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La noche había caído en la isla. Las personas comenzaban a abarrotar los casinos y restaurantes, otros se quedaban en esquinas, buscando algo de dinero ilícito. De vez en cuando surgía uno que otro problema, se oían disparos, gritos y discusiones que terminaban en golpes, pero a nadie parecía importarle, era solo una noche más en aquella isla que se prestaba para el desenfreno.
Caminó por las calles de la ciudad hasta ir a parar a uno de sus muchos casinos y sus ojos negros ahora estaban hipnotizados en aquella bolita blanca que daba vueltas alrededor de una ruleta. Se había atrevido a apostar, cosa que nunca antes había hecho y vaya que rindió frutos. Había ganado ya medio millón de berries en ese lugar e iba por unos 500 mil más.
La bolita dejó de dar vueltas, había caído en un espacio en blanco. La pelinegra sonrió, era lo que había apostado y con lo que había ganado ahora sumaba 1 millón de berries a su cuenta. Supuso que era suficiente, tiempo de cambiar las fichas y retirarse del lugar.
−“Suerte de principiante”−pensó luego de que tuviera el dinero guardado en la seguridad de su mochila−“Es tiempo de que me vaya”−ahora que tenía dinero no quería arriesgarse a perderlo, además se sentía incómoda desde que la mirada de un hombre, que estaba sentado en una mesa alejado de los demás, estaba sobre ella.
Salió del casino, con paso apresurado, iría a buscar un lugar donde pasar la noche. Eran las 10 p.m., o al menos eso era lo que decía el reloj del casino. Aún era temprano, pero no quería arriesgarse en una ciudad que no conocía, además la sensación de que era vigilada no la había abandonado.
Giró en una esquina y casi choca con alguien. Era él, el mismo sujeto que la vigilaba en el casino. La pirata sudó frío y se puso en actitud defensiva, esperaba cualquier reacción de aquel extraño sujeto.
−No voy a herirte, ni vengo a capturarte, Juno. Solo quiero proponerte algo−su elegante voz embriagó los sentidos de la chica. Los ojos azules del tipo se clavaron en los de ella−.Acompáñame, esto debe hablarse en un lugar más privado.
Juno Spade, ex marine, ahora pirata, lo miró con desconfianza. La calle era un lugar transcurrido, por su aspecto podía deducir que no era alguien que fuera a armar un escándalo en una vía pública, pero en privado, quién sabe que podía llegar a hacer.
− ¿A dónde? –se atrevió a preguntar la pelinegra.
−Un restaurante, está cerca de aquí. De verdad tengo un negocio que no podrás rechazar−el extraño brillo de sus ojos hacían que la pelinegra dudara; sin embargo, ya decía el dicho que la “curiosidad mató al gato”. Terminó siguiendo al sujeto, eso sí, sin bajar la guardia, una de sus manos estaba en la empuñadura navaja que llevaba oculta en su cinturón, por si era necesario usarla.
Luego de caminar unas cuadras llegaron a un restaurante muy elegante. El sujeto pidió una mesa que estaba alejada de las demás e invitó a la chica a pasar. Se sentía incomoda, sus jeans negros desteñidos y su camiseta roja no iban con la elegancia del lugar, pero solo se preocupó por eso el tiempo suficiente que gastó en caminar y llegar a la mesa asignada por el camarero que los atendió. Una vez sentados y cuando el camarero estuvo lo suficientemente lejos, el hombre que la había llevado hasta allí sacó una carpeta crema de su maletín y la colocó sobre la mesa.
−Lo quiero muerto−dijo al mismo tiempo que abría la carpeta y la colocaba frente a la pirata para enseñarle lo que había dentro. Era la foto de un hombre rubio, de piel bronceada y ojos color miel, su apariencia era la de un hombre de 30 años y en una esquina estaba escrito el nombre de “Francis Grey”.
− ¿Quién es?, ¿y por qué tendría yo que matarlo?, ¿qué le hace pensar que soy una asesina? –demasiadas preguntas en muy poco tiempo, es lo que se podría pensar, pero para la chica era necesario, no quería caer en algún tipo de trampa.
−Francis…se metió en negocios que no debía y ahora debe pagar por ello. Por otro lado, leí sobre tu incidente en el periódico, además tengo contactos que se encargaron de encontrar un viejo expediente tuyo de cuando eras marine, tus habilidades me son útiles−el hombre se acercó y susurró las últimas palabras en el oído de la chica−.Además, así como te puedo ayudar puedo hacer que vayas directo a Impel Down.
− ¿Cuánto me pagarás por esto? –dije poniéndome seria. No quería acabar en esa prisión.
−Quince millones por su cabeza−el hombre, de unos 25 años, sonrió al decir la cifra y miró a la pirata esperando una respuesta.
−Hecho−afirmó, decidida. Esperando recibir más indicaciones.
Lagrange
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Casino Island.
Un lugar que concentraba todo lo que Lagrange detestaba en la humanidad: ambición desmedida, egoísmo, engaño, derroche... ni siquiera el lugar como ciudad se salvaba; no existía en la isla ningún tipo de sustentabilidad ni social, económica o ambiental. Pensaba que ese lugar estaba destinado a largo plazo a ser un desierto de basura y desechos cuando la isla simplemente no pudiese aguantar el peso y la presión de toda la actividad que constantemente llevaba, día y noche.
Lagrange no habría ido ahí naturalmente, pero, por medio de una carta que recibió de uno de aquellos simpáticos pelícanos, había sido contactado por un misterioso individuo que declaraba haber oído historias de los desastres que el enmascarado había dejado en el South Blue. Prometía una decente recompensa por un difícil trabajo de asesinato, lo cual incentivó a la Lagrange mejor que cualquier recompensa. Hacía tiempo que no derramaba sangre "difícil" al suelo. La carta rezaba:
"Estimado Sr. Sin Rostro,
Sobre mi identidad y ocupación he de decir que deben permanecer confidenciales debido a la naturaleza de mi trabajo. De resto, por favor permítame expresar el alto interés que tengo en su persona y en sus habilidades. Tengo para usted una recompensa a su altura por un trabajo que, si lo que he escuchado sobre usted es verdad, estoy seguro que disfrutará bastante. Si decide aceptar, encuéntrese conmigo en los puertos de Casino Island, El Paraíso a las 10 de la noche en exactamente dos semanas después de recibir está carta. Lo estaré esperando con un traje color fucsia".
Para variar, Lagrange decidió no abordar un buque como polizón, sino que esta vez secuestró una carabela con destino a la Isla Banaro y redirigirla hacia su destino. Asesinó a los seis pasajeros que ahí se encontraban y tiró los cadáveres al mar, dejando sólo al navegante en la embarcación. Por dos semanas, lo tuvo como rehén y lo obligó a llevarlo hacia Casino Island. Cuando llegaron, dejó al pobre y traumado hombre ir. Se arregló la corbata, cogió su maletín y se adentró a los puertos de aquella bien iluminada ciudad.
Eran las diez de la noche, pero en Casino Island toda hora era de alta actividad. Si aquel individuo que lo contactó no se hubiese vestido de un color tan particular como del que dijo que vestiría, habría sido difícil de ubicar. Estaba recostado en la pared de un restaurante llamado "Welcome to Casino" y acompañado de tres guardaespaldas grandes y corpulentos. Cuando Lagrange se acercó, detalló a su remitente. Era un hombre delgado, rubio y de ojos verdes con una sonrisa llena de seguridad y confianza.
- ¡Vaya, ya entiendo por qué te dicen como te dicen! Pero eso no importa, ¡me encanta que hayas llegado tan puntual! - exclamó aquel hombre mientras se separaba de la pared e intentaba con demasiada confianza tocar la máscara de Lagrange, quien impulsivamente tomó su brazo con fuerza. Los dos guardaespaldas reaccionaron, pero el hombre de fucsia los calmó con la mano. Acto seguido, Lagrange lo soltó.
- Actúa usted de una manera muy descortés para vestir tan bien como lo hace. Imagino que sigue sin querer revelar su nombre - dijo Lagrange inquiriendo por el nombre de aquella persona y tratando internamente de calmar la molestia que le había ocasionado el hecho de que hubiesen invadido tan groseramente su espacio personal.
- ¿Por qué no me llama "Fucsia"? El fucsia es mi color favorito - dijo entre risas. - ¡Por favor, acompáñeme dentro de este simpático restaurante!- replicó mientras él y sus dos guardaespaldas entraban al local. Lagrange los siguió.
Una vez sentados en una mesa, Fucsia plasmó una foto en la misma. Lagrange la tomó y la observó con detalle. Se trataba de un hombre alrededor de los 30, blanco, rubio y de ojos dorados. - Si es usted tan amable de darme la toda la información que maneja acerca de este hombre, podré hacer mi trabajo de una manera más efectiva - comentó Lagrange mientras miraba intensamente a Fucsia. Se sentaba despreocupadamente en su silla con las piernas cruzadas y sus brazos tras la nuca.
- Esa persona es Francis Grey. Digamos que hizo unos malos negocios - dijo Fuscia sin dejar de sonreír. - Debe andar oculto en algún casino u hotel de la ciudad; sabe que lo buscan. Le daré... ¿Diez millones? Lo necesito muerto lo antes posible, pero no puedo verme inmiscuido en su asesinato. ¡Es por eso que lo mandé a venir desde tan lejos, Señor Sin Rostro! - dijo mientras reía con arrogancia y levantaba los brazos. Lagrange guardó la foto en el bolsillo de su traje, se levantó de la mesa y se retiró sin decir más. Sabía que había información que Fucsia se reservaba, pero lo que tenía era suficiente. Antes de salir por la puerta escuchó a sus espaldas - ¡Es un hombre con influencias, ten cuidado! -.
Un lugar que concentraba todo lo que Lagrange detestaba en la humanidad: ambición desmedida, egoísmo, engaño, derroche... ni siquiera el lugar como ciudad se salvaba; no existía en la isla ningún tipo de sustentabilidad ni social, económica o ambiental. Pensaba que ese lugar estaba destinado a largo plazo a ser un desierto de basura y desechos cuando la isla simplemente no pudiese aguantar el peso y la presión de toda la actividad que constantemente llevaba, día y noche.
Lagrange no habría ido ahí naturalmente, pero, por medio de una carta que recibió de uno de aquellos simpáticos pelícanos, había sido contactado por un misterioso individuo que declaraba haber oído historias de los desastres que el enmascarado había dejado en el South Blue. Prometía una decente recompensa por un difícil trabajo de asesinato, lo cual incentivó a la Lagrange mejor que cualquier recompensa. Hacía tiempo que no derramaba sangre "difícil" al suelo. La carta rezaba:
"Estimado Sr. Sin Rostro,
Sobre mi identidad y ocupación he de decir que deben permanecer confidenciales debido a la naturaleza de mi trabajo. De resto, por favor permítame expresar el alto interés que tengo en su persona y en sus habilidades. Tengo para usted una recompensa a su altura por un trabajo que, si lo que he escuchado sobre usted es verdad, estoy seguro que disfrutará bastante. Si decide aceptar, encuéntrese conmigo en los puertos de Casino Island, El Paraíso a las 10 de la noche en exactamente dos semanas después de recibir está carta. Lo estaré esperando con un traje color fucsia".
Para variar, Lagrange decidió no abordar un buque como polizón, sino que esta vez secuestró una carabela con destino a la Isla Banaro y redirigirla hacia su destino. Asesinó a los seis pasajeros que ahí se encontraban y tiró los cadáveres al mar, dejando sólo al navegante en la embarcación. Por dos semanas, lo tuvo como rehén y lo obligó a llevarlo hacia Casino Island. Cuando llegaron, dejó al pobre y traumado hombre ir. Se arregló la corbata, cogió su maletín y se adentró a los puertos de aquella bien iluminada ciudad.
Eran las diez de la noche, pero en Casino Island toda hora era de alta actividad. Si aquel individuo que lo contactó no se hubiese vestido de un color tan particular como del que dijo que vestiría, habría sido difícil de ubicar. Estaba recostado en la pared de un restaurante llamado "Welcome to Casino" y acompañado de tres guardaespaldas grandes y corpulentos. Cuando Lagrange se acercó, detalló a su remitente. Era un hombre delgado, rubio y de ojos verdes con una sonrisa llena de seguridad y confianza.
- ¡Vaya, ya entiendo por qué te dicen como te dicen! Pero eso no importa, ¡me encanta que hayas llegado tan puntual! - exclamó aquel hombre mientras se separaba de la pared e intentaba con demasiada confianza tocar la máscara de Lagrange, quien impulsivamente tomó su brazo con fuerza. Los dos guardaespaldas reaccionaron, pero el hombre de fucsia los calmó con la mano. Acto seguido, Lagrange lo soltó.
- Actúa usted de una manera muy descortés para vestir tan bien como lo hace. Imagino que sigue sin querer revelar su nombre - dijo Lagrange inquiriendo por el nombre de aquella persona y tratando internamente de calmar la molestia que le había ocasionado el hecho de que hubiesen invadido tan groseramente su espacio personal.
- ¿Por qué no me llama "Fucsia"? El fucsia es mi color favorito - dijo entre risas. - ¡Por favor, acompáñeme dentro de este simpático restaurante!- replicó mientras él y sus dos guardaespaldas entraban al local. Lagrange los siguió.
Una vez sentados en una mesa, Fucsia plasmó una foto en la misma. Lagrange la tomó y la observó con detalle. Se trataba de un hombre alrededor de los 30, blanco, rubio y de ojos dorados. - Si es usted tan amable de darme la toda la información que maneja acerca de este hombre, podré hacer mi trabajo de una manera más efectiva - comentó Lagrange mientras miraba intensamente a Fucsia. Se sentaba despreocupadamente en su silla con las piernas cruzadas y sus brazos tras la nuca.
- Esa persona es Francis Grey. Digamos que hizo unos malos negocios - dijo Fuscia sin dejar de sonreír. - Debe andar oculto en algún casino u hotel de la ciudad; sabe que lo buscan. Le daré... ¿Diez millones? Lo necesito muerto lo antes posible, pero no puedo verme inmiscuido en su asesinato. ¡Es por eso que lo mandé a venir desde tan lejos, Señor Sin Rostro! - dijo mientras reía con arrogancia y levantaba los brazos. Lagrange guardó la foto en el bolsillo de su traje, se levantó de la mesa y se retiró sin decir más. Sabía que había información que Fucsia se reservaba, pero lo que tenía era suficiente. Antes de salir por la puerta escuchó a sus espaldas - ¡Es un hombre con influencias, ten cuidado! -.
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El joven de cabello castaño y ojos azules sonrió al escuchar la respuesta de la chica y bebió algo de vino que le había pedido al camarero antes de decir algo más.
−Buena decisión−dijo mientras dejaba la copa a un lado−.Debes saber que lo hemos estado vigilando, está en esta isla y por lo visto planea quedarse aquí por un rato más.
−Si lo han estado vigilando, ¿por qué no pueden encargarse ustedes de él? –la pelinegra aún tenía sus dudas sobre ese trabajo, no tenía sentido para ella que, entre tantos asesinos a sueldo que habían y cazadores de recompensas, la eligieran a ella, una criminal común y corriente.
−Simple, no puedo dejar que me involucren con lo ocurrido. Si mis hombres lo matan me vería implicado y eso sería muy problemático.
−Es la razón por la que buscas a alguien con un historial manchado y que apenas conozcas, entiendo…Ahora, ¿Al menos me dirás tu nombre? Quiero saber para quien estoy trabajando−preguntó con curiosidad, teniendo en cuenta que estaba tratando con un hombre peligroso, al menos debía tener algo de información de él.
−Puedes decirme Hawk, mi nombre real prefiero reservarlo.
−Debí suponerlo y otra cosa, ¿Quién te asegurará que no me vaya de la isla y no cumpla con lo acordado? –la respuesta podía ser obvia, pero la pirata debía estar segura de si era o no vigilada.
−Francis no es el único vigilado y sé que no quieres terminar en Impel Down, así que es mejor que seas una buena niña y lo elimines antes de que pasen 3 días y ten cuidado, el hombre tiene sus contactos−el hombre se puso de pie y acomodó su corbata negra, tomó el maletín que cargaba y se lo entregó a la chica.
−Dentro hay indicaciones, notas, objetos que puedes usar, y…una parte de la paga. Ya sabes que tienes que hacer, en tres días te veo en esta misma mesa, a la misma hora. Toma este den den mushi, te mantendrá en contacto conmigo y, además, ten esto−dijo entregándole unas llaves.
− ¿Y esto qué? –preguntó mientras tomaba el llavero entre sus manos.
−Las llaves de la habitación del hotel donde te quedarás, ya todo está pago y la dirección está entre lo que te entregué, ahora…Con permiso−el joven se retiró del hotel, dejando a la chica con mucha información en sus manos.
Juno caminó hacia la salida del restaurante, pasando al lado de la mesa de un hombre que llevaba un traje fucsia, pensó que era alguien extraño, pero fuera de eso no se detuvo ante él y siguió su camino hasta llegar a la salida.
Una vez afuera sintió como el viento nocturno pegó en su rostro, vio a la gente que caminaba de un lado para otro, aun cuando ya eran las 11:00 p.m. la vida de la ciudad seguía tan activa como cuando llegó esa tarde a la isla. La chica suspiró y apretó con una de sus manos el papel que tenía la dirección del hotel donde Hawk le había dicho que se hospedara.
−Vaya molestia−susurró solo unos segundos antes de chocar con un hombre enmascarado.
−Buena decisión−dijo mientras dejaba la copa a un lado−.Debes saber que lo hemos estado vigilando, está en esta isla y por lo visto planea quedarse aquí por un rato más.
−Si lo han estado vigilando, ¿por qué no pueden encargarse ustedes de él? –la pelinegra aún tenía sus dudas sobre ese trabajo, no tenía sentido para ella que, entre tantos asesinos a sueldo que habían y cazadores de recompensas, la eligieran a ella, una criminal común y corriente.
−Simple, no puedo dejar que me involucren con lo ocurrido. Si mis hombres lo matan me vería implicado y eso sería muy problemático.
−Es la razón por la que buscas a alguien con un historial manchado y que apenas conozcas, entiendo…Ahora, ¿Al menos me dirás tu nombre? Quiero saber para quien estoy trabajando−preguntó con curiosidad, teniendo en cuenta que estaba tratando con un hombre peligroso, al menos debía tener algo de información de él.
−Puedes decirme Hawk, mi nombre real prefiero reservarlo.
−Debí suponerlo y otra cosa, ¿Quién te asegurará que no me vaya de la isla y no cumpla con lo acordado? –la respuesta podía ser obvia, pero la pirata debía estar segura de si era o no vigilada.
−Francis no es el único vigilado y sé que no quieres terminar en Impel Down, así que es mejor que seas una buena niña y lo elimines antes de que pasen 3 días y ten cuidado, el hombre tiene sus contactos−el hombre se puso de pie y acomodó su corbata negra, tomó el maletín que cargaba y se lo entregó a la chica.
−Dentro hay indicaciones, notas, objetos que puedes usar, y…una parte de la paga. Ya sabes que tienes que hacer, en tres días te veo en esta misma mesa, a la misma hora. Toma este den den mushi, te mantendrá en contacto conmigo y, además, ten esto−dijo entregándole unas llaves.
− ¿Y esto qué? –preguntó mientras tomaba el llavero entre sus manos.
−Las llaves de la habitación del hotel donde te quedarás, ya todo está pago y la dirección está entre lo que te entregué, ahora…Con permiso−el joven se retiró del hotel, dejando a la chica con mucha información en sus manos.
Juno caminó hacia la salida del restaurante, pasando al lado de la mesa de un hombre que llevaba un traje fucsia, pensó que era alguien extraño, pero fuera de eso no se detuvo ante él y siguió su camino hasta llegar a la salida.
Una vez afuera sintió como el viento nocturno pegó en su rostro, vio a la gente que caminaba de un lado para otro, aun cuando ya eran las 11:00 p.m. la vida de la ciudad seguía tan activa como cuando llegó esa tarde a la isla. La chica suspiró y apretó con una de sus manos el papel que tenía la dirección del hotel donde Hawk le había dicho que se hospedara.
−Vaya molestia−susurró solo unos segundos antes de chocar con un hombre enmascarado.
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No era mucha la información de partida que Lagrange tenía para empezar con su encargo. Era evidente que la persona que lo había contratado era influyente en el bajo mundo de la zona, ergo su víctima debía de tratarse de un individuo que ha sido visto en el mismo. Algo particular que Lagrange sabía del bajo mundo es que es jerárquicamente extremista. O se manejaba en lujosas oficinas propias de los exitosos corruptos, o se manejaba en oscuros y escondidos callejones donde la gente no querría mirar voluntariamente. Lo más fácil sería empezar por los callejones. Le sacaría la información a la fuerza a cualquier individuo que cazara haciendo negocios turbios.
Se disponía a empezar su investigación cuando alguien tropieza con él a sus espaldas. Volteó su cabeza lentamente y le dedicó a aquella persona que había invadido su espacio personal una mirada intensa. Era una pequeña chica de profundos ojos negros y lisas cabelleras. Por primera vez en mucho tiempo, Lagrange se sintió abstraído en los ojos insondables de alguien. Observó que llevaba en una mano un maletín y en la otra un papel que apretaba con fuerza. La chica olía a bar, por lo que era probable que hubiese salido del mismo lugar en el que él estaba momentos antes.
- Tengo dos cosas que decirle. La primera es que usted me debe una disculpa - aseveró Lagrange mientras giraba el resto de su cuerpo y mantenía su mirada fija en ella. Los dedos de la mano que no sostenían su maletín le convulsionaban violentamente. En ese momento, Lagrange pudo percatar que Fucsia se encontraba en la entrada del restaurante. Le hacía extraños gestos con la cabeza que no podía entender por completo.
Se disponía a empezar su investigación cuando alguien tropieza con él a sus espaldas. Volteó su cabeza lentamente y le dedicó a aquella persona que había invadido su espacio personal una mirada intensa. Era una pequeña chica de profundos ojos negros y lisas cabelleras. Por primera vez en mucho tiempo, Lagrange se sintió abstraído en los ojos insondables de alguien. Observó que llevaba en una mano un maletín y en la otra un papel que apretaba con fuerza. La chica olía a bar, por lo que era probable que hubiese salido del mismo lugar en el que él estaba momentos antes.
- Tengo dos cosas que decirle. La primera es que usted me debe una disculpa - aseveró Lagrange mientras giraba el resto de su cuerpo y mantenía su mirada fija en ella. Los dedos de la mano que no sostenían su maletín le convulsionaban violentamente. En ese momento, Lagrange pudo percatar que Fucsia se encontraba en la entrada del restaurante. Le hacía extraños gestos con la cabeza que no podía entender por completo.
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Miró al tipo de la máscara con cara de pocos amigos; sin embargo, no estaba de humor para discutir con un desconocido, así que respiró profundo antes de soltar alguna estupidez que pudiera meterla en un problema.
−Disculpe usted−dijo casi atragantándose con sus propias palabras y no es como que le molestara disculparse, es que la manera en la que el tipo le había pedido que lo hiciera le había parecido demasiado arrogante para su gusto.
Se apartó del enmascarado y se retiró del lugar sin decir más, pero teniendo en cuenta que algo extraño pasaba con ese sujeto y con el hombre del traje fucsia que antes había visto en el restaurante.
−“Espero no volver a encontrarlo otra vez”−pensó mientras su cuerpo se perdía entre la multitud que llenaba las calles de lo que, posiblemente, era la zona más popular de la ciudad.
Había llegado a un hotel, no muy lujoso y ubicado en una calle no tan transitada como en las que había estado antes, siguió a la perfección la dirección anotada en el papel que tenía en sus manos y verificó, una y otra vez, que el nombre del hotel fuera el mismo que estaba en la nota y, habiendo comprobando todo, entró al lugar.
Una joven mujer la atendió y le indicó a donde ir según el número de registro de su habitación. Mientras caminaba por el pasillo hacia la habitación “304”, no apartó una de sus manos de la empuñadura de una de sus pistolas. Cuando llegó a la habitación y comprobó que no era ninguna trampa, se relajó un poco y se dejó caer sobre la cama.
−Vaya cosas−suspiró mientras se sentaba y comenzaba a revisar las cosas que habían dentro de su maleta: muchas municiones, armas nuevas y mejores que las que tenía y, como lo prometió “Hawk”, había una parte de la paga, unos 7.5 millones de berries; sin embargo, a pesar de todos los “juguetes” nuevos que tenía, Spade no se sentía con ánimos para alegrarse por ello, así que solo se dio un baño y se durmió, plácidamente, sobre el cómodo colchón.
−−−−−−−−−−−−−−
Eran las 7:00 a.m. y ya estaba lista para salir a dar una vuelta por la ciudad. Sorprendentemente, se había levantado temprano y se había arreglado de modo que usaba unas botas negras, jeans azules y una camiseta rojo vino y ancha de manga larga, que le servía para ocultar las armas que llevaba en su cinturón negro.
Había revisado con cuidado la “rutina” de Francis, bueno, si es que se le podía llamar así. El sujeto no se quedaba en un solo hotel, salía temprano, siempre andaba en movimiento por la ciudad, y en la noche regresaba a un hotel distinto del que salía en la mañana. Todo era diferente siempre, lo único de lo que se podía guiar era que siempre estaba en la zona popular de la ciudad, ahí donde se aglomeraba más gente, como si eso pudiera protegerlo. Sabía que lo buscaban, lo que la llevaba a preguntarse el por qué no salía de la isla.
Caminó hasta llegar a una calle aglomerada de gente, cada uno más apresurado que otro. La vida diurna, que el día anterior no había apreciado, se mostraba ante sus ojos: Oficinas, restaurantes, hospitales, casinos, hoteles y una gran cantidad de gente que iba y venía por las calles. Una ciudad muy movida y una gran desventaja para ella, después de todo… ¿Cómo iba a localizar a un solo hombre en medio de tanta gente?
−Maldito Hawk, me has dado un trabajo casi imposible cuando tú tenías las herramientas para localizarlo de forma más fácil−dijo en un tono de voz muy bajo mientras seguía su caminata por las calles de la ciudad.
−Disculpe usted−dijo casi atragantándose con sus propias palabras y no es como que le molestara disculparse, es que la manera en la que el tipo le había pedido que lo hiciera le había parecido demasiado arrogante para su gusto.
Se apartó del enmascarado y se retiró del lugar sin decir más, pero teniendo en cuenta que algo extraño pasaba con ese sujeto y con el hombre del traje fucsia que antes había visto en el restaurante.
−“Espero no volver a encontrarlo otra vez”−pensó mientras su cuerpo se perdía entre la multitud que llenaba las calles de lo que, posiblemente, era la zona más popular de la ciudad.
Había llegado a un hotel, no muy lujoso y ubicado en una calle no tan transitada como en las que había estado antes, siguió a la perfección la dirección anotada en el papel que tenía en sus manos y verificó, una y otra vez, que el nombre del hotel fuera el mismo que estaba en la nota y, habiendo comprobando todo, entró al lugar.
Una joven mujer la atendió y le indicó a donde ir según el número de registro de su habitación. Mientras caminaba por el pasillo hacia la habitación “304”, no apartó una de sus manos de la empuñadura de una de sus pistolas. Cuando llegó a la habitación y comprobó que no era ninguna trampa, se relajó un poco y se dejó caer sobre la cama.
−Vaya cosas−suspiró mientras se sentaba y comenzaba a revisar las cosas que habían dentro de su maleta: muchas municiones, armas nuevas y mejores que las que tenía y, como lo prometió “Hawk”, había una parte de la paga, unos 7.5 millones de berries; sin embargo, a pesar de todos los “juguetes” nuevos que tenía, Spade no se sentía con ánimos para alegrarse por ello, así que solo se dio un baño y se durmió, plácidamente, sobre el cómodo colchón.
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Eran las 7:00 a.m. y ya estaba lista para salir a dar una vuelta por la ciudad. Sorprendentemente, se había levantado temprano y se había arreglado de modo que usaba unas botas negras, jeans azules y una camiseta rojo vino y ancha de manga larga, que le servía para ocultar las armas que llevaba en su cinturón negro.
Había revisado con cuidado la “rutina” de Francis, bueno, si es que se le podía llamar así. El sujeto no se quedaba en un solo hotel, salía temprano, siempre andaba en movimiento por la ciudad, y en la noche regresaba a un hotel distinto del que salía en la mañana. Todo era diferente siempre, lo único de lo que se podía guiar era que siempre estaba en la zona popular de la ciudad, ahí donde se aglomeraba más gente, como si eso pudiera protegerlo. Sabía que lo buscaban, lo que la llevaba a preguntarse el por qué no salía de la isla.
Caminó hasta llegar a una calle aglomerada de gente, cada uno más apresurado que otro. La vida diurna, que el día anterior no había apreciado, se mostraba ante sus ojos: Oficinas, restaurantes, hospitales, casinos, hoteles y una gran cantidad de gente que iba y venía por las calles. Una ciudad muy movida y una gran desventaja para ella, después de todo… ¿Cómo iba a localizar a un solo hombre en medio de tanta gente?
−Maldito Hawk, me has dado un trabajo casi imposible cuando tú tenías las herramientas para localizarlo de forma más fácil−dijo en un tono de voz muy bajo mientras seguía su caminata por las calles de la ciudad.
Lagrange
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Intelecto
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La chica se disculpo a regañadientes y se retiró sin querer escuchar ni una palabra más. Lagrange no la detuvo, la dejó retirarse, pero algo en ella le llamó la atención fuertemente.
Se acercó a Fucsia sólo para entender qué era lo que trataba de decirle. Tenía ganas de golpearlo en la cara pues consideraba que actuaba como un idiota, pero se contuvo por el bien del negocio.
- Señor Fuscia, si es tan amable de elaborar mejor sus peculiares señas - dijo mientras se limpiaba el traje. Se podría haber manchado un poco con su tropiezo con aquella chica.
- Ah, es que, Señor Sin Rostro, como sabrá, este hombre, Francis Grey, es buscado por mucha gente. No he podido evitar ver cómo una de las personas que lo busca hablaba con la chica con la que ha tropezado hace un minuto - replicó Fucsia entre risas. - Ese hombre que habló con ella maneja mucho más recursos que yo. Claro, yo soy más bajo perfil, y por esa ventaja no cambio nada -.
- Entiendo perfectamente - replicó Lagrange. Sin decir más, se dio media vuelta y se introdujo en la muchedumbre de los bulevares de Casino Island en busca de aquella pelinegra. Si el hombre que la contrataba manejaba más información, podría hacer de ella un buen intermediario para ubicar a su objetivo. Le gustó más ese plan a ir por ahí teniendo un desagradable contacto con las ambiciosas personas que hacían vida en ese lugar en busca de información.
Era una chica bajita, entonces tendría que concentrarse para poder ubicarla entre la multitud.
- Enfoque pleno... - se dijo a sí mismo. Cerró los ojos y con su haki empezó a percibir su entorno. Era demasiada gente, pero sabía, por lo que había presentido antes, que se trataba de alguien peculiar. Casi todas las presencias se parecían: resonaban, debían estar alegres, expectantes, sentirse ambiciosas. Es entonces cuando la sintió: una que no. Una presencia más tímida, más precavida, siempre vigilante. Era ella, la pelinegra. Lagrange abrió los ojos y la ubicó observando cuidadosamente el letrero de un hotel de condiciones aceptables. Parecía estar corroborando una y otra vez su nombre. Se preguntó si ese era el lugar donde se escondía Francis.
La chica pidió en la recepción unas llaves, subió y se introdujo cautelosamente a la habitación 304. Lagrange la siguió silenciosamente y tratando de ocultar su presencia lo mejor posible. Con su "percepción" se aseguró de que la chica estuviese sola. No, no seguía a Francis, se estaba alojando. Es entonces cuando bajo un piso y violó la cerradura de la habitación 204. Sabía que había alguien ahí, por lo que apenas la abrió, lanzó un cuchillo al cuello de un gordo que cómodamente leía un libro en calzoncillos. Silenciosamente cerró la puerta para así, pasar la noche atento a los movimientos de la pelinegra.
A la mañana siguiente, percibió movimiento. Ella se dispuso a caminar las calles de la ciudad y Lagrange se dispuso a seguirla mientras se desplazaba a través de callejones.
Se acercó a Fucsia sólo para entender qué era lo que trataba de decirle. Tenía ganas de golpearlo en la cara pues consideraba que actuaba como un idiota, pero se contuvo por el bien del negocio.
- Señor Fuscia, si es tan amable de elaborar mejor sus peculiares señas - dijo mientras se limpiaba el traje. Se podría haber manchado un poco con su tropiezo con aquella chica.
- Ah, es que, Señor Sin Rostro, como sabrá, este hombre, Francis Grey, es buscado por mucha gente. No he podido evitar ver cómo una de las personas que lo busca hablaba con la chica con la que ha tropezado hace un minuto - replicó Fucsia entre risas. - Ese hombre que habló con ella maneja mucho más recursos que yo. Claro, yo soy más bajo perfil, y por esa ventaja no cambio nada -.
- Entiendo perfectamente - replicó Lagrange. Sin decir más, se dio media vuelta y se introdujo en la muchedumbre de los bulevares de Casino Island en busca de aquella pelinegra. Si el hombre que la contrataba manejaba más información, podría hacer de ella un buen intermediario para ubicar a su objetivo. Le gustó más ese plan a ir por ahí teniendo un desagradable contacto con las ambiciosas personas que hacían vida en ese lugar en busca de información.
Era una chica bajita, entonces tendría que concentrarse para poder ubicarla entre la multitud.
- Enfoque pleno... - se dijo a sí mismo. Cerró los ojos y con su haki empezó a percibir su entorno. Era demasiada gente, pero sabía, por lo que había presentido antes, que se trataba de alguien peculiar. Casi todas las presencias se parecían: resonaban, debían estar alegres, expectantes, sentirse ambiciosas. Es entonces cuando la sintió: una que no. Una presencia más tímida, más precavida, siempre vigilante. Era ella, la pelinegra. Lagrange abrió los ojos y la ubicó observando cuidadosamente el letrero de un hotel de condiciones aceptables. Parecía estar corroborando una y otra vez su nombre. Se preguntó si ese era el lugar donde se escondía Francis.
La chica pidió en la recepción unas llaves, subió y se introdujo cautelosamente a la habitación 304. Lagrange la siguió silenciosamente y tratando de ocultar su presencia lo mejor posible. Con su "percepción" se aseguró de que la chica estuviese sola. No, no seguía a Francis, se estaba alojando. Es entonces cuando bajo un piso y violó la cerradura de la habitación 204. Sabía que había alguien ahí, por lo que apenas la abrió, lanzó un cuchillo al cuello de un gordo que cómodamente leía un libro en calzoncillos. Silenciosamente cerró la puerta para así, pasar la noche atento a los movimientos de la pelinegra.
A la mañana siguiente, percibió movimiento. Ella se dispuso a caminar las calles de la ciudad y Lagrange se dispuso a seguirla mientras se desplazaba a través de callejones.
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