Erin Reeve
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Podía ver la nieve de la isla mientras se acercaba. Se encontraba en la cubierta de su barco con una taza llena de zumo de naranja en su mano. No pudo contener un bostezo, apenas había dormido en toda la noche. Eso no importaba, era un matiz común en esos días. Muchos casos, mucho trabajo y mucho papeleo. Es lo que hay, todo por culpa de su agencia. Pese al esfuerzo que debía hacer para mantener un orden y bajar el trabajo se sentía bien consigo misma, hacía lo que debía... Y así mismo ese pequeño viaje formaba parte de su empleo. En esa isla había una sucursal que debía visitar. Había recibido recientemente la llamada del gerente, solicitando que se pasase unos días por allí. Había una serie de asesinatos aparentemente perfectos. No encontraban pruebas ni motivos.
Finalmente atracaron en el puerto. Uno de los tripulantes le colocó una enorme chaqueta de pelo y tras ello bajó con paso firme. Hacía frío, sí, pero se encontraba abrigada para la ocasión. Había quedado con el gerente Romura en una cafetería cercana, la cuál no tardó de encontrar y entró sin dudar alguna. Cuando pudo divisarlo con su vista se sentó frente a él. - ¿Qué es esta vez? ¿Algo similar a aquel caso? - Preguntó en un tono calmado. Había algunas personas allí, todas cansadas. Normal, aún estaba amaneciendo. Seguramente los que estaban despiertos eran por temas de trabajo o similares.
- No, sin duda alguna no se parece. Tal vez en la dificultad... Pero no creo que se trate de alguien como él. - Respondió el hombre. Parecía alterado y nervioso. Erin chasqueó la lengua al notar aquello, ligeramente molesta. Esto último no lo hizo ver, su rostro estaba igual de inexpresivo que siempre.
- Ya veo... Por cierto, debería calmarse. Ya sabe, no es bueno que sepan cómo se siente. Debe ser un ejemplo de paciencia y calma. - En ese instante se acercó la camarera para que la pelirrosa pudiese pedir. - Una taza de chocolate caliente, por favor. - La empleada asintió y caminó de vuelta hacia la barra para prepararla. - Muéstrame las fotos de los cuerpos. - Romura asintió y sacó de su bandolera tres fotos de tres cadáveres. - Las tres son damas bastante atractivas y, a juzgar por la ropa que llevan, forman parte de alguna banda o algo. Sus chaquetas son exactamente iguales. Por otro lado, se ven hermosas, ¿no crees? Espero que no sea otro asesino que mata a mujeres atractivas. Ya me he enfrentado a ese tipo de persona antes... -
Finalmente atracaron en el puerto. Uno de los tripulantes le colocó una enorme chaqueta de pelo y tras ello bajó con paso firme. Hacía frío, sí, pero se encontraba abrigada para la ocasión. Había quedado con el gerente Romura en una cafetería cercana, la cuál no tardó de encontrar y entró sin dudar alguna. Cuando pudo divisarlo con su vista se sentó frente a él. - ¿Qué es esta vez? ¿Algo similar a aquel caso? - Preguntó en un tono calmado. Había algunas personas allí, todas cansadas. Normal, aún estaba amaneciendo. Seguramente los que estaban despiertos eran por temas de trabajo o similares.
- No, sin duda alguna no se parece. Tal vez en la dificultad... Pero no creo que se trate de alguien como él. - Respondió el hombre. Parecía alterado y nervioso. Erin chasqueó la lengua al notar aquello, ligeramente molesta. Esto último no lo hizo ver, su rostro estaba igual de inexpresivo que siempre.
- Ya veo... Por cierto, debería calmarse. Ya sabe, no es bueno que sepan cómo se siente. Debe ser un ejemplo de paciencia y calma. - En ese instante se acercó la camarera para que la pelirrosa pudiese pedir. - Una taza de chocolate caliente, por favor. - La empleada asintió y caminó de vuelta hacia la barra para prepararla. - Muéstrame las fotos de los cuerpos. - Romura asintió y sacó de su bandolera tres fotos de tres cadáveres. - Las tres son damas bastante atractivas y, a juzgar por la ropa que llevan, forman parte de alguna banda o algo. Sus chaquetas son exactamente iguales. Por otro lado, se ven hermosas, ¿no crees? Espero que no sea otro asesino que mata a mujeres atractivas. Ya me he enfrentado a ese tipo de persona antes... -
Eichi Tsukasa
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El pelirrojo se sobaba las manos mientras esperaba su chocolate caliente. Pensaba en diversas cosas, pero lo más predominante en su mente, eran todos los sucesos que habían sucedido hace un par de días. En primera instancia, fue el combate que tuvo con Ban. Solo habían pasado unos pocos días, pero el joven aun recordaba la paliza que recibió a manos de ese pelinegro. De hecho, sus heridas aún no terminaban de sanar del todo. Se cerraron y dejaron cicatrices, si, pero el dolor aún no se iba del todo. Eichi no era médico, tampoco debía serlo para saber que le quedaban unos pocos días para poder estar al cien por ciento; eso era bueno. Luego de lo sucedido en Banaro, el chico recibió un mensaje de Jung. El joven lo sabía lo que tramaba el pequeño pelinaranja, pero sea lo que sea, el príncipe sabía que debía estar en óptimas condiciones.
Luego estaba el reencuentro con Alice. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al recordar a su amiga, durante tanto tiempo el joven creyó que había muerto cuando escapó de su hogar, pero no fue así. Al cabo de unos segundos, la sonrisa desapareció de su rostro. Alice le había contado todo sobre lo que le sucedió en prisión, incluso sobre el proyecto DEVIL. Los actos cometidos por esos nobles no tenía nombre, eran sucesos como esos que ocasionaban que el joven príncipe odiara a su linaje real.
– Disculpe, aquí le traigo su orden señor – una voz le sacó de sus pensamientos.
El joven parpadeó al ver que se trataba de la camarera. Eichi le dedicó una pequeña sonrisa a la mujer y le agradeció. Tomó la taza y empezó a tomar del recipiente. No había nada mejor que un chocolate caliente para capear el frío. Mientras tomaba del brebaje, el chico se puso a pensar en los sucesos que ocurrían en la isla. No sabía todo los detalles, pero si tenía constancia de que había un asesino suelto por ese reino. El pelirrojo dejó escapar una risa amargada, una sensación de nostalgia recorrió su cuerpo. La última vez que se metió con un asesino, terminó haciendo equipo con alguien llamado Jung y Zero.
Eichi negó con la cabeza, se terminó el chocolate, pagó y salió del establecimiento. Inmediatamente una corriente helada chocó con el chico. Éste se felicitó a si mismo por haber traído ropa abrigada. Se colocó las manos en los bolsillos y empezó a caminar... Pero, en eso, el joven escuchó un fuerte grito que le alarmó. Corrió hacia el origen de este, ignorando completamente el dolor que sentía en su pierna derecha. Al parecer, tendría que volver a involucrarse con un asesino serial. Tampoco era que le moleste; tipos como esos tocaban toda su moral, por lo que igual habría intervenido tarde o temprano. Quien sabe, tal vez volvería hacer equipo con alguien para capturarlo... No, él no creía que fuera posible. Después de todo...
¿Cuál es la probabilidad de que vuelva a suceder eso?
Luego estaba el reencuentro con Alice. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al recordar a su amiga, durante tanto tiempo el joven creyó que había muerto cuando escapó de su hogar, pero no fue así. Al cabo de unos segundos, la sonrisa desapareció de su rostro. Alice le había contado todo sobre lo que le sucedió en prisión, incluso sobre el proyecto DEVIL. Los actos cometidos por esos nobles no tenía nombre, eran sucesos como esos que ocasionaban que el joven príncipe odiara a su linaje real.
– Disculpe, aquí le traigo su orden señor – una voz le sacó de sus pensamientos.
El joven parpadeó al ver que se trataba de la camarera. Eichi le dedicó una pequeña sonrisa a la mujer y le agradeció. Tomó la taza y empezó a tomar del recipiente. No había nada mejor que un chocolate caliente para capear el frío. Mientras tomaba del brebaje, el chico se puso a pensar en los sucesos que ocurrían en la isla. No sabía todo los detalles, pero si tenía constancia de que había un asesino suelto por ese reino. El pelirrojo dejó escapar una risa amargada, una sensación de nostalgia recorrió su cuerpo. La última vez que se metió con un asesino, terminó haciendo equipo con alguien llamado Jung y Zero.
Eichi negó con la cabeza, se terminó el chocolate, pagó y salió del establecimiento. Inmediatamente una corriente helada chocó con el chico. Éste se felicitó a si mismo por haber traído ropa abrigada. Se colocó las manos en los bolsillos y empezó a caminar... Pero, en eso, el joven escuchó un fuerte grito que le alarmó. Corrió hacia el origen de este, ignorando completamente el dolor que sentía en su pierna derecha. Al parecer, tendría que volver a involucrarse con un asesino serial. Tampoco era que le moleste; tipos como esos tocaban toda su moral, por lo que igual habría intervenido tarde o temprano. Quien sabe, tal vez volvería hacer equipo con alguien para capturarlo... No, él no creía que fuera posible. Después de todo...
¿Cuál es la probabilidad de que vuelva a suceder eso?
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Poco había más que destacar de aquello. Sus cuerpos estaban intactos, ninguna herida ni marca, con las venas totalmente marcadas en sus brazos. Ese era síntoma de algún veneno, ¿no? Según los informes habían muerto a causa de ingerir alguna sustancia tóxica... Pero desconocían de cuál se trataba. Eso únicamente dificultaba la resolución del caso. Encontrar al asesino podría ser bastante complicado.
Erin se decidió guardar las fotografías en un pequeño maletín que su acompañante había decidido traer. Era mejor que no se estropeasen, eran bastante necesarias en el caso. Como fuese, un grito a lo lejos sacó a la pelirrosa de sus pensamientos. Alzó la cabeza hacia el exterior algo alarmada. - ¡Termina de guardar las cosas, iré a ver qué pasa!- Se levantó de la silla y salió corriendo a toda prisa del local. Internamente maldecía la ropa que llevaba. ¿Protegía del frío? Sin duda. ¿Era cómoda para hacer ejercicio? Desde luego que no.
Finalmente llegó hasta la zona de la que había procedido el chillido, dedicando una fugaz mirada al cuerpo y luego a los presentes. Rápidamente se puso al frente de todos, cerca del fallecido. Sacó una pequeña tarjeta de identificación de su chaqueta y se la mostró a todos. - Soy la detective Erin Reeve, ruego que todos los presentes mantengan la calma y colaboren con las autoridades y conmigo para poder resolver lo que acaba de ocurrir. - Como era ya costumbre en ella adoptó una posición y actitud dominante, segura de sí misma. No podía mostrarse débil o asustada, no la tomarían en serio. - En un rato llegarán los agentes de mi agencia. Cualquiera que tenga dudas acerca de mi puede preguntarme. - Aquello último lo dijo ya algo cansada pues había ciertos tipos de personas que no creían lo que una dama con su rostro decía. No en aquel contexto. - Por último nadie puede abandonar la zona hasta que no nos faciliten información para poder contactar con vosotros. Todos sois potencialmente testigos o sospechosos. -
Sacó un pequeño aparato electrónico y pulsó el botón que este disponía. - Bendigo el departamento de tecnología de la agencia. - Pensó para sí misma mientras se agachaba para inspeccionar el cadáver. Obviamente estaba muerto, pero colocó su mano (sin quitarse el guante) en el cuello buscando notar si estaba caliente o frío. Más o menos gracias a eso podría determinar si llevaba mucho o poco muerto... Aunque con el frío que hacía allí sería más complicado. No tocó nada más, pero la chaqueta que llevaba era exactamente la misma que las chicas de su fotografía pero esta vez era un hombre. No había ni heridas, ni sangre y las venas de su cuello y de sus brazos estaban muy marcadas.
Erin se decidió guardar las fotografías en un pequeño maletín que su acompañante había decidido traer. Era mejor que no se estropeasen, eran bastante necesarias en el caso. Como fuese, un grito a lo lejos sacó a la pelirrosa de sus pensamientos. Alzó la cabeza hacia el exterior algo alarmada. - ¡Termina de guardar las cosas, iré a ver qué pasa!- Se levantó de la silla y salió corriendo a toda prisa del local. Internamente maldecía la ropa que llevaba. ¿Protegía del frío? Sin duda. ¿Era cómoda para hacer ejercicio? Desde luego que no.
Finalmente llegó hasta la zona de la que había procedido el chillido, dedicando una fugaz mirada al cuerpo y luego a los presentes. Rápidamente se puso al frente de todos, cerca del fallecido. Sacó una pequeña tarjeta de identificación de su chaqueta y se la mostró a todos. - Soy la detective Erin Reeve, ruego que todos los presentes mantengan la calma y colaboren con las autoridades y conmigo para poder resolver lo que acaba de ocurrir. - Como era ya costumbre en ella adoptó una posición y actitud dominante, segura de sí misma. No podía mostrarse débil o asustada, no la tomarían en serio. - En un rato llegarán los agentes de mi agencia. Cualquiera que tenga dudas acerca de mi puede preguntarme. - Aquello último lo dijo ya algo cansada pues había ciertos tipos de personas que no creían lo que una dama con su rostro decía. No en aquel contexto. - Por último nadie puede abandonar la zona hasta que no nos faciliten información para poder contactar con vosotros. Todos sois potencialmente testigos o sospechosos. -
Sacó un pequeño aparato electrónico y pulsó el botón que este disponía. - Bendigo el departamento de tecnología de la agencia. - Pensó para sí misma mientras se agachaba para inspeccionar el cadáver. Obviamente estaba muerto, pero colocó su mano (sin quitarse el guante) en el cuello buscando notar si estaba caliente o frío. Más o menos gracias a eso podría determinar si llevaba mucho o poco muerto... Aunque con el frío que hacía allí sería más complicado. No tocó nada más, pero la chaqueta que llevaba era exactamente la misma que las chicas de su fotografía pero esta vez era un hombre. No había ni heridas, ni sangre y las venas de su cuello y de sus brazos estaban muy marcadas.
Eichi Tsukasa
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Fortaleza
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Precisión
Intelecto
Agudeza
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No tardó mucho en llegar, y lo que vio hizo que se detuviera de inmediato. Un hombre se encontraba tirado, a simple vista parecía que estaba muerto, aunque eso el pelirrojo no lo podía saber con exactitud. Frente al se encontraba una mujer y dos hombre, y por la expresión de sus rostros, parecían horrorizada ante los últimos acontecimientos. Eichi entrecerró los ojos y se dispuso a acercarse, pero no lo consiguió. Antes que pudiera darse cuenta, una multitud se había formado alrededor del cuerpo. Un suspiro escapó de los labios del pelirrojo mientras este usaba su bufanda para cubrir su rostro. El hecho que que hubieran tantas personas, hacía que la situación fuese peor. Le echó una última mirada al cuerpo antes de irse. No tenía marcas, eso solo quería decir una cosa: veneno.
No alcanzó a dar más de diez pasos antes de que ocurriera cierto... improvisto. Miró con curiosidad como una mujer de cabellos rosados y con ropas invernales se acercaba al cuerpo. La chica tomó una postura rígida y autoritaria mientras se colocaba frente a los presentes. No tardó mucho en descubrir el nombre de la nueva presencia: su nombre era Erin Reeve y, al parecer, era una detective; aquello era un dato curioso. Hasta ahora solo se había encontrado con agentes, marines, cazadores, piratas y revolucionarios. Era la primera vez que conocía a una detective en carne y hueso, y aquello le parecía fascinante.
Eichi colocó sus manos en el bolsillo y retrocedió los pasos que alcanzó a dar. La pelirrosa había declarado que nadie de ese lugar podía marcharse; todos eran testigos del caso incluido el pelirrojo. Francamente, el joven príncipe podía largarse cuando quisiese de allí, dudaba que algunos de los presentes pudieran igualarlo en velocidad. ¿Por qué no se iba entonces? Simple, la situación le parecía interesante. Un pinchazo de dolor recorrió el cuerpo del chico; el frío ocasionaba que las heridas provocadas por Ban, actuasen. Suspiró y se acercó hasta donde se encontraba la detective; ya que se vio involucrado en un caso, tal vez podría ser de utilidad. Una vez allí, el joven tocaría el hombro de la mujer.
– Erin-san era, ¿no? – empezó tímidamente el joven, aún no lograba superar su retardismo social del todo. La detective ya se había identificado antes, pero el joven quería estar seguro. – Fui uno de los primeros en descubrir el cuerpo, pero – desvió la mirada y observó a todos los presentes. Una vez que reconoció a las tres personas de antes, el chio les apuntó con el dedo. – Ellos tres estaban al la de la víctima, al menos eso pude ver cuando llegué – finalizó el pelirrojo. No es que estuviera inculpando a alguien, tan solo quería hacerle facilitarle el trabajo a la detective...
No alcanzó a dar más de diez pasos antes de que ocurriera cierto... improvisto. Miró con curiosidad como una mujer de cabellos rosados y con ropas invernales se acercaba al cuerpo. La chica tomó una postura rígida y autoritaria mientras se colocaba frente a los presentes. No tardó mucho en descubrir el nombre de la nueva presencia: su nombre era Erin Reeve y, al parecer, era una detective; aquello era un dato curioso. Hasta ahora solo se había encontrado con agentes, marines, cazadores, piratas y revolucionarios. Era la primera vez que conocía a una detective en carne y hueso, y aquello le parecía fascinante.
Eichi colocó sus manos en el bolsillo y retrocedió los pasos que alcanzó a dar. La pelirrosa había declarado que nadie de ese lugar podía marcharse; todos eran testigos del caso incluido el pelirrojo. Francamente, el joven príncipe podía largarse cuando quisiese de allí, dudaba que algunos de los presentes pudieran igualarlo en velocidad. ¿Por qué no se iba entonces? Simple, la situación le parecía interesante. Un pinchazo de dolor recorrió el cuerpo del chico; el frío ocasionaba que las heridas provocadas por Ban, actuasen. Suspiró y se acercó hasta donde se encontraba la detective; ya que se vio involucrado en un caso, tal vez podría ser de utilidad. Una vez allí, el joven tocaría el hombro de la mujer.
– Erin-san era, ¿no? – empezó tímidamente el joven, aún no lograba superar su retardismo social del todo. La detective ya se había identificado antes, pero el joven quería estar seguro. – Fui uno de los primeros en descubrir el cuerpo, pero – desvió la mirada y observó a todos los presentes. Una vez que reconoció a las tres personas de antes, el chio les apuntó con el dedo. – Ellos tres estaban al la de la víctima, al menos eso pude ver cuando llegué – finalizó el pelirrojo. No es que estuviera inculpando a alguien, tan solo quería hacerle facilitarle el trabajo a la detective...
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