Amaiar Silverfang
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"Si es que no aprendo..."
Tiritando de frío, pensé en todas las ocasiones anteriores donde me había pasado exactamente lo mismo: Llega una persona, me pide ayuda, yo decido ayudarla y descubro más tarde que no todo era tan fácil como lo pintaban. Así siempre ha sido, y así fue en esta ocasión también.
Pero esta vez... esta vez se pasaron. Cuando Kai, un marine al que respeto desde nuestro enfrentamiento en el Torneo del Hexódromo, me pidió ayuda personalmente para una misión que quería hacer, ni me planteé qué tipo de misión podía estar pensando aquel cerebro fundido. Tanto calor tiene que haberle sentado mal después de todo. ¿Asalto relámpago al territorio de un Yonkou? ¡¿AL DE ÉMILE?! Si me lo hubiera dicho antes de que estuviéramos a las puertas de la isla helada, me habría achantado, por supuesto. Pero claro, seguro que él lo sabía, y por eso no me dijo nada hasta que la sorpresa fue máxima.
Llegando a la zona de control de la isla, nos detuvimos para revisar el plan que Kai hubiera podido plantear... si es que se le había ocurrido algo mejor que "cargar de frente y salir pitando."
"Demonios... ¡De perdidos al río!" Pensé, decidido a al menos terminar aquella misión lo más rápida y eficazmente posible.
Tiritando de frío, pensé en todas las ocasiones anteriores donde me había pasado exactamente lo mismo: Llega una persona, me pide ayuda, yo decido ayudarla y descubro más tarde que no todo era tan fácil como lo pintaban. Así siempre ha sido, y así fue en esta ocasión también.
Pero esta vez... esta vez se pasaron. Cuando Kai, un marine al que respeto desde nuestro enfrentamiento en el Torneo del Hexódromo, me pidió ayuda personalmente para una misión que quería hacer, ni me planteé qué tipo de misión podía estar pensando aquel cerebro fundido. Tanto calor tiene que haberle sentado mal después de todo. ¿Asalto relámpago al territorio de un Yonkou? ¡¿AL DE ÉMILE?! Si me lo hubiera dicho antes de que estuviéramos a las puertas de la isla helada, me habría achantado, por supuesto. Pero claro, seguro que él lo sabía, y por eso no me dijo nada hasta que la sorpresa fue máxima.
Llegando a la zona de control de la isla, nos detuvimos para revisar el plan que Kai hubiera podido plantear... si es que se le había ocurrido algo mejor que "cargar de frente y salir pitando."
"Demonios... ¡De perdidos al río!" Pensé, decidido a al menos terminar aquella misión lo más rápida y eficazmente posible.
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Kai se paseó con un gesto serio en la mirada frente a sus hombres. El Vicealmirante iba vestido únicamente con su chaqueta de Vicealmirante, unos pantalones negros ajustados y botas. A pesar del intenso frío, él estaba a una temperatura idónea gracias a su akuma. No necesitaba aquellos molestos abrigos que limitaban sus movimientos y le entorpecían; así estaría bastante mejor. Lo único que llevaba fuera de lo habitual era unos gruesos guantes de cuero. Antes de comenzar a hablar se llevó la mano a su pitillera, sacando un cigarro y poniéndoselo en la boca. Lo encendió generando una llama en uno de sus dedos, tras lo que dio una larga calada mientras les miraba. Había seleccionado personalmente a los que participarían en aquella misión de entre marines de confianza que habían luchado a su lado en el pasado, aunque por desgracia ningún miembro de Kiritsu había podido acudir. Aquello le había dado mala espina; no poder tener a sus camaradas a su lado lo inquietaba. En aquel momento estaban en la cubierta de un submarino emergido, cortesía de su sensei el Almirante Kikuma.
- Como ya les dije, caballeros, esta es una misión voluntaria. Aquellos que no deseen participar están a tiempo de retirarse y quedarse en el submarino - guardó silencio durante unos instantes, esperando a ver si alguno reaccionaba a aquello - Nuestra misión es sencilla: realizar un asalto relámpago sobre una de las guarniciones costeras de la isla. Espero ser lo bastante claro sobre lo que voy a decir ahora: no quiero héroes. No estamos intentando tomar el fortín ni asegurar un área. Si os veis en peligro, retroceded a la zona de desembarco.
Dio otra calada y echó una nube de humo al aire, observándola alejarse. ¿Qué estaría haciendo Émile? ¿Se encontraría en la isla? Algo en su interior así lo deseaba... sabía que de estar, estarían en peligro de muerte y posiblemente la misión sería un absoluto fracaso, pero... no podía evitar desearlo. "Aun ahora, tras tanto tiempo..."
- El objetivo de la misión es capturar miembros de Shichi no Akuma. Me da igual si tienen recompensa por su cabeza o no, reducidlos y arrestadlos. Para eso - llevó la mano a su chaqueta y sacó unas esposas de color negruzco - Tenemos estas preciosidades. Son de kairoseki. A todos se os suministrará un par con sus respectivas llaves que tendréis que entregar al finalizar la misión. Como dije antes, no quiero héroes. Anteponed vuestras vida a hacer prisioneros; con que logremos capturar unos pocos ya podremos considerar la misión un éxito.
Se sentó en la barandilla, cruzando una pierna sobre la otra, y sujetó el cigarrillo entre sus dedos, observándolos con seriedad:
- El puerto de Frigus está en una bahía, cuya entrada está protegida por dos montañas huecas que en realidad son enormes fortalezas. Emergeremos junto a la oeste y yo abriré un acceso al interior. Eso hará mucho ruido, lo que nos dará... - se calló un momento y echó cálculos - Uno o dos minutos antes de tener a toda la guarnición encima. Tal vez cinco en el mejor caso. Recemos para que ninguno de los Diez Oficiales ni ningún Comandante esté presente. La velocidad, como dije, será crucial, así que tened muy en cuenta mis anteriores instrucciones. Y por último, recordad por qué nos jugamos la vida. Del éxito de esta misión dependen las vidas de cientos de personas, y el que estemos más cerca de derrotar al demoníaco emperador pirata. Luchad con honor y valentía - se levantó y alzó el puño en el aire - ¡Por la Justicia! ¡Viva la Marina!
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Mientras me hallaba sumido en mis pensamientos, me fijé en el resto de la tripulación que participaría en aquella locura. No éramos demasiados, pero mi mantra enseguida me indicó que éramos especiales. Todos teníamos un nivel de poder bastante alto, como era de esperar, e incluso me sentí algo abrumado al darme cuenta de que seguramente yo fuera de los más débiles. Pero en lugar de acobardarme, aquello me dio una sensación de rivalidad y un deseo de superación como nunca: estaba en medio de un grupo de élite, y debía acometer mis deberes de forma impecable.
En ese momento llegó Kai, ligero de ropa como siempre. A veces esa Akuma suya me da un poco de envidia, y pienso que tiene que estar bien lo de poder estar calentito sin importar la situación. Pero solo a veces, luego me acuerdo de su fogosa actitud y se me pasa.
- Como ya les dije, caballeros, esta es una misión voluntaria. Aquellos que no deseen participar están a tiempo de retirarse y quedarse en el submarino. - El vicealmirante comenzó su discurso.
"Sí, claro..." Pensé yo. No me lo creía en lo absoluto y ,a pesar de estar cagado de miedo, no me inmuté. De todas formas estábamos demasiado metidos ya en la boca del lobo como para retirarnos, y el éxito de la misión podía verse alterado por algo tan simple como un Marine acobardado.
A medida que hablaba, Kai fue transmitiendo una sensación de confianza difícil de describir. Era como si su llama interior estuviera permeando en nuestros cuerpos y nos infundiera de calor, de valor. Cuanto más hablaba, más convencido estaba de que todo iba a salir bien, a pesar de que sabía que el mundo nunca funciona de forma tan conveniente. Y para cuando acabó con su discurso, no fui el único que gritó de vuelta, con la determinación impregnada en mi rostro:
- ¡Por la Justicia!
Algunos de los hombres comenzaron a felicitarse entre ellos, o a darse ánimos. Quedaba poco para llegar al punto en el cual pondríamos en marcha el plan, así que muchos otros también se dispusieron a comprobar que no les faltara nada. Yo no conocía personalmente a ninguno excepto a Kai, y ya tenía encima todo lo que necesitaba, así que simplemente me acerqué al vicealmirante a tener una charla ligera antes de la "tormenta."
- Yo, Vicealmirante Kai. - Le saludé al llegar a su lado. Aún estaba algo intranquilo, pero ya me había decidido a prestarle mi apoyo a aquella gente. Al menos quería tranquilizarme con unas palabras amigables. - Tan encendido como siempre, ¿eh? No entiendo cómo lo haces, pero contigo parece que una invasión al mismísimo infierno se convierta en un picnic de té con pastas. - Me apoyé con la espalda en el mástil más cercano, suspirando. - Espero que todo salga a pedir de boca.
En ese momento llegó Kai, ligero de ropa como siempre. A veces esa Akuma suya me da un poco de envidia, y pienso que tiene que estar bien lo de poder estar calentito sin importar la situación. Pero solo a veces, luego me acuerdo de su fogosa actitud y se me pasa.
- Como ya les dije, caballeros, esta es una misión voluntaria. Aquellos que no deseen participar están a tiempo de retirarse y quedarse en el submarino. - El vicealmirante comenzó su discurso.
"Sí, claro..." Pensé yo. No me lo creía en lo absoluto y ,a pesar de estar cagado de miedo, no me inmuté. De todas formas estábamos demasiado metidos ya en la boca del lobo como para retirarnos, y el éxito de la misión podía verse alterado por algo tan simple como un Marine acobardado.
A medida que hablaba, Kai fue transmitiendo una sensación de confianza difícil de describir. Era como si su llama interior estuviera permeando en nuestros cuerpos y nos infundiera de calor, de valor. Cuanto más hablaba, más convencido estaba de que todo iba a salir bien, a pesar de que sabía que el mundo nunca funciona de forma tan conveniente. Y para cuando acabó con su discurso, no fui el único que gritó de vuelta, con la determinación impregnada en mi rostro:
- ¡Por la Justicia!
Algunos de los hombres comenzaron a felicitarse entre ellos, o a darse ánimos. Quedaba poco para llegar al punto en el cual pondríamos en marcha el plan, así que muchos otros también se dispusieron a comprobar que no les faltara nada. Yo no conocía personalmente a ninguno excepto a Kai, y ya tenía encima todo lo que necesitaba, así que simplemente me acerqué al vicealmirante a tener una charla ligera antes de la "tormenta."
- Yo, Vicealmirante Kai. - Le saludé al llegar a su lado. Aún estaba algo intranquilo, pero ya me había decidido a prestarle mi apoyo a aquella gente. Al menos quería tranquilizarme con unas palabras amigables. - Tan encendido como siempre, ¿eh? No entiendo cómo lo haces, pero contigo parece que una invasión al mismísimo infierno se convierta en un picnic de té con pastas. - Me apoyé con la espalda en el mástil más cercano, suspirando. - Espero que todo salga a pedir de boca.
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Kai apuró su cigarrillo, consciente de que tendría que apagarlo antes de volver a sumergirse. Aquella misión era una locura, y no tenía ni idea de cómo sus superiores podían haberla autorizado... pero precisamente porque era una locura podía funcionar. ¿Quién se esperaría un ataque como aquel? No sólo era inesperado y audaz, si no que sus enemigos probablemente no se esperarían el verdadero objetivo del mismo. Mientras continuaba sumido en sus pensamientos, se le acercó el capitán Silverfang. Era un joven marine al que había conocido durante el torneo del Hexódromo, durante el que habían sostenido un duro enfrentamiento que había terminado con su victoria. Era valiente y hábil, si bien le faltaba experiencia.
- Hola Amaiar - dijo algo distraído, dando otra calada - No te apoyes sobre el periscopio, dudo que al operario le haga gracia.
Señaló el aparejo tubular con su cigarrillo, en el cual se había apoyado el marine. Acto seguido volvió a llevarse el pitillo a la boca.
- No te mentiré, esto no va a ser ningún paseo. Los hombres de Émile son veteranos curtidos. Me enfrenté a ellos en la guerra del Archipiélago Verde, y bueno... el hecho de que ahora ese lugar sea la capital de su imperio pirata supongo que te dice el resultado.
Al hablar, echaba grandes cantidades de humo por la boca, en parte vapor por el frío del ambiente y en otra (gran) parte, por el cigarro. Terminó el mismo con una última calada y lo apretó en su puño para apagar lo que quedaba, tirando al mar los restos. Se acercó a Amaiar y le dio una palmada en el hombro.
- Valor, chico. Si vacilamos, fracasaremos. Ten eso en cuenta. Ahora prepárate porque vamos a sumergirnos de nuevo, y no volveremos a emerger hasta haber llegado junto a la costa.
Tras decir eso, se dirigió a la escotilla y se metió en esta, comenzando a bajar hacia el interior del navío.
- Hola Amaiar - dijo algo distraído, dando otra calada - No te apoyes sobre el periscopio, dudo que al operario le haga gracia.
Señaló el aparejo tubular con su cigarrillo, en el cual se había apoyado el marine. Acto seguido volvió a llevarse el pitillo a la boca.
- No te mentiré, esto no va a ser ningún paseo. Los hombres de Émile son veteranos curtidos. Me enfrenté a ellos en la guerra del Archipiélago Verde, y bueno... el hecho de que ahora ese lugar sea la capital de su imperio pirata supongo que te dice el resultado.
Al hablar, echaba grandes cantidades de humo por la boca, en parte vapor por el frío del ambiente y en otra (gran) parte, por el cigarro. Terminó el mismo con una última calada y lo apretó en su puño para apagar lo que quedaba, tirando al mar los restos. Se acercó a Amaiar y le dio una palmada en el hombro.
- Valor, chico. Si vacilamos, fracasaremos. Ten eso en cuenta. Ahora prepárate porque vamos a sumergirnos de nuevo, y no volveremos a emerger hasta haber llegado junto a la costa.
Tras decir eso, se dirigió a la escotilla y se metió en esta, comenzando a bajar hacia el interior del navío.
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- No te apoyes sobre el periscopio, dudo que al operario le haga gracia.
Sobresaltado, me aparté rápidamente y me incliné hacia el aparato en señal de disculpa. "Joder, no me acostumbro a viajar en algo que no es un barco..." Pensé avergonzado.
Tras la breve reprimenda, el Vice-almirante me dijo que no iba a ser fácil precisamente, que nos enfrentábamos a enemigos formidables y que estuviera preparado para lo peor. Bueno, puede que no fuera exactamente así, pero el caso es que tragué saliva preocupado cuando me enteré de que Kai ya había fallado en una batalla contra ellos en el pasado. Sabía perfectamente que como humano que era, podía cometer errores... Pero se me hacía difícil imaginar a esa mole tan poderosa perdiendo contra alguien. Desde luego, la gente a la que veníamos a molestar tenía que ser increíble también. Y eso me asustaba. "No por nada Émile es un Yonkou al parecer." Pensé quitándome una gota de sudor frío de la frente.
Cuando el marine frente a mí terminó de fumarse el pitillo, algo de humo me alcanzó la cara y me hizo toser incómodo. Toleraba a los fumadores, pero no me gustaba nada el tabaco en mis cercanías y su propio olor ya me provocaba mareos. Distraído como estaba y con los ojos cerrados, sentí que apoyaba la mano en mi hombro mientras me daba ánimos y me recordaba que íbamos a sumergirnos de nuevo. Cuando volví a abrirlos, Kai no estaba por ningún lado y mi chaqueta de capitán blanca tenía unas manchas de ceniza en el hombro.
- Será... - Pensé medio molesto medio divertido. Recordé que durante nuestro combate en el Torneo, al verme abrumadoramente superado no tuve más remedio que rendirme, no sin antes haberle causado ciertos daños a mi oponente (lo cual en sí mismo ya era un logro). Sin embargo, desde su punto de vista, imaginé que lo que había visto era a un tipo que no le llegaba a la suela de los zapatos tocándole las narices y luego huyendo, antes de que él mismo pudiera responder y desquitarse de toda esa irritación contenida. Sí, Kai era una persona temperamental, eso lo sabían todos los marines, así que no me extrañaba que también pudiera ser algo rencoroso. Suspirando, volví al interior del submarino esperando que el Vice-almirante no me hubiera llamado a aquella situación tan difícil solamente como venganza... Aunque conociéndolo, dudaba que la razón fuera un chiquillada como aquella. Tal vez simplemente estaba leyendo demasiado entre líneas y todo fuera una paranoia mía.
Sobresaltado, me aparté rápidamente y me incliné hacia el aparato en señal de disculpa. "Joder, no me acostumbro a viajar en algo que no es un barco..." Pensé avergonzado.
Tras la breve reprimenda, el Vice-almirante me dijo que no iba a ser fácil precisamente, que nos enfrentábamos a enemigos formidables y que estuviera preparado para lo peor. Bueno, puede que no fuera exactamente así, pero el caso es que tragué saliva preocupado cuando me enteré de que Kai ya había fallado en una batalla contra ellos en el pasado. Sabía perfectamente que como humano que era, podía cometer errores... Pero se me hacía difícil imaginar a esa mole tan poderosa perdiendo contra alguien. Desde luego, la gente a la que veníamos a molestar tenía que ser increíble también. Y eso me asustaba. "No por nada Émile es un Yonkou al parecer." Pensé quitándome una gota de sudor frío de la frente.
Cuando el marine frente a mí terminó de fumarse el pitillo, algo de humo me alcanzó la cara y me hizo toser incómodo. Toleraba a los fumadores, pero no me gustaba nada el tabaco en mis cercanías y su propio olor ya me provocaba mareos. Distraído como estaba y con los ojos cerrados, sentí que apoyaba la mano en mi hombro mientras me daba ánimos y me recordaba que íbamos a sumergirnos de nuevo. Cuando volví a abrirlos, Kai no estaba por ningún lado y mi chaqueta de capitán blanca tenía unas manchas de ceniza en el hombro.
- Será... - Pensé medio molesto medio divertido. Recordé que durante nuestro combate en el Torneo, al verme abrumadoramente superado no tuve más remedio que rendirme, no sin antes haberle causado ciertos daños a mi oponente (lo cual en sí mismo ya era un logro). Sin embargo, desde su punto de vista, imaginé que lo que había visto era a un tipo que no le llegaba a la suela de los zapatos tocándole las narices y luego huyendo, antes de que él mismo pudiera responder y desquitarse de toda esa irritación contenida. Sí, Kai era una persona temperamental, eso lo sabían todos los marines, así que no me extrañaba que también pudiera ser algo rencoroso. Suspirando, volví al interior del submarino esperando que el Vice-almirante no me hubiera llamado a aquella situación tan difícil solamente como venganza... Aunque conociéndolo, dudaba que la razón fuera un chiquillada como aquella. Tal vez simplemente estaba leyendo demasiado entre líneas y todo fuera una paranoia mía.
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