ella no comprendía este tipo de situaciones.

Vio como la muchacha arácnida lanzaba lo que parecía una tela de araña y agarraba al malhechor. Con el gesto fruncido, la botánica se dedicó a observar la situación. Ella no era ninguna experta en escenas de asesinatos, pero lo cierto es que su guardia no desaparecía ni lo más mínimo. Continuó mirando cómo la mujer rodeaba al hombre con aquella tela de araña. Lo acercó a ella y lo inspeccionó.

Gera se mantuvo un poco distante, no sabía muy bien qué hacer ante una situación de ese calibre. Por lo tanto, se dejó llevar y guiar por lo que hacía su compañera. Lo primero que hizo fue quitarle el arma y acercarse hasta el cuerpo sin vida de aquel ser. Sin más dilación, la muchacha asustada caminó detrás intentando no molestar a la otra chica. Lo cierto es que parecía saber qué hacer en estos casos... ¿será una detective? se preguntó la jovencita con un tono incierto en su rostro.

La misteriosa joven continuó observando el cadáver. Lo cierto es que Gera asomó la nariz por detrás de la joven. Quería saber lo que le había acontecido a la víctima y se dio cuenta de que tan sólo había una bala incrustada en el cuerpo, una que directamente se introdujo en el corazón.

La muchacha que parecía tomarse el trabajo muy enserio, sacó una especie de pulsador, al menos eso le parecía a Gera. Poco rato después, tres hombres aparecieron de la espesura. Uno llevaba un traje muy elegante y los otros dos parecían médicos ya que traían consigo unas batas blancas.

¡ Qué es eso! se sorprendió la botánica tras ver aparecer una especie de robot con forma de oso.

La muchacha arácnida le dio varias órdenes a los tres recién llegados. Ellos sin más dilación, se dedicaron a realizar su tarea. Unas palabras firmes y contundentes se dirigieron hacia Gera. Se quedó pensando un instante y le respondió:

- No, gracias. Prefiero quedarme y ayudar en todo lo que esté en mi mano. Lo cierto es que no tengo exactamente un sitio al que ir y esto me servirá para aprender un poco más de situaciones de esta índole.

Acto seguido, observó cómo la muchacha le hablaba al asesino. Éste se había quedado un poco atónito. Él creyó que el hombre trajeado sería el que hiciese las preguntas. Parecía que al final, ésto no era así.

No, no, no, no. ¡Yo no soy ningún criminal! repetía el hombre sin cesar. Las únicas palabras que salían de la boca de aquella persona eran esas. Gera no comprendía la situación, entonces, en un ataque de frustración salió adelante y se acercó al hombre.

-Si no eres un criminal, ¿por qué le mataste?

-Todo fue un grave error. Ya no era humano. El hombre balbuceaba pequeñas frases que tan sólo lograba entender él.

Debes hablar más claro, ¡no entiendo nada! Le repetía Gera cada vez que el hombre contestaba con las mismas palabras. Si no era humano, ¿Qué era? ¿De dónde salió? ¿Qué le ocurrió? miles de preguntas se cruzaban sin cesar por la mente de la curiosa botánica.

Experimentos, eran experimentos. Juro que yo no quería, lo juro. Tan sólo me han mandado. No pude negarme... ¡no pude! la desesperación resonaba con cada palabra que aquel hombre pronunciaba.