Erin Reeve
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La muchacha ya llevaba varios días en aquella desconocida isla. Había tomado la decisión de investigar por cuenta propia, aunque quizá con algo de apoyo por parte de los lugareños, la historia que encerraba cada estatua y escultura que adornaban las calles y edificios. Admiraba el arte con el que embellecían cada rincón. En ese preciso instante, con un libro en mano, se hallaba la pelirrosa sentada sobre un banco de piedra en mitad de uno de los numerosos jardines, bajo un manzanero. Se encontraba inmersa en la interesante lectura. Era un tomo bastante grande y aparentemente pesado de cubierta roja, cuyo título, en letras plateadas, llamaba la atención. "Gazia, jardín de los dioses". Era sobre el pasado de aquel lugar y algo de información que podría ser útil. Por otra parte, ella disponía de una taza de té a su lado. Humeaba, estaba muy caliente. Dulces placeres que a veces una puede tener la satisfacción de darse.
Tras unos minutos, una de las doncellas del lugar se acercó a ella con curiosidad. Vestía una túnica blanca con adornos dorados. Muchos allí hacían gala de prendas similares y llamativas. Allí la tradición y la educación eran bastante importantes, al menos eso parecía a simple vista por la forma en la que actuaban los habitantes. La menor alzó su mirada hasta cruzarse con los ojos de la desconocida, dejando que su voz se deslizase por su garganta para preguntar si deseaba algo. Hubo un momento de silencio que duró varios segundos. Fue incómodo, sin duda, pero allí no acostumbraban a recibir viajeros de otras islas, menos aún, siendo una mera suposición, a alguien con la cabellera tan llamativa como la de la detective.
- Eh... Repito la pregunta, ¿ocurre algo?
- O-Oh... - En un primer momento pudo parecer que no entendía lo que Erin decía. - No, es sólo qué... ¿Quién eres?
- Erin... Soy una detective.
- ¿Detective? ¿Qué es eso?
- Pues una persona que resuelve asesinatos.
Con gracilidad, tomó la taza de té para darle un sorbo cuando un ruido hizo que se alertase. Eran pasos. Provenían de detrás de los rosales y los árboles que había tras su espalda e imposibilitaban cualquier visión. Esos jardines eran grandes, por lo que seguramente sería cualquier otra persona paseando con tranquilidad, pero por culpa de su trabajo se había acostumbrado a tensarse ante sucesos así. Miró de reojo en aquella dirección, por si acaso, y se preparó para cualquier cosa. No cambió de forma, pero posó su mano derecha sobre la pistola por si debía emplearla para defenderse a ella o defender a la doncella quien, por cierto, también se había asustado un poco. Tal vez no era tan común ir a esos lugares a pasar el rato...
Tras unos minutos, una de las doncellas del lugar se acercó a ella con curiosidad. Vestía una túnica blanca con adornos dorados. Muchos allí hacían gala de prendas similares y llamativas. Allí la tradición y la educación eran bastante importantes, al menos eso parecía a simple vista por la forma en la que actuaban los habitantes. La menor alzó su mirada hasta cruzarse con los ojos de la desconocida, dejando que su voz se deslizase por su garganta para preguntar si deseaba algo. Hubo un momento de silencio que duró varios segundos. Fue incómodo, sin duda, pero allí no acostumbraban a recibir viajeros de otras islas, menos aún, siendo una mera suposición, a alguien con la cabellera tan llamativa como la de la detective.
- Eh... Repito la pregunta, ¿ocurre algo?
- O-Oh... - En un primer momento pudo parecer que no entendía lo que Erin decía. - No, es sólo qué... ¿Quién eres?
- Erin... Soy una detective.
- ¿Detective? ¿Qué es eso?
- Pues una persona que resuelve asesinatos.
Con gracilidad, tomó la taza de té para darle un sorbo cuando un ruido hizo que se alertase. Eran pasos. Provenían de detrás de los rosales y los árboles que había tras su espalda e imposibilitaban cualquier visión. Esos jardines eran grandes, por lo que seguramente sería cualquier otra persona paseando con tranquilidad, pero por culpa de su trabajo se había acostumbrado a tensarse ante sucesos así. Miró de reojo en aquella dirección, por si acaso, y se preparó para cualquier cosa. No cambió de forma, pero posó su mano derecha sobre la pistola por si debía emplearla para defenderse a ella o defender a la doncella quien, por cierto, también se había asustado un poco. Tal vez no era tan común ir a esos lugares a pasar el rato...
Shieng Long
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- Off, leer antes de seguir:
- Bueno, teniendo en cuenta que este rol es en pasado y que Shieng fue nombrado sacerdote en el mismo momento que su ficha fue creada, su aspecto en este rol será distinto al de mi avatar, así que lo proporcionaré aquí
- Spoiler:
El acólito caminaba con tranquilidad por el lugar. Era una de las pocas ocasiones en las que Shifu Ling le dejaba bajar del templo y visitar otras islas. Aunque siempre que lo hacía procuraba que el acólito no se llevase nada de comida. "Un miembro de la Orden del Loto Blanco adquiere sus alimentos de la naturaleza", decía cada vez. Aunque aquello al joven Shieng empezaba a cansarle. Sin embargo, había hecho los votos y debía seguirlos, aunque no lo hiciera de forma tan estricta como su compañero Zaheer. El joven aprendiz de monje parecía atraer las miradas de la gente. En un principio se preguntó a que podía deberse aquello, sin embargo no tardó en recordar que su altura no era algo común en todas partes.
El monje, cuya altura pasaba veinte centímetros de los dos metros, sobresalía por encima de todos los demás en aquel lugar. El acólito tan solo daba una vuelta, no le gustaba que su presencia fuese observada todo el tiempo.
Consiguió evitar por fin miradas curiosas, metiéndose en calles poco concurridas. Finalmente, el joven monje terminó en una zona similar a un jardín, llena de vegetación. Fue entonces cuando vio algo que, hasta entonces, no sabía que buscaba. Había un manzano que descansaba junto a un banco. Había una chica en este, aunque no sola, pero no le prestó atención. Se acercó al árbol por el otro lado y, dando un salto, se agarró a la corteza. No tardó en subirse a una de las ramas. Tan solo quería una manzana. Fue entonces cuando vio que sus bruscos movimientos y el ruido provocado había alterado a las mujeres que había bajo él. Quiso disculparse en voz alta, sin embargo lo único que hizo fue caer al suelo de espaldas, provocando un sonoro ruido, caer de hojas y algo de dolor. Por suerte, había conseguido coger una manzana a tiempo.
- Ah... hola. Y lo siento.
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No tardó en levantarse sin apartar la mano del arma, dándose la vuelta y mirando fijamente hacia el individuo. Se relajó un poco al comprobar que se había caído y que no parecía hostil... No obstante, aquellos ropajes de los que hacía gala captaron la atención de Erin. Quitando la mano de su cintura (lugar en el que se hallaba el arma) y cruzándose de brazos, pensó con cautela sus siguientes palabras en busca de una forma de preguntar sin ser demasiado agresiva, ofensiva o equivocarse. Nunca se sabía cómo podía reaccionar la gente, mucho menos ante la curiosidad de una persona desconocida.
- No se preocupe... Pero, ¿de dónde proviene? No parece de este lugar. - Lo cierto era que ella tampoco lo parecía, y esperaba que, formulando de aquella forma la pregunta, pudiese obtener algo de información adicional. Tal vez un nombre, o una explicación, con cualquier cosa podría llegar a saber algo.
La doncella que se encontraba a su lado se mantuvo en una posición nerviosa, aún asustada por la caída del hombre. No se esperaba que hubiese alguien trepando para conseguir la comida, ¿y quién sí? Un tenue "¿Estás bien?" se escapó de entre sus rosados labios, ligeramente preocupada por el golpe que se había dado el acólito. Necesitaba relajarse, por lo que Erin le pasó el té de hierbas para que la dama bebiese un poco. Era relajante pese a que usualmente los tés eran excitantes, había algunos que servían para producir otros efectos. La mujer bebió un poco y agradeció, al igual que antes, en un hilo de voz impregnado de timidez y vergüenza.
- Si quería coger manzanas, hay árboles de menor tamaño o con ramas bajas que tienen frutos. - Acto seguido señaló otro próximo que, al igual que ese, poseía rojos frutos colgando y listos para cosecharlos. - Cómo os complicáis la vida algunas veces. - Su tono, neutro, era educado y cordial. Tal vez si hubiese empleado otro habría parecido que le insultaba, pero no lo hacía ni lo parecía. Sabía cómo mantenerse alejada de cualquier agresividad u ofensa, al menos, previsible.
- No se preocupe... Pero, ¿de dónde proviene? No parece de este lugar. - Lo cierto era que ella tampoco lo parecía, y esperaba que, formulando de aquella forma la pregunta, pudiese obtener algo de información adicional. Tal vez un nombre, o una explicación, con cualquier cosa podría llegar a saber algo.
La doncella que se encontraba a su lado se mantuvo en una posición nerviosa, aún asustada por la caída del hombre. No se esperaba que hubiese alguien trepando para conseguir la comida, ¿y quién sí? Un tenue "¿Estás bien?" se escapó de entre sus rosados labios, ligeramente preocupada por el golpe que se había dado el acólito. Necesitaba relajarse, por lo que Erin le pasó el té de hierbas para que la dama bebiese un poco. Era relajante pese a que usualmente los tés eran excitantes, había algunos que servían para producir otros efectos. La mujer bebió un poco y agradeció, al igual que antes, en un hilo de voz impregnado de timidez y vergüenza.
- Si quería coger manzanas, hay árboles de menor tamaño o con ramas bajas que tienen frutos. - Acto seguido señaló otro próximo que, al igual que ese, poseía rojos frutos colgando y listos para cosecharlos. - Cómo os complicáis la vida algunas veces. - Su tono, neutro, era educado y cordial. Tal vez si hubiese empleado otro habría parecido que le insultaba, pero no lo hacía ni lo parecía. Sabía cómo mantenerse alejada de cualquier agresividad u ofensa, al menos, previsible.
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- Shieng Long, el último sacerdote del aire
- Are you going to extinguish? ~ Pasado/Privado de Erin Reeve y Eichi ~
- ¿Hay alguien ahí? ~ Pasado/Privado de Erin Reeve y Gera Hino ~
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