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Arabasta, la tierra desértica. Donde puede haber mil y una noche sin ver ni siquiera el vacile de obtener agua caída del cielo. Durante muchos años en pobreza, recuperándose poco a poco. Todavía recuerdo la historia que leí ya en su momento sobre Crocodile y el reino de Arabasta, la terrible guerra y la intromisión de la banda de los Mugiwaras.
Ya había estado en la isla con anterioridad, pero necesitaba atender unos asuntos con un viejo conocido. Sin comerlo ni beberlo escuché acerca de que un famoso criminal había sido visto en las cercanías de la ciudad de Arabasta. Más concretamente que se le podía ver en un “oasis”. Se trataba de la descripción perfecta de lo que necesitaba saber. En éste reino se encuentra un pequeño poblado que fue arrasado y destruido en los años de Crocodile, pero que en los últimos tiempos intentaba volver siendo poblada y sirviendo de cobijo a los visitantes de la isla. Aquello para mi fue lo más parecido a un oasis.
Ya me encontraba allí. Fui hasta aquél refugio montado en un camello, el cual desde que el barco paró hasta Yuba tardó un par de horas de trayecto bajó el abrasante sol. Por suerte llevaba conmigo tan sólo mi vestimenta de samurái de una única pieza, permitiéndome el color blanco a diferencia de otras veces, para no atraer el calor. Por encima mi demasiado vista ya, capa de color beige que me cubría el rostro con una capucha y tapaba mis katanas con la longitud de la misma capa.
La arena de color dorado, dejaba hundida la huella del camello a cada paso que daba. El horizonte se veía borroso y de forma ondulada debido al calor que había en el ambiente. Un aire acuoso como si nos encontráramos en El Cairo. Entre algo de sudor y terminando las últimas gotas de la provisión de agua de mi cantimplora, visualicé el pueblo. -Espero que mi mente no me esté engañando. -Dije para mi mientras se formaba una sonrisa en mi jeta.
Ya había estado en la isla con anterioridad, pero necesitaba atender unos asuntos con un viejo conocido. Sin comerlo ni beberlo escuché acerca de que un famoso criminal había sido visto en las cercanías de la ciudad de Arabasta. Más concretamente que se le podía ver en un “oasis”. Se trataba de la descripción perfecta de lo que necesitaba saber. En éste reino se encuentra un pequeño poblado que fue arrasado y destruido en los años de Crocodile, pero que en los últimos tiempos intentaba volver siendo poblada y sirviendo de cobijo a los visitantes de la isla. Aquello para mi fue lo más parecido a un oasis.
Ya me encontraba allí. Fui hasta aquél refugio montado en un camello, el cual desde que el barco paró hasta Yuba tardó un par de horas de trayecto bajó el abrasante sol. Por suerte llevaba conmigo tan sólo mi vestimenta de samurái de una única pieza, permitiéndome el color blanco a diferencia de otras veces, para no atraer el calor. Por encima mi demasiado vista ya, capa de color beige que me cubría el rostro con una capucha y tapaba mis katanas con la longitud de la misma capa.
La arena de color dorado, dejaba hundida la huella del camello a cada paso que daba. El horizonte se veía borroso y de forma ondulada debido al calor que había en el ambiente. Un aire acuoso como si nos encontráramos en El Cairo. Entre algo de sudor y terminando las últimas gotas de la provisión de agua de mi cantimplora, visualicé el pueblo. -Espero que mi mente no me esté engañando. -Dije para mi mientras se formaba una sonrisa en mi jeta.
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Los disparos de aquellos ladrones empezaron a realizarse en contra de aquel hombre. Eran como unos cinco, y todos reían al mismo tiempo mientras abrían fuego con sus rifles. Creían que era su día de suerte, y que iban a cobrar una sustanciosa recompensa por la cabeza de aquella persona. No eran muy distintos los unos de los otros. Portaban ropas mugrientas, barbas desaliñadas, y suciedad en los rostros. Lo mejor de ellos parecían ser las armas, las cuales estaban impecables. A saber si eran de ellos, o las habían robado a unos pobres aventureros. La verdad, es que el motivo del porqué eran tan perfectas le daba lo mismo a aquel tipo. El objetivo de sus disparos, no era otro que la mismísima pesadilla, Kedra.
El cadejo negro se hallaba en Yuba, a punto de caminar hacia el oasis que había descubierto hacía ya unos días. Pero esos imbéciles habían aparecido de la nada, atacándole a traición entre risas. Él iba vestido con un pantalón blanco como única prenda, unas botas de acero, y un cinturón plateado. Su cuerpo estaba empapado, debido a que de vez en cuando se rociaba con alguna de sus botellas de agua, las cuales llevaba en una mochila negra. Las balas rebotaban en su cuerpo como si nada. El lobo estaba recubierto por un tono morado azabache, el cual hacía que los perdigones le hicieran cosquillas. Su haki armadura estaba entrenado al máximo, y podía usarlo sin ningún problema. Su mirada se clavó en aquellos parásitos, los cuales empezaban a retroceder al ver que no le hacían gran cosa.
- Estoy harto de insectos como vosotros. Vuestro insignificante intento de ganar mi cabeza os va a costar la propia vida.
Dijo con su habitual tono frío como el hielo. El cadejo hablaba siempre con muchísima seriedad, lo que le hacía un tío muy temible. No tardó mucho en empezar a caminar hacia ellos, manteniendo una mirada siniestra en todo momento. Los delincuentes comenzaron a gritar de miedo mientras temblaban. No era cosa natural, se trataba del poder de la fruta del diablo del lobo. Tenía el poder de infundir el terror en los demás, y esos imbéciles eran presa de esos síntomas. Quedaron paralizados, sintiendo ganas de llorar. Sus tartamudeos y llantos hicieron a Kedra sonreír de lado. Cuando estuvieron los cinco de rodillas, estiró la mano hacia atrás, formando una especie de llamas doradas que se imbuyeron en su brazo derecho. El fuego del infierno iba a ser lo último que esos malnacidos iban a ver.
- ¿Últimas palabras?
El cadejo negro se hallaba en Yuba, a punto de caminar hacia el oasis que había descubierto hacía ya unos días. Pero esos imbéciles habían aparecido de la nada, atacándole a traición entre risas. Él iba vestido con un pantalón blanco como única prenda, unas botas de acero, y un cinturón plateado. Su cuerpo estaba empapado, debido a que de vez en cuando se rociaba con alguna de sus botellas de agua, las cuales llevaba en una mochila negra. Las balas rebotaban en su cuerpo como si nada. El lobo estaba recubierto por un tono morado azabache, el cual hacía que los perdigones le hicieran cosquillas. Su haki armadura estaba entrenado al máximo, y podía usarlo sin ningún problema. Su mirada se clavó en aquellos parásitos, los cuales empezaban a retroceder al ver que no le hacían gran cosa.
- Estoy harto de insectos como vosotros. Vuestro insignificante intento de ganar mi cabeza os va a costar la propia vida.
Dijo con su habitual tono frío como el hielo. El cadejo hablaba siempre con muchísima seriedad, lo que le hacía un tío muy temible. No tardó mucho en empezar a caminar hacia ellos, manteniendo una mirada siniestra en todo momento. Los delincuentes comenzaron a gritar de miedo mientras temblaban. No era cosa natural, se trataba del poder de la fruta del diablo del lobo. Tenía el poder de infundir el terror en los demás, y esos imbéciles eran presa de esos síntomas. Quedaron paralizados, sintiendo ganas de llorar. Sus tartamudeos y llantos hicieron a Kedra sonreír de lado. Cuando estuvieron los cinco de rodillas, estiró la mano hacia atrás, formando una especie de llamas doradas que se imbuyeron en su brazo derecho. El fuego del infierno iba a ser lo último que esos malnacidos iban a ver.
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Mientras continuaba mi camino mi mente comenzó a hacerme ver una recopilación sobre los sucesos que me habían acarreado desde la última vez que pude ver en persona éste tipo. Habían pasado de seis a siete años desde aquello, y desde entonces ambos habíamos evolucionado muchísimo, aunque él lo había hecho más de cara al público. Había formado una buena banda pirata y le había tocado los pendientes reales al gobierno mundial en contadas veces. Ahora era catalogado como uno de los criminales más peligrosos. AL parecer sigue en la misma línea que tenía cuando fue novato.
Sin embargo, es algo increíble, pocos de los que tuvimos esa etiqueta de novatos continúan su camino. ¿Por qué le buscaba? Una pequeña idea me venía rondando por la mente desde hacía ya semanas, y es posible que d este encuentro saque frutos para el futuro.
A poco de llegar a ese oasis que todos los viajeros ansían, vi una escena en la cual un pequeño grupo de chavales tenían pensado darle una paliza a un tío que a prior se puede decir que no llevaba camiseta, no podía contemplarla en 4K todavía. Pero cuando me acerqué lo suficiente lo vi claro. Efectivamente esa persona iba con el torso desnudo y portaba unos pantalones blancos en su parte inferior, parece ser que nadie buscaba llamar al calor. Sus oponentes eran unos personajes del montón que portaban armas de fuego, rifles parecían ser. Vaya por dios habrían pensado que éste hombre sería pesa fácil al ir sólo, o a lo mejor fue al revés y a éste hombre le dio por pegase un poco, como rutina matutina.
Sin embargo eso daba la sensación de que terminaría cuando el exhibicionista de músculos, hizo que su brazo se envolviera en fuego. Me daban pena aquellos pardillos. ¿Debería hacer algo?
-Ay señor. -Me dije para mí justo antes de saltar del camello para posicionarme rápidamente entre el atacante y los que se salvarían de su muerte. Volví mi brazo de ceniza para no quemarme y paré el puñetazo ardiente. El tiempo se paró por un momento. Los listillos vieron ir su vida ante sus ojos y ahora lloraban sin saber ellos si quiera la razón. Seguramente el otro hombre también se habría quedado pensando en qué ocurría, y fue entonces cuando alcé la mirada para que pudiera verme la cara. -Me alegra saber que sigues en plena forma, Kedra. -Le dije mientras mi rostro mostraba una sonrisa.
Sin embargo, es algo increíble, pocos de los que tuvimos esa etiqueta de novatos continúan su camino. ¿Por qué le buscaba? Una pequeña idea me venía rondando por la mente desde hacía ya semanas, y es posible que d este encuentro saque frutos para el futuro.
A poco de llegar a ese oasis que todos los viajeros ansían, vi una escena en la cual un pequeño grupo de chavales tenían pensado darle una paliza a un tío que a prior se puede decir que no llevaba camiseta, no podía contemplarla en 4K todavía. Pero cuando me acerqué lo suficiente lo vi claro. Efectivamente esa persona iba con el torso desnudo y portaba unos pantalones blancos en su parte inferior, parece ser que nadie buscaba llamar al calor. Sus oponentes eran unos personajes del montón que portaban armas de fuego, rifles parecían ser. Vaya por dios habrían pensado que éste hombre sería pesa fácil al ir sólo, o a lo mejor fue al revés y a éste hombre le dio por pegase un poco, como rutina matutina.
Sin embargo eso daba la sensación de que terminaría cuando el exhibicionista de músculos, hizo que su brazo se envolviera en fuego. Me daban pena aquellos pardillos. ¿Debería hacer algo?
-Ay señor. -Me dije para mí justo antes de saltar del camello para posicionarme rápidamente entre el atacante y los que se salvarían de su muerte. Volví mi brazo de ceniza para no quemarme y paré el puñetazo ardiente. El tiempo se paró por un momento. Los listillos vieron ir su vida ante sus ojos y ahora lloraban sin saber ellos si quiera la razón. Seguramente el otro hombre también se habría quedado pensando en qué ocurría, y fue entonces cuando alcé la mirada para que pudiera verme la cara. -Me alegra saber que sigues en plena forma, Kedra. -Le dije mientras mi rostro mostraba una sonrisa.
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El lobo oscuro no iba a terminar con la vida de aquellos tipos, pero sí pensaba dejarlos con los dientes colgando, y los ojos morados. Sonrió de lado, relamiéndose y preparándose para su ataque. El golpe iría con una fuerza media, y sin necesidad de pasarse. Entonces, el cadejo lanzó un puñetazo hacia ellos, buscando vencerlos en poco tiempo. Notó algo impactar contra sus nudillos, y en ese momento quedó un poco confuso. Un brazo ¿de color gris? Entonces lo deformó al no haber empleado haki, llenándose la mano de ceniza. Por suerte, gracias a las llamas que tenía evitó quemarse. Sacudió su mano, e hizo desaparecer su poder de canalización. Sus ojos se entrecerraron, observando al chico que se había interpuesto entre él y sus presas. Parecía estar sonriéndole de forma amable, como si le conociera de toda la vida. Kedra entonces chasqueó la lengua, hasta que finalmente recordó su cara. Llevaba muchísimo tiempo sin saber de ese hombre.
- Sharp D. Drake. No sabía que continuabas con vida, viejo zorro. Supongo que ahora te dedicas a salvar a capullos por el desierto.
Mencionó con ironía para después relajarse un poco. Aquellos imbéciles empezaron a alabar al espadachín, para después salir corriendo como cobardes. Era normal que huyeran, teniendo en cuenta que su adversario era el perro del diablo. El luchador no hizo ni por ir hacia ellos, los dejó que se fueran. Ahora tenía un entretenimiento muchísimo mayor, un antiguo supernova como él. Ambos habían sido de la peor generación junto al demonio. No sabía si Arribor también formó parte, pero dejó de pensar en eso. Su aura oscura desapareció como si nunca hubiese existido, y entonces el lobo miró a aquel tipo con toda la calma del mundo.
- Estaría bien charlar un poco sobre cómo nos ha ido. Nunca tuve la oportunidad de intercambiar palabras contigo.
Mencionó finalmente el cadejo negro. No sabía si aquel tipo iba a aceptar, pero después de meterse en medio de su ataque, y sonreírle de esa forma, suponía que no había sido casualidad. Ese encuentro estaba predestinado o alguna cosa rara del destino. El lobo sabía que no podía ser casualidad ¿Le habría buscado? ¿Alguien sabía de la situación del cadejo? Debía procurar ser más discreto con sus viajes.
- Sharp D. Drake. No sabía que continuabas con vida, viejo zorro. Supongo que ahora te dedicas a salvar a capullos por el desierto.
Mencionó con ironía para después relajarse un poco. Aquellos imbéciles empezaron a alabar al espadachín, para después salir corriendo como cobardes. Era normal que huyeran, teniendo en cuenta que su adversario era el perro del diablo. El luchador no hizo ni por ir hacia ellos, los dejó que se fueran. Ahora tenía un entretenimiento muchísimo mayor, un antiguo supernova como él. Ambos habían sido de la peor generación junto al demonio. No sabía si Arribor también formó parte, pero dejó de pensar en eso. Su aura oscura desapareció como si nunca hubiese existido, y entonces el lobo miró a aquel tipo con toda la calma del mundo.
- Estaría bien charlar un poco sobre cómo nos ha ido. Nunca tuve la oportunidad de intercambiar palabras contigo.
Mencionó finalmente el cadejo negro. No sabía si aquel tipo iba a aceptar, pero después de meterse en medio de su ataque, y sonreírle de esa forma, suponía que no había sido casualidad. Ese encuentro estaba predestinado o alguna cosa rara del destino. El lobo sabía que no podía ser casualidad ¿Le habría buscado? ¿Alguien sabía de la situación del cadejo? Debía procurar ser más discreto con sus viajes.
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El viejo lobo me había reconocido. Soltó una frase que me hizo bastante gracia dado que era cierto. Gracias a mi pequeña intervención aquellos hombres se habían salvado, tal vez no de la muerte, pero sí de un buen dolor de muelas. Que, hablando de ellos, aprovecharon ese momento para salir por patas después de haberme dado las gracias, o al menos eso pensé haber recibido.
El terror de los males me ofreció tener una charla el uno con el otro, algo que no iba a desechar. Volví a mi forma natural para que mi brazo no tuviese una piel tan grisácea. Relajé mis brazos sujetando mi cintura por ambos costados. -Me resultará un placer poder tomar algo mientras hablamos un poco. Además. -Añadí mientras le lanzaba mi cantimplora vacía. -No me queda nada que llevarme a la boca, y con éste ambiente seguramente se me sequen los labios pronto. -Le dije mientras comenzaba a dirigirme a mi camello, para coger la cuerda que le sujetaba y tirar del mismo para que comenzase a caminar. -El oasis no está lejos, te invito. -Terminé diciéndole mientras comenzaba a dirigirme hacia allí.
Durante la caminata se sentía perfectamente el sol abrasador intentaba corromper nuestras esperanzas de llegar y obligaba a nuestras glándulas sudoríparas a trabajar para bajar nuestra temperatura interna. Me fijé en Kedra, y pude observar que efectivamente debería de llevar aquí algunos días según la información que conseguí, pues al ir sin nada que le cubriera el torso, se apreciaba que había cogido al menos un toque de color dorado, derivado del sol del desierto, en ésta isla no creo que alguien tenga un negocio de rayos uva, y menos aún que “La Pesadilla” haya ido.
-Dime Kedra. -Introduje para sacar algo de plática. -Me has reconocido al instante, y ha pasado tanto tiempo, ¿acaso tengo la misma cara? -Le dije mientras reía.
El terror de los males me ofreció tener una charla el uno con el otro, algo que no iba a desechar. Volví a mi forma natural para que mi brazo no tuviese una piel tan grisácea. Relajé mis brazos sujetando mi cintura por ambos costados. -Me resultará un placer poder tomar algo mientras hablamos un poco. Además. -Añadí mientras le lanzaba mi cantimplora vacía. -No me queda nada que llevarme a la boca, y con éste ambiente seguramente se me sequen los labios pronto. -Le dije mientras comenzaba a dirigirme a mi camello, para coger la cuerda que le sujetaba y tirar del mismo para que comenzase a caminar. -El oasis no está lejos, te invito. -Terminé diciéndole mientras comenzaba a dirigirme hacia allí.
Durante la caminata se sentía perfectamente el sol abrasador intentaba corromper nuestras esperanzas de llegar y obligaba a nuestras glándulas sudoríparas a trabajar para bajar nuestra temperatura interna. Me fijé en Kedra, y pude observar que efectivamente debería de llevar aquí algunos días según la información que conseguí, pues al ir sin nada que le cubriera el torso, se apreciaba que había cogido al menos un toque de color dorado, derivado del sol del desierto, en ésta isla no creo que alguien tenga un negocio de rayos uva, y menos aún que “La Pesadilla” haya ido.
-Dime Kedra. -Introduje para sacar algo de plática. -Me has reconocido al instante, y ha pasado tanto tiempo, ¿acaso tengo la misma cara? -Le dije mientras reía.
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Kedra agarró la cantimplora con una sola mano, agitándola un poco y dándose cuenta de que estaba vacía como había dicho el otro pirata. Enseguida se la devolvió, y lo próximo que hizo fue estirarse un poco. El suelo estaba lleno de balas empleadas por aquellos imbéciles, pero como él no usaba armas de fuego, decidió pasar de ellas de forma olímpica. Sus palabras fueron correspondidas por el antiguo supernova, el cual había aceptado hablar. El cadejo se estaba volviendo viejo, pues en otra época le habría dicho de liarse a golpes. Se rascó un poco la cabeza, y asintió a las palabras del oasis, aunque lo de “te invito” le pareció algo raro. Sharp D. Drake, Dios de los oasis del Norte. Algo así se imaginó, pero después negó con la cabeza. Era el momento de ponerse en marcha junto a aquel hombre.
El calor del desierto era una verdadera molestia, pero el lobo tenía cierta resistencia. Hacía unos tres años, se tiró treinta meses viviendo por la zona, entrenándose lo mejor posible. Sus ojos estaban entrecerrados, para que de esa forma no le entrase ninguna molesta cantidad de arena por muy pequeña que fuese. El cadejo negro escuchó entonces las palabras del otro pirata, y se quedó unos momentos en silencio. Después de unos leves segundos lo miró con una sonrisa ladeada.
- Antes de convertirme en el primer comandante de Émile, decidí investigarle un poco. Creo que estuvo en tu banda, y por ello estuve mirando tus carteles una temporada, preguntándome como eras. Ahora estoy sorprendido, no pegas nada con el diablo.
Dijo de forma calmada. Mientras que Drake era un tipo amable, y calmado, el otro pistolero era el mayor de los cabrones. Algo le olía a podrido en aquello, pero eso era el pasado. El lobo paseó la mano por la arena en un pequeño movimiento hacia abajo. Continuó como si nada junto al tipo de ceniza, y en poco tiempo hubo un leve temblor. De las arenas surgieron dos perros de un tamaño normal, hechos totalmente de oscuridad. Sus ojos rojos brillaban con fuerza, y sus dientes estaban afilados. Uno se colocó al lado del camello, y el otro junto a Kedra, como si fuesen los guardianes del dúo de la peor generación.
- Yami, Kage, comeos a toda criatura que se acerque sin permiso.
El calor del desierto era una verdadera molestia, pero el lobo tenía cierta resistencia. Hacía unos tres años, se tiró treinta meses viviendo por la zona, entrenándose lo mejor posible. Sus ojos estaban entrecerrados, para que de esa forma no le entrase ninguna molesta cantidad de arena por muy pequeña que fuese. El cadejo negro escuchó entonces las palabras del otro pirata, y se quedó unos momentos en silencio. Después de unos leves segundos lo miró con una sonrisa ladeada.
- Antes de convertirme en el primer comandante de Émile, decidí investigarle un poco. Creo que estuvo en tu banda, y por ello estuve mirando tus carteles una temporada, preguntándome como eras. Ahora estoy sorprendido, no pegas nada con el diablo.
Dijo de forma calmada. Mientras que Drake era un tipo amable, y calmado, el otro pistolero era el mayor de los cabrones. Algo le olía a podrido en aquello, pero eso era el pasado. El lobo paseó la mano por la arena en un pequeño movimiento hacia abajo. Continuó como si nada junto al tipo de ceniza, y en poco tiempo hubo un leve temblor. De las arenas surgieron dos perros de un tamaño normal, hechos totalmente de oscuridad. Sus ojos rojos brillaban con fuerza, y sus dientes estaban afilados. Uno se colocó al lado del camello, y el otro junto a Kedra, como si fuesen los guardianes del dúo de la peor generación.
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Según parecía ahora el que era un lobo solitario había decidido unirse a mi excompañero diabólico. Eso no lo conocía, Émile comenzaba a hacerse cada vez más grande, y la verdad es que me alegraba, pero me apenaba que fuera de cierta manera. Además de que el propio Kedra se había dado cuenta. El Émile de ahora era pura maldad, un hijo de puta como suelen decir en mi barrio. -Bueno Kedra, tu pregunta es interesante. La cosa es que todavía no has conocido al verdadero Émile. -Dije mientras miraba hacia el vacío. ¿Alguna vez se sentía eso? Aquella sensación en la que miras a un punto fijo, pero no te fijas en ello, sino en algo que hay detrás del mismo, como si un agujero negro tragase tu conciencia y no pudieses dejar de ser tragado por el mismo agujero mientras tus pensamientos fluyen libremente, al menos hasta que te salvan desconcentrándote. Eso era justamente lo que me había pasado, mirando a la nada, pensando en todo lo que me unía a ese cabronazo. -Aunque tal vez. -Continué tras una pequeña pausa. -Debería de decir el viejo Émile. -Finalicé. Podría explicárselo, pero tampoco era plan de contarle el drama a alguien que no conocía del todo, y tampoco podría hacerle pensar que Émile no es de esa forma porque es lo que ve. Desde que su akuma se tragó su alma ya apenas quedaba algo o nada de mi viejo amigo, aunque no perdía la esperanza, ya lo encontraré algún día.
No sé si sería por el calor en el ambiente, la situación, recordar viejas putadas pero me encontraba sudando un poco más de lo normal. Disponía de una mochila roja que se encontraba encima del camello y rebusqué en ella para sacar una toalla. Mientras lo hacía noté como algo se acercaba a nosotros desde el subsuelo. -¿Eh? -Pude soltar como un suspiro. De pronto salieron de la nada saltaron del interior de la dorada arena dos perros completamente negros. No, pero no era solo eso, parecía que fuesen auras, oscuridad pura. Podía llegar a dar miedo. Se posicionaron a nuestros costados a modo de guarda espaldas, y fue cuando escuché a Kedra mencionar que nos protegieran de cualquiera que se acerque. -¿Son tus mascotas? -Le pregunté al compañero, estaría bien tener uno de esos para mi.
Ya estábamos en arenas del oasis, y se veía ya todo perfectamente, sin que se disipara en el horizonte. Ya tan sólo era cuestión de ver a dónde llenar nuestras secas bocas.
No sé si sería por el calor en el ambiente, la situación, recordar viejas putadas pero me encontraba sudando un poco más de lo normal. Disponía de una mochila roja que se encontraba encima del camello y rebusqué en ella para sacar una toalla. Mientras lo hacía noté como algo se acercaba a nosotros desde el subsuelo. -¿Eh? -Pude soltar como un suspiro. De pronto salieron de la nada saltaron del interior de la dorada arena dos perros completamente negros. No, pero no era solo eso, parecía que fuesen auras, oscuridad pura. Podía llegar a dar miedo. Se posicionaron a nuestros costados a modo de guarda espaldas, y fue cuando escuché a Kedra mencionar que nos protegieran de cualquiera que se acerque. -¿Son tus mascotas? -Le pregunté al compañero, estaría bien tener uno de esos para mi.
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Los pasos del lobo negro continuaban desplazándole por la arena del desierto junto al otro pirata. Al escucharle hablar así de Émile, no pudo evitar sonreír de lado. No era el primer hombre que le mencionaba algo similar. Él mismo sabía que aquel tirador era muy distinto hacía tiempo, como cuando tuvo aquel encuentro con él en la guerra de Loguetown. Lo mejor de todo es que parecían haberse intercambiado los papeles entre ellos. Kedra no se arrepentía de estar con el demonio, y aunque sabía que no era lo correcto, tenía sus propios motivos para permanecer en dicha banda. Sus ojos se entrecerraron despacio, terminando de escuchar las palabras de aquel supernova. Todos terminaban diciéndole cosas parecidas, y lo entendía de sobra. Estuvo a punto de decir algo, pero terminó cerrando la boca unos momentos. Finalmente no pudo contenerlo, y lo soltó de golpe.
- Sé que antes no era como ahora, pero una de las razones por las que estoy con él, es que yo antes era peor. Es como si ambos nos hubiésemos cambiado los papeles. He pasado de ser un puto loco que mataba a todo el que miraba, a alguien que simplemente vive su vida como un ermitaño. Apenas paso por el barco del diablo, y cuando termino mis misiones, me retiro a alguna isla desconocida a dormir.
Una vez dijo aquello, miró hacia el frente, haciendo que sus perros de sombras saliesen corriendo para inspeccionar el terreno. Cuando estaban a una distancia considerable, estallaron en una nube de sombras. Continuaba sin poder mantenerlos mucho tiempo, debido a la cantidad de energía que gastaban. Entonces escuchó lo que dijo el espadachín de la ceniza. No pudo evitar soltar un suspiro al mismo tiempo que le miraba. Después de unos momentos, le contestó en un tono calmado.
- Lo son, pero no puedo mantenerlos mucho tiempo. Es algo que debo entrenar, ya que me conviene tenerlos a mi lado.
No iba a engañar a nadie, le hacían muchísima compañía. Por fin llegaron a lo que parecía ser aquel oasis. El perro del diablo no tardó en olisquear un poco el ambiente, caminando hacia detrás de unos arbustos, donde pudo ver un lago de tamaño medio. Entonces le colocó la mano en el hombro al otro pirata que iba a su lado.
- El gobierno puede pensar que nuestro tiempo ha pasado, pero no es así. A fin de cuentas, no esperaba encontrar a alguien que no me tratase como el asesino que fui hace tiempo.
Una vez le dijo eso, no esperó más, y sin pensárselo se lanzó al agua de cabeza “Hostia, que soy usuario…” Pensó al mismo tiempo que cerraba los ojos. Entonces se dio cuenta de que hacía pie, y su cabezazo quedó en un simple golpecito. Se colocó en pie, y se dio cuenta de que aquella agua le llegaba por el abdomen. Estaba bastante fresquita, pero sin llegar a ser congelada. Parecía un buen sitio.
- Sé que antes no era como ahora, pero una de las razones por las que estoy con él, es que yo antes era peor. Es como si ambos nos hubiésemos cambiado los papeles. He pasado de ser un puto loco que mataba a todo el que miraba, a alguien que simplemente vive su vida como un ermitaño. Apenas paso por el barco del diablo, y cuando termino mis misiones, me retiro a alguna isla desconocida a dormir.
Una vez dijo aquello, miró hacia el frente, haciendo que sus perros de sombras saliesen corriendo para inspeccionar el terreno. Cuando estaban a una distancia considerable, estallaron en una nube de sombras. Continuaba sin poder mantenerlos mucho tiempo, debido a la cantidad de energía que gastaban. Entonces escuchó lo que dijo el espadachín de la ceniza. No pudo evitar soltar un suspiro al mismo tiempo que le miraba. Después de unos momentos, le contestó en un tono calmado.
- Lo son, pero no puedo mantenerlos mucho tiempo. Es algo que debo entrenar, ya que me conviene tenerlos a mi lado.
No iba a engañar a nadie, le hacían muchísima compañía. Por fin llegaron a lo que parecía ser aquel oasis. El perro del diablo no tardó en olisquear un poco el ambiente, caminando hacia detrás de unos arbustos, donde pudo ver un lago de tamaño medio. Entonces le colocó la mano en el hombro al otro pirata que iba a su lado.
- El gobierno puede pensar que nuestro tiempo ha pasado, pero no es así. A fin de cuentas, no esperaba encontrar a alguien que no me tratase como el asesino que fui hace tiempo.
Una vez le dijo eso, no esperó más, y sin pensárselo se lanzó al agua de cabeza “Hostia, que soy usuario…” Pensó al mismo tiempo que cerraba los ojos. Entonces se dio cuenta de que hacía pie, y su cabezazo quedó en un simple golpecito. Se colocó en pie, y se dio cuenta de que aquella agua le llegaba por el abdomen. Estaba bastante fresquita, pero sin llegar a ser congelada. Parecía un buen sitio.
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Me daba la sensación de que el cadejo tenía unos sentimientos encontrados con respecto a su vieja forma de ser. ¡Era cierto! Antaño éste hombre era conocido como “La Pesadilla De Los Mares”, y santo cielo lo que le esperaba a aquellos que osasen molestarlo. La bestia salvaje parece que finalmente consiguió ser mansa por su verdadera conciencia, y es por eso que todavía mantenía esperanzas en Émile. -Kedra. Siempre vi en tus ojos la verdad. -Le respondí a su pregunta. No habíamos coincidido muchas veces en persona más que de pasada o simplemente en las noticias, pero, cada vez que veía una imagen suya, una de sus atrocidades, no conseguía ver que estuviera satisfecho o realizado, no veía al que parecía ser el verdadero Cadejo. -No espero que entiendas por qué te he dicho eso, ni que me creas. -Añadí tras pensar un poco más en lo absurdo que parecía intentar hablar con él como si le conociera de toda la vida.
Me sorprendía el tipo de relación que mantenía con el Demonio. Era una “pareja liberal”. Me hacía gracia, seguramente a Émile no le importase un comino lo que le ocurriese, al menos a ésta faceta de Émile. Pero era bueno saber que podría seguir hablando con ésta persona o quedar con ella sin tener que verle el pelo a su capitán, sería tenso desde la última vez.
AL parecer nuestros protectores caninos no eran más que una técnica del compañero, los cuales después de inspeccionar nuestro destino se desvanecieron solos. Al parecer era algo costoso y que requería bastante energía, pero que merecía la pena, y eso que no los vi en acción. Llegamos finalmente al oasis. Y me quedé sorprendido. Era un oasis literal, de éstos que aparecen en los libros y películas. Unas cuantas palmeras, algo de vegetación y un pequeño e imposible estanque de agua, cristalina eso sí, todo había que decirlo. -¿Esto es Yuba? -Me dije sorprendido. Nunca hubiera pensado que lo de “oasis” fuera literal. O eso, o me había equivocado de lugar. Pero en verdad me daba lo mismo, ver a la vieja pesadilla darse un chapuzón y disfrutar me contagió he hizo que me dieran ganas de saltar también. Y así fue como lo hice, me deshice de mis ropas superiores y salté al igual que mi compadre, aún sabiendo que podría darme un golpe por la poca profundidad. Incluso me animé a chapotearle algo de agua a Kedra.
-Sabes compañero. Nuestra generación no ha hecho más que esperar. Nos han dejado en el baúl de las viejas glorias, piensan que algunos estamos muertos, pero tan sólo se están engañando. -Dije mientras miraba fijamente el agua cristalina, que me permitía ver perfectamente mis katanas bajo el líquido. -Cuando la bomba explote en su cara se lamentarán. -Acoté. Miré a la pesadilla y le dediqué una sonrisa.
Me sorprendía el tipo de relación que mantenía con el Demonio. Era una “pareja liberal”. Me hacía gracia, seguramente a Émile no le importase un comino lo que le ocurriese, al menos a ésta faceta de Émile. Pero era bueno saber que podría seguir hablando con ésta persona o quedar con ella sin tener que verle el pelo a su capitán, sería tenso desde la última vez.
AL parecer nuestros protectores caninos no eran más que una técnica del compañero, los cuales después de inspeccionar nuestro destino se desvanecieron solos. Al parecer era algo costoso y que requería bastante energía, pero que merecía la pena, y eso que no los vi en acción. Llegamos finalmente al oasis. Y me quedé sorprendido. Era un oasis literal, de éstos que aparecen en los libros y películas. Unas cuantas palmeras, algo de vegetación y un pequeño e imposible estanque de agua, cristalina eso sí, todo había que decirlo. -¿Esto es Yuba? -Me dije sorprendido. Nunca hubiera pensado que lo de “oasis” fuera literal. O eso, o me había equivocado de lugar. Pero en verdad me daba lo mismo, ver a la vieja pesadilla darse un chapuzón y disfrutar me contagió he hizo que me dieran ganas de saltar también. Y así fue como lo hice, me deshice de mis ropas superiores y salté al igual que mi compadre, aún sabiendo que podría darme un golpe por la poca profundidad. Incluso me animé a chapotearle algo de agua a Kedra.
-Sabes compañero. Nuestra generación no ha hecho más que esperar. Nos han dejado en el baúl de las viejas glorias, piensan que algunos estamos muertos, pero tan sólo se están engañando. -Dije mientras miraba fijamente el agua cristalina, que me permitía ver perfectamente mis katanas bajo el líquido. -Cuando la bomba explote en su cara se lamentarán. -Acoté. Miré a la pesadilla y le dediqué una sonrisa.
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El lobo continuaba observando al espadachín de forma calmada. Su mirada parecía estar bastante tranquila debido a que no se notaban intenciones extrañas. El luchador conocido como la pesadilla se sentó, haciendo que el agua le llegase hasta la barbilla. Ignoró los chapoteos del espadachín, y simplemente se dejó llevar por la tranquilidad del agua. Era curioso cómo algo que podía llegar a matarle, era tan relajante y bueno al mismo tiempo. La vida entera era una caja de curiosidades. Algunos temían abrirla y otros simplemente lo hacían sin pensar en las consecuencias. Podía decirse que el cadejo era del segundo tipo, pues siempre iba a su bola sin depender de nadie. Su precio era lo bastante alto como para demostrarlo, pero tan solo era eso, un precio que no iba a hacer más que subir sin control. Era la vida de un pirata como él.
- Tú lo has dicho. Es bueno dejar que piensen que solo somos meras presas de caza, pero cuando menos se lo esperen, los océanos se levantaran contra ellos.
El cadejo entonces sonrió de lado, notando aquella sensación refrescante por el cuerpo. Después se colocó de nuevo en pie, notando las gotas de agua resbalar por su cuerpo. Kedra no tardó en caminar un poco hasta ponerse sentado en la orilla, quedándose un poco pensativo después de todo lo que estaba escuchando. El salvador de capullos por el desierto tenía razón, pero no esperaba que solo se dedicase a aquello. Debían estar reclutando más hombres para la causa. El lobo oscuro por fin había dejado de pensar en hacer las cosas solo. Debían formar un ejército de piratas razonables, dispuestos a luchar por la libertad. El luchador entonces miró de forma seria a la persona que tenía frente a sus ojos. Aquel espadachín pelirrojo con sonrisa de violador del bosque antiguo.
- Bueno, Sharp. Creo que es el momento ideal para hablar sobre los planes de cada uno. Yo por mi parte prefiero formar un escroto… Un ejército de hombres que ayuden a dar el golpe final al gobierno.
No sabía la razón de que le hubiese salido aquella palabra, pero a lo mejor fue por intentar hablar rápido. Fuese como fuese, ahora nadie podía espiarles ni molestarles. Si así era, Kedra lo podría oler en poco tiempo, además de detectarlo con su haki de observación. Estaba acostumbrado a usar aquel tipo de moderes para librarse de muchas situaciones. Era un superviviente nato.
- Tú lo has dicho. Es bueno dejar que piensen que solo somos meras presas de caza, pero cuando menos se lo esperen, los océanos se levantaran contra ellos.
El cadejo entonces sonrió de lado, notando aquella sensación refrescante por el cuerpo. Después se colocó de nuevo en pie, notando las gotas de agua resbalar por su cuerpo. Kedra no tardó en caminar un poco hasta ponerse sentado en la orilla, quedándose un poco pensativo después de todo lo que estaba escuchando. El salvador de capullos por el desierto tenía razón, pero no esperaba que solo se dedicase a aquello. Debían estar reclutando más hombres para la causa. El lobo oscuro por fin había dejado de pensar en hacer las cosas solo. Debían formar un ejército de piratas razonables, dispuestos a luchar por la libertad. El luchador entonces miró de forma seria a la persona que tenía frente a sus ojos. Aquel espadachín pelirrojo con sonrisa de violador del bosque antiguo.
- Bueno, Sharp. Creo que es el momento ideal para hablar sobre los planes de cada uno. Yo por mi parte prefiero formar un escroto… Un ejército de hombres que ayuden a dar el golpe final al gobierno.
No sabía la razón de que le hubiese salido aquella palabra, pero a lo mejor fue por intentar hablar rápido. Fuese como fuese, ahora nadie podía espiarles ni molestarles. Si así era, Kedra lo podría oler en poco tiempo, además de detectarlo con su haki de observación. Estaba acostumbrado a usar aquel tipo de moderes para librarse de muchas situaciones. Era un superviviente nato.
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