Noche en la capital de las arenas [Eyra-Nox|Privada]

Las fulgurante estrellas, brillando con gran intensidad, iluminando el cielo nocturno el cual cubría toda Alubarna, la capital de Arabasta. Mi destino me había llevado a la ciudad de las arenas. Habían pasado un par de años desde que era un hombre libre y durante estos solo había tenido tenido el objetivo de encontrar a mis seres queridos. Volver a Kabushi se había vuelto una opción impossible, el antiguo lugar que antaño había llamado hogar estaba vacío y sin respuestas de donde se encontraron. Cosa que hizo que me desmorono pero no haría que me rindiera. Sabía que seguían vivos, me apostaba mi espada a ello.

Pasear todo el dia por la capital me había agotado, pero al menos esta vez tenía algo de dinero para poder pasar una buena noche en alguna taberna que hubiese por el lugar. En un lugar no muy lejano encontré una que además de servir comida y bebida, también ofrecia lugares donde dormir. Entre en el establecimiento, la gente me miró extrañada debido a mis pintas pero al ver que no vine a dar problemas simplemente me ignoraron.

- Sirveme cualquier cosa del menú, pero que lleve arroz si no le importa. Ah, y un buen licor para acompañar, por favor.-le pedí con amabilidad al tabernero el cual se fue a la cocina a prepararlo.

Me senté en uno de los taburetes que se situaban en la barra y miraba hacia el techo. Esperando que la noche avanzaba de manera entretenida y sin muchos sobresaltos, estaba ya viejo para tonterías innecesarias aunque no las rechazaba por ser entretenidas.

El fulgor de las estrellas resplandecía con fuerza por todo el firmamento, ellas mismas parecían alumbrar la oscura noche de Alubarna, aunque tenían una pequeña ayuda de los faroles que había en la calle. Acomodé la funda de mi violín al hombro y seguí caminando por una gran avenida. Aquella noche me prometieron una buena suma de dinero si actuaba en una taberna. ¿El motivo? Ni idea, simplemente me pidieron que tocase; a pesar de ser un poco conocida en algunas partes de Alubarna se me hacía extraño que me llamasen sin que fuese una celebración o evento.

Suspiré. Pasé la mano izquierda por la nuca, tratando de dar volumen a mi cabellera pelirroja y, después, toqué las pequeñas flores que llevaba en mi cabeza. Estaban en perfecto estado. Mi madre me había enseñado a decorar mi cabello con flores naturales; por eso, todos los días, salía a recoger rosas rojas para crear una bonita estampa. El sombrero solo lo ponía cuando estaba en alta mar y pocas veces ocurría eso.

Finalmente llegué a mi destino. Empujé la puerta con suavidad y entré. Me quedé mirando a todas partes hasta que localicé al tabernero, el cual pareció reconocerme. A medida que me acercaba a la barra él vino hasta mí y me agradeció el haber venido, después me acompañó hasta una esquina del local en el cual había una pequeña tarima con un taburete. Me senté y miré a toda la gente que allí había, no parecían prestar mucha atención, pero decidí ignorar aquel hecho.

Saqué mi violín con cuidado y arrastré hacia la pared la funda. Lo puse a mi hombro y cerré los ojos. El arco de mi violín se movía con suavidad, lento, provocando una dulce melodía; sin embargo, esta iba adquiriendo fuerza por momentos e incluso velocidad. La alternancia de las notas musicales parecía una obra de arte que poco a poco iba cautivando a la muchedumbre que allí había.

Silencio era lo único que podía escuchar. Silencio y mi música, una perfecta combinación. Decidí abrir los ojos un poco después y sonreí. Seguramente estuviese sonrojada, siempre me pasaba cuando tocaba delante de las personas. La melodía duró un buen rato, pero como era normal, todo acababa. Bajé la cabeza y el arco, en señal de reverencia mientras el público estallaba en aplausos. Finalmente, me puse de pie, sonriente y haciendo más reverencias.

Aquella sensación era divina, nunca me cansaría de sentirla. Adoraciones, elogios, aplausos infinitos y silbidos que se escuchaban intensamente. Las voces de las personas sonaban al unísono durante un buen rato, la palabra "otra" no paraba de repetirse. La primera canción había sido dulce, pero con toques tristes. Ahora era el momento de tocar una de piratas, una melodía conocida en todos los mares y en las tabernas de mala muerte.

Mi padre me había enseñado aquella canción durantes las fiestas del barco, mi madre solía tocarla con el mismo violín que yo tenía. Pasé la mano por la madera barnizada del instrumento, suave y lisa, sin ninguna imperfección. Sonreí durante un momento, mi mayor tesoro era este violín, no sé que sería de ella sin él.

Coloqué el arco en posición y empecé a moverlo entre las finas cuerdas. La melodía esta vez era muy alegre y sencilla. Mucha gente se quedó boquiabierta al escuchar la canción. Algunos hombres parecieron reconocerla, pero otros estaban atónitos. Muchos se fueron de la taberna, algunos abuchearon, pero eran contados. La mayoría de las personas estaban encantadas con aquella música. ¿Qué sería de un artista si no tuviese gente que la detestara?

Sonreí y me dejé llevar por el ritmo. Perdí la noción del tiempo con aquella canción, duró bastante si mal no recuerdo, pero merecía la pena por ver a esa gente disfrutar. Me gustaba hacer felices a muchos con el más mínimo detalle. Y terminó. Todo se quedó en silencio después de la melodía, pero no tardaron en hacer un inmenso jaleo para vitorearme. Les dediqué una última gran reverencia. El tabernero me había pagado por tocar dos canciones, a pesar de que la gente quería más, debía ceñirme a lo que tenía. Finalmente, guardé mi violín en la funda y me lo puse en forma de mochila.

Bajé del pequeño escenario y me acerqué hasta la barra. Estaba exhausta, pedí una copa de alcohol y el tabernero me la trajo rápidamente. Iba cubierto de... ¿ropajes extraños? Y una máscara. Me habló mientras daba un trago a la copa, la posé y lo miré. -¡Oh! Gracias. - Respondí con una sonrisa. Una buena invitación no sentaba mal. - Me agrada que hayas disfrutado con mi música, me hace sentir realizada y a querer seguir motivando. - Nox era su nombre. Me crucé de brazos y los apoyé sobre la barra. - Te llamaré Noxi, suena más bonito. - Dije a modo de burla. - Todo el mundo me llama Dandelion, pero si quieres, Eyra. Un gusto. - Respondí entrecerrando los ojos un poco mientras sonreía.

La pelirroja me renombro como Noxi, cosa con la que no pude sonreír, ya que las únicas personas que me habían llamado así había sido mi mujer en nuestros años de noviazgo y mi amigo Kenta, para provocarme.- Pues Noxi será, a Eyra no le haremos ningún cambio, ya es un nombre bonito.- le dije a modo de cumplido indirecto.- La verdad es que es la primera vez que vengo a la capital, no me acostumbro al sol intenso y a noche helada. Pero supongo que eres de aquí, no?- le pregunte mientras le echaba un buen trago al vaso y le pedia al camarero que llenase tanto el mío como el de la pelirroja.

A decir verdad no esperaba que fuese tan amistosa conmigo, un viejo como yo invitando a alcohol a un joven hermosa como ella? Sonaría preocupante, pero solo buscaba algo de conversación aquella noche, a pesar de mi aspecto y comportamiento me gustaba el contacto humano como a cualquiera. Ademas, con que ojos miraría a mi amor si la engañara con otra?

- Supongo que tus padres estarán orgullosos de ti, yo al menos lo estaría. Yo en mi juventud solía tocar el piano, y no se me daba mal, comparado con otros instrumentos, claro. Decían que tenia futuro, pero después de varias pilladas de dedos con la tapa del piano y una lesión en la muñeca me hicieron abandonar esa idea.-dije medio bromeando aunque toda la historia era cierta.

Mientras seguía conversando alegremente con la damisela de cabellos rojizos, un hombre con aspecto de desaliñado y con cerveza en mano se acerco hacia ella.- Hola guapa, *hip me a encantado como has tocado *hip ese armatoste. *hip Que tal si te vienes a mi casa y tocas un "instrumento" que tengo*hip? Jejeje...-le comentaba a Eyra mientras nos daba con aquel tufo procedente de la boca de aquel borracho.

No quería que aquella buena chica tuviera problemas con ese elemento, por lo que decidí intervenir.- Perdone, pero nos esta molestando y le agradecería que se fuera.
-Perdona *hip momia friki? Yo solo *hip le estoy ofreciendo una noche mas interesante *hip que una con un esmirriado como tu!

De la espada que tenia en la espalda, la desenfundé levemente, para que viera el reflejo del filo de esta.- Le digo que le agradecería que se fuera.- le repetí de manera amenazante para que dejara en paz a la muchacha, y haciendo un ambiente tan tenso que se podía cortar con un cuchillo.

En la taberna seguía habiendo muy buen ambiente. Después de que hubiese dejado de tocar yo subieron tres personas a la pequeña plataformas; parecían apretujados, pero aguantaban bien. Su música era diferente a la mía, provocaba otra sensación que yo no era capaz de crear. Lo único malo, no era tan buena como la mía, podía ser una ególatra en estos momentos, pero sabía reconocer cuando alguien tenía un don para el arte de la música y cuando no. Y el don de aquel grupo era forzado y creado a la fuerza para ganar dinero.

A Noxi le parecía bien el nombre que le había puesto y él no me llamaría Dandelion, sino por mi verdadero nombre. Le miré de reojo por eso, muy educado por su parte el comentario. Bebí de nuevo de la copa, ya estaba terminándose. Noxi decidió invitarme de nuevo y yo no solía rechazar ninguna invitación. Esperé a que el tabernero rellenase la copa y, después, hablé con un tono muy calmado.

-Sí, soy de aquí. Es lo bonito de Arabasta, el contraste que crea con el ardiente sol y, después, con la helada luna, una mezcla perfecta. - Comenté. - Bueno... - El cambio de tema había sido rápido. - Mis padres me dejaron en Arabasta a los trece años porque ya sabía cuidarme sola. Me visitaban una vez al año y poco más. Mi madre fue la única que se interesó por lo talentosa que era en la música y, gracias a eso, me cedió su preciado tesoro, el violín. - Dije sonriendo. Los recuerdos floreaban en mi mente. Me agradaba saber que una persona más en el mundo se sentiría orgulloso de mí.

Su historia como pianista me hizo mucha gracia, aunque también me dio un poco de pena, no es que le sucediese a muchas personas, pero... los había con mala suerte. El buen rato que estaba pasando se vio interrumpido por un borracho. Olía a alcohol que tiraba para atrás, además no sabía casi hablar. Lo miré a los ojos y vi el rostro horroroso que tenía. Cada vez que el tío sonreía se le veía una boca sin varios dientes. Encima, llamó a mi mayor posesión armatoste, como si solo fuera un cachivache sin valor.

Noxi se levantó y se puso a la defensiva. Yo no quería causar problemas, pero no tenía otra opción. No me gustaba que los demás me pisasen y yo quedarme con la cabeza agachada. Puse la funda del violín sobre la barra y saqué el arco de dentro de ella. Una varilla fina, pero resistente. La gente estaba muy atenta a lo que podía ocurrir. Me puse de pie delante de Noxi, con el arco bajado y miré al borracho fijamente.

-Das asco.- Esas fueron mis únicas palabras. La cara del hombre se volvió un rostro enfadado. En ese momento levanté el arco y le di con fuerza en la mejilla. La cuerda de la varilla era muy resistente si se juntaba con la madera. El hombre se apoyó contra la barra para no perder el equilibrio. Le había dejado una buena marca en el moflete.

Me encantaba como predominaba el machismo ante los hombres impotentes. Solo necesitaban una estúpida arma o estar lo suficientemente borrachos para creerse superiores y ser los amos del mundo. Los insultos no me afectaban en absoluto, eran solo simples palabras ¿qué daño podían hacer? Seguía teniendo la varilla levantada, pero en cuanto sacó una navaja me eché hacia atrás.

Esperaba que estúpido borracho no cometiese ninguna locura y, mucho menos contra mí. Por desgracia, una navaja era más fuerte que el arco de mi violín y no quería que lo destrozase. Finalmente su navaja venía en mi dirección, traté de ir hacia atrás pero me chocaba con los taburetes y cualquier movimiento brusco podía ser peor.

Todo el mundo estaba expectante, iban a tener un divino espectáculo de sangre y nadie hacía nada por detenerlo. Por suerte, Noxi intervino. En cuanto vi caer las gotas de sangre me preocupé. Estaba detrás de Noxi y no sabía que estaban haciendo ellos dos. Solo sé que el borracho se llevó una buena tunda y quedó malherido en el suelo, quejándose entre gemidos de dolor.

Metí el arco en la funda y me la puse a la espalda. Pasé por delante de Noxi y me detuve frente a él. - Vámonos de aquí, no soporto estar en un lugar en el que la gente solo mira cuando estás en peligro. Me da asco. - Estaba enfadada y eso era raro en mí, nunca me alteraba por nada, pero habían herido a alguien que me protegió y eso me ponía de mal humor. - Te curaré esa herida.

No sabía mucho de medicina, pero desinfectarla y ponerle una venda no era tan difícil. Fui hasta la puerta y la empujé, contaba con que él viniese detrás de mí. Después me giré y con cierto tono de culpa me disculpé. - Perdona. - Por mí se había hecho daño.