La caída de los copos de nieve [Pasado-Privado][Neo & raghersir]

Una suave y fría nevada propia del invierno azotaba la isla, y gracias a las constantes caídas de los copos de nieve, montones níveos decoraban toda la ciudad. Allá donde miraba la joven Enit, no veía otra cosa que un blanco reflectante. Sin embargo, y a pesar de que estas vistas le resultaban sumamente agradables y entrañables, ella era una persona no muy resistente al frío, todavía menos si tenía su atuendo habitual, que constaba apenas de una fina blusa de color naranja que dejaba traspasar todo el gélido aire invernal.
A pesar de sus intentos por entrar en calor, caminando con paso acelerado en busca de la débil luz del sol y de sus frotamientos de una mano con otra, su cuerpo continuaba frío. Por lo que la chica optó por entrar en una taberna cercana, sentarse en la barra y pedir un chocolate caliente.
Ese fue uno de los momentos en los que más rara se sintió. Es decir, era una de las contables veces que había entrado en un bar y no pedía alcohol. Si bien porque tenía demasiado frío y lo que más le apetecía era una bebida caliente, o quizás porque era demasiado temprano para empezar a beber.

El camarero le sirvió la taza de chocolate caliente y Neo aprovechó la calidez del recipiente para rodearlo con las manos y dejar que se calentaran un poco. Se quedó mirando algo pensativa la bebida. ¿Cómo había acabado allí…? Había sido un viaje bastante largo, teniendo en cuenta que hacía meses que había dejado su hogar. No podía decir que estaba realmente orgullosa de cómo había empezado su “aventura”, puesto que había ido de polizón en varios barcos para llegar hasta la ciudad. Había conseguido entrar a las líneas revolucionarias, lo cual era un logro para ella pero… Bueno, no es que estuviera echando mucha cuenta de sus misiones últimamente. Al fin y al cabo, no podía acatar órdenes como si nada todo el tiempo. No era algo acorde con su naturaleza. Sin embargo, los revolucionarios eran una facción donde se encontraba a gusto, y el no poder mantener el ritmo no era motivo para abandonarlo. Más bien estaba preocupada por si le echaban. Aunque no podía hacer nada, un poco de tiempo libre lo necesitaba cualquiera ¿no?
Neo bebió de la taza, dejando que el calor del chocolate bajara por su garganta e hiciera que se sintiese más reconfortada. “Lo que pase, pasará.” pensó, intentando así calmar sus preocupaciones. No podía dejar de ser un alma libre, por mucho que tuviera a sus superiores por ahí molestando.
Además, aquel era un lugar sumamente tranquilo y agradable como para estar pensando en cosas incómodas.

Tan pronto como noté como la temperatura comenzaba a bajar salí a la cubierta. Como pensaba la isla estaba ya a la vista, debía prepararme para desembarcar. Sin duda iba a ser algo duro a la vez que vergonzoso, aunque la gente allí ya estaba acostumbrada a verme llegar de formas extrañas. El aliento se condensaba al salir de mi boca y mi cuerpo estaba tiritando como si se tratase de una hoja a punto de caer, no era un buen momento para andar sin ropa. Por un momento pensé que quizá debía haber parado en alguna otra isla antes de venir aquí, pero sería arriesgado presentarme desnudo en un lugar donde no me conocían. Además aquí la gente me tenía aprecio, en cuanto me viesen me darían algo con lo que cubrirme.

Al llegar al puerto amarré el barco lo mejor que pude y comencé a caminar hacia la ciudad. La mala suerte parecía estar acompañándome, pues no encontré un alma en mi camino. En un principio podía parecer que así no me iban a ver desnudo, pero la verdad es que tendría que entrar a la taberna para hablar con mi viejo amigo Marcos y que me diese algo de ropa. Como yo ya esperaba la taberna estaba completamente abarrotada de gente resguardándose del frío. No pude evitar ponerme colorado de la vergüenza a pesar de estar tapando mis partes con la mochila en la que guardaba mis cosas. Por fortuna Marcos se percató de mi situación y sacó rápidamente unos pantalones para mí.

-Póntelos rápido. ¿Qué te ha pasado esta vez? No sabíamos nada de ti desde que te marchaste borracho en el barco de un pirata.- me dijo mientras que me ofrecía la prenda de ropa.

-Muchas gracias. La verdad es que es una larga historia. ¿Podrías prestarme una camiseta mientras te lo cuento? También me vendría bien una cerveza.- le respondí mientras me ponía los pantalones intentando que los curiosos no viesen mucho.

-Voy a buscártela. Más te vale que la historia sea buena, me has dejado sin pantalones de repuesto.- dijo mientras se volvía a poner un par de copas y buscarme la camiseta.

Era curioso que mi amigo tuviese unos pantalones de repuesto bajo la barra aunque conociendo lo torpe que solía ser tampoco me extrañaba mucho. Entrando un poco en calor gracias a la buena temperatura que había en la posada decidí tomar asiento en una de las mesas y relajarme un poco. La gente a mi alrededor intentaba disimular sus miradas aunque no se les daba para nada bien. Tampoco me molestaba, era normal que se sintiesen atraídos por un joven que había entrado desnudo al lugar. Yo por mi parte decidí hacer lo mismo. La gente que había en el lugar era bastante normal, aunque mi buen ojo me hizo fijarme en una bella muchacha que se encontraba tomando un chocolate a un par de mesas de distancia. Pensé en acercarme, pero mi entrada no había sido la mejor y seguía sin llevar la camiseta puesta. Quizá cuando se calmase un poco el ambiente, por el momento quería mi bebida y mi camiseta.

La verdad era que se encontraba sumamente a gusto en aquel bar. Llevaba allí el suficiente tiempo como para haber entrado en calor, y la verdad era que el chocolate ayudaba. Ya no le parecía una isla tan horrible, sólo porque podía calentarse.

Sin embargo, una corriente fría se coló por la puerta en cuanto alguien la abrió. Neo se giró para ver quién había interrumpido su tranquilidad. Y vaya interrupción. Ante la puerta se encontraba un hombre desnudo, que tapaba sus partes íntimas con una mochila. Lo único que no estaba pálido de su cuerpo era su cara, que parecía un tomate. El camarero se acercó apresuradamente a él y mantuvieron algún tipo de conversación que a la chica no le interesaba lo más mínimo. Volvió la cabeza hacia el chocolate y se tapó la boca con la mano para contener la risa. Vale, tenía unas ganas enormes de reírse de aquel momento tan extraño, pero sabía que no quedaría demasiado bonito, y además podría incomodar aún más al pobre hombre.

Después de tranquilizarse lo suficiente, y haberse hecho la indiferente respecto al tema, volvió a buscar con la mirada al señor desnudo, que ahora llevaba unos pantalones. No fue demasiado difícil de encontrar porque la mayoría de los clientes le dirigían miradas curiosas e indiscretas. Neo lo entendía, era un caso demasiado peculiar como para ignorarlo. Se quitó sus guantes negros y cogió su taza de chocolate con la mano libre. Se levantó tranquilamente y se acercó al chico. Quizás era porque se sentía demasiado generosa aquel congelado día, o quizás era porque le daba demasiada curiosidad el por qué alguien se dedicaba a andar desnudo por la calle.

-Toma, no te ayudará demasiado al resto del cuerpo, pero al menos te calentará las manos.-Neo le dejó los guantes encima de la mesa y se tomó la libertad de sentarse en una silla que quedaba libre enfrente del desconocido.

-Dime, señor exhibicionista, ¿cómo has hecho para no sufrir una hipotermia por la calle?-le preguntó sin poder evitar esbozar una pequeña sonrisa burlona. Dejó la taza de chocolate encima de la mesa y se quedó mirando con curiosidad a aquel que tenía delante.

No, no, no, por favor no, recuerdo haber pensado mientras que aquella preciosa chica se levantaba y se acercaba hacia donde yo estaba sentado. No tenía camiseta y esa mujer me había visto entrar desnudo, por lo que me estaba poniendo más nervioso de lo normal. Tenía que calmarme, no quería que pensase que era un tío raro. Era gracioso, porque seguro que se estaba acercando a mí precisamente porque le resultaba extraño. En cualquier caso debía calmarme por lo que suspiré y me preparé para comenzar una conversación con ella.

Antes de nada lo primero que la joven hizo fue prestarme sus guantes. En otro caso a lo mejor no habría podido aceptarlos, pero tenía las manos heladas, no podía decir que no. Me alegró bastante ver que era una buena persona, al menos ahora tenía la seguridad que no venía a reírse de mí.

-Muchas gracias, ni te imaginas el favor que me estás haciendo.- dije sonriendo mientras tomaba asiento enfrente de mí.

Mientras me ponía los guantes escuché como con tono burlón me preguntaba cómo había evitado la hipotermia. Quizá fuese buena gente, pero no cabía duda de que era algo picara. Ya que me había hecho el favor de dejarme los guantes iba a seguirle un poco el juego, aunque no tenía claras sus intenciones. De todas formas podía marcharme en cualquier momento, tampoco tenía que aguantarla si se pasaba mucho.

-Ah, ¿no está claro como lo he hecho? Soy un yeti, lo que pasa es que me corté el pelo ayer y no se nota.- dije intentando romper el hielo.

No tenía gracia pero no pude evitar sonreír al pensar en lo de romper el hielo. Era demasiado débil frente al humor absurdo, más me valía no seguir pensando en tonterías así o acabaría asustando no sólo a la chica sino a todo el bar.

-Era broma, la verdad es que he venido corriendo desde el puerto. Si estuviese un poco más lejos quizá habría tenido que venir a por mí un quitanieves.- expliqué sin perder la sonrisa.

En ese momento llegó Marcos con una camisa, unos zapatos y mi cerveza. Con lo que tardó ya casi me había hecho a la idea de estar toda la noche sin nada en la parte superior. Antes de vestirme le di un largo trago a la bebida, necesitaba el alcohol para calentarme un poco por dentro.

-Por cierto, me llamo Nairb.- dije mirando a los ojos fijamente a la dueña de los guantes.- Si me permites preguntar, ¿qué es lo que ha hecho que te acerques a mí en lugar de simplemente mirarme de lejos como a un bicho raro? Es lo que todo el resto del bar está haciendo.- le pregunté mientras me ponía la camisa.

La joven aceptó el agradecimiento del desconocido con una sonrisa, para después beber un poco del chocolate caliente que le quedaba. Definitivamente se lo estaba bebiendo muy lentamente, pero era uno de los pequeños placeres que más la reconfortaban. El chico semi-desnudo se puso sus guantes, y Neo comprobó aliviada que le quedaban bien. No lo había pensado demasiado a la hora de prestárselos, pero había una pequeña posibilidad de que la diferencia del tamaño de ambas manos fuera grande y los guantes no le sirvieran, lo que parecía no ser el caso.

La chica no pudo evitar soltar una pequeña risa ante la broma del contrario. Era una respuesta que no se esperaba. Pero en aquellas circunstancias ¿qué era lo que esperaba? Sus propias acciones a veces la sorprendían incluso a ella misma, y no era una persona que pensara dos veces antes de actuar. ¿Qué era lo que esperaba encontrarse cuando decidió hablar ante el desconocido? Quién sabe.

-Oh... Pobrecito. Aunque bueno, si te hubiera recogido un quitanieves no habrías tenido que pasar por... esto.-señaló levemente a su alrededor, mientras el camarero de antes se acercaba y le daba al joven una camiseta y una cerveza. Neo le echó una pequeña mirada de desdén a la cerveza. Sí, definitivamente no le gustaba en absoluto, y seguiría sin entender cómo a alguien podía gustarle una bebida tan amarga.

-Bueno...-Enit correspondió a su mirada y le dedicó una sonrisa.-Se podría decir que no me gusta especular sobre las cosas y me gustan las historias interesantes. Además ¿cuántas veces en la vida vas a encontrarte a un hombre entrando en un bar completamente desnudo? No me digas que no es una buena anécdota para recordar.-la chica soltó una carcajada y miró a su alrededor, topándose con la curiosa mirada de dos hombres que no habían dejado de cuchichear desde hacía un rato. Tan descarada y altanera como siempre, Enit sonrió al desconocido y le guiñó un ojo, haciendo que apartase la mirada y dejase de hablar con su compañero. Al menos no tan descaradamente como antes.

-Por cierto, encantada de conocerte, señor Nairb el exhibicionista. Mi nombre es Neo.-se presentó tras volver la mirada hacia él. No lo había dicho para ofenderle, era su propio sentido del humor. Pero quizás sus bromas resultasen un poco pesadas para algunas personas extremadamente sensibles. A veces la chica no se daba cuenta de esto, por mucho que intentase ir con cuidado a la hora de conocer a alguien. Y de verdad que esperaba que el joven no se sintiera mal respecto a cualquier comentario suyo, porque le parecía una persona agradable para mantener una conversación. Pero no lo suficientemente confiable como para revelarle su verdadero nombre.

La conversación con aquella muchacha me estaba entreteniendo de verdad. Era una persona amable y agradable, pero a la vez tenía un toque de picardía y descaro que la hacía de lo más interesante. Además su nombre me gustaba. Si la conversación se alargaba un poco más iba a tener que sacar la botella de vino para animar el ambiente. No pensaba hacer nada raro, solo es que hacía bastante que no disfrutaba de una fiesta acompañado por alguien. El plan tenía buena pinta en mi cabeza, pero de momento tenía que saber algo más de Neo. No sería la primera vez que acababa metiéndome en problemas por juntarme con piratas.

-Bonito nombre.- respondí a su presentación.- La verdad es que si te gustan las historias interesantes yo tengo unas cuantas.- dije dejando escapar la risa.- Peeero, primero te toca hablar a ti. Seguro que tienes cosas interesantes para contarme. El qué te trae a esta isla sería un buen comienzo. Es muy bonita, pero hace demasiado frío como para que nadie venga de vacaciones.-continué con mi sonrisa pícara.

No sabía bien que esperar de mi bella compañera de mesa, pero tenía algo que me hacía pesar que era más que una simple turista. Quizá no fuese lo más caballeroso por mi parte, pero pensaba sonsacarle hasta el más último detalle. Con algo de suerte obtendría una de esas historias que son tan entretenidas de escuchar junto a una copa de vino. Si no, bueno, al menos sabría que la vida de Neo era aburrida y podría animarla un poco.

No tardé en darme cuenta de una cosa. Las historias pegaban con el vino, pero no había vino. En qué momento se me había ocurrido pedir cerveza en la posada donde se sirve el mejor vino que había probado. Sin exagerarlo mucho me acabé la cerveza de un trago y me giré buscando con la vista a Marcos. Se encontraba en la barra mirándome con una risa tonta. No cabía duda de que le hacía gracia que estuviese charlando con la chica. Rápidamente se acercó a ver qué quería, aunque en mis adentros yo sabía que había venido a cotillear.

-¿Nos traes una botella de ese vino tan bueno que tienes?- le dije.

-Claro, como no.- me respondió antes de irse riendo igual que había venido.

No tardó mucho en venir con dos copas y una de las botellas del vino afrutado típico de la isla. Iba a servirnos, pero la verdad es que no tenía mucho interés en que se quedase mucho rato, así que le hice un gesto con la mano para que se detuviese.

-No te preocupes, puedo yo. Muchas gracias Marcos.- le agradecí.- Bebes, ¿no?- le pregunté a la chica mientras comenzaba a servir una copa.

Interesante. Sumamente interesante. Realmente no esperaba encontrarse tal ambiente en una isla como esa, pero no podía negar que se lo estaba pasando bien. El chico parecía interesado en saber más cosas de Enit, lo que a ella no le molestó... en exceso. No es que no le gustase hablar sobre ella misma, pero no estaba segura de hasta dónde podía contarle. Y ahora que lo pensaba, se había acercado muy rápido a aquel hombre sin saber absolutamente nada. ¿Desconfianza? ¿A esas alturas? ¿Qué estaba pasando en la cabeza de la chica? De todas formas era una horrible mentirosa, así que simplemente omitiría detalles. Eso no era una mentira, al fin y al cabo. Sólo era... la mitad de la historia.

Neo volvió a beber de su taza antes de contestar. Estaba empezando a enfriarse, y un chocolate frío no tenía mucho sentido. Tenía que darse prisa si quería disfrutarlo.

-Oh… Me has tendido una trampa. Yo creía que podría conseguir una historia interesante gratis.-la chica sonrió, divertida con la conversación. Posteriormente, se hizo la pensativa durante un segundo.-¿Qué me trae a esta isla…? Podría decirse que estoy intentando huir de mis obligaciones. Ya sabes… la rutina y esas cosas. No van conmigo y no lo aguanto mucho tiempo.-se encogió de hombros como si eludir esas cosas fueran lo más normal del mundo. Quizás estaba teniendo un comportamiento demasiado infantil para su edad y para lo que quería conseguir. Pero no iba a cambiar por ello. Al menos, no tenía ninguna intención de hacerlo en un futuro cercano.

La chica observó algo contrariada cómo su acompañante se terminaba la cerveza. Tenía que tener el paladar estropeado, porque seguía sin entender cómo alguien podía beberse más de un sorbo de esa bebida. ¿En qué momento a alguien se le ocurrió inventarla? La joven bebió de su chocolate una vez más, comprobando entre aliviada y entristecida que se le había terminado. De todas formas, su cuerpo había entrado en calor hacía un rato y no necesitaba más bebidas calientes.

El interés de la chica aumentó cuando el contrario pidió algo de vino. Y además en plural. Oh, dulces coincidencias. Al final había cometido un buen error yendo a parar a aquella isla. Miró con una curiosidad disimulada al camarero que se acercaba, y posteriormente a Neirb. ¿Entonces sí eran conocidos? El joven no parecía ser nuevo allí, y al rememorar su entrada y cómo le habían provisto de ropa, se apostaría sus gafas a que no era la primera vez que iba a la isla.

-Por supuesto que bebo.-contestó con una sonrisa.-Sobre todo si me invitan. Sería de mala educación rechazarlo ¿no?-usó un suave tono, bastante interesada en la bebida que decoraba la copa.

Volvió a mirar hacia el camarero, que se había retirado de nuevo y ahora les miraba desde la barra con un extraño interés. Neo frunció levemente el ceño, no necesariamente molesta, pero sí extrañada.

-Si bien has dicho que este no es un buen destino turístico… ¿qué te trae a ti por aquí? Aunque no creo que sea tu primera vez en esta isla. Parece que conoces a los lugareños. Y me suena a una historia.-comentó la chica, quizás interrogando demasiado con la mirada al contrario.