Aki D. Arlia
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Akuma no mi
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¿Cómo demonios has llegado aquí? Oh, cierto. Un mono -¡Un maldito mono!- te robó los guantes mientras bebías algo después de entrenar. Evidentemente, tuviste que perseguirle, pero el dichoso bicho llegó al puerto y se subió a un barco. Le dio los guantes al dueño, y cuando fuiste a hablar con él para que te los devolviera se os fue el santo al cielo. Para cuando los tenías en la mano, el barco ya había zarpado. Y el mono seguía en el. Qué cosas.
¡Pero por fin llegasteis a tierra! Y ahora puedes bajar y mirar como volver... aunque quizás quieras alejarte del barco y el mono y dar un paseo por Shellstown, ya que estás aquí. ¿Quién sabe qué cosas podrías encontrar?
¡Pero por fin llegasteis a tierra! Y ahora puedes bajar y mirar como volver... aunque quizás quieras alejarte del barco y el mono y dar un paseo por Shellstown, ya que estás aquí. ¿Quién sabe qué cosas podrías encontrar?
Arthur Dayne
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Akuma no mi
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El cielo resplandecía con cierta fuerza, hacía un calor de demonios mientras me entrenaba en alguna isla del East Blue. Desconocía su nombre, aunque no me importaba lo más mínimo ya que el entrenamiento era lo primero y estaba centrado en ello. Con mi reciente ascenso al Cipher Pol 1, mi superiora me enseñó una técnica la cual era la básica del Rokushiki: el kami- e. Era una técnica un tanto interesante ya que el usuario podía esquivar los golpes del rival , doblando su cuerpo como si fuera una hoja de papel. Me había costado aprenderla al principio, pero ahora ya sé como utilizarlo. Antes de empezar con mi entrenamiento diario, me quité los guantes negros que llevaba y los puse sobre una roca que había cerca mía. Empecé dando suaves golpes al aire con mis puños y rodillas para después aumentar el ritmo incorporando patadas y codazos. Hice esto durante lo que me pareció media hora, luego descansé un poco y me dispuse a meditar bajo el fuerte calor que hacía y con mi cuerpo todo sudando.
Quizás mi nivel de concentración fue demasiado elevado ya que un mono se acercó sin que le oyera. Era un pequeño lemur de color grisáceo, su cola tenía negros anillos a lo largo de ella y al parecer estaba junto a los guantes, mirándolos con cierto interés. Cuando me quise dar cuenta que había algo o alguien próximo, aquel sucio primate cogió los guantes y corrió colina abajo rumbo al puerto más cercano.
- ¡ Eh, vuelve aquí maldito animal!- grité mientras empecé a correr detrás de él.
He de reconocer que el condenado simio era rápido, pero logré tomar unos cuantos atajos por el pueblo que había antes de llegar al puerto y pude llegar justo cuando estaba subiendo en una pequeña embarcación. Un velero pequeño que sólo podría llevar como máximo a 10 personas como mucho. Sin dudarlo ni un instante, abordé el barco y pude ver al peludo ladrón junto a su dueño. Era un hombre de mediana edad que rondaba los 40, tenía el pelo negro azabache ocultado por un sombrero marrón el cual tenía una pluma raída adornándolo, sus ojos grises parecían los típicos de un hombre que había visto mucho mundo, iba vestido con una camisa blanca de botones, unos pantalones rojos y unas sandalias azules. Menudas pintas llevaba aquel hombre. Me acercé con paso decidido a él.
- ¿Eres el dueño de los guantes que Jack me ha traído verdad?- preguntó sin mirarme mientras acicalaba al lemur llamado Jack.
-En efecto. Apreciaría mucho que me los devolviese, son el único par que llevo encima en este momento , señor....- dije intentando que me dijera su nombre
- James. James White,¿ cuál es tu nombre joven ?-
- Arthur Dayne. ¿Me podría devolver los guantes que su peludo amigo me ha robado, por favor?- pregunté empezando a impacientarme.
- Oh , claro, claro. Disculpa mis modales, a veces me voy por las ramas. Ya sabes, la edad y todo eso que a la gente joven como tú no le importa lo más mínimo. Siempre pensando en ellos mismos y nadie más. En mis tiempos mozos las cosas eran distintas, ¿ sabes?. En fin, que me lío. Aquí tienes tus guantes y perdona a Jack, al pobre le gusta el cuero.- dijo dándome un sermón para después devolverme lo que con ansías había venido a buscar.
El viejo se me quedó mirando un par de segundos a los ojos y me propuso un pulso, ya que me dijo que le parecía una persona fuerte. Acepté sin pensarlo demasiado ya que cualquier cosa relacionada con la fuerza me encantaba. Aquel anciano tenía toda la pinta de haber sido una persona musculosa en el pasado, ahora solo le quedan sombras de aquel tiempo marcados en sus brazos y torso. Dispuso de una mesa y un par de sillas para los dos y empezamos a medir nuestras fuerzas mientras nos mirábamos a los ojos. Era fuerte, más que una persona ordinaria ya que me costaba bajar su brazo. Sin embargo, sacando las fuerzas que me estaba reservando, logré derrotarlo rápidamente haciendo ruido en la mesa.
- Eres bueno muchacho, muy bueno. Que pena que no estuvieses en mi época dorada, te hubiese vencido con los ojos cerrados.- dijo intentando presumir.- ¿ Vas al mismo lugar que yo?- preguntó.
- ¿ Perdón?- dije extrañado.
- Estamos navegando, hijo. ¿ No lo ves?- señaló alrededor.
Sin que me hubiese dado cuenta, el barco había zarpado. Esta competición me había tenido muy concentrado, demasiado me atrevería a decir. Desconocía el destino, así que me despedí de aquel hombre que se fue a su camarote y me puse a meditar hasta donde el barco hiciese su primera parada. Pasaron horas y horas hasta que uno de los hombres que había a bordo, me liberó de mi trance y me avisó que estábamos a unos metros de llegar a tierra. Me asomé por la baranda y vi una isla con forma de concha. Esa forma era inolvidable. Era Shells Town. Cuando el baro atracó, me dispuse a bajar a tierra firme y soltar un poco las piernas dando un paseo por aquella isla. No quería volver a ver a aquel hombre y su mono, por alguna extraña razón que desconozco no me fiaba de aquel hombre. Y mi instinto casi nunca me ha fallado. A marcha ligera, me dirigí al pueblo.
Quizás mi nivel de concentración fue demasiado elevado ya que un mono se acercó sin que le oyera. Era un pequeño lemur de color grisáceo, su cola tenía negros anillos a lo largo de ella y al parecer estaba junto a los guantes, mirándolos con cierto interés. Cuando me quise dar cuenta que había algo o alguien próximo, aquel sucio primate cogió los guantes y corrió colina abajo rumbo al puerto más cercano.
- ¡ Eh, vuelve aquí maldito animal!- grité mientras empecé a correr detrás de él.
He de reconocer que el condenado simio era rápido, pero logré tomar unos cuantos atajos por el pueblo que había antes de llegar al puerto y pude llegar justo cuando estaba subiendo en una pequeña embarcación. Un velero pequeño que sólo podría llevar como máximo a 10 personas como mucho. Sin dudarlo ni un instante, abordé el barco y pude ver al peludo ladrón junto a su dueño. Era un hombre de mediana edad que rondaba los 40, tenía el pelo negro azabache ocultado por un sombrero marrón el cual tenía una pluma raída adornándolo, sus ojos grises parecían los típicos de un hombre que había visto mucho mundo, iba vestido con una camisa blanca de botones, unos pantalones rojos y unas sandalias azules. Menudas pintas llevaba aquel hombre. Me acercé con paso decidido a él.
- ¿Eres el dueño de los guantes que Jack me ha traído verdad?- preguntó sin mirarme mientras acicalaba al lemur llamado Jack.
-En efecto. Apreciaría mucho que me los devolviese, son el único par que llevo encima en este momento , señor....- dije intentando que me dijera su nombre
- James. James White,¿ cuál es tu nombre joven ?-
- Arthur Dayne. ¿Me podría devolver los guantes que su peludo amigo me ha robado, por favor?- pregunté empezando a impacientarme.
- Oh , claro, claro. Disculpa mis modales, a veces me voy por las ramas. Ya sabes, la edad y todo eso que a la gente joven como tú no le importa lo más mínimo. Siempre pensando en ellos mismos y nadie más. En mis tiempos mozos las cosas eran distintas, ¿ sabes?. En fin, que me lío. Aquí tienes tus guantes y perdona a Jack, al pobre le gusta el cuero.- dijo dándome un sermón para después devolverme lo que con ansías había venido a buscar.
El viejo se me quedó mirando un par de segundos a los ojos y me propuso un pulso, ya que me dijo que le parecía una persona fuerte. Acepté sin pensarlo demasiado ya que cualquier cosa relacionada con la fuerza me encantaba. Aquel anciano tenía toda la pinta de haber sido una persona musculosa en el pasado, ahora solo le quedan sombras de aquel tiempo marcados en sus brazos y torso. Dispuso de una mesa y un par de sillas para los dos y empezamos a medir nuestras fuerzas mientras nos mirábamos a los ojos. Era fuerte, más que una persona ordinaria ya que me costaba bajar su brazo. Sin embargo, sacando las fuerzas que me estaba reservando, logré derrotarlo rápidamente haciendo ruido en la mesa.
- Eres bueno muchacho, muy bueno. Que pena que no estuvieses en mi época dorada, te hubiese vencido con los ojos cerrados.- dijo intentando presumir.- ¿ Vas al mismo lugar que yo?- preguntó.
- ¿ Perdón?- dije extrañado.
- Estamos navegando, hijo. ¿ No lo ves?- señaló alrededor.
Sin que me hubiese dado cuenta, el barco había zarpado. Esta competición me había tenido muy concentrado, demasiado me atrevería a decir. Desconocía el destino, así que me despedí de aquel hombre que se fue a su camarote y me puse a meditar hasta donde el barco hiciese su primera parada. Pasaron horas y horas hasta que uno de los hombres que había a bordo, me liberó de mi trance y me avisó que estábamos a unos metros de llegar a tierra. Me asomé por la baranda y vi una isla con forma de concha. Esa forma era inolvidable. Era Shells Town. Cuando el baro atracó, me dispuse a bajar a tierra firme y soltar un poco las piernas dando un paseo por aquella isla. No quería volver a ver a aquel hombre y su mono, por alguna extraña razón que desconozco no me fiaba de aquel hombre. Y mi instinto casi nunca me ha fallado. A marcha ligera, me dirigí al pueblo.
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- Spoiler:
- ¡Buenas! Antes de nada, disculpa la tardanza. No volverá a suceder, pero me entretuvieron unos asuntos. Veamos, como es tu primer moderado, en los spoilers como este podrás encontrar consejos o errores de como mejorar. Veamos:
Lo más remarcable es que resumiendo tu post has reescrito lo que yo te había puesto. Está bien, no te voy a criticar si quieres hacerlo ya que al moderar no se suelen dar muchos más detalles de los imprescindibles, por lo menos al principio. Pero el punto de esto es que tú tomes decisiones y continúes la historia. Por ejemplo en vez de explayarte sobre el viaje en barco - si lo escribo yo es que ya ocurrió, no hay por qué repetirse - podías haber escrito acerca de qué harías en la isla, por donde irías o qué pretendías encontrar.
Espero haberme explicado bien. Continuemos ^^
Vas hacia el pueblo sin vacilar. A tus espaldas, el mono te saca la lengua y un escalofrío te recorre de arriba abajo. Qué cosas. En fin, das un par de vueltas por las calles. Hay gente pescando, vendiendo, comprando... lo normal. Un par de tabernas, una pared con carteles de Wanted y varias calles que se pierden entre los edificios.
El aire huele a mar y a salitre, pero también alcanzas a distinguir a alguien cocinando. Se oyen risas y a gente gritando. ¿Qué quieres hacer?
Arthur Dayne
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Por fin había llegado a la ciudad y me dispuse a dar un paseo entre las calles de ella. La gente del lugar transitaba de allí para allá en sus múltiples quehaceres diarios. Me preguntaba a mí mismo que hacer ahora, ya que el siguiente barco saldría en unos dos días. Caminando por una extensa calle de la ciudad, pude ver unos cuantos carteles de Wanted pegados en las paredes de los edificios. Como no tenía nada que hacer en ese lugar me dirigí a la posada más cercana para pedir comida y un lugar donde poder pasar la noche. Crucé varias calles mientras le iba preguntando a la gente donde quedaba la posada más cercana, pero ninguno parecía saberlo. Quizás eran viajeros como yo que habían llegado a la ciudad y no sabían ubicarse o sencillamente no querían decírmelo. Sin embargo, la espera mereció la pena. Pregunté a una pareja y el chico amablemente me indicó el camino a seguir. Tenía que volver a la calle que llevaba al puerto , cruzar a la derecha de esta y seguir todo recto hasta llegar a una plaza donde la posada estaría a mano izquierda. Tras unos cuantos minutos caminando, llegué a la posada "La Sirena y el Arpón". Abrí la puerta y entré, nada más entrar la peste a alcohol y a vómito atacó mi nariz sin piedad llevándome casi a vomitar yo también. Cuando me acostumbré al horrible olor que anidaba en el aire, eché una ojeada rápida a la sala: habían borrachos por doquier y algunos eran los típicos borrachuzos de pueblo que se pasaban el día entero ahí dentro. Otros tenían pintas de ser los que trabajaban en el muelle pero... habían unos cuantos que parecían ser demasiados sospechosos, quizás eran piratas. Cada cliente iba a su bola, unos estaban desmayados de beber tanto, otros se estaban peleando y algunos bailaban y cantaban viejas canciones marineras conocidas en todos los mares mientras agitaban sus jarras llenas de cerveza. Ese tipo de panorama no me gustaba para nada pero no me quedó otra que resignarme y andar hasta la barra.
- Buenas tardes, me gustaría alquilar una habitación hasta pasado mañana y un plato de macarrones , si hace el favor.- Dije al posadero.
El posadero era un señor alto y musculoso, de cabello negro como la noche, ojos ámbar y una ligera cicatriz cruzaba su mejilla derecha. No tenía cara de buenos amigos, eso seguro.
- Lo siento, estamos llenos. Como verás, hay mucho marinero y pirata por aquí y no damos a basto. Por la comida no hay problema, mientras puedas pagar claro.- Dijo con desdén.
Le tendí una pequeña bolsa de dinero y se dispuso a pedir a los cocineros la que sería mi cena. Tras unos largos minutos, el hombre apareció con el plato y me lo puso delante. Me advirtió que esperase un poco porque estaba muy caliente pero se acercó un poco más a mí y me dijo en voz baja:
- No tienes pinta de ser un pirata ni nada por el estilo, te propongo un trato. ¿ Ves a la tripulación que hay por allí? Son piratas y no quieren pagarme. Si logras echarles o que paguen lo que deben, te conseguiré una habitación y te haré una rebaja en todos los servicios ofrecidos por la posada. ¿ Qué me dices?
- Buenas tardes, me gustaría alquilar una habitación hasta pasado mañana y un plato de macarrones , si hace el favor.- Dije al posadero.
El posadero era un señor alto y musculoso, de cabello negro como la noche, ojos ámbar y una ligera cicatriz cruzaba su mejilla derecha. No tenía cara de buenos amigos, eso seguro.
- Lo siento, estamos llenos. Como verás, hay mucho marinero y pirata por aquí y no damos a basto. Por la comida no hay problema, mientras puedas pagar claro.- Dijo con desdén.
Le tendí una pequeña bolsa de dinero y se dispuso a pedir a los cocineros la que sería mi cena. Tras unos largos minutos, el hombre apareció con el plato y me lo puso delante. Me advirtió que esperase un poco porque estaba muy caliente pero se acercó un poco más a mí y me dijo en voz baja:
- No tienes pinta de ser un pirata ni nada por el estilo, te propongo un trato. ¿ Ves a la tripulación que hay por allí? Son piratas y no quieren pagarme. Si logras echarles o que paguen lo que deben, te conseguiré una habitación y te haré una rebaja en todos los servicios ofrecidos por la posada. ¿ Qué me dices?
- Spoiler:
- Buenas!. No pasa nada, yo también llevo un par de días fuera o sea que no problem jajaja. Creo que entiendo lo que me dices, aún así gracias por adelantado por guiar a este pobre Noob.
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- Tormenta y caza. ( Privado- Pasado. Jack Gargaroth y Arthur Dayne)
- Zaren, mercaderes y revos. ( moderado 2 Arthur dayne)
- El primer contacto en la ciudad del agua. (Arthur Dayne - Adam) ( Privado- Pasado)
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