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"Bueno, por fin hemos llegado. ¿Seguro que aquí encontraré respuestas?"
"Si las encontrarás o no, no puedo decirte. Pero es el mejor sitio por donde empezar."
Aún dudosa, aterricé con gracia en aquel extraño suelo hecho de nubes sólidas, saliendo de mi transformación de vuelta a mi forma humana. Me encontraba en Skypiea, a plena luz del día en lo que parecía ser una plaza desierta, vestida con mi conjunto habitual de ropas rojizas y ondeando la peluca al viento. Mi guía me hablaba desde el fondo de mi cabeza, una voz familiar y a la vez desconocida, que había aparecido de repente y sin explicación alguna, junto al set de 'habilidades' que despertaron en mí algunas semanas atrás. La identidad de la voz para mí era un misterio, pero por alguna razón no podía evitar querer confiar en ella. La sentía tan cercana a mí como cuando mis dos facetas hablaban entre ellas, y tal vez por eso no entré en pánico cuando surgió de la nada.
Lejos de aclarar la situación, la masculina voz se limitó a darme instrucciones y a enseñarme cómo usar la base de esos 'poderes', y tras cansarme de insistir, simplemente le seguí la corriente. Para mi sorpresa, funcionó. Y por eso no la cuestioné cuando me indicó que debía ir hacia la isla del cielo, prometiendo respuestas en la cultura Skypeiana.
"Tu poder te permite convertirte en ángel." - Había dicho. - "Y ellos son lo más parecido que tiene este mundo. Con suerte descubrirás algo si interactuas con la gente alada."
Para mí, la voz hablaba de forma críptica, diciendo cosas que no entendía del todo. Pero había decidido confiar en ella, así que no cuestioné sus consejos y puse rumbo al Paraíso. No importaba demasiado si tardaba en comprenderlo, mientras fuera capaz de hacerlo tarde o temprano.
"Bueno..." - Pensé. - "¿Y ahora qué?"
"Ahora..." - Enfatizó la voz. Parecía agradarle que fuera tan comprensiva con ella. - "... Está en tus manos. Te deseo suerte."
Haciendo una mueca de media sonrisa, comencé a caminar sin dirección fija. Empezaba a acostumbrarme a la forma de ser de la voz, aunque algo en el fondo de mi corazón me decía que solo estaba viendo la punta del iceberg...
"Si las encontrarás o no, no puedo decirte. Pero es el mejor sitio por donde empezar."
Aún dudosa, aterricé con gracia en aquel extraño suelo hecho de nubes sólidas, saliendo de mi transformación de vuelta a mi forma humana. Me encontraba en Skypiea, a plena luz del día en lo que parecía ser una plaza desierta, vestida con mi conjunto habitual de ropas rojizas y ondeando la peluca al viento. Mi guía me hablaba desde el fondo de mi cabeza, una voz familiar y a la vez desconocida, que había aparecido de repente y sin explicación alguna, junto al set de 'habilidades' que despertaron en mí algunas semanas atrás. La identidad de la voz para mí era un misterio, pero por alguna razón no podía evitar querer confiar en ella. La sentía tan cercana a mí como cuando mis dos facetas hablaban entre ellas, y tal vez por eso no entré en pánico cuando surgió de la nada.
Lejos de aclarar la situación, la masculina voz se limitó a darme instrucciones y a enseñarme cómo usar la base de esos 'poderes', y tras cansarme de insistir, simplemente le seguí la corriente. Para mi sorpresa, funcionó. Y por eso no la cuestioné cuando me indicó que debía ir hacia la isla del cielo, prometiendo respuestas en la cultura Skypeiana.
"Tu poder te permite convertirte en ángel." - Había dicho. - "Y ellos son lo más parecido que tiene este mundo. Con suerte descubrirás algo si interactuas con la gente alada."
Para mí, la voz hablaba de forma críptica, diciendo cosas que no entendía del todo. Pero había decidido confiar en ella, así que no cuestioné sus consejos y puse rumbo al Paraíso. No importaba demasiado si tardaba en comprenderlo, mientras fuera capaz de hacerlo tarde o temprano.
"Bueno..." - Pensé. - "¿Y ahora qué?"
"Ahora..." - Enfatizó la voz. Parecía agradarle que fuera tan comprensiva con ella. - "... Está en tus manos. Te deseo suerte."
Haciendo una mueca de media sonrisa, comencé a caminar sin dirección fija. Empezaba a acostumbrarme a la forma de ser de la voz, aunque algo en el fondo de mi corazón me decía que solo estaba viendo la punta del iceberg...
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Tenía huevos el asunto, al final iba a ser verdad eso de que había una isla sobre las nubes. El cazador se había desplazado hasta aquel lugar, usando tan solo sus alas. La razón por la que no se había llevado a su compañera era demasiado clara, ella no podía subir, y le daba pereza cargarla. Si es cierto que allí había una civilización, quería verificar si también había criminales que poder derrotar. Si ellos no tenían una justicia, a lo mejor podía ayudarles para de esa forma ganarse las confianzas de esa gente. El caballero del mar observaba todo desde una pequeña plaza. El suelo estaba hecho de nubes sólidas, y eso le hizo sentirse cómodo cuando caminaba por aquella superficie. Al menos no había tanto calor pese a estar más cerca del Sol. Algunos infiernos tuvo que pasar ya en Arabasta el pobre tirador, sobre todo cuando se formó aquel tiroteo inesperado.
El rubio iba vestido con una gabardina negra, la cual llegaba hasta un poco por debajo de sus rodillas. En el interior llevaba una chaqueta de cuero, y dentro cargadores como para liar allí la del pulpo. Eso solo ocurriría si se encontraba con un tirano esclavizando a los habitantes. Tenía un pantalón oscuro, y unas botas del mismo color. En sus ojos tenía unas gafas de Sol del mismo color que la ropa, negra. Cualquiera podía decir que era un Serafín con aquel tipo de color, pero eso era algo que le daba lo mismo. Sus pistolas estaban metidas en sus fundas, y su galil estaba oculta debajo de sus ropas. Su cabello estaba peinado hacia tras, como de costumbre. De esa forma el flequillo no le estorbaba a la hora de disparar, y para él su visión era lo primero. Soltó un pequeño suspiro, y comenzó a caminar tranquilamente.
- Esto parece bastante pacifico. No hay explosiones ni sangre por las nubes, eso tiene que ser bueno.
- “O a lo mejor ocultan los cuerpos en casas para ir de pesca”
Aquel comentario por parte del espíritu de su fruta hizo que una pequeña gotita de sudor cayese por el rostro del pistolero. Por si las moscas, activó su haki de observación para estar mejor preparado. En ese momento, pudo ver a una joven que iba caminando tranquilamente. A lo mejor era una habitante de que aquella isla. Era el momento de comprobar que todo estaba en orden. El Yonkaikyo comenzó a caminar hacia ella hasta que estuvo a una distancia cercana, entonces alzó su voz para llamar su atención.
- Disculpe, señorita ¿Es usted ciudadana de esta isla? Soy nuevo y querría que me explicara un poco como va todo.
Estaba seguro de que allí arriba no le iban a reconocer, pero a lo mejor se llevaba una sorpresa y todo, solo tenía que esperar a que fuese la joven la que hablase. El rubio se mantuvo calmado, con una sonrisa en todo momento, y de brazos cruzados.
El rubio iba vestido con una gabardina negra, la cual llegaba hasta un poco por debajo de sus rodillas. En el interior llevaba una chaqueta de cuero, y dentro cargadores como para liar allí la del pulpo. Eso solo ocurriría si se encontraba con un tirano esclavizando a los habitantes. Tenía un pantalón oscuro, y unas botas del mismo color. En sus ojos tenía unas gafas de Sol del mismo color que la ropa, negra. Cualquiera podía decir que era un Serafín con aquel tipo de color, pero eso era algo que le daba lo mismo. Sus pistolas estaban metidas en sus fundas, y su galil estaba oculta debajo de sus ropas. Su cabello estaba peinado hacia tras, como de costumbre. De esa forma el flequillo no le estorbaba a la hora de disparar, y para él su visión era lo primero. Soltó un pequeño suspiro, y comenzó a caminar tranquilamente.
- Esto parece bastante pacifico. No hay explosiones ni sangre por las nubes, eso tiene que ser bueno.
- “O a lo mejor ocultan los cuerpos en casas para ir de pesca”
Aquel comentario por parte del espíritu de su fruta hizo que una pequeña gotita de sudor cayese por el rostro del pistolero. Por si las moscas, activó su haki de observación para estar mejor preparado. En ese momento, pudo ver a una joven que iba caminando tranquilamente. A lo mejor era una habitante de que aquella isla. Era el momento de comprobar que todo estaba en orden. El Yonkaikyo comenzó a caminar hacia ella hasta que estuvo a una distancia cercana, entonces alzó su voz para llamar su atención.
- Disculpe, señorita ¿Es usted ciudadana de esta isla? Soy nuevo y querría que me explicara un poco como va todo.
Estaba seguro de que allí arriba no le iban a reconocer, pero a lo mejor se llevaba una sorpresa y todo, solo tenía que esperar a que fuese la joven la que hablase. El rubio se mantuvo calmado, con una sonrisa en todo momento, y de brazos cruzados.
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Definitivamente, largarme de aquel extraño bar fue lo mejor que pude haber hecho. Aquel hombre de cabellos rubios... y encima pálido... era todo tan extraño. Parecía que en cuanto olió la sangre de las heridas superficiales de mis brazos se emocionó. Agh, esperaba no volver a verlo nunca más. La verdad es que aquel tío no era un habitante de las islas del cielo por su aspecto. En el fondo esperaba que esto fuera un lugar tranquilo, apacible, sereno; esperaba que fuera a mejor el día.
La verdad, es que, desde que había salido de aquella taberna apenas había tenido tiempo a observar lo preciosa que era la parte habitada de la isla. Se me hacía extraño estar a tanta altura de la tierra. Majestuoso, pensé. Di varias vueltas sobre mí misma casi boquiabierta. ¿Podría ser un buen día, no? ¡Hagamos que lo sea! En mi interior no paraba de haber una explosión de emociones.
No había mucha gente por las calles, supongo que se debería a la hora del día. Paseé un poco más por las calles, pero tampoco había nada interesante. Supongo que lo bueno estaría en los bosques infinitos que se perdían en el horizonte. Estaría genial recorrerlos todos por encima, lástima que no tuviese el tiempo suficiente. Debía proseguir mi viaje hacia las tierras desconocidas y encontrar pistas sobre las personas que habían intentado matarme. Ya lo han intentado más veces, puede que la siguiente sea la definitiva y no podía perder el tiempo.
Reconozco que también intentaba buscar a mis antiguos compañeros por el hecho de no estar sola, de tener una ayuda en caso de que volviesen a matarme, pero la búsqueda siempre era en vano. Había perdido la esperanza de reencontrarme con alguno de ellos. ¿Cuánto tiempo hacía que no establecía una conversación agradable? Una conversación de amigos… A este paso acabaría volviéndome loca.
En fin, era hora de dejarse de lamentos y depresiones. Tocaba disfrutar un poco de la isla del cielo. Mi cuerpo se transformó. De mi espalda surgieron unas grandes alas resplandecientes; mis cabellos pasaron a ser dorados y mis ropajes se convirtieron y fina seda blanca. ¡Vamos allá! Despegué del suelo sin abrir los ojos. El aire era puro y fresco, rozaba contra mi piel provocando una agradable sensación. Finalmente, volví a abrir los ojos. ¡Todo desde allí arriba era impresionante!
-Increíble – Murmuré.
Se suponía que la isla del cielo estaba plagada de gente como yo, o eso me decían en los cuentos. Seres superiores mágicos. No sería nada raro verme volar a mí, o eso esperaba…
La verdad, es que, desde que había salido de aquella taberna apenas había tenido tiempo a observar lo preciosa que era la parte habitada de la isla. Se me hacía extraño estar a tanta altura de la tierra. Majestuoso, pensé. Di varias vueltas sobre mí misma casi boquiabierta. ¿Podría ser un buen día, no? ¡Hagamos que lo sea! En mi interior no paraba de haber una explosión de emociones.
No había mucha gente por las calles, supongo que se debería a la hora del día. Paseé un poco más por las calles, pero tampoco había nada interesante. Supongo que lo bueno estaría en los bosques infinitos que se perdían en el horizonte. Estaría genial recorrerlos todos por encima, lástima que no tuviese el tiempo suficiente. Debía proseguir mi viaje hacia las tierras desconocidas y encontrar pistas sobre las personas que habían intentado matarme. Ya lo han intentado más veces, puede que la siguiente sea la definitiva y no podía perder el tiempo.
Reconozco que también intentaba buscar a mis antiguos compañeros por el hecho de no estar sola, de tener una ayuda en caso de que volviesen a matarme, pero la búsqueda siempre era en vano. Había perdido la esperanza de reencontrarme con alguno de ellos. ¿Cuánto tiempo hacía que no establecía una conversación agradable? Una conversación de amigos… A este paso acabaría volviéndome loca.
En fin, era hora de dejarse de lamentos y depresiones. Tocaba disfrutar un poco de la isla del cielo. Mi cuerpo se transformó. De mi espalda surgieron unas grandes alas resplandecientes; mis cabellos pasaron a ser dorados y mis ropajes se convirtieron y fina seda blanca. ¡Vamos allá! Despegué del suelo sin abrir los ojos. El aire era puro y fresco, rozaba contra mi piel provocando una agradable sensación. Finalmente, volví a abrir los ojos. ¡Todo desde allí arriba era impresionante!
-Increíble – Murmuré.
Se suponía que la isla del cielo estaba plagada de gente como yo, o eso me decían en los cuentos. Seres superiores mágicos. No sería nada raro verme volar a mí, o eso esperaba…
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- Disculpe, señorita ¿Es usted ciudadana de esta isla? Soy nuevo y querría que me explicara un poco como va todo.
Mientras paseaba despreocupadamente, buscando alguna taberna o bar o lo que fuera que tuviera mucha gente dentro, un hombre se acercó a mí preguntando que si era habitante del lugar. Al principio me alegré de ver a alguien en la zona, luego me decepcioné de que no fuera un local, y luego me volví a alegrar porque era un alma perdida como yo, y eso me hizo querer simpatizar con él.
De cabellos rubios y una mirada oculta por gafas de sol, el hombre estaba sonriendo, lo que creaba una disonancia en lo que transmitía su aspecto: serio, pero amable; confiable, pero indiscutible; profesional y cauteloso. Hubiera jurado que desprendía el tipo de atmósfera que había visto una y otra vez en algunos de mis compañeros agentes, y eso me hizo mantenerme en guardia de forma reflexiva; pero al mismo tiempo una corazonada me decía que sus intenciones eran buenas, y había aprendido a confiar en mis corazonadas, así que pude relajarme con rapidez.
Pasado ese episodio de dudas internas, la conclusión fue que le sonriera de vuelta y respondiera de forma alegre:
- Me temo que no, señor. Estoy de visita como usted. - La luz del sol hizo que mi pelo despidiera un destello rojizo. - En realidad, también ando algo desorientada, y buscaba algún sitio donde hubiera gente a la que preguntar, pero la plaza de atrás está vacía. - Dije señalando a mi espalda, de donde venía yo. - Si le apetece, podemos buscar juntos.
Mientras esperaba una respuesta de mi interlocutor, algo captó mi atención. Una figura voladora no muy lejana, probablemente un Skypieano disfrutando de su libertad o buscando un sitio donde posarse. Estaba a bastante altura, desde luego, pero eso no impidió que viese las radiantes alas y el dorado cabello. Emocionada y con los ojos abiertos como platos (pues nunca había visto a nadie volar, salvo a mí misma), me puse a dar saltos y hacer señas como una niña pequeña, al grito de:
- ¡EEEHH! ¡AQUí! ¡DOS TURISTAS NECESITAN GUÍA! ¡HOLA! - Y similares. No me había parado a pensarlo antes, pero ahora esperaba que mi actuación no le resultara molesta al hombre. Por sus pintas no es que pasara precisamente desapercibido, pero cualquiera podría decir que trataba de ocultarse... ligeramente al menos.
Mientras paseaba despreocupadamente, buscando alguna taberna o bar o lo que fuera que tuviera mucha gente dentro, un hombre se acercó a mí preguntando que si era habitante del lugar. Al principio me alegré de ver a alguien en la zona, luego me decepcioné de que no fuera un local, y luego me volví a alegrar porque era un alma perdida como yo, y eso me hizo querer simpatizar con él.
De cabellos rubios y una mirada oculta por gafas de sol, el hombre estaba sonriendo, lo que creaba una disonancia en lo que transmitía su aspecto: serio, pero amable; confiable, pero indiscutible; profesional y cauteloso. Hubiera jurado que desprendía el tipo de atmósfera que había visto una y otra vez en algunos de mis compañeros agentes, y eso me hizo mantenerme en guardia de forma reflexiva; pero al mismo tiempo una corazonada me decía que sus intenciones eran buenas, y había aprendido a confiar en mis corazonadas, así que pude relajarme con rapidez.
Pasado ese episodio de dudas internas, la conclusión fue que le sonriera de vuelta y respondiera de forma alegre:
- Me temo que no, señor. Estoy de visita como usted. - La luz del sol hizo que mi pelo despidiera un destello rojizo. - En realidad, también ando algo desorientada, y buscaba algún sitio donde hubiera gente a la que preguntar, pero la plaza de atrás está vacía. - Dije señalando a mi espalda, de donde venía yo. - Si le apetece, podemos buscar juntos.
Mientras esperaba una respuesta de mi interlocutor, algo captó mi atención. Una figura voladora no muy lejana, probablemente un Skypieano disfrutando de su libertad o buscando un sitio donde posarse. Estaba a bastante altura, desde luego, pero eso no impidió que viese las radiantes alas y el dorado cabello. Emocionada y con los ojos abiertos como platos (pues nunca había visto a nadie volar, salvo a mí misma), me puse a dar saltos y hacer señas como una niña pequeña, al grito de:
- ¡EEEHH! ¡AQUí! ¡DOS TURISTAS NECESITAN GUÍA! ¡HOLA! - Y similares. No me había parado a pensarlo antes, pero ahora esperaba que mi actuación no le resultara molesta al hombre. Por sus pintas no es que pasara precisamente desapercibido, pero cualquiera podría decir que trataba de ocultarse... ligeramente al menos.
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Al parecer el tirador no había tenido suerte, pues aquella chica que pensaba que era un miembro de aquella isla, no era más que otra visitante como él. Al menos había sido una persona amable y eso siempre se agradecía de una forma u otra. Kasai pensó entonces que debía de examinar el alma de aquella persona y no tardó en activar su visión especial. Tal y como pensaba, se trataba de una buena persona. Aunque era difícil fiarse después de casos como el de Misa. Soltó un pequeño suspiro y a continuación empezó a pensar en qué hacer. La idea que le propuso aquella chica de buscar juntos le agradó. De esa forma ocupaban más terreno y no levantarían sospechas al ir cada uno por un lado. Encima su ropa era de lo más llamativa para aquellas cosas. Parecía un agente del gobierno o en su detecto un tipo salido de un libro de cazavampiros.
- Estoy de acuerdo con esa idea. Si buscamos juntos podremos encontrar lo que buscamos en menos tiempo del que tardaríamos solos. – Mencionó el rubio con una sonrisa amable en su rostro.
En ese momento, aquella chica de cabello rojizo empezó a gritar mientras miraba a una dirección. El cazador alzó la ceja un poco confuso y después miró también para ver a quien le estaba gritando. Pudo ver una figura alada y eso le hizo mostrar una expresión calmada. Al parecer habían encontrado a alguien en aquella isla y fue cuando el pistolero pensó en disparar hacia arriba para llamar la atención. Entonces pensó que podrían tomarlo como un acto hostil, y simplemente estiró su mano hacia el cielo. De sus dedos salió un cono de luz celestial bastante intenso, el cual empezó a activar y desactivar a modo de parpadeo. Esperaba que aquella figura que volaba pudiese verlo.
- Como alguien tenga un ataque epiléptico por esto me voy a buscar un buen lío. Espero que nos vea pronto. Y yo que pensaba que era el único ángel del mundo, me alegra ver que hay otro. – Dijo en un tono calmado.
Kasai no le importaba ir diciendo lo que era, pues ya muchos le conocían así debido a su puesto en el Saigo. Soltó un suspiro mientras esperaba que la tercera figura se diese cuenta de que ambos estaban allí y que los guiase hasta algún sitio.
- Estoy de acuerdo con esa idea. Si buscamos juntos podremos encontrar lo que buscamos en menos tiempo del que tardaríamos solos. – Mencionó el rubio con una sonrisa amable en su rostro.
En ese momento, aquella chica de cabello rojizo empezó a gritar mientras miraba a una dirección. El cazador alzó la ceja un poco confuso y después miró también para ver a quien le estaba gritando. Pudo ver una figura alada y eso le hizo mostrar una expresión calmada. Al parecer habían encontrado a alguien en aquella isla y fue cuando el pistolero pensó en disparar hacia arriba para llamar la atención. Entonces pensó que podrían tomarlo como un acto hostil, y simplemente estiró su mano hacia el cielo. De sus dedos salió un cono de luz celestial bastante intenso, el cual empezó a activar y desactivar a modo de parpadeo. Esperaba que aquella figura que volaba pudiese verlo.
- Como alguien tenga un ataque epiléptico por esto me voy a buscar un buen lío. Espero que nos vea pronto. Y yo que pensaba que era el único ángel del mundo, me alegra ver que hay otro. – Dijo en un tono calmado.
Kasai no le importaba ir diciendo lo que era, pues ya muchos le conocían así debido a su puesto en el Saigo. Soltó un suspiro mientras esperaba que la tercera figura se diese cuenta de que ambos estaban allí y que los guiase hasta algún sitio.
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La libertad que sentía al volar era única. Un amago de diversión salía por sí mismo de mi cuerpo, mejor dicho de mi cara, aunque estoy segura de que nadie era capaz de ver mi felicidad. Que paz, que tranquilidad... ¿por qué no podía ser todo siempre así? ¿Tanto costaba crear una situación como esta? Suspiré. Algún día lograría que me escuchasen, llevaría el bien por el mundo y nadie, ¡nadie! me lo iba a impedir.
Llevaba un buen rato sin advertir ninguna presencia hasta que escuché una voz femenina. Parecía gritar a lo lejos, menudos pulmones. Me detuve y miré en todas direcciones, la verdad es que estaba a bastante altura así que era mejor descender poco a poco. A medida que iba perdiendo metros logré ver a dos personas.
Al parecer eran turistas y se creían que yo era una guía... vaya, habían tenido mala suerte. Yo no era la mejor del mundo orientándome y, finalmente, era una turista como ellos. Supongo que no me tocaba otra que ayudarlos, era lo que tenía ser buena persona. Cuando iba hacia ellos una de las personas creó una luz parpadeante con su mano alzada. Me detuve un momento, pues era molesta para la vista. Para llamar la atención era muy buena, que gran invento.
Finalmente llegué hasta ellos dos.
Eran un chico y una chica los que estaban allí. Una pelirroja bastante y el chico... vaya, nunca esperé que me encontraría con esa persona en esta isla. Estaba un poco nerviosa al verlos a los dos. ¿Acaso se conocían? No tenía ni idea de quién era ella, pero a lo mejor era amiga de Kasai. Lástima que él ya no me considerase su amiga… Intentaría cambiar eso.
-Etto… Hola – dije con timidez y entrelazando las manos sobre mi vientre mientras me mordía el labio inferior.
Ahora que lo pensaba seguía en mi forma completa, pero bueno, no pasaba nada por seguir un poco más en ella. Si eso después volvería a ser yo.
-Lo siento, pero yo tampoco tengo ni idea de este lugar. Solo estoy de visita. – Sonreí.
Llevaba un buen rato sin advertir ninguna presencia hasta que escuché una voz femenina. Parecía gritar a lo lejos, menudos pulmones. Me detuve y miré en todas direcciones, la verdad es que estaba a bastante altura así que era mejor descender poco a poco. A medida que iba perdiendo metros logré ver a dos personas.
Al parecer eran turistas y se creían que yo era una guía... vaya, habían tenido mala suerte. Yo no era la mejor del mundo orientándome y, finalmente, era una turista como ellos. Supongo que no me tocaba otra que ayudarlos, era lo que tenía ser buena persona. Cuando iba hacia ellos una de las personas creó una luz parpadeante con su mano alzada. Me detuve un momento, pues era molesta para la vista. Para llamar la atención era muy buena, que gran invento.
Finalmente llegué hasta ellos dos.
Eran un chico y una chica los que estaban allí. Una pelirroja bastante y el chico... vaya, nunca esperé que me encontraría con esa persona en esta isla. Estaba un poco nerviosa al verlos a los dos. ¿Acaso se conocían? No tenía ni idea de quién era ella, pero a lo mejor era amiga de Kasai. Lástima que él ya no me considerase su amiga… Intentaría cambiar eso.
-Etto… Hola – dije con timidez y entrelazando las manos sobre mi vientre mientras me mordía el labio inferior.
Ahora que lo pensaba seguía en mi forma completa, pero bueno, no pasaba nada por seguir un poco más en ella. Si eso después volvería a ser yo.
-Lo siento, pero yo tampoco tengo ni idea de este lugar. Solo estoy de visita. – Sonreí.
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A mi nuevo conocido le había gustado la idea de continuar la búsqueda juntos, lo cual me puso contenta. Siempre es mejor viajar acompañada que sola, eso sin dudarlo. Además, lejos de molestarle, había apoyado mis intentos de atraer a la persona voladora usando alguna especie de luz intermitente que tenía en su mano.
- Vaya, esa linterna es la leche de potente ¿eh? - Comenté, ignorando el hecho de que la luz salía de sus dedos. De seguido, escuché su comentario acerca de ser el único ángel del mundo y me giré hacia él, extrañada. - Pero entonces, ¿eres un Skypeiano que nació en las islas de abajo?
No tuve tiempo de plantear mucho mejor mi pregunta, porque entre los dos conseguimos llamar la atención del otro supuesto Skypeiano, que comenzó a acercarse a nosotros, a juzgar por la silueta creciente... Y cual no fue mi sorpresa cuando pude distinguir que se trataba de una chica joven y bella. "Si el concepto de ángeles tiene un origen, bien podría ser ella." Pensé, admirando a la recién llegada.
- ¡Hola! - Saludé de vuelta a la tímida muchacha, sonriendo de oreja a oreja emocionada. Supuse que ella no estaría acostumbrada a las visitas, porque se puso algo nerviosa al saludarnos.
-Lo siento, pero yo tampoco tengo ni idea de este lugar. Solo estoy de visita. - Dijo ella.
Un silencio incómodo se hizo durante unos segundos en los que cada uno trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo. Y lo único que pude pensar en decir, aún sonriendo, fue:
- ¿Cómo?
Aquella sorpresa era espesa como un un pudin de caramelo y me estaba costando tragarla. ¿Gente que parece ángeles que no eran Skypeianos? No, no es que parecieran ángeles... El hombre había especificado que era uno, y la mujer frente a mí podía incluso volar... Tras retroceder un par de pasos, escuché una voz en mi cabeza:
- "Ay, Dios... Esto sí que no me lo esperaba ni yo." - No sabría decir si él estaba más sorprendido, alegre o nervioso.
- Espera-espera-espera-espera... - Balbuceé, incrédula. - Vosotros dos... ¿Sois ángeles de verdad? ¿En plan Siervos del Señor y esas cosas? Si no habéis estado nunca aquí... ¿Es que venís de otro mundo, como Azri? - Obviamente no me había dado muchos detalles, pero sí sabía que el ángel de mi Akuma provenía de alguna especie de algo alternativo. Tampoco es que le entendiera mucho cuando me lo dijo.
- "Alex, no creo que lo comprendan." - Intervino en mi mente el susodicho. - "No los reconozco, así que serán Usuarios de Fruta, como tú."
- ¿Usuarios? - Pregunté en voz alta sin darme cuenta. Estaba empezando a entrar en pánico y actuar de forma inconsciente... Con suerte los presentes solo pensarían que tengo amigos imaginarios (suposición que no estaría tan alejada de la realidad, ahora que lo pienso).
- Vaya, esa linterna es la leche de potente ¿eh? - Comenté, ignorando el hecho de que la luz salía de sus dedos. De seguido, escuché su comentario acerca de ser el único ángel del mundo y me giré hacia él, extrañada. - Pero entonces, ¿eres un Skypeiano que nació en las islas de abajo?
No tuve tiempo de plantear mucho mejor mi pregunta, porque entre los dos conseguimos llamar la atención del otro supuesto Skypeiano, que comenzó a acercarse a nosotros, a juzgar por la silueta creciente... Y cual no fue mi sorpresa cuando pude distinguir que se trataba de una chica joven y bella. "Si el concepto de ángeles tiene un origen, bien podría ser ella." Pensé, admirando a la recién llegada.
- ¡Hola! - Saludé de vuelta a la tímida muchacha, sonriendo de oreja a oreja emocionada. Supuse que ella no estaría acostumbrada a las visitas, porque se puso algo nerviosa al saludarnos.
-Lo siento, pero yo tampoco tengo ni idea de este lugar. Solo estoy de visita. - Dijo ella.
Un silencio incómodo se hizo durante unos segundos en los que cada uno trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo. Y lo único que pude pensar en decir, aún sonriendo, fue:
- ¿Cómo?
Aquella sorpresa era espesa como un un pudin de caramelo y me estaba costando tragarla. ¿Gente que parece ángeles que no eran Skypeianos? No, no es que parecieran ángeles... El hombre había especificado que era uno, y la mujer frente a mí podía incluso volar... Tras retroceder un par de pasos, escuché una voz en mi cabeza:
- "Ay, Dios... Esto sí que no me lo esperaba ni yo." - No sabría decir si él estaba más sorprendido, alegre o nervioso.
- Espera-espera-espera-espera... - Balbuceé, incrédula. - Vosotros dos... ¿Sois ángeles de verdad? ¿En plan Siervos del Señor y esas cosas? Si no habéis estado nunca aquí... ¿Es que venís de otro mundo, como Azri? - Obviamente no me había dado muchos detalles, pero sí sabía que el ángel de mi Akuma provenía de alguna especie de algo alternativo. Tampoco es que le entendiera mucho cuando me lo dijo.
- "Alex, no creo que lo comprendan." - Intervino en mi mente el susodicho. - "No los reconozco, así que serán Usuarios de Fruta, como tú."
- ¿Usuarios? - Pregunté en voz alta sin darme cuenta. Estaba empezando a entrar en pánico y actuar de forma inconsciente... Con suerte los presentes solo pensarían que tengo amigos imaginarios (suposición que no estaría tan alejada de la realidad, ahora que lo pienso).
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Kasai observó a aquella chica venir volando sin problemas, por lo que hizo que la intensa luz de sus dedos desapareciese. Cuando estuvo cerca de ellos, dijo que tampoco sabía de aquel lugar y eso hizo al tirador alzar una ceja. Se quedó pensativo unos momentos y comenzó a mirar a la joven de arriba abajo ¿Qué cojones? Le sonaba de algo. Pero él no conocía rubias aladas, por lo que seguramente se estaba confundiendo de persona. Su mantra tampoco era lo suficiente potente como para reconocer auras, por lo que pensó que debía de ser un error. Las casualidades en el mundo existían y podía haberse equivocado perfectamente. Ahora había tres personas pérdidas y una de ellas parecía ser como él. Allí había gato encerrado y eso hizo que el cazador entrecerrase los ojos. Sus gafas de Sol los ocultaban en todo momento, por lo que nadie iba a poder ver aquellos orbes dorados.
Justo entonces, la pelirroja empezó a decir cosas sobre usuarios y de siervos del señor. El miembro del Saigo no se consideraba así, más bien una especie de justiciero que seguía los consejos de su guardián serafín. Kasai decidió terminar con aquellas confusiones y por ello clavó una rodilla en el suelo. Lentamente, un aura blanca empezó a rodearle de forma intensa. Su cabello se alargó de forma exagerada, terminando en una melena larga y perfecta. Sus ojos y nariz fueron cubiertos por una especie de casco que parecía no dificultarle ver. Sus ropas pasaron a ser unas túnicas blancas y de su espalda surgieron seis alas blancas como la nieve. Su musculatura aumentó un poco y entonces la luz desapareció. El cazador cerró los ojos unos momentos y después de unos segundos los abrió. Se colocó en pie despacio y miró a las dos chicas que tenía frente a él.
- Creo que deberíamos sincerarnos entre nosotros. Mi nombre es Kasai Kuro, miembro del Saigo Yonkaikyo. Líder del dúo cazador conocido como Hikari No Gadian y usuario del poder del serafín llamado… “¿Cómo te llamas”?
Preguntó el rubio en su mente.
“Serafín”
- Llamado serafín… Soy un usuario de las frutas del diablo ¿Tendríais la amabilidad de presentaros, por favor? De esa forma creo que despejaremos nuestras dudas.
El tono del pistolero era amable en todo momento y en su rostro podía verse una sonrisa calmada. No tardó mucho en quitarse las túnicas, quedando con su habitual ropa negra, pero con aquel aspecto en su forma completa. Ahora parecía el ángel motero o algo así, pero sinceramente pasaba de la indumentaria. Él estaba allí para ayudar a las personas. Lo siguiente que hizo fue hacerles una reverencia a las jóvenes.
- Encantado.
Justo entonces, la pelirroja empezó a decir cosas sobre usuarios y de siervos del señor. El miembro del Saigo no se consideraba así, más bien una especie de justiciero que seguía los consejos de su guardián serafín. Kasai decidió terminar con aquellas confusiones y por ello clavó una rodilla en el suelo. Lentamente, un aura blanca empezó a rodearle de forma intensa. Su cabello se alargó de forma exagerada, terminando en una melena larga y perfecta. Sus ojos y nariz fueron cubiertos por una especie de casco que parecía no dificultarle ver. Sus ropas pasaron a ser unas túnicas blancas y de su espalda surgieron seis alas blancas como la nieve. Su musculatura aumentó un poco y entonces la luz desapareció. El cazador cerró los ojos unos momentos y después de unos segundos los abrió. Se colocó en pie despacio y miró a las dos chicas que tenía frente a él.
- Creo que deberíamos sincerarnos entre nosotros. Mi nombre es Kasai Kuro, miembro del Saigo Yonkaikyo. Líder del dúo cazador conocido como Hikari No Gadian y usuario del poder del serafín llamado… “¿Cómo te llamas”?
Preguntó el rubio en su mente.
“Serafín”
- Llamado serafín… Soy un usuario de las frutas del diablo ¿Tendríais la amabilidad de presentaros, por favor? De esa forma creo que despejaremos nuestras dudas.
El tono del pistolero era amable en todo momento y en su rostro podía verse una sonrisa calmada. No tardó mucho en quitarse las túnicas, quedando con su habitual ropa negra, pero con aquel aspecto en su forma completa. Ahora parecía el ángel motero o algo así, pero sinceramente pasaba de la indumentaria. Él estaba allí para ayudar a las personas. Lo siguiente que hizo fue hacerles una reverencia a las jóvenes.
- Encantado.
Yoko Littner
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Menuda panda se ha juntado, pensé. Entre la sorpresa de una y la seriedad del otro no íbamos a llegar muy lejos. Arqueé las cejas cuando la chica preguntó por un tal Azri. No tenía ni idea de a qué se refería. No me consideraba una sierva del señor, tan solo quería implantar la justicia de un modo bueno, sin dolor. Solo buscaba el bien en el mundo y el exterminio de la maldad, aunque sonaba un poco imposible.
No creo que fuese necesario dar tantos detalles de cada uno. Yo... simplemente volví a mi forma natural. Desapareció la luz celestial que mi cuerpo emitía y volví a mi cabello pelirrojo y mis ropas de humana. Sonreí y me quedé mirando a ambos. Supongo que Kasai ahora me reconocería.
En cuanto hizo la reverencia sonreí.
-Soy Yoko Littner, una cazadora con el poder de transformarme en un arcángel. Así que respondiendo a tu pregunta - miré a la muchacha -. Sí, soy usuaria.
Me crucé de brazos, esperando la siguiente presentación. Desde un primer momento tuve una imagen un tanto extraña de la chica. Esperaba que con el tiempo mejorase, no solía guiarme por la imagen de las personas hasta conocerlas perfectamente por dentro.
-Me alegro de verte, Kasai. Y por cierto, encantada de conocerte - Le dije a la chica.
Sonreí.
Estaba deseando saber qué hacía él aquí. La verdad es que había sido una coincidencia. No pensaba encontrarme con gente normal en una isla del cielo. Miré al cielo y me puse las gafas de sol. Este brillaba con fuerza.
-Bueno, ¿alguna idea de cómo salir de aquí? - Inquirí-. ¿O nos dejamos guiar por la intuición?
No creo que fuese necesario dar tantos detalles de cada uno. Yo... simplemente volví a mi forma natural. Desapareció la luz celestial que mi cuerpo emitía y volví a mi cabello pelirrojo y mis ropas de humana. Sonreí y me quedé mirando a ambos. Supongo que Kasai ahora me reconocería.
En cuanto hizo la reverencia sonreí.
-Soy Yoko Littner, una cazadora con el poder de transformarme en un arcángel. Así que respondiendo a tu pregunta - miré a la muchacha -. Sí, soy usuaria.
Me crucé de brazos, esperando la siguiente presentación. Desde un primer momento tuve una imagen un tanto extraña de la chica. Esperaba que con el tiempo mejorase, no solía guiarme por la imagen de las personas hasta conocerlas perfectamente por dentro.
-Me alegro de verte, Kasai. Y por cierto, encantada de conocerte - Le dije a la chica.
Sonreí.
Estaba deseando saber qué hacía él aquí. La verdad es que había sido una coincidencia. No pensaba encontrarme con gente normal en una isla del cielo. Miré al cielo y me puse las gafas de sol. Este brillaba con fuerza.
-Bueno, ¿alguna idea de cómo salir de aquí? - Inquirí-. ¿O nos dejamos guiar por la intuición?
Alexandra Silvercat
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Estaba flipando en colores. El tío de cuero resultó ser uno de los Yonkaikyo y un cazador de recompensas famoso, Kasai Kuro... ya decía yo que me sonaba de algo. Por otra parte además era usuario de una fruta como la mía, solo que su "ser angelical" resultó ser nada más y nada menos que un Serafín... Según tenía entendido, esos eran el rango directamente superior a los Arcángeles, como Azrael, ¿lo que convertía a Kasai en mi jefe de manera indirecta? Vaya lío... Tras presentarse nos pidió amablemente que hiciéramos lo mismo, y la otra chica hizo lo propio.
Al parecer ella también era un Arcángel, aunque a juzgar por su forma de hablar de su poder, aún no conocía el nombre del suyo. O tal vez ni siquiera tuviera nombre, no estaba segura de que eso fuera posible pero ya había visto demasiadas cosas como para ponerme a dudar de algo así. Su nombre era Yoko, también cazadora de recompensas... ¿Se conocerían Kasai y ella, por eso de compartir oficio? Cuando volvió a su forma humana, pude admirar su belleza, que no tenía nada que envidiar a su forma angelical. Aquel cabello rojo ondeando al viento de Skypeia enseguida me cautivó... Ah, y al final sí que conocía a Kasai después de todo.
- Igualmente encantada. - Les respondí a los dos con una sonrisa cálida. - Yo me llamo Alexandra, aunque podéis llamarme Alex, y soy... - Por un momento dudé sobre si contarles la verdad o si mantener una fachada, pero luego decidí que no iba a lograr descubrir nada si no me sinceraba yo también: -... soy una agente del Gobierno, aunque ahora mismo tengo un par de días libres. Pensaba aprovecharlos para venir aquí e investigar acerca de esta civilización. Porque veréis... Yo también soy usuaria de una fruta de ángel. - Reconocí algo tímidamente. Soltarlo todo así de repente, se me hacía algo vergonzoso.
Instantes tras decir estas palabras, mi largo cabello rojo se tornó negro como la noche más oscura, y tres pares de grandes alas del color del Abismo se extendieron a mi espalda. Encima de mi ropa se manifestó una armadura completa también de tono ébano, mientras aparecía una areola roja oscura sobre mi cabeza y un aura blanco-azulada se hacía visible a mi alrededor. Al abrir los ojos, estos eran tan negros como el resto de mi set, y enseguida me vi luchando en mi interior por mantener el control del poder que me invadió. Debía mostrarles mi verdadera forma, simplemente mostrarles la híbrida no sería suficiente para demostrar la veracidad de mis palabras. También había crecido un poco de tamaño, pero todo apenas duró unos instantes en los que tuve tiempo de añadir:
- El Arcángel de la Muerte, Azrael, se presenta. - Mi voz sonó verdaderamente hermosa, más de lo que hubiera imaginado, sinceramente. No se por qué, pero la primera vez que pasé a aquella forma esperaba que saliera distorsionada o algo parecido.
Tras aquel breve espectáculo, regresé a mi forma humana, suspirando al notar cómo retrocedían las voces de mi cabeza. Solo quedó la para mí familiar voz de Azri, que estaba más parlanchín que de costumbre:
- "Alex, no es por presionarte, pero no deberías hacer eso hasta que no controles mejor mis habilidades. Podría ser peligroso." - Me amonestó la voz del ángel en mi cabeza. - "Dejando eso de lado, te aconsejo que indagues más en la naturaleza de estos dos sujetos. Parecen tener poderes iguales o superiores a los míos, pero no soy capaz de diferenciar en ellos a alguien conocido... Es una sensación extraña e incómoda, sinceramente."
Azrael tenía razón, según había leído todos los ángeles de alto rango se podían reconocer por un nombre, tal vez incluso alguna habilidad propia. Pero Kasai y Yoko parecían ser casos más generalizados, como si su Fruta no siguiera un Modelo específico. ¿Qué diferencias tendrían sus seres del mío? Al parecer Kasai también podía hablar con el suyo, le vi hacer una extraña pausa para pensar el "nombre" de su ángel, pero no podía estar segura en el caso de Yoko... Tantas dudas y tan poco tiempo para responderlas.
- Bueno, ¿alguna idea de cómo salir de aquí? ¿O nos dejamos guiar por la intuición? - Preguntó entonces la pelirroja, sacándome de mis desvaríos internos. Se me antojaba una pregunta extraña, ya que acabábamos de llegar, pero creí entender a lo que se refería.
- Etto... de hecho intentamos llamar tu atención pensando que nos ayudarías con eso... - Reconocí rascándome la nuca con una inocente sonrisa en la cara. - Pero ya que estamos los tres en terreno desconocido, ¿qué os apetece hacer? Lo cierto es que yo querría buscar alguna pista sobre el pasado de esta civilización, intentar relacionar la influencia que ejercía su existencia sobre las creencias de los humanos de abajo, y ver si tiene algo que ver con... bueno, los ángeles como los de nuestras frutas. Tal vez haya alguna ruina antigua que explorar o algo así. - Me aventuré a proponer. - Aunque claro, no puedo obligaros a acompañarme, y dado que tengo bastante tiempo libre ahora mismo, puedo acompañaros yo a vosotros un rato si queréis hacer otra cosa. - Admití, encogiéndome de hombros. - Los tres podemos volar, ¿no? Así que el "cómo" movernos no será un problema. Pero no tengo ni idea de en qué dirección ir, así que podemos dejarlo a la suerte si no se os ocurre algo mejor. ¡Tarde o temprano llegaremos a algún sitio guay! - Con una inmensa sonrisa de oreja a oreja expresé mi optimismo.
Al parecer ella también era un Arcángel, aunque a juzgar por su forma de hablar de su poder, aún no conocía el nombre del suyo. O tal vez ni siquiera tuviera nombre, no estaba segura de que eso fuera posible pero ya había visto demasiadas cosas como para ponerme a dudar de algo así. Su nombre era Yoko, también cazadora de recompensas... ¿Se conocerían Kasai y ella, por eso de compartir oficio? Cuando volvió a su forma humana, pude admirar su belleza, que no tenía nada que envidiar a su forma angelical. Aquel cabello rojo ondeando al viento de Skypeia enseguida me cautivó... Ah, y al final sí que conocía a Kasai después de todo.
- Igualmente encantada. - Les respondí a los dos con una sonrisa cálida. - Yo me llamo Alexandra, aunque podéis llamarme Alex, y soy... - Por un momento dudé sobre si contarles la verdad o si mantener una fachada, pero luego decidí que no iba a lograr descubrir nada si no me sinceraba yo también: -... soy una agente del Gobierno, aunque ahora mismo tengo un par de días libres. Pensaba aprovecharlos para venir aquí e investigar acerca de esta civilización. Porque veréis... Yo también soy usuaria de una fruta de ángel. - Reconocí algo tímidamente. Soltarlo todo así de repente, se me hacía algo vergonzoso.
Instantes tras decir estas palabras, mi largo cabello rojo se tornó negro como la noche más oscura, y tres pares de grandes alas del color del Abismo se extendieron a mi espalda. Encima de mi ropa se manifestó una armadura completa también de tono ébano, mientras aparecía una areola roja oscura sobre mi cabeza y un aura blanco-azulada se hacía visible a mi alrededor. Al abrir los ojos, estos eran tan negros como el resto de mi set, y enseguida me vi luchando en mi interior por mantener el control del poder que me invadió. Debía mostrarles mi verdadera forma, simplemente mostrarles la híbrida no sería suficiente para demostrar la veracidad de mis palabras. También había crecido un poco de tamaño, pero todo apenas duró unos instantes en los que tuve tiempo de añadir:
- El Arcángel de la Muerte, Azrael, se presenta. - Mi voz sonó verdaderamente hermosa, más de lo que hubiera imaginado, sinceramente. No se por qué, pero la primera vez que pasé a aquella forma esperaba que saliera distorsionada o algo parecido.
Tras aquel breve espectáculo, regresé a mi forma humana, suspirando al notar cómo retrocedían las voces de mi cabeza. Solo quedó la para mí familiar voz de Azri, que estaba más parlanchín que de costumbre:
- "Alex, no es por presionarte, pero no deberías hacer eso hasta que no controles mejor mis habilidades. Podría ser peligroso." - Me amonestó la voz del ángel en mi cabeza. - "Dejando eso de lado, te aconsejo que indagues más en la naturaleza de estos dos sujetos. Parecen tener poderes iguales o superiores a los míos, pero no soy capaz de diferenciar en ellos a alguien conocido... Es una sensación extraña e incómoda, sinceramente."
Azrael tenía razón, según había leído todos los ángeles de alto rango se podían reconocer por un nombre, tal vez incluso alguna habilidad propia. Pero Kasai y Yoko parecían ser casos más generalizados, como si su Fruta no siguiera un Modelo específico. ¿Qué diferencias tendrían sus seres del mío? Al parecer Kasai también podía hablar con el suyo, le vi hacer una extraña pausa para pensar el "nombre" de su ángel, pero no podía estar segura en el caso de Yoko... Tantas dudas y tan poco tiempo para responderlas.
- Bueno, ¿alguna idea de cómo salir de aquí? ¿O nos dejamos guiar por la intuición? - Preguntó entonces la pelirroja, sacándome de mis desvaríos internos. Se me antojaba una pregunta extraña, ya que acabábamos de llegar, pero creí entender a lo que se refería.
- Etto... de hecho intentamos llamar tu atención pensando que nos ayudarías con eso... - Reconocí rascándome la nuca con una inocente sonrisa en la cara. - Pero ya que estamos los tres en terreno desconocido, ¿qué os apetece hacer? Lo cierto es que yo querría buscar alguna pista sobre el pasado de esta civilización, intentar relacionar la influencia que ejercía su existencia sobre las creencias de los humanos de abajo, y ver si tiene algo que ver con... bueno, los ángeles como los de nuestras frutas. Tal vez haya alguna ruina antigua que explorar o algo así. - Me aventuré a proponer. - Aunque claro, no puedo obligaros a acompañarme, y dado que tengo bastante tiempo libre ahora mismo, puedo acompañaros yo a vosotros un rato si queréis hacer otra cosa. - Admití, encogiéndome de hombros. - Los tres podemos volar, ¿no? Así que el "cómo" movernos no será un problema. Pero no tengo ni idea de en qué dirección ir, así que podemos dejarlo a la suerte si no se os ocurre algo mejor. ¡Tarde o temprano llegaremos a algún sitio guay! - Con una inmensa sonrisa de oreja a oreja expresé mi optimismo.
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Kasai una ceja al darse cuenta de quién se trataba aquella mujer. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal, pero gracias a sus gafas de Sol no podrían darse cuenta. No podía creer que tuviese delante a aquella persona. Su sonrisa amable lentamente fue cambiando a una expresión algo más seria. El espíritu del Serafín permaneció callado también, pues sabía de sobra lo que había pasado. Después de dos duros años entrenando, el cazador convocó a las personas que consideraba su familia para continuar con la tarea. Pero se vio traicionado por todos salvo por Nostariel. Algo le decían que se habían puesto de acuerdo, pues fue mucha casualidad y los motivos eran ridículos. La gente por la que luchó aquellos dos años, a los que esperaba ver con todo su cariño…
El rubio entonces se retiró un poco, dando unos cuantos pasos hacia atrás. Introdujo ambas manos en los bolsillos y se quedó mirando el espectáculo que daba la otra joven al convertirse en un ser celestial con el apodo de la muerte. Eso le hizo quedar un poco incrédulo, pero su aura era limpia y eso le bastaba. En su cabeza podía escuchar a su compañero decirle que se trataba de una chica muy interesante. Kasai por su lado, ya no se fiaba ni de las almas de los demás. Los más puros le traicionaban y los neutrales se quedaban a su lado, era todo un sin sentido. Escuchó las palabras de aquella mujer que quería ir en alguna dirección y él simplemente se quedó callado. La verdad es que se le habían pasado todas las ganas de hablar. La joven del gobierno no tenía culpa de lo pasado y por ello hizo el esfuerzo sobrehumano de alzar un momento la voz para hablarle.
- Te dejo a ti elegir la dirección que desees. Te seguiré. Estoy seguro de que las mujeres tienen un sexto sentido más agudo para estas cosas.
Su tono había dejado de ser amable totalmente. Tampoco era grosero, pero era como si estuviese en su propio mundo. Activó su haki de observación por si acaso, nadie le decía que pudiesen atacarle de la nada. Su desconfianza había aumentado con la pelirroja en aquel lugar y no solo la suya, el propio ser de su fruta parecía estar de acuerdo. El pistolero cerró los ojos unos momentos y después los abrió despacio, estando dispuesto a seguir a aquella miembro del gobierno por la isla. Tal vez el yonkaikyo buscaba una excusa para largarse cuanto antes de aquel lugar. Se sentía realmente incómodo y hablaría lo justo. Se ajustó bien las gafas de Sol y después de unos momentos desvió la mirada hacia otro lado.
Era raro que por el momento no hubiesen aparecido más personas y debía admitir que algo no andaba bien. Se suponía que las islas estaban habitadas y necesitaba saber si en esa había pasado algo. Él continuaba ayudando a las personas en solitario, a eso se dedicaba después de todo lo pasado. Echaba a de menos a sus compañeros antiguos y a su líder, el primer rey cazador, Alex. Algo le decía que ya no se hallaba en el mundo de los vivos, pero debía admitir que lo echaba de menos. Si se hubiese tratado de una persona mala, habría asesinado a todos los ex miembros de su banda, pero Kasai era un buen tío. No les deseaba nada malo, pero tampoco quería verlos de ninguna de las maneras. Continuó con la mirada centrada en otro lado y algo más alejado de ellas, esperando una respuesta de la joven arcángel de la muerte.
El rubio entonces se retiró un poco, dando unos cuantos pasos hacia atrás. Introdujo ambas manos en los bolsillos y se quedó mirando el espectáculo que daba la otra joven al convertirse en un ser celestial con el apodo de la muerte. Eso le hizo quedar un poco incrédulo, pero su aura era limpia y eso le bastaba. En su cabeza podía escuchar a su compañero decirle que se trataba de una chica muy interesante. Kasai por su lado, ya no se fiaba ni de las almas de los demás. Los más puros le traicionaban y los neutrales se quedaban a su lado, era todo un sin sentido. Escuchó las palabras de aquella mujer que quería ir en alguna dirección y él simplemente se quedó callado. La verdad es que se le habían pasado todas las ganas de hablar. La joven del gobierno no tenía culpa de lo pasado y por ello hizo el esfuerzo sobrehumano de alzar un momento la voz para hablarle.
- Te dejo a ti elegir la dirección que desees. Te seguiré. Estoy seguro de que las mujeres tienen un sexto sentido más agudo para estas cosas.
Su tono había dejado de ser amable totalmente. Tampoco era grosero, pero era como si estuviese en su propio mundo. Activó su haki de observación por si acaso, nadie le decía que pudiesen atacarle de la nada. Su desconfianza había aumentado con la pelirroja en aquel lugar y no solo la suya, el propio ser de su fruta parecía estar de acuerdo. El pistolero cerró los ojos unos momentos y después los abrió despacio, estando dispuesto a seguir a aquella miembro del gobierno por la isla. Tal vez el yonkaikyo buscaba una excusa para largarse cuanto antes de aquel lugar. Se sentía realmente incómodo y hablaría lo justo. Se ajustó bien las gafas de Sol y después de unos momentos desvió la mirada hacia otro lado.
Era raro que por el momento no hubiesen aparecido más personas y debía admitir que algo no andaba bien. Se suponía que las islas estaban habitadas y necesitaba saber si en esa había pasado algo. Él continuaba ayudando a las personas en solitario, a eso se dedicaba después de todo lo pasado. Echaba a de menos a sus compañeros antiguos y a su líder, el primer rey cazador, Alex. Algo le decía que ya no se hallaba en el mundo de los vivos, pero debía admitir que lo echaba de menos. Si se hubiese tratado de una persona mala, habría asesinado a todos los ex miembros de su banda, pero Kasai era un buen tío. No les deseaba nada malo, pero tampoco quería verlos de ninguna de las maneras. Continuó con la mirada centrada en otro lado y algo más alejado de ellas, esperando una respuesta de la joven arcángel de la muerte.
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