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Poco a poco Zuko empezaba a adaptarse a su vida de Marine. Ahora lo mandaban de aquí para allá, siempre de guardia, siempre vigilando, siempre formando parte de un pelotón. Aquella vez lo habían metido en un barco directo hacía El Reino de Sakura, pues habían informes de una banda pirata que se acercaba a la nevada isla. No se sabían sus intenciones, pero lo mejor era que hubiesen refuerzos por si acaso. El dragón sabía que en el barco habría un capitán, un superior que daría los órdenes. Era lo lógico. Se preguntaba constantemente lo que iban a decir cuando viesen que la fuerza del chico era desmesurada para tratarse de un simple recluta.
El barco por fin atracó en Big Horn. Zuko salió de su camarote compartido, más rápido que su compañero. Se dirigió a cubierta y se colocó entre la fila de reclutas que allí se encontraba. No sabía muy bien si tendrían que ir bajando o si tendrían que esperar a que apareciese el capitán. Lo único que sabía es que se había vestido para la ocasión. Como aquella era una isla nevada, en vez de el típico uniforme de manga corta, les habían dado a los reclutas unas gruesas chaquetas de forro polar blancas con el logo de la marina en el pecho. Concretamente la de Zuko tenía una gruesa capucha con pelo, como si fuera un esquimal. Sobre la cabeza llevaba puesta la clásica gorra. Empezaba a gustarle tener que llevarla.
Sus manos estaban enguantados por gruesos guantes azules que cubrían todos los dedos. ¿Cómo podría pelear con algo así? Bueno, tampoco importaba. Era un enorme lagarto escupefuego después de todo. No tendría problema alguno para calentarse.
El barco por fin atracó en Big Horn. Zuko salió de su camarote compartido, más rápido que su compañero. Se dirigió a cubierta y se colocó entre la fila de reclutas que allí se encontraba. No sabía muy bien si tendrían que ir bajando o si tendrían que esperar a que apareciese el capitán. Lo único que sabía es que se había vestido para la ocasión. Como aquella era una isla nevada, en vez de el típico uniforme de manga corta, les habían dado a los reclutas unas gruesas chaquetas de forro polar blancas con el logo de la marina en el pecho. Concretamente la de Zuko tenía una gruesa capucha con pelo, como si fuera un esquimal. Sobre la cabeza llevaba puesta la clásica gorra. Empezaba a gustarle tener que llevarla.
Sus manos estaban enguantados por gruesos guantes azules que cubrían todos los dedos. ¿Cómo podría pelear con algo así? Bueno, tampoco importaba. Era un enorme lagarto escupefuego después de todo. No tendría problema alguno para calentarse.
Amaiar Silverfang
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- Joder, qué frío hace...
Lo malo de acostumbrarse a vivir en entornos calurosos, era que cuando te mandaban a la Isla de Sakura sufrías como nadie. Ni siquiera las gruesas capas de ropa abrigada que me había conseguido para la ocasión eran suficientes, y el helado viento se seguía colando por los huecos de las mangas y el cuello.
- Si por lo menos hubiera podido dormir bien...
Mis ojeras delataban que esa noche me había tocado guardia. Era el último día antes de que llegáramos a la isla objetivo, así que encima tampoco tenía tiempo de descansar un par de horas entre que se me terminaba el turno, y comenzaba a organizar la partida. Como Capitán de aquel navío y de la tripulación, recaía sobre mí el mantener el orden y la disciplina, así como dar ejemplo a los nuevos reclutas. Tenía entendido que aquella misión se la habían encargado a aquel grupo porque sería una buena forma de mostrarles a los novatos cómo funcionaban las cosas fuera del cuartel... ¿Qué tanto podía costar cazar a una banda de piratas como aquella?
- ¡Tierra a la vista, Capitán! - El aviso del vigía me sobresaltó un poco, pero no perdí tiempo y me dí un par de cachetadas para despejarme.
- En fin, manos a la obra... - Con el último murmullo, comencé a despertar y dar órdenes por los camarotes, hasta que en cubierta se formaron las filas de marines perfectamente colocadas.
Podía notar en sus miradas lo mismo que en la mía: sueño, frío, angustia, nervios... Pocas caras reflejaban ánimos, y alguna mostraba indiferencia, pero todos aquellos hombres y mujeres estaban, ante todo, predispuestos. Sonreí orgulloso de que me hubiera tocado aquel grupo después de todo, nostálgico al recordar mi primera misión.
- ¡Atención, reclutas! - Exclamé. - ¡Espero grandes cosas de vosotros! Puede que no sea hoy ni mañana cuando os vea dejar de fregar cubiertas y comencéis a llevar condecoraciones... ¡Pero veo en vosotros potencial! La primera misión siempre es la más dura, y también es la piedra angular de vuestro futuro. ¡Así que hoy debéis cumplir mejor que nunca! Esforcémonos al máximo, terminemos rápido con esta isla y volvamos todos sanos y salvos a casa a comer en caliente. Nada de héroes, esto es la vida real y vuestra integridad puede correr peligro si os separáis del grupo. Seguid mis instrucciones, mantened la disciplina, y habremos acabado antes de que se ponga el sol. ¡Firmes! - Tras el discurso motivacional reglamentario, el barco terminó de arrimarse lo suficiente a la isla, y pudimos echar anclas. - ¡Desembarquen! Cojan solo lo estrictamente necesario, viajaremos ligeros para atravesar la nieve más fácilmente.
Media hora más tarde, me encontraba a la cabeza del grupo, liderando aquel pelotón de novatos con mi mantra activo, buscando cualquier cosa que me diera una pista de por dónde empezar. Una presencia inusual me incomodaba desde mis espaldas, como si alguien de gran poder se ocultara entre el grupo... Pero no podía distraerme, y tal vez fuera simplemente cosa del sueño, así que decidí ignorarlo y continuar con el objetivo.
Lo malo de acostumbrarse a vivir en entornos calurosos, era que cuando te mandaban a la Isla de Sakura sufrías como nadie. Ni siquiera las gruesas capas de ropa abrigada que me había conseguido para la ocasión eran suficientes, y el helado viento se seguía colando por los huecos de las mangas y el cuello.
- Si por lo menos hubiera podido dormir bien...
Mis ojeras delataban que esa noche me había tocado guardia. Era el último día antes de que llegáramos a la isla objetivo, así que encima tampoco tenía tiempo de descansar un par de horas entre que se me terminaba el turno, y comenzaba a organizar la partida. Como Capitán de aquel navío y de la tripulación, recaía sobre mí el mantener el orden y la disciplina, así como dar ejemplo a los nuevos reclutas. Tenía entendido que aquella misión se la habían encargado a aquel grupo porque sería una buena forma de mostrarles a los novatos cómo funcionaban las cosas fuera del cuartel... ¿Qué tanto podía costar cazar a una banda de piratas como aquella?
- ¡Tierra a la vista, Capitán! - El aviso del vigía me sobresaltó un poco, pero no perdí tiempo y me dí un par de cachetadas para despejarme.
- En fin, manos a la obra... - Con el último murmullo, comencé a despertar y dar órdenes por los camarotes, hasta que en cubierta se formaron las filas de marines perfectamente colocadas.
Podía notar en sus miradas lo mismo que en la mía: sueño, frío, angustia, nervios... Pocas caras reflejaban ánimos, y alguna mostraba indiferencia, pero todos aquellos hombres y mujeres estaban, ante todo, predispuestos. Sonreí orgulloso de que me hubiera tocado aquel grupo después de todo, nostálgico al recordar mi primera misión.
- ¡Atención, reclutas! - Exclamé. - ¡Espero grandes cosas de vosotros! Puede que no sea hoy ni mañana cuando os vea dejar de fregar cubiertas y comencéis a llevar condecoraciones... ¡Pero veo en vosotros potencial! La primera misión siempre es la más dura, y también es la piedra angular de vuestro futuro. ¡Así que hoy debéis cumplir mejor que nunca! Esforcémonos al máximo, terminemos rápido con esta isla y volvamos todos sanos y salvos a casa a comer en caliente. Nada de héroes, esto es la vida real y vuestra integridad puede correr peligro si os separáis del grupo. Seguid mis instrucciones, mantened la disciplina, y habremos acabado antes de que se ponga el sol. ¡Firmes! - Tras el discurso motivacional reglamentario, el barco terminó de arrimarse lo suficiente a la isla, y pudimos echar anclas. - ¡Desembarquen! Cojan solo lo estrictamente necesario, viajaremos ligeros para atravesar la nieve más fácilmente.
Media hora más tarde, me encontraba a la cabeza del grupo, liderando aquel pelotón de novatos con mi mantra activo, buscando cualquier cosa que me diera una pista de por dónde empezar. Una presencia inusual me incomodaba desde mis espaldas, como si alguien de gran poder se ocultara entre el grupo... Pero no podía distraerme, y tal vez fuera simplemente cosa del sueño, así que decidí ignorarlo y continuar con el objetivo.
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Tampoco hacía tanto frío como el dragón se esperaba. Se colocó junto a sus compañeros y, con paciencia, escuchó el pequeño discurso del capitán del barco. Aprovechó el momento para activar su mantra y analizar la voluntad de quienes lo rodeaban. Tal como esperaba, la presencia que más resaltaba en el lugar era la del capitán. Un muchacho de aspecto joven y pelo blanquecino.
Finalmente, el barco llegó al lugar. Siguiendo a sus compañeros bajó del barco, siendo liderados por el capitán. Se le hacía raro formar parte de un equipo tan grande, a pesar de que había sido entrenado para ello desde su juventud. Sin embargo llevaba demasiado tiempo en solitario, acatando órdenes y misiones discretas. Aquello era algo que estaba más a su nivel. La ciudad de Big Horn era un lugar precioso y nevado, todo lo contrario a lo que Zuko había experimentado en Reddo.
Miraba a su alrededor constantemente, preguntándose donde estaban aquellos piratas que habían alarmado a los de arriba. Sin duda, la presencia del dragón era una buena baza en aquella situación, aunque pocos lo sabían. Los pocos civiles que habían en Big Horn los miraban al pasar, preguntándose tal vez que hacían allí tantos marines. Un niño incluso los señaló con la boca abierta. Tal vez quería ser marine de mayor, ¿Quién sabe? Zuko le sonrió y, de forma discreta, creó una bola de fuego en su mano para que la viese el muchacho, el cual se sorprendió y soltó un "Wala!". Zuko, conteniendo la risa, siguió la marcha.
Finalmente, el barco llegó al lugar. Siguiendo a sus compañeros bajó del barco, siendo liderados por el capitán. Se le hacía raro formar parte de un equipo tan grande, a pesar de que había sido entrenado para ello desde su juventud. Sin embargo llevaba demasiado tiempo en solitario, acatando órdenes y misiones discretas. Aquello era algo que estaba más a su nivel. La ciudad de Big Horn era un lugar precioso y nevado, todo lo contrario a lo que Zuko había experimentado en Reddo.
Miraba a su alrededor constantemente, preguntándose donde estaban aquellos piratas que habían alarmado a los de arriba. Sin duda, la presencia del dragón era una buena baza en aquella situación, aunque pocos lo sabían. Los pocos civiles que habían en Big Horn los miraban al pasar, preguntándose tal vez que hacían allí tantos marines. Un niño incluso los señaló con la boca abierta. Tal vez quería ser marine de mayor, ¿Quién sabe? Zuko le sonrió y, de forma discreta, creó una bola de fuego en su mano para que la viese el muchacho, el cual se sorprendió y soltó un "Wala!". Zuko, conteniendo la risa, siguió la marcha.
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Aguantándome para no tiritar de frío, conduje al grupo a través del helado páramo hasta llegar a la ciudad de Big Horn. En otras circunstancias, tal vez habría pensado que era un lugar precioso, pero en ese momento solo pensaba en salir de allí y tomarme una sopa bien caliente.
Lo que me extrañaba un poco, era que la gente estuviera por las calles mirándonos al pasar como si nada. Ya no porque pudieran aguantar el frío ellos mismos, sino porque se suponía que en los alrededores debía de esconderse una banda pirata al entero. ¿Cómo es que ni siquiera estaban nerviosos? Tal vez no supieran nada... Y de ser así, era mejor que no cundiera el pánico, aunque no tardarían en asociar nuestra presencia con el hecho de que en algún lugar había algo que demandaba nuestra atención.
- Disculpe...
Me acerqué a un transeúnte con pinta de solitario y pregunté si había visto algo raro en los últimos días. Su negativa fue más bien hosca y huraña, por lo que no obtuve respuestas claras. Intenté repetir el proceso con varias otras personas, pero ninguna dio resultado. Nadie parecía haber visto nada. De hecho, algunos parecían saber algo, pero no confiaban lo suficiente en nosotros como para contarlo. ¿Este era el resultado de la corrupción del Gobierno? ¿Empezábamos a perder incluso la confianza de aquellos a los que protegíamos?
- Mierda... - Apretando los puños con irritación, miré hacia mis hombres. La moral estaba cayendo tan rápido como la temperatura, si no seguíamos una pista pronto estarían demasiado hundidos como para plantarles cara a los piratas.
En ese momento vi algo. Algo que encendió la chispa de una idea en mi cabeza, nunca mejor dicho. Me acerqué tranquilamente al recluta que había hecho reír al niño con su curiosa técnica de manifestación del fuego y lo llamé a salir de la fila un momento.
- ¿Cómo te llamas recluta? - Parecía tener un aura más fuerte que el resto, esta vez no había duda. Lo miré con severidad, pero ya le preguntaría acerca de mis sospechas en otro momento... Ahora mismo tenía otras cosas en la cabeza. "Me suena. ¿Dónde lo habré oído antes?" Pensé, antes de proseguir: - Bien, tengo una misión especial para ti. Los lugareños no parecen querer contarnos nada sobre la banda a la que buscamos, pero tú pareces tener algo diferente, algo que los atrae. - Señalé levemente con la cabeza al niño para que entendiera a lo que me refería. - ¿Crees que puedes separarte y hacer tus propios interrogatorios mientras nosotros terminamos de dar la vuelta a estas calles? Volveremos en cinco o diez minutos, así que cuanta más información obtengas hasta entonces mejor.
Tanto si accedía como si no a mis órdenes, no podía perder más tiempo. Tomaría una decisión en base a lo que él hiciera, pero de momento lo que sí estaba seguro era de que el grupo grande seguiría buscando por la zona de la ciudad mas próxima a las montañas. Tal vez pudieran ver algo, una cueva donde esconderse o qué sé yo...
Lo que me extrañaba un poco, era que la gente estuviera por las calles mirándonos al pasar como si nada. Ya no porque pudieran aguantar el frío ellos mismos, sino porque se suponía que en los alrededores debía de esconderse una banda pirata al entero. ¿Cómo es que ni siquiera estaban nerviosos? Tal vez no supieran nada... Y de ser así, era mejor que no cundiera el pánico, aunque no tardarían en asociar nuestra presencia con el hecho de que en algún lugar había algo que demandaba nuestra atención.
- Disculpe...
Me acerqué a un transeúnte con pinta de solitario y pregunté si había visto algo raro en los últimos días. Su negativa fue más bien hosca y huraña, por lo que no obtuve respuestas claras. Intenté repetir el proceso con varias otras personas, pero ninguna dio resultado. Nadie parecía haber visto nada. De hecho, algunos parecían saber algo, pero no confiaban lo suficiente en nosotros como para contarlo. ¿Este era el resultado de la corrupción del Gobierno? ¿Empezábamos a perder incluso la confianza de aquellos a los que protegíamos?
- Mierda... - Apretando los puños con irritación, miré hacia mis hombres. La moral estaba cayendo tan rápido como la temperatura, si no seguíamos una pista pronto estarían demasiado hundidos como para plantarles cara a los piratas.
En ese momento vi algo. Algo que encendió la chispa de una idea en mi cabeza, nunca mejor dicho. Me acerqué tranquilamente al recluta que había hecho reír al niño con su curiosa técnica de manifestación del fuego y lo llamé a salir de la fila un momento.
- ¿Cómo te llamas recluta? - Parecía tener un aura más fuerte que el resto, esta vez no había duda. Lo miré con severidad, pero ya le preguntaría acerca de mis sospechas en otro momento... Ahora mismo tenía otras cosas en la cabeza. "Me suena. ¿Dónde lo habré oído antes?" Pensé, antes de proseguir: - Bien, tengo una misión especial para ti. Los lugareños no parecen querer contarnos nada sobre la banda a la que buscamos, pero tú pareces tener algo diferente, algo que los atrae. - Señalé levemente con la cabeza al niño para que entendiera a lo que me refería. - ¿Crees que puedes separarte y hacer tus propios interrogatorios mientras nosotros terminamos de dar la vuelta a estas calles? Volveremos en cinco o diez minutos, así que cuanta más información obtengas hasta entonces mejor.
Tanto si accedía como si no a mis órdenes, no podía perder más tiempo. Tomaría una decisión en base a lo que él hiciera, pero de momento lo que sí estaba seguro era de que el grupo grande seguiría buscando por la zona de la ciudad mas próxima a las montañas. Tal vez pudieran ver algo, una cueva donde esconderse o qué sé yo...
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