Liv L Astrid
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Akuma no mi
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Tras el royo de la isla en la que había una guerra civil, había ido a divertirme por ahí, el hecho de haber sido secuestrada me daba escalofríos, y el estar encarcelada no lo había mejorado, para más inri un imbécil de menor rango se había insubordinado “Joder, tenía que haberlo matado, ahora será un puto incordio” pensaba mientras abría lo ojos y me incorporaba del lugar donde me hallaba tumbada. A decir verdad no me acordaba de lo que había hecho la noche anterior, siendo ya casi medio día o por lo menos es lo que me pareció ver a través de un pequeña ventana. Me encontraba vestida con la ropa que solía llevar de incógnito, con el parche en el ojo derecho y dejando visible el ojo varia color con su cicatriz.
-Trece – dije en voz alta, lo que fue un error pues me dio algo de dolor de cabeza – Trece, ¿Dónde estoy?, ¿por qué estoy vestida así?, y ¿dónde están mis armas? – pero no hubo respuesta alguna por parte de mí yo del pasado.
¿Qué es lo que pasaba? ¿dónde me encontraba?. Me rasqué el pelo como intentando recordar, pero paré al darme cuenta de la posibilidad de que todo había sido un mal sueño del que por fin había despertado, todo lo que quedaba era ponerse al orden y empezar el día con algo interesante. De pronto vi a Trece a mi lado mirándome con una sonrisa en la cara.
-Pensaba que eras más lista, Liv, la verdad – dijo girándose y señalando el otro extremo de la habitación.
-Tienes que estar de coña, ¡QUÉ COÑOS HAGO EN UNA PRISIÓN! – grité al ver los barrotes – no puede ser, ¿qué he hecho para que hagan esto? – dije con incredulidad más tranquilamente mirando a Trece, la cual negó con la cabeza.
-Te gusta seguir tanto que la cultura que te enseñaron que te pasaste de la raya- me dijo riéndose entre dientes – ahora la cosa es saber si conseguirías salir de aquí tu sola, por cierto tus armas las tienen en la entrada de la prisión.
- imagen de referencia:
-Trece – dije en voz alta, lo que fue un error pues me dio algo de dolor de cabeza – Trece, ¿Dónde estoy?, ¿por qué estoy vestida así?, y ¿dónde están mis armas? – pero no hubo respuesta alguna por parte de mí yo del pasado.
¿Qué es lo que pasaba? ¿dónde me encontraba?. Me rasqué el pelo como intentando recordar, pero paré al darme cuenta de la posibilidad de que todo había sido un mal sueño del que por fin había despertado, todo lo que quedaba era ponerse al orden y empezar el día con algo interesante. De pronto vi a Trece a mi lado mirándome con una sonrisa en la cara.
-Pensaba que eras más lista, Liv, la verdad – dijo girándose y señalando el otro extremo de la habitación.
-Tienes que estar de coña, ¡QUÉ COÑOS HAGO EN UNA PRISIÓN! – grité al ver los barrotes – no puede ser, ¿qué he hecho para que hagan esto? – dije con incredulidad más tranquilamente mirando a Trece, la cual negó con la cabeza.
-Te gusta seguir tanto que la cultura que te enseñaron que te pasaste de la raya- me dijo riéndose entre dientes – ahora la cosa es saber si conseguirías salir de aquí tu sola, por cierto tus armas las tienen en la entrada de la prisión.
Yarmin Prince
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Akuma no mi
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La cabeza me daba vueltas. ¿Acababa de aparecer en el cuerpo de una mujer? No, había sido sólo un instante, y en un parpadeo "Dios" había devuelto las aguas a su cauce. Lo más probable era que se tratase de una persona jugando a lo que no debía, y si me lo echaba en cara iba a lamentar todo eso. Los revolucionarios, los enemigos extrañamente deformes, los aparentes fantasmas... Cosas que tendría que estar soñando para ver.
Intenté erguirme, pero me estampé contra algo. Era cristal, frío y sonoro. Si ya me daba antes vueltas, ahora dolía. Tal vez tendría un chichón al día siguiente, pero alguien iba a morir hoy. Lo juro, nadie me da esta clase de problemas y vive para contarlo. Palpé con las yemas de los dedos toda la cobertura, una cápsula curva, como un huevo, y yo estaba rodeado de cables enganchados a todas partes de mi cuerpo, pero, por suerte, había una forma de abrir mi jaula: Tenía ventosa, sólo necesitaba empujarla. El único problema entre la salida y yo eran los estúpidos cables que me aprisionaban, pero...
-Kami-e.
Creo que es la primera vez que uso esto fuera de un entrenamiento, pero debo reconocer que el resultado es francamente útil, y mientras mi cuerpo se encogía en una extraña posición fetal pude ir orientando las piernas hacia la apertura. De ese modo, a la de una, dos, tres... Y con ambas piernas empujando logré abrir el cacharro este. Ya en posición algo más cómoda, aunque no mucho, pude empezar a retirarme los cables con cuidado, uno a uno, y me levanté sobre el frío suelo de piedra.
Ante mí, barrotes. A mi espalda, una cámara extraña que... Bueno, debía ser Realidad Virtual teniendo en cuenta lo que había pasado en la isla misteriosa, además del casco y los electrodos. Lo que más me llamó la atención es que no me hubieran puesto ninguna clase de soporte vital, aunque si me había capturado un enemigo tenía sentido, sólo esperaban que muriese de inanición. Bien jugado, ciertamente.
-¡Alguien!- grité al infinito, apoyando los brazos sobre las rejas de la celda-. ¿Hay alguien ahí?
Intenté erguirme, pero me estampé contra algo. Era cristal, frío y sonoro. Si ya me daba antes vueltas, ahora dolía. Tal vez tendría un chichón al día siguiente, pero alguien iba a morir hoy. Lo juro, nadie me da esta clase de problemas y vive para contarlo. Palpé con las yemas de los dedos toda la cobertura, una cápsula curva, como un huevo, y yo estaba rodeado de cables enganchados a todas partes de mi cuerpo, pero, por suerte, había una forma de abrir mi jaula: Tenía ventosa, sólo necesitaba empujarla. El único problema entre la salida y yo eran los estúpidos cables que me aprisionaban, pero...
-Kami-e.
Creo que es la primera vez que uso esto fuera de un entrenamiento, pero debo reconocer que el resultado es francamente útil, y mientras mi cuerpo se encogía en una extraña posición fetal pude ir orientando las piernas hacia la apertura. De ese modo, a la de una, dos, tres... Y con ambas piernas empujando logré abrir el cacharro este. Ya en posición algo más cómoda, aunque no mucho, pude empezar a retirarme los cables con cuidado, uno a uno, y me levanté sobre el frío suelo de piedra.
Ante mí, barrotes. A mi espalda, una cámara extraña que... Bueno, debía ser Realidad Virtual teniendo en cuenta lo que había pasado en la isla misteriosa, además del casco y los electrodos. Lo que más me llamó la atención es que no me hubieran puesto ninguna clase de soporte vital, aunque si me había capturado un enemigo tenía sentido, sólo esperaban que muriese de inanición. Bien jugado, ciertamente.
-¡Alguien!- grité al infinito, apoyando los brazos sobre las rejas de la celda-. ¿Hay alguien ahí?
Liv L Astrid
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Akuma no mi
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La niña, tras indicarme donde tenían mis armas siguió riéndose, la información me resultaba útil, por lo menos para saber dónde estaban las espadas, el hacha que me habían enviado los dioses podía percibirla, me acerqué a los barrotes, y miré si había algún tipo de guardia en las cercanías. No tenía pensado quedarme allí más tiempo, tenía ganas de llegar a casa, ponerme uno de mis vestidos y salir a tomar algo a alguna taberna de la ciudad para relajarme un rato antes de que el gobierno me obligase a ir a otra misión. Incluso, mientras me relajase, pudiese encontrar el siguiente sujeto de estudio.
-Liv, eres una agente del gobierno, si se enteran de esto, posiblemente te pidan explicaciones, y si encima te escapas, tal y como estás pensando lo empeorarás todo – me dijo Trece al terminar de reírse.
-Me da igual, además, no conocen nada de esta identidad, lo que me da ventaja.
-Tú sabrás lo que haces.
De pronto desde algún lado de la cárcel escuché la voz de otra persona, por el tono de esta parecía de un hombre, era posible que me hubiese escuchado mientras hablaba con Trece pues preguntaba si había alguien, era muy tarde para hacer como que no le había escuchado y marcharme por mi cuenta, por lo que tras un suspiro le respondí.
-Sí, hay alguien – dije en un tono normal esperando ver lo que quería de ese alguien aquella persona.
La verdad es que no esperé mucho a que el hombre me respondiese, y decidí ponerme en marcha para mi huida. Revisé de nuevo que no se veía en los pasillos a ningún guardia, me acerqué a la pared más cercana y que estaba más en línea recta con mi hacha, le di unos golpecitos para buscar un punto de esta que fuese más hueco o que pareciese ser más vulnerable y cuando lo encontré, retrocedí hasta el extremo opuesto de la celda.
-Tírese al suelo por si acaso señor – dije en voz alta para que me escuchase, no sabía bien por qué lo había hecho, porque en verdad me daba igual lo que le pasase - fløyen av gudene – dije en un tono normal de voz nombrando al hacha para que viniese a mí.
Las palabras vinieron acompañadas de un gran estruendo proveniente de donde había estado el hacha, la cual en poco tiempo se hizo paso hasta mis manos, dejando en las paredes que se le habían interpuesto un estrecho, pero largo agujero por el que había pasado. Estaba lista para salir de la prisión.
-Liv, eres una agente del gobierno, si se enteran de esto, posiblemente te pidan explicaciones, y si encima te escapas, tal y como estás pensando lo empeorarás todo – me dijo Trece al terminar de reírse.
-Me da igual, además, no conocen nada de esta identidad, lo que me da ventaja.
-Tú sabrás lo que haces.
De pronto desde algún lado de la cárcel escuché la voz de otra persona, por el tono de esta parecía de un hombre, era posible que me hubiese escuchado mientras hablaba con Trece pues preguntaba si había alguien, era muy tarde para hacer como que no le había escuchado y marcharme por mi cuenta, por lo que tras un suspiro le respondí.
-Sí, hay alguien – dije en un tono normal esperando ver lo que quería de ese alguien aquella persona.
La verdad es que no esperé mucho a que el hombre me respondiese, y decidí ponerme en marcha para mi huida. Revisé de nuevo que no se veía en los pasillos a ningún guardia, me acerqué a la pared más cercana y que estaba más en línea recta con mi hacha, le di unos golpecitos para buscar un punto de esta que fuese más hueco o que pareciese ser más vulnerable y cuando lo encontré, retrocedí hasta el extremo opuesto de la celda.
-Tírese al suelo por si acaso señor – dije en voz alta para que me escuchase, no sabía bien por qué lo había hecho, porque en verdad me daba igual lo que le pasase - fløyen av gudene – dije en un tono normal de voz nombrando al hacha para que viniese a mí.
Las palabras vinieron acompañadas de un gran estruendo proveniente de donde había estado el hacha, la cual en poco tiempo se hizo paso hasta mis manos, dejando en las paredes que se le habían interpuesto un estrecho, pero largo agujero por el que había pasado. Estaba lista para salir de la prisión.
Yarmin Prince
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Por qué me habían encerrado armado no lo sé, pero tenía muy por seguro que me iba a ocupar personalmente de quien me hubiese encerrado. Mi gorra estaba un poco aplastada, y mis guantes arrugados, pero no importaba en ese momento; tiré la visera y me coloqué el ceñido terciopelo en las manos, justo a tiempo de escuchar una voz femenina, queda y seca, responder.
-Perfecto. ¿Podrías sacarme de aquí?
Un topeteo por la pared, unos pasos veloces, una pared derrumbada. A la mierda la discreción. Me hice a un lado muy despacio, esperando que golpeara la pared. Casi pegué un salto y grité como una niña cuando escuché el estruendo en el muro y la consecuente caída de las rocas ante mí. Se levantó polvo y miré hacia otro lado, cubriéndome los ojos mientras buscaba en el interior de mi gabardina las gafas de sol, que me puse inmediatamente.
-Impresionante- fue lo único que dije. Estaba de pie, con los pies juntos y ambas manos tras la espalda, cogida la una de la otra. El pecho alzado y la barbilla erguida, observando el panorama.
Me acerqué lentamente a ella y le tendí la mano. No la había visto nunca, aunque era como si la conociera de algo, como de una pesadilla con monstruos de bolsillo... Sin embargo, su aspecto era bastante más perturbador a pesar de su baja estatura. Me fijé en su ojo, negro y perturbador, con un iris azul rasgado. ¿La gente ahora se operaba para parecer engendros? Tal vez debería pedirle que se quitase esa manta de encima para verla mejor. ¿Tendría más sorpresas?
-Mi nombre es Yarmin Prince. Muchas gracias por su ayuda.
Tras unos segundos pasé por su lado, llegando a su celda. Bien, ¿Cuál era el plan ahora? Porque... Bueno, aunque la idea de tener más espacio estaba bien, salir se veía mejor. No debería confiar en aficionados.
Me acerqué a la puerta y le pegué un tiro a la cerradura, que se abrió con un "clic". Sin embargo, eso llevó a una gran cantidad de pies a ponerse en marcha. Podía escucharlos, pero eso no era sino más divertido todavía. Era hora de jugar. Empujé la puerta hacia fuera.
-Perfecto. ¿Podrías sacarme de aquí?
Un topeteo por la pared, unos pasos veloces, una pared derrumbada. A la mierda la discreción. Me hice a un lado muy despacio, esperando que golpeara la pared. Casi pegué un salto y grité como una niña cuando escuché el estruendo en el muro y la consecuente caída de las rocas ante mí. Se levantó polvo y miré hacia otro lado, cubriéndome los ojos mientras buscaba en el interior de mi gabardina las gafas de sol, que me puse inmediatamente.
-Impresionante- fue lo único que dije. Estaba de pie, con los pies juntos y ambas manos tras la espalda, cogida la una de la otra. El pecho alzado y la barbilla erguida, observando el panorama.
Me acerqué lentamente a ella y le tendí la mano. No la había visto nunca, aunque era como si la conociera de algo, como de una pesadilla con monstruos de bolsillo... Sin embargo, su aspecto era bastante más perturbador a pesar de su baja estatura. Me fijé en su ojo, negro y perturbador, con un iris azul rasgado. ¿La gente ahora se operaba para parecer engendros? Tal vez debería pedirle que se quitase esa manta de encima para verla mejor. ¿Tendría más sorpresas?
-Mi nombre es Yarmin Prince. Muchas gracias por su ayuda.
Tras unos segundos pasé por su lado, llegando a su celda. Bien, ¿Cuál era el plan ahora? Porque... Bueno, aunque la idea de tener más espacio estaba bien, salir se veía mejor. No debería confiar en aficionados.
Me acerqué a la puerta y le pegué un tiro a la cerradura, que se abrió con un "clic". Sin embargo, eso llevó a una gran cantidad de pies a ponerse en marcha. Podía escucharlos, pero eso no era sino más divertido todavía. Era hora de jugar. Empujé la puerta hacia fuera.
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La suerte de los dioses parecía estar a mi favor, el hacha había venido a mi llamada sin ningún problema, atravesando las paredes que se ponían en medio de esta hasta llegar a mí. El tipo que se encontraba en la celda de al lado, dio un grito bastante agudo, casi como el de una mujer cuando mi hacha pasó por su lado. Atadas en la empuñadura del haca estaban mis dos espadas, y de esa forma todas mis armas, sin duda los dioses me acompañaban.
El hombre de la otra celda accedió a la mía mientras el polvo que había provocado destrozando las paredes. El tipo, un hombre delgado, de una estatura media, rubio y con gafas de sol se acercó a mí y me tendió la mano a la vez que se presentaba y me daba las gracias por ayudarle. Su aspecto, aunque atractivo, no era de mi tipo, aunque no podía negar su buen gusto a la hora de vestirse.
-Liv, este tío me escama, va muy bien arreglado para estar en una celda, además no es la primera vez que lo encontramos en una celda – me dijo Trece a mi lado mirando al hombre.
Miré a la niña que solo yo veía, estaba en lo cierto, ya había visto a este hombre antes, concretamente en la extraña isla donde había conseguido el arma de los dioses, ambos estuvimos atrapados luchando contra la especie de rinoceronte de duras escamas. ¿Qué hacía allí?.
-Puedes llamarme hvit livet – le respondí estrechándole la mano.
-Bueno, al menos no has dado tu nombre de verdad, intenta que no descubra quien eres, puede que luego te traicione – comentó la niña.
-Aunque te lo pueda parecer, no soy tan estúpida como crees, además solo le estaba ayudando a salir del lugar, nada más – le respondí a Trece con un tono de cabreo.
El hombre pasó a mi lado tras eso hasta ir a la entrada de la celda, sacó un arma profana y disparó a la cerradura de la puerta, haciendo que esta se rompiese y nos dejase una salida de aquel lugar. Al hacerlo, se pudieron escuchar de pronto pasos, bastante rápidos, parecía que los guardias venían a ver lo que pasaba. Dejé que el hombre saliese de la celda primero mientras me colocaba las armas de nuevo, cuando terminé desenfundé las espadas, pues no controlaba del todo el hacha y me preparé para recibir a los guardias.
-Yarmin, preferiría que no usases esas armas, son profanas y de mal gusto, hacen perder por completo el honor del guerrero que la usa y del oponente – le dije un poco seria al hombre.
El hombre de la otra celda accedió a la mía mientras el polvo que había provocado destrozando las paredes. El tipo, un hombre delgado, de una estatura media, rubio y con gafas de sol se acercó a mí y me tendió la mano a la vez que se presentaba y me daba las gracias por ayudarle. Su aspecto, aunque atractivo, no era de mi tipo, aunque no podía negar su buen gusto a la hora de vestirse.
-Liv, este tío me escama, va muy bien arreglado para estar en una celda, además no es la primera vez que lo encontramos en una celda – me dijo Trece a mi lado mirando al hombre.
Miré a la niña que solo yo veía, estaba en lo cierto, ya había visto a este hombre antes, concretamente en la extraña isla donde había conseguido el arma de los dioses, ambos estuvimos atrapados luchando contra la especie de rinoceronte de duras escamas. ¿Qué hacía allí?.
-Puedes llamarme hvit livet – le respondí estrechándole la mano.
-Bueno, al menos no has dado tu nombre de verdad, intenta que no descubra quien eres, puede que luego te traicione – comentó la niña.
-Aunque te lo pueda parecer, no soy tan estúpida como crees, además solo le estaba ayudando a salir del lugar, nada más – le respondí a Trece con un tono de cabreo.
El hombre pasó a mi lado tras eso hasta ir a la entrada de la celda, sacó un arma profana y disparó a la cerradura de la puerta, haciendo que esta se rompiese y nos dejase una salida de aquel lugar. Al hacerlo, se pudieron escuchar de pronto pasos, bastante rápidos, parecía que los guardias venían a ver lo que pasaba. Dejé que el hombre saliese de la celda primero mientras me colocaba las armas de nuevo, cuando terminé desenfundé las espadas, pues no controlaba del todo el hacha y me preparé para recibir a los guardias.
-Yarmin, preferiría que no usases esas armas, son profanas y de mal gusto, hacen perder por completo el honor del guerrero que la usa y del oponente – le dije un poco seria al hombre.
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