Yoko Littner
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Akuma no mi
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Las olas chocaban con fuerza contra La Zorra Marina. Si, ese barco era de Jaspe, normal que tuviese ese nombre. Desde luego nunca llamaría así al barco del gremio que estaba montando. Estaba deseando llegar a Domica. A lo lejos podía ver la isla, a este ritmo solo tardaríamos media hora en llegar, estaba muy ansiosa. Me paseaba por cubierta dando vueltas de arriba abajo, no sé qué pensaría Ewan de mí, pero en estos momentos mi cabeza estaba demasiado ocupada pensando.
Llevaba meses buscando a los antiguos miembros del gremio de Byakuro: Theo, Shun, Chrome, Kazuo... Investigué y busqué pistas, pero no logré encontrar a nadie, tan solo a Nostariel, la cual estuvo en otro gremio. Era como si se los hubiese tragado la tierra desde aquel día. Me sentí tan mal por no poder acompañarlos, me sentí inútil por no estar a su lado cuando estaban en problemas. Suspiré. Sin embargo, la suerte estaba de mi lado, conseguí información sobre Kazuo tras estar en varias islas y esta era la elegida. Lo sabía con certeza.
-¿Tu zorra marina no puede ir más deprisa? - Le grité a Jaspe sonriendo. Él simplemente rio. Esperaba conseguir pronto un barco más grande y mejor para surcar los mares.
Ya estábamos llegando y cada vez me sentía más emocionada. En algunos casos dirían que estoy loca por ir en busca de un amigo sin saber el lugar exacto en la isla. Domica no era un lugar muy grande por suerte, así que preguntando a unas cuantas personas podríamos encontrarlo. Era el momento de atracar en el puerto. Corrí hacia la barandilla y me apoyé en ella, esperando a que Jaspe terminase de atracar. En cuanto lo consiguió hice bajar el puente para pasar al muelle y salí rápidamente.
-¡Vamos Ewan! No podemos perder el tiempo. - Apresuré al enanito. Solo sé que quería adentrarme ya en la ciudad e ir en su busca. -¡Corre!- Ewan tendría que correr para alcanzarme.
Llevaba meses buscando a los antiguos miembros del gremio de Byakuro: Theo, Shun, Chrome, Kazuo... Investigué y busqué pistas, pero no logré encontrar a nadie, tan solo a Nostariel, la cual estuvo en otro gremio. Era como si se los hubiese tragado la tierra desde aquel día. Me sentí tan mal por no poder acompañarlos, me sentí inútil por no estar a su lado cuando estaban en problemas. Suspiré. Sin embargo, la suerte estaba de mi lado, conseguí información sobre Kazuo tras estar en varias islas y esta era la elegida. Lo sabía con certeza.
-¿Tu zorra marina no puede ir más deprisa? - Le grité a Jaspe sonriendo. Él simplemente rio. Esperaba conseguir pronto un barco más grande y mejor para surcar los mares.
Ya estábamos llegando y cada vez me sentía más emocionada. En algunos casos dirían que estoy loca por ir en busca de un amigo sin saber el lugar exacto en la isla. Domica no era un lugar muy grande por suerte, así que preguntando a unas cuantas personas podríamos encontrarlo. Era el momento de atracar en el puerto. Corrí hacia la barandilla y me apoyé en ella, esperando a que Jaspe terminase de atracar. En cuanto lo consiguió hice bajar el puente para pasar al muelle y salí rápidamente.
-¡Vamos Ewan! No podemos perder el tiempo. - Apresuré al enanito. Solo sé que quería adentrarme ya en la ciudad e ir en su busca. -¡Corre!- Ewan tendría que correr para alcanzarme.
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El osezno abrió la boca, enseñando sus crecientes colmillos de cachorro, y soltó un intento de rugido de oso. El enano lo miró, con un trozo de pan en la mano. Aquello era algo que Ulfric hacía siempre que quería comida. En sus ojos de osezno se podía notar la impaciencia y el como pedía desesperadamente algo de ese pan. El enano suspiró y partió un trozo con sus hoscas manos para después dárselo a Ulfric, el cual lo aceptó encantado.
Ewan pudo escuchar a Yoko meterle prisa a Jaspe. Se había dado cuenta de lo mucho que le gustaba a la chica meterse con el nombre del barco de Jaspe. ¿Y por qué no hacerlo? Era jodidamente ridículo. Tras un rato, Jaspe consiguió por fin atracar el barco, y aquella vez fue a él a quien Yoko metía prisa para bajar.
- Ya va, ya va.
Jaspe, Björnok y el pequeño osezno bajaron del barco tras Yoko, la cual se fue corriendo. Ulfric, contento y nervioso por la energía de la chica, fue corriendo tras ella, no tardando en alcanzarla. Jaspe simplemente negó con la cabeza con una sonrisa y se dispuso a correr.
- Paso de correr -sentenció el enano.
Aunque tuvo que caminar rápido para no perder de vista a sus compañeros.
Ewan pudo escuchar a Yoko meterle prisa a Jaspe. Se había dado cuenta de lo mucho que le gustaba a la chica meterse con el nombre del barco de Jaspe. ¿Y por qué no hacerlo? Era jodidamente ridículo. Tras un rato, Jaspe consiguió por fin atracar el barco, y aquella vez fue a él a quien Yoko metía prisa para bajar.
- Ya va, ya va.
Jaspe, Björnok y el pequeño osezno bajaron del barco tras Yoko, la cual se fue corriendo. Ulfric, contento y nervioso por la energía de la chica, fue corriendo tras ella, no tardando en alcanzarla. Jaspe simplemente negó con la cabeza con una sonrisa y se dispuso a correr.
- Paso de correr -sentenció el enano.
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- Póngame otra -sentenció el cazador, con la mirada vacía, empujando la jarra hacia el tabernero con brusquedad.
El ambiente era, cuanto menos, animado, lo cual estaba resultando un tanto molesto para Kazuo. Demasiado ruido. Muy poca tranquilidad. Quizá en otros tiempos él mismo habría sido el centro de atención en aquel lugar, así como el motivo del ruido y el alboroto, pero ese era un barco que había zarpado tiempo atrás. Dos años, para ser exactos. ¿Qué había sido del joven espadachín que ansiaba comerse el mundo? El terror de Wano, el espadachín renegado... Todo eso había quedado muy lejos, fuera de su alcance. Ni siquiera aspiraba ya a alcanzar esas metas. Tan solo bebía y bebía, gastando buena parte de lo que ganaba en alcohol en un intento de ahogar sus penas... Lástima que no funcionara. Desde que Shun marchó del mundo de los vivos se encontraba de capa caída. Byakuro también había desaparecido, y fue incapaz de reencontrarse con el resto de sus compañeros. ¿Qué más daba? ¿Había llegado a encajar con ellos siquiera en algún momento? Quizá le dieran por muerto a él también... O quizá habrían sido ellos los siguientes en seguir al capitán y a su maestro.
- Chico... Ya has bebido demasiado. ¿Por qué no vuelves a casa y...? -comenzó el tabernero, con gesto preocupado.
- ¿Te he pagado acaso para que me digas lo que tengo que hacer? -le cortó de forma brusca, mirándole con el ceño fruncido- Tan solo haz tu puto trabajo.
Probablemente en otras circunstancias ese hombre no solo le habría respondido, sino que además le habría echado a patadas de su local. Sin embargo, en aquella ocasión, Kazuo parecía menos que nunca trigo limpio. Sus ropas extravagantes habían sido sustituidas por viejos harapos, gastados por el tiempo y los viajes que había hecho durante aquellos años en solitario. Su rostro, antaño barbilampiño, ahora poseía una descuidada barba que le hacía envejecer unos cuantos años. Marcadas ojeras y un fuerte olor a alcohol era lo que podían percibir con facilidad aquellos que se acercaran lo suficiente. El viejo dueño del sitio rellenó la jarra y la puso frente al castaño, quien se limitó a dejar unas pocas monedas sobre la barra de madera.
- Bien -concluyó, tomándola con una mano y dando un largo trago.
Todo podría haberse quedado ahí, pero al parecer su presencia estaba siendo más molesta de lo normal... Y pronto vinieron los problemas, como ya iba siendo costumbre.
- Eh, tú -pudo escuchar a su lado una voz perteneciente a todo un matón de barrio, uno de los que parecían ser clientes habituales de ese sitio- Te estás pasando de listo, ¿Sabes? Mi gente y yo no queremos chusma como tú aquí, así que... ¿Por qué no te largas cagando hostias, amigo?
Kazuo hizo oídos sordos ante la amable petición de su nuevo compañero de copas, tomando de nuevo la jarra y acercándosela a los labios para dar otro trago. No pareció sentarle demasiado bien al contrario, pues había comenzado a hinchársele una vena en el cuello. El cazador le miró de reojo, alzando una ceja.
- Porque no me gusta tirar el dinero... Y porque no me sale de los cojones -respondió en completa calma antes de beber de nuevo.
El grandullón se dispuso entonces a coger la cabeza del castaño y estamparla contra la barra, pero este fue más rápido que él. Ni siquiera tuvo que desenvainar sus espadas, tan solo precisó de la empuñadura para propinarle un fuerte golpe en el estómago y cortarle la respiración. Aprovechando esto se puso en pie, dándole un contundente rodillazo en el rostro aprovechando su inclinación. Su agresor retrocedió a trompicones, terminando por caer sobre una mesa llena de bebidas, rompiéndola con su peso. Todo el ruido que había segundos antes se había esfumado, dando paso a un incómodo silencio. Las miradas, ahora, estaban todas fijas sobre el espadachín. Quizá podría haberse quedado todo ahí. Quizá podría haberse largado y no causar más problemas... Pero estos no iban a abandonarle, ni él a ellos. Menos aún tras ingerir media reserva de la taberna.
- ¿Alguien más quiere tocarme las narices? Si es así que se levante, le haré una nueva cara -gritó.
Como era de esperar, no fueron pocos los hombres que se pusieron en pie en aquel antro de mala muerte... Y tras varios forcejeos, golpes, mordiscos y sillas rotas, arrojaron al cazador fuera, quien rodó por el suelo frente al local.
- ¡Y no vuelvas a aparecer por aquí! -le dijeron, frotándose las manos y volviendo al interior del local.
Algunos transeuntes de la zona se quedaron mirando al chico unos instantes para, al momento, continuar con su camino, no queriendo verse metidos en líos por culpa de un desconocido. Kazuo, tras un rato, comenzó a erguirse despacio, escupiendo un poco de sangre a un lado y limpiándose el labio con el dorso de la mano. En su mano izquierda reposaban sus espadas envainadas... Y en la derecha una botella de ron de la que había logrado apropiarse durante la pelea. La descorchó con los dientes y dio otro trago antes de comenzar a andar, torpemente, sin dirección alguna.
El ambiente era, cuanto menos, animado, lo cual estaba resultando un tanto molesto para Kazuo. Demasiado ruido. Muy poca tranquilidad. Quizá en otros tiempos él mismo habría sido el centro de atención en aquel lugar, así como el motivo del ruido y el alboroto, pero ese era un barco que había zarpado tiempo atrás. Dos años, para ser exactos. ¿Qué había sido del joven espadachín que ansiaba comerse el mundo? El terror de Wano, el espadachín renegado... Todo eso había quedado muy lejos, fuera de su alcance. Ni siquiera aspiraba ya a alcanzar esas metas. Tan solo bebía y bebía, gastando buena parte de lo que ganaba en alcohol en un intento de ahogar sus penas... Lástima que no funcionara. Desde que Shun marchó del mundo de los vivos se encontraba de capa caída. Byakuro también había desaparecido, y fue incapaz de reencontrarse con el resto de sus compañeros. ¿Qué más daba? ¿Había llegado a encajar con ellos siquiera en algún momento? Quizá le dieran por muerto a él también... O quizá habrían sido ellos los siguientes en seguir al capitán y a su maestro.
- Chico... Ya has bebido demasiado. ¿Por qué no vuelves a casa y...? -comenzó el tabernero, con gesto preocupado.
- ¿Te he pagado acaso para que me digas lo que tengo que hacer? -le cortó de forma brusca, mirándole con el ceño fruncido- Tan solo haz tu puto trabajo.
Probablemente en otras circunstancias ese hombre no solo le habría respondido, sino que además le habría echado a patadas de su local. Sin embargo, en aquella ocasión, Kazuo parecía menos que nunca trigo limpio. Sus ropas extravagantes habían sido sustituidas por viejos harapos, gastados por el tiempo y los viajes que había hecho durante aquellos años en solitario. Su rostro, antaño barbilampiño, ahora poseía una descuidada barba que le hacía envejecer unos cuantos años. Marcadas ojeras y un fuerte olor a alcohol era lo que podían percibir con facilidad aquellos que se acercaran lo suficiente. El viejo dueño del sitio rellenó la jarra y la puso frente al castaño, quien se limitó a dejar unas pocas monedas sobre la barra de madera.
- Bien -concluyó, tomándola con una mano y dando un largo trago.
Todo podría haberse quedado ahí, pero al parecer su presencia estaba siendo más molesta de lo normal... Y pronto vinieron los problemas, como ya iba siendo costumbre.
- Eh, tú -pudo escuchar a su lado una voz perteneciente a todo un matón de barrio, uno de los que parecían ser clientes habituales de ese sitio- Te estás pasando de listo, ¿Sabes? Mi gente y yo no queremos chusma como tú aquí, así que... ¿Por qué no te largas cagando hostias, amigo?
Kazuo hizo oídos sordos ante la amable petición de su nuevo compañero de copas, tomando de nuevo la jarra y acercándosela a los labios para dar otro trago. No pareció sentarle demasiado bien al contrario, pues había comenzado a hinchársele una vena en el cuello. El cazador le miró de reojo, alzando una ceja.
- Porque no me gusta tirar el dinero... Y porque no me sale de los cojones -respondió en completa calma antes de beber de nuevo.
El grandullón se dispuso entonces a coger la cabeza del castaño y estamparla contra la barra, pero este fue más rápido que él. Ni siquiera tuvo que desenvainar sus espadas, tan solo precisó de la empuñadura para propinarle un fuerte golpe en el estómago y cortarle la respiración. Aprovechando esto se puso en pie, dándole un contundente rodillazo en el rostro aprovechando su inclinación. Su agresor retrocedió a trompicones, terminando por caer sobre una mesa llena de bebidas, rompiéndola con su peso. Todo el ruido que había segundos antes se había esfumado, dando paso a un incómodo silencio. Las miradas, ahora, estaban todas fijas sobre el espadachín. Quizá podría haberse quedado todo ahí. Quizá podría haberse largado y no causar más problemas... Pero estos no iban a abandonarle, ni él a ellos. Menos aún tras ingerir media reserva de la taberna.
- ¿Alguien más quiere tocarme las narices? Si es así que se levante, le haré una nueva cara -gritó.
Como era de esperar, no fueron pocos los hombres que se pusieron en pie en aquel antro de mala muerte... Y tras varios forcejeos, golpes, mordiscos y sillas rotas, arrojaron al cazador fuera, quien rodó por el suelo frente al local.
- ¡Y no vuelvas a aparecer por aquí! -le dijeron, frotándose las manos y volviendo al interior del local.
Algunos transeuntes de la zona se quedaron mirando al chico unos instantes para, al momento, continuar con su camino, no queriendo verse metidos en líos por culpa de un desconocido. Kazuo, tras un rato, comenzó a erguirse despacio, escupiendo un poco de sangre a un lado y limpiándose el labio con el dorso de la mano. En su mano izquierda reposaban sus espadas envainadas... Y en la derecha una botella de ron de la que había logrado apropiarse durante la pelea. La descorchó con los dientes y dio otro trago antes de comenzar a andar, torpemente, sin dirección alguna.
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-Paso de correr -sentenció Ewan.
Me detuve y me giré, mirándolo con los brazos cruzados. Si no quería formar parte de esta búsqueda entonces que no molestase. Cuando se pone en modo gruñón no hay quién le soporte, ni Jaspe. Ewan se dio media vuelta y volvió al barco. Suspiré con resignación y el elfo al fin me alcanzó. Nos habíamos adentrado al centro, pero había un montón de gente. Así era difícil divisar a Kazuo. Jaspe, mientras tanto, se dedicaba a observar a las gentes y entretanto les iba guiñando un ojo a las muchachas que pillaba por la calle.
-Bueno, ¿cómo es el chico?
-Pues... es muy alto y pálido; llevaba el pelo como si fuese un deprimido de la vida.
Me rasqué la mejilla, tratando de recordarlo bien. No me sabía todos sus detalles a la perfección y, de todas formas, habían pasado años desde la última vez que lo vi. Supuse que ya estaría cambiado, pero al menos... lo reconocería de alguna manera.
-Vaya, me acabas de describir a un gran porcentaje de la población. ¿Algún detalle reseñable?
-¡Sus ojos! Son rojos como el rubí.
Jaspe se frotó la barbilla pensativo. Eso le serviría, al fin y al cabo no era una característica muy común entre la gente. Recuerdo que la primera vez que le vi, sus ojos me asustaron. Era raro, pero me acabé acostumbrando. A pesar de que no duró mucho tiempo la estadía en aquella banda... esperaba que siguiese recordándome. Así al menos tendría un motivo para abrir el gremio. Puse las manos en las caderas, mirando a los alrededores; por la cara sabía que no era ninguno de los que se encontraba allí, seguía recordando sus facciones.
Jaspe y yo nos pusimos en camino. Empezamos preguntando por el puerto a los mercantes, pero siempre ponían una cara rara cuando le dábamos explicaciones. Por desgracia, avanzamos hacia los puestos de comercio, preguntando a los viajeros si habían visto al cazador, pero nadie sabía nada. Estaba harta de recorrer las calles y no recibir una mísera respuesta. En varios momentos pensé en dar la vuelta, pero algo me decía que sí estaba aquí y si abandonaba Domica probablemente no lo volviese a encontrar.
-Yoko... - Musitó Jaspe-. No va a aparecer...
-¡Sí!
-Pelirroja, estamos en un lugar demasiado grande, no va aparecer de la nada. ¿Por qué no vamos a puntos clave?
-¿Qué es eso?
-Tabernas, plazas, monumentos... Al ser un sitio muy transitado podríamos encontrarlo.
-Empecemos por las tabernas.
Jaspe y yo nos pusimos en camino. Investigamos cuantas tabernas había y fuimos una por una. Era agotador ir de un lado para otro. En la primera taberna, preferimos no entrar. Había sido abrir la puerta y un pestazo a alcohol, pero sobre todo era por las personas que allí había, piratas infames y llenos de maldad. Lo mejor había sido largarse. Después, llegamos a otra taberna un par de calles más abajo. Le dimos las indicaciones al tabernero y este nos dijo que si había visto un chico así, pero solo por los ojos. Hacía días que había habituado aquel lugar, pero no habían vuelto a saber nada de él. Lo mismo pasó con la siguiente taberna...
-Esto es absurdo, deberíamos volver.
-No me voy a ir de aquí sin él, así tenga que buscarlo yo sola.
Jaspe no solía ser pesimista, pero el agotamiento incitaba a ello. Solo nos quedaba una. Cuando llegamos la muchedumbre impedía el paso, a lo lejos vi un hombre tirado en el suelo. Si no se apartaba toda esta gente lo pisaría, me fui colando entre ellos hasta llegar al sujeto, que estaba de espaldas.
-¿Necesita ayu... - Inquirí mientras le rodeaba.
Me quedé mirándolo, con tristeza y asombro. Sus ojos rojos habían delatado quién era, a pesar de sus condiciones. Era horrible... Me dejé caer de rodillas frente a él. Debería alegrarme por encontrarlo, pero su simple estado me lo impedía. Estaba asustada por lo que pudiese pasarle, necesitaba ayuda urgentemente.
-Kazuo -susurré-. Kazuo.
Llevé la mano a su hombro, moviéndolo con suavidad. Estaba demacrado, a su lado había una botella de alcohol. Maldita sea, ¿cómo ha podido acabar así? Miré hacia arriba y veía la gente pasar como si no ocurriese nada, tenía ganas de llamarlos insensibles. Jaspe se quedó mirándolo con pena.
-No lo mires así y ayúdame - Lo zarandeé de nuevo.
Me detuve y me giré, mirándolo con los brazos cruzados. Si no quería formar parte de esta búsqueda entonces que no molestase. Cuando se pone en modo gruñón no hay quién le soporte, ni Jaspe. Ewan se dio media vuelta y volvió al barco. Suspiré con resignación y el elfo al fin me alcanzó. Nos habíamos adentrado al centro, pero había un montón de gente. Así era difícil divisar a Kazuo. Jaspe, mientras tanto, se dedicaba a observar a las gentes y entretanto les iba guiñando un ojo a las muchachas que pillaba por la calle.
-Bueno, ¿cómo es el chico?
-Pues... es muy alto y pálido; llevaba el pelo como si fuese un deprimido de la vida.
Me rasqué la mejilla, tratando de recordarlo bien. No me sabía todos sus detalles a la perfección y, de todas formas, habían pasado años desde la última vez que lo vi. Supuse que ya estaría cambiado, pero al menos... lo reconocería de alguna manera.
-Vaya, me acabas de describir a un gran porcentaje de la población. ¿Algún detalle reseñable?
-¡Sus ojos! Son rojos como el rubí.
Jaspe se frotó la barbilla pensativo. Eso le serviría, al fin y al cabo no era una característica muy común entre la gente. Recuerdo que la primera vez que le vi, sus ojos me asustaron. Era raro, pero me acabé acostumbrando. A pesar de que no duró mucho tiempo la estadía en aquella banda... esperaba que siguiese recordándome. Así al menos tendría un motivo para abrir el gremio. Puse las manos en las caderas, mirando a los alrededores; por la cara sabía que no era ninguno de los que se encontraba allí, seguía recordando sus facciones.
Jaspe y yo nos pusimos en camino. Empezamos preguntando por el puerto a los mercantes, pero siempre ponían una cara rara cuando le dábamos explicaciones. Por desgracia, avanzamos hacia los puestos de comercio, preguntando a los viajeros si habían visto al cazador, pero nadie sabía nada. Estaba harta de recorrer las calles y no recibir una mísera respuesta. En varios momentos pensé en dar la vuelta, pero algo me decía que sí estaba aquí y si abandonaba Domica probablemente no lo volviese a encontrar.
-Yoko... - Musitó Jaspe-. No va a aparecer...
-¡Sí!
-Pelirroja, estamos en un lugar demasiado grande, no va aparecer de la nada. ¿Por qué no vamos a puntos clave?
-¿Qué es eso?
-Tabernas, plazas, monumentos... Al ser un sitio muy transitado podríamos encontrarlo.
-Empecemos por las tabernas.
Jaspe y yo nos pusimos en camino. Investigamos cuantas tabernas había y fuimos una por una. Era agotador ir de un lado para otro. En la primera taberna, preferimos no entrar. Había sido abrir la puerta y un pestazo a alcohol, pero sobre todo era por las personas que allí había, piratas infames y llenos de maldad. Lo mejor había sido largarse. Después, llegamos a otra taberna un par de calles más abajo. Le dimos las indicaciones al tabernero y este nos dijo que si había visto un chico así, pero solo por los ojos. Hacía días que había habituado aquel lugar, pero no habían vuelto a saber nada de él. Lo mismo pasó con la siguiente taberna...
-Esto es absurdo, deberíamos volver.
-No me voy a ir de aquí sin él, así tenga que buscarlo yo sola.
Jaspe no solía ser pesimista, pero el agotamiento incitaba a ello. Solo nos quedaba una. Cuando llegamos la muchedumbre impedía el paso, a lo lejos vi un hombre tirado en el suelo. Si no se apartaba toda esta gente lo pisaría, me fui colando entre ellos hasta llegar al sujeto, que estaba de espaldas.
-¿Necesita ayu... - Inquirí mientras le rodeaba.
Me quedé mirándolo, con tristeza y asombro. Sus ojos rojos habían delatado quién era, a pesar de sus condiciones. Era horrible... Me dejé caer de rodillas frente a él. Debería alegrarme por encontrarlo, pero su simple estado me lo impedía. Estaba asustada por lo que pudiese pasarle, necesitaba ayuda urgentemente.
-Kazuo -susurré-. Kazuo.
Llevé la mano a su hombro, moviéndolo con suavidad. Estaba demacrado, a su lado había una botella de alcohol. Maldita sea, ¿cómo ha podido acabar así? Miré hacia arriba y veía la gente pasar como si no ocurriese nada, tenía ganas de llamarlos insensibles. Jaspe se quedó mirándolo con pena.
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