Otro día más [Privado/ Zack-Aki]

El sonido de la lluvia repiqueteando en el tejado de madera de la taberna en la que me encontraba conseguía relajarme. Estaba reclinado sobre la mesa inmerso en uno de mis proyectos, el cual no llegaba a convencerme del todo consiguiendo que arrancase la hoja convirtiéndola en un gurruño de papel y terminar dejándola sobre la mesa. Ya había otras dos más allí tiradas y es que no lograba terminar de concentrarme para acabar de darle forma al artilugio, estaba demasiado malhumorado conmigo mismo y las ideas se me escapan al igual que si intentaba atrapar el humo de mi cigarro con las manos.

De nuevo me encontraba con el mantra que llevaba acompañándome toda mi corta vida, siempre que parecía que conseguía un adelanto en mis pretensiones de futuro, todo se truncaba de una forma enrevesada dejándome "con el culo al aire". Ahora que tenía dinero suficiente para financiar mis experimentos y poseía una bonita casa en los terrenos del Yonkou Dexter Black donde nadie me molestaría, me había encontrado el contratiempo de que no podía llegar a dicha isla así como así. Necesitaba a alguien lo suficientemente experimentado como para llevarme, aunque en realidad con que estuviese un poco loco y dispuesto a hacerlo me valía, pero me había encontrado con un muro infranqueable.

Llevaba ya una semana buscando a alguien, pero todos mis intentos habían sido infructuosos, incluso había llegado a ofrecer una pequeña suma a quien fuese capaz de encontrarme a alguien, pero ni pagando conseguía tal proeza, aunque por si acaso seguía esperando en la taberna en la que me había instalado.

-¡Eh, camarero!, ¡tráeme una cerveza y un plato de estofado! - grité a un joven rubio que servía las mesas. Me había dicho al menos tres veces su nombre y aún no lo recordaba.

No estaba instalado en el lugar más lujoso de la ciudad, pero el primer día que llegué muerto de frío y envuelto con mi gran gabardina negra, la misma que ahora llevaba, entré y probé la gran comida que servían, consiguiendo que me quedase allí mientras esperaba a que se corriesen las voces. Con un poco de suerte hoy haría algo más que estar sentado garabateando en mi cuaderno.

Era una tarde melancólica. Las personas en la calle podían contarse con los dedos de la mano, cada uno sumido en su propio mundo debajo del paraguas. Aki no era distinta. La pelirroja se refugiaba de la lluvia igual que todos, mientras caminaba sin prisa. A cada paso podía oír el sonido de sus tacones sobre el pavimento, destacándose entre el murmullo del agua a su alrededor. Incluso sin música a su alrededor caminaba al ritmo de su propia canción, tarareando para si.

Detuvo sus pasos frente a un escaparate de una panadería. Dentro, tras los pasteles expuestos, había dos panaderos terminando lo que debía de ser la última hornada del día. Sonreían y se metían el uno con la otra. Antes de seguir caminando, Aki alcanzó a ver cómo ella le llenaba la nariz de harina mientras él la cogía para besarle.

La joven suspiró y retiró un poco el paraguas, lo justo para notar la brisa y un par de gotas en la cara. Hoy no iba disfrazada, aunque debería. Pero no había estado nunca en Conomi y siendo una isla tan pequeña no creía tener problemas. Además, tenía trabajo y le daba pereza disfrazarse para luego tener que descubrirse.

No tuvo que echar mano de los papeles que llevaba en el abrigo, recordaba el nombre: Zack. Por lo que habían averiguado no tenía mucha ambición, quería un taller o algo por el estilo. Lo cierto es que se los había leído por encima; la pereza, de nuevo. También ponían algo acerca de relaciones con el yonkou Dexter Black... ah, la taberna.

La pirata se refugió bajo ella mientras cerraba y sacudía el paraguas. Ya aprovechando para desabrocharse el abrigo de color claro entretanto, abrió la puerta del lugar distraidamente. Dejó en el paraguero el ídem y se acercó a la barra con calma. Los días lluviosos, salvo contadas excepciones, tenían la virtud de conseguir que mantuviera la cabeza fría y los pies en la tierra. Le pidió con una sonrisa una copa de vino tinto al camarero y se dio la vuelta para examinar el lugar. Pronto dio con el chico en cuestión y sin mediar palabra, se adelantó hacia su mesa.

Colocó su abrigo sobre la silla frente a él y dedicándole una sonrisa amable, se sentó allí.

-No te importa, ¿Verdad? Zack, creo que es tu nombre. He oído hablar de ti.

Tras fumarme tres cigarrillos por fin pude volver a cuadrar casa cosa en su sitio. No sabía como había conseguido llegar a ello tras tanto rato de frustración, pero ya cuadraba todo y debía plasmarlo en el papel antes de que quedase todo emborronado y crease otra bola de papel. Ya había cinco en la mesa.

Comencé a esbozar con el bolígrafo lo que por fin terminaría siendo un sistema perfecto para crear una hoja retráctil sin perder la dureza del metal, pero cuando llevaba medio boceto hecho algo me distrajo de mi trabajo haciendo que levantase la vista.

- ¿Pero qué? - pensé a la vez que mi boca se quedaba entreabierta al ver una espectacular chica pelirroja sentarse en mi mesa. Tuve la suerte del que el cigarro se quedase prendido de mi labio inferior, sino se me habría caído quedándome como un idiota.

- Encantado de conocerte, en efecto, soy Zack - contesté recomponiéndome de mi sorpresa mientras intentaba lucir una de mis mejores sonrisas. -Aunque yo aún no tengo el gusto de conocer tu nombre, pero dime. ¿Qué te trae aquí? - pregunté curioso por aquella joven. Desprendía un aroma salvaje basta te embriagador.

Seguramente fuese alguien atraída por la información que había estado dejando correr por aquí y por allá, aunque por otro lado no parecía una buscavidas cualquiera. Su ropa era de buena calidad y parecía completamente sana, por no decir que merece un monumento. Había un pequeño retazo de mi mente que soñaba con que el destino le deparase otras cosas con aquella mujer, ya que nunca se sabía. Quizás fuese alguien importante o quizás solo alguien aburrido, pero mejor comprobarlo puesto que ella sí que parecía saber algo de mí.

-¿Puedo invitarte a tomar algo ya que has cogido asiento? Hace un día horrible para estar fuera y una copa de vino no dará para mucho

Tenía que recuperar las confianzas en mí mismo.

Aki sonrió con ternura al ver la reacción del chico. A estas alturas debería estar acostumbrada, pero no podía. Le encantaba ser el centro de atención, por supuesto, pero cada persona reacciona de manera diferente. Y descubrir todos los pequeños efectos que podía llegar a causar era un pasatiempo que simplemente la encandilaba. Apoyó los codos en la mesa y cruzó las manos mientras inclinaba la cabeza dejando que su pelo se meciese con el movimiento.

-Disculpa mis modales; puedes llamarme Aki si te place. De ser sincera, he venido hasta aquí buscándote. Una culebrilla me confesó que andarías por esta taberna y aquí me tienes.

Curiosa, agarró una de las bolas de papel arrugado que había sobre la mesa y la alisó con parsimonia y delicadeza. Lo que fuera que hubiera en el folio había sido sustituido por un borrón ilegible, apenas algunas lineas se habían salvado del desastre. Qué pena. No intentó espiar el boceto actual, aunque sintió que le picaba la curiosidad. Ya lo averiguaría.

-Qué me ha traído aquí... si no recuerdo mal, tengo entendido que necesitas ayuda. Y creo que yo podría proporcionártela.- Añadió con una sonrisa amable, dejando la hoja de papel malgastada en la mesa. Si lo que quería era un taller para hacer realidad lo que fuera que hubiera en esa cabecita, podía darle sin muchos problemas un lugar en Samirn y los materiales. Tenía buena fama, seguramente fuera útil en algún momento. Y si no, aquello del Yonkou...

El camarero interrumpió sus pensamientos al colocarle justo enfrente una copa de vino tinto. Ella se lo agradeció con un gesto y volvió a centrarse en Zack. Se llevó un dedo a los labios, pensativa.

-En verdad no tengo hambre, pero te lo agradezco. De momento estoy bien; quizás cuando termines podrías llevarme a un lugar algo más apartado para poder hablar con... privacidad.

La voz de la chica era suave y su tono calmado. No hablaba en voz baja, pero era complicado que el camarero la hubiese oído. La pelirroja clavó sus ojos azules en el chico mientras sonreía algo más, antes de darle un sorbo a su copa de vino.

La joven lució una agradable sonrisa que acentuó sus encantos. Seguramente estaba harta de "torear" con bestias más bravas y apuestas que yo, pero aún así no pude evitar lucir una pequeña sonrisa de lado. Sin ninguna duda era una alegría para la vista.

-Encantado entonces Aki... Ya sabía yo que simplemente con mi presencia no podría atraer a alguien así - contesté a su presentación a la vez que la miraba de arriba a abajo de forma divertida, mientras ella curioseaba uno de mis garabatos.

Ya imaginaba que su visita sería por los rumores que había dejado caer por aquí y por allá, pero el tonteo siempre ha sido uno de mis deportes favoritos, asique seguí escuchándola dispuesto a averiguar donde me llevaría esto. Al fin y al cabo no tenía nada mejor que hacer.

- Creo que alguna de mis intenciones ya las he pregonado a oídos de cualquiera que haya querido escucharlas, aunque es cierto que cuando las palabras cruzan muchas bocas el tema termina desvirtuándose... pero creo que si quieres saber más de mí y de mis intenciones si que sería mejor un tono más privado - dije mientras me reclinaba y guardaba mi cuaderno en uno de mis bolsillos y sacaba un cigarrillo de otro.
La seguí el juego sin dudarlo, cierto era que podría ser incluso una cazadora de recompensas u algo por el estilo, pero en realidad tampoco me importaba mucho. La recompensa que había por mi cabeza era tan tremendamente ridícula que no merecía ni el trabajo y en parte quería saber que era lo que interesaba a esta preciosa joven de ojos azules, puede que hasta el tener un combate con ella fuese frenético, pero tampoco quería distraerme mucho ya que ella parecía saber mucho de mí y yo aún nada de ella, lo justo sería intentar igualar "la partida".

-¡Camarero! Ponme un par de botellas del vino que está tomando la señorita, que creo que subiremos a mi habitación para terminar de debatir nuestros intereses - eso último lo dije clavando mis ojos rojos sobre los azules de la pelirroja. Era curioso la combinación de colores que hacían nuestros cabellos con los ojos del otro. Podría salir una mezcla de tonos muy interesantes.

Si la chica aceptaba la invitación, recogería mis cosas y las botellas de vino para subir al segundo piso. La habitación era confortable y acogedora, aunque no ostentaba ningún lujo. Eso no era algo que me importase, puesto que realmente a lo que estaba acostumbrado era al calor de la forja y a la emoción del laboratorio, importándome más bien poco el mobiliario y demás.

-Desde luego, tanto tú como tus intenciones me habéis dejado intrigada.- Le comentó la pelirroja mientras alzaba una ceja. Se reclinó en la silla y dio otro sorbo a la copa mientras él recogía sus utensilios. El vino era delicioso, o quizás su ineptitud para distinguir uno de otro hacía que incluso uno normalito le supiera divino. Lo cierto es que tan solo le gustaba el sabor del vino tinto, y perderse en matices de cosas sencillas a veces no se le daba bien. Era una chica que solía ir al grano.

Volvió a posar sus ojos sobre Zack. Parecía un chico ligón y sencillo, sin mucho que resaltar. Por un momento se pregunto qué relación tendría con un yonkou o si la información estaría equivocada. ¿Le interesaría unirse a Xella? Esperaba que si. Podía resultar muy útil. Aunque tal y como la estaba mirando, la pelirroja tenía claro que de no ser así convencerlo no le resultaría muy difícil. Le dirigió una sonrisa coqueta, sin perder las formas.

Sus ojos azules se abrieron con curiosidad al oírle pedir dos botellas de vino, y sus labios se curvaron en una sonrisa de diversión. Oh, ¿Acaso pensaba emborracharla? Pobre ingenuo, como si fuera a caer en semejante truco. El vino era bueno, sin embargo, así que no se quejaría. Se levantó de la mesa y acudió a la barra antes de que el camarero tuviera tiempo de llevarles las botellas. Las recogió con ambas manos, delicadamente, tras haberle pagado. Se giró explicándole con amabilidad al chico:

-Muy amable, pero a esta invito yo.

Aki le siguió por las escaleras hasta la habitación. Era cálida, acogedora, con los muebles justos. Le gustó, aunque comprobar que tenía un ''algo'' que le faltaba hizo que le atacase la nostalgia por un momento. Comprobar que sus días de nómada habían pasado siempre la dejaba un poco tocada; no era fácil dejar de lado el sentirse cómoda en todas partes. Y el sentirse atada a un lugar tampoco era un sentimiento que terminara de convencerla. Prefería viajar, pero siempre acababa por volver... y todavía no se había acostumbrado.

Sacudió la cabeza levemente tratando de alejar esos pensamientos y colocó las botellas y las copas en la pequeña mesa. Dejó el abrigo en el respaldo de la mesa y se giró para mirarle mientras le tendía una mano. Le sonrió con algo más de calidez, mientras activaba el haki mantra para comprobar que no hubiera más presencias a su alrededor.

-Creo que es hora de que me presente como es debido. Mi nombre es Aki D. Arlia, puede que hayas visto mi nombre en los carteles de recompensa. Es un placer conocerte, Zack. He oído hablar de ti... y de lo que quieres.

La chica siguió mostrándose curiosa ante mis palabras, parecía divertirse al igual que yo con aquel juego a pesar de no demostrar real interés.

La joven aceptó mi humilde invitación, pero sólo la de hospedaje, ya que las botellas de vino insistió ella en pagarlas. Habría puesto objeción alguna, pero era un gusto el verla caminar hacia la barra, asique dejé que las cogiera para luego guiarla al piso superior donde se encontraba mi habitación. Me quité la gabardina negra que siempre me acompañaba para dejarla en un pequeño perchero que adornaba una especie de sala de estar, en la cual había un sofá para tres personas y una mesa baja de madera llena de bolitas papel. Tenía muy buenas ideas, pero aún no tenía el material y el sitio adecuado para experimentar. Todo en papel era muy bonito, pero hasta que no me pusiese manos a la obra nunca sabría si nada de eso podría llegar a fabricarse, aunque no era momento para distraerse en el futuro teniendo un presente tan apetecible... o no. Al escuchar el nombre completo y su referencia a los carteles hice memoria intentando pensar en que había oído sobre ella.

- ¿Entonces debería sentirme alagado? Según se dice por ahí, aún tienes a toda la marina buscándote, ¿tan importante soy? - dije sonriendo mientras hacía unos gestos de colegiala. En parte sólo era una pose para poner en orden mis ideas, ya que realmente me sorprendía el haber llamado la atención de alguien tan importante. Quizás se había corrido la voz de que había hecho un par de trabajos para el Yonkou Dexter Black y quería ofrecerme algo, aunque en parte lo dudaba, ya que precisamente no gozaba del favor de dicho Yonkou.

Mientras me hacía el tonto descorché una de las botellas y las serví en un par de copas que había por allí.

- Y sobre eso de que conoces mis intereses.... Cuéntamelos, porque ni yo mismo sé aún lo que busco - dije volviendo al mismo tono anterior mientras le tendía su copa. - Creí que estaría contento con el dinero o un hogar donde poder estar a mi aire, pero ahora que un poco de lo uno y la mitad de lo otro... siguen sin valerme... Puede que parezca egoísta ya que a simple vista no me contento con nada, pero yo creo que simplemente estoy perdido... Asique dime Aki D. Arlia, ya que dices saber que es lo que deseo... Ilústrame, te estaré eternamente agradecido - terminé de hablar mientras tomaba asiento poniéndome cómodo a la vez que probaba el vino. Al menos el vino está bueno.

Esperaba descolocar un poco a la joven con mis palabras. Imaginaba que sería una mujer de negocios y venía a proponerme un método de viaje para ir por fin a la isla de Dexter, ya que soy ciudadano de un lugar que aún no he pisado, pero quería que la chica no me juzgase simplemente por lo que había oído de mí, si no por lo que conociese ese día.

-¿Importante? - Aki paladeó la palabra al decirla, mirándole con una pequeña sonrisa.- Yo diría más bien... prometedor. Eres ingeniero, ¿No es así? Nunca viene mal conocer a alguien que es hábil con las manos.

Dejó las botellas de vino encima de la mesa y el abrigo en el perchero, revelando el vestido largo que traía debajo. Acariciaba sus curvas, pero no era en absoluto revelador. En alguien como ella quedaba turbador... y elegante a un tiempo. Se acomodó la melena distraidamente, mientras observaba el lugar. La habitación era muy pequeña en comparación con las de la Fortaleza. Era acogedora, sin embargo; eso debía darlo a su favor. Pero era una cosa más con la que podía sobornarle.

Escuchó su pequeño discurso mientras se apoyaba contra la mesa, mirándole. Cuando terminó paseó los dedos por la madera unos segundos, acariciándola. Al final elevó la vista y habló:

- Estoy segura de que quieres muchas cosas que yo ignoro. He oído hablar de ti, cierto, pero cierto es también que no te conozco. Sin embargo, sí que sé lo que necesitas. Un espacio. Un taller. Un lugar que llamar tuyo. Y eso puedo proporcionártelo, junto con los materiales que puedas precisar.- Se encogió de hombros.- Te pondría ejemplos, pero lo cierto es que no sé nada de tu campo. Creo que sabrás perdonarme.

Dio un par de pasos y comenzó a llenar dos copas con una de las botellas, con parsimonia. Le ofreció una y dio un pequeño sorbo a la otra. El vino era bueno, tenía que acordarse de preguntar la cosecha al bajar. Lo paladeó, regodeándose en el gusto antes de hablar de nuevo.

-En cuanto a lo que quiero a cambio... para empezar, sería deshacerme de una de esas habitaciones vacías. Y son bastante más grandes que esta, créeme. -Añadió abarcando el cuarto con un gesto.- Pero... como ya te he comentado, prefiero considerarlo una... inversión. ¿Qué opinas?

La dialéctica de la pelirroja me quedó más anonadado incluso que sus vertiginosas curvas a la tenue luz de la estancia cuando se despojó del abrigo. Su lengua mordaz e ingeniosa me dejó claro que no estaba tratando con cualquiera. Fue capaz de pintarme en escasos segundos como conseguiría construir los cimientos de mis sueños con relativa facilidad, aunque había algo en ello que no me hacía especial gracia.

- Creo que todo parece realmente prometedor... - comencé a decir mientras aceptaba la copa de vino de las manos de la pelirroja con una amable sonrisa. - Pero realmente creo que hay demasiadas cosas en el aire. Precisamente un lugar ya no necesito, puesto que acabo de terminar un par de trabajos bastante lucrativos... y ahora tengo una bonita parcela a estrenar en el Nuevo Mundo - proseguí haciéndole ver que no me domaría a la primera a pesar de que en parte me interesaba su oferta.

No sabía donde se encontraban las instalaciones de las que disponía la pelirroja, pero con que se situasen en los Blues ya sería algo a considerar. Me era demasiado engorroso viajar hacia mi terreno en El Ojo, por no hablar de todos los berries que tendría que gastarme hasta adecentarlo todo a mi gusto.

- Doy por hecho que tendría que fabricarte algo cuando lo necesitases, cosa con la que no tengo problema mientras consigas los materiales y esté entre mis capacidades, pero lo que a mí me interesa es la letra pequeña de este acuerdo - dije mientras paladeaba la copa de vino y me recostaba en el asiento mostrando una actitud relajada y manteniendo la sonrisa. - Estoy seguro que esto va más allá de lo que me dejas entrever y me gustaría saber lo máximo posible antes de decidir nada - una vez terminé de hablar me encendí un cigarro de forma tranquila mientras dejaba la copa y el paquete sobre la mesa.

Todavía no había encontrado a nadie que diese diez monedas por cinco y por ello esperaba descubrir si había gato encerrado.

- Sírvete si te apetece - dije haciendo una seña hacia el tabaco.

La pelirroja negó con la cabeza mientras le miraba pensativa.

- No fumo, gracias.- Le comentó mientras reflexionaba acerca de su respuesta. Estaba receloso y era normal. Lo cierto es que la joven se había planteado reclutarlo para Xella, quizás como aliado, pero no era algo que fuera a entregar así como así. Había muchas cosas en juego. Sin embargo, el mero hecho de tener a un ingeniero en la Fortaleza le daba bastantes ventajas. Además, se libraría de uno de los cuartos vacíos... lo que la contentaba bastante. Si, ella tenía sus motivos. Pero ¿Y él para rechazarle? Había algo que no cuadraba en su historia. Le miró de arriba abajo con una pequeña sonrisa antes de cuestionarle con la voz cargada de inocencia.

- Si tienes una parcela en el Nuevo Mundo... ¿Qué haces en una taberna perdida de la mano de dios? Aunque de ser cierto, no veo por qué no podrías aceptar; el lugar del que te hablo se sitúa en el mismo mar. Una feliz coincidencia, supongo.

Extendiendo sus dedos uno a uno, Aki comenzó a contar mientras hablaba.

-Veamos. Los materiales los tendrás, por eso no te preocupes. Segundo, lo que te he dejado entrever es exactamente lo que espero de ti, no hay letra pequeña. Al menos no de momento; las cosas hay que ganarlas. Pero si los términos cambiaran te avisaría con tiempo y tendrías total libertad de elección para marcharte, en todo momento.

Amplió su sonrisa mientras se levantaba. Se dirigió a la ventana y la abrió. Había parado de llover. Se apoyó en el alfeizar y volvió a mirarle.

- Tener a alguien como tú, bueno con las manos y la mente, puede ser una gran ventaja ¿Sabes? No deberías venderte barato y mi oferta no es desdeñable. Alojamiento siempre que lo requieras, taller permanente, comida y transporte seguro. ¿A cambio? Quiero estar al tanto de lo que crees y si requiero construir algo, contar con tu ayuda. Puedes negarte, por supuesto. Nada te quita ese derecho.

La pelirroja siguió demostrando que su intelecto estaba bien afinado. Supo leer entrelíneas todo lo que no quería decirle y no pude más que ensanchar la sonrisa que ya lucía mi rostro desde el principio de la velada. Su oferta era bastante tentadora para seguir ignorándola a pesar de que su ubicación no terminaba de convencerme... Aunque tras pensarlo bien me di cuenta que tampoco era mala cosa. Si mi nuevo taller se encontraba también en el Nuevo Mundo podría intentar convencer a la pelirroja para que me llevase a instalarme, cosa que aprovecharía para llegar a tan ansiado mar que nadie quería llevarme y así visitar Fiordia de una vez por todas.

- Creo que podemos llegar a un acuerdo entonces - dije mostrando mi aparente conformidad con el trato. - Aunque tengo un par de peticiones para zanjar esto bien. Lo primero es que una vez que me instale en el taller no podrá entrar nadie allí a excepción de nosotros dos. No tengo problemas con que sepas en que trabajo, pero si voy a montar allí también mi laboratorio... Digamos que no queremos que ciertos reactivos se mezclen - proseguí mostrándome calmado y sincero a la vez que daba otro sorbo al suculento vino, degustándolo durante un segundo antes de levantarme para acompañar a la pelirroja en el alféizar. - Y lo segundo... ¿Cuando dices que me llevarás a conocer mi nuevo sitio de trabajo? – terminé mientras le tendía su copa tras haberla recogido.

Llevaba una semana buscando a alguien que me llevase cerca de mi destino a costa de lo que fuese y por una vez los nubarrones de mi suerte parecían disiparse de igual manera que habían dejado la isla. No sabía si sería algún tipo de presagio, pero mucho se tenían que torcer las cosas para que me arrepintiese de cerrar el trato.

Aki escuchó sus condiciones sin inmutarse. Eran más que razonables, y podía cumplirlas en ese mismo instante. Había venido preparada en caso de que el trato saliera de manera favorable y se estaba dando el caso. Se acercó a la mesita y sacó de entre sus ropas una pequeña bolsita de terciopelo azul turquesa. La abrió y con delicadeza posó lo que había en su interior en la madera. Si el chico se acercaba, vería una pequeña llave hecha de plata, con pequeños motivos de engranajes engarzados.

- Solo yo tendré una copia.

En realidad, eso era técnicamente mentira. Jester tenía la llave maestra de todas las habitaciones, pero él no necesitaba conocer ese detalle. Tampoco era una circunstancia que fuera a acarrearle ningún problema.

- Esta pequeña abre la puerta de un cuarto doble en la Fortaleza. Ahora mismo está vacío y aguardando dueño, pero si aceptas estará acondicionado como un dormitorio y un taller para cuando llegues. Como condición adicional, quiero que sepas que estaré informada de todo lo que hagas mientras estés en esa isla, aunque tendrás libertad para ir y venir. Simple precaución.

Todavía con una pequeña sonrisa en los labios, dejó la bolsita al lado de la llave. Así posada boca arriba se apreciaba que tenía grabado un pequeño símbolo, dos serpientes entrelazándose en un círculo.

- El transporte tampoco es un problema. Sé que es un viaje largo, pero te dejaré indicaciones acerca de los barcos que utilizarás. Este sobre sería tu salvoconducto. Sin embargo...

La pelirroja se acercó al chico. Todavía tenía algunas preguntas y no pensaba regalar todo aquello sin las respuestas que precisaba.

- Decías poseer alojamiento en el Nuevo Mundo. Y como por tus palabras deduzco que no puedes llegar allí por tus propios medios, me gustaría saber la historia detrás de semejantes circunstancias.

Todo iba bien y la joven no puso pegas a lo que pedía. Sabía que una vez que me marchase tras estar instalado nadie podría asegurarme que nadie entrase allí, pero la petición era más para medir hasta donde le interesaba mi contribución que como exigencia en sí. Me gustaba tantear el terreno y verlo un poco todo, aunque al escuchar sus últimas palabras comprobé que no era el único.

- Pues creo que entonces tenemos un acuerdo si no hay problemas con nada, porque no tengo trabas en contarte como conseguí mi casa nueva ni en que sepas que haré en tu Fortaleza. Es tu casa - dije mostrando mi conformidad.

Me recliné sobre la mesa para servir un poco más de vino para soltar la lengua, cuando me percaté en los detalles de los objetos que había en la mesa. El símbolo de la bolsita quería recordarme a algo, aunque lo que más llamó mi atención fue la pequeña llave. Era un bonito trabajo en plata con unos motivos que se me antojaron de lo más acertados para la función que tenía. Ya la observaría con más detenimiento cuando la pelirroja terminase de dármela. Además mi interlocutora era mucho más digno de admirar y no sabía cuantas más veces la vería.

- Resulta que un día llegó a mis oídos que el Yonkou Dexter Black solicitaba una buena recompensa si se le llevaba a un famoso armador a sus aposentos, así que tras sopesar mis posibilidades... Me arriesgué. Al fin y al cabo había bastante dinero en juego, por no hablar que en el lote iba incluida una bonita parcela en su isla - me humedecí los labios en aquel delicioso néctar carmesí y proseguí. - La verdad es que al final tuve ayuda de un gyojin manco y medio loco. Realicé el papel de mi vida y conseguí convencer al tipo para que me siguiera por las buenas consiguiendo así tan preciada recompensa - cierto es que la opción que le planteamos tampoco le daba mucho margen de decisión, pero no tenía por qué saber ese detalle. - Hasta ahí todo bien. Ahora el problema lo tengo con encontrar a alguien que quiera ir a los terrenos del Yonkou. Todos ponen demasiadas pegas o piden demasiado dinero... Aunque viendo como me está saliendo la espera. Hubiese puesto antes el anuncio - terminé mientras lucía mi característica sonrisa de medio lado.

Nunca había pensado que encontraría una aliada tan interesante. Quizás incluso por fin tuviese a alguien a quien le interesase mi arte... Bueno, para eso debían de gustarle las cosas afiladas claro.

- Ahora dime. ¿Ya has pensado para qué me darás uso? Intuyo que si quieres a un armero cerca es porque quieres armarte. ¿Acaso quieres expandir tus dominios? - pregunté intrigado por todo el misterio que envolvía a la pelirroja.