[Priv. Yoko - Zuko] Solo uno puede ser el rey reptil

¿Qué cómo había venido a parar aquí? Eso no tenía ninguna importancia en este momento... De verdad, ninguna. Solo sé que estaba en un buen apuro y la civilización no existía en esta isla. Era el momento de pensar, he salido de situaciones peores... No podía quedarme eternamente escondida. Suspiré. Estaba escondida dentro de una pequeña cueva, completamente en silencio. La entrada era un pequeña, pero conseguí colarme.

Tenía miedo, siempre lo tenía... ¿Qué acabarían pensando de mí los que me rodeaban? La idea que tenía de formar un gremio cada vez resultaba más difícil, pero no quería rendirme tan fácilmente. Respiré profundamente, solo necesitaba calmarme. Asomé un poco la cabeza hacia el exterior y no vi nada. Tan solo silencio.

Definitivamente era el momento de salir. Nada más estar fuera me quedé quieta, en silencio, procurando no hacer ningún ruido ni levantar sospechas. Al parecer todo estaba en paz, caminé con cuidado aunque me gustaría correr e ir a la playa, esperar de una vez al criminal que había citado y después largarme. ¿Por qué cogí esta isla? Que estúpida era a veces.

Caminé por claros y rocas, atravesé pequeños bosques, pero no encontraba la playa. A lo mejor me quedaba aquí para siempre. Me deprimí mucho en aquel momento e incluso me apoyé contra un árbol. Estaba muy cansada. Escuché fuertes pisadas y como retemblaban las hojas de los árboles. Esta isla era un infierno.

Finalmente, la paz duró poco. Delante de mí apareció un T-rex rugiendo y tirando todo a su paso. En ese momento eché a correr, esquivando todo lo que podía a mi paso. Corrí como nunca antes lo había hecho, me dolían las piernas demasiado y el corazón me iba a mil por hora. Sí, moriría de nuevo, pero esta vez por culpa de un T-rex. Grité en busca de ayuda, pero no creo que aguantara mucho más corriendo.

Era mi fin. Era el fin de Yoko Littner, la cazadora que murió por culpa de un T-rex. ¿Qué muerte más estúpida no? Todo el mundo se reiría de mí y, lo peor, es que no habría logrado encontrarme con aquel pelirrojo, con lo cual se saldría con la suya y seguiría cometiendo crímenes. Que triste era todo. Terminar así...

Mis piernas me dolían y el corazón me iba a mil por hora, en cualquier momento se acabaría saliendo de mi pecho. No podía más, no era la muerte que quería, pero llegaba mi hora. Tropecé con una rama y algo me cogió por la cintura, algo no, alguien.

Miré al suelo y vi que mis pies no lo tocaban. En ese momento estaba asustado así que cerré los ojos con fuerza. Estaba realmente asustada. Sentía que nos movíamos demasiado rápido y seguíamos ascendiendo. Decidí abrir los ojos al final y vi todo desde una gran altura. Era una vista magnífica, pero mi corazón seguía yendo acelerado. Supongo que lo peor ya había pasado...

El muchacho me apretaba fuerte, supongo que para no dejarme caer. Mire en donde tenía la mano y me sonrojé. Luego lo miré a él, parecía estar en la misma situación. Finalmente logramos perder de vista a la bestia y tocamos el suelo. Él no paraba de pedir perdón y yo, lo único que hice, fue reírme por la situación tan cómica. No me importaba en donde había ido a parar su mano, me había salvado la vida.

Me arrodillé en el suelo sin parar de reír. - Oh, dios... oh, dios... - Repetía. - He... he estado apunto de morir ahí dentro... Mi vida... - Hablaba demasiado pausada, tratando de tomar aire. - Gracias, muchas gracias. - Dije mirándolo a los ojos. No sabía cómo agradecérselo. - Soy Yoko. - Ese chico era como un ángel salvador para mí.

Al fin estaba relajada y calmada. De vez en cuando me asustaba por escuchar de nuevo algún ruido que indicase que nos perseguiría otra vez el dinosaurio. Suspiré y me puse de pie. El chico se llamaba Zuko. Tenía curiosidad por saber qué hacía yo en esta isla; sin embargo, también pensaba lo mismo sobre él. Al final este lugar iba a estar más habitado del que creía.

-Yo... - Titubeé. - Yo venía a encontrarme con una persona, pero aún falta mucho tiempo para eso. Como llegué pronto decidí ver como era el interior y si era verdad todas las historias que me habían contado sobre esta isla. - Y las comprobé por mí misma.

Me crucé de brazos y lo miré de arriba abajo. Mi expresión notaba cierta duda sobre él.

-¿Y tú porqué estás aquí? - Inquirí.

Siempre tenía mucha curiosidad por saber lo que le pasaba a las otras personas o por qué se encontraban, en total, cuando fuese para saber cualquier cosa ahí iba a estar yo para enterarme bien. Algún me llevaría un escarmiento, pero qué se le iba hacer.

Seguía mirando a todas partes, algo nerviosa. La verdad es que esperaba no quedarme sola de nuevo, aunque quizás el hombre tuviese que irse... y a saber a que hora llegaría el descamisetado, en fin... todo problemas.

Activé mi mantra por seguridad. Esto era un caos y nunca se sabía cuando podía aparecer un depredador de nuevo. Al parecer el muchacho era un simple alumno de artes marciales al que habían tirado aquí, ¿pero qué clase de enseñanza era esa? ¡El peligro era inminente! Qué profesor tan descuidado... Esperaba no tener a alguien así en mi vida.

Me asombré al ver la pequeña actuación que hizo. Al parecer debía ser un alumno muy inmerso en sus enseñanzas, aunque lo del fuego fue increíble. Aquel manejo parecía que se tratase de alguien con un poder en especial, en este caso el fuego. Aunque estoy segura de que los movimientos eran muy sencillos y no sería a la única que se los mostraba.

Supuestamente estaba perdido y yo... tenía que dirigirme a la playa del norte, pero como faltaba mucho tiempo no tenía problema alguno en ayudarle a llegar. Solía llevar un pequeño mapa de la isla a la que llegaba en el bolsillo, aunque no fuese la mejor orientándome venía bien o si no, siempre habría alguien que supiese entenderlo.

Cuando le iba a ofrecer mi ayuda por haberme salvado sentí la presencia del dinosaurio de antes. Alarmada, no sabía qué hacer. Los rugidos cada vez estaban más cerca. Saqué mi espada, con miedo, vendría por el oeste. Miré a Zuko.

-Lo enfrentamos o... ¿huimos? - Pregunté.

Necesitaba una respuesta rápida. Aún teníamos tiempo de escapar si era así.

Estaba boquiabierta. Estaba tan fascinada de lo que había hecho el chico que no tenía palabras. Perpleja. Aquel movimiento, el golpe... ¡Y encima tenía alas! No había visto nada igual desde... desde Akagami, vaya. La piel escamosa, las alas, al parecer solo cambiaba el color.

-¡Woooow! - Exclamé sonriendo.

El dinosaurio cayó inconsciente en el suelo. Durante un rato me quedé mirándolo con pena, no me gustaba ver sufrir a los animales de esa manera, pero si no había otra opción... aunque lo sanase seguiría atacándonos así que no había otra opción. Corrí hacia donde estaba Zuko.

-¿Cómo lo has hecho? - Le pregunté con ingenuidad, como si nunca hubiese visto tal cosa -. ¡Ha molado demasiado!

Estuve un buen rato mirándole el brazo, dónde antes había una garra.

-Yo conozco a alguien que también puede hacer eso, es mi - Guardé silencio. No podía andar desvelando las cosas así como así o me metería en problemas-. Es... un amigo.

La felicidad que tenía se desvaneció en un par de segundos. Era muy torpe hablando y eso iba a tener consecuencias. Por ahora solo me interesaba saber qué más podía hacer. Desde que activé el mantra supe que era fuerte.

-¿Puedes hacer algo más? - Inquirí sonriendo.