El loco seré yo, pero al menos yo tengo alma [Privado|Oscar Mike- Yoko]

- ¡Mike, Mike! ¡Te juro que no se nada!-. Decía un hombre corriendo por los callejones.
En las sombras de las paredes poco iluminadas apareció una figura inusual, un hombre cubierto totalmente por un uniforme militar con casco y en su hombro estaba decorado el dibujo de un caballo negro de aspecto desgastado. Con su mano derecha hacia malabares con su pistola, que aún le salía humo de la boquilla del arma. Dentro del inexpresable casco se podía oír como el hombre silbaba una vieja canción siciliana.

- Tony, Tony, Tony… Tu sabes muy bien lo que va todo esto... Tan solo te pido que me digas donde están ellos..

El hombre era Mike, Oscar Mike, antes era conocido por ser soldado de uno de los grupos militares mercenarios más peligrosos de los Blues. Ahora, tan solo un cazador que estaba buscando como acabar con toda aquella organización que le convirtieron en esto y le arrebataron a su hermano de la forma más dolorosa. Por la esquina que ya había doblado había dos hombres abatidos a tiros manchados en sus propios charcos de sangre, seguidos de unas marcas de pies debido a que el soldado piso esos charcos. Se lo tenían merecido, tanto esos dos como el que huían se dedicaban a llevarse a los chavales de los orfanatos para empezar el reclutamiento.

- Sabes muy bien que si no te paras vas a acabar como Antoni y Alfredo…-. Advirtió mientras seguía caminando tranquilamente a por aquel pobre hombre.

El hombre tenía una herida del pie que sangraba a no más poder y que tenía pinta de doler mucho. Sin embargo, pese que cojeaba corría y gritaba como un desesperado pidiendo ayuda  para poder evitar al soldado, porque Mike no solo necesitaba información; también dinero y sabía que su buen “amigo Tony” era un hombre buscado. Este iba a ser el último trabajo en la isla para conseguir destruir la influencia que tenía esa organización, pero iba a necesitar unos buenos efectivos si lo que quería es perseguirlos hasta las puertas del infierno.

Uf, Sicilia, de todos los lugares que había tuvieron que venir a parar a este. Yoko se enfurruñó con Jaspe por para en aquella isla. Supuestamente él tenía que atender unos asuntos que no concernían a la pelirroja, pero a esta le daba mala espina. Había escuchado historias horribles sobre Sicilia y le mantenía en vilo. Dejaron a La Zorra Marina en el puerto y la pelirroja acompañó a Jaspe hasta un edificio.

Las calles le daban escalofríos. Cada paso que daba sentía como si estuviese vigilada y, de vez en cuando, tenía que echar una mirada hacia atrás, intranquila.

-Espero que sea rápido - Dijo la pelirroja.

-No te preocupes, bella pelirroja, es solo entregar un paquete, antes de que se ponga el sol ya estaremos muy lejos en el alta mar - El elfo siempre solía hablar con labia.

Llegaron hasta el edificio. Una imponente edificación de piedra con aspecto gótico.

-Espérame aquí, no tardaré nada - Yoko asintió. Mientras Jaspe se dio la vuelta-. ¡Ah! No mires a los ojos a la gente de aspecto turbio; precaución, ya sabes...

Con una sonrisa de oreja a oreja se dio la vuelta y lo perdió de vista. La pelirroja se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared, esperando. Hizo caso de no fijarse en la gente que pasaba por delante de ella, pero algo llamó su atención. Había rastros de sangre en el suelo.

La pelirroja se acercó hasta ellos y, preocupada, los siguió. Podría haber alguien en apuros y, por desgracia se sentía en la necesidad de ayudar. A veces era demasiado ingenua.