Un sueño o quizás... [Moderado 2 - Dafne]

Hace un bonito día y tu barco llega a Karakura sin muchos problemas. Atracáis y os dan un par de horas para caminar por la isla y estirar las piernas antes de volver al barco; estaréis una semana en la isla mientras vuestro superior arregla unos asuntos... lo cual es conveniente para ti.

Hace unos días oíste hablar a un par de reclutas acerca de unos rumores que se contaban. Decían que había algo enterrado en lo más profundo de esta isla, una fruta con poderes fantásticos que ayudaría a su portador a cumplir lo que deseara. Sonaba tan bien que no puedes resistirte a intentar encontrarla pero... ¿Por donde comenzarás? La isla es basta y tu tiempo, por el momento, limitado.

*Otro día hermoso de navegación sin lugar a dudas. Me encontraba en cubierta, apoyada sobre la barandilla mirando hacia el horizonte. Todo parecía perfecto, la brisa marina tocando mi cara, la marinería dando órdenes y tocando música en cubierta para amenizar el viaje, los superiores reunidos en sus camarotes hablando de Dios sabe qué, había tranquilidad hasta que mi paz fue perturbada por el vigía*

-Tierra a la vista! ¡Isla de Karakura a proa!

*En ese momento, toda la tripulación, al igual que perros en celo ante una hembra, corrieron hacia proa dejando sus quehaceres diarios, agolpándose en la batayola de proa, todos, menos yo. Mi respuesta más inmediata fue una indiferencia total ante la situación.  Habían visto tierra al fin ¿y que? ¿Nunca vieron una isla?...hombres. Se sorprenden por cualquier cosa. Yo simplemente me quedé mirando por la barandilla donde estaba, a la espera de que el barco tocara puerto. Había escuchado en noches anteriores una conversación entre dos reclutas que hablaban curiosamente acerca de esa isla, sobre un poderoso objeto que haría de su portador una persona poderosa, algo que francamente me intrigaba de sobremanera. Me quedé pensativa, curiosa, hasta que, la calma que intentaba recuperar nuevamente se vio de nuevo estropeada por los gritos de mis superiores, que aparecieron en cubierta bajo la orden de : FORMAD!. No tardé ni 3 segundos en colocarme en la fila y escuchar las palabras del capitán*

-Hemos arribado a la Isla Karakura marineros, preparen los botes, cojan los equipos de campaña, el dinero que dispongan personal y desplieguen las rampas, pues debemos quedarnos aquí unos días hasta poder retomar nuestro asuntos en la mar. Pueden retirarse.


*Ciertamente aquellas órdenes me resultaron una auténtica molestia. Quería seguir navegando y cazando piratas y maleantes y no perder el tiempo en aquella isla. Me acerqué a la barandilla nuevamente, posé mi cabeza sobre ella como cansada, decepcionada por las órdenes. Al poco rato, una "bombilla" se me iluminó en la cabeza. Podía aprovechar  mi estancia en la isla para poder averiguar más sobre aquella misteriosa fruta de la que había oído hablar a los reclutas. No tenía nada que perder y si mucho que ganar, al menos eso es lo que pensaba.

Me dispuse a coger mi equipo personal, que consistía en un mosquete marine reglamentario, el cual me colgué a través de una correa de cuero  por mi hombro. Mi vestimenta al bajar se componía de una túnica raída de seda, con las piernas, espalda, barriga y brazos al aire. Dejando solo visible a modo de identificación una gema de color azul claro en la frente que tenía la forma de la gaviota de la marina. Su pelo rubio y largo, estaba suelto dejando dos mechones por delante de sus ojos.

Una vez lista, bajé por las rampas de desembarco  hasta llegar al puerto. Me quedé observando a los lugareños y trabajadores del puerto, todos estaban muy ajetreados atendiendo a nuestro barco. ¿Por donde debería empezar? Era la pregunta que invadía mi mente continuamente, hasta que, vislumbré una primera salida en mi mente:

-Si quiero tener información ¿de donde la sacaría? Umm....piensa como un maleante y seguro que acertarás...umm ¿donde podría sacar información sobre temas que se pueden considerar ficticios? o de...borrachos.... ¡LA TABERNA!.

*Camine con celeridad hacia la ciudad en busca de la primera taberna donde los  marineros, obreros, viajeros recién llegados pudieran reunirse tras una larga jornada de trabajo o de navegación. Sabía que no iba a ser fácil obtener la información, por ello, me dispuse a entrar en la taberna llamada " El Loro Loco". ¿Que encontraría allí? Información o tan solo historias de borrachos.*

Consejo:

Entras en la taberna. A tu alrededor ves que está bastante calmada... lógicamente, pues no es ni mediodía. Hay un par de marines brindando en la barra mientras ríes y cuentan lo que parecen ser batallitas, conquistas de dormitorio y otras anécdotas. La sala parece limpia y ordenada, con varias mesas repartidas aquí y allá y el tabernero barriendo entre ellas con tranquilidad. Es un hombre grande con un percebe tatuado en el brazo izquierdo. Lleva un delantal algo desastrado, igual que su barba plateada, y unas pequeñas gafitas redondas. Está silbando al ritmo de la melodía.

Hay un par de clientes aquí y allá. Un chico está tomando un chocolate junto a la ventana, dos hombres armados con espadas al cinto juegan una partida de cartas en un rincón y una pareja parece estar disfrutando de un agradable desayuno.

Aquella taberna no parecía nada fuera de lo normal, me gustaba, ambiente marinero y tranquilo. Cada uno de los clientes estaba a lo suyo, solo pude suspirar y sentarme  en una de las mesas junto a una ventana. Dejé mi mosquete apoyado contra la pared a mi lado mientras hacía un gesto con mi mano de llamada al tabernero


-Por favor caballero, cuando pueda sírvame un zumo de naranja si no le es molestia.

El tabernero me parecía gracioso, ya que, a pesar de ser un hombre grande no pude evitar no reírme por lo bajo cuando vi su percebe tatuado en el brazo izquierdo, pues me parecía sumamente feo. Además una flor siempre sería más adecuada para adornar un brazo o así, al menos eso pensaba. A pesar de lo que pudiera imaginarme aquel hombre asintió con la cabeza y se dispuso a preparar mi zumo, mientras que yo, observaba a los clientes que había en la taberna sentados a mi alrededor. Había un pequeño muchacho tomando un chocolate caliente. Solo pude pensar: "Debe tener frío".

También pude observar a dos hombres armados y jugando a las cartas, que estampa tan clásica. A pesar de eso no molesté a nadie, pues no quería llamar la atención con lo que allí me había traído. Esperé tranquila a que el tabernero llegara para preguntarle una vez me sirvió el zumo

-Señor tabernero, quería preguntarle algo, soy forastera por estos lares y quería preguntarle si usted conoce las leyendas locales de la zona *Doy un pequeño sorbo al zumo* - No sé, ¿hay leyendas de seres monstruosos en los bosques o no sé, de artefactos mágicos?, es mera curiosidad, siempre me gustó desde pequeña las supersticiones y las historias de terror y usted seguro que habrá visto y oído muchas no? aunque sea por sus clientes.

Esperaba que el tabernero fuera amable y me diera alguna pequeña pista que me pudiera servir. De no ayudarme en absoluto pasaría a mi plan B, era obvio que mi físico había llamado la atención entre tanto hombre, así que tendría que jugar mis cartas si las cosas se ponían difíciles, algo que no me gustaba, pero si con ello lograba algo, aunque fuera ínfimo, me serviría, pues el tiempo no estaba de mi parte.

Spoiler:

El tabernero te trae tu zumo, algo extrañado de que una marine armada con un mosquetón pida una bebida así. Sin embargo te lo sirve con una sonrisa acompañado de un ''Qué aproveche, señorita''. Escucha lo que le dices y se rasca la cabeza, parece confuso.

-¿Seres monstruosos...? Me temo señorita que no son más que cuentos de viejas. No le conviene creerse esas cosas, podrían nublar su juicio. No hay nada escondido en estos bosques, me temo. Claro que he oído supersticiones y cuentos de terror pero jamás he visto nada que me haga suponer que son reales.

Se encoge de hombros y se aleja para dejarte disfrutar del zumo tranquila. Rápido, que se le van las vitaminas.

Parecía que no iba a tener la suerte que esperaba, que lata...pero bueno necesitaba lograr como fuere aquel objeto, para así, demostrar a mis superiores que era digna de la marina, y que valía para algo más que para hacer guardias y recados. Por lo menos pude disfrutar de mi zumo con relativa tranquilidad, ya que en mi cabeza constantemente pensaba como debía actuar para logra aunque fuera una pizca de información.

"Parece que el tabernero no quiere hablar, vaya lata, pues tan solo me dice que son leyendas y cuentos de viejas...pero es que yo necesito  saber  más." *Pensaba para mis adentros*

Roté mi vista hacia los marineros que jugaban a las cartas, suspiré por un segundo y terminé mi zumo. No había tiempo que perder y con estos tendría que lidiar de una manera más humillante...pero al menos esperaba que fuera efectiva. Tenía en mente aprovecharme de mis "aptitudes físicas" que tantas bocas había abierto en la marina, y a pesar de que no me gustaba hacerlo, no tenía otra salida para con esos dos marineros. Necesitaba información rápidamente, y quería probar si con ellos funcionaba, quién sabe, igual me rechazaban.

Me ajusté la túnica al pecho todo lo que pude haciendo un nudo en el ombligo, la parte inferior de la túnica  abrochada por un cinturón la aflojé un poco para que se me viera más pierna. Me acomodé el pelo, dejando caer dos mechones dorados por delante de mis ojos, me ajusté la gema de la frente, suspiré profundamente y me dije a mi misma irónica: "Allá vamos, a ganarme el apodo".

Me  dirigí hacia los dos marineros, primero al que estaba de espaldas a mi  tocándole el hombro para decirle amablemente.

-Perdone caballero por molestar su partida con su compañero, pero acabo de llegar y me preguntaba si podía compartir mesa con ustedes e invitarles a otra ronda de lo que quieran Hago un gesto de calor con mi mano hacia mi pecho - Hace mucho calor en esta taberna, haría espantar a cualquiera persona de por aquí ¿no creen?

Spoiler:

Uno de los hombres te mira de arriba abajo sin recato alguno y automáticamente se levanta para apartarte la silla y que tomes asiento. El otro simplemente bufa y le hace un gesto a su compañero para que se centre en la partida.

- Por supuesto, señorita. Aunque esa copa ayudaría a combatir la sed y los calores. Tómese una también... dos ases, Marsupio.

Pronto llega el caballero con lo que hayáis pedido. Ellos siguen jugando, uno enfurruñado y el otro alegre, lanzándote guiños descarados. La partida avanza.

Parecía que mi viejo truco había funcionado, pues aquellos hombres me invitaron a sentarme con ellos y disfrutar de su compañía. "Hombres, más simples que el mecanismo de una puerta" pensaba para mi mientras que, con una sonrisa, tomé asiento junto a ellos mientras miraba como jugaban a las cartas.

-Gracias por permitirme estar aquí con ustedes caballeros, mi nombre es.... Thalia, si, Thalia y soy nueva en la ciudad. -No podía decir mi nombre real, no al menos por el momento, pues si las cosas se torcían y me buscaba algún problema en la ciudad, mi nombre sería de todo menos seguro.

Me dirigí al tabernero desde mi mesa para decirle que me sirviera por favor un vaso de agua esta vez, tras mi petición pude observar como uno de los dos marineros, al que llamaban "Marsupio" solo me miraba de un modo lascivo con constantes guiños a mi persona. Pero no me preocupó demasiado, eso para mi era buena señal.

- Se que están jugando a las cartas, pero me gustaría poder charlar con ustedes, si me lo permiten, como les dije ,soy nueva en la ciudad, soy herborista y he venido bastante preocupada a esta taberna, ya que los lugareños no paran de hablar de ruinas y tesoros en los bosques de esta isla, ¿ridículo no creen?.- Esperaba que esta mentira soltara la lengua de alguno-

-Permítanme que les pague una ronda -Esperaba que mi sueldo de recluta estuviera bien amortizado con esto. A mayores me dirigí al marine Marsupio en especial, colocando mi mano sobre la suya, intentando disimular mi asco.

-Señor, ¿usted conoce alguna leyenda del bosque de esta isla? Tengo que ir allí, y no me gustaría que me pasara algo si algún día tengo que visitar el bosque sola  para conseguir plantas medicinales, además, si me alguien me diera la información con la cual estuviera más segura, le daría las gracias muy particularmente... al fin y al cabo, si son leyendas no tendrían porque ser ciertas ¿no?.-Dije mirando al marinero Marsupio a los ojos mientras una pequeña sonrisa se esbozaba en mi cara.