Teravan Zallen
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Definitivamente el servicio era exquisito. Cuando uno iba a un lugar frecuentado por marines, lo usual era verse obligado a soportar el bullicio y la suciedad pues, por lo general, los miembros de la Marina eran gente bastante grotesca. En este caso podía no ser diferente, sin embargo, el local gozaba de un tranquilidad y un ambiente de lo más acogedores. Teravan siempre pensó que esto se debía a la localización del establecimiento, ya que, además de estar en el North Blue, el mar con mayor media de gente civilizada, el hecho de que fuese un local apartado le otorgaba un aire de distinción.
Siempre disfrutaba de largas estancias en la enorme isla artificial, pues tanto la, en ocasiones, aristocrática compañía como los deliciosos manjares hacían que su espíritu se elevase al más profundo de los placeres terrenales. Había pasado toda la mañana en la zona este del establecimiento, disfrutando de la puesta de sol con una taza de humeante té negro con unas gotitas de limón, especialidad de la casa. Resultaba extraño probar un sabor tan extraño en un té, pues los sabores amargos estaban teñidos por trazas de un dulzor exótico. Debería pedirle la receta al dueño algún día.
Mas, muy a su pesar, no se encontraba allí para disfrutar de la amabilidad local, sino que había sido llamado con carácter de urgencia para realizar un encargo junto a uno de sus superiores. Le habían dicho que el resto de los detalles se le confiarían en el momento indicado, por lo que la falta de información había hecho necesario doblar el tiempo de preparación de la bebida. Los nervios le afloraban a la mínima oportunidad que disponía. Supuso que el objetivo sería encargarse de algún marine con dudosa moralidad y cierto atrevimiento que había actuado contra los intereses del Gobierno Mundial. Parecía un buen sitio para esconderse, al fin y al cabo. Seguramente le habrían elegido a él por su capacidad para pasar desapercibido en ambientes como el que le rodeaba, pues no en vano se había ganado el sobrenombre de mayordomo.
Dio un último sorbo a la bebida y abandonó su asiento, dejando unos cuantos berries en la bandeja. Ya había pagado la cuenta, sin embargo, el embriagador sabor que había disfrutado merecía una generosa propina. Un camarero exquisitamente vestido le dio las gracias y recogió la cuenta mientras le tendía su chaqueta al agente. Acto seguido, se dirigió a la zona norte, donde debía encontrarse con su contacto.
- Vaya, es la hora del almuerzo.
Siempre disfrutaba de largas estancias en la enorme isla artificial, pues tanto la, en ocasiones, aristocrática compañía como los deliciosos manjares hacían que su espíritu se elevase al más profundo de los placeres terrenales. Había pasado toda la mañana en la zona este del establecimiento, disfrutando de la puesta de sol con una taza de humeante té negro con unas gotitas de limón, especialidad de la casa. Resultaba extraño probar un sabor tan extraño en un té, pues los sabores amargos estaban teñidos por trazas de un dulzor exótico. Debería pedirle la receta al dueño algún día.
Mas, muy a su pesar, no se encontraba allí para disfrutar de la amabilidad local, sino que había sido llamado con carácter de urgencia para realizar un encargo junto a uno de sus superiores. Le habían dicho que el resto de los detalles se le confiarían en el momento indicado, por lo que la falta de información había hecho necesario doblar el tiempo de preparación de la bebida. Los nervios le afloraban a la mínima oportunidad que disponía. Supuso que el objetivo sería encargarse de algún marine con dudosa moralidad y cierto atrevimiento que había actuado contra los intereses del Gobierno Mundial. Parecía un buen sitio para esconderse, al fin y al cabo. Seguramente le habrían elegido a él por su capacidad para pasar desapercibido en ambientes como el que le rodeaba, pues no en vano se había ganado el sobrenombre de mayordomo.
Dio un último sorbo a la bebida y abandonó su asiento, dejando unos cuantos berries en la bandeja. Ya había pagado la cuenta, sin embargo, el embriagador sabor que había disfrutado merecía una generosa propina. Un camarero exquisitamente vestido le dio las gracias y recogió la cuenta mientras le tendía su chaqueta al agente. Acto seguido, se dirigió a la zona norte, donde debía encontrarse con su contacto.
- Vaya, es la hora del almuerzo.
Hayden Ashworth
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Ozai, el pequeño dragón de escamas negruzcas, volaba alrededor de Zuko, soltando pequeños chillidos divertidos. Su largo cuerpo de serpiente, dotado de pelo rojo en la cabeza, se estiraba y doblaba con gracilidad por el aire, alrededor de Zuko. No debía llegar al metro y medio completamente estirado. Zuko lo miraba, tranquilo. Tenía el pelo recogido tras la cabeza en una coleta, dejando su frente y su cicatriz a la vista de todo el mundo. Entre los labios tenía un cigarrillo humeante, el cual iba apartando de su boca cada vez que hacía una calada. Llevaba puesto un traje negro con una camisa blanca y una corbata también oscura.
Sabía que la marina sospechaba de un revolucionario infiltrado en un escuadrón del ejército naval que había parado a comer en aquella isla artificial. ¿Y quién mejor que un espía para encontrar a otro? Zuko acababa de haber sido admitido en el CP9 y aquella podría ser su prueba fuego. Debía llevar como tres o cuatro pruebas de fuego. Suspiró, dejando escapar una nube de humo gris. El pequeño Ozai se posó en su hombro, rodeando su cuello por detrás.
Estaba en la zona norte del lugar, esperando a un segundo Agente del Gobierno que debía reunirse con él y participar en la búsqueda del espía. Sabía que no debía tardar en llegar a su lugar, pues se acercaba la hora. El sol empezaba a tocar el mar a lo lejos, tornando el cielo de un tono anaranjado y oscuro al otro lado.
Sabía que la marina sospechaba de un revolucionario infiltrado en un escuadrón del ejército naval que había parado a comer en aquella isla artificial. ¿Y quién mejor que un espía para encontrar a otro? Zuko acababa de haber sido admitido en el CP9 y aquella podría ser su prueba fuego. Debía llevar como tres o cuatro pruebas de fuego. Suspiró, dejando escapar una nube de humo gris. El pequeño Ozai se posó en su hombro, rodeando su cuello por detrás.
Estaba en la zona norte del lugar, esperando a un segundo Agente del Gobierno que debía reunirse con él y participar en la búsqueda del espía. Sabía que no debía tardar en llegar a su lugar, pues se acercaba la hora. El sol empezaba a tocar el mar a lo lejos, tornando el cielo de un tono anaranjado y oscuro al otro lado.
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Caminaba despreocupadamente por los pasillos y salas de la isla. Su variopinta clientela despertaba el interés de Teravan, sin embargo, no disponía de tiempo para entretenerse observando a la fauna local. Llegaría con un par de minutos de antelación, margen necesario por lo estipulado en el protocolo. Se preguntó que aspecto tendría su superior, si sería un hombre poderoso, qué rango tendría... En ninguna de sus misiones le asignaron a nadie superior al CP 4, en esta ocasión no tendría por qué ser diferente. La mayoría de los individuos resultaban ser taciturno y callados personajes que veían al agente como una carga o como un castigo. Tal vez en realidad fuese de esa forma.
Un marine atrajo su atención de forma especial. Era pelirrojo, elegante y con un rostro jovial y sonriente. Llevaba la ropa de servicio impecable, así como cualquier tipo de complemento. Se cruzó en su camino, y al detenerse el joven agente, le sonrió, para cederle amablemente el paso. Teravan, como un buen caballero, declinó su oferta con una sonrisa, permitiendo que él pasase primero. En su rostro se pudo adivinar un asomo de tensión, aunque puede que su imaginación le jugase una mala pasada. Siguió sonriendo, como si no lo hubiese notado, y tras una pausa indudablemente incómoda observó al hombre marcharse, esta vez, con un cierto aire de urgencia.
Pensó en ello durante el resto del trayecto, mas le quitó importancia al ver al agente que le esperaba, sentado en una mesa. La facilidad en su identificación no se basaba tan solo en el hecho de que fuese el único hombre sin compañía de la sala, sino en el carácter excéntrico del mismo. Tal vez sus ropas, su rostro o el aire de misterio que emanaba contribuyesen en gran medida a la certeza de su deducción, pero el dragón que le acompañaba sin duda era el mayor incentivo. Se acercó de forma pausada al misterioso caballero y, tras hacer una reverencia, se presentó. - 42,42, señor. Un amigo en común me dijo que quizás necesitase algo de compañía. - Los códigos como ese eran usuales en el oficio. Alzó la cabeza y aguardó a que el hombre le invitase a sentarse.
Un marine atrajo su atención de forma especial. Era pelirrojo, elegante y con un rostro jovial y sonriente. Llevaba la ropa de servicio impecable, así como cualquier tipo de complemento. Se cruzó en su camino, y al detenerse el joven agente, le sonrió, para cederle amablemente el paso. Teravan, como un buen caballero, declinó su oferta con una sonrisa, permitiendo que él pasase primero. En su rostro se pudo adivinar un asomo de tensión, aunque puede que su imaginación le jugase una mala pasada. Siguió sonriendo, como si no lo hubiese notado, y tras una pausa indudablemente incómoda observó al hombre marcharse, esta vez, con un cierto aire de urgencia.
Pensó en ello durante el resto del trayecto, mas le quitó importancia al ver al agente que le esperaba, sentado en una mesa. La facilidad en su identificación no se basaba tan solo en el hecho de que fuese el único hombre sin compañía de la sala, sino en el carácter excéntrico del mismo. Tal vez sus ropas, su rostro o el aire de misterio que emanaba contribuyesen en gran medida a la certeza de su deducción, pero el dragón que le acompañaba sin duda era el mayor incentivo. Se acercó de forma pausada al misterioso caballero y, tras hacer una reverencia, se presentó. - 42,42, señor. Un amigo en común me dijo que quizás necesitase algo de compañía. - Los códigos como ese eran usuales en el oficio. Alzó la cabeza y aguardó a que el hombre le invitase a sentarse.
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El agente abrió la boca y dejó escapar un aro de humo de esta, el cual fue expandiéndose. El pequeño dragón serpenteo se coló por el centro y lo deshizo. El pequeño reptil volador escupefuego parecía feliz, pero se alarmó cuando escuchó una voz. Volando se colocó detrás del agente, asomando la cabeza y vigilando al intruso. El cual, por lo que había dicho, Zuko dedujo que era su contacto. Tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó para apagarlo.
- Buenas, soy Lee, Lee Fong -dijo, usando un nombre falso, pues no podía saber quien podría estarles espiando. Su compañero debería saber que usaría un nombre falso-. Dicen que hay una manzana podrida en el cesto. ¿Le importaría ayudarme a encontrarla?
Esperaba de verdad que su compañero pudiese comprender el lenguaje en clave del dragón. No sería difícil descubrir quien podría ser el infiltrado, pero también era posible que no estuviese solo. Tal vez incluso ya sospechaba que sabían de sospechaban de él y ya ha llamado refuerzos, los cuales ya estarían apostados en el restaurante, disfrazados de civiles o incluso trabajadores.
- ¿Quiere tomar algo mientras hablamos? ¿Un vino?
- Buenas, soy Lee, Lee Fong -dijo, usando un nombre falso, pues no podía saber quien podría estarles espiando. Su compañero debería saber que usaría un nombre falso-. Dicen que hay una manzana podrida en el cesto. ¿Le importaría ayudarme a encontrarla?
Esperaba de verdad que su compañero pudiese comprender el lenguaje en clave del dragón. No sería difícil descubrir quien podría ser el infiltrado, pero también era posible que no estuviese solo. Tal vez incluso ya sospechaba que sabían de sospechaban de él y ya ha llamado refuerzos, los cuales ya estarían apostados en el restaurante, disfrazados de civiles o incluso trabajadores.
- ¿Quiere tomar algo mientras hablamos? ¿Un vino?
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