Te necesito. [Ushio-Dexter][Privado][Pasado]

Ushio daba vueltas como loco dentro de su propia habitación. Maldecía por lo bajo, se quedaba quieto unos segundos y volvía a dar vueltas. Era muy temprano en la mañana y no quería molestar a nadie. Así que apenas hacia ruidos y trataba de no llamar mucho la atención, pero era una gran suerte que cada uno tuviera su habitación. ”Debo decirle” – pensó… Pero, dudaba más que actuaba. ¿Si quiera estaría despierto? Había llegado hace poco de la última isla en la que había estado y, la verdad, no había sido un rato muy agradable.

– Vader… – Susurró mientras pensaba, otra vez, en la extraña petición que le quería hacer a su capitán. – Es el único que conozco que puede detenerlo… – ¿Era lo correcto? Quizá sí, quizá no. Todo entraba en un vórtice de posibilidades, infinitos mundos paralelos y paradojas extrañas. Todo se iba a resolver en cuanto él tuviera o no el valor de hablar con su capitán. Si pudiera hacerlo de otra manera, lo habría hecho… Pero la diferencia entre el enmascarado y él, era insalvable. La vida de sus amados estaba en peligro y no podía hacer nada para evitar aquella tremenda amenaza. ¿Aceptaría Dexter? – Vamos, Ushio – murmuraba, tratando de calmarse, mas le era imposible y estaba a nada de empezar a cortar toda la maldita habitación y desahogarse de una muy extraña manera. – Tú puedes.

Salió de su habitación y empezó a caminar rumbo a la de su capitán. No tenía certeza si estaría despierto o no, quizá las ganas le iban a jugar en contra, quizá su explicación iba a ser complicada, pero tampoco le interesaba mucho. Una vez haya dicho todo lo que tenía que decir, la última palabra iba a depender del dragón. ”¿Por qué nunca yo tengo la última palabra?” – pensaba mientras recorría los grandes pasillos del palacio. El Ojo, era cuanto menos un lugar bastante tranquilo y donde podía estar en paz. Nadie, excepto muy pocos, sabía dónde estaba. Era el lugar idóneo para poder estar en paz. ”Si solo aceptaras… Milena” – sería una preocupación menor si ella estuviera acá. ”Ya volveré a insistir” – pensó mientras llegaba a la habitación de su capitán. Usando los nudillos, golpeó tres veces la puerta. Antes de hablar, se arregló la camiseta azulada, junto con la corbata a juego. El resto eran unos pantalones negros y unos zapatos. En su espalda y cintura, portaba sus armas.

– Capitán… – dijo en un tono algo elevado. Si estaba durmiendo, odiaría tener que despertarlo. Pero, no lo haría de no ser necesario… Totalmente necesario. – ¿Tienes un minuto? Quiero conversar contigo – su voz era tranquila o intentaba serlo. Que alguien como un fantasma estuviera tras los pasos de sus amados, no lo dejaba dormir y algunas ojeras se habían formado en sus ojos. – No te robaré mucho tiempo.

Tenía el brazo doblado por el codo, recto sobre la cama, apoyando su cuerpo envuelto en un par de mantas. El calor se podía respirar, y la paz del amanecer se olía en cada rincón. Sus ojos miraban hacia abajo, topando un cabello blanco y una espalda desnuda, sobre la que dibujaba los más extraños caminos en una serie de caricias interminable. Otra vez estaban así, uno durmiendo tranquilamente y el otro contemplando mientras los primeros rayos de sol. Era preciosa y delicada, aunque las cicatrices a lo largo de su espalda y torso demostraban lo contrario. Nadie lo diría cuando iba vestida, pero bajo sus ropas azules la piel blanca como la luz de luna estaba surcada de marcas rosadas y piel cristalizada, algo enrojecida. No podía sentir que eso restara belleza a su cuerpo, sino que la dotaba de personalidad única; cada una tenía su historia, y cada una suponía una victoria. Incluso su respiración era rítmica y acompasada, equilibrada. En sueños, aun cuando no podía controlar nada de su cuerpo, era majestuosa. Y sin embargo, más allá del ferviente deseo, no sentía nada.

-Y es lo mejor- dijo en voz baja, casi como un susurro, antes de besarle la mejilla sonrosada.

Se levantó con cuidado, tratando de no despertarla. ¿Qué era ya? ¿La tercera vez esa semana? Los apetitos de ambos eran alocados y sus gustos similares. Los dos buscaban lo mismo, un poco de diversión y nada más; ¿Dónde estaba el problema? No lo había, en realidad, pero no podía evitar sentirse vacío con esa clase de relación. Comenzó a vestirse por los pies mientras pensaba en lo que tenían. Argie era dulce cuando quería, delicada y adorable en la calle, seria en su despacho y despiadada en batalla. Había conocido a poca gente como ella, y aunque no se trataba de nada sentimental, como amiga era, sencillamente, perfecta. Lo había animado en su momento más bajo, y aunque ahora las cosas estuvieran un poco raras... Bueno, aunque sonara muy mal, siempre estuvo dispuesta para todo lo que necesitó.

Se estaba abrochando la camisa cuando la voz de Ushio sonó a través de la puerta, pero no hubo respuesta a su espalda más que un suspiro algo entrecortado. Tenía el sueño muy profundo. La verdad es que resultaba bastante útil; él, en cambio, se despertaba por una simple brisa. Abrió la puerta, y antes de dar tiempo a Ushio de hablar, cerró la puerta. Comenzó a caminar lentamente mientras terminaba de abotonarse.

-¿No tienes hambre?- preguntó de forma casual, pausándose un momento y devolviendo la mirada atrás-. Seguro que podemos hablar igual de bien mientras desayunamos.

Lo cierto es que tenía un hambre atroz. De lo contrario habría esperado un momento, pero necesitaba darse al placer de la comida. El de la carne había terminado.

Ushio tragó saliva nervioso. Su corazón palpitaba a un ritmo que parecía no ser normal. Respiró hondo para tratar de calmarse, sabía que lo que estaba por pedir no era algo sencillo, pero era la única luz que veía al final del túnel. No conocía a otra persona capaz de hacer aquella hazaña. ”Solo debes calmarte” – los segundos mientras esperaba que la puerta de su capitán se abrieran eran eternos. Estaba a nada de echar marcha atrás y regresar por donde había venido, quizá era lo mejor… Sin molestar a nadie y sin tener que cargar a otros sus propios problemas. ”Si solo tuviera más fuerza” – se mordió el labio inferior. Suspiró con calma mientras analizaba todas sus opciones, quizás sí… Lo mejor era devolverse.

La puerta, finalmente, se abrió. ”Solo espero no haberlo despertado” – fue su primer pensamiento mientras notaba como la enorme figura de su capitán hacia acto de presencia. No le dejó tiempo para hablar y solo cerró la puerta. La verdad, había sentido una segunda presencia dentro de la habitación de Dexter, pero no le dio importancia; no le interesaba en esos momentos. Escuchó las palabras del yonkou y asintió con la cabeza. En el camino, pensó en cómo empezar la conversación, en cómo debía tratar el tema. ”De nada sirvió imaginarme tantas veces esto” – cualquiera sabría que no era el mismo. Que estaba, extrañamente, a la defensiva, tenso y su mirada estaba perdida… Solo siguiendo los pasos de Dexter. ”Todo siempre parte del inicio”

– Llegué hace pocos días – empezó a decir mientras notaba que el desayuno aún seguía cocinándose. – En la última isla que visité, me encontré con Jin… Vader o cual sea su nombre – su tono era neutro, sin muchas emociones, tratando de ser objetivo. . – No sé si te enteraste, pero hace un tiempo le declaró la guerra al mundo entero – apoyó sus dos manos en la mesa y entrelazó sus dedos. Suspiró de forma pesada, sus ojos no se separaban de Dexter. ”Solo debes seguir” – ya había empezado la conversación y, todo lo que iniciaba, debía acabar, ¿no? Ya era muy tarde como para levantarse e irse. Era hora de afrontar la realidad. – Y, ahora… Él amenaza a mis seres queridos… – Por unos instantes, su tono se quebró. Agachó la cabeza… Más de impotencia que otra cosa, de rabia consigo mismo por el hecho de ser tan débil.

– Soy el primero que admite que no debería pedirte esto… – elevó su mirada. – Pero, por favor, acaba con Jin – finalmente… Lo había dicho… No es que se sintiera mejor, pero era lo único que podía hacer en esos momentos. – Sé que podrías librarnos a todos de su amenaza y del peligro que conlleva… – negó con la cabeza. – No… Por favor, haz lo que yo no puedo hacer… Protege a mis amigos… – Sus ojos no se separaban de los suyos… Ahora todo quedaba en manos de él y de lo que decidiera. ¿Qué le iba a responder?

El trayecto hasta el comedor pareció bastante tenso. Ushio callado, ningún sonido en el ambiente y, en general, cada paso rompía lo que parecía un silencio imperturbable. Incluso cuando se sentaron a la mesa, tardó un tiempo en atreverse a hablar. El desayuno aún no llegaba, pero nada le impedía escucharlo mientras se hacía, y tal vez con suerte podría responder antes de empezar a devorar sin tregua.

-Jin fue mi mayor error- contestó con tono sombrío. Kedra era incontrolable, pero sus objetivos habían ido cambiando hasta no ser una amenaza. La psicosis de Jin, por el contrario, no hacía más que aumentar día tras día. No debió liberarlo, por mucha petición de Legim que hubiera sido. Sin embargo por aquella época le hicieron creer que era su padre, y sumado a las reminiscencias de su capitanía... Y ahora eso iba a traerle problemas; casi podía olerlos.

Lo escuchó hablar, y lo vio quebrarse. Todos debían pasar por ello, aunque tal vez ésa no era la manera. Perder seres queridos era muy doloroso, aunque seguramente el miedo a perderlos en cualquier momento suponía una agonía todavía mayor. Él no tuvo opción de elegir, aunque bien pensado Ushio tampoco. La amenaza estaba ahí, y estaba entre el vivir con miedo o culparse de llegar a pasarles algo. Sin duda era peor, ¿Pero qué podía hacer él?

-Lo que me pides es terrible- sentenció Dexter. Sí, claro que él en ocasiones mataba, pero solía tener motivos de peso tremendamente sólidos. Estoiko seguía vivo y era la prueba de ello, aunque tal vez no fuera el mismo caso. Jin quería ver el mundo arder-. No puedes pedir a otra persona que termine con tus enemigos, Ushio. Cuando decides acabar con la vida de alguien es tu obligación escuchar sus últimas palabras y darle el último golpe- tal vez estaba siendo demasiado duro con él; al fin y al cabo estaba reconociendo que era incapaz de hacerlo... Y él tenía la culpa en última instancia de que Jin siguiera en libertad.

Llegó el desayuno, y mantuvo un silencio que sólo rompió con un "gracias" al camarero que aquel día tenía turno. ¿Jak Obson se llamaba? No lo recordaba, pero según decían las de la limpieza estaba liado con la hija del Director de la Escuela de Ingeniería. Él no tenía mucho tiempo para chismes, pero cuando lo tenía al parecer era como si lo atrajesen irrefrenablemente. "Al menos el café no está demasiado caliente", pensó mientras daba un sorbo a su taza, sin mirar al espadachín en absoluto. Y entonces, sus ojos lo atravesaron.

-Pero puedo protegerlos- dijo, finalmente-. Si necesitan un refugio, hay habitaciones de sobra en el Ojo. No creo que nadie se moleste por ocupar un par de dormitorios, vaya- pero no sería suficiente. Saldrían de la isla, y en cualquier momento él se embarcaría en un viaje, junto al resto de la banda. No podía protegerlos siempre. Había algo más que debía hacer-. Y a ti voy a entrenarte, para que puedas encargarte de Jin.

Cogió un churro y lo mordió con fuerza, partiéndolo por la mitad. No iba a dejar que se le enfriara, y ahora sólo tenía que saber qué respondía Ushio ante eso.

– ¿Eh? – Respondió entre confusión y duda. ¿Por qué se había negado? ¿Por qué le estaba dando la espalda? Golpeó la mesa con ambos puños, las tazas tambalearon y más de una se había caído. Suerte que no tenían nada dentro de ellas. Estuvo a nada de interrumpirlo, pero sus siguientes palabras lo hicieron tranquilizarse… Un poco. Si en verdad era posible traerlos al Ojo, al menos, los tendría en el mejor lugar posible. Solo debía convencerlos y ya. ”Suena tan fácil…” – recordó la personalidad de Milena y lo vio como algo imposible, pero que debía intentar si así era el caso. Su capitán finalizó diciendo que lo iba a entrenar para que él mismo se hiciera cargo de Jin. ¿Sería suficiente? ¿En serio sería tan sencillo? Negó con la cabeza, debía dejar de dudar y empezar a confiar un poco más él. Suspiró con calma y tomó de su taza de café, al menos, no estaba tan caliente y era bastante relajante.

– La primera vez que te vi, en Halltast, aparte de comportarme como un idiota – le dijo un poco más tranquilo. Sus hombros se relajaron y, poco a poco, volvía a ser el mismo. – Te pregunté qué significaba ser fuerte, debo admitirlo… Sigo en busca de mi propia respuesta – agarró uno de los churros y masticó. – Pero… ¿Ser más fuerte significa perder a mis amigos? Si es así, no quiero tener poder. Después de todo, nadie se fija en los débiles – volvió a tomar de la taza. Sus ojos no se separaron de los de su capitán. – Aunque… No hay elección, no tengo otra posibilidad. Es un mundo cruel. Quizá sea un loco, pero no quiero perder a nadie, no quiero dejar a nadie a la deriva… No quiero enterrar a nadie – tomó otro churro y lo volvió a masticar con tranquilidad. Quizá ya se había quitado un poco de presión. – Además, soy parte de tu tripulación. Un nakama de un Yonkou no puede ser débil. Acepto, capitán. – Volvió a beber de su café y sonrió con tranquilidad. Era difícil, pero si los convencía a todos, podía estar más tranquilo. En el Ojo no les faltaría nada y estarían a salvo.

Recordó su encuentro con Vader. Miró a Dexter, un poco desafiante, otro poco curioso. Tenía que preguntarle aquello y ahora que se daba el momento, no quería perder la oportunidad. Miró como es que dejaban más de aquellos deliciosos churros y luego volvían a lo suyo. Era lo que tenía vivir en un palacio, no había que hacer nada y todos te atendían. ”Esto debe sentir Azula todos los días. Que aburrido” – tomó un poco de aire. Quería saber la razón… Suspiró y terminó otro churro de camino. Al terminar de tragar, ya tenía una idea de lo que debía decir.

– ¿Por qué lo sacaste de Impel Down, capitán? – le preguntó sin tapujos. – Cuando me lo encontré eso fue lo que dijo, que tú y un tal Asderdeker lo habían sacado. Solo quiero saber qué te motivó a sacarlo de ahí – no le echaba la culpa de nada. Seguramente hubiera escapado igual, además, Dexter no veía el futuro y no se podía imaginar el peligro que había desencadenado. Solo había un culpable, Jin y su estúpida personalidad. – Y… Disculpa por lo que te pedí, solo estaba desesperado. – Puntualizó.

-¿Recuerdas aún ese día? Han pasado ya dos años y tantas cosas desde entonces... Ese día terminó la guerra de Hallstat, aunque empezó una truculenta batalla por ver quién se adueñaba del North Blue- bebió un sorbo de café sin dejar de mirar hacia Ushio-. Ser fuerte no te hará perder amigos, de hecho mucha gente querrá arremolinarse en torno a ti. ¿Todos amigos? Ni los menos, debo decir. Tampoco la gente que debería, y lo que podrías dejar en el camino si te descuidas es a ti mismo.

Se concentró entonces durante un momento en lo que restaba de su churro. Tenía una taza de chocolate sólo para mojar los churros, pues era un vicio en el que había caído al acomodarse en el palacio. ¿Quién podía culparlo? Muchos años espartanos de aquí para allá, se merecía un poco de frivolidad. Mojó el churro lentamente, inclinando la cabeza mientras con concentración lo hundía hasta casi tocar el contenido de la taza con los dedos... Y se comió el resultado del tirón.

-Respecto a que nadie se fija en los débiles...- tenía que reconocer que pese a los defectos de Legim, que eran muchos, había organizado una banda de completos novatos en su vuelta a la piratería, hasta que los vio preparados y volvió al Nuevo Mundo. No lo dijo, pero estaba seguro de que ése era su plan. Al fin y al cabo había terminado siendo Capitán porque el borracho sabía de sus capacidades de liderazgo y, sobre todo, su ansia de poder. Había empezado con un motivo, pero no se llegó a detener nunca. Aún en aquellos momentos sentía que podía llegar más allá-, tú estás aquí. No quiero decir que seas débil, ya que dentro del Nivel del Paraíso estás muy por encima en cuestiones de poder, pero tienes todavía un muy largo camino por recorrer. Lo que pretendo explicarte es que los débiles no son olvidados, sólo se terminan fortaleciendo- "Como yo mismo", habría querido decir. No obstante, se calló.

Ushio no quería enterrar a nadie, lo cual era lógico. Una familia, una pareja, un amigo. Lo que fuera, pues daba igual en realidad. Seres queridos que no debían abandonarlo prematuramente, y era lógico que deseara protegerlos. El Ojo contaba con uno de los mejores ejércitos del Nuevo Mundo, por no hablar de la protección de los diez comandantes y Argie. Si alguien lograba traspasar cualquiera de las barreras de Fiordia esa mujer estaría en medio para impedirlo con furia y vehemencia, muy propio de ella. Y, al parecer, muy pronto Ushio se uniría a toda esa gente capaz de defender la isla de amenazas; si eso sería suficiente o no, dependía de en qué medida se volvía orgulloso.

-Jin... Jin era un Shirokami, como yo lo fui en su día. Con Legim se controlaba, y jamás lo vi cometer ningún crimen mayor a un saqueo en bases de la Marina. Cuando me enteré de que había sido llevado a Impel Down por matar a un hombre no pude evitar pensar que era una guerra, sólo eligió su bando. No le di importancia, y exigí que lo liberasen. Eso es todo, mayormente. Tenía que salvar a mi nakama y eso hice- bajó la vista por un momento. No era una cosa de la que se sintiera orgulloso, pero tampoco avergonzado.

"Hasta hoy no había vuelto a saber de él", le habría gustado decir, pero banalizaría la situación sin motivo. Con escuchar una sola vez era suficiente, e iba a cortar ese mal de raíz. No iba a perseguir a Jin, pero daría a Ushio las armas para enfrentarlo y derrotarlo. Fuerza, agilidad, resistencia... Pero también tesón y constancia, humildad y pericia. Iba a convertir al espadachín en uno de los nombres más famosos del Nuevo Mundo. Akira iba a nacer, pero no dejaría que el dragón viviese en su interior.

-No puedes permitirte la desesperación. No a partir de ahora- su voz sonó firme y seria, como si Greedo se hubiera apoderado de él repentinamente-. Si tu voluntad flaquea en un solo instante habrás echado a perder todo el entrenamiento que yo pudiera darte. Si veo que te vuelves arrogante no te ayudaré más. Ahora coge un den den mushi y llama a tu hermano; voy a matar dos pájaros de un tiro.

Se levantó de la mesa sin decir nada mas, y mientras se alejaba del espadachín camino a los campos de entrenamiento sacaba su den den mushi vendado. Tenía que hacer la llamada.

-Espada, aquí Ryujin. Debemos reunirnos cuanto antes para un intercambio de información. Pon fecha y lugar y allí estaré.

Tenía que hablar de muchas cosas con Krauser, y la peligrosidad de Jin junto a todo lo que sabía de él era una parte importante. Al fin y al cabo, Taiga Redfield era uno de los amigos de Ushio. Al Demonio seguramente le interesase ayudar en la protección.

Dexter era la voz de la experiencia que le faltaba. Era ese tipo de personas que, de una forma u otra, siendo como él solo ser, lograba calmar y dar buenos consejos. Había escuchado todas sus palabras e incluso, estuvo de acuerdo con él… Excepto en una cosa, llamar a Zuko. ”¿Cómo supo eso? No se lo he contado…” – solo dejaba una opción: Su capitán lo había conocido antes. Entonces, ¿por qué no le había dicho nada? ¿Cortesía? Ya estaba pensando que su capitán podía leer la mente, pero eso no tenía nada de sentido. ¿Debía contarlo él mismo la verdad? Quizá él estaba pensando que, tarde o temprano, Ushio se iría a ser el emperador de una isla. Era posible, pero no era lo más probable. Suspiró con calma y alcanzó a su capitán.

– No tengo problemas en llamarlo y hacerlo venir, pero… – Zuko era, hasta donde sabía, alguien del Gobierno Mundial. Un enemigo. – Es parte del Gobierno Mundial, es un enemigo. ¿En serio le quieres abrir las puertas del Ojo? ¿Qué te dice que no vendrá acompañado por muchos barcos dispuestos a derrotarte? – sí, era bastante poco probable, pero mientras existiera la posibilidad… – Es peligroso, cuanto menos, si consideramos esa posibilidad – tomó una leve pausa. Se estaba dando responsabilidades que no le correspondía y entre Zuko y Azula… Prefería al primero. – Por supuesto, lo haré si quieres, pero no me trae mucha confianza traer a alguien del Gobierno Mundial.

Se quedó callado y solo se dedicó a seguir a su capitán. A pesar de llevar un tiempo aquí, aún no lograba memorizar cada lugar y, la verdad, apenas era capaz de recordar bien el Palacio. Era curioso, pues se suponía que su memoria era bastante buena. No le dio importancia y meditó un poco más sobre si debía decirle o no a Dexter parte de su pasado o, al menos, en qué estaba metido. Luego de unos segundos de silencio, decidió que era lo mejor. Tarde o temprano debía saberlo y ahora que había sacado el tema… Debía aprovechar.

– Como sabes, él y yo somos hermanos – le empezó a decir con calma. – Hay una isla que se llama Reddo Teikoku, no sé bien los detalles, pero sé que Zuko fue desterrado por el actual emperador Ozai – tomó una leve pausa. – No me interesa mucho ser el nuevo Emperador, en caso de ser necesario, pero existe esa posibilidad – le dijo con cierto… Pesar en su tono. – Hay un tercer heredero… Heredera, mejor dicho, es Azula. Supongo que de los dos, me llevo mejor con Zuko – otra breve pausa. – Prefiero mil veces ser tu nakama que tener que gobernar una isla, pero tendré que hacerlo si es realmente necesario. – Finalizó.

Desde el comedor del primer piso, donde estaban las habitaciones de la banda, el camino era sencillo. Primero izquierda hacia el pasillo, luego recto hasta las escaleras centrales y desde el recibidor la puerta se encontraba de frente. Con la ruta en mente, andaba mientras Ushio le comentaba sus miedos respecto a la posibilidad de que Zuko intentase detenerlo. ¿Existía esa posibilidad? Lo dudaba seriamente, y podía demostrárselo con bastante facilidad al desconfiado espadachín.

-Escribí hace un par de días una carta de bienvenida para un tal Zuko Kasai Kodomo- dijo, mientras comenzaba a bajar las escaleras lentamente-. A no ser que la heráldica se me dé terriblemente mal las casas reales tienen un apellido dinástico. Dudo que haya otro.

Cuando llegaron al vestíbulo había terminado de escuchar la historia de Ushio, y aunque sonaba pesaroso sobre su futuro incierto como gobernante de una isla del Paraíso, hacía bastante hincapié en ello. ¿Era un cierto orgullo lo que notaba en sus palabras? Una bendición y una maldición al mismo tiempo, que vestía como si fuera un gran honor. Tal vez era que quería reinar, aunque no sobre Reddo Teikokku. ¿Llevaría razón? Sería un poco estúpido pensar en eso, y se estaba despistando de lo verdaderamente importante.

-¿Zuko desterrado?- preguntó. No, había algo más importante-. ¿Por qué llamas a tu padre por su nombre de pila?

El sol era deslumbrante y penetraba en el lugar implacablemente por las múltiples ventanas del recibidor con un brillo cegador. Podía ver, entre el fulgor la silueta de la puerta, y se dirigió hacia ella. Por el vestíbulo iba caminando un montón de gente que conocía, algunos de vista, otros más, y caminando de puntillas con su elegancia habitual, Lucy Organa iba detrás de cada azafata y limpiadora para asegurarse de que llegaban a sus destinos a tiempo, controlando que todo en el palacio funcionase como un reloj. No obstante, cuando lo vio pasar casi se quedó de piedra. ¿Se había olvidado otra vez los pantalones? Vale, no. Iba correctamente vestido.

-Si tienes que gobernar, adelante. No entiendo ese tipo de dudas respecto a la sucesión. Gobierna el mayor, y si ése no puede el segundo. Según el país, si es una chica el siguiente en orden sucesorio es el segundo varón, pero vaya- hizo una pausa, frenando en seco mientras abría la puerta con un leve empujón-. ¿No deberías saber tu lugar en el orden sucesorio? Quiero decir, es algo que normalmente sabes desde niño, y te educan para vivir con ello. En fin, no es asunto mío, tú llama a Zuko.

Salió a la calle y cerró los ojos. El sol quemaba, y tardó lo menos treinta segundos en adaptarse a toda la luz que intentaba atravesar sus pupilas. Ese día hacía demasiado calor. Tal vez lo del entrenamiento lo dejase para otro día.