Oye... ¡Vámonos de Misión! [Priv Bizvan]

Para llegar a la isla me había unido a un pequeño barco mercante que iba hacía allí y no le resultaba ninguna molestia llevarme. Realmente habría sido más sencillo si hubiese ido con mi propio bote pero lamentablemente había quedado dañado en una misión anterior e iban a tardar un poco en arreglarlo así que tuve que buscarme la vida para llegar a Down.
Al principio se cruzó por mi cabeza la idea de simplemente ir volando pero al comprobar lo lejos que estaba de la isla más cercana decidí descartarlo, podría haberlo hecho igualmente pero era demasiado costoso. Así que finalmente me había plantado en el puerto y tras una hora de preguntar a absolutamente todo el mundo me encontré con aquellos bonachones mercaderes que me llevaron hasta donde quería, es más iban directamente al pueblo de Goa así que no tuve que dar ningún rodeo realmente tuve bastante suerte, esperaba que mi compañero lo hubiese tenido más fácil que yo.

Salí del puerto despidiéndome con la mano de los alegres mercaderes y me adentré en las calles de la ciudad. Había quedado con Bizvan en la plaza principal, era un sitio céntrico lleno de gente pero muy fácil de encontrar para alguien que no conociese muy bien la ciudad. Nos había llegado la misión a los crimson hacía unos pocos días y como era bastante fácil y no muy complicada finalmente se decidió que fuésemos los dos, realmente no tenía mucho que objetar no conocía muy bien a Bizvan pero me caía bien y realmente me hacía ilusión hacer una misión con él, aunque hubiese preferido que fuese en una isla más cercana y con menos problemas para llegar hasta ella.

Llegué pronto a la plaza, había un pequeño mercado en el medio, en él los artesanos de la ciudad y de todas las partes de la isla se dedicaban a vender multitud de cosas que parecían bastante interesantes aunque no tenía tiempo para ponerme a curiosear. Parecía que el chico todavía no había llegado o al menos no le alcanzaba a ver desde donde estaba. Decidí alejarme del mercado y refugiarme en el edificio que supuse que era el ayuntamiento de la ciudad, estaba en uno de los extremos de la plaza y desde allí podía observar perfectamente todo el panorama, si el muchacho no se había metido en el mercado seguramente le vería en cuanto entrar a aquel lugar.

Había pasado bastante tiempo esperando a mi compañero y ya me estaba aburriendo de estar allí sin hacer nada por lo que decidí darme una vuelta por el mercado. No pensaba entretenerme mucho allí, simplemente hasta que viera aparecer a mi compañero y pudiésemos poner rumbo a la misión.

En aquel mercado había de todo: pequeñas cestas hechas artesanalmente, alfombras, tapices, figuras de porcelana, cristal y miles de materiales más. Incluso había algún que otro puesto con distintos dulces, frutas y verduras. Estaba resistiendo la tentación de gastarme berries cuando me fijé en un pequeño y rústico puesto lleno de dulces de todos los colores, formas y sabores, aquello era casi el paraíso. El puesto estaba dirigido por una señora bastante mayor y con una sonrisa afable, al verme tan entusiasmada me ofreció una pequeña galleta por si quería probarla, la acepté con gusto y no pude si no maravillarme con su saber.

Finalmente salí del mercado con cuatro magdalenas con un aspecto simplemente increíble, llenas de crema y nata por encima aunque resistí la tentación de comérmelas para hacerlo junto con mi compañero, tras ofrecerle alguna por supuesto. Salí del mercado y pude ver a un Marine en la plaza al lado de la fuente central, aunque yo también llevaba mis ropa de marine parecía que a él se la notaba más, tal vez porque yo no llevaba ni los zapatos ni la gorra y llevaba mi abrigo por encima del uniforme, era una vestimenta bastante rara pero siempre se me había dado muy mal eso de seguir un código de vestimenta. Me acerqué a él, estaba rodeado por unos niños curiosos que le preguntaban sobre sus armas y sentían curiosidad por él, no pude sonreír ante aquella tierna escena.

-Buenos días Bizvan, Buenas niños.- Les saludé alegremente, los niños se me quedaron mirando y tímidos me saludaron. Los niños en seguida se fijaron en la pequeña bolsita con las magdalenas que llevaba en la mano, me agaché para estar a su altura, realmente tampoco es que tuviese que agacharme mucho puesto que no destacaba por mi altura. -Tened pequeños disfrutadlos.- Les di dos magdalenas quedando otras dos para el marine y para mí, esperaba que con eso les fuera suficiente.
Los niños me dieron las gracias y empezaron a comer golosamente, después un grupo de adultos que debían ser sus padres les llamaron y se marcharon.
-Esto es para nosotros.- Le dije a mi compañero teniéndole una de las magdalenas a él y quedándome yo la otra. -Y ahora ¡En marcha, tenemos una misión que hacer!- Dije muy decidida y comencé a andar prácticamente sin esperarle.

Teníamos que dirigirnos al museo cercano al ayuntamiento, estaba a pocas calles de allí y es donde tendríamos que hacer nuestra misión, era bastante sencilla simplemente consistía en escoltar unas tablillas y un antiguo y valioso tesoro al pueblo de al lado para que se pudiese exponer allí. Aunque era algo muy sencillo el director de la marina tenía miedo de que resultaran dañadas o algo peor puesto que últimamente se habían registrado más robos de lo habitual así que había pedido ayuda a la marina y, aquí entrabamos nosotros los elegidos para el pequeño trabajo. Realmente no me quejaba en absoluto, tenía pinta de ser sencillo, fácil y rápido además con un poco de suerte me permitirían ver de cerca esas tablillas y eso sí que era un buen aliciente para hacer perfecta una misión.

El museo era un gran edificio que sobresalía de los edificios que tenía al lado. Estaba rodeado por una verja de hierro que se encontraba abierta de par en par, la construcción disponía de múltiples ventanas esparcidas por aquí y por allí como si las hubiesen puesto aleatoriamente en uno y otro sitio, la fachada era completamente blanca aunque con bordes en los frisos y las ventanas dorados además contaba con pequeños relieves que mostraban formas geométricas e incluso alguna que otra escena de lo que supuse que eran antiguas leyendas de la isla pues no pude averiguar de que trataban de contar. Imaginé que en otros tiempos aquel museo había estado muy cuidado, posiblemente había sido un pequeño tesoro para la arquitectura de la época pero ahora estaba casi en ruinas, un montón de grietas se veían por todos lados, el jardín estaba salvaje y daba un aire de lo más dejado como si estuviese abandonado.

En la puerta de roble oscuro había un cartel que ponía "Cerrado" Mi compañero simplemente lo ignoró, abrió la puerta y me dejó pasar a mi primero. El interior iba muy acorde con toda la estructura exterior con esa ambiente majestuoso que había quedado atrás ya hacía mucho.
En cuanto entramos empecé a oír varias voces una sonaba como de una mujer joven y la otra la de un hombre mayor, no tardaron en hacerse ver. Era un hombre viejo con peluquín bastante gracioso se quejaba a la mujer de al lado de lo impuntuales que habíamos sido aunque según especificó solo nos habíamos retrasado tres minutos, aquello era lo más pronto que había llegado a una cita en toda mi vida no creía que fuese para tanto.

Antes de que pudiese disculparme por aquel "retraso" el hombre comenzó a quejarse y a gritar de que había pedido una escolta de cinco marines y solo nos habíamos presentado dos, realmente comprendía el valor de aquello pero me parecía excesivo tanto marine dado que aquella isla era muy tranquila. No me dio tiempo a explicarle todo esto al viejo del peluquín pues mostrando grandes dotes para calmar a ese tipo de personas Bizvan intervino. Le explicó que la marina había decidido enviar a dos sargentos en vez de cinco marines por la importancia de aquella misión, le miré de reojo pero no dije nada dado que aunque todo en aquella frase estaba mal (puesto que nadie había pensado eso y yo ni siquiera era sargento) el que era el director de aquel museo pareció contento así que simplemente lo dejamos estar.

-Por supuesto comprendemos la importancia de esta misión, si no le importa deberíamos ponernos ya en camino.- Le dije adoptando la aptitud más sería que sabía, aquella que debía adoptar para las misiones oficiales. Realmente tenía muchas ganas de ver aquello pero tampoco me apetecía que se nos hiciese de noche en medio del camino.
El viejo pareció contento con nuestra diligencia y su secretaria nos indicó un camino a una de las salas contiguas, la sala estaba recubierta con mármol y parecía bastante mejor cuidada que las demás, en el centro de la sala circular había una vitrina muy bien cuidada. -Tened mucho cuidado al cogerla por favor.- Nos dijo la asistenta mientras nos acercábamos a ella. La examiné durante unos segundos, no tenía ni idea de que idioma era pero di gracias al cristal que había entre la tablilla y yo puesto que si no la habría babeado entera de lo emocionada que estaba.

-Déjamelo a mi- Le dije a mi compañero mientras la recogía con cuidado, luego pensé que dado lo torpe que era aquella no había sido mi mejor idea pero bueno ya estaba hecho. Tras oír una gran retahíla de consejos sobre seguridad, de amenazas si dejábamos que le pasara algo a aquel objeto y demás improperios que saltó el director del museo salimos de allí y nos dirigimos a las afueras de la ciudad para iniciar nuestro recorrido.
-¿Crees que podré hacer una copia en mi libreta de los símbolos de la tablilla?- pregunté a Biz sin dejar de mirar la tablilla aunque sabía que no iba a conseguir nunca descifrarla. Iba tan pendiente de mirar el objeto que no reparé en la roca en medio del camino y me precipite hacia el suelo con el objeto en brazos, aun así la protegí con todo mi cuerpo rezando por que estuviese intacta.
Pegué un pequeño chillido y después me levanté del suelo, alcé la tablilla en el aire feliz. -¡Está bien!- Dije entusiasmada.

Una mano sujetó la tablilla que yo había alzado y tiró de ella hacía atrás, al no esperarme aquel movimiento la solté y caía de nuevo hacía el suelo. -Muchas gracias por hacernos el trabajo sucio bonita- La voz procedía del hombre que tenía ahora el objeto en su poder. Era un hombre joven, con el cabello negro y ojos verdes, llevaba una cota de malla que parecía bastante pesado pero eso no le impedía tener una gran velocidad y agilidad pues tras esas palabras nos sonrió y salió corriendo hacía el bosque de las afueras de la ciudad.

Sin darme tiempo a reaccionar el ladrón huyó hacia el bosque y Bizvan demostrando grandes reflejos le siguió adentrándose el también en la espesura. Yo tardé un poco más en reaccionar pero cuando me di cuenta de lo que había pasado comencé a perseguir yo también a los dos hombres, no podía permitir que algo tan valioso como aquella tablilla cayera en malas manos o peor, se rompiera o sufriera algún daño ya no por que la misión fracasaría si no porque era una pieza de un valor inestimable.

Agradecí profundamente que estuviera acostumbrada a correr y andar por el bosque pues eso facilito mucho mi tarea aunque al haber salido después llegué donde estaba mi compañero un poco tarde. El marine estaba rodeado por tres hombres, desenvaine mi arco para protegerle las espaldas pero el chico no me dejó, me dijo que siguiera al tipo de la tablilla que él se ocuparía de ellos. ¿Tres contra uno? Era un poco injusto pero no podíamos hacer otra cosa lo mejor era que le hiciese caso puesto que si les perdíamos de vista no volveríamos a ver la tablilla.

Pasé de largo de donde se encontraban Bizvan y los otros ladrones, estos últimos intentaron ir hacía a mí pero mi compañero se encargó de que me dejaran en paz para que pudiera seguir mi camino. Aceleré todo lo que pude corriendo a la máxima velocidad que me permitían mis piernas, pensé en transformarme pero había demasiada vegetación y no sabía hasta qué punto podía esquivarla toda volando a gran velocidad. Por fin cuando ya estaba totalmente sin aliento vi aparecer al tipo entre la maleza y con un último esfuerzo me abalancé hacia él, intente saltarle encima y tirarle al suelo pero en el último segundo se giró y me propinó un codazo en la nariz tan fuerte que fui yo quien acabo tirada en la tierra.

Mi arco cayó al suelo y el tipo aprovechando que estaba desarmada se difirió a por mí con una sonrisa siniestra en la boca. - Hoy me llevo un objeto muy valioso y una muchacha, es mi día de suerte.- Reaccioné rápido y antes de que pudiera agarrarme una de las ramas que estaba cerca nuestro envolvió la muñeca del ladrón inmovilizándola y haciéndole chillar de terror como un niño pequeño. -Tu día de suerte no será si has cometido el error de meterte en mi territorio.- Otra rama le inmovilizó la mano donde tenía la tabilla, la cual soltó de la impresión. Me lancé hacia la tablilla cogiéndola justo a tiempo para que no se estrellara contra el suelo y me levanté con una sonrisa, me había hecho un par de raspones y la nariz me sangraba fuertemente pero había recuperado la tablilla y el hombre tenía las manos atrapadas, ordené a las plantitas que le subieran un poco de tal manera que no tocara el suelo con los pies. Ver tal cara de horror en una escoria como aquella no tenía precio.

Me agaché a por el arco que había quedado abandonado a unos metros de mí, lo recogí con delicadeza y comprobé con alivio que no le había pasado nada, aquel había sido un regalo de los Shandias debía dejar de descuidarlo así o al final iba a haber muchos lamentos.
Una voz familiar resonó en mis oídos me incorporé ya con el arco otra vez en mi posesión, Bizvan había vuelto y observaba perplejo la curiosa escena comentando que parecía que las plantas pensasen por sí mismas y de alguna manera así era, aunque yo pudiese comunicarme con ellas y darlas instrucciones para mis propios beneficios a veces pensaba que todo era cosa suya, yo simplemente tenía la suerte de que me hicieran caso. -Si, es mala idea enfrentarse a mí en un bosque.- Le guiñé un ojo mientras las plantas que tenían retenido al tipo se balanceaban de un lado a otro como si saludaran al marine.

El chico se acercó un poco a mí para examinar mis heridas, no pude notar que él se encontraba casi ileso parecía que se había librado con tremenda facilidad de aquellos hombres, sin duda era un fuerte adversario si hablábamos de lucha cuerpo a cuerpo. Tras determinar que no tenía nada grave y limpiarme un poco la herida de la nariz su atención reparó en el hombre que aún seguía colgado y con cara de pocos amigos, supuse que debido a estar atrapado de aquella forma y la humillación que había recibido.
Era hora de que nos contara todo lo que sabía, en otras palabras era otra de interrogarlo o más bien de torturarlo pues era la única forma de que dijera algo. Bizvan le asestó un gran golpe en el estómago que hicieron retroceder a mis plantas a las cuales tuve que ordenar que aguantaran un poco más, no podía permitir que le soltasen ahora.
Odiaba aquellas cosas, sabía que era algo muy usual y utilizado pero aun así no podía resistir sentir bastante asco cada vez que veía a alguien hacerlo o incluso cuando yo misma me veía obligada a utilizar esos métodos cosa que desde que pertenecía en la marina pasaba bastante poco pues eran mis compañeros quien se solían encargar y yo por mi parte se lo agradecía infinitamente.

Mientras mi compañero se encargaba de golpear y hacerle todo tipo de preguntas al ladrón yo me encontraba sentada en el suelo, había sacado mi inseparable libreta y estaba copiando todos y cada uno de los símbolos de la tablilla con rapidez, así hacia una especie de copia de seguridad y podía servirme para más adelante, si tanto querían aquello a saber qué clase de poder encerraban esas antiguas escrituras.
Pasaron unos cuantos minutos, yo ya había terminado de copiar todos los caracteres de la tablilla y nuestro prisionero comenzó a hablar, aprovechando que aún tenía la libreta de la mano apunté deprisa todo lo que decía así si algo se nos olvidaba o se nos escapaba podía recordarlo las veces que quisiera.
Resultó que Bizvan tenía razón y no eran más que simples peones contratados por un tal Cage con el que debían reunirse en una taberna del pueblo después de robar la tablilla. En lo que curaba sus heridas el chico me preguntó que creía que era lo mejor para la misión, si ir a ver a ese tal Cage u olvidarnos de él y seguir con nuestro camino hasta el lugar donde debíamos entregar el objeto que nos habían encargado.

-Lo mejor será que hagamos una visita a Cage, si no recibe su encargo posiblemente mandará a más gente o incluso vendrá el mismo a por la tablilla y no me apetece tener más interrupciones- Era cierto que aquello podía ser peligroso, es más de alguna forma llevando con nosotros la tablilla a ver a aquel personaje estábamos entregándosela, pero era mejor plan que seguir a lo nuestro exponiéndonos a más ataques e intentos de robo como aquel que acabábamos de presenciar, el chico se mostró conforme así que decidimos que aquel sería nuestro siguiente paso. Bajé a nuestro prisionero y aún sin que mis plantas le soltaran le dejé cao de un golpe en la cabeza para después soltarlo e inmovilizarlo con unas cuerdas que siempre llevaba encima, dejaría que mi compañero tomara la decisión de qué hacer con él si matarlo, dejarlo ahí o pedir refuerzos para que se lo llevaran.
Me quité mi abrigo y envolví la tablilla con él para después meterla en mi pequeña mochila, así quería evitar que sufriese más daños y que pudiese ser detectada a primera vista, una vez hecho todo esto decidí que ya estaba preparada para nuestro pequeño rumbo suicida y salimos del bosque con dirección a la taberna que nos habían indicado.