~Privado ft Erya~ / ¿Corderos y marineros?

' Señor, ¿cree usted que estará bien si le dejamos adentrarse? ' preguntaba el apenado marinero a su capitán, ' Tranquilo, sabe lo que se hace...espero. ' respondió él, con una bajada de su volumen de voz en la última palabra, especial bajada, intentando evitar que se escuchara. Sin embargo, ni el uno ni el otro estaban totalmente convencidos de que aquel joven fuera capaz de adentrarse en una isla del nuevo mundo en sus condiciones, no porque pareciera débil o con una fuerza vital baja, sino porque, y siendo sinceros, el hecho de que un joven fuera a una jungla únicamente cargando con un libro, y exigiendo ningún tipo de escolta, hacia pensar que, o era lo suficientemente poderoso como para poder sobrevivir sólo, o era un suicida. Y digamos que, por cómo se comportó durante la travesía, la primera opción no parecía ser la más probable, en fin...de todas formas, había pagado con mano de obra y, no era mal chaval, así que tendrían que respetar sus decisiones, a pesar de que le pudieran llevar a la muerte más temprana posible y, en el mejor de los casos, si el joven no volvía a una hora temprana, quizás irían a ver en qué situación se encontraba. ' Volvamos al barco, muchachos, tenemos cosas que hacer. Dejad una barca encallada para el compañero. ' A lo que todos respondieron con un fuerte '¡Sí!'

Pero...¿de quién estaba hablando el capitán y el que parecía ser el segundo de a bordo? ¿Un joven con un libro en una isla desconocida? ¿Sería posible que nuestro amigo estuviera en esa isla? Podría ser, por lo que tendríamos que acercarnos para verlo...¡Sí! ¡Era él! Nuestro joven desconocido al que se referían los marineros era aquel adorador fervio de su dios, un profeta de su palabra y gracia, un elegido entre muchos para que transportara la palabra de su señor: Kalya Rïbuta. Pero, ¿cómo había logrado llegar al Nuevo Mundo? Bueno, como bien adelantaron los marineros de antes, había logrado enrolarse en un barco de mercancías mediante la siguiente apuesta: si lograba en el siguiente puerto maximizar las ganancias de su flota de forma que pudieran pagar un viaje al Nuevo mundo, ellos deberían llevarle, además de que aportaría mano de obra. Los marineros, cuando vieron cómo logró convencer al vendedor para que le aportara tal cantidad, vieron que el viaje era algo más que plausible, no dijeron que no a su petición. Y sí, así fue como un profeta llegó al Nuevo Mundo, usando su mayor herramienta, la oratoria. Ahora bien, ¿por qué estaba allí?

Bueno, digamos que, durante su travesía desde Skypia hasta la tierra de hombres, tuvo una revelación que le impuso la obligación de efectuar un peregrinaje hasta la isla más oculta que pudiera encontrar en la Nueva Tierra, donde debía de entrenar sus cualidades y trato con los seres vivos para poder dar el siguiente paso que le impusiera, añadiendo también que, una vez comenzado el peregrinaje, únicamente podría utilizar su libro como único recurso, en adición al don de la palabra. Él, como era de esperar, no puso ningún tipo de oposición a la exigencia de su señor y, nada más llegar a una tierra lo suficientemente desarrollada como para contar con buenas flotas, efectuó la proposición de la que hablábamos anteriormente. Así fue como, rompiendo toda ley natural, una cabra bajó del cielo, atravesó el mar y llegó a una isla donde comenzar su aprendizaje. Algo inaudito, sí, posible, eso tal vez no, pero lo logró, por lo que, si se ponía empeño en cumplir tal objetivo, sí que se podría lograr. Bueno, y una vez hablado de cómo el chico llegó hasta la isla, nos preguntamos, ¿qué estaba haciendo ahora que se encontraba dentro de la jungla?

Bueno, pues para ello me encuentro yo, mi joven lector. Ante las posibilidades que se hallaban delante de él, Kalya, firme y confiado en la palabra de su señor, comenzó a adentrarse entre la maleza hasta hacer que su silueta quedara desaparecida de los ojos de aquellos que aún estuvieran en la playa esperándole, para posteriormente comenzar a evaluar la vegetación, algo que encontró en grandes cantidades y con facilidad. Lo que más le preocupaba eran los animales, los cuales, sí, adoraba, pero era consciente de que ellos tal vez no quisieran que estuviera en su hogar, ocasionado ello que tuviera que montar la guardia y estar atento a los eventos. Al fin y al cabo, era su vida o la de ellos, y él aún tenía cosas que hacer.