!The Team Blue! [Hinori-Murasaki] [Privado-Pasado]

Serían las ocho de la mañana. La morena no tardó mucho en abrir los ojos despacio. Estaba tumbada en su cama, con una sudadera, y un pantalón de pijama. Ambas prendas eran de color morado claro, y blanco. No llevaba calzado ni calcetines, pues le era mucho más cómodo poder dormir de esa forma. Soltó un pequeño bostezo y se reincorporó un poco. Estiró los brazos hacia arriba, y después de unos momentos miró a su alrededor. Su camarote estaba ordenado, y totalmente limpio. No recordaba lo que había hecho el día anterior, pero venían recuerdos de muchas flexiones y puñetazos a árboles. Seguramente se había matado entrenando como de costumbre, y por ello estaba en un estado pésimo. Le dolía todo el cuerpo, y por ello decidió ir un momento al cuarto de baño, para así darse una buena ducha. Se hallaba en el barco de su capitán, y eso la tranquilizó un poco.

Entró al baño, y después de desnudarse y echar el cerrojo, se metió en la ducha. Estuvo unos diez minutos allí dentro, lavándose bien el cuerpo y disfrutando del agua caliente. Tras unos momentos salió de dicha ducha, y se empezó a vestir con el mismo pijama, pues estaba totalmente limpio. Estar con él era una sensación agradable, pues era cómodo como ninguna de sus prendas. Lo siguiente que hizo fue caminar hacia la cocina, pues sabía que pronto la gente se despertaría y querrían comer algo. Como buena cocinera, no debía de permitir aquello, y por ello se propuso cocinar algo rico para todas aquellas personas. Continuaba sin conocer a nadie, salvo a Dexter, y a Ushio. El resto para ella eran desconocidos, pues nunca le dirigían la palabra o directamente no la miraban. Se sentía un poco incómoda, pero si continuaba allí era por el dragón y por ninguna persona más.

No tardó mucho en entrar en aquella enorme cocina que tenía el barco. Entonces abrió la enorme nevera y se quedó mirando alrededor. Sonrió de lado viendo unos botes llenos de arroz, y los tomó con toda la calma del mundo. Llenó un enorme cazo de agua hasta casi el borde, y conectó la hornilla. Colocó dicho objeto en ella, y después volcó un poco de aceite en ella. Antes de echar el arroz dejaría que hirviera un poco. También comenzó a sacar verduras, patatas y otros ingredientes. Tenía mucho trabajo y eso la hizo suspirar. No tenía a nadie que la ayudase, y por ello iba a estar un poco incómoda. Soltó un suspiro, y después de unos momentos se relamió. Pensó en que había otra chica en el barco, y pensó en pedirle ayuda. La verdad es que tenía últimamente mala experiencia con los hombres, que la trataban como un saco de carne. Eso la hacía sentir mal, y por ello a lo mejor era más abierta con otras chicas. No recordaba el nombre de la pelinaranja, y empezó a pensar en cómo se llamaba.

Los primeros rayos de sol comenzaron a reflejarse en el mal cuando la chica terminaba su entrenamiento matutino, que se había vuelto una rutina desde que entró en el barco. Se levantaba antes del amanecer para poder respirar la brisa marina y moverse, pues el resto del día lo pasaba encerrada en su camarote, evitando a los miembros de la tripulación. La chica suspiró. Una nueva banda y nueva gente, pero la misma sensación de no encajar en aquel lugar la seguía invadiendo. Además estaba esa persona. Posiblemente él fuera el motivo por el que aún seguía viva y luchando, pues su familia y sus compañeros parecían haberse desvanecido hacía tiempo...Y aún así era incapaz de estar a su lado. La antigua ella se hubiera pasado el día molestandole, como si de su hermano mayor se tratara, pero ahora... La joven movió la cabeza de un lado a otro, apartando esas ideas que parecían acosarla día y noche.

-¿Otra vez con lo mismo?- Preguntó una voz masculina desde detrás de ella. Mura se mantuvo en silencio. -¿No crees qué va siendo hora de superarlo? Sino, siempre puedes desaparecer otra vez y olvidarte de...- Kouga, el espíritu en forma de puma que vivía en ella guardó silencio sin terminar la frase, al notar como la chica se volteaba, con los ojos de un color rojo intenso y el ceño fruncido. Algunas lagrimas habían comenzado a empañar sus ojos, pero la chica no iba a permitirse el lujo de volver a llorar.

-Ya tomé mi decisión hace tiempo, y lo sabes.- Contestó tras una pausa, de forma tajante, ante lo que el ser etéreo bajo la cabeza. -No importa lo doloroso que sea, no volveré a abandonarle, al menos hasta que muera.- Y tras decir eso, Kouga se esfumó y ella entró en silencio al barco, dirigiéndose a su camarote, hasta que un aroma a comida hizo que se detuviera. La verdad es que llevaba semanas comiendo a escondidas, cuando todos se habían ido a su camarote y por ello había estado perdiendo demasiado peso...Además, era una persona de esas que parecen un pozo sin fondo, así que seguramente el agujero negro de su estómago hubiera aumentado por ello. "No creo que pase nada por comer una vez con alguien". Pensó, planteándose el pedir, a quién estuviera preparándose el desayuno, que compartiera parte con ella.

-Buenos días...- Saludó, de forma un tanto...¿Tímida? La verdad es que llevaba mucho sin relacionarse con gente. Y pensar que tiempo atrás era tropezarse y hacer un nuevo amigo. -¿Te importa si desayuno contigo?- Continuó, fijándose entonces en la chica de cabellos oscuros y ojos claros que había frente a ella. Seguramente se quedase por un momento embobada. ¿Había gente con ojos más raros que los suyos?

Hinori continuaba pensando en cómo se llamaba la joven de cabellos naranjas. De hecho, no recordaba haber escuchado su nombre nunca, total, no le contaban nada. Soltó un suspiro, y se cruzó de brazos. Su ceño se frunció entonces un poco al sentir la impotencia recorrer todo su ser. A lo mejor iba siendo hora de soltarle una colleja al capitán, y pedirle una reunión con todos los miembros. Estaba harta de ser la desconocida del barco, a la que nadie saludaba ni miraba. Sus ojos blancos entonces se entrecerraron, cosa que hacían cuando la morena empezaba a pensar en algo. Estaba atenta a la comida en todo momento, para que de esa forma no se le quemase nada. De hecho, el punto en el que debía hervir el agua se acercaba, y por ello no iba a permitir que se le pasase. Se rascó un poco la cabeza, y entonces soltó un enorme suspiro. Era el momento de continuar con sus cosas.

De repente, por la puerta entró la persona que estaba buscando. El Dios de la suerte estaba de su parte esa mañana. No tardó mucho en sonreírle con dulzura, como solía hacer con todo el mundo. Ella le pidió desayunar, lo que le hizo notar una sensación de felicidad ¿Alguien del barco le estaba hablando? Esperaba que no fuese un sueño. En ese momento le hizo una reverencia a la chica de cabellos naranjas. – Bienvenida a la cocina. Me llamo Hinori ¿Cómo te llamas tú? – Preguntó rápidamente para saber cómo llamarla de una vez por todas. Entonces caminó hacia unas verduras, y tomó un cuchillo de cocina. Debía apresurarse en cocinar todo lo que tenía planeado. Los movimientos que realizaba eran perfectos, y las zanahorias estaban quedando en taquitos perfectos. No quería dejar la conversación en nada, y de hecho, no le había respondido a su pregunta. – Estoy haciendo la comida para todos ¿Quieres ayudarme, y comemos juntas antes que los demás? – Dijo con una sonrisa dulce. Ya sabía la respuesta de ella, pues ya le propuso lo de desayunar.

Hinori no esperó una respuesta, pues podía decirse que era una persona muy impaciente. Lo siguiente que hizo fue sacar otro cuchillo, y dejarlo al alcance de la joven de cabellos naranjas. En la mesa había setas, patatas, lechuga, cebolla, y otros ingredientes. El arroz estaba en un enorme sobre, el cual ella misma volcaría después en el agua. La pirata entonces abrió la nevera, sacando también pedazos de carne, y algunas especias. – Puedes ir lavando la carne, o cortando verduras si te apetece. – Mencionó al mismo tiempo que la miraba de forma amable. Se fijó en sus lindos ojos, y no pudo evitar soltar una leve risita dulce. Estaba muy contenta en el fondo.

-E...Esto...- Mura ladeo la cabeza, haciendo una mueca de incertidumbre. No se esperaba aquella reacción de la joven de cabellos oscuros. -Me llamo Akane...Aunque suelen llamarme Murasaki o Mura...- Explicó la joven, sin comprender muy bien el porque de que le hiciera una reverencia, ni porque cocinaba ella para todos. Aunque supuso que debía ser gracias a la joven que cuando se colaba en la cocina a hurtadillas tenía que comer y que llevar a sus "pequeños" compañeros. -Creo que debería agradecerte por siempre preparar comida...¿Esto?- Añadió la chica, mientras observaba la velocidad a la que la joven preparaba todo. Sin embargo, su pregunta pareció quedarse un poco en el aire, ya que la contraria, rápidamente sacó otro cuchillo y le dijo que podía ayudarla si quería. Mura se quedó en blanco. ¿Aquella chica estaba loca? A ver, entendía que quisiera ayuda y ya que le había ofrecido desayunar juntas era más que normal que le pidiera eso. PERO MURA NO SABÍA NI FREÍR UN HUEVO.

La joven pelinarranja tragó saliva antes de dirigirse, rígida, hacia la mesa, donde la contraria dejó el utensilio. "Yo esto lo uso para luchar y matar a mis enemigos...No para cortar verduras. Pensó al tiempo que una leve risa, un tanto nerviosa se escapaba de sus labios. Esto iba a ser gracioso. Tras unos segundos pensando y mirando el cuchillo y a la chica de forma sucesiva (cualquiera diría que planeaba atacarla, viéndolo desde fuera), empezó a buscar algo que hiciera faltar cortar y una superficie de corte, como la de la chica. Imaginaba que usaba eso para no cargarse la mesa...Cosa que hubiera hecho ella.

-Bueno...¿Qué es lo peor que puede pasar?- Se dijo a sí misma antes de colocar una zanahoria sobre la superficie de corte, quedándose otros tres minutos mirándola, antes de intentar dar el primer tajo, alzando el brazo, con el cuchillo, hacia lo alto y luego dejándolo caer. todo ello con los ojos cerrados. Al hacerlo, la joven pudo notar como el "arma de cocina" se clavaba en la madera sin cortar nada. Algo debía haber hecho mal, ya que la hortaliza había salido volando de forma casi mágica. Por un momento se cuestionó que Hinori la hubiera quitado a modo de broma pesada, pero ella no había dejado sus labores en ningún momento, según le indicó su oído. Mura bajó las orejas y la cabeza. "¡¿Cómo puedo ser tan inútil?!" Pensó, antes de ponerse a buscar su zanahoria.

Un debate interno creía en el interior de Hinori. No sabía si llamar a la chica Akane o Murasaki. De las dos formas se podía, pero ella lo pasaba mal para escoger, por lo que ahora estaba en un cacao enorme. Cualquiera podía pensar que era una tontería, pero la morena se tomaba esas cosas muy en serio. El llamarla por el nombre que significaba un color o por el otro. La verdad es que incluso se estaba empezando a poner nerviosa, y debía decirle algo. Tenía que armarse de valor y nombrarla por primera vez de alguna forma. Entrecerró los ojos, y después de unos momentos pensativa, le dedicó una dulce y enorme sonrisa. Era el momento definitivo para ella, y tenía que soltarlo de alguna forma.

- Es un placer conocerte, Muri-chan. – Terminó de decir con un tono dulce. Se iba a quedar con ese nombre, a no ser que ella se molestase. La verdad es que le había costado, pero por fin tenía una forma de llamar a aquella muchacha de cabellos naranjas que tenía por compañera.

Hinori volvió a lo suyo, contenta al saber que iba a recibir la ayuda de la chica. Estaba un poco harta de estar sola, y por fin ahora tenía una amiga con la que pensaba estar a todas horas si ella la dejaba. Tras unos momentos, se quedó mirándola. Al parecer estaba teniendo un duelo a muerte con la zanahoria, y decidió observar el espectáculo para ver en que terminaba aquello. Era tan emocionante como una película de miedo, y miró un poco a su alrededor para ver si hallaba palomitas. Por desgracia no parecía haber. La zanahoria finalmente ganó el duelo entre ellas dos. Muri entonces bajó la cabeza y se puso a buscarla, cosa que hizo que la morena soltase un pequeño suspiro. No había pensado en eso. A lo mejor le estaba pidiendo mucho a la chica.

En ese momento se acercó a su compañera, y trató de tomarla de ambas manos con las suyas propias. Si lo conseguía, la miraría a los ojos con una expresión amable y llena de bondad pese a todo. – No te apenes, Muri. Si quieres puedes lavar la carne o hacerme compañía. Cocinar no es nada fácil. – Mencionó para después soltar un leve suspiro. Se quedó mirando el cuchillo que estaba usando, y lo tomó con mucho cuidado, dejándolo sobre la mesa. – Yo por ejemplo estoy todo el día perdiéndome… Tampoco sé nada de navegación, y apenas tengo amigos. – Una vez dijo aquello, le dedicó una sonrisa dulce. Después trataría de empezar a cortar más de las verduras que había por toda la mesa. La chica le caía muy bien, y no quería obligarla a cocinar si no era su fuerte. Tampoco tenía que ser egoísta en ese modo.