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El olor de incienso invadía toda la habitación. Estaba sentada en unos cojines mientras revisaba todo el papeleo. Papá me había dejado investigar sobre los últimos revolucionarios que habían estado atacando a la isla. Por suerte había logrado atrapar a alguno y quemarlo vivo en el centro de la ciudad. Quería que los ciudadanos aprendiesen a quién debían apoyar, o si no, tendrían muertes horribles como esa basura. No me andaba con bromas en este tema, era muy importante para mí. Tenía que mantener el bienestar, pero si para eso era necesario infundir el miedo, lo consideraba un detalle.
Llamaron a la puerta. Ordené que entrase fuera quien fuera. Un soldado hizo una reverencia y me tendió una carpeta. La miré confusa y luego a él.
-Princesa, la investigación que me pidió sobre aquel muchacho... Hemos reunido toda la información. - Al fin recordé. Habían pasado un par de semanas desde aquel torneo. Torneo en el cual había perdido, que rabia. El chico de la información no era ni más ni menos que él que me había halagado. Él único que se hizo notar. Sonreí y abrí la carpeta. El guardia se mantuvo impasible.
-Vaya, vaya... - Murmuré. Tras eso me levanté y di varias vueltas por la habitación. Sabía que varios revolucionarios tenían recompensas altas fuera de esta isla, pero no lograba asociar los rostros. - Interesante. ¿Y qué hace aquí un revolucionario? ¿Acaso atentar contra la vida de mi gente? - El guardia se encogió de hombros. - Bien, manda a más soldados a todas las salidas de la isla y controlad quién sale y quién entra. Si veis algo sospechoso detenedlo.
El soldado asintió a la vez que hacía una reverencia y se retiró. Para mí era hora de ir dar una vuelta por la ciudad. Me quité la corona y dejé todo mi cabello suelto. También la capa y armadura de cuero que llevaba casi siempre, quedándome tan solo con unos pantalones rojos y un top del mismo color.
Salí de la habitación y dejé el palacio imperial atrás. Respiré profundamente, el olor de las chimeneas por las mañanas en el imperio era maravilloso, me hacía sentir nostalgia. Llegué al mercado. Allí había un montón de puestos de comida, frutas, ropa. El jaleo lo inundaba todo. Me acerqué hasta un puesto de fruta y vi unas manzanas realmente apetitosas.
-Ouch... - El dinero se me había olvidado. Y por suerte, al ir tan distinta a los ciudadanos les costaría reconocerme. Sonreí y miré más frutas como si tuviese hambre. - Todo tiene una pinta deliciosa. - Dije con dulzura. Quizás se apiadase alguien de mí.
Llamaron a la puerta. Ordené que entrase fuera quien fuera. Un soldado hizo una reverencia y me tendió una carpeta. La miré confusa y luego a él.
-Princesa, la investigación que me pidió sobre aquel muchacho... Hemos reunido toda la información. - Al fin recordé. Habían pasado un par de semanas desde aquel torneo. Torneo en el cual había perdido, que rabia. El chico de la información no era ni más ni menos que él que me había halagado. Él único que se hizo notar. Sonreí y abrí la carpeta. El guardia se mantuvo impasible.
-Vaya, vaya... - Murmuré. Tras eso me levanté y di varias vueltas por la habitación. Sabía que varios revolucionarios tenían recompensas altas fuera de esta isla, pero no lograba asociar los rostros. - Interesante. ¿Y qué hace aquí un revolucionario? ¿Acaso atentar contra la vida de mi gente? - El guardia se encogió de hombros. - Bien, manda a más soldados a todas las salidas de la isla y controlad quién sale y quién entra. Si veis algo sospechoso detenedlo.
El soldado asintió a la vez que hacía una reverencia y se retiró. Para mí era hora de ir dar una vuelta por la ciudad. Me quité la corona y dejé todo mi cabello suelto. También la capa y armadura de cuero que llevaba casi siempre, quedándome tan solo con unos pantalones rojos y un top del mismo color.
Salí de la habitación y dejé el palacio imperial atrás. Respiré profundamente, el olor de las chimeneas por las mañanas en el imperio era maravilloso, me hacía sentir nostalgia. Llegué al mercado. Allí había un montón de puestos de comida, frutas, ropa. El jaleo lo inundaba todo. Me acerqué hasta un puesto de fruta y vi unas manzanas realmente apetitosas.
-Ouch... - El dinero se me había olvidado. Y por suerte, al ir tan distinta a los ciudadanos les costaría reconocerme. Sonreí y miré más frutas como si tuviese hambre. - Todo tiene una pinta deliciosa. - Dije con dulzura. Quizás se apiadase alguien de mí.
Osuka Sumisu
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- Que no escape! Por la orden de la realeza Teikoku quedáis arrestado!- pronunció un soldado de rojos ropajes y una lanza de aspecto amenazante, acompañado de unos cuantos más de los suyos
Más adelante y con mayor velocidad, una chico de cabellos anaranjados recogidos en una coleta y vestido con una túnica sin ponerse la capucha, corría como alma que lleva el diablo.- PRIMERO ATRAPARME SI PODÉIS Y LUEGO HABLAMOS, JOPUTAS!
El sargento revolucionario Osuka recorría aquella ciudad huyendo aquellos soldados del imperio que gobernaba la isla. Esta isla había sido objetivo de la Armada Revolucionaria, y aunque no sabía los detalles del porque esta, la cosa no parece haberles salido muy bien a los de su bando. Las entradas y salidas a ciudad principal hizo difícil que él junto a un pequeño escuadrón entrasen para recoger a los últimos rezagados que aún seguían dentro de la capital imperial.
No habia tenido mas remedio que distraer a los guardias para que el resto del equipo pudiera entrar, aunque eso le había costado un disparo en todo el hombro que al menos no sangraba mucho.
Se encontró con su salvación ya que por suerte encontró unos callejones, perfectos para las habilidades. Utilizando la Ishi Ishi, encerró por sorpresa a los guardias en cuatro muros inescalables, mientras se marchaba al grito de insultos de los guardias.
Enfrente sus ojos se encontraba el mercado, lugar que rebosaba vida, y lugar idóneo para esconderse.- Lo mejor para ocultar un árbol es esconderlo en el bosque.- se dijo a sus adentros el demonio plateado
El cansancio de la carrera provocó que la tripa del sargento se escuchara como un rugido, por lo que decidió ir a uno de los puestos de fruta. En este vio como una damisela de cabellos negros miraba con recelo las frescas chuches de la naturaleza. A cambio de unas monedas, cogió dos manzanas, ofreciéndole una a ella.- Toma, no me gusta ver a la gente con hambruna, sobre todo a las chicas monas.
Más adelante y con mayor velocidad, una chico de cabellos anaranjados recogidos en una coleta y vestido con una túnica sin ponerse la capucha, corría como alma que lleva el diablo.- PRIMERO ATRAPARME SI PODÉIS Y LUEGO HABLAMOS, JOPUTAS!
El sargento revolucionario Osuka recorría aquella ciudad huyendo aquellos soldados del imperio que gobernaba la isla. Esta isla había sido objetivo de la Armada Revolucionaria, y aunque no sabía los detalles del porque esta, la cosa no parece haberles salido muy bien a los de su bando. Las entradas y salidas a ciudad principal hizo difícil que él junto a un pequeño escuadrón entrasen para recoger a los últimos rezagados que aún seguían dentro de la capital imperial.
No habia tenido mas remedio que distraer a los guardias para que el resto del equipo pudiera entrar, aunque eso le había costado un disparo en todo el hombro que al menos no sangraba mucho.
Se encontró con su salvación ya que por suerte encontró unos callejones, perfectos para las habilidades. Utilizando la Ishi Ishi, encerró por sorpresa a los guardias en cuatro muros inescalables, mientras se marchaba al grito de insultos de los guardias.
Enfrente sus ojos se encontraba el mercado, lugar que rebosaba vida, y lugar idóneo para esconderse.- Lo mejor para ocultar un árbol es esconderlo en el bosque.- se dijo a sus adentros el demonio plateado
El cansancio de la carrera provocó que la tripa del sargento se escuchara como un rugido, por lo que decidió ir a uno de los puestos de fruta. En este vio como una damisela de cabellos negros miraba con recelo las frescas chuches de la naturaleza. A cambio de unas monedas, cogió dos manzanas, ofreciéndole una a ella.- Toma, no me gusta ver a la gente con hambruna, sobre todo a las chicas monas.
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Qué estúpida podía ser a veces. Si quisiera, con tan solo decir mi nombre, aquella mujer me ofrecería la tienda entera, pero debía mantener las formas. Observé cuáles eran las mejores, pero para qué martirizarme. En cuanto me iba a ir un muchacho me ofreció las manzanas que había estado mirando antes. La dueña de la tienda agradeció la compra, al igual que yo en cuanto me ofreció una.
-Vaya... muchas gracias. - Dije sonriendo. Era la primera vez que me invitaban sin meter miedo u obligar. Era una sensación reconfortante.
Miré al muchacho de arriba abajo. Sus rasgos, su cara... ¡Espera! Fue él que me hizo cumplidos en el torneo. Interesante, ¿cómo alguien de tan lejos vendría a parar aquí? Pero lo mejor de todo, es que los inútiles de mis guardias no habían sido capaces de encontrarlo y yo, por la cara, sí.
Tengo un don, siempre acabo consiguiendo lo que quiero.
Osuka Sumisu era su nombre. Lo recordaba perfectamente por el cartel de se busca, un asqueroso revolucionario. Le pegué un bocado a la manzana, estaba muy jugosa. - ¡Vaya, está deliciosa! - Me pregunto si no me recordaría, ¿tanto había cambiado al quitarme los ropajes de la realeza?
-No sé como agradecerte que me invitases a una manzana, suena... bastante raro. - Reí con cierta timidez; sin embargo, me fijé en su hombro. - ¿Estás bien? Deberías mirarte esa herida, puede infectarse. - Comenté con cierta preocupación - Ven conmigo, te ayudaré. Conozco unas hierbas medicinales perfectas, escuecen un poco, pero sanan enseguida.
-Vaya... muchas gracias. - Dije sonriendo. Era la primera vez que me invitaban sin meter miedo u obligar. Era una sensación reconfortante.
Miré al muchacho de arriba abajo. Sus rasgos, su cara... ¡Espera! Fue él que me hizo cumplidos en el torneo. Interesante, ¿cómo alguien de tan lejos vendría a parar aquí? Pero lo mejor de todo, es que los inútiles de mis guardias no habían sido capaces de encontrarlo y yo, por la cara, sí.
Tengo un don, siempre acabo consiguiendo lo que quiero.
Osuka Sumisu era su nombre. Lo recordaba perfectamente por el cartel de se busca, un asqueroso revolucionario. Le pegué un bocado a la manzana, estaba muy jugosa. - ¡Vaya, está deliciosa! - Me pregunto si no me recordaría, ¿tanto había cambiado al quitarme los ropajes de la realeza?
-No sé como agradecerte que me invitases a una manzana, suena... bastante raro. - Reí con cierta timidez; sin embargo, me fijé en su hombro. - ¿Estás bien? Deberías mirarte esa herida, puede infectarse. - Comenté con cierta preocupación - Ven conmigo, te ayudaré. Conozco unas hierbas medicinales perfectas, escuecen un poco, pero sanan enseguida.
Osuka Sumisu
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La joven belleza parecía ser una habitante mas de aquel reino que me había dado tantos problemas a pesar del poco tiempo. Al menos el resto de islas me dejaban entrar sin recibir un balazo de los que duelen e incluso los marines eran mas majos y avisaban primero antes de pegarte un puto tiro.
Me agradeció con una leve, pero agradable sonrisa por haberle dado aquella fruta de buena voluntad, cosa que hizo que me sonrojara un poco.- Es un placer, se te veía como si te fueras a abalanzar como tigre-. bromee con cierto nerviosismo.
Las chicas me ponían nervioso, ya me lo decían en su momento; que estaba en la edad del pavo o la del corral entero en mi caso. No era culpa mia, el ser humano es así de idiota cuando quiere.
Aunque, se me hacia algo raro en ella. No refiero a que tuviera algo raro, sino de haber visto a alguien parecido en algún otro lado, pero no me acordaba. No era muy bueno recordando nombres y caras, entre otras cosas, y eso siempre me hacia llevar un pequeño bloc de notas en el bolsillo para apuntar lo importante.
Se había fijado en que mi hombro empezaba a sangrar mas de lo debido otra vez, no sabia mucho de medicina y por ello desconocía como iba el tema del sangrado humano, aunque si sabia que nunca era algo bueno. Se ofreció a seguirla para darme algún tratamiento para aquella herida que empezaba cada vez a dolerme mas. Las balas de por si no eran peligrosas en cuestión de microbios pero el cacho de tela que se había llevado por delante si y podría empezar a infectárseme. Ademas, dejar un reguero de sangre seria como un camino de baldosas amarillas para los soldados si aun me estaban siguiendo.
- Es muy amable por tu parte preocuparte de alguien que acabas de conocer. Literalmente eres la mas maja que he visto desde que llegué a este lugar-. me tome un segundo mientras la seguía y apretaba la herida con la mano contraria para hacer presión y no sangrase demasiado.- Aun no me has dicho tu nombre. Soy Osuka, aunque puedes llamarme Osu si te apetece.
Me agradeció con una leve, pero agradable sonrisa por haberle dado aquella fruta de buena voluntad, cosa que hizo que me sonrojara un poco.- Es un placer, se te veía como si te fueras a abalanzar como tigre-. bromee con cierto nerviosismo.
Las chicas me ponían nervioso, ya me lo decían en su momento; que estaba en la edad del pavo o la del corral entero en mi caso. No era culpa mia, el ser humano es así de idiota cuando quiere.
Aunque, se me hacia algo raro en ella. No refiero a que tuviera algo raro, sino de haber visto a alguien parecido en algún otro lado, pero no me acordaba. No era muy bueno recordando nombres y caras, entre otras cosas, y eso siempre me hacia llevar un pequeño bloc de notas en el bolsillo para apuntar lo importante.
Se había fijado en que mi hombro empezaba a sangrar mas de lo debido otra vez, no sabia mucho de medicina y por ello desconocía como iba el tema del sangrado humano, aunque si sabia que nunca era algo bueno. Se ofreció a seguirla para darme algún tratamiento para aquella herida que empezaba cada vez a dolerme mas. Las balas de por si no eran peligrosas en cuestión de microbios pero el cacho de tela que se había llevado por delante si y podría empezar a infectárseme. Ademas, dejar un reguero de sangre seria como un camino de baldosas amarillas para los soldados si aun me estaban siguiendo.
- Es muy amable por tu parte preocuparte de alguien que acabas de conocer. Literalmente eres la mas maja que he visto desde que llegué a este lugar-. me tome un segundo mientras la seguía y apretaba la herida con la mano contraria para hacer presión y no sangrase demasiado.- Aun no me has dicho tu nombre. Soy Osuka, aunque puedes llamarme Osu si te apetece.
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El chico era bastante tímido desde un primer momento. Espero que no se comportase así con todo el mundo, si no, no entendería cómo ganó tales recompensas o cómo se volvió tan peligroso. Incógnitas de la vida... Él se ofreció a seguirme para ir en busca de las hierbas. En este caso solo usaría un poco de Aliaria, una hierba medicinal que cicatrizaba las heridas superficiales y también servía de alimento cuando alguien no tenía para comer. En la ciudad del este, tan grande como Reddo, se cultivaba y se comerciaba con ella a un gran precio, pues los aventureros o historiadores la buscaban cuando se adentraban en los interminables bosques del imperio.
En la capital, donde estaba el palacio real, no había mucho tránsito de ella; sin embargo, solíamos tener almacenes con recursos y en el palacio no era un problema encontrarla. La vieja tata sabía dónde se guardaba. Vaya... No salió como pensaba la cosa. ¿Llevarlo a palacio tan pronto? No, sería muy sospechoso. Le llevaría cuando tuviese cierta confianza.
-Tu puedes llamarme Azu. - Respondí con una sonrisa. - Me gusta ayudar a las personas siempre que puedo. Además, la gente aquí es muy hospitalaria, me resulta extraño que digas eso.
Me detuve un momento cuando un capitán de la guardia real pasó por delante nuestra. Llamé su atención y este se acercó haciendo una reverencia. Se quedó mirando a Osu y, después a mí.
-Ve a palacio y pide un poco de Aliaria, la necesito rápido. Estaremos en los jardines de la Plaza del Sol. - El guardia asintió y se retiró. Me giré hacia Osu. - ¿Estás bien?
Tras eso me dispuse a caminar hacia la plaza, estaba relativamente cerca y era un sitio bastante tranquilo para charlar. Había bancos y árboles enormes que cubrían el cielo. El sitio ideal.
-Está aquí al lado. Por cierto ¿Cómo te hiciste esa herida? - Inquirí.
En la capital, donde estaba el palacio real, no había mucho tránsito de ella; sin embargo, solíamos tener almacenes con recursos y en el palacio no era un problema encontrarla. La vieja tata sabía dónde se guardaba. Vaya... No salió como pensaba la cosa. ¿Llevarlo a palacio tan pronto? No, sería muy sospechoso. Le llevaría cuando tuviese cierta confianza.
-Tu puedes llamarme Azu. - Respondí con una sonrisa. - Me gusta ayudar a las personas siempre que puedo. Además, la gente aquí es muy hospitalaria, me resulta extraño que digas eso.
Me detuve un momento cuando un capitán de la guardia real pasó por delante nuestra. Llamé su atención y este se acercó haciendo una reverencia. Se quedó mirando a Osu y, después a mí.
-Ve a palacio y pide un poco de Aliaria, la necesito rápido. Estaremos en los jardines de la Plaza del Sol. - El guardia asintió y se retiró. Me giré hacia Osu. - ¿Estás bien?
Tras eso me dispuse a caminar hacia la plaza, estaba relativamente cerca y era un sitio bastante tranquilo para charlar. Había bancos y árboles enormes que cubrían el cielo. El sitio ideal.
-Está aquí al lado. Por cierto ¿Cómo te hiciste esa herida? - Inquirí.
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Azu era el nombre de aquella guapa señorita, mostraba ser una buena samaritana que le gustaba ayuda. Pocas veces se veían personas así y era un detalle que me gustaba. Un guardia paso por el lado nuestro e intentaba evitar tanto el contacto visual como que no viera la herida del brazo. Azu por su parte se puso a hablar con él y se marchó haciéndole una reverencia.
No era tan tonto como para saber que significaba si te hacia un agente de la ley. De todas las personas tenía que tratarse de algunos de los mandamases de la isla, solo esperaba que no fuera ella la que ordenó a los guardias hacerme este embrollo. Por el momento haría que no sabía nada.
Llegamos un parque bastante lustroso, donde los árboles y arbustos, le daban un toque de naturaleza bastante bonito. La gente estaba reunida hablando y caminaba apaciguadamente, dando a ver una pequeña faceta de la ciudad que no había visto antes. A punto de llegar, insistió en preguntarme como me había sido herido.
- Bueno, digamos que han sido gajes del oficio.- comente mientras soltaba un resoplido debido al escozor de la herida.- Digamos que estoy buscando a unos amigos y la cosa no ha empezado muy bien con los guardias...
No era tan tonto como para saber que significaba si te hacia un agente de la ley. De todas las personas tenía que tratarse de algunos de los mandamases de la isla, solo esperaba que no fuera ella la que ordenó a los guardias hacerme este embrollo. Por el momento haría que no sabía nada.
Llegamos un parque bastante lustroso, donde los árboles y arbustos, le daban un toque de naturaleza bastante bonito. La gente estaba reunida hablando y caminaba apaciguadamente, dando a ver una pequeña faceta de la ciudad que no había visto antes. A punto de llegar, insistió en preguntarme como me había sido herido.
- Bueno, digamos que han sido gajes del oficio.- comente mientras soltaba un resoplido debido al escozor de la herida.- Digamos que estoy buscando a unos amigos y la cosa no ha empezado muy bien con los guardias...
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Finalmente, los jardines de la Plaza del Sol. Llegamos en cuestión de minutos. Una vez allí había varias personas charlando y paseando tranquilamente así como varios hombres investigando ciertas plantas. No llamábamos la atención en absoluto aunque quizás mirasen a Osuka por el hecho de estar herido, pero eran detalles.
¿Gajes del oficio? Pobrecito. Qué ingenuo, debería haber dicho algo más elaborado, esa respuesta tan vulgar no merecía ni una mísera respuesta. Sonreí dulcemente, aparentando que me importaba lo que decía.
Un guardia nos llamó la atención. Venía con una pequeño botecito rodeado de tela marrón, dentro de ella traería la aliaria como le pedí. Le ofrecía Osu asiento en el banco de piedra y mientras tanto, yo iría a por la bolsa. Al recogerla, el guardia hizo una reverencia y se mantuvo en la entrada de los jardines.
Yo volví junto a Osuka y abrí el pequeño envase. Un agradable olor emergió de la crema proveniente de la Aliaria. Cogí una poca con el dedo índice.
-Déjame ver - Le pedí educadamente. - Te va a escocer un poquito, pero se te pasará pronto.
Se la extendí con sumo cuidado y delicadeza.
-Hay que tener más cuidado eh, ¿quieres que te ayude a buscar a tus amigos? En la capital es muy difícil desaparecer de la vista de los guardias. Estos están por todas partes, es como si las calles tuviesen ojos.
Reí. Guardé el bote y lo dejé sobre el banco.
¿Gajes del oficio? Pobrecito. Qué ingenuo, debería haber dicho algo más elaborado, esa respuesta tan vulgar no merecía ni una mísera respuesta. Sonreí dulcemente, aparentando que me importaba lo que decía.
Un guardia nos llamó la atención. Venía con una pequeño botecito rodeado de tela marrón, dentro de ella traería la aliaria como le pedí. Le ofrecía Osu asiento en el banco de piedra y mientras tanto, yo iría a por la bolsa. Al recogerla, el guardia hizo una reverencia y se mantuvo en la entrada de los jardines.
Yo volví junto a Osuka y abrí el pequeño envase. Un agradable olor emergió de la crema proveniente de la Aliaria. Cogí una poca con el dedo índice.
-Déjame ver - Le pedí educadamente. - Te va a escocer un poquito, pero se te pasará pronto.
Se la extendí con sumo cuidado y delicadeza.
-Hay que tener más cuidado eh, ¿quieres que te ayude a buscar a tus amigos? En la capital es muy difícil desaparecer de la vista de los guardias. Estos están por todas partes, es como si las calles tuviesen ojos.
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La señorita de cabellos negros parecía estar en una posición social bastante ventajosa, ya que los guardias hacían lo que pedía sin rechistar. Trajo un bote envuelto en una tela, seguramente porque la luz estropeaba el contenido y que emitía un olor agradable. Metió un dedo en el ungüento y se acercó a la herida mientras le advertía que iba a escocerle.
- Comparado con la herida, creo que podré aguantar un poco de…-. Cuando la crema entró en contacto con la herida, hice inconscientemente un pequeño chillido con de voz de pito casi inaudible.- Pues… Si, si que pica un poco...
Después empezó explicarme que tuviera más cuidado con esos guardias y que me ofrecía amablemente su ayuda.
- Eres muy amable… Espera aquí un momento-. Me fui entre los arbustos de aquellos jardines y cogió una piedra del tamaño de su mano y volvió al banco.- Déjame enseñarte algo.
Agarrando el pedrusco con la mano izquierda, empecé a tocar la piedra con la otra, usando la punta de los dedos. Poco a poco, el mineral de fue metamorfoseando, hasta lograr una versión en miniatura de aquella mujer que mostraba hasta el más mínimo detalle. Cuando termine, se lo di en muestra de regalo.
- Espero que te guste.- Me quedé en silencio unos segundos hasta que se me ocurrió cómo aprovechar la ocasión.- He visto que tienes buena influencia entre los guardias y un amigo mío fue el pobre infeliz de la ejecución. Me gustaría saber si podrías ayudarme a ver si hay alguien más que conozca estuviera retenido y podamos aclararlo todo.
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¿A dónde va? Ladeé la cabeza intentando ver que hacía hasta que llegó con un pedrusco. Me sorprendí al ver lo que intentaba hacer con la piedra, hasta que le dio forma de... era yo. Estaba perpleja ante la pequeña obra de arte, era una mini-yo con todos sus detallitos. Era preciosa. Pero lo que más me gustaba era que aquel chico controlaba la piedras, tenía pinta de tener un don poderoso.
-Vaya... nunca me han hecho un regalo así - Musité, sin dejar de mirarla -. Muchas gracias - Le dediqué una dulce sonrisa.
Cierto era que he tenido miles de regalos y a cada cual más lujoso, pero salvo Zuko, Osuka era el único que me hacía un regalo de corazón, por ser amable y eso que me conocía poco. Que gentil por su parte. Jamás esperaba algo así.
-Me encanta - Volví a decir una vez más como agradecimiento.
Guardé la valiosa figura en el bolsillo de mi armadura y, tras esto, escuché lo que tenía que contarme el revolucionario. Al parecer habían capturado algún amigo suyo, con lo cual era lo mejor que podía pasar. Ganarse una amistad a cambio de salvar la vida a un ser querido era muy meritorio.
-¡Claro! - Exclamé alegremente -. Es muy sencillo. Podemos preguntarle a los guardias si deseas o ir por nuestra cuenta. De todas formas, ¿dónde lo viste por última vez? No me avisaron de ningún alboroto en la capital... Es extraño.
Pasé la mano por la barbilla, haciendo como que pensaba.
-En fin, te seguiré.
-Vaya... nunca me han hecho un regalo así - Musité, sin dejar de mirarla -. Muchas gracias - Le dediqué una dulce sonrisa.
Cierto era que he tenido miles de regalos y a cada cual más lujoso, pero salvo Zuko, Osuka era el único que me hacía un regalo de corazón, por ser amable y eso que me conocía poco. Que gentil por su parte. Jamás esperaba algo así.
-Me encanta - Volví a decir una vez más como agradecimiento.
Guardé la valiosa figura en el bolsillo de mi armadura y, tras esto, escuché lo que tenía que contarme el revolucionario. Al parecer habían capturado algún amigo suyo, con lo cual era lo mejor que podía pasar. Ganarse una amistad a cambio de salvar la vida a un ser querido era muy meritorio.
-¡Claro! - Exclamé alegremente -. Es muy sencillo. Podemos preguntarle a los guardias si deseas o ir por nuestra cuenta. De todas formas, ¿dónde lo viste por última vez? No me avisaron de ningún alboroto en la capital... Es extraño.
Pasé la mano por la barbilla, haciendo como que pensaba.
-En fin, te seguiré.
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Esa mirada que mostraba por el regalo que le había dado me satisfacía completamente. El 99% de las akumas se usaban de formas destructivas y bélicas, incluso él lo hacía. Usarla para crear era una manera de redimirse por usar la Ishi Ishi de forma tan bruta a veces.
- Ese es el asunto, esta ciudad es gigantesca y por seguro habrá más de una prisión donde puedan estar retenidos -respondí-. Intentamos salvar a nuestro compañero de las llamas y nos descubrieron antes de tiempo. Al resto los pillaron, yo logró huir, pero…
Simplemente señalé donde estaba la herida, contándole cómo había acabado en ese entuerto. No podía permitir que el resto sufrieran el mismo destino, consumidos por el fuego.
- Tú sabrás si hay un hay un calabozo cerca del centro de la ciudad, ¿verdad? No puedo abandonarlos a su suerte.
Si la fortuna me sonreía, la chica me lo indicaría, pero intentaría dejarla al margen. Ayudar a un criminal se pagaba con la misma condena y ver como aquella chica podía arder en una pira como castigo sería una imagen traumática para el resto de su vida.
- Una cosa -quise preguntarle algo mientras caminábamos-. He oído el rey es así asá, pero que la hija es pasiva agresiva de forma bastante exagerada, ¿es cierto? Supongo que eso de ser una heredera y que algún día tendrás sobre sus hombros un reino amarga a cualquiera.
Esa era al menos mi teoría, también aquella princesa podría estar simplemente loca, aunque no podía confirmarlo. Si en un futuro era posible, negociar con ella para derrocar al actual rey sería una manera más sencilla sin derramamiento de sangre, o al menos uno que no implica al resto del reino.
- Ese es el asunto, esta ciudad es gigantesca y por seguro habrá más de una prisión donde puedan estar retenidos -respondí-. Intentamos salvar a nuestro compañero de las llamas y nos descubrieron antes de tiempo. Al resto los pillaron, yo logró huir, pero…
Simplemente señalé donde estaba la herida, contándole cómo había acabado en ese entuerto. No podía permitir que el resto sufrieran el mismo destino, consumidos por el fuego.
- Tú sabrás si hay un hay un calabozo cerca del centro de la ciudad, ¿verdad? No puedo abandonarlos a su suerte.
Si la fortuna me sonreía, la chica me lo indicaría, pero intentaría dejarla al margen. Ayudar a un criminal se pagaba con la misma condena y ver como aquella chica podía arder en una pira como castigo sería una imagen traumática para el resto de su vida.
- Una cosa -quise preguntarle algo mientras caminábamos-. He oído el rey es así asá, pero que la hija es pasiva agresiva de forma bastante exagerada, ¿es cierto? Supongo que eso de ser una heredera y que algún día tendrás sobre sus hombros un reino amarga a cualquiera.
Esa era al menos mi teoría, también aquella princesa podría estar simplemente loca, aunque no podía confirmarlo. Si en un futuro era posible, negociar con ella para derrocar al actual rey sería una manera más sencilla sin derramamiento de sangre, o al menos uno que no implica al resto del reino.
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