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Ya era común vestir un traje de recluta de la marina. Últimamente tenían demasiado ajetreo como para pararse a pensar detenidamente si los que estaban debajo de los trajes reglamentarios eran o no verdaderos miembros. Como las otras veces, llevaba en su mano una maleta que guardaba sus armas y su traje de mercenario. Si seguía actuando de esa forma, le descubrirían, pero por el momento desconocía otro camino. Estaba casi seguro de que en aquel cuartel habría documentos que le beneficiarían, información acerca de drogas, sus efectos, posibles efectos secundarios... Eso era lo que él necesitaba para llegar a revertir los efectos de la que él había consumido.
Con paso firme, entró. No debía parecer temeroso ni nervioso. Se le daba bien, a fin de cuentas, se había convertido en un ser que prácticamente no sentía, únicamente en casos muy concretos. Entró en los vestuarios que tenían allí para que pudiesen asearse y cambiar de prendas. Nadie le había llamado la atención por el equipaje. Lo único que ocurrió fue que un hombre le preguntó si venía de otra isla, de lejos, y esas eran sus pertenencias (armas, ropa de recambio y demás). ¿Era común, acaso? Sea como fuere, era un golpe de suerte.
Se ajustó la ropa, sintiéndose realmente incómodo por la gorra y el logo que ahora portaba. No le agradaba lo más mínimo tener que hacer eso, pero... ¿Le quedaba otra? Guardó la maleta en una de las taquillas no sin antes sacar sus dos pistolas, Eros y Psyche. No creía que le fueran a decir nada por llevarlas. Había visto a varios reclutas armados, aunque era posible que ellos fuesen a salir del cuartel. De todas formas, pondría alguna excusa de por medio para llevarlas, como que se preparaba para una misión que tendrían dentro de poco, algo de bajo nivel, o alguna patrulla por los alrededores. Si no funciona, tendría serios problemas...
Con esa idea, poco pensada, comenzó a caminar por los pasillos en busca de algún cuarto que pudiese contener lo que buscaba. Pronto llegó a un lugar lleno de libros y papeles totalmente escritos. Diría que era como una biblioteca, pero los tomos se encontraban desperdigados sobre las mesas, el suelo, todo desordenado, y no había estanterías. Era más como un lugar de estudio y su dueño no parecía estar... Por el momento.
Con paso firme, entró. No debía parecer temeroso ni nervioso. Se le daba bien, a fin de cuentas, se había convertido en un ser que prácticamente no sentía, únicamente en casos muy concretos. Entró en los vestuarios que tenían allí para que pudiesen asearse y cambiar de prendas. Nadie le había llamado la atención por el equipaje. Lo único que ocurrió fue que un hombre le preguntó si venía de otra isla, de lejos, y esas eran sus pertenencias (armas, ropa de recambio y demás). ¿Era común, acaso? Sea como fuere, era un golpe de suerte.
Se ajustó la ropa, sintiéndose realmente incómodo por la gorra y el logo que ahora portaba. No le agradaba lo más mínimo tener que hacer eso, pero... ¿Le quedaba otra? Guardó la maleta en una de las taquillas no sin antes sacar sus dos pistolas, Eros y Psyche. No creía que le fueran a decir nada por llevarlas. Había visto a varios reclutas armados, aunque era posible que ellos fuesen a salir del cuartel. De todas formas, pondría alguna excusa de por medio para llevarlas, como que se preparaba para una misión que tendrían dentro de poco, algo de bajo nivel, o alguna patrulla por los alrededores. Si no funciona, tendría serios problemas...
Con esa idea, poco pensada, comenzó a caminar por los pasillos en busca de algún cuarto que pudiese contener lo que buscaba. Pronto llegó a un lugar lleno de libros y papeles totalmente escritos. Diría que era como una biblioteca, pero los tomos se encontraban desperdigados sobre las mesas, el suelo, todo desordenado, y no había estanterías. Era más como un lugar de estudio y su dueño no parecía estar... Por el momento.
Aki D. Arlia
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Ah... debía de tener un imán para los trabajos. O eso, o Jester no quería que se aburriera.
La pelirroja hacía globos con el chicle mientras releía de nuevo la carta que le había llegado por correo urgente esa mañana. Solo llevaba un par de días en Arabasta, ni siquiera había podido empezar su tarea y ya le estaban mandando otra. ''Hay rumores acerca de una droga que enloquece en el cuartel marine más cercano a ti. Sería una buena arma, tráela y le buscaremos un uso o un lugar de reposo''. La nota, escueta a más no poder, no decía nombres ni ubicaciones, tan solo llevaba el símbolo de Xella en la esquina inferior izquierda. Suficiente, por supuesto.
Aki se estiró, estaba sentada en la cama de su posada. Aunque ella estuviera al mando, Jester seguía teniendo más experiencia que ella. Y como de puertas para afuera era él quien estaba en la cúspide de Xella, era también a él a quien le llegaban todos los chivatazos. Menos mal que se los contaba sin remilgos. ¿Que seguramente había cosas que le ocultaba? Si, por supuesto. Pero la pelirroja recordaba todo lo que había entre ambos, los lazos que los ataban, y estaba completamente segura de que no tenía motivos para desconfiar de él. No más que él de ella, al menos. Así que le tocaba obedecer... y no es que le molestara en demasía.
Infiltrarse en un cuartel marine en busca de una droga extraña podía ser una curiosa anécdota y una entretenida aventura. Tenía que empezar a poner escrito todo lo que le ocurría, porque no era muy normal.
Bajó las escaleras mientras se cambiaba la apariencia de manera distraída. Uniforme de oficial, pelo corto y negro... los ojos se los dejó tal cual, ¿Qué importaba? No la iban a reconocer por eso. Tenía sus cuchillos y sus sai bien a mano y bien ocultos a la vez. Estaba lista.
Dio un par de vueltas por la ciudad caminando con paso seguro, como si fuera la dueña del lugar. Los marines corruptos solían andar de manera parecida, por lo que había podido comprobar. Encontró a otro marine al cabo de un rato y sonriéndole, le preguntó si le acompañaba hasta el cuartel, que ya había acabado la ronda. Se presentó como Anne Marie y le comentó de pasada que acababa de llegar, y que todas esas callejuelas eran tan confusas...
En seguida llegaron al lugar. Se deshizo del chico marine con un par de halagos y otra sonrisa y comenzó a caminar curioseando por los pasillos. Activó su mantra y disimuló un poco su aura, por si las moscas. ¿Dónde podría encontrar lo que necesitaba?
La pelirroja hacía globos con el chicle mientras releía de nuevo la carta que le había llegado por correo urgente esa mañana. Solo llevaba un par de días en Arabasta, ni siquiera había podido empezar su tarea y ya le estaban mandando otra. ''Hay rumores acerca de una droga que enloquece en el cuartel marine más cercano a ti. Sería una buena arma, tráela y le buscaremos un uso o un lugar de reposo''. La nota, escueta a más no poder, no decía nombres ni ubicaciones, tan solo llevaba el símbolo de Xella en la esquina inferior izquierda. Suficiente, por supuesto.
Aki se estiró, estaba sentada en la cama de su posada. Aunque ella estuviera al mando, Jester seguía teniendo más experiencia que ella. Y como de puertas para afuera era él quien estaba en la cúspide de Xella, era también a él a quien le llegaban todos los chivatazos. Menos mal que se los contaba sin remilgos. ¿Que seguramente había cosas que le ocultaba? Si, por supuesto. Pero la pelirroja recordaba todo lo que había entre ambos, los lazos que los ataban, y estaba completamente segura de que no tenía motivos para desconfiar de él. No más que él de ella, al menos. Así que le tocaba obedecer... y no es que le molestara en demasía.
Infiltrarse en un cuartel marine en busca de una droga extraña podía ser una curiosa anécdota y una entretenida aventura. Tenía que empezar a poner escrito todo lo que le ocurría, porque no era muy normal.
Bajó las escaleras mientras se cambiaba la apariencia de manera distraída. Uniforme de oficial, pelo corto y negro... los ojos se los dejó tal cual, ¿Qué importaba? No la iban a reconocer por eso. Tenía sus cuchillos y sus sai bien a mano y bien ocultos a la vez. Estaba lista.
Dio un par de vueltas por la ciudad caminando con paso seguro, como si fuera la dueña del lugar. Los marines corruptos solían andar de manera parecida, por lo que había podido comprobar. Encontró a otro marine al cabo de un rato y sonriéndole, le preguntó si le acompañaba hasta el cuartel, que ya había acabado la ronda. Se presentó como Anne Marie y le comentó de pasada que acababa de llegar, y que todas esas callejuelas eran tan confusas...
En seguida llegaron al lugar. Se deshizo del chico marine con un par de halagos y otra sonrisa y comenzó a caminar curioseando por los pasillos. Activó su mantra y disimuló un poco su aura, por si las moscas. ¿Dónde podría encontrar lo que necesitaba?
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Los documentos que, con torpeza, se encontraban sobre la mesa decían algo de una serie de drogas que habían interceptado de un grupo de criminales y que se encontraban en investigación. Se desconocían todos los efectos que podía provocar, pero el consumidor enloquecía y perdía totalmente la cordura, ¿motivo? Pregunta sin respuesta. No sabía la causa ni a qué zonas del cuerpo atacaba. Seguramente al cerebro, al menos para que eso sucediese... Aún así, no era lo que buscaba el tirador y, de todas formas, cogió todos los papeles que pudo. Tal vez ahora no lo veía, pero esa información podría llegar a ser importante. Aunque no fuese una respuesta directa, indirectamente existía la posibilidad de ayudarle con su problema.
Justo cuando iba a salir de allí, un gran revuelo se formó. Los marines del cuartel corrían de un lado a otro con bastante preocupación. Había ocurrido algo. Por fortuna, estaban demasiado concentrados en ir a algún lado que no repararon que Eron llevaba esos papeles en las manos. Igualmente, parecían ser unos cualquiera. Claro, si no te ponías a leerlos, ya luego igual sí parecía sospechoso. Buscó la salida más cercana pero, para su sorpresa, estaba cerrada a cal y canto. Poco tardó en aparecer un marine de alto rango que le echó la bronca diciendo que no se podía salir ya que no podían permitir que saliese alguien infectado con una droga. Oh, perfecto, ¿tendría que estar allí hasta que encontrasen y matasen a ese necio?
Aprovechó para volver a los vestuarios y guardó los papeles en la maleta. Se acercó a una de las ventanas pero tampoco pudo abrirla. Tras ello, sacó su vestimenta de mercenario y se la puso. Ya no iría de incógnito. Ahora se disponía a huir de allí por la fuerza. Encontraría las llaves de las puertas y saldría. Mejor si no veían su rostro. Se colgó la maleta a un brazo y salió, pero los pasillos estaban vacíos. No comprendía por qué si hace un momento estaban abarrotados. Las luces parpadearon y sonó un grito, acto seguido un disparo y de nuevo silencio. Aquello era como una película de terror llena de clichés y falta de originalidad. Preparó sus armas por si debía defenderse e inició la búsqueda para poder salir.
Justo cuando iba a salir de allí, un gran revuelo se formó. Los marines del cuartel corrían de un lado a otro con bastante preocupación. Había ocurrido algo. Por fortuna, estaban demasiado concentrados en ir a algún lado que no repararon que Eron llevaba esos papeles en las manos. Igualmente, parecían ser unos cualquiera. Claro, si no te ponías a leerlos, ya luego igual sí parecía sospechoso. Buscó la salida más cercana pero, para su sorpresa, estaba cerrada a cal y canto. Poco tardó en aparecer un marine de alto rango que le echó la bronca diciendo que no se podía salir ya que no podían permitir que saliese alguien infectado con una droga. Oh, perfecto, ¿tendría que estar allí hasta que encontrasen y matasen a ese necio?
Aprovechó para volver a los vestuarios y guardó los papeles en la maleta. Se acercó a una de las ventanas pero tampoco pudo abrirla. Tras ello, sacó su vestimenta de mercenario y se la puso. Ya no iría de incógnito. Ahora se disponía a huir de allí por la fuerza. Encontraría las llaves de las puertas y saldría. Mejor si no veían su rostro. Se colgó la maleta a un brazo y salió, pero los pasillos estaban vacíos. No comprendía por qué si hace un momento estaban abarrotados. Las luces parpadearon y sonó un grito, acto seguido un disparo y de nuevo silencio. Aquello era como una película de terror llena de clichés y falta de originalidad. Preparó sus armas por si debía defenderse e inició la búsqueda para poder salir.
Aki D. Arlia
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De repente, algo ocurrió. Aki oyó una risa lejana, una especie de alarma y antes de darse cuenta un montón de marines corrían de aquí para allá. Miró hacia atrás y lo que vio hizo que frunciera el ceño; estaban atrancando las puertas. ¿Qué demonios? Agarró uno de sus sai y silenciosa como el viento comenzó a correr ella también, atenta a las salas que pasaba. La mayoría de puertas estaban abiertas ahora, dejadas así por los marines que habían salido en desbandada.
Estaba claro que había algún protocolo del que ella por motivos obvios no estaba enterada; la marina podía ser muy necia a veces, pero no empezarían a correr sin ton ni son encerrándose en su propio cuartel. De repente, se ocultó tras una pared. En medio de todo el barullo distinguía una voz enfadada. Le estaban echando la bronca a alguien por querer salir...¿Alguien infectado? Oh... eso sonaba interesante. Esa debía de ser la droga de la que hablaba Jester. Genial, ahora podría comprobar sus efectos. Salió de su improvisado escondite justo a tiempo de ver al marine que había recibido el rapapolvo meterse por otro pasillo.
Le siguió a una distancia prudencial, sin hacer ruido, y se asomó a la habitación en la que se había metido para espiarle. ¿Unos vestuarios? Observó con el rostro serio como el extraño guardaba unos papeles en su maleta y se cambiaba las ropas de marine por lo que parecían unas de mercenario. Que curioso, así que no era la única infiltrada. ¿Qué papeles se habría guardado? ¿Tendrían que ver con lo que ella quería? En todo caso eran algo valioso casi seguro, o habría priorizado el salir de allí antes que guardarlos. No estaba la situación para desperdiciar minutos, al fin y al cabo.
Se alejó un poco para dejarle salir. Las luces parpadearon, se oyó un grito y un disparo. Luego, el cuartel quedó en silencio. ¿Lo habrían pillado? A lo mejor habían corrido todos a detenerlo. Pero eso ahora no importaba, ya lo descubriría. Fue detrás del supuesto mercenario, ni sus pasos ni su respiración se oían en el lugar. Antes de que pudiera darse cuenta, la falsa marine había intentado sujetarle por la cintura, más sutil que la caricia de un amante y a la vez más firme que un guardia experimentado. A la vez, con la otra mano le había colocado el sai en el cuello, sin rozarle. El kairoseki de la punta del medio relucía de una manera tétrica bajo las luces que parpadeaban. Se acercó a su cuello y apoyó ahí la barbilla para susurrarle mientras sonreía:
- Te he pillado. Ahora dame lo que sea que llevas en esa maleta... o atente a las consecuencias, cielo.
Estaba claro que había algún protocolo del que ella por motivos obvios no estaba enterada; la marina podía ser muy necia a veces, pero no empezarían a correr sin ton ni son encerrándose en su propio cuartel. De repente, se ocultó tras una pared. En medio de todo el barullo distinguía una voz enfadada. Le estaban echando la bronca a alguien por querer salir...¿Alguien infectado? Oh... eso sonaba interesante. Esa debía de ser la droga de la que hablaba Jester. Genial, ahora podría comprobar sus efectos. Salió de su improvisado escondite justo a tiempo de ver al marine que había recibido el rapapolvo meterse por otro pasillo.
Le siguió a una distancia prudencial, sin hacer ruido, y se asomó a la habitación en la que se había metido para espiarle. ¿Unos vestuarios? Observó con el rostro serio como el extraño guardaba unos papeles en su maleta y se cambiaba las ropas de marine por lo que parecían unas de mercenario. Que curioso, así que no era la única infiltrada. ¿Qué papeles se habría guardado? ¿Tendrían que ver con lo que ella quería? En todo caso eran algo valioso casi seguro, o habría priorizado el salir de allí antes que guardarlos. No estaba la situación para desperdiciar minutos, al fin y al cabo.
Se alejó un poco para dejarle salir. Las luces parpadearon, se oyó un grito y un disparo. Luego, el cuartel quedó en silencio. ¿Lo habrían pillado? A lo mejor habían corrido todos a detenerlo. Pero eso ahora no importaba, ya lo descubriría. Fue detrás del supuesto mercenario, ni sus pasos ni su respiración se oían en el lugar. Antes de que pudiera darse cuenta, la falsa marine había intentado sujetarle por la cintura, más sutil que la caricia de un amante y a la vez más firme que un guardia experimentado. A la vez, con la otra mano le había colocado el sai en el cuello, sin rozarle. El kairoseki de la punta del medio relucía de una manera tétrica bajo las luces que parpadeaban. Se acercó a su cuello y apoyó ahí la barbilla para susurrarle mientras sonreía:
- Te he pillado. Ahora dame lo que sea que llevas en esa maleta... o atente a las consecuencias, cielo.
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Aquellos pasillos eran todos iguales, ya ni sabía por cuál había venido ni por cuál ir. Era todo demasiado confuso, sobretodo sin tener unos planos a mano para guiarse. Nunca había entrado en aquel lugar y la falta de planificación de aquel hurto le estaba pasando factura. - Sabía que debía pensarlo mejor... - Pensó para sus adentros, consciente del error que había cometido. Cuando había una oportunidad de conseguir su ansiado objetivo, solía cegarse y precipitarse. Incluso él, quien alardea de una inteligencia superior, tiende a errar de formas muy absurdas.
No pude evitar asustarse un poco al comprobar la situación en la que se encontraba. Aquel arma en su cuello, la mano en su cintura... ¿Le habrá visto cambiarse de ropa? No le gustaba un pelo cómo había acabado aquello. Esbozó una pequeña sonrisa, tratando de aparentar tranquilidad. Quería los documentos, ¿sabrá lo que son? Estaba seguro de que le había visto guardarlos, si no, no querría que se lo diese. No estaba en buena posición como para defenderse y apartarse de la mujer, tampoco de escapar. No había lugar al que ir.
- Primero deberíamos buscar una forma de salir, lo que haya ahí dentro queda en segundo plano. - Comentó, buscando una forma de salvar su vida y mantener, al menos por el momento, los papeles cerca. - Cuando tengamos las llaves de las puertas, podemos hablar acerca de lo que tengo...
Si aquello funcionaba, siendo tan simple, sentiría un gran alivio. Poco más sabía qué hacer. Se escuchó otro ruido, uno que no pudo conocer, y resonó por las paredes del lugar. Era siniestra la situación. Todos los marines habían desaparecido, como fantasmas, como si nunca hubiesen existido. Un golpe, pasos... Alguien se acercaba, o algo. Por su mente pasó la idea de que la droga de la que había leído era la causante de aquello, ¿alguien la había tomado? ¿Quién sería tan imbécil de hacer algo semejante? No disponía de ninguna prueba que pudiese indicarle que aquello era lo cierto, lo que ocurría. Aún así, lo parecía. En algún momento conseguiría respuestas.
- Dejemos la conversación para después... - Murmuró, prestando atención a aquellos sonidos que, con cada segundo, se hacían más intensos y más cercanos. No era bueno.
No pude evitar asustarse un poco al comprobar la situación en la que se encontraba. Aquel arma en su cuello, la mano en su cintura... ¿Le habrá visto cambiarse de ropa? No le gustaba un pelo cómo había acabado aquello. Esbozó una pequeña sonrisa, tratando de aparentar tranquilidad. Quería los documentos, ¿sabrá lo que son? Estaba seguro de que le había visto guardarlos, si no, no querría que se lo diese. No estaba en buena posición como para defenderse y apartarse de la mujer, tampoco de escapar. No había lugar al que ir.
- Primero deberíamos buscar una forma de salir, lo que haya ahí dentro queda en segundo plano. - Comentó, buscando una forma de salvar su vida y mantener, al menos por el momento, los papeles cerca. - Cuando tengamos las llaves de las puertas, podemos hablar acerca de lo que tengo...
Si aquello funcionaba, siendo tan simple, sentiría un gran alivio. Poco más sabía qué hacer. Se escuchó otro ruido, uno que no pudo conocer, y resonó por las paredes del lugar. Era siniestra la situación. Todos los marines habían desaparecido, como fantasmas, como si nunca hubiesen existido. Un golpe, pasos... Alguien se acercaba, o algo. Por su mente pasó la idea de que la droga de la que había leído era la causante de aquello, ¿alguien la había tomado? ¿Quién sería tan imbécil de hacer algo semejante? No disponía de ninguna prueba que pudiese indicarle que aquello era lo cierto, lo que ocurría. Aún así, lo parecía. En algún momento conseguiría respuestas.
- Dejemos la conversación para después... - Murmuró, prestando atención a aquellos sonidos que, con cada segundo, se hacían más intensos y más cercanos. No era bueno.
Aki D. Arlia
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Aki saboreó el momento. Olió la inquietud del hombre y notó como tragaba saliva. Escuchó lo que le decía con una sonrisa traviesa adornando sus labios. Le salvaba el no saber con quién estaba jugando, pero no iba a caer con algo tan sencillo. Quería esos papeles.
- Primero deberíamos buscar una forma de salir, lo que haya ahí dentro queda en segundo plano. Cuando tengamos las llaves de las puertas, podemos hablar acerca de lo que tengo...
Sin dejar de apuntarle al cuello con el sai, se incorporó y le soltó la cintura. Le rodeó hasta ponerse delante de él, el eco de sus pasos de repente resonaba en el pasillo. Aumentar la tensión siempre se le había dado bien, cosas de actrices. Deslizó las puntas del arma por su cuello, hasta levantarle un poco la barbilla.
-Eso no va a ser así, me temo.-Le dijo con voz melosa.-Dame esos papeles, yo los guardaré. Y entonces podrás ir a buscar la salida. Yo puedo apañármelas aquí dentro, pero si quieres volver a ver la luz del sol...-Su tono de voz era dulce, pero no ocultaba la amenaza en sus palabras.
Su mantra y sus oídos le avisaron a la vez de que alguien se aproximaba. El eco de sus pasos era errático, ¿Estaba herido? Solo había uno. Se dio la vuelta, sin soltar el sai. Una silueta se recortó en la entrada del pasillo, a unos 7 u 8 pasos de ellos. Era un marine, no parecía un recluta pero tampoco era capaz de identificar su rango. Se agarraba el hombro, que le sangraba. Al verlos soltó un resoplido que casi parecía una risa de exasperación y se tiró contra la pared.
-Joder, y por encima un infiltrado... lo que nos faltaba. Sujétalo ahí, que total no abrirán las puertas en un buen rato. Dos imbéciles decidieron testar la N-800... hay que ser gilipollas.
Aki suspiró y se giró hacia el desconocido: -No se te ocurra escapar, porque puedo atraparte en cuestión de segundos. Tú decides si me crees o no.
Apartó el sai y se dirigió hacia el marine herido mientras recuperaba su apariencia. La larga melena roja, la piel pálida y el vestido negro, ajustado y con detalles de encaje. La suave tela se agitaba en torno a sus muslos al andar, insinuando el comienzo de las ligas con los cuchillos. Dejó de disimular su aura y se arrodilló delante del marine, que se había quedado con la boca abierta.
-Aki D. Arlia... tú... tú estabas...
-Muerta o escapada de Impel Down, y creo que tienes tu respuesta. Ahora, por favor, dime donde están ese par de gilipollas o, en su defecto, donde puedo encontrar esa droga.-Con la punta del sai le fue recorriendo el uniforme, rasgándolo de arriba abajo.-No diré que te has ido de la lengua, pero si quieres conservarla dímelo ahora.
El marine tragó saliva.
-Piso tercero, sala 43.
La pelirroja le dio las gracias y recuperando su disfraz de marine, se volvió hacia el mercenario.
-Todavía quiero esos papeles, pero me interesa más el tercer piso. ¿Qué pretendes hacer tú?
- Primero deberíamos buscar una forma de salir, lo que haya ahí dentro queda en segundo plano. Cuando tengamos las llaves de las puertas, podemos hablar acerca de lo que tengo...
Sin dejar de apuntarle al cuello con el sai, se incorporó y le soltó la cintura. Le rodeó hasta ponerse delante de él, el eco de sus pasos de repente resonaba en el pasillo. Aumentar la tensión siempre se le había dado bien, cosas de actrices. Deslizó las puntas del arma por su cuello, hasta levantarle un poco la barbilla.
-Eso no va a ser así, me temo.-Le dijo con voz melosa.-Dame esos papeles, yo los guardaré. Y entonces podrás ir a buscar la salida. Yo puedo apañármelas aquí dentro, pero si quieres volver a ver la luz del sol...-Su tono de voz era dulce, pero no ocultaba la amenaza en sus palabras.
Su mantra y sus oídos le avisaron a la vez de que alguien se aproximaba. El eco de sus pasos era errático, ¿Estaba herido? Solo había uno. Se dio la vuelta, sin soltar el sai. Una silueta se recortó en la entrada del pasillo, a unos 7 u 8 pasos de ellos. Era un marine, no parecía un recluta pero tampoco era capaz de identificar su rango. Se agarraba el hombro, que le sangraba. Al verlos soltó un resoplido que casi parecía una risa de exasperación y se tiró contra la pared.
-Joder, y por encima un infiltrado... lo que nos faltaba. Sujétalo ahí, que total no abrirán las puertas en un buen rato. Dos imbéciles decidieron testar la N-800... hay que ser gilipollas.
Aki suspiró y se giró hacia el desconocido: -No se te ocurra escapar, porque puedo atraparte en cuestión de segundos. Tú decides si me crees o no.
Apartó el sai y se dirigió hacia el marine herido mientras recuperaba su apariencia. La larga melena roja, la piel pálida y el vestido negro, ajustado y con detalles de encaje. La suave tela se agitaba en torno a sus muslos al andar, insinuando el comienzo de las ligas con los cuchillos. Dejó de disimular su aura y se arrodilló delante del marine, que se había quedado con la boca abierta.
-Aki D. Arlia... tú... tú estabas...
-Muerta o escapada de Impel Down, y creo que tienes tu respuesta. Ahora, por favor, dime donde están ese par de gilipollas o, en su defecto, donde puedo encontrar esa droga.-Con la punta del sai le fue recorriendo el uniforme, rasgándolo de arriba abajo.-No diré que te has ido de la lengua, pero si quieres conservarla dímelo ahora.
El marine tragó saliva.
-Piso tercero, sala 43.
La pelirroja le dio las gracias y recuperando su disfraz de marine, se volvió hacia el mercenario.
-Todavía quiero esos papeles, pero me interesa más el tercer piso. ¿Qué pretendes hacer tú?
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Aquella dama era una maestra de la intimidación. Cada gesto, cada movimiento, cada palabra... Todo en su conjunto. Incluso cuando parecía que hacía gala de la dulzura más inocente infantil, algo producía un pequeño temor en el interior del mercenario. Pequeño, exactamente, todo lo que podía llegar a sentir. Una vez al frente, pudo observar su rostro, sus ojos, su cabellera negra que, sin esforzarse demasiado en hacer una comparación, le recordaba a la oscuridad de la noche y los callejones oscuros en los que pasan cosas innombrables, fuera de la moral de un hombre cuerdo. La locura en sí misma. Era una muchacha atractiva, pero su belleza era una mezcla entre tétrica e infantil. Ambas cosas combinadas, generando una sensación bastante tenebrosa y turbia. De nuevo, la voz de la muchacha se hizo presente en aquella incómoda situación. Era como un caramelo que nunca se llegaba a consumir y ansiaba escupir, tan agradable como empalagoso.
La atención de la mujer se dirigió hacia el lugar de los pasos. Un marine se dejó ver, herido. Necesitaba atención, pero no era tan urgente como para necesitarla en ese preciso instante. Eron se relajó ahora que ella no estaba amenazándole a él. Había quitado el arma de su cuello y, como si de una bruja se tratase, su aspecto cambió en su totalidad. Ahora era una melena pelirroja que caía sobre sus hombros como si de una cascada de sangre carmesí se tratase. El vestido, negro y de encaje, provocaría a cualquier hombre que quisiese observar las dotes y la elegante silueta de aquella dama. Fue en ese momento en el que el moribundo hombre del bien dijo el nombre de la muchacha. Aki D. Arlia. ¿Ese nombre...? Lo había escuchado en algún momento de su vida. Tal vez en alguna taberna, a forma de conversación entre los clientes del lugar. ¿Impel Down? ¿Consiguió escapar de ahí...? Eso era lo que más resonó en la cabeza del mercenario. Ese lugar era conocido por su seguridad...
- Iré contigo. - Obviamente no era un acto de bondad. Tenía sus propios intereses. - Encontraremos una forma en la que ambos salgamos beneficiados... - No tenía la menor idea de en qué sala se encontraban las llaves, y ella no parecía tener intención alguna de matar si no huía con los papeles que había en su maleta. Pulular por la base en busca de un uniformado infectado con una droga era tan buena idea como ir solo por los laberínticos pasillos. - Si tan fuerte eres como dices, no te importará que lleve yo la maleta. Si es verdad, podrás matarme en el momento en el que intente huir. - Dijo, comenzando a andar. - Busquemos las escaleras... - En ese momento, ella ya había vuelto a disfrazarse de marine.
Aún desconocía las capacidades de esa droga. Sabía que enloquecía, pero quizá mejoraba alguna de las capacidades del consumidor. ¿Mejores reflejos? ¿Más velocidad? ¿Más fuerza? Quién sabe. Ese mundo era tan extraño, amplio y peligroso que muchos dudarían en adentrarse en lo más profundo de sus oscuros secretos. Eron no. Quería, no, no... Debía internarse en él. Quería una solución, ¿cierto? Quien algo quiere, algo le cuesta. Y la mayor parte de sus dudas tendrán respuestas cuando se encuentre a la persona que consumió aquello que el marine había llamado como N-800. Curioso...
La atención de la mujer se dirigió hacia el lugar de los pasos. Un marine se dejó ver, herido. Necesitaba atención, pero no era tan urgente como para necesitarla en ese preciso instante. Eron se relajó ahora que ella no estaba amenazándole a él. Había quitado el arma de su cuello y, como si de una bruja se tratase, su aspecto cambió en su totalidad. Ahora era una melena pelirroja que caía sobre sus hombros como si de una cascada de sangre carmesí se tratase. El vestido, negro y de encaje, provocaría a cualquier hombre que quisiese observar las dotes y la elegante silueta de aquella dama. Fue en ese momento en el que el moribundo hombre del bien dijo el nombre de la muchacha. Aki D. Arlia. ¿Ese nombre...? Lo había escuchado en algún momento de su vida. Tal vez en alguna taberna, a forma de conversación entre los clientes del lugar. ¿Impel Down? ¿Consiguió escapar de ahí...? Eso era lo que más resonó en la cabeza del mercenario. Ese lugar era conocido por su seguridad...
- Iré contigo. - Obviamente no era un acto de bondad. Tenía sus propios intereses. - Encontraremos una forma en la que ambos salgamos beneficiados... - No tenía la menor idea de en qué sala se encontraban las llaves, y ella no parecía tener intención alguna de matar si no huía con los papeles que había en su maleta. Pulular por la base en busca de un uniformado infectado con una droga era tan buena idea como ir solo por los laberínticos pasillos. - Si tan fuerte eres como dices, no te importará que lleve yo la maleta. Si es verdad, podrás matarme en el momento en el que intente huir. - Dijo, comenzando a andar. - Busquemos las escaleras... - En ese momento, ella ya había vuelto a disfrazarse de marine.
Aún desconocía las capacidades de esa droga. Sabía que enloquecía, pero quizá mejoraba alguna de las capacidades del consumidor. ¿Mejores reflejos? ¿Más velocidad? ¿Más fuerza? Quién sabe. Ese mundo era tan extraño, amplio y peligroso que muchos dudarían en adentrarse en lo más profundo de sus oscuros secretos. Eron no. Quería, no, no... Debía internarse en él. Quería una solución, ¿cierto? Quien algo quiere, algo le cuesta. Y la mayor parte de sus dudas tendrán respuestas cuando se encuentre a la persona que consumió aquello que el marine había llamado como N-800. Curioso...
Aki D. Arlia
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- Iré contigo. Encontraremos una forma en la que ambos salgamos beneficiados... Si tan fuerte eres como dices, no te importará que lleve yo la maleta. Si es verdad, podrás matarme en el momento en el que intente huir. Busquemos las escaleras...
Aki se quedó mirando al hombre que empezaba a andar como si no estuviera completamente perdido en el lugar. Como si verla cambiar su aspecto y recuperar el antiguo en segundos no le hubiera impresionado; como si no conociera su nombre ni siquiera de oídas. Pasó a su lado y continuó por el pasillo.
-Tienes agallas para darme la espalda. Eso me hace gracia.-Dijo, más para ella que para él. Volvió a agacharse frente al marine; no podía dejarlo así. Se introdujo dos dedos en la boca, impregnándolos de saliva. Mirando al herido a los ojos, completamente seria, los aplicó sobre la herida. Poco a poco la sangre comenzó a dejar de manar, pero estaba claro que le llevaría un buen rato... y que seguía necesitando atenciones médicas.
- Si avisas de que he estado aquí, buena suerte contando quién te ayudó con la herida. La enfermería estaba hacia allá, ¿No?-Dijo señalando con un cabezazo.- Ve y véndate esto antes de que el anticoagulante deje de hacer efecto. Ya has perdido demasiada sangre y sinceramente, no tengo motivos para matarte.
Luego se levantó y siguió al mercenario sin mucha prisa. Si, podría haber acabado con su vida ahí mismo, pero no era más que un mandado que además había colaborado. Esto no era Hallstat, y además... sonriendo, se llevó los dedos nuevamente a la boca para saborear la sangre en ellos. Sus ojos relucieron en apreciación mientras su sonrisa se ensanchaba. Además no era un mal pago por su vida. Suspiró y giró a la izquierda. Ambos iban caminando en silencio. Aki estaba relajada. ¿Él? Tampoco importaba.
A los pocos minutos encontraron las escaleras. Aki comenzó a subirlas mientras le decía:
-Todavía quiero saber qué son esos papeles. Y al final me los voy a llevar si o si, espero que seas consciente. No he venido aquí para salir con las manos vacías o medio botín. Y toda la información es bienvenida, al fin y al cabo.
Llegaron al segundo piso. Antes de seguir subiendo, Aki se asomó al pasillo. Nada, desierto. Comenzaba a ser espeluznante el silencio en el lugar. Siguió subiendo las escaleras.
-¿Quién eres, por cierto? Y no te ofendas pero, ¿Cómo coño se te ocurre colarte en una base marine y pretender salir con esas pintas?
Aki se quedó mirando al hombre que empezaba a andar como si no estuviera completamente perdido en el lugar. Como si verla cambiar su aspecto y recuperar el antiguo en segundos no le hubiera impresionado; como si no conociera su nombre ni siquiera de oídas. Pasó a su lado y continuó por el pasillo.
-Tienes agallas para darme la espalda. Eso me hace gracia.-Dijo, más para ella que para él. Volvió a agacharse frente al marine; no podía dejarlo así. Se introdujo dos dedos en la boca, impregnándolos de saliva. Mirando al herido a los ojos, completamente seria, los aplicó sobre la herida. Poco a poco la sangre comenzó a dejar de manar, pero estaba claro que le llevaría un buen rato... y que seguía necesitando atenciones médicas.
- Si avisas de que he estado aquí, buena suerte contando quién te ayudó con la herida. La enfermería estaba hacia allá, ¿No?-Dijo señalando con un cabezazo.- Ve y véndate esto antes de que el anticoagulante deje de hacer efecto. Ya has perdido demasiada sangre y sinceramente, no tengo motivos para matarte.
Luego se levantó y siguió al mercenario sin mucha prisa. Si, podría haber acabado con su vida ahí mismo, pero no era más que un mandado que además había colaborado. Esto no era Hallstat, y además... sonriendo, se llevó los dedos nuevamente a la boca para saborear la sangre en ellos. Sus ojos relucieron en apreciación mientras su sonrisa se ensanchaba. Además no era un mal pago por su vida. Suspiró y giró a la izquierda. Ambos iban caminando en silencio. Aki estaba relajada. ¿Él? Tampoco importaba.
A los pocos minutos encontraron las escaleras. Aki comenzó a subirlas mientras le decía:
-Todavía quiero saber qué son esos papeles. Y al final me los voy a llevar si o si, espero que seas consciente. No he venido aquí para salir con las manos vacías o medio botín. Y toda la información es bienvenida, al fin y al cabo.
Llegaron al segundo piso. Antes de seguir subiendo, Aki se asomó al pasillo. Nada, desierto. Comenzaba a ser espeluznante el silencio en el lugar. Siguió subiendo las escaleras.
-¿Quién eres, por cierto? Y no te ofendas pero, ¿Cómo coño se te ocurre colarte en una base marine y pretender salir con esas pintas?
Eron
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Observó de reojo cómo le perdonaba la vida al marine. Él no lo habría hecho, pero tampoco vio su rostro, no le importaba demasiado si vivía o moría. Eso estaba en manos de la dama. El silencio no era algo demasiado extraño. No acostumbraba a hablar ni dar temas de conversación, menos aún a una persona que le había amenazado y demostró poseer habilidades extrañas. ¿Sanar una herida con la saliva? ¿Cambiar de aspecto? ¿Qué más podría hacer? Si bien el temor que sentía hacia ella era muy reducido, la curiosidad que le provocaba sí conseguía cubrir toda la mente del hombre. En cierto modo, le gustaría poder experimentar con ella. Saber de lo que es capaz, de cómo es por fuera y por dentro, de descubrir la forma en la que ella pensaba. Ella sangraría, como todos, y su sangre sería tan rojiza como los cabellos que antes tenía. Era una forma muy peculiar de sentir interés, ciertamente, pero su mente estaba bastante quebrada desde hace tiempo. La veía como un simple mono con el que podría juguetear. Un mono seductor, atractivo, dulce, meloso y que, con un mal movimiento, acabaría con su vida en un abrir y cerrar de ojos. Había muchas cosas que no sería capaz de negar a esas alturas; la belleza de la dama, entre ellas, y un atisbo de sorpresa que se generó en la forma en la que ella consiguió que sintiese miedo. Le hizo sentir vivo. De igual forma, era insuficiente para que sintiese la necesidad de estar lejos de ella, de temer su vida de una forma primitiva, más que consciente de que podría finalizar allí.
Encontraron las escaleras. La soledad de aquel cuartel se mantuvo. No había ni un alma, cosa que no podía significar nada bueno. Tal vez a Eron le beneficiaba debido a las pintas que llevaba, pero también, de forma pasiva, quería decir que o estaban ocupados con algo peor o bien habían muerto todos. - Los papeles contienen información acerca de la droga, información que necesito. - Comentó. - No me importará que los tengas, no me importa la droga, pero necesito saber lo que dicen. Apuntarlos, duplicarlos, lo que sea. - No tenía caso mentir en aquella circunstancia. Por mucho que dijese que no eran nada interesante, ella no pararía hasta descubrir qué eran. Olería que no era verdad, porque si lo fuera... No estaría tan ensimismado en mantenerlos bajo su poder, por supuesto.
Se detuvo antes de llegar a los últimos escalones, esperando a que ella revisase que no hubiese nadie. Y, una vez lo hubo hecho, habló. - Puedes llamarme Midnight. - Claramente no le diría su nombre real. Sería bastante tonto. - Tenía pensado salir a la fuerza, disparando, y para ello mejor que no viesen mi rostro. Y no es la primera vez que me cuelo en un lugar de la marina... Tengo mis motivos. - Al decir aquello, alzó un poco su rostro. - Motivos que, realmente, ni te influyen, ni te interesan. Son personales. - Volvió a caminar por el pasillo. No menospreciaba a la muchacha, pero tampoco podía sentir una barrera que le obligase a ser cauteloso con sus palabras ni su forma de actuar. Era, de forma irremediable, así. El temor nunca llegaba a detenerle, quedaba en un segundo plano.
- Aki, ese tu nombre, ¿verdad? - Prefería asegurarse. Aún así, le quería sonar pero no cayó en cuenta de quién era. Sin duda, bastante famosa debía ser y más aún si se había escapado de Impel Down. Por el rostro que puso antes el marine cuando la reconoció, Eron se dio cuenta de que caminaba al lado de una persona poderosa. Sí, lo parecía. Tal vez no era mala en sí, pero como poco podría matarle sin hacer el más mínimo esfuerzo. - ¿Pirata, revolucionaria, te conocen por algo en concreto? - No se quedaría sin preguntar. Ella lo hizo, él también lo haría. No le parecía justo que no obtuviese información alguna cuando él puso las cartas sobre la mesa a la hora de dar respuestas
Encontraron las escaleras. La soledad de aquel cuartel se mantuvo. No había ni un alma, cosa que no podía significar nada bueno. Tal vez a Eron le beneficiaba debido a las pintas que llevaba, pero también, de forma pasiva, quería decir que o estaban ocupados con algo peor o bien habían muerto todos. - Los papeles contienen información acerca de la droga, información que necesito. - Comentó. - No me importará que los tengas, no me importa la droga, pero necesito saber lo que dicen. Apuntarlos, duplicarlos, lo que sea. - No tenía caso mentir en aquella circunstancia. Por mucho que dijese que no eran nada interesante, ella no pararía hasta descubrir qué eran. Olería que no era verdad, porque si lo fuera... No estaría tan ensimismado en mantenerlos bajo su poder, por supuesto.
Se detuvo antes de llegar a los últimos escalones, esperando a que ella revisase que no hubiese nadie. Y, una vez lo hubo hecho, habló. - Puedes llamarme Midnight. - Claramente no le diría su nombre real. Sería bastante tonto. - Tenía pensado salir a la fuerza, disparando, y para ello mejor que no viesen mi rostro. Y no es la primera vez que me cuelo en un lugar de la marina... Tengo mis motivos. - Al decir aquello, alzó un poco su rostro. - Motivos que, realmente, ni te influyen, ni te interesan. Son personales. - Volvió a caminar por el pasillo. No menospreciaba a la muchacha, pero tampoco podía sentir una barrera que le obligase a ser cauteloso con sus palabras ni su forma de actuar. Era, de forma irremediable, así. El temor nunca llegaba a detenerle, quedaba en un segundo plano.
- Aki, ese tu nombre, ¿verdad? - Prefería asegurarse. Aún así, le quería sonar pero no cayó en cuenta de quién era. Sin duda, bastante famosa debía ser y más aún si se había escapado de Impel Down. Por el rostro que puso antes el marine cuando la reconoció, Eron se dio cuenta de que caminaba al lado de una persona poderosa. Sí, lo parecía. Tal vez no era mala en sí, pero como poco podría matarle sin hacer el más mínimo esfuerzo. - ¿Pirata, revolucionaria, te conocen por algo en concreto? - No se quedaría sin preguntar. Ella lo hizo, él también lo haría. No le parecía justo que no obtuviese información alguna cuando él puso las cartas sobre la mesa a la hora de dar respuestas
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