Katharina von Steinhell
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Hacía un buen clima en Johota. Había un enorme sol en lo alto del cielo despejado, aunque a veces se podía ver una que otra nube pasar serenamente por ahí. Sin embargo, el sol no lograba calentar toda la isla; de vez en cuando pasaba una brisa que me congelaba los huesos, quizás se debía a la cercanía de la tierra con el mar y la altitud de la isla. No lo sabía, pero debía andar abrigada sin o quería tomar un resfriado.
El barco llegó hasta el puerto comercial. Lo había tomado debido a que recibí una misión de exploración por parte del Cuartel de la Marina; debía reunir suficiente información acerca de algunos hechos –probablemente catalogados como terroristas– que habían afectado a la población del reino. No necesitaba saber el porqué de los hechos, ya me imaginaba que era un grupo muy diminuto que no estaba de acuerdo con las políticas de su rey y que por ello comenzaron a manifestare de forma violenta.
Al bajar del barco tomé una bocanada de aire y suspiré. Mis ojos se detuvieron para mirar a toda la gente que pasaba por ahí sin siquiera notar quienes eran los que llegaban y quienes eran los que se iban, vivían como el ganado. La mayoría de las veces, la culpa de que los reinos y gobiernos sean corruptos es debido a su pueblo; si tenías un montón de personas que solo se dedicaban a vivir como ganado, moviéndose entre la masa sin siquiera detenerse a pensar que era lo que estaba bien y que era lo que estaba mal, tendrías resultados desastrosos.
El mercado tenía un aspecto medieval. Parecía que había viajado muchos años, cuando los Señores Feudales se encargaban de proteger a su servidumbre por un alto costo. Se escuchaban los gritos de los mercaderes que ofrecían sus productos; en muchos puestos había llamativas joyas de jade. Según tenía entendido, la economía de la isla estaba basada en la extracción de aquella piedra preciosa, pero que, por lo que me contó Meredith, el reino aún mantenía un fuerte esclavismo permitido por el pueblo y el rey.
Me puse a recordar las órdenes que había recibido por parte de Brandon, el amigo de Meredith que me incluyó entre sus filas.
–Las cosas en Johota no están nada bien – dijo dándome la espalda mientras mantenía la mirada fija en la ventana pareciendo observar todo lo que ocurría en la calle –. Tu misión es recolectar la mayor cantidad de información y enviármela. Por favor prométeme que no te meterás en problemas, quizás haya gente muy peligrosa... No puedes arriesgarte.
–¿Por qué tan preocupado?
–Porque no pretendo perder a ningún compañero.
Sus palabras tocaron mi corazón. Dentro de la Orden jamás había sido tratada como una “compañera”, sino como un objeto que se encargaba de limpiar los desastres y de arremeter con las personas que tenían problemas con la morbosa organización. Esperaba que esos recuerdos quedaran en el pasado, pero sabía que la Orden volvería por mí. Estaba viviendo una “falsa libertad”, pero como dijo Meredith, no era necesario que luchara sola.
Atravesé rápidamente el mercado sin importar ver lo que los mercaderes tenían para ofrecer. En otra ocasión podía pasar una tarde allí buscando obsequios para Freya, ahora lo que necesitaba era buscar un lugar donde pasar la noche; era lo principal. Busqué dentro de la ciudad algún hostal hasta que llegué a uno que recibía el nombre de “Abeja verde”. Siempre me llamaron la atención los nombres que los hombres de pensamiento medieval les ponían a sus “negocios”, eran bastante originales y carecían de sentido.
Entré sin llamar la atención. Dentro del hostal había una señora que atendía, parecía tener unos 40 años y llevaba el pelo canoso recogido. Comencé a negociar con ella para conseguir un buen precio y lo conseguí; por unas pocas monedas tenía alojo asegurado durante dos semanas. Subí y dejé mi equipaje allí, la verdad no contaba con mucho pero llevaba lo suficiente para sobrevivir.
Ahora mi pregunta era: ¿dónde comenzar?
Salí a la calle y mi mirada se encontró con la de una mujer de cabellos rubios y enorme busto –comparada conmigo, cualquier chica tenía un busto pronunciado–. Parecía haberla visto en algún lugar..., pero no recordaba donde.
El barco llegó hasta el puerto comercial. Lo había tomado debido a que recibí una misión de exploración por parte del Cuartel de la Marina; debía reunir suficiente información acerca de algunos hechos –probablemente catalogados como terroristas– que habían afectado a la población del reino. No necesitaba saber el porqué de los hechos, ya me imaginaba que era un grupo muy diminuto que no estaba de acuerdo con las políticas de su rey y que por ello comenzaron a manifestare de forma violenta.
Al bajar del barco tomé una bocanada de aire y suspiré. Mis ojos se detuvieron para mirar a toda la gente que pasaba por ahí sin siquiera notar quienes eran los que llegaban y quienes eran los que se iban, vivían como el ganado. La mayoría de las veces, la culpa de que los reinos y gobiernos sean corruptos es debido a su pueblo; si tenías un montón de personas que solo se dedicaban a vivir como ganado, moviéndose entre la masa sin siquiera detenerse a pensar que era lo que estaba bien y que era lo que estaba mal, tendrías resultados desastrosos.
El mercado tenía un aspecto medieval. Parecía que había viajado muchos años, cuando los Señores Feudales se encargaban de proteger a su servidumbre por un alto costo. Se escuchaban los gritos de los mercaderes que ofrecían sus productos; en muchos puestos había llamativas joyas de jade. Según tenía entendido, la economía de la isla estaba basada en la extracción de aquella piedra preciosa, pero que, por lo que me contó Meredith, el reino aún mantenía un fuerte esclavismo permitido por el pueblo y el rey.
Me puse a recordar las órdenes que había recibido por parte de Brandon, el amigo de Meredith que me incluyó entre sus filas.
–Las cosas en Johota no están nada bien – dijo dándome la espalda mientras mantenía la mirada fija en la ventana pareciendo observar todo lo que ocurría en la calle –. Tu misión es recolectar la mayor cantidad de información y enviármela. Por favor prométeme que no te meterás en problemas, quizás haya gente muy peligrosa... No puedes arriesgarte.
–¿Por qué tan preocupado?
–Porque no pretendo perder a ningún compañero.
Sus palabras tocaron mi corazón. Dentro de la Orden jamás había sido tratada como una “compañera”, sino como un objeto que se encargaba de limpiar los desastres y de arremeter con las personas que tenían problemas con la morbosa organización. Esperaba que esos recuerdos quedaran en el pasado, pero sabía que la Orden volvería por mí. Estaba viviendo una “falsa libertad”, pero como dijo Meredith, no era necesario que luchara sola.
Atravesé rápidamente el mercado sin importar ver lo que los mercaderes tenían para ofrecer. En otra ocasión podía pasar una tarde allí buscando obsequios para Freya, ahora lo que necesitaba era buscar un lugar donde pasar la noche; era lo principal. Busqué dentro de la ciudad algún hostal hasta que llegué a uno que recibía el nombre de “Abeja verde”. Siempre me llamaron la atención los nombres que los hombres de pensamiento medieval les ponían a sus “negocios”, eran bastante originales y carecían de sentido.
Entré sin llamar la atención. Dentro del hostal había una señora que atendía, parecía tener unos 40 años y llevaba el pelo canoso recogido. Comencé a negociar con ella para conseguir un buen precio y lo conseguí; por unas pocas monedas tenía alojo asegurado durante dos semanas. Subí y dejé mi equipaje allí, la verdad no contaba con mucho pero llevaba lo suficiente para sobrevivir.
Ahora mi pregunta era: ¿dónde comenzar?
Salí a la calle y mi mirada se encontró con la de una mujer de cabellos rubios y enorme busto –comparada conmigo, cualquier chica tenía un busto pronunciado–. Parecía haberla visto en algún lugar..., pero no recordaba donde.
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– Son pesados y cansinos – le dijo a un grupo de hombres que la estaban molestando, quizá era por el gran escote que iba llevando o, simplemente, porque estaban pasados de copas. – No saldré con ustedes. No son lo suficientemente… Buenos para mí. Lo siento. – Se levantó de la barra, dejó un par de berries y se dispuso a salir de aquella taberna. ”Estúpida misión que, quizá, ni sirva para nada” – suspiró con calma.
– ¿Lo suficientemente buenos? – se giró antes de abrir la puerta para verlos. Por un despiste, había dejado su gabardina con su rango en el barco; así que solo vestía con una camiseta azulada y unos pantalones cortos. Normal que unos borrachos como ellos la mirasen de aquella forma. ”Esa gabardina me hubiera ayudado para evitarme todos estos líos” – los otros tres, aleonados por el primero, también se acercaron. – Tú tampoco eres la gran cosa, zorra. – Sus compañeros estallaron en risas.
– Tú y tus amigos son unos imbéciles – le dijo antes de agarrarlo por el cuello de su camisa y levantarlo solo con una mano. Todos se quedaron callados y notaba las miradas. – Te lo perdonaré por esta vez. A la siguiente, no dudaré en llevarte a prisión. – Con una fuerza que nadie se esperó, lo lanzó contra la otra pared de aquella taberna. Sus amigos cayeron al suelo, impresionados que ella hubiera hecho eso como si nada. Ella salió de ahí.
– Supongo que aquí tampoco.
Se cruzó de brazos y se puso a pensar. ¿Dónde podría buscar esa información? ¿Quién se la podría dar? Ya había revisado casi todas las tabernas y nadie lograba responder sus preguntas. Desde esa guerra en Halltast que el North Blue se había convertido en un tema de importancia. Aún algunas islas estaban con la influencia del ex Shichibukai, Derian Markov. Suspiró con cierta pesadez y se quedó quieta mientras veía a la gente pasar. ”¿Qué otros lugares me quedan? ¿Hostales? No… ¿Callejones? Lo dudo” – volvió a suspirar. Su mirada se topó con la de una… Niña. Esperó unos segundos para ver si sus padres estaban cerca o alguien que estuviera a su cargo y se la llevara. Al no ver a nadie, se empezó a acercar. Sonó su den den mushi y ella contestó.
– ¿Alguna novedad, capitana Amane Misa? – Escuchó por el otro lado mientras se iba acercando a ella.
– No, nada útil. Si no encuentro nada en unos días, me iré y volveré al cuartel – tomó una ligera pausa. – Mis hombres y yo ya nos estamos aburriendo.
– Te quedan un par de días más. Recuerda que te dimos una semana, apenas llevas tres días, pero como veas oportuno. No es tan relevante ahora mismo. Buena suerte, capitana. – Le respondió con calma el que estaba al otro lado de la línea y luego le cortó. Guardó su den den mushi y se agachó para quedar a la misma altura que la niña que la estaba viendo.
– Hola – le dijo con una suave sonrisa. – ¿Te perdiste? ¿Dónde están tus padres? – le preguntó en un tono dulce. – Soy Amane Misa. ¿Cuál es el tuyo?
– ¿Lo suficientemente buenos? – se giró antes de abrir la puerta para verlos. Por un despiste, había dejado su gabardina con su rango en el barco; así que solo vestía con una camiseta azulada y unos pantalones cortos. Normal que unos borrachos como ellos la mirasen de aquella forma. ”Esa gabardina me hubiera ayudado para evitarme todos estos líos” – los otros tres, aleonados por el primero, también se acercaron. – Tú tampoco eres la gran cosa, zorra. – Sus compañeros estallaron en risas.
– Tú y tus amigos son unos imbéciles – le dijo antes de agarrarlo por el cuello de su camisa y levantarlo solo con una mano. Todos se quedaron callados y notaba las miradas. – Te lo perdonaré por esta vez. A la siguiente, no dudaré en llevarte a prisión. – Con una fuerza que nadie se esperó, lo lanzó contra la otra pared de aquella taberna. Sus amigos cayeron al suelo, impresionados que ella hubiera hecho eso como si nada. Ella salió de ahí.
– Supongo que aquí tampoco.
Se cruzó de brazos y se puso a pensar. ¿Dónde podría buscar esa información? ¿Quién se la podría dar? Ya había revisado casi todas las tabernas y nadie lograba responder sus preguntas. Desde esa guerra en Halltast que el North Blue se había convertido en un tema de importancia. Aún algunas islas estaban con la influencia del ex Shichibukai, Derian Markov. Suspiró con cierta pesadez y se quedó quieta mientras veía a la gente pasar. ”¿Qué otros lugares me quedan? ¿Hostales? No… ¿Callejones? Lo dudo” – volvió a suspirar. Su mirada se topó con la de una… Niña. Esperó unos segundos para ver si sus padres estaban cerca o alguien que estuviera a su cargo y se la llevara. Al no ver a nadie, se empezó a acercar. Sonó su den den mushi y ella contestó.
– ¿Alguna novedad, capitana Amane Misa? – Escuchó por el otro lado mientras se iba acercando a ella.
– No, nada útil. Si no encuentro nada en unos días, me iré y volveré al cuartel – tomó una ligera pausa. – Mis hombres y yo ya nos estamos aburriendo.
– Te quedan un par de días más. Recuerda que te dimos una semana, apenas llevas tres días, pero como veas oportuno. No es tan relevante ahora mismo. Buena suerte, capitana. – Le respondió con calma el que estaba al otro lado de la línea y luego le cortó. Guardó su den den mushi y se agachó para quedar a la misma altura que la niña que la estaba viendo.
– Hola – le dijo con una suave sonrisa. – ¿Te perdiste? ¿Dónde están tus padres? – le preguntó en un tono dulce. – Soy Amane Misa. ¿Cuál es el tuyo?
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Palabras dulces eran emitidas a través de la boca de la rubia que se presentó como “Amane Misa”, un nombre peculiar para un pueblo medieval. Primero hice lo que hacía con todas las personas: inspección. El reconocimiento facial y físico era lo que menos importaba realmente, sino que su actuar era lo fundamental; por la forma en que se acercó hacia mí, pude percibir que era una persona bondadosa y se aferraba a su propio ideal de la justicia. Tal vez me equivocaba, pero era una idea que tenía sentido. Mis ojos se cruzaron con los de ella nuevamente, eran profundos y prácticamente impenetrables. Sin duda me encontraba con alguien formidable, no estaba a la altura de los peligrosos hombres con los que había tratado en un no tan lejano pasado, pero no cabía duda de que era una mujer tremendamente poderosa.
Recién me había dado cuenta que parecía una pequeña niña de trece años que cruzaba islas en completa soledad, sin compañía de “padres”. Jamás me había parecido extraño hasta que la rubia tocó el tema; ¿qué debía decirle? ¿Mencionar que mis padres habían muerto era una buena opción? ¿Cuál era la mejor opción? Escuché que era capitana, al menos algo así escuché desde su den den mushi pero no estaba segura. Si era cierto, estábamos del mismo lado y probablemente formaba parte de la misma misión que yo.
Tomé mi libreta y escribí con velocidad.
–Soy Katharina Von Steinhell – era un nombre largo, pero me gustaba –. No me he perdido, estoy buscando información. Por casualidad...
El aire olía a pólvora, más bien a azufre. Debido a que la pólvora era un compuesto formado mayormente por carbón, azufre y nitrato de potasio pude reconocerla; en mi tiempo como miembro de la Orden trabajé en muchas ocasiones con pólvora para causar explosiones controladas, no me era difícil reconocer el olor. Mi mirada buscó a alguien sospechoso; tenía algunas opciones en mente, una de ellas era que se estaban preparando para otro atentado y la otra era que algún comerciante había derramado pólvora en un lugar cercano. No tenía el mejor olfato, pero si era capaz de reconocerlo, no estábamos hablando de pequeñas cantidades.
Me detuve un par de segundos a observar el paisaje. Mi vista enfocó hacia la derecha en donde se encontraba una mujer barriendo la acera mientras que un niño jugaba en el balcón de la casa que estaba detrás de la mujer, luego enfoqué la izquierda donde había un par de hombres aparentemente sospechosos que compartían palabras y frente a mí tenía a la mujer rubia de enormes pechos. No encontré ningún sospechoso, quizás solo era mi imaginación.
De repente se escuchó un montón de gritos provenientes de la calle paralela tras el estruendoso sonido de una explosión. Pude escuchar “¡ha muerto!”, “viva la revolución” y cosas similares, así que ya me había quedado claro que estábamos tratando con terroristas que les daba igual involucrar la vida de civiles. Era un buen momento para recolectar almas, pero debía asegurarme si la mujer era miembro de la Marina y si me podía ayudar con esto.
–Actualmente soy una “Recluta” dentro de la Marina y me han enviado para reconocer la amenaza e informar a mis superiores – escribí rápidamente en mi libreta y se la enseñé a la mujer –. ¿También formas parte de la Marina, Misa-san?
El polvo levantado por la explosión rápidamente cubrió la calle en donde estábamos, probablemente eso les daba suficiente tiempo a los terroristas para escapar. Tenía muchas formas de ver la situación; si seguía muriendo gente, podía recolectar más y más almas para aumentar mi poder. La vida de los demás no era un tema que me importara demasiado, pero tenía que rendir cuentas a mis superiores. Me tapé la nariz con la mano para cubrirme de la nube de polvo hasta que se dispersara.
¿Qué podía hacer? Seguía escuchando gritos... ¡Era necesario estar ahí para recolectar esas almas!
–¿Qué hacemos? – terminé preguntando.
Recién me había dado cuenta que parecía una pequeña niña de trece años que cruzaba islas en completa soledad, sin compañía de “padres”. Jamás me había parecido extraño hasta que la rubia tocó el tema; ¿qué debía decirle? ¿Mencionar que mis padres habían muerto era una buena opción? ¿Cuál era la mejor opción? Escuché que era capitana, al menos algo así escuché desde su den den mushi pero no estaba segura. Si era cierto, estábamos del mismo lado y probablemente formaba parte de la misma misión que yo.
Tomé mi libreta y escribí con velocidad.
–Soy Katharina Von Steinhell – era un nombre largo, pero me gustaba –. No me he perdido, estoy buscando información. Por casualidad...
El aire olía a pólvora, más bien a azufre. Debido a que la pólvora era un compuesto formado mayormente por carbón, azufre y nitrato de potasio pude reconocerla; en mi tiempo como miembro de la Orden trabajé en muchas ocasiones con pólvora para causar explosiones controladas, no me era difícil reconocer el olor. Mi mirada buscó a alguien sospechoso; tenía algunas opciones en mente, una de ellas era que se estaban preparando para otro atentado y la otra era que algún comerciante había derramado pólvora en un lugar cercano. No tenía el mejor olfato, pero si era capaz de reconocerlo, no estábamos hablando de pequeñas cantidades.
Me detuve un par de segundos a observar el paisaje. Mi vista enfocó hacia la derecha en donde se encontraba una mujer barriendo la acera mientras que un niño jugaba en el balcón de la casa que estaba detrás de la mujer, luego enfoqué la izquierda donde había un par de hombres aparentemente sospechosos que compartían palabras y frente a mí tenía a la mujer rubia de enormes pechos. No encontré ningún sospechoso, quizás solo era mi imaginación.
De repente se escuchó un montón de gritos provenientes de la calle paralela tras el estruendoso sonido de una explosión. Pude escuchar “¡ha muerto!”, “viva la revolución” y cosas similares, así que ya me había quedado claro que estábamos tratando con terroristas que les daba igual involucrar la vida de civiles. Era un buen momento para recolectar almas, pero debía asegurarme si la mujer era miembro de la Marina y si me podía ayudar con esto.
–Actualmente soy una “Recluta” dentro de la Marina y me han enviado para reconocer la amenaza e informar a mis superiores – escribí rápidamente en mi libreta y se la enseñé a la mujer –. ¿También formas parte de la Marina, Misa-san?
El polvo levantado por la explosión rápidamente cubrió la calle en donde estábamos, probablemente eso les daba suficiente tiempo a los terroristas para escapar. Tenía muchas formas de ver la situación; si seguía muriendo gente, podía recolectar más y más almas para aumentar mi poder. La vida de los demás no era un tema que me importara demasiado, pero tenía que rendir cuentas a mis superiores. Me tapé la nariz con la mano para cubrirme de la nube de polvo hasta que se dispersara.
¿Qué podía hacer? Seguía escuchando gritos... ¡Era necesario estar ahí para recolectar esas almas!
–¿Qué hacemos? – terminé preguntando.
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La miraba con calma. Era una pequeña niña que estaba por ahí y, seguramente, perdida. No tenía total certeza de si era o no de la misma isla, pero tampoco le interesaría llevarla en su buque a su lugar de origen. Miró con curiosidad como escribía, a bastante velocidad, cosas en su libreta. ”¿Será muda? ¿Algún trauma le impide hablar?” – empezó a pensar en diferentes alternativas. Que era muda era la mejor de las opciones, aunque tampoco descartaba que no hubiera pasado algún trauma. En la libreta decía su nombre y, para su impresión, afirmaba ser de la marina. ¿Podría creerle? ”No debe tener más de doce o trece años, es imposible” – pensó de forma tajante.
A sus fosas nasales llegó un olor característico… Pólvora. Se levantó y activó su mantra. ¿Qué estaba pasando? Se puso en alerta casi de forma instintiva. ”No detecto nada” – se dijo mientras empezaba a caminar. De reojo miraba a Katharina. ”Menudo nombre, ahora que caigo” – sonrió de forma tranquila. Vio la pregunta en su libreta y asintió con la cabeza. No tenía muchas formas de probarlo, pero le daba igual. Fue entonces que… Escuchó una explosión. El sonido le resultó molesto y de no ser porque estaba a acostumbrada a eso, le habría dolido un poco. No lo pensó dos veces y sacó su den den mushi, era hora de actuar.
– Aquí la capitana Amane Misa – sentía como algunas presencias se iban callando. Estaban muriendo. – Necesito que vengan todos nuestros doctores – su tono era de enfado. ¿Por qué siempre se veían involucrados los inocentes? – Además, bloqueen todas las salidas del pueblo. No dejaremos que los culpables escapen – miró a Katharina y notó la última pregunta. – Si es verdad que eres de la marina, este es tu momento de probarlo – le dijo de forma tajante. – Es hora de actuar, vamos – lo primero era asegurar la zona y ver que nadie más muriera. Sus conocimientos de medicina la iban a ayudar bastante, no tenía sus utensilios a mano… Pero algo podría hacer. – Ayudaremos a los heridos, esperaremos a nuestros refuerzos y luego empezaremos a buscar a esos desgraciados. – Empezó a caminar al lugar donde había ocurrido la explosión.
Veía a gente salir corriendo del humo. Se obligó a desactivar su mantra para dejar de sentir las presencias que iban callándose. ”No los perdonaré” – su mirada era seria y casi parecía que ya no quedaba mucho de aquella dulce chica de hace unos pocos minutos.
– Todos los que estén bien, ayuden al resto. Déjenlos en un lugar seguro, soy marine y los ayudaré – su tono de voz era elevado, para que todos la escucharan. – Kat, cuando lleguen mis hombres, anda con ellos y busca a los responsables. Yo los alcanzaré una vez termine aquí – sacó un escombro de la espalda de un hombre y lo llevó a un lugar alejado. – Es todo, por ahora trata de ayudarme aquí.
A sus fosas nasales llegó un olor característico… Pólvora. Se levantó y activó su mantra. ¿Qué estaba pasando? Se puso en alerta casi de forma instintiva. ”No detecto nada” – se dijo mientras empezaba a caminar. De reojo miraba a Katharina. ”Menudo nombre, ahora que caigo” – sonrió de forma tranquila. Vio la pregunta en su libreta y asintió con la cabeza. No tenía muchas formas de probarlo, pero le daba igual. Fue entonces que… Escuchó una explosión. El sonido le resultó molesto y de no ser porque estaba a acostumbrada a eso, le habría dolido un poco. No lo pensó dos veces y sacó su den den mushi, era hora de actuar.
– Aquí la capitana Amane Misa – sentía como algunas presencias se iban callando. Estaban muriendo. – Necesito que vengan todos nuestros doctores – su tono era de enfado. ¿Por qué siempre se veían involucrados los inocentes? – Además, bloqueen todas las salidas del pueblo. No dejaremos que los culpables escapen – miró a Katharina y notó la última pregunta. – Si es verdad que eres de la marina, este es tu momento de probarlo – le dijo de forma tajante. – Es hora de actuar, vamos – lo primero era asegurar la zona y ver que nadie más muriera. Sus conocimientos de medicina la iban a ayudar bastante, no tenía sus utensilios a mano… Pero algo podría hacer. – Ayudaremos a los heridos, esperaremos a nuestros refuerzos y luego empezaremos a buscar a esos desgraciados. – Empezó a caminar al lugar donde había ocurrido la explosión.
Veía a gente salir corriendo del humo. Se obligó a desactivar su mantra para dejar de sentir las presencias que iban callándose. ”No los perdonaré” – su mirada era seria y casi parecía que ya no quedaba mucho de aquella dulce chica de hace unos pocos minutos.
– Todos los que estén bien, ayuden al resto. Déjenlos en un lugar seguro, soy marine y los ayudaré – su tono de voz era elevado, para que todos la escucharan. – Kat, cuando lleguen mis hombres, anda con ellos y busca a los responsables. Yo los alcanzaré una vez termine aquí – sacó un escombro de la espalda de un hombre y lo llevó a un lugar alejado. – Es todo, por ahora trata de ayudarme aquí.
Katharina von Steinhell
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No sentí sorpresa al ver, tal vez, la verdadera naturaleza de la mujer de cabellos rubios. Detrás de una dulce y amable sonrisa podías esconder un montón de sentimientos y pensamientos malvados, aunque no se me pasó por la mente, en ningún momento, que la marine fuera una persona mala. Todo lo contrario, al ver su mirada cuando ocurrió la explosión noté cierta pizca de desencanto y furia. Hablaba de forma tajante, pero a mí no me importaba en lo absoluto; ella no me daba miedo, inspiraba confianza y parecía ser una líder positiva.
Después de escuchar sus palabras asentí delicadamente y estuve de acuerdo con ella en lo de ayudar a los heridos. Era sencillo: si estaban sufriendo mucho, los ponías a dormir. Si se podían salvar, los ayudabas. Con lo anterior quería decir: si podías obtener un alma de ello, la obtenías y punto. El mundo ya era demasiado salvaje para que los héroes pudieran hacer algo, en un mundo así los héroes eran consumidos por la hipocresía y la maldad pura de los codiciosos seres humanos.
Me apresuré en llegar al foco del atentado; mis ojos se encontraron con una situación que no me estremeció en lo absoluto. Aún había fuego vivo quemando la madera, hombres gritando y estremeciéndose del dolor, personas mutiladas vivas que gritaban desesperadamente auxilio. Ese era un pequeño infierno que muchas personas vivían a diario, para una recluta como yo, esa situación bastaba para paralizarme y correr del miedo; ante una situación así, nadie estaba realmente preparado. Sin embargo, la mujer de pechos enormes se movía dentro de un terreno explorado con lo que concluí que ella sí tenía experiencia en casos parecidos.
Al cerrar los ojos y volver a abrirlos el panorama cambió completamente. Un mar de esferas amorfas, brillantes y de color verde esmeralda, flotaba sobre las personas recién fallecidas. Antes de ayudar a los necesitados, cogí minuciosamente mi libro y convoqué el conjuro para extraer las almas que aún no dejaban este plano; normalmente tenía un par de minutos antes de que fueran transportadas hacia otro lugar. El libro comenzó a emitir una luz brillante y de color similar al de las almas, parecía que una pequeña ráfaga de viento giraba en torno a él.
–¡Por favor, ayuda! – Escuché los gritos de un hombre que se arrastraba hacia mí. Sus piernas estaban completamente quemadas y de sus ojos brotaban un mar de lágrimas – ¡Ayúdenme, por favor!
Me quedé paralizada. Jamás tuve la oportunidad de ayudar a alguien, cuando tenía que trabajar para la Orden siempre se me exigía asesinar a las personas que estuvieran gravemente heridas, ya fuesen compañeros o desconocidos. “La muerte es solo un camino desconocido que todos debemos recorrer”, esas eran las palabras del Doctor Kensei quien trataba de justificar sus actos para poder dormir en las noches. Fui corriendo hacia la capitana de la Marina, le agarré la polera jalándola suavemente y, con el dedo índice, le indiqué al hombre que estaba herido.
–No tengo conocimientos médicos ni tampoco tengo mucha fuerza – escribí en mi libro –. ¿En qué puedo ayudar?
Ciertamente era inútil. No tenía armas ni tampoco disponía de la fuerza suficiente para levantar bloques de roca; tampoco podía mover cuerpos pesados. Mi misión, en un principio, solo era reconocer la verosimilitud de los atentados y ya lo había podido comprobar con mis propios ojos, solo bastaba enviar el informe a mis superiores y ya podía tomar un barco para ir a casa. Dudé y volví a dudar sobre lo que tenía que hacer, tal vez lo mejor para la humanidad...
Esas palabras resonaron en mi cabeza como una melodía musical que se quedaba grabada. El momento de dudas finalizó y por primera vez me aferré al deseo de ayudar a los demás.
Después de escuchar sus palabras asentí delicadamente y estuve de acuerdo con ella en lo de ayudar a los heridos. Era sencillo: si estaban sufriendo mucho, los ponías a dormir. Si se podían salvar, los ayudabas. Con lo anterior quería decir: si podías obtener un alma de ello, la obtenías y punto. El mundo ya era demasiado salvaje para que los héroes pudieran hacer algo, en un mundo así los héroes eran consumidos por la hipocresía y la maldad pura de los codiciosos seres humanos.
Me apresuré en llegar al foco del atentado; mis ojos se encontraron con una situación que no me estremeció en lo absoluto. Aún había fuego vivo quemando la madera, hombres gritando y estremeciéndose del dolor, personas mutiladas vivas que gritaban desesperadamente auxilio. Ese era un pequeño infierno que muchas personas vivían a diario, para una recluta como yo, esa situación bastaba para paralizarme y correr del miedo; ante una situación así, nadie estaba realmente preparado. Sin embargo, la mujer de pechos enormes se movía dentro de un terreno explorado con lo que concluí que ella sí tenía experiencia en casos parecidos.
Al cerrar los ojos y volver a abrirlos el panorama cambió completamente. Un mar de esferas amorfas, brillantes y de color verde esmeralda, flotaba sobre las personas recién fallecidas. Antes de ayudar a los necesitados, cogí minuciosamente mi libro y convoqué el conjuro para extraer las almas que aún no dejaban este plano; normalmente tenía un par de minutos antes de que fueran transportadas hacia otro lugar. El libro comenzó a emitir una luz brillante y de color similar al de las almas, parecía que una pequeña ráfaga de viento giraba en torno a él.
–¡Por favor, ayuda! – Escuché los gritos de un hombre que se arrastraba hacia mí. Sus piernas estaban completamente quemadas y de sus ojos brotaban un mar de lágrimas – ¡Ayúdenme, por favor!
Me quedé paralizada. Jamás tuve la oportunidad de ayudar a alguien, cuando tenía que trabajar para la Orden siempre se me exigía asesinar a las personas que estuvieran gravemente heridas, ya fuesen compañeros o desconocidos. “La muerte es solo un camino desconocido que todos debemos recorrer”, esas eran las palabras del Doctor Kensei quien trataba de justificar sus actos para poder dormir en las noches. Fui corriendo hacia la capitana de la Marina, le agarré la polera jalándola suavemente y, con el dedo índice, le indiqué al hombre que estaba herido.
–No tengo conocimientos médicos ni tampoco tengo mucha fuerza – escribí en mi libro –. ¿En qué puedo ayudar?
Ciertamente era inútil. No tenía armas ni tampoco disponía de la fuerza suficiente para levantar bloques de roca; tampoco podía mover cuerpos pesados. Mi misión, en un principio, solo era reconocer la verosimilitud de los atentados y ya lo había podido comprobar con mis propios ojos, solo bastaba enviar el informe a mis superiores y ya podía tomar un barco para ir a casa. Dudé y volví a dudar sobre lo que tenía que hacer, tal vez lo mejor para la humanidad...
“La humanidad necesita personas como tú...”
Esas palabras resonaron en mi cabeza como una melodía musical que se quedaba grabada. El momento de dudas finalizó y por primera vez me aferré al deseo de ayudar a los demás.
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”Es peor de lo que pensé” – se dijo mientras miraba la situación. Notaba que algunos lograban caminar y sus heridas eran pocas. Al menos, ellos también estaban ayudando a los otros y los alejaban del humo. Tosió un poco y tomó una breve pausa, debía pensar mejor lo que debería hacer. ¿Qué tanto se iban a tardar sus compañeros en llegar? El puerto no estaba tan lejos y había marines más que suficientes para hacer todas las tareas que había pedido. Chasqueó con la lengua. ”¿Qué carajos está haciendo?” – Katharina estaba con un libro en la mano y este brillaba. ¿Akuma no mi? ¿Qué haría? No era el momento de pensar en eso, la situación era desesperada, ya podría hacerle las preguntas más tarde. ”Tengo curiosidad de conocerla más” – se limpió, con la manga, una gota de sudor. Leyó la libreta y vio al hombre herido.
– Mierda… – Escuchó a sus espaldas. Se giró y vio a sus hombres, justo a tiempo.
– Ya saben qué hacer, empiecen con él – apuntó al hombre que estaba a unos metros más allá y luego, miró a Katharina unos minutos, dudando. ¿Qué podía hacer con ella? Suspiró con calma, era hora de encontrar a esos malditos. – Kat, vienes conmigo. Buscaremos a los responsables – le dijo con una suave sonrisa mientras notaba que sus hombres ya empezaban con las labores de rescate. ”Al menos, son buenos médicos” – ella misma, a veces, quedaba atrás en sus capacidades y eso la hacía sentir confiada de que estaban en buenas manos. – Los que estén muy heridos, los trasladaremos al buque y ahí los atenderemos – dijo y sus hombres asintieron y gritaron con fuerza. – Vamos, Kat – notó que cinco marines más iban llegando. – Ustedes vienen con nosotras.
Empezaron a caminar, alejándose de todo el caos. ¿Por qué lo habrían hecho? Apretó su puño derecho mientras trataba de relajarse. Debía tener la cabeza fría en esos momentos. No solo por ella, sino que por todos las que la acompañaban. ¿Dónde se podrían esconder? Habían pocos lugares y, la verdad, se dio cuenta de que estaba caminando sin ningún plan. Eran 7 en total, si es que Kat había decidido acompañarla. Podía intentar algo e ir barriendo más terreno, se detuvo casi en seco y miró a sus hombres y a Katharina.
– Kat, vendrás conmigo y recorreremos el lado este – apuntó a una serie de callejones. – Ustedes, vayan al oeste y uno que vaya al norte – su tono no dudaba. No podía darse el lujo de dudar frente a ellos. – Recuerden, nadie sale de la isla hasta que los encontremos. Dudo que hayan planeado muchos detalles, podríamos pillarlos si solo hacemos las preguntas correctas. Analicen sus gestos, tono de voz, todo – tomó una breve pausa. – Nos comunicaremos vía Den Den Mushi. Es todo, vamos. – Sus compañeros asintieron y se fueron. Ella empezó a caminar con calma.
– Si tienes miedo, Kat – le dijo sin apartar la mirada del camino. – Mi buque está en el puerto, puedes ir allí y esperarme – sus ojos mostraban firmeza y denotaban confianza en ella misma. – Solo te daré esta oportunidad para irte. – Finalizó de forma tajante. ”Veamos de qué estás hecha” – pensó mientras activaba su mantra y trataba de encontrar a los responsables con ello.
– Mierda… – Escuchó a sus espaldas. Se giró y vio a sus hombres, justo a tiempo.
– Ya saben qué hacer, empiecen con él – apuntó al hombre que estaba a unos metros más allá y luego, miró a Katharina unos minutos, dudando. ¿Qué podía hacer con ella? Suspiró con calma, era hora de encontrar a esos malditos. – Kat, vienes conmigo. Buscaremos a los responsables – le dijo con una suave sonrisa mientras notaba que sus hombres ya empezaban con las labores de rescate. ”Al menos, son buenos médicos” – ella misma, a veces, quedaba atrás en sus capacidades y eso la hacía sentir confiada de que estaban en buenas manos. – Los que estén muy heridos, los trasladaremos al buque y ahí los atenderemos – dijo y sus hombres asintieron y gritaron con fuerza. – Vamos, Kat – notó que cinco marines más iban llegando. – Ustedes vienen con nosotras.
Empezaron a caminar, alejándose de todo el caos. ¿Por qué lo habrían hecho? Apretó su puño derecho mientras trataba de relajarse. Debía tener la cabeza fría en esos momentos. No solo por ella, sino que por todos las que la acompañaban. ¿Dónde se podrían esconder? Habían pocos lugares y, la verdad, se dio cuenta de que estaba caminando sin ningún plan. Eran 7 en total, si es que Kat había decidido acompañarla. Podía intentar algo e ir barriendo más terreno, se detuvo casi en seco y miró a sus hombres y a Katharina.
– Kat, vendrás conmigo y recorreremos el lado este – apuntó a una serie de callejones. – Ustedes, vayan al oeste y uno que vaya al norte – su tono no dudaba. No podía darse el lujo de dudar frente a ellos. – Recuerden, nadie sale de la isla hasta que los encontremos. Dudo que hayan planeado muchos detalles, podríamos pillarlos si solo hacemos las preguntas correctas. Analicen sus gestos, tono de voz, todo – tomó una breve pausa. – Nos comunicaremos vía Den Den Mushi. Es todo, vamos. – Sus compañeros asintieron y se fueron. Ella empezó a caminar con calma.
– Si tienes miedo, Kat – le dijo sin apartar la mirada del camino. – Mi buque está en el puerto, puedes ir allí y esperarme – sus ojos mostraban firmeza y denotaban confianza en ella misma. – Solo te daré esta oportunidad para irte. – Finalizó de forma tajante. ”Veamos de qué estás hecha” – pensó mientras activaba su mantra y trataba de encontrar a los responsables con ello.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El cuerpo de doctores del aparente escuadrón de la mujer rubia llegó y comenzaron a trabajar lo mejor que podían, por sus movimientos y habilidades pude ver que eran expertos en lo que hacían. Primera vez en mi vida que veía como unos hombres se esforzaban en ayudar a otros solo por principios, dejando a un lado el “yo”. Durante mi larga estadía en la Orden nunca nos dedicamos a salvar vidas, sino que todo lo contrario y aprendí que era el camino más rápido. Comparados conmigo, yo solo estorbaba en ese momento crítico.
Amane Misa me dio la posibilidad de acompañarla para encontrar a los responsables del atentado, pero si bien era cierto que atraparlos nos daría más oportunidades a la hora de conocer donde debíamos buscar, no obtendríamos toda la información. Sin siquiera haberlos atrapado, comencé a pensar en mis planes para dar con los peces gordos. Aquella oportunidad que me dio la marine era suficiente para mí, tal vez no podría ayudarla a derrotarles, pero lo mejor que podía hacer era pensar por el grupo. En un comienzo solo éramos nosotras, pero luego se unió un pequeño grupo y comenzamos a movernos.
Recorrer el lado este me parecía una buena opción, de hecho me parecía tan buena como ir para el oeste. Me encantaba pensar que esas decisiones tan tomadas a la ligera podían desencadenar una serie de sucesos jamás imaginados y cuando llegas al punto crítico comienzas a pensar: ¿Y si hubiera recorrido el lado oeste? ¡Esos vuelcos del destino me causaban curiosidad! Me limité a asentir con la cabeza y seguir a la mujer, aunque antes de continuar nuestra búsqueda me habló nuevamente; no la podía culpar por preocuparse, después de todo frente a sus ojos solo era una pequeña niña.
Lo que mencionó me causó un poco de... gracia. El miedo era algo que ya conocía perfectamente, lo dominaba en gran medida. ¿Encontrarme con unos terroristas y perder la vida en el acto? Eso no daba miedo, miedo da tener que quitarle la vida a alguien y continuar viviendo con ello. Miedo da tener que fingir una vida normal ante todas las personas que te rodean, cuando por dentro solo estás podrida. Entonces, ¿por qué en mi cabeza la idea de perder la vida me tenía que causar miedo? La muerte muchas veces era la mejor alternativa de todas y la más rápida.
Tomé mi libreta y comencé a escribir.
–¿Y tú, Misa-san? – La miré con ojos curiosos – ¿Tienes miedo?
Le mostró el cuadernillo mientras una numerosa cantidad de personas concurría la ciudad agitadamente buscando refugio y, otras, tratando de encontrarse con sus familias; otras simplemente pasaban por allí viviendo su mundo sin considerar lo problemático que era todo. Durante un segundo desvié mi mirada y me encontré con una figura sospechosa: cabello negro como la noche y ojos grises carentes de vida y emociones, como los míos; medía alrededor de un metro con noventa centímetros y era bien delgado, tal vez llevaba una mala alimentación. Vestía un traje, similar al de un militar, completamente negro con una extraña insignia en el pecho; lo continué observando.
De repente el día se oscureció, alcé la mirada y vi que una nube se interponía entre el sol y nosotros. Esa distracción solo duró un par de segundos, pero fue tiempo suficiente para perder de vista al chico. Tenía una descripción más o menos sólida. Volteé la mirada hacia la capitana.
–Encontré un sospechoso – escribí en mi libreta –. Un chico de unos veinticinco años, cabello negro y ojos grises. Más alto que nosotras, quizás alcanzaba un metro con noventa centímetros, es probable. Puedo advertir que es veloz y sabe moverse entre la gente.
Lo último lo sabía porque es lo que un asesino sabía hacer. Durante mucho tiempo trabajé como uno y tenía una clara idea sobre cómo ejecutábamos nuestros planes y escapábamos de los problemas sin ser atrapados. Sin embargo, aunque parecía ser la única pista sólida que teníamos, no podíamos fiarnos de ella; había una infinidad de posibilidades que me daba dolor de cabeza pensar en ello: podía ser un miembro del CP, con lo raro que son; podía ser un pirata que se escondía de la Marina, también podía ser solo un bicho raro. Pero también estaba la posibilidad de ser uno de los terroristas que masacró a su propio pueblo y si esa posibilidad existía, era suficiente para empezar.
–No es mucho, pero puede llevarnos a algo más concreto. Si existe la posibilidad de que sea uno de los asesinos, debemos esforzarnos en comprobar nuestras sospechas.
Lo bueno de escribir mis pensamientos era que no se ponía tanto en duda debido a que carecían de emociones por lo que era difícil identificar si eran una mentira o no. Lo que le dije a Misa-san era cierto, pero no en la medida que quizás ella lo interpretaría; realmente me preocupaba poco lo que sucedía en ese país, después de todo la violencia, diferencia social y la codicia existía en cualquier lugar del mundo en donde haya un humano.
Amane Misa me dio la posibilidad de acompañarla para encontrar a los responsables del atentado, pero si bien era cierto que atraparlos nos daría más oportunidades a la hora de conocer donde debíamos buscar, no obtendríamos toda la información. Sin siquiera haberlos atrapado, comencé a pensar en mis planes para dar con los peces gordos. Aquella oportunidad que me dio la marine era suficiente para mí, tal vez no podría ayudarla a derrotarles, pero lo mejor que podía hacer era pensar por el grupo. En un comienzo solo éramos nosotras, pero luego se unió un pequeño grupo y comenzamos a movernos.
Recorrer el lado este me parecía una buena opción, de hecho me parecía tan buena como ir para el oeste. Me encantaba pensar que esas decisiones tan tomadas a la ligera podían desencadenar una serie de sucesos jamás imaginados y cuando llegas al punto crítico comienzas a pensar: ¿Y si hubiera recorrido el lado oeste? ¡Esos vuelcos del destino me causaban curiosidad! Me limité a asentir con la cabeza y seguir a la mujer, aunque antes de continuar nuestra búsqueda me habló nuevamente; no la podía culpar por preocuparse, después de todo frente a sus ojos solo era una pequeña niña.
Lo que mencionó me causó un poco de... gracia. El miedo era algo que ya conocía perfectamente, lo dominaba en gran medida. ¿Encontrarme con unos terroristas y perder la vida en el acto? Eso no daba miedo, miedo da tener que quitarle la vida a alguien y continuar viviendo con ello. Miedo da tener que fingir una vida normal ante todas las personas que te rodean, cuando por dentro solo estás podrida. Entonces, ¿por qué en mi cabeza la idea de perder la vida me tenía que causar miedo? La muerte muchas veces era la mejor alternativa de todas y la más rápida.
Tomé mi libreta y comencé a escribir.
–¿Y tú, Misa-san? – La miré con ojos curiosos – ¿Tienes miedo?
Le mostró el cuadernillo mientras una numerosa cantidad de personas concurría la ciudad agitadamente buscando refugio y, otras, tratando de encontrarse con sus familias; otras simplemente pasaban por allí viviendo su mundo sin considerar lo problemático que era todo. Durante un segundo desvié mi mirada y me encontré con una figura sospechosa: cabello negro como la noche y ojos grises carentes de vida y emociones, como los míos; medía alrededor de un metro con noventa centímetros y era bien delgado, tal vez llevaba una mala alimentación. Vestía un traje, similar al de un militar, completamente negro con una extraña insignia en el pecho; lo continué observando.
De repente el día se oscureció, alcé la mirada y vi que una nube se interponía entre el sol y nosotros. Esa distracción solo duró un par de segundos, pero fue tiempo suficiente para perder de vista al chico. Tenía una descripción más o menos sólida. Volteé la mirada hacia la capitana.
–Encontré un sospechoso – escribí en mi libreta –. Un chico de unos veinticinco años, cabello negro y ojos grises. Más alto que nosotras, quizás alcanzaba un metro con noventa centímetros, es probable. Puedo advertir que es veloz y sabe moverse entre la gente.
Lo último lo sabía porque es lo que un asesino sabía hacer. Durante mucho tiempo trabajé como uno y tenía una clara idea sobre cómo ejecutábamos nuestros planes y escapábamos de los problemas sin ser atrapados. Sin embargo, aunque parecía ser la única pista sólida que teníamos, no podíamos fiarnos de ella; había una infinidad de posibilidades que me daba dolor de cabeza pensar en ello: podía ser un miembro del CP, con lo raro que son; podía ser un pirata que se escondía de la Marina, también podía ser solo un bicho raro. Pero también estaba la posibilidad de ser uno de los terroristas que masacró a su propio pueblo y si esa posibilidad existía, era suficiente para empezar.
–No es mucho, pero puede llevarnos a algo más concreto. Si existe la posibilidad de que sea uno de los asesinos, debemos esforzarnos en comprobar nuestras sospechas.
Lo bueno de escribir mis pensamientos era que no se ponía tanto en duda debido a que carecían de emociones por lo que era difícil identificar si eran una mentira o no. Lo que le dije a Misa-san era cierto, pero no en la medida que quizás ella lo interpretaría; realmente me preocupaba poco lo que sucedía en ese país, después de todo la violencia, diferencia social y la codicia existía en cualquier lugar del mundo en donde haya un humano.
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