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Finalmente lo había conseguido. No sabía ni cuánto tiempo había pasado desde que había emprendido este viaje secreto hacia esta isla. Sabía que me estaba exponiendo a una gran cantidad de problemas si sale a la luz que he venido a este lugar, pero tengo bien cubiertas las espaldas. Había alegado que salía a inspeccionar ciertas pistas para seguir las pistas a un pirata, siempre podía decir que esas pistas me habían llegado a este lugar y que había logrado pasar desapercibido, no soy muy conocido ni siquiera entre la marina, mucho menos entre los enemigos, además que tampoco tienen ese control tan exhaustivo sobre las misiones de los miembros de rango inferior a capitán.
En el puerto, con una embarcación algo magullada por el temible temporal que nos habíamos enfrentado, atracábamos en el muelle número 3, agradecí al capitán de aquél barco, no era más que un buque mercante que se ofreció a acercarme a cambio de unas generosas monedas. Ahora finalmente logré desembarcar y posar un pie en aquella isla, en "El Ojo". Realmente me imponía bastante hallarme en este lugar, el cual podría ser tan peligroso como temido su dueño, el soberano de aquella isla no era ningún otro que el Yonko Dexter Black.
A él venía yo a visitar. Hacía un tiempo había recibido un extraño paquete a su nombre, una magnífica arma que fue entregada por su parte, una hoja con tal poder que nada más empuñarla sientes como si te habla en tu propia mente y se presenta a sí misma como "hoja Fiordiana". Para colmo, hacía todavía menos tiempo llegó un comunicado dedicado a todos los Crimson Wolves donde se nos confirmaba que habíamos sido "obsequiados" con una gran territorio dentro de esta isla. Gusi pronto comenzó a hablar de que montaría allí un negocio con sus chicas, que lo cierto es que no tenía mala pinta, pero lo único que me preocupa de todo esto es el motivo de aquello. Dexter me estaba lanzando mensajes que no alcanzaba a comprender, y debía averiguar cuales eran estos.
Decidido a obtener respuestas emprendí el viaje hacia este lugar tan recóndito y temido ante cualqueira que detesta y odia la piratería, no obstante no me quedaba más remedio. Me había costado tomar esta decisión, pero ahora que finalmente me había decidido, no me marcharía de este lugar sin al menos una respuesta convincente del porqué de todo esto. Comencé a caminar por aquel lugar, obviamente no tenía ningún distintivo que me reconociese como marine, sería como ir a un completo suicidio. Aunque ya me había metido de lleno en la boca del lobo, o más bien debería decir la boca del dragón, la cual es más peligrosa todavía.
Avancé en busca de algún sitio que estuviera identificado como el ayuntamiento, incluso pregunté. Desde luego hay una cosa que debo reconocer, me sorprendió ver que la isla está sumida en un orden total, no parece un lugar reinado por un señor de la piratería, la gente que vive en este lugar se les ve bastantes calmados y relajados, y eso me asombra tanto como me asusta, pues no entiendo el motivo. Esperaba encontrarme un lugar más desastroso, con poderosos piratas causando problemas por todas partes, no obstante no se ve nada de ese estilo. Realmente extraño.
Encontré un indicador que apuntaba hacia una dirección donde ponía claramente "Ayuntamiento". Me lo pusieron bastante fácil, de modo que decidido, con el rostro bien serio por la tensión que sentía en aquél lugar, comencé a caminar en busca de Dexter Black, aquella persona que había conocido incluso antes de entrar a la marina. Esperaba no tener problemas y que no buscase nada que me hiciera decantarme entre abandonar la marina o acabar realmente mal. En este momento pensaba que no había tomado la mejor de las decisiones.
En el puerto, con una embarcación algo magullada por el temible temporal que nos habíamos enfrentado, atracábamos en el muelle número 3, agradecí al capitán de aquél barco, no era más que un buque mercante que se ofreció a acercarme a cambio de unas generosas monedas. Ahora finalmente logré desembarcar y posar un pie en aquella isla, en "El Ojo". Realmente me imponía bastante hallarme en este lugar, el cual podría ser tan peligroso como temido su dueño, el soberano de aquella isla no era ningún otro que el Yonko Dexter Black.
A él venía yo a visitar. Hacía un tiempo había recibido un extraño paquete a su nombre, una magnífica arma que fue entregada por su parte, una hoja con tal poder que nada más empuñarla sientes como si te habla en tu propia mente y se presenta a sí misma como "hoja Fiordiana". Para colmo, hacía todavía menos tiempo llegó un comunicado dedicado a todos los Crimson Wolves donde se nos confirmaba que habíamos sido "obsequiados" con una gran territorio dentro de esta isla. Gusi pronto comenzó a hablar de que montaría allí un negocio con sus chicas, que lo cierto es que no tenía mala pinta, pero lo único que me preocupa de todo esto es el motivo de aquello. Dexter me estaba lanzando mensajes que no alcanzaba a comprender, y debía averiguar cuales eran estos.
Decidido a obtener respuestas emprendí el viaje hacia este lugar tan recóndito y temido ante cualqueira que detesta y odia la piratería, no obstante no me quedaba más remedio. Me había costado tomar esta decisión, pero ahora que finalmente me había decidido, no me marcharía de este lugar sin al menos una respuesta convincente del porqué de todo esto. Comencé a caminar por aquel lugar, obviamente no tenía ningún distintivo que me reconociese como marine, sería como ir a un completo suicidio. Aunque ya me había metido de lleno en la boca del lobo, o más bien debería decir la boca del dragón, la cual es más peligrosa todavía.
Avancé en busca de algún sitio que estuviera identificado como el ayuntamiento, incluso pregunté. Desde luego hay una cosa que debo reconocer, me sorprendió ver que la isla está sumida en un orden total, no parece un lugar reinado por un señor de la piratería, la gente que vive en este lugar se les ve bastantes calmados y relajados, y eso me asombra tanto como me asusta, pues no entiendo el motivo. Esperaba encontrarme un lugar más desastroso, con poderosos piratas causando problemas por todas partes, no obstante no se ve nada de ese estilo. Realmente extraño.
Encontré un indicador que apuntaba hacia una dirección donde ponía claramente "Ayuntamiento". Me lo pusieron bastante fácil, de modo que decidido, con el rostro bien serio por la tensión que sentía en aquél lugar, comencé a caminar en busca de Dexter Black, aquella persona que había conocido incluso antes de entrar a la marina. Esperaba no tener problemas y que no buscase nada que me hiciera decantarme entre abandonar la marina o acabar realmente mal. En este momento pensaba que no había tomado la mejor de las decisiones.
Dexter Black
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"Lo primero que hacen es encargar la construcción de un burdel", pensaba Dexter mientras observaba las obras. Era una parcela grande, casi céntrica. Él mismo la había elegido para que Kimura tuviese un refugio, pero lo último que habría esperado era que un Marine organizase la construcción de un "Bar de chicas". Por algún motivo le resultaba una excusa barata para vender carne a precios bajos, y aunque la prostitución no era ilegal en el Ojo, le resultaba extremadamente raro que los defensores de la ley entraran en su casa a hacer lo que sería inmoral en otros lugares. Tal vez incluso le molestase, aunque con un poco de suerte el local mereciera la pena.
El ruido de las obras era bastante molesto, pero la construcción era rápida. Una sola planta, pero los pilares maestros ya se elevaban hasta la altura de una segunda, listas para una ampliación y, mientras tanto, asegurar la estabilidad del tejado. Además el suelo ya estaba terminado y la construcción de las paredes iba a un ritmo endiablado. Lo cierto era que el proyecto tenía buena pinta, y si no fuera por la cercanía de la vivienda que había dispuesta para los Crimson habría creído ciegamente que la ausencia de habitaciones demostraba que no se hallaba ante un prostíbulo. Aunque más negocios implicaban más ingresos, y eso era muy bueno.
-Bondye- el susurro suave de aquella voz femenina lo sobresaltó-. El primero ha llegado.
El primero... La peliblanca tenía la mala costumbre de hablar con acertijos, y sumado aquello a su capacidad para aparecer y desaparecer sin dejar apenas rastro hacían de ella una de sus aliadas más peligrosas tanto contra sus enemigos como para su salud cardíaca. Aún podía sentir el corazón desbocado por el susto. ¿Quién era el primero? Podía referirse a tanta gente...
-¿El primero de qué?- preguntó. Podría haber ido directamente, pero esa impetuosidad de ir a un destino incierto buscando algo sin saber qué era hacía tiempo que no formaba parte de él. Bueno, para qué negarlo, seguía siéndolo. Pero se controlaba-. ¿Doce, Nueve o tres?
-Doce.
"Hojas Fiordianas", susurró su mente. Hasta el momento había entregado sólo la primera a una persona: Kimura Hayate. Qué casual que llegara justo el día que decidía visitar las obras de Oh My Gusi. ¿Quién era Gusi, por cierto? Esa pregunta le rondaba la cabeza hacía unos días, desde que firmó los papeles del permiso de obras. No conocía muy bien la Brigada especializada de Kimura, y aunque la conclusión lógica era que Gusi sería un mote del beneficiario de su regalo, tal vez fuera otra persona. ¿Debía llamar Gusi a Kimura cuando lo viera? Mejor no.
-Está en el ayuntamiento- dijo ella, sin dejarlo preguntar. La verdad, se le daba muy bien su labor controlando todo lo que sucedía en la isla, aunque a veces esa capacidad para leerle la mente lo asustaba. Se alegraba mucho de tenerla de su lado y no en contra-. Bueno, en unos segundos atravesará su umbral si sigue por ese camino.
-Bien, iré para allá.
Dio la espalda a las obras y contempló el Ayuntamiento. Había sido fácil, ahora sólo tenía que encontrar al pelirrojo entre la gente que pasaba por la calle. Mediante su Haki de observación lo detectó; había mejorado mucho.
-Señor, ¿Sabe que está prohibido llevar armas fuera de la ruta del puerto?- preguntó, en lugar de saludar, tratando de ponerle la mano encima del hombro. Si lo lograba, esperaría a que se diese la vuelta para sonreír y saludarlo como era debido. ¿Qué lo traería por el Ojo en un tiempo tan convulso?
El ruido de las obras era bastante molesto, pero la construcción era rápida. Una sola planta, pero los pilares maestros ya se elevaban hasta la altura de una segunda, listas para una ampliación y, mientras tanto, asegurar la estabilidad del tejado. Además el suelo ya estaba terminado y la construcción de las paredes iba a un ritmo endiablado. Lo cierto era que el proyecto tenía buena pinta, y si no fuera por la cercanía de la vivienda que había dispuesta para los Crimson habría creído ciegamente que la ausencia de habitaciones demostraba que no se hallaba ante un prostíbulo. Aunque más negocios implicaban más ingresos, y eso era muy bueno.
-Bondye- el susurro suave de aquella voz femenina lo sobresaltó-. El primero ha llegado.
El primero... La peliblanca tenía la mala costumbre de hablar con acertijos, y sumado aquello a su capacidad para aparecer y desaparecer sin dejar apenas rastro hacían de ella una de sus aliadas más peligrosas tanto contra sus enemigos como para su salud cardíaca. Aún podía sentir el corazón desbocado por el susto. ¿Quién era el primero? Podía referirse a tanta gente...
-¿El primero de qué?- preguntó. Podría haber ido directamente, pero esa impetuosidad de ir a un destino incierto buscando algo sin saber qué era hacía tiempo que no formaba parte de él. Bueno, para qué negarlo, seguía siéndolo. Pero se controlaba-. ¿Doce, Nueve o tres?
-Doce.
"Hojas Fiordianas", susurró su mente. Hasta el momento había entregado sólo la primera a una persona: Kimura Hayate. Qué casual que llegara justo el día que decidía visitar las obras de Oh My Gusi. ¿Quién era Gusi, por cierto? Esa pregunta le rondaba la cabeza hacía unos días, desde que firmó los papeles del permiso de obras. No conocía muy bien la Brigada especializada de Kimura, y aunque la conclusión lógica era que Gusi sería un mote del beneficiario de su regalo, tal vez fuera otra persona. ¿Debía llamar Gusi a Kimura cuando lo viera? Mejor no.
-Está en el ayuntamiento- dijo ella, sin dejarlo preguntar. La verdad, se le daba muy bien su labor controlando todo lo que sucedía en la isla, aunque a veces esa capacidad para leerle la mente lo asustaba. Se alegraba mucho de tenerla de su lado y no en contra-. Bueno, en unos segundos atravesará su umbral si sigue por ese camino.
-Bien, iré para allá.
Dio la espalda a las obras y contempló el Ayuntamiento. Había sido fácil, ahora sólo tenía que encontrar al pelirrojo entre la gente que pasaba por la calle. Mediante su Haki de observación lo detectó; había mejorado mucho.
-Señor, ¿Sabe que está prohibido llevar armas fuera de la ruta del puerto?- preguntó, en lugar de saludar, tratando de ponerle la mano encima del hombro. Si lo lograba, esperaría a que se diese la vuelta para sonreír y saludarlo como era debido. ¿Qué lo traería por el Ojo en un tiempo tan convulso?
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Ahí estaba, me detuve y me quedé observando hacia los lados. La gente me miraba, seguramente por aquella arma que tenía colgada en mi cinturón. Conocía las leyes de esta isla, puesto que se habían encargado de hacernoslas saber en el barco donde vinimos. Cualquier arma está completamente prohibida, de modo que tuve que despojarme de todas ellas antes. No obstante me la jugué un poco, había un arma que no solté, simplemente por el mero hecho que era la razón por la cual estaba yo en aquella isla.
De pronto una voz a mi espalda me alertó, con buenos modales me informó de que, efectivamente, no estaban permitidas las armas. Aquello me puso un poco en alerta, me había adentrado en aquél lugar con un arma, lo mínimo que podía pasar era que me dijesen algo, pero no sabía si eso podía ser todo. Activé mi haki de observación sin darme la vuelta, la presencia que sentía era realmente poderosa, aunque ese me atacase, no sentía poder hacer nada en contra de él. Algo me decía que tan solo podía tratarse de una persona, dudaba que un guardia corriente tuviera tal poder. Posó su mano en mi hombro, ni siquiera me moví ante aquello, tan solo me di la vuelta con una sonrisa en el rostro. Entonces fue cuando le vi, ahí estaba, ese hombre tan jodidamente fuerte.
-Dexter Black. Cuánto tiempo sin vernos -Extendí la mano con intenciones de estrecharla-. ¿Este arma? Bueno, realmente es por ella por lo que estoy aquí, me llegó en extrañas circunstancias, a tu nombre... Me preguntaba el motivo de esta... Entrega.
De pronto una voz a mi espalda me alertó, con buenos modales me informó de que, efectivamente, no estaban permitidas las armas. Aquello me puso un poco en alerta, me había adentrado en aquél lugar con un arma, lo mínimo que podía pasar era que me dijesen algo, pero no sabía si eso podía ser todo. Activé mi haki de observación sin darme la vuelta, la presencia que sentía era realmente poderosa, aunque ese me atacase, no sentía poder hacer nada en contra de él. Algo me decía que tan solo podía tratarse de una persona, dudaba que un guardia corriente tuviera tal poder. Posó su mano en mi hombro, ni siquiera me moví ante aquello, tan solo me di la vuelta con una sonrisa en el rostro. Entonces fue cuando le vi, ahí estaba, ese hombre tan jodidamente fuerte.
-Dexter Black. Cuánto tiempo sin vernos -Extendí la mano con intenciones de estrecharla-. ¿Este arma? Bueno, realmente es por ella por lo que estoy aquí, me llegó en extrañas circunstancias, a tu nombre... Me preguntaba el motivo de esta... Entrega.
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-¿Qué tal, Kim?- preguntó, todavía sonriente. Kimura Hayate era un Marine bastante reputado, aunque había gente en su tripulación realmente extraña. Entre ellos, el que iba a ser dueño del prostíbulo, ese tal Gusi. Se había tomado la molestia de investigar un poco, y al parecer tenía un club de admiradoras, además de una tensión sexual insana con algunos de sus compañeros. Sin duda la respuesta que esperaba de Kimura era "harto del trabajo", pero simplemente se presentó ante él con la Hoja Fiordiana.
¿Tenía motivo para entregársela a un Marine? Muchos podrían creer que no, pero él consideraba que los aliados podían aparecer en los lugares más insospechados, sobre todo si tenían un concepto de justicia tan claro como él. O si no, por el contrario, Kimura era su amigo y no necesitaba ninguna excusa para hacerle un regalo. Claro que además obtener una visita de alguien como él siempre hacía del día un momento más entretenido.
-Esa espada es un arma legendaria que encontré hace un tiempo- respondió. La había creado él mismo, pero tenía que dar la misma versión que la propia hoja para resultar convincente-. Según las leyendas de Fiordia, la Gran Hoja busca a su dueño a través de cuantos medios vea necesarios, atrayendo a intermediarios y aventureros para volver al mundo cada vez que su propietario muere o cae en manos indebidas.
Empezó a caminar hacia la parcela de nuevo, quería que Kim viese qué estaba sucediendo. Desde lejos parecía una construcción normal, pero de cerca el gigantesco OMG casi golpeaba a quien miraba fijamente. Los colores rojos y brillantes, las luces de neón por algún extraño motivo encendidas a pesar de estar sin colocar... Todo olía a puticlub. ¡Todo!
-También quería preguntarte por esto- dijo, cuando llegaron a la parcela-. Cuando os cedí una parcela no esperaba que pusierais a un montón de adolescentes a hacer la calle. Que aquí es legal, ¿No? Pero impresiona.
La visión de chicas tan jóvenes semidesnudas con cascos de obra era algo inesperado, y por qué estaban ellas montando el edificio en lugar de una cuadrilla de obreros cualificados sólo se podía responder en una mente perversa o en ahorro a base de una construcción chapucera. Fuera por lo que fuese, esperaba que Kimura le explicara qué coño estaba pasando allí.
¿Tenía motivo para entregársela a un Marine? Muchos podrían creer que no, pero él consideraba que los aliados podían aparecer en los lugares más insospechados, sobre todo si tenían un concepto de justicia tan claro como él. O si no, por el contrario, Kimura era su amigo y no necesitaba ninguna excusa para hacerle un regalo. Claro que además obtener una visita de alguien como él siempre hacía del día un momento más entretenido.
-Esa espada es un arma legendaria que encontré hace un tiempo- respondió. La había creado él mismo, pero tenía que dar la misma versión que la propia hoja para resultar convincente-. Según las leyendas de Fiordia, la Gran Hoja busca a su dueño a través de cuantos medios vea necesarios, atrayendo a intermediarios y aventureros para volver al mundo cada vez que su propietario muere o cae en manos indebidas.
Empezó a caminar hacia la parcela de nuevo, quería que Kim viese qué estaba sucediendo. Desde lejos parecía una construcción normal, pero de cerca el gigantesco OMG casi golpeaba a quien miraba fijamente. Los colores rojos y brillantes, las luces de neón por algún extraño motivo encendidas a pesar de estar sin colocar... Todo olía a puticlub. ¡Todo!
-También quería preguntarte por esto- dijo, cuando llegaron a la parcela-. Cuando os cedí una parcela no esperaba que pusierais a un montón de adolescentes a hacer la calle. Que aquí es legal, ¿No? Pero impresiona.
La visión de chicas tan jóvenes semidesnudas con cascos de obra era algo inesperado, y por qué estaban ellas montando el edificio en lugar de una cuadrilla de obreros cualificados sólo se podía responder en una mente perversa o en ahorro a base de una construcción chapucera. Fuera por lo que fuese, esperaba que Kimura le explicara qué coño estaba pasando allí.
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