Flores rojas y doradas. [Privado] [Pasado] [Teravan - Nightmare]

No soportaba las esperas. Sobre todo si era algo de tan suma importancia. Los músculos se tensaban bajo su piel, provocando pequeños calambrazos que resultaban inadecuadamente molestos. Era capaz de permanecer paciente durante un tiempo considerable, sin embargo, ese tiempo había sido excedido. El sonido del reloj martilleaba sus sienes, como intentando hacer un eco de sus pensamientos. Un eco, sin embargo, de carácter forzado, incongruente como un ritmo que no se corresponde con la melodía. Tal vez su estado de alteración se debía, en parte, a que se había sentido apático durante gran parte del día. Nunca se había considerado una persona especialmente emocional, pues nunca había experimentado un interés notable por algo que no le incumbiese, al menos desde que tenía uso de memoria.

Mas cada vez era más usual que pensase la razón de esa anemia sentimental. Si era capaz de apreciar lo que le rodeaba, ¿por qué no era capaz de que suscitase en él un cambio en esa monotonía? ¿Por qué todo cuanto pensaba parecía ser escrito desde el guión de un periodista novato? Se levantó, incapaz de soportar más tiempo en aquella infernal sala, pues decidió que los asuntos que allí atendería no eran, al fin y al cabo, tan importantes. El aire frío despejó sus sentidos, otorgando por un corto lapso de tiempo paz a sus pensamientos. Mas paz no dura si no es por espada y, tras unos instante, volvió a reconocer su malestar.

Tic... Tac... Aquel reloj infernal seguía sonando en su cabeza. Las horas que había desperdiciando en aquella sala aún atormentaban sus sentidos. Era agradable sentir por lo menos algo de molestia, pues la novedad le aseguraba que seguía siendo dueño de sí mismo.

Las calles estaban desiertas a aquella hora de la tarde. Las pocas personas que seguían poblando el exterior ya se encaminaban a sus hogares o a cualquier lugar que pudiese ejercer esa función. Se podía intuir esa sosegada calma repleta de pequeños detalles, detalles que, sin quererlo, atrapan tus sentidos y otorgan de un falso orden. Una pequeña cuadrilla de actores atrajo su atención. Se disponían en un estrado improvisado, desde el que ejercían gratuitamente su noble práctica. Uno de ellos hacía malabarismos con gran habilidad mientras otro entonaba una especie de sonata carente de ritmo. Un tercero hablaba consigo mismo desde tres ángulos diferentes, mostrando como si se encontrase en los límites de una multitud.

Eso trajo a su memoria las pesadillas que desde hacía tiempo le impedían conciliar el sueño. No se trataba de haber olvidado quién era, pues eso significaría que había sido alguien, sino que no contaba con una sensación de "ser" dentro de él. Actuaba por instinto, por inercia. Una inercia calculada como el lanzamiento de una bala. Protocolo, protocolo y más protocolo, ya que era lo único que permitía que su cabeza se mantuviese cuerda. Había sido tantas personas que sus recuerdos eran confusos, y no era capaz de discernir en qué momento del tiempo sucedían los diferentes acontecimientos.

- Necesito distraerme... - Susurró lentamente, sin convicción, mientras la escena se deshacía en trazos pardos dibujados por la experta mano de los atardeceres.

El atardecer comenzó a cubrir las calles de la ciudad con un cálido naranja. Los últimos rayos del día. Estos, se veían reflejados en la piel pálida de una joven extranjera que caminaba entre la multitud. ¿Sería alguien de la nobleza? Bueno, la piel de sus brazos y su rostro eran demasiado claros para ser una persona semejante al pueblo llano de aquel reino, el cual parecía algunos siglos atrasados. Las personas vestían de forma muy distinta, en comparación a otros lugares en los que se había encontrado. Ropas de colores bastante más planos y sin vida, que contrastaban con el vestido sin mangas de color azul que vestía la joven en ese momento. Eso, junto al tono de piel, mucho más oscuro debido a su arduo trabajo, sin maquinas. sin duda era algo completamente ajeno a su mundo. Obviamente, eso también se veía reflejado a la inversa. Más de una persona la había mirado extrañada o mal desde su llegada. Ante lo que ella había tenido que poner buena cara y seguir adelante. Bien, ya que eso era parte de su trabajo, había sido fácil.

"Solo un día aquí y ya me quiero ir..." Pensaba la chica, mientras caminaba entre las personas, buscando algo en lo que malgastar las últimas horas del día. Pero de momento, lo único que había logrado había sido perderse en sus pensamientos. Y es que, en los últimos años habían pasado muchas cosas, y por uno u otro motivo, ella había quedado aislada de todo aquello. Ahora pagaba las consecuencias. Desde que regresó, todo había parecido cambiar. Kusanagi estaba algo deprimido, según su opinión, por razones que desconocía. Tampoco había tenido ocasión de hablar con Issei o algún otro miembro del escuadrón, y Émile parecía haber desaparecido, por lo que sus relaciones con Shiki no Akuma, estaba en interrogación, más que nada porque no sabía sí habían muerto o seguían vivos. Y, obviamente, todo aquello afectaría a sus planes de ahora en adelante.

-No se que estarán pensando...Ambos bandos parecen haber...Agh...- La chica suspiró. -Supongo que tendré que ir planteándome una tercera opción para el peor de los casos...- Iba comentando, dejando escapar algunos de sus pensamientos en voz alta. Suerte que no había nadie vigilandola que pudiera reportar un comportamiento extraño, en principio.

Y siguiendo con su caminar y con sus pensamientos volando, la chica acabó llegando a una plaza. Tal vez atraída por el ruido, de forma inconsciente. En esta, varios "artistas callejeros", vestidos con ropas bastante...pintorescas, trataban de entretener a la gente. Tal vez no fueran de lo mejor, pero hay que admitir que lograron distraerla a ella. La chica de cabellos azabaches estuvo a punto de tropezar y caer sobre una persona de cabellos oscuros, como los suyos. Por suerte, reaccionó a tiempo para agarrarse a si misma con ayuda de su akuma y dejarlo en un leve empujón. -Lo lamento...- Se disculpó, poniendo su mejor cara de pena, para que el hombre no se molestara mucho.

Siguió el transcurso de la calle con la mirada, mas no encontró nada más emocionante que la escena que representaban incansablemente los actores. Volvió de nuevo la vista al espectáculo, intentando recrearse en la escena y captar algo de su esencia. No sintió nada, tal vez un leve sentimiento de vergüenza, mas nada verdaderamente intenso. Tal vez ese fuese su problema, el no vivir intensamente. Siempre había leído que eran las grandes emociones y los pequeños momentos los que construían una realidad. Su realidad, sin embargo, permanecía rota, fragmentada en esquirlas de gorriones dibujados a trazos gruesos.

No podría haber sabido de forma alguna cuánto había durado su ensoñación, mas el sol parecía estar en una posición diferente. Algo, sin embargo, logró sacarle de sus pensamientos. Habría distinguido esa figura de haber prestado atención, pues destacaba como una antorcha en la más oscura de las noches. Una mujer había chocado contra él, debido a su distracción. En un inicio pensó que se trataba de una adolescente, sin embargo, pronto se dio cuenta de su equivocación. El corazón le dio un vuelco al observarle el rostro, de una belleza resquebrajada por grietas de culpabilidad apenada. Una sensación de arrepentimiento comenzó a apoderarse de él, sin embargo, no permitió que aflorase. Resultaba peligroso que una persona pudiese controlar de esa forma la situación, pues podría ser un sentimiento verdadero o el fruto de una habilidad abrumadora.

- No merezco vuestra disculpa, he sido yo el distraído. Espero que podáis disculparme. - Respondió con suavidad mientras realizaba una entrenada reverencia. Las costumbres en ese lugar eran de todo menos laxas, por lo que sus formas de English Garden habían sido bienvenidas desde un principio. Al alzar la vista pudo apreciar con mayor detenimiento el rostro de la joven. Poseía una belleza destructiva, como una llama creciendo en un océano, pues no era lógica ni fruto de un elaborado artificio. Pertenecía a ese reducido grupo de mujeres que habían heredado las rosas en vez de las espinas. Mas su rasgo más apasionante era indudablemente su mirada. La heterocromía era una rareza que siempre otorgaba un aspecto exótico a la mirada, pero nunca rivalizaba de aquella forma con un ideal. Teravan sintió ansiedad ante la sola idea de cerrar los ojos y que aquella visión desapareciese, pues la unión de la sangre y la luz rara vez podía ser apreciada.

Dio un respingo al pensar en cuánto tiempo debía haber permanecido observándola. Parecía que el tiempo se hubiese detenido, aunque con seguridad había sido fruto de su imaginación. Desvió la mirada, avergonzado. - Os pido disculpas, mi atrevimiento ha sobrepasado la descortesía con creces. A decir verdad, no siempre puede apreciarse un eclipse mirando al frente, ¿no es cierto? - Se arrepintió de inmediato de esa atrevida comparación con sus ojos, cada vez sentía una mayor tentación por abandonar aquel lugar y, al mismo tiempo, cada vez se encontraba más atado a él.

Una leve sonrisa se dibujó en su rostro ante la cortesía de aquella persona, de la cual surgió una leve risa al ver la reverencia realizada por el hombre frente a ella. Posiblemente, fuese de las primeras personas con tales modales que la chica había visto. La joven le imitó, realizando una leve reverencia, sujetando la falda de su vestido al hacerlo, -No se preocupe, como ya le dije, iba un poco distraída, además, no es que haya sido tan malo tropezarse con usted. Pocas veces se encuentra una con verdaderos caballeros en esta vida.- Contestó de forma amable, mientra con sus ojos comenzaba a analizarle. Descubriendo que era una persona bastante peculiar. Lo que más le llamó su atención, sin duda fueron sus ojos. Los de ella tampoco eran muy normales. Pero no recordaba haber conocida antes a una persona de ojos rojos como el suyo.

- Es usted muy elocuente, señor...Oh, cierto. No me he presentado aún. Disculpe mis modales. Mi nombre es Haine, encantada de conocerle.- Contestó ella tras el halagador comentario del hombre de cabellos azabaches, sonrojándose levemente de una forma que parecía natural y ensayada al mismo tiempo, colocando sus dedos con suavidad sobre sus labios y desviando la mirada, aparentando ser tímida. -¿Podría saber el suyo también? Me resulta complicado hablarle sin poder llamarle de alguna forma, a parte de "señor"- Añadió, siguiendo en aquella apariencia dulce y tímida, que hacía que pareciese hasta inocente. Nadie podría imaginarse que uno de sus muchos apodos era "lujuria" viéndola de esa forma. Aunque bueno, esa era una de sus especialidades.

Tras decir aquello, hizo una pausa, fingiendo haberse dado cuenta de su descaro. Bajo levemente la cabeza a modo de disculpa. -Oh, cielos, lamento mi descaro. Usted ni siquiera me conoce y yo estoy hablándole con tantas confianzas...¿ Debería dejar de molestarle, verdad? - Añadió y retrocedió un paso hacia atrás, indicándole que tenía intención de marcharse si el no le decía lo contrario. Tal vez pareciera cruel hacer eso, pues la chica solo buscaba con ello algo de diversión, y si acaso hacer un amigo nuevo, aunque eso segundo eran más complicado de lograr. ¿Qué haría la persona frente a ella?

Haine... Era un nombre excéntrico y misterioso, resultaba melifluo a través de los labios de la muchacha. Sin embargo, era vibrante y atrevido, como un staccato realizado de forma apresurada. Su gesto parecía invitarle, invitarle a dar un paso al frente y caer al abismo, o tal vez a relajarse y sentir su fragancia, no estaba del todo claro, mas algo embriagador e irresistible aparecía esquivo tras aquella apariencia inocente y dulce. Una parte de él se sentía como un cervatillo asustado, pero la sola idea de perder el contacto con aquella persona le aterraba. Deseaba bailar al son de esa melodía eternamente, de forma atemporal y constante, como una suave lluvia... lenta, pero insistente.

Mientras se daba la vuelta, sujetó con suavidad su mano. Fue un acto reflejo del que no se percató hasta un instante después. Ejercía poca fuerza, como si temiese dañar a un ave que tuviese atrapada entre sus palmas, temiendo que se escapase al mismo tiempo. - Mi nombre es Teravan Zallen, el placer es absolutamente mío. - Dijo mientras posaba sus labios en el dorso de la mano de la hermosa mujer. Pudo apreciar su incomensurable suavidad, así como las leves notas de su fragancia. - Hasta el más ignorante podría reconocer la importancia de vuestra compañía. Además, desearía tener la oportunidad de enmendar mi falta de comportamiento. - Añadió con una sonrisa, mientras dirigía su mirada a los ojos de la joven. La expresión que portaba Teravan era dulce y amable, como solía ser un tiempo atrás. - Si no os resulta en un inconveniente, por supuesto.

Esperó una respuesta de su interlocutora, temía una negativa, o simplemente que no hubiese prestado atención a sus palabras. No habría sido la primera vez que lo rechazaban, sin embargo, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se permitía conversar con una mujer sin ser por motivos de trabajo. Tal vez estuviese cometiendo un error, pero era un error que estaba totalmente dispuesto a llevar a cabo.

Hasta la última de sus consecuencias.